martes, 30 de julio de 2013

LA VIRGEN MARÍA EN TU HOGAR



LA VIRGEN DE LA PUERTA - PERÚ


La Virgen de la Puerta
Escudo contra los infieles

Nuestra Señora de la Puerta

Bajo esta invocación, la Santísima Virgen es venerada en Otuzco, departamento de La Libertad. Su devoción se extiende particularmente a todo el Norte del Perú. Su historia, hoy poco conocida en el resto del país, se origina en un estupendo milagro y contiene una auténtica lección: es imposible que Nuestra Señora no venza todos los imposibles

El siglo XVII fue el siglo de oro del Virreinato del Perú. En esa época, que fue también de intensa fe, brillaron las mejores cualidades del pueblo peruano, que el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira sintetiza en el trinomio Grandeza, Señorío, Santidad.
La fama de nuestros santos corría paralela a la fama de nuestras riquezas, a tal punto que hasta hoy se usa en Europa la frase “vale un Perú” para indicar algo de gran valor. Pero fue justamente esa riqueza lo que despertó la codicia de los piratas protestantes, que por cierto no eran —como los presentan los filmes de Hollywood— aventureros elegantes y audaces. Eran, eso sí, verdaderos terroristas de la época, que llegaban repentinamente en poderosas flotas y, movidos por su odio sectario, se lanzaban a robar, violar y quemar, ensañándose especialmente con las iglesias católicas, sus altares, imágenes y ornamentos sagrados.

Santa Rosa de Lima es representada en muchas de sus imágenes con un ancla a sus pies, por haber conseguido con sus oraciones y mortificaciones apartar de la Ciudad de los Reyes a la flota del pirata y hereje holandés Spilberg. Este hecho es sintomático para atestiguar la protección divina concedida por la intercesión de la Virgen Santísima a nuestro país.

Nuestra Señora, escudo contra los terroristas de la época
La historia de la Virgen de la Puerta comienza con un caso de piratería, ocurrido en la ciudad de Trujillo. En el año de 1674 apareció a la altura de Huanchaco una flota pirata que ya había cometido crímenes en el puerto de Guayaquil y en la entonces próspera villa de Saña, hoy desaparecida, donde falleciera el Arzobispo de Lima Santo Toribio de Mogrovejo en 1606.

Los habitantes de Trujillo quedaron evidentemente atemorizados con la aproximación de esa flota y enviaron emisarios a todas las ciudades y villas de la región, entre ellas a Otuzco, situada en la sierra, a 70 Km. de distancia.

Los vecinos del pueblo quedaron también muy preocupados. Y, no disponiendo de murallas ni contando con ninguna posibilidad de defensa, decidieron recurrir a Aquella que la Sagrada Escritura llama “terrible como un Ejército en orden de batalla”. Así, como recurso extremo, decidieron colocar en la puerta de la ciudad una imagen de Nuestra Señora de la Concepción, devoción que las Ordenes religiosas habían popularizado mucho antes de la proclamación de su dogma por Pío IX, en 1854.

Había en Otuzco una ermita dedicada a la Virgen de la Concepción, debida a la devoción de una ilustre dama, Doña Florencia Mora de Sandoval, célebre por los incontables actos de caridad que practicó.
Curiosamente no fue esa imagen, Patrona de la ciudad, la que se colocó en la puerta, pues una costumbre del Virreinato exigía que ella saliese de su altar en la iglesia solamente para la procesión en el día de su fiesta. Muy respetuosos de las costumbres vigentes, los habitantes de Otuzco no quisieron retirar a la Patrona de su lugar, ni siquiera ante esa inminente calamidad.

Así, quedó defendiendo la puerta de la ciudad otra imagen de Nuestra Señora de la Concepción, traída años antes de Venezuela para realizar procesiones de la Inmaculada fuera de los días de fiesta oficial. Tal imagen tiene un metro de altura, y se halla asentada sobre un trozo de roca de un palmo de alto, toda forrada de plata.

Después de colocarla precisamente en el lugar donde, en cualquier momento, se esperaba la aparición de los piratas, la población estaba compenetrada de que sólo les quedaba rezar y confiar en la protección maternal de María Santísima. Tres días y tres noches permanecieron los habitantes orando juntos en la puerta de la ciudad, a los pies de la imagen, aguardando el temido ataque.
Pero... ¡lo imposible sucedió! Los protestantes holandeses, cuya superioridad numérica y de fuerza era evidente, ¡ni siquiera desembarcaron! Hasta hoy ningún historiador consiguió presentar una explicación natural convincente para el hecho: la ciudad de Trujillo, y los pueblos de Huanchaco y Otuzco fueron preservados de cualquier ataque de los terribles piratas.


Dos Patronas de la misma ciudad

Al recibir la noticia de que las velas de los barcos piratas habían desaparecido, la alegría de los habitantes de Otuzco fue enorme. Condujeron entonces la imagen de la Virgen en procesión hasta el interior de la ciudad, en medio del mayor regocijo. Pero, no queriendo que, después del gran favor recibido, ella quedase en posición “desventajosa” con relación a la Patrona, decidieron los moradores construirle un santuario en la misma puerta de la ciudad, en el local donde los había defendido.

Nació así la devoción a la Virgen “de la Puerta”, que es hoy la devoción a Nuestra Señora más difundida en el Norte del país. Todas las numerosas y bellas iglesias virreinales de Trujillo poseen una réplica de esta imagen, colocada siempre próxima a la puerta de entrada. Igualmente en las iglesias de los demás poblados liberteños se observa siempre una copia de la Virgen de la Puerta junto a la entrada.

Las procesiones de agradecimiento por la retirada de los piratas se extienden hasta nuestros días, reuniendo a miles de peregrinos, que lamentablemente no siempre exhiben la misma piedad de otros tiempos.


La imagen de la Virgen de la Puerta sale en procesión todos los 15 de diciembre. Al fondo, el espléndido santuario.

La fama de la imagen en la región determinó que por ocasión del Congreso Eucarístico Nacional realizado en Trujillo, en 1943, fuese escogida para ser coronada canónicamente, como punto culminante de aquella celebración. La coronación, con presencia de un Legado pontificio, se dio el 27 de octubre de aquel año.

Milagro del anillo, exaltando a los humildes.

Entre los muchos hechos admirables realizados por mediación de la Virgen de la Puerta, el más conocido es el “milagro del anillo”.
Cierto día, poco antes de comenzar la novena de su fiesta, llegó a pie a Otuzco, procedente de un poblado denominado Chimur, una devota muy pobre. Deseaba mandar a celebrar una Santa Misa durante la novena, por una intención particular muy apremiante. Como no poseía dinero para encomendar la Misa, pidió limosnas por todo el pueblo hasta obtener la cantidad suficiente. Satisfecha con el resultado, solicitó al párroco local, un sacerdote de apellido Landa, la celebración de la Misa.

Pero satisfacer a última hora ese deseo por ocasión de la fiesta de la Patrona era imposible, debido a los múltiples pedidos de Misas que se acumulaban para esas fechas. Desconsolada, la pobre mujer renovó el pedido, que no pudo ser atendido por el sacerdote. Comenzó, entonces, nuevamente a pie, el viaje de regreso a su pueblito.

A mitad de camino, se encontró la desconsolada mujer con una joven Señora, de porte majestuoso. Le pareció extraño que tan digna persona anduviese sola por aquellos pobres parajes. La Señora le entregó un precioso anillo, y le aconsejó volver inmediatamente a Otuzco y renovar al padre el pedido de la Misa, pero sin referirse a ese inesperado encuentro. La devota siguió la recomendación y retornó, siempre a pie, a la casa parroquial.
Es de imaginarse la sorpresa del sacerdote, al reencontrar aquella humilde mujer que insistía en la celebración del Santo Sacrificio, mostrándole la joya que él conocía perfectamente: era, ni más ni menos, el valiosísimo anillo usado por la imagen de la Virgen de la Puerta en su altar. Nadie había notado su desaparición. Y no le sería posible a la pobre mujer apoderarse de esa joya en aquellos días, en medio de la multitud de fieles. Ante tal demostración de predilección de la Madre de Dios por aquella fiel devota, el sacerdote inmediatamente concordó en celebrar la Misa.

*     *     *

Se dice de María Santísima, parafraseando la Escritura, que Ella tiene en sus manos “la llave que abre y nadie cierra; que cierra y nadie abre”. En los conturbados días que nos toca vivir, frente a tantos problemas insolubles y dificultades insuperables que nos agobian —tanto espirituales como materiales— tengamos presente la admirable invocación de Nuestra Señora de la Puerta, y pidámosle que Ella abra las puertas de la solución a todas nuestras necesidades, como a las de nuestros seres queridos y de nuestro atribulado Perú; y las cierre a las influencias perversas del pecado y del desorden.     



DESEMPOLVAD A MARÍA


Desempolvad a María
Padre Tomás Rodríguez Carbajo


Cuando tenemos algo arrinconado, el polvo nos detecta el poco aprecio que le tenemos o al menos el poco uso que de ello hacemos.
A veces se nos amontonan cosas en nuestra vida, que nos impiden el que alguna de valor sobresalga. Por nuestra capacidad limitada no podemos abarcar y hacer tantas cosas como nos gustarían, por eso se nos impone la elección, la jerarquía, y para ello una revisión de lo que hacemos, pues, puede suceder que demos importancia a cosas que no la tienen y dejemos en el olvido otras dignas de consideración.

Si fondeamos en nuestro interior, podemos ver los valores que hemos tenido en nuestra vida, algunos tal vez eran propios de tiempos de niño, otros nos acompañan siempre, tal vez somos conscientes de que algunos han desaparecido.
Entre los pedestales de los valores tal vez tenemos al de la Virgen en un rincón, no nos hemos atrevido a quitarlo, pudo ser por el efecto y cariño que desde pequeño le hemos tenido.
Siempre que nos acercamos a algo arrinconado como tónica común tiene polvo.
¿No nos pasará algo parecido con nuestro amor a la Virgen en nuestra vida?
¿ Tiene alguna influencia en nuestro vivir?

El lugar que ocupó, cuando éramos niños tal vez tendremos que purificarlo, pero no destruirlo. ¿No estamos en sintonía con lo que nos decían y pensaban aquellos, que años atrás nos acercaron al amor de la Madre? Esto puede ser la causa de que no nos acerquemos a María, y el paso del tiempo la haya arrinconado por no haberla tenido muy presente; pero cualquier momento es propicio para la revisión, y si la dejadez es la que no nos ha hecho tener presente a María en nuestra vida, es ahora el momento de decirle como el poeta Dámaso Alonso:
".. .mi corazón rompió en un grito
y era tu nombre,
Virgen María, madre
(Treinta años hace que no te invocaba)"

Si del olvido hubiéramos pasado a la indiferencia o a prescindir conscientemente de quien estuvo muy presente en nuestra vida, también podemos desempolvar el recuerdo, haciendo nuestras las palabras de Unamuno:
"He llegado hasta el ateismo intelectual, hasta imaginar un mundo sin Dios, pero ahora veo que siempre conservé una oculta fe en la Virgen María. En momentos de apuro se me escapaba maquinalmente del pecho esta exclamación: Madre de misericordia, favoréceme. "

El uso frecuente de las cosas no deja que de ellas se apodere el polvo; el recuerdo de las personas nos hace tenerlas presente y, si éstas son importantes y necesarias para nuestra vida, no sólo nos gusta recordarlas, sino amarlas. María es una de ellas, si no la tenemos presente, desempolvémosla

FACILIDADES MARIANAS


FACILIDADES MARIANAS
Juan Antonio Reig Pla, Obispo
Diocesis Segorbe-Castellón, España

  
Me viene a la memoria un vendedor de lotería de hace bastantes años que, en cada tren que pasaba por la estación, se asomaba a la puerta del vagón, enseñaba su ristra de papeles y voceaba simplemente: “¿y si tocara...?”. Por si sí, o por si no, mucha gente compraba un papelito de la tal lotería. 

La vida eterna que Dios nos promete, y Jesucristo nos alcanza con su Muerte y Resurrección, no es ninguna lotería. Pero muchos que presumen de agnósticos o de no practicantes, podrían plantearse esa misma pregunta: “¿y si fuera cierto...?”; porque quizá entonces enfocarían su vida de otra manera: aprovechando mejor las múltiples oportunidades que Dios nos ofrece para hacer el bien y evitar el mal. 

No obstante, este fin de semana, en que la ciudad de Castellón celebra a su Patrona la Virgen del Lledó, yo plantearía la cuestión en torno a la mediación maternal de María para acercarnos a Cristo. 

No es fácil hacerse rico pero “si nos tocara la lotería…”, piensan muchos. Bueno, pues Dios ha puesto a disposición de todos sus hijos una “lotería” que nos facilita extraordinariamente esa riqueza espiritual, que tanto se echa en falta en muchos cristianos. Una “lotería”, además, que no es azarosa o impredecible: “siempre toca”, como pregonan los feriantes más avispados. 

Esa lotería divina es la devoción filial a nuestra Madre y Señora la Virgen Santísima. Resulta el medio más fácil para enriquecer el alma con los dones de Dios. Y, a la vez, el camino más seguro para re-encontrar la misericordia divina, cada vez que nuestros pecados nos apartan del Señor. 

Algunos reprochan a la devoción mariana un exceso de sentimentalismo, porque ciertamente el sentimiento está presente en cualquier relación materno-filial, sea humana o trascendente. Pero esto no quiere decir –si se entiende bien– que las multiformes devociones a la Virgen no encierren el alto grado de fe, esperanza y caridad, que caracteriza la oración cristiana profunda. 

Toda oración es "el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre" (cf. Catec.Iglesia, 2560; citando a S.Agustín). Y los católicos sabemos bien que son falsas las acusaciones protestantes acerca de un supuesto culto excesivo a la Virgen. María siempre nos conduce a Jesús. Ella nunca es término, sino camino hacia Dios. Pero es un camino más fácil, más “maternal”, que la pura y escueta accesis del espíritu. 

Muchas imágenes marianas nos ofrecen a Jesús en su regazo. Otras no lo manifiestan así; pero todas focalizan nuestra vida hacia Cristo. “Haced lo que El os diga” (Jn 2, 5- 6), manifestó María a los criados de las bodas de Caná; y lo mismo nos dice a nosotros. Pero tal cumplimiento de la voluntad de Dios puede, a veces, no ser fácil. Por eso Jesús le encargó: “Mujer, he ahí a tu hijo” (Jn 19, 26-27); para que Ella –que aceptó en todo momento la voluntad del Padre– nos facilite a nosotros aceptarla igualmente. 

Con mi bendición y afecto.
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