lunes, 2 de febrero de 2015

NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA - 2 DE FEBRERO

Nuestra Señora de la Candelaria

 
Esta bella devoción esta profundamente arraigada en toda América. Se sabe que Hernán Cortés portaba en el cuello una medalla de Nuestra Señora de la Candelaria. En Colombia, se conoce también como la patrona de la ciudad de Medellín y se encuentra coronando el escudo de armas de la ciudad.

El 2 de Febrero día de la Candelaria es la fiesta de la Purificación de la Virgen María y la Presentación de Nuestro Señor en el templo. La tradición mosaica ordenaba no sólo purificarse sino también ofrecer a Dios al primogénito. Nuestra Señora obediente fue al templo de Jerusalén para cumplir este precepto. Nosotros también debemos desear hacer la voluntad de Dios, cumplir su ley y, con humildad, purificarnos con espíritu de penitencia.

Historia de Nuestra Señora de la Candelaria

Se estima que para el año 1400 apareció la imagen de la Virgen María en las Islas Canarias a dos hombres que estaban pastando su ganado, el cual se espantó rehusándose a caminar, uno de los hombres se acercó y vió la imagen sobre una peña; queriendo hacerla huir tomó una piedra y sintió que en el acto su brazo se paralizó; el otro compañero viendo lo que sucedía, reaccionó y tomando un cuchillo trató de cortar un dedo a la mujer pero, sorprendido, percibió que su propio dedo le sangraba.

Asustados los dos, fueron ante su rey quien decidió ver personalmente lo sucedido. Su sorpresa fue mayor al ver que aquella Imagen irradiaba una hermosa luz.

Propusieron entonces llevársela consigo, pero ninguno osaba tocarla. Es por eso que el rey decide que los dos pastores quienes la habían tocado, la tomen y la lleven. Ellos, al momento de tomar contacto quedan sanados Jubilosos y llenos de alegría celebran lo sucedido.

Existe también la tradición de una aparición de la Virgen de la Candelaria en Cartagena de Indias (Colombia), la cual cuenta que a comienzos del año 1607 el sacerdote español Alfonso García Pared recorría las calles del sector amurallado en busca de una imagen similar a la Virgen de la Candelaria, para ubicarla en el templo construido por la Orden Agustina, en el Cerro de La Popa donde tenía su convento.

No había recorrido mucho cuando en las Calle de las Damas, una señora asomada desde lo alto de un balcón, le preguntó: “Qué busca padre?”, “estoy buscando una imagen de la Virgen de la Candelaria”, le respondió el sacerdote, “venga en tres días y la tendrá, si no estoy, empuje la puerta”, le dijo la mujer y desapareció.

En efecto el padre agustino volvió y llamó pero nadie contestó, empujó la puerta y ésta se abrió, encontró la casa completamente vacía y sola en un rincón, como iluminada por el cielo, estaba la imagen hermosa e imponente de la Virgen de la Candelaria, que luego fue llevada hasta el convento en el Cerro de la Popa, donde cada año miles de cartageneros desfilan de día y de noche para venerar la patrona de esta ciudad.

Es costumbre, desde que lo ordenó el Papa Sergio I en el siglo VII, que en esta fiesta se bendigan las candelas de los presentes fuera de la de la iglesia, luego el sacerdote y los fieles se dirigen en procesión hasta el altar para la Santa Misa. Las velas representan la Luz de Cristo que, como lo dijo Simeón, es “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de Israel”.

Sabemos también que las velas son un sacramental utilizado en la liturgia y en la religiosidad popular, un signo de la luz que disipa las tinieblas, de Dios el dador de la vida y luz del mundo. Nuestro señor Jesucristo dijo: “ Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas” (Juan 12-46). Las tinieblas detestan a la luz (Jn. III, 19-21), por eso, en medio de las dificultades de este mundo en que vivimos, con sus tentaciones, seducciones y problemas relativos a la fe, nuestro camino será siempre esta luz. La Virgen de la Candelaria nos trajo esa Luz, su Divino Hijo.

IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO















PRESENTACIÓN DEL SEÑOR. PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA


Presentación del Señor. Purificación de María
Felix Lope de Vega



Hoy salen del templo
Dios y María.
Los pastores se alegran,
bailan y gritan.
De derramar sangre
su sangre misma,
por sanarle al hombre
la mortal herida,
cuando de verterla
le trae María.
Los pastores se alegran
bailan y gritan.

LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR


La Presentación del Señor
Solemnidades y fiestas


Lucas 2, 22-40. Fiesta de la Presentación del Señor. Cristo es de verdad nuestra LUZ, nuestra vida y resurrección, nuestra paz y fortaleza, nuestro triunfo y nuestra esperanza cierta. 


Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-40

Cuando se cumplieron los días de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

Oración introductoria

Padre mío, gracias por presentarme a Simeón y a la profetisa Ana, ambos supieron esperar siendo fieles en la oración, por eso pudieron reconocerte. Ilumina y guía mi meditación para ser siempre fiel y perseverante en la oración.

Petición

Jesús, aumenta mi fe y mi esperanza, para saber encontrarte en los demás.

Meditación del Papa Benedicto XVI

El gesto ritual que realizan los padres de Jesús, con el estilo de humilde ocultamiento que caracteriza la encarnación del Hijo de Dios, encuentra una acogida singular por parte del anciano Simeón y de la profetisa Ana. Por inspiración divina, ambos reconocen en aquel Niño al Mesías anunciado por los profetas. En el encuentro entre el anciano Simeón y María, joven madre, el Antiguo y el Nuevo Testamento se unen de modo admirable en acción de gracias por el don de la Luz, que ha brillado en las tinieblas y les ha impedido que dominen: Cristo Señor, luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel.
El día en que la Iglesia conmemora la presentación de Jesús en el templo, se celebra la Jornada de la vida consagrada. De hecho, el episodio evangélico al que nos referimos constituye un significativo icono de la entrega de su propia vida que realizan cuantos han sido llamados a representar en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, los rasgos característicos de Jesús: virgen, pobre y obediente. (Benedicto XVI, 2 de febrero de 2012).

Reflexión

Era tradición en Israel que la madre que daba a luz debía presentarse en el templo a los cuarenta días después de su parto para "purificarse", pues era idea común entre los judíos que la madre, al parir, quedaba "manchada" según la Ley, y debía presentar una ofrenda al Señor para purificar su alma. Y era entonces cuando las madres aprovechaban para ofrecer a Dios a sus primogénitos. María no necesiba purificarse, porque Dios la había adornado de una pureza inviolada y la había preservado de toda mancha de pecado desde su concepción inmaculada. Y el Niño Jesús, por su parte, tampoco necesitaba ser ofrecido a Dios, porque era ya todo de Él desde el instante mismo de su encarnación y desde la eternidad. No obstante, María se somete libremente a las prescripciones de la ley mosaica y acepta purificarse. Y Jesús ofrece al Padre el acto de su filial obediencia y devoción presentándose a Él en el templo a los pocos días de su nacimiento. ¡Qué hermoso gesto de humildad y de obediencia amorosa a Dios de estas dos almas santísimas!

Nos narra el Evangelio que, cuando José y María entraban en el templo para cumplir con estos dos ritos de la ley, Simeón, hombre justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel –o sea, la llegada del Mesías–, por una inspiración especial del Espíritu Santo, reconoció en ese pequeño Niño al Mesías enviado por Dios, al salvador y redentor del mundo. Lo tomó en sus brazos y pronunció aquella bellísima oración: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos como luz: para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel". Este hombre bueno había reconocido al Mesías en ese Niño indefenso y lo proclamaba ante el mundo como luz.

En casi todas las religiones de la historia se ha visto la luz como el símbolo de la divinidad y de la vida, y ha sido como una representación del mismo dios. Los mitos del antiguo Oriente abundan en esta simbología. Una antiquísima leyenda sumeria, recogida en el poema Enuma Elish, narra cómo el héroe Marduk tuvo que luchar encarnizadamente contra el dios caos, Tiamat, representado en forma de mostruo. Marduk lucha contra las tinieblas y, después de una batalla titánica, las vence y lleva a cabo, finalmente, la gran obra de la creación del hombre.

En la mitología grecolatina aparece también la luz como el símbolo de la divinidad y de la vida. En la Roma pagana, al inicio de nuestra era cristiana, entre el 23 y el 24 de diciembre se celebraba una fiesta muy sonada, con ocasión del solsticio de invierno: el nacimiento del "nuevo sol" y se festejaba así al dios Saturno, padre de todos los dioses. El cristianismo tomó entonces esta fiesta y este simbolismo y lo aplicó al nacimiento de Jesucristo, el auténtico "Sol nuevo", el único Dios verdadero. ¡Era la Navidad!

Con la presentación del Niño Jesús en el templo aparece una vez más la imagen de la luz para indicar a Jesús. Ya Isaías y los profetas habían empleado mucho este mismo símbolo, y lo seguirán haciendo luego los escritores sagrados del Nuevo Testamento y los Padres de la Iglesia. Jesucristo es "la luz de las gentes".–"lumen gentium", como lo llama el primer documento del Vaticano II–. Cristo mismo se autoproclama la "luz del mundo" porque Él es el único capaz de disipar todas las tinieblas del mundo y de nuestro corazón.
Cristo es de verdad nuestra LUZ, nuestra vida y resurrección, nuestra paz y fortaleza, nuestro triunfo y nuestra esperanza cierta. ¡Con Él podemos volver a vivir!

Propósito

Rezar un misterio del rosario para que María nos ayude a estar cerca de su Hijo Jesús, que es la luz que ilumina nuestra vida.

Diálogo con Cristo 

Señor, eres el único capaz de disipar todas las tinieblas del mundo y de nuestro corazón: la oscuridad del odio, del miedo, del pecado y de la muerte; las tinieblas de nuestros complejos, desesperanzas, angustias, quebrantos y frustraciones.

 

LA VIRGEN MARÍA PRESENTA A SU HIJO EN EL TEMPLO


María presenta a su Hijo
La fiesta de hoy debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad.
Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net




Hoy celebramos una fiesta muy hermosa: la purificación de María y la presentación del Niño en el templo. En esta fiesta se dan la mano la humildad de María y el amor a la misión de Cristo. Ni María necesitaba ofrecerse al Padre, pues toda su vida no tenía otro sentido, otra finalidad distinta de la de hacer la voluntad de Dios. Ojalá aprendamos en este día estos dos aspectos tan bellos: la humildad y el sentido de la consagración, como ofrecimiento permanente a Dios ... Humildad que es actitud filial en manos de Dios, reconocimiento de nuestra pequeñez y miseria. Humildad que es mansedumbre en nuestras relaciones con el prójimo, que es servicialidad, que es desprendimiento propio.

María, como Cristo, quiso cumplir hasta la última tilde de la ley; por eso se acerca al templo para cumplir con todos las obligaciones que exigía la ley a la mujer que había dado a luz su primogénito.

Este misterio, como los demás de la vida de Cristo, entraña un significado salvífico y espiritual.

Desde los primeros siglos, la Iglesia ha enseñado que en el ofrecimiento de Cristo en el templo también estaba incluido el ofrecimiento de María. En esta fiesta de la purificación de María se confirma de nuevo su sí incondicional dado en la Anunciación: “fiat” y la aceptación del querer de Dios, así como la participación a la obra redentora de su hijo. Se puede, pues, afirmar que María ofreciendo al Hijo, se ofrece también a sí misma.

María hace este ofrecimiento con el mismo Espíritu de humildad con el que había prometido a Dios, desde el primer momento, cumplir su voluntad: “he aquí la esclava el Señor”.

Aunque la Iglesia, al recoger este ejemplo de María, lo refiere fundamentalmente a la donación de las almas consagradas, sin embargo, tiene también su aplicación para todo cristiano. El cristiano es, por el bautismo, un consagrado, un ofrecido a Dios. “Sois linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa” (1Pe 2, 9). Más aún, la presencia de Dios por la gracia nos convierte en templos de la Trinidad: pertenecemos a Dios.

La festividad debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad: somos creaturas de Dios y nuestra santificación depende de la perfección con que cumplamos su santa voluntad. (Cfr 1Ts 4, 3).

Conforme al mandato de la ley y a la narración del evangelio, pasados cuarenta días del nacimiento de Jesús, el Señor es presentado en el templo por sus padres. Están presentes en el templo una virgen y una madre, pero no de cualquier criatura, sino de Dios. Se presenta a un niño, lo establecido por la ley, pero no para purificarlo de una culpa, sino para anunciar abiertamente el misterio.

Todos los fieles saben que la madre del Redentor desde su nacimiento no había contraído mancha alguna por la que debiera de purificarse. No había concebido de modo carnal, sino de forma virginal....

El evangelista, al narrarnos el hecho, presenta a la Virgen como Madre obediente a la ley. Era comprensible y no nos debe de maravillar que la madre observara la ley, porque su hijo había venido no para abolir la ley, sino darle cumplimiento. Ella sabía muy bien cómo lo había engendrado y cómo lo había dado a luz y quien era el que lo había engendrado. Pero, observando la ley común, esperó el día de la purificación y así ocultó la dignidad del hijo.


¿Quién crees, oh Madre, que pueda describir tu particular sujeción? ¿Quién podrá describir tus sentimientos? Por una parte, contemplas a un niño pequeño que tu has engendrado y por otra descubres la inmensidad de Dios. Por una parte, contemplamos una criatura, por otra al Creador. (Ambrosio Autperto, siglo VIII, homilía en la purificación de Santa María).


¡Oh tú, Virgen María, que has subido al cielo y has entrado en lo más profundo del templo divino! Dígnate bendecir, oh Madre de Dios, toda la tierra. Concédenos, por tu intercesión un tiempo que sea saludable y pacífico y tranquilidad a tu Iglesia; concédenos pureza y firmeza en la fe; aparta a nuestros enemigos y protege a todo el pueblo cristiano. Amén. (Teodoro Estudita, siglo VIII)

LA VIRGEN DE LA CANDELARIA - 2 DE FEBRERO


La Virgen de la Candelaria
2 de Febrero

Es una de las muchas advocaciones (nombres) de la Virgen María. Tuvo su origen en Tenerife, una de las islas Canarias.

Según la tradición, la Virgen se le apareció en 1392 a dos indios guanches que pastoreaban su rebaño, quienes, al llegar a la boca de un barranco, notaron que el ganado no avanzaba, como si algo impidiera seguir adelante. Para ver qué era lo que pasaba, uno de los pastores avanzó y vio en lo alto de una peña una imagen de madera como de un metro de alto de una mujer. Traía una vela en la mano izquierda y cargaba a un niño en el brazo derecho. El niño llevaba en sus manos un pajarito de oro.

Los indios, como tenían prohibido hablar con mujeres que estuvieran solas, le hicieron señas para que se apartara del camino. Como no les hacía caso, uno de los indios tomó una piedra para lanzársela, pero el brazo se le paralizó. Su compañero tomó la imagen e intentó romperla, pero en el intento, se cortó sus propios dedos.

Los indios corrieron a avisar al rey, quien de inmediato fue con todos sus guardias al lugar del acontecimiento. Tomaron la figura y la llevaron a la casa del rey. Los encargados de llevársela fueron los pastores que la encontraron, quienes al instante de tomarla en sus manos, quedan curados del brazo uno y de los dedos, el otro. Ante este milagro, el rey ordenó que todo el pueblo honrara a aquella figura de mujer, a quien le llamaron “La Extranjera”.

Cuando la gente se acercaba a Ella, se oían armonías celestiales, se percibían aromas exquisitos y la imagen despedía una luz resplandeciente. Infundía en las personas temor y respeto, pero ellos no sabían a quién representaba.

Años después, los españoles conquistaron la isla de Lanzarote y soñaban con conquistar la isla de Tenerife.

En uno de sus intentos de conquista, apresaron a un niño guanche y lo llevaron a Lanzarote. Ahí lo bautizaron con el nombre de Antón, lo catequizaron y un tiempo después, lo llevaron de regreso a su isla natal de Tenerife.

Antón fue a la casa del rey a contarle todo lo que le había sucedido y el rey le dio permiso de ver a La Extranjera.

Cuando Antón la vio, se puso de rodillas y les dijo a todos que hicieran lo mismo. Les explicó que aquella Señora, era la representación de la Virgen María cuando llevaba a Jesús a presentar al templo. Le explicó que la Virgen María era la Madre del Dios y de todos los hombres y que era una gran suerte tener ese gran tesoro.

Antón le pidió al Rey permiso para buscar un lugar en el que todos la pudieran venerar. El Rey accedió y llevaron la imagen a la cueva de Achbinico, un templo subterráneo, que parecía una Iglesia natural. Antón cuidó por un tiempo de la Basílica. Alrededor de 1530, encargaron el Santuario a los padres dominicos que se les conocía como “Los frailes de la Virgen”.

En noviembre de 1826, una tormenta terrible azotó a la isla de Tenerife, llegando al Santuario de la Virgen y las aguas se llevaron la Imagen. Se hizo todo por tratar de recuperarla, pero no fue posible encontrarla. Los padres dominicos acordaron mandar a hacer una imagen nueva. Así lo hicieron y en la festividad del día 2 de Febrero de 1830, bendijeron la nueva imagen de Nuestra Señora de la Candelaria.

Desde el año 1599 se nombró a la Virgen de la Candelaria patrona de todo el archipiélago canario. Su devoción se ha extendido por la península y por toda Hispanoamérica, principalmente por Venezuela.

Sus milagros y favores son constantes. Cada año acuden a visitarla miles de personas de todas clases sociales para darle gracias y pedirle beneficios.

Le cantan:
Muchas flores la fortuna
Regaló a las Canarias;
Pero como Tú ninguna.
Virgen de la Candelaria.

Virgen de Candelaria,
la más bonita, la más morena,
la que extiende su manto
desde la cumbre hasta la arena

En México, en Tlacotalpan, en el Estado de Veracruz, tienen como patrona a la Virgen de la Candelaria. Su traje es muy significativo: bajo el manto de azul profundo, lleva un vestido blanco resplandeciente, bordado con motivos vegetales y volutas (flores y espigas de trigo grandes). La Virgen se encuentra en la Iglesia y el día 2 de Febrero se acostumbra sacarla de la Iglesia, cantarle las Mañanitas por la mañana y por la tarde, llevarla en procesión por el río Papaloapan.

Tlacotalpan es un lugar que se encuentra al margen izquierdo del río Papaloapan, que quiere decir "río de mariposas".

FIESTA DE LA CANDELARIA - FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR, 2 DE FEBRERO


Fiesta de la Candelaria
Fiesta de la Presentación del Señor, 2 de febrero
Fuente: Archidiócesis de Madrid




Fiesta de la Presentación del Señor, llamada Hypapante por los griegos: Cuarenta días después de Navidad, Jesús fue conducido al Templo por María y José, y lo que podía aparecer como cumplimiento de la ley mosaica era realmente su encuentro con el pueblo creyente y gozoso, manifestándose como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel.

Para cumplir la ley, María fue al Templo de Jerusalén, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús

Esta fiesta ya se celebraba en Jerusalén en el siglo IV.

La festividad de hoy, de la que tenemos el primer testimonio en el siglo IV en Jerusalén, se llamaba hasta la última reforma del calendario, fiesta de la Purificación de la Virgen María, en recuerdo del episodio de la Sagrada Familia, que nos narra San Lucas en el capitulo 2 de su Evangelio. Para cumplir la ley, María fue al Templo de Jerusalén, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús, para ofrecer su primogénito y cumplir el rito legal de su purificación. La reforma litúrgica de 1960 y 1969 restituyó a la celebración el título de “presentación del Señor” que tenía al principio: la oferta de Jesús al Padre, en el Templo de Jerusalén, es un preludio de su oferta sacrifical sobre la cruz.

Este acto de obediencia a un rito legal, al que no estaban obligados ni Jesús ni María, constituye una lección de humildad, como coronación de la meditación anual sobre el gran misterio navideño, en el que el Hijo de Dios y su divina Madre se nos presentan en el cuadro conmovedor y doloroso del pesebre, esto es, en la extrema pobreza de los pobres, de los perseguidos, de los desterrados.

El encuentro del Señor con Simeón y Ana en el Templo acentúa el aspecto sacrifical de la celebración y la comunión personal de María con el sacrificio de Cristo, pues cuarenta días después de su divina maternidad la profecía de Simeón le hace vislumbrar las perspectivas de su sufrimiento: “Una espada te atravesará el alma”: María, gracias a su íntima unión con la persona de Cristo, queda asociada al sacrificio del Hijo. No maravilla, por tanto, que a la fiesta de hoy se le haya dada en otro tiempo mucha importancia, tanto que el emperador Justiniano decretó el 2 de febrero día festivo en todo el imperio de Oriente.

Roma adoptó la festividad a mediados del siglo VII, y el Papa Sergio I (687-701) instituyó la más antigua de las procesiones penitenciales romanas, que salía de la iglesia de San Adriano y terminaba en Santa María Mayor. El rito de la bendición de los cirios, del que ya se tiene testimonio en el siglo X, se inspire en las palabras de Simeón: “Mis ojos han visto tu salvación, que has preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones”. Y de este rito significativo viene también el nombre popular de esta fiesta: la así llamada fiesta de la “candelaria”.
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