miércoles, 5 de febrero de 2020

REINA DEL CIELO


Reina del Cielo




Jesús, elevado en la Cruz, nos regaló una Madre para toda la eternidad. Juan, el Discípulo amado, nos representó a todos nosotros en ese momento y luego se llevó a María con él, para cuidarla por los años que restaron hasta su Asunción al Cielo.
María se transformó así no sólo en tu Madre, sino también en la Madre de nuestra propia madre terrenal, de nuestro padre, hijos, de nuestros hermanos, amigos, enemigos, ¡de todos!.

Una Madre perfecta, colocada por Dios en un sitial muchísimo más alto que el de cualquier otro fruto de la Creación. María es la mayor joya colocada en el alhajero de la Santísima Trinidad, la esperanza puesta en nosotros como punto máximo de la Creación. La criatura perfecta que se eleva sobre todas nuestras debilidades y tendencias mundanas. ¡Por eso es nuestra Madre!.

La Reina del Cielo es también el punto de unión entre la Divinidad de Dios y nuestra herencia de realeza. Nuestro legado proviene del primer paraíso, cuando como hijos auténticos del Rey Creador poseíamos pleno derecho a reinar sobre el fruto de la creación, la cual nos obedecía. Perdido ese derecho por la culpa original, obtuvimos como Embajadora a una criatura como nosotros, elevada al sitial de ser la Madre del propio Hijo de Dios.

¡Y Dios la hace Reina del Cielo, y de la tierra también!. Allí se esconde el misterio de María como la nueva Arca que nos llevará nuevamente al Palacio, a adorar el Trono del Dios Trino. María es el punto de unión entre Dios y nosotros. Por eso Ella es Embajadora, Abogada, Intercesora, Mediadora. ¿Quién mejor que Ella para comprendernos y pedir por nuestras almas a Su Hijo, el Justo Juez?. María es la prueba del infinito amor de Dios por nosotros: Dios la coloca a Ella para defendernos, sabiendo que de este modo tendremos muchas más oportunidades de salvarnos, contando con la Abogada más amorosa y misericordiosa que pueda jamás haber existido. ¿Somos realmente conscientes del regalo que nos hace Dios al darnos una Madre como Ella, que además es nuestra defensora ante Su Trono?.

Si tuvieras que elegir a alguien para que te defienda en una causa difícil, una causa en la que te va la vida. ¿A quien elegirías?. 
Dios ya ha hecho la elección por ti, y vaya si ha elegido bien: tu propia Madre es Reina y Abogada, Mediadora e Intercesora.
¿Qué le pedirías a Ella, entonces?. 

Reina del Cielo, sé mi guía, sé mi senda de llegada al Reino. Toca con tu suave mirada mi duro corazón, llena de esperanza mis días de oscuridad y permite que vea en ti el reflejo del fruto de tu vientre, Jesús. No dejes que Tus ojos se aparten de mi, y haz que los míos te busquen siempre a ti, ahora y en la hora de mi muerte.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY MIÉRCOLES 5 DE FEBRERO DE 2020


Lecturas de hoy Miércoles de la 4ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, miércoles, 5 de febrero de 2020


Primera lectura
Lectura del segundo libro de Samuel (24,2.9-17):

En aquellos días, el rey David ordenó a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él: «Id por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, a hacer el censo de la población, para que yo sepa cuánta gente tengo.»
Joab entregó al rey los resultados del censo: en Israel había ochocientos mil hombres aptos para el servicio militar, y en Judá quinientos mil.
Pero, después de haber hecho el censo del pueblo, a David le remordió la conciencia y dijo al Señor: «He cometido un grave error. Ahora, Señor, perdona la culpa de tu siervo, porque ha hecho una locura.»
Antes que David se levantase por la mañana, el profeta Gad, vidente de David, recibió la palabra del Señor: «Vete a decir a David: "Así dice el Señor: Te propongo tres castigos; elige uno, y yo lo ejecutaré."»
Gad se presentó a David y le notificó: «¿Qué castigo escoges? Tres años de hambre en tu territorio, tres meses huyendo perseguido por tu enemigo, o tres dias de peste en tu territorio. ¿Qué le respondo al Señor, que me ha enviado?»
David contestó: «¡Estoy en un gran apuro! Mejor es caer en manos de Dios, que es compasivo, que caer en manos de hombres.»
Y David escogió la peste. Eran los días de la recolección del trigo. El Señor mandó entonces la peste a Israel, desde la mañana hasta el tiempo señalado. Y desde Dan hasta Berseba, murieron setenta mil hombres del pueblo. El ángel extendió su mano hacia Jerusalén para asolarla.
Entonces David, al ver al ángel que estaba hiriendo a la población, dijo al Señor: «¡Soy yo el que ha pecado! ¡Soy yo el culpable! ¿Qué han hecho estas ovejas? Carga la mano sobre mí y sobre mi familia.»
El Señor se arrepintió del castigo, y dijo al ángel, que estaba asolando a la población: «¡Basta! ¡Detén tu mano!»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 31,1-2.5.6.7

R/. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito. R/.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará. R/.

Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 5 de febrero de 2020
Carlos Latorre, cmf


Queridos amigos:

La enseñanza en parábolas y la actuación prodigiosa en torno al lago de Galilea o Genesaret culminan con el retorno de Jesús al pueblo donde se había criado. Los habitantes de Nazaret quedan asombrados de sus sabias palabras y comienzan a preguntarse quién le ha enseñado y dónde ha aprendido todas esas cosas que explica.

Era costumbre en la reunión de la sinagoga que un lector leyera el texto de la Biblia, que hoy llamamos Antiguo Testamento y otro lo explicara. En este caso es el mismo Jesús quien lo lee. ¿De qué hablaba dicho texto? Según explica S. Lucas en su evangelio le entregaron el libro del profeta Isaías y, al desenrollarlo, encontró el pasaje que el mismo Jesús leyó y que decía: “ El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor”.

Los habitantes de Nazaret quedan asombrados de su explicación y empiezan a preguntarse por su identidad, como si después de 30 años de vivir en medio de ellos, no supieran quién era. Y su asombro termina en escándalo e incomprensión, porque buscan la respuesta en una dirección equivocada. Creen saber todo sobre Jesús, porque conocen a sus padres y familiares y le han visto trabajar como un joven más del pueblo.

No siempre las personas son lo que parecen, pues llevan dentro de sí riquezas, que no consiguen descubrir quienes sólo se dejan llevar por las apariencias o por lo que dice la gente. No habían captado todavía el “secreto de la persona de Jesús”. Y lo que decía y hacía les resultaba escandaloso. “Jesús les decía: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa. No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe”.

Para sus vecinos Jesús no había estudiado, había crecido como un muchacho más del pueblo y, por tanto, escucharle hablar de esa manera y enseñar como un maestro les resultaba sospechoso. ¡Qué difícil es juzgar correctamente a las personas! Los prejuicios nos llevan siempre a pensar lo peor y a descalificar a quien se aparta de nuestras ideas y gustos.

En este día 5 de febrero la liturgia nos recuerda también a Santa ÁGUEDA, joven mártir muy querida y festejada sobre todo en las zonas rurales de España. Ella dio gran testimonio de fe con su martirio en la época de los emperadores romanos. Según se cuenta, aquellos hombres tan poderosos no tenían como meta hacer mártires, sino “deshacer cristianos”. Pero con Águeda no lo consiguieron.

El martirio tuvo lugar en la isla de Sicilia, en Italia. El procónsul Quinciano, representante del emperador, la increpa ásperamente:

-"Pero tú, ¿de qué raza eres?”

-“Aunque soy de familia noble y rica, mi alegría es ser sierva y esclava de Jesucristo. No puedo callar el nombre de Aquel que estoy invocando dentro de mi corazón”.

Águeda hizo honor a su nombre, que significa «buena»: ella fue en verdad buena por su identificación con Jesús fuente de todo bien y fuerza de los mártires. Han pasado los siglos, pero el pueblo cristiano no la olvida.

Vuestro hermano en la fe.

Carlos Latorre

BUENOS DÍAS!!!




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