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miércoles, 10 de diciembre de 2014

JESÚS, MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN



Jesús manso y humilde de corazón
Adviento


Mateo 11, 28-30. Adviento. Sólo Él nos llena de la tranquilidad interior. ¿Acaso no estamos necesitados más que nunca hoy de esa serenidad? 


Por: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo Jesús dijo: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Oración introductoria
Señor, qué miserable soy cuando, a pesar de todos los innumerables dones con los que has colmado mi vida, aún me siento cansado y agobiado ante los problemas cotidianos de mi vida. Ilumina mi oración para experimentar tu cercanía, tu fidelidad, tu misericordia y bondad de corazón.

Petición
Vengo ante ti, Señor, fatigado por la carga de mis debilidades, dame tu gracia para tenerte en todo como mi modelo.

Meditación del Papa Francisco
Venid a mí. La invitación de Jesús es para todos. Pero de manera especial para los que sufren más.
Jesús promete dar alivio a todos, pero nos hace también una invitación, que es como un mandamiento: Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. El "yugo" del Señor consiste en cargar con el peso de los demás con amor fraternal. Una vez recibido el alivio y el consuelo de Cristo, estamos llamados a su vez a convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro. La mansedumbre y la humildad del corazón nos ayudan no sólo a cargar con el peso de los demás, sino también a no cargar sobre ellos nuestros puntos de vista personales, y nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia.
Invoquemos a María santísima, que acoge bajo su manto a todas las personas cansadas y agobiadas, para que a través de una fe iluminada, testimoniada en la vida, podamos ser alivio para cuantos tienen necesidad de ayuda, de ternura, de esperanza» (Papa Francisco, 13 de julio de 2014)
Reflexión
En la sociedad agrícola de la época de Jesús, la terminología propia de la gente del campo tiene su importancia. El "yugo" es el instrumento de madera con el cual se sujetan el par de bueyes o mulas para tirar del arado o del carro. Jesús lo usa como una imagen que evoca la vida misma del hombre con sus afanes y responsabilidades. Porque todo hombre debe soportar una “carga” más o menos pesada y nadie está exento de ella.

Por eso, bien visto, el "yugo" que Jesucristo nos ofrece tiene sus ventajas. Quizás no siempre sabemos apreciarlas: pero, ¿por qué no lo buscamos más a menudo?

Con Jesucristo las cargas y responsabilidades de la vida se hacen livianas, o sea, "light". Vivimos en una sociedad en donde hasta los dulces de Navidad se venden con la etiqueta de "light". Dicen que lo ligero es mejor, quizás más sano, aunque no siempre. En el caso de nuestra vida cristiana, seríamos un poco necios si no prestáramos atención a esta invitación. Jesús quiere hacernos "liviana" nuestra carga. Y una vez más, si tenemos oídos no podemos dejar de atender: "Venid a mí... yo os daré descanso (...) porque mi yugo es suave y mi carga ligera". No podemos con las cargas de la vida sin Jesucristo, y de esto nos debemos convencer.

"Si conocieras el don de Dios, (...) tú le habrías pedido a Él..." (Jn 4, 10). Algo así, nos podría decir Jesucristo a cada uno cuando conociéndole no acudimos a Él. Porque todos experimentamos el cansancio en la lucha. Todos necesitamos la comprensión y el consuelo de los demás, en la familia, con mi esposo o esposa, con mis hijos y demás familiares y amigos. Pero aún más necesitamos a Dios, sobre todo cuando nos falta lo anterior. Su acción (si le dejamos), es tan fuerte, que actúa de bálsamo, de calmante, de medicina, que al mismo tiempo sana y vigoriza. Su presencia relativiza los problemas de cada día que nos pueden quitar la paz. Los coloca en su justo lugar para mirar al futuro con optimismo y esperanza. Sólo Él nos llena de la tranquilidad interior. ¿Acaso no estamos necesitados más que nunca hoy de esa serenidad?

Propósito
Ante el agobio y cansancio del trabajo o de los problemas diré: Jesús, en ti confío.

Diálogo con Cristo
Señor Jesús, enséñame a someterme siempre a la voluntad del Padre, para encontrar el descanso que me ofreces. Es paradójico como busco evadir todo lo que implique pobreza, soledad, fatiga, cuando vividos contigo y por amor a Ti, son los medios excelentes que me pueden llevar a crecer en el amor. Ayúdame a ser manso y humilde de corazón.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

CRISTO, LO QUE EL HOMBRE DE HOY Y DE SIEMPRE ESPERA



Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera
Jesucristo

¿Tú, Cristo, eres capaz de llenar de alegría mi vida, de gozo mi corazón, de ilusión mi caminar ? 


Por: P. Juan P. Ferrer | Fuente: Catholic.net



Los hombres de todos los tiempos se han preguntado una y otra vez por la felicidad, aunque tal vez nunca comprendieran qué es realmente eso de la felicidad. Y se han dedicado siempre a buscarla por todos los conductos y todos los medios. Han elaborado teorías tan variopintas que entre unas y otras se dan profundas contradicciones. Y, siempre al final, se tiene la impresión de que no se acaba de acertar: ni la vida fácil, ni el estudio de la filosofía, ni el dinero, ni la fama, ni el progreso, ni muchas otras cosas son capaces de llenar el corazón infinito del hombre. Por ello, es que muchos seres humanos al vuelto los ojos hacia la figura de Cristo y le han preguntado si él puede de veras llenar el corazón humano de paz y de gozo. Hoy se lo queremos preguntar nosotros.

¿Eres tú, Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera? Todos sabemos por la historia que Jesús era un hombre excepcional, pero eso no basta para llenar el corazón humano. Juan Bautista envió a Cristo una legación para preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? (Mt 11,3). Éste es el interrogante que siempre se plantea el ser humano. Cristo responde afirmativamente a la pregunta de Juan Bautista, explayándose sobre sus propias obras que constituyen la prueba ineludible de los tiempos mesiánicos. Él, por tanto, afirma que es lo que el hombre de antaño, de hoy, y de mañana ha esperado, espera y esperará.

¿Tú, Cristo, puedes llenar siempre el corazón humano, infinito por su propia capacidad? Jesús no sólo fue un hombre perfecto, sino que era por antonomasia Dios Perfecto. En su condición de Dios, Jesús puede garantizarnos a los seres humanos su capacidad infinita en el tiempo y en la eternidad de llenar el corazón humano.

¿Quién en esta vida nos puede asegurar que nos querrá siempre? ¿Qué en esta vida nos podrá certificar que nos agradará siempre? ¿Qué en esta vida nos podrá vender la mentira de que siempre nos llenará de satisfacción? Todo, y todo lo que no sea Dios, es caduco, no podrá nunca asegurarnos un estado de felicidad infinita. Basta ver cómo se derrumban las esperanzas que tantos seres humanos han construido esperándolo todo de ellas. Sólo Cristo permanece.

Finalmente, ¿Tú, Cristo, eres capaz de llenar de alegría mi vida, de gozo mi corazón, de ilusión mi caminar con ese Evangelio en donde sólo los pobres, los mansos, los misericordiosos, los perseguidos van a ser felices? Y Cristo nos asegura que sí, que Él es capaz de llenar nuestras vidas con todo esto que el mundo desprecia y rechaza, porque los bienaventurados del mundo moderno son los poderosos, los dominadores, los ricos, los vengativos, los iracundos, los reconocidos, los que ríen. Es tremendo ver cómo se puede concebir de forma tan distinta la felicidad, pero ya la historia va dando de sobra la razón al Evangelio. Porque del Evangelio han salido los hombres felices, en paz, llenos de ilusión y esperanza. De las teorías del mundo moderno han salido las depresiones, las ansiedades, las angustias, la tristeza.

En conclusión, aceptemos a Cristo con ilusión, como la esperanza que se coloca por encima de cualquier otra esperanza, como la promesa que hace realidad lo más apetecido por el ser humano, como la certeza de un futuro lleno de sentido y de gozo. Cristo, Hijo de Dios, Perfecto Dios y Perfecto Hombre es la medida del corazón humano.

miércoles, 25 de junio de 2014

AHORA CRISTO ES MÁS MÍO

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Ahora Cristo es más mío
Porque no viniste a buscar a los justos, sino a los pecadores. Ahora es cuando más necesito el bálsamo de tu misericordia y la dulzura de tu Amor.
 
Ahora Cristo es más mío

El corazón nos reprocha el egoísmo, la avaricia, la pereza, los grandes y pequeños pecados de cada día.

Sentimos pena por tanta miseria, sentimos dolor por haber negado a Dios, sentimos amargura por haber abandonado al hermano.

Pero sabemos que Dios es mucho más grande que nuestros corazones. No quiere acusarnos, porque no vino para juzgar, sino para salvar (cf. Jn 12,47).

Desea, casi suplica, que escuche sus palabras, que guarde sus mandamientos, que confíe en su Amor, que acoja su misericordia en mi vida y en la vida de cada ser humano. Me pide que invoque, humildemente, perdón.

No es Dios quien acusa, pues vino para buscar a quienes vivíamos lejos por culpa del pecado. “¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros?” (Rm 8,34).

Necesito recordarlo, para aprender a vivir en el mundo de la bondad divina. “Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y lleno de amor; no se querella eternamente, ni para siempre guarda su rencor; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas” (Sal 103,8-10).
Si alguna vez vuelvo a ser herido por el pecado, si alguna vez el mal muerde mi corazón, es el momento para mirar a Jesús y decirle, desde lo más profundo de mi alma:

“Ahora eres más mío. Porque no viniste a buscar a los justos, sino a los pecadores. Ahora es cuando más necesito el bálsamo de tu misericordia y la dulzura de tu Amor. Ahora es cuando puedo dejarte tomarme entre tus brazos y llevarme al redil, a la fiesta que inicia cada vez que regresa a casa un hijo pobre, débil, herido, muy necesitado de la medicina de tu perdón”.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Fernando Pascual LC 

    jueves, 15 de mayo de 2014

    SIGUIENDO LOS PASOS DEL PRIMER PASTOR



    Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
    Siguiendo los pasos del Primer Pastor
    Señor, veniste para mostrarnos el Camino. Fuiste el Maestro y fuiste el Pastor, dejando todos los cabos bien atados

    Siguiendo los pasos del Primer Pastor


    Frente a ti Señor, ante el Misterio del Sacramento Eucarístico me llega al pensamiento la enorme gracia que es, primero, creer en ti, después saber que eres un Dios-Redentor.... pero también toda la inmensa responsabilidad de testimonio de vida que esto implica. 

    Si siento que el creer en ti y en la Iglesia Católica me reviste de unas gracias muy especiales como hijo de Dios, portador de valores eternos y heredero del cielo... ¿Cómo ha de ser mi vida? 

    Y tu respuesta es: Siendo fiel al Papa, hoy a nuestro Pastor el Papa Francisco y a la Iglesia porque como bien decía el Padre José Luís Descalzo: "El encargo a Pedro es algo más que un encargo puramente personal". 

    Pedro no fue inmortal. Tus palabras nos lo recuerdan. La consigna, pues, que Tu le diste tenían que tener un significado especial, más largo que la vida personal de Pedro. Si Tu hablas de un rebaño permanente que va a prolongarse por los siglos, es claro que también nos hablas de un pastoreo permanente, que durará después de la muerte de este pastor concreto. 

    Jesús, estabas realmente introduciendo en la historia religiosa de la Humanidad una institución llamada a durar tanto como la fe en ti. Más claro aún: estabas instituyendo una dinastía de pastores. No una dinastía carnal y transmisible por la sangre, pero si una dinastía del espíritu. 

    Pedro será el primer pastor de esa serie en la que nunca le faltarán sucesores. El pastoreo durará tanto como la roca, es decir, tanto como la humanidad... 

    Tu, Señor, veniste para mostrarnos el Camino. 
    Fuiste el Maestro y fuiste el Pastor, dejando todos los cabos bien atados, todas tus enseñanzas diáfanas, claras. Nos enseñaste a orar, nos hablaste de las Bienaventuranzas, nos hablaste de los Mandamientos, del código del amor, que tomásemos la cruz para seguirte, nos aseguraste que cuando dos o más orásemos al Padre, El estaría allí, entre nosotros, que fuésemos generosos, pero no ostentosos en nuestras dádivas, sino que lo que la mano derecha haga no lo sepa la izquierda, que seguir tus pasos cuesta renuncias y valentía, pero que al final podremos contemplar tu rostro y nos llamarás "benditos de mi Padre". 

    Sabiendo todo esto ¿viviré como ignorándolo, haciéndome la loca, la indiferente y quizá pensando que ya que tu misericordia es infinita también tendré la infinita disculpa... para mi desamor, para mi ingratitud? ...¡Cuidado!. 

    Ya nos mostraste el Camino y apartarnos de él pudiera ser, que ni el arrepentimiento del "buen ladrón" nos alcance al final de la jornada a tocar a nuestra puerta, atrapada en el laberinto de las pasiones y del despreocupado vivir. 

    Ahora frente a ti y en el silencio de ese amor oculto parece que te oigo decir: 

    No pierdas más tiempo. Es hora del cambio, es hora de tomar la religión católica muy en serio y cumplir con los deberes de todo buen cristiano, de haceros apóstoles y llevar mi Mensaje a todos los que estén a vuestro lado con la palabra y con el ejemplo. 

    Aquí estoy, esperando que seaís valientes y que lleveis en el alma el legítimo orgullo de ser católicos, portadores de la Verdad. 

    Tendreis que seguir a los pastores, tras los pasos del Primer Pastor.... para que un día... ¡haya un solo rebaño! cuyas ovejas no se aparten del Camino enseñado. 
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