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domingo, 19 de enero de 2020

HACED UN SITIO PARA MARÍA


Haced un sitio para María
Padre Tomás Rodríguez Carbajo



. Una frase, que se repite mucho en nuestra vida, la mayoría de las veces para justificar un incumplimiento de un deber, de una palabra dada para asistir a una cita, es la de “no tengo tiempo”.

. Exaltamos mucho el activismo, nos movemos con un frenesí alocado , y, si después de tanto trajín nos examinamos, nos encontramos tal vez vacíos, ¡qué penoso sería hacer lo que hemos querido, pero no lo que Dios quería¡

. ¿Quién nos ha dicho que tenemos que hacer todo lo que nos hemos programado? Cuando nuestro tiempo no nos llega, se impone un recortar actividades, manteniendo siempre la jerarquía de valores en nuestra selección.

. ¿Tenemos mucho que hacer? Nadie lo niega, pero no podemos dejar a un lado el cultivo del amor, que es lo único que podemos ofrecer como fruto de nuestra cosecha y es lo más valioso. Un amor a las personas, empezando por las más importantes para nuestra vida, las tenemos ya catalogadas en los mandamientos de Dios: El primero es amar a Dios sobre todas las cosas.

. Cuando amamos a una persona, tenemos que amar a quienes esa persona ama. ¿A qué criatura ama más Dios?. La respuesta es fácil: a María: 
- Hija predilecta de Dios, a quien enriqueció con grandes e irrepetibles privilegios.
- Madre del Verbo Encarnado con quien tuvo vínculos de sangre, que no tiene con nadie más.
- Templo permanente del Espíritu Santo, pues, siempre disfrutó de la riqueza de la gracia santificante.

.Si María es la criatura única, irrepetible e insuperable en el orden de la gracia en su relación con Dios; para nosotros es Madre y Medianera universal de todas las gracias, que nos llegan de parte de Dios. Ninguna persona en su vida puede prescindir de su madre para venir a este mundo y una vez que está en él para tener un desarrollo psicológico normal. María es nuestra Madre en el orden de la gracia, por Ella nos ha venido Cristo, dador de toda gracia, tiene que ocupar un puesto relevante en nuestra vida espiritual.

. Todo aquel que quiera vivir una vida espiritual gozosa, boyante, no puede prescindir del amor de María, Ella nos lo tiene, porque es nuestra Madre, aunque no lo queramos reconocer, para un desarrollo normal espiritual necesitamos amarla y expresarle nuestro amor a nuestro aire y manera, ya que no todos tenemos los mismos gustos.

. Entre lo que tenemos que hacer es reservar un tiempo para expresarle nuestro amor de hijo. Hay momentos más significativos: Al levantarse y al acostarse. El amor no se mide externamente, sino que nos exige hacer algo como señal de lo que por dentro tenemos y que al exteriorizarlo lo profundizamos y lo vivimos.

. No contamos nuestro amor a María por el número de avemarías o devociones acumuladas, sino que el fuego interior hacia Ella lo exteriorizaremos según gustos personales , pero siempre tenemos que hacerle un tiempo en nuestro horario de cada día para decirle y expresarle que la amamos.

viernes, 17 de enero de 2020

EL PODER DE UN AVE MARÍA


El poder de un Ave María
El Padre Hans comprendió entonces la razón de haber tomado dos partículas sin darse cuenta. ¡No fue un error!


Por: Redacción | Fuente: salvadmereina.co.cr




Era una mañana soleada.
Las montañas del Tirol se mostraban especialmente bonitas en aquel día de primavera.

La nieve ya estaba casi toda derretida, pero los picos blancos centelleaban todavía bajo los rayos del sol.

El Padre Hans había terminado de celebrar su misa matutina y se preparaba para la catequesis de los niños.

Seleccionaba la materia, consultaba los libros y escogía algunas estampas para premiar a los niños más aplicados, momento que más agradaba a todos ellos en la clase. Encontró una linda estampa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y la separó para quien supiese responder a la pregunta más difícil.


En ese momento entró el sacristán, diciendo apesadumbrado:

— Padre Hans… Acaba de llegar la hija de la Sra. Binzer, con la noticia de que su madre está muy mal, tal vez en sus últimos momentos, y le pide que le lleve el Viático. Pero no puedo acompañarle porque hoy es el día libre del secretario de la parroquia, y alguien tiene que cuidar de la iglesia.

— No te preocupes, Rolf, ya he estado varias veces en la casa de la Sra. Binzer y conozco todos los atajos.

Saliendo ahora, conseguiré volver a tiempo al mediodía, si Dios quiere.

Sin demora, el buen párroco tomó los Santos Óleos y la teca con el Santísimo, montó a caballo y partió muy recogido. Iba adorando a Jesús Sacramento, que llevaba pendiente de su cuello, envuelto en una bolsa de seda bordada con las iniciales JHS: Jesús Hostia Santa.

¡El camino era bellísimo! Las flores ya se habían abierto, el arroyo fluía suavemente, haciendo cantar sus aguas cristalinas, y los árboles, de nuevo cubiertos con hojas, daban al aire de la primavera un frescor muy agradable. Los pájaros cantaban y las mariposas parecían bailar delante del caballo, convidando al sacerdote a un paseo a través de los pinares perfumados.

El Padre Hans observó un poco la belleza del paisaje, glorificando a Dios por esos dones dados al hombre, pero concentraba toda su atención en el Creador de esas maravillas, que llevaba apretado contra su pecho.

Así recogido, continuaba su camino en actitud de adoración. Apenas pensó:

— Hace tiempo que no disfruto del aire fresco de ese bosque. A la vuelta voy a aprovechar un poco, y creo que no me retrasaré en mi regreso…

Llegando a casa de la Sra. Binzer, encontró a la enferma muy mal.

Se trataba de una piadosa campesina, que siempre participaba en las actividades parroquiales, pero la edad y la enfermedad le habían consumido todas las fuerzas, y ahora preparaba su alma para presentarse ante Dios. Toda la familia estaba reunida alrededor de su cama. Algunos lloraban, y una de las hijas dirigía el rezo de los Misterios Dolorosos del Rosario.

El Padre Hans le administró la Unción de los Enfermos que recibió con plena conciencia y piedad. Pero al darle la Comunión, notó que por un error, había tomado dos partículas.

No era habitual en aquel tiempo consumir dos hostias al mismo tiempo, y además la pobre señora casi no las podría tragar. Eso contrarió un poco al sacerdote, pues tendría que devolver de nuevo a la iglesia el Santísimo Sacramento, por lo que debería regresar recogido, en oración, sin poder disfrutar de la primavera en el bosque.

Después de decir a la familia unas palabras de consuelo y esperanza, montó en su cabalgadura y se volvió rezando.

Mientras se acercaba al bosque, salió corriendo a su encuentro un joven leñador, gritando de lejos:

— ¡Un sacerdote! ¡Un sacerdote!

Llegando junto al caballo el muchacho le dijo:

— Señor Vicario, mi compañero de trabajo ha sufrido un accidente. Un árbol cayó sobre él. Se está muriendo y lo único que consigue hacer es pedir un sacerdote.

¡Venga pronto señor Vicario!

El Padre Hans comprendió entonces la razón de haber tomado dos partículas sin darse cuenta. ¡No fue un error! Fue la Divina Providencia que quería venir en ayuda de aquella alma en el momento supremo. El pobre muchacho se confesó con mucho esfuerzo, y recibió su última Comunión.

El sacerdote le preguntó, amablemente, si había hecho algo para merecer una gracia tan grande. El leñador respondió con la voz entrecortada:

— Oh, Padre… cada vez que pasaba un sacerdote llevando el Viático a alguien, rezaba un Ave María rogando a la Santísima Virgen la gracia de no morir sin confesarme y recibir la Sagrada Eucaristía en el último momento de mi vida. Y Ella, como madre que nunca deja de cumplir cualquier petición de sus hijos, me ha dado tal gracia. Que a usted también le ayude cuando llegue su hora.

Luego hizo una profunda inspiración y entregó su alma a Dios.

A la mañana siguiente el Padre Hans contó lo sucedido a los niños del catecismo, para enseñarles cual es el poder de un Ave María.

Y premió con una estampa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro a quién supo recitar de memoria esta hermosa parte de la oración de San Bernardo: “Acordaos oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido bajo vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos”…

lunes, 13 de enero de 2020

LA OBEDIENCIA DE MARÍA


Las Virtudes de María
Obediencia de María



San Alfonso María de Ligorio


Por el amor que María tenía a la virtud de la obediencia, cuando recibió la Anunciación del ángel san Gabriel no quiso llamarse con otro nombre más que con el de esclava: "He aquí la esclava del Señor". Sí, dice santo Tomás de Villanueva, porque esta esclava fiel ni en obras ni en pensamiento contradijo jamás al Señor, sino que, desprendida de su voluntad propia, siempre y en todo vivió obediente al divino querer. Ella misma declaró que Dios se había complacido en esta su obediencia cuando dijo: "Miró la humildad de su esclava" (Lc 1,48), pues la humildad de una sierva se manifiesta en estar pronta a obedecer. Dice san Agustín que la Madre de Dios, con su obediencia, remedió el daño que hizo Eva con su desobediencia. La obediencia de María fue mucho más perfecta que la de todos los demás santos, porque todos ellos, estando inclinados al mal por la culpa original, tienen dificultad para obrar el bien, pero no así la Virgen. Escribe san Bernardino: María, porque fue inmune al pecado original, no tenía impedimentos para obedecer a Dios, sino que fue como una rueda que giraba con prontitud ante cualquier inspiración divina. De modo que, como dice el mismo santo, siempre estaba contemplando la voluntad de Dios para ejecutarla. El alma de María era, como oro derretido, pronta a recibir la forma que el Señor quisiera.

Bien demostró Maria lo pronto de su obediencia cuando por agradar a Dios quiso obedecer hasta al emperador romano, emprendiendo el viaje a Belén estando en estado y en pobreza, de modo que se vio constreñida a dar a luz en un establo. También, ante el aviso de san José, al punto, la misma noche, se puso en camino hacia Egipto, en un viaje largo y difícil. Pregunta Silveira: ¿Por qué se reveló a José que había que huir a Egipto y no a la Virgen que había de experimentar en el viaje más trabajos? Y responde: Para darle ocasión de ejercitar la obediencia, para la cual estaba muy preparada. Pero, sobre todo, demostró su obediencia heroica cuando por obedecer a la divina voluntad consintió la muerte de su Hijo con tanta constancia. Por eso, a lo que dijo una mujer en el Evangelio: "Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron", Jesús respondió: "Más bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la cumplen" (Lc 11,28). En consecuencia, conforme a Beda el Venerable, María fue más feliz por la obediencia al querer de Dios que por haber sido hecha la Madre del mismo Dios.

Por esto agradan muchísimo a la Virgen los amantes de la obediencia. Se cuenta que se le apareció la Virgen a un religioso franciscano llamado Accorso cuando estaba en la celda, pero en ese instante fue llamado para confesar a un enfermo y se fue. Mas al volver encontró que María lo estaba esperando, alabándole mucho su obediencia. Como, al contrario, reprendió a un religioso que después de tocar la campana se quedó completando ciertas devociones.
Hablando la Virgen a santa Brígida de la seguridad que da el obedecer al padre espiritual, le dijo: La obediencia es la que introduce a todos en la gloria. Porque, decía san Felipe Neri, que Dios no nos pide cuenta de lo realizado por obedecer, habiendo dicho él mismo: "El que a vosotros oye, a mí me oye; el que a vosotros desprecia, a mí me desprecia" (Lc 10,16). Reveló también la Madre de Dios a santa Brígida que ella, por los méritos de su obediencia, obtuvo del Señor que todos los pecadores que a ella se encomiendan sean perdonados.

Reina y Madre nuestra, ruega a Jesús por nosotros, consíguenos por los méritos de tu obediencia ser fieles en obedecer a su voluntad y las órdenes del director espiritual. Amén.

jueves, 12 de diciembre de 2019

ALÉGRATE, LLENA DE GRACIA; EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO

Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo
De los sermones de san Sofronio, obispo, patriarca de Jerusalén


Por: San Sofronio de Jerusalén | Fuente: Schola Veritatis




En la solemnidad litúrgica de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen, no falte la enamorada alabanza de la comunidad Schola veritatis a la Santa Madre de Dios. Pero como no hallamos palabras que expresen su gloria y belleza con una elocuencia suficiente, recurrimos a un sermón del Obispo San Sofronio. Nació en Damasco, Siria (560-638), desde su juventud fue monje y en 634 fue nombrado patriarca de Jerusalén. Hagamos nuestro su canto a la Llena-de-gracia.



De los sermones de San Sofronio, obispo, patriarca de Jerusalén

Sermón 2, en la Anunciación de la Santísima Virgen

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. ¿Y qué puede ser más sublime que este gozo, oh Virgen Madre? ¿O qué cosa puede ser más excelente que esta gracia, que, viniendo de Dios, tú sólo has obtenido? ¿Acaso se puede imaginar una gracia más agradable o más espléndida? Todas las demás no se pueden comparar a las maravillas que se realizan en ti. Todas las demás son inferiores a tu gracia; todas, incluso las más excelsas, son secundarias y gozan de una claridad muy inferior.


El Señor está contigo. ¿Y quién es el que puede competir contigo? Dios proviene de ti; ¿quién no te cederá el paso, quién habrá que no te conceda con gozo la primacía y la precedencia? Por todo ello, contemplando tus excelsas prerrogativas, que destacan sobre las de todas las creaturas, te aclamo con el máximo entusiasmo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Pues tú eres la fuente del gozo no sólo para los hombres, sino también, para los ángeles del cielo.

Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues has cambiado la maldición de Eva en bendición; pues has hecho que Adán, que yacía postrado por una maldición, fuera bendecido por medio de ti.

Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues por medio de ti la bendición del Padre ha brillado para los hombres y los ha liberado de la antigua maldición.

Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues por medio de ti encuentran la salvación tus progenitores; pues tú has engendrado al Salvador, que les concederá la salvación eterna.

Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues sin concurso de varón has dado a luz aquel fruto que e bendición para todo el mundo, al que ha redimido de 1a maldición que no producía sino espinas.

Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues a pesar de ser una mujer, creatura de Dios como todas la demás, has llegado a ser, de verdad, Madre de Dios. Pues lo que nacerá de ti es, con toda verdad, el Dios hecho hombre, y, por lo tanto, con toda justicia y con toda razón, te llamas Madre de Dios, pues de verdad das a luz a Dios.

Tú tienes en tu seno al mismo Dios, hecho hombre en tus entrañas, quien, como un esposo, saldrá de ti para conceder a todos los hombres el gozo y la luz divina.

Dios ha puesto en ti, oh Virgen, su tienda como en un cielo puro y resplandeciente. Saldrá de ti como el esposo de su alcoba e, imitando el recorrido del sol, recorrerá n su vida el camino de la futura salvación para todos los vivientes, y, extendiéndose de un extremo a otro del cielo, llenará con calor divino y vivificante todas las cosas.

sábado, 24 de agosto de 2019

SANTA MARÍA VIRGEN REINA


Santa María Virgen Reina



“La Virgen Inmaculada… asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plenaa su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte”
(Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 59)

El pueblo cristiano, movido de un certero instinto sobrenatural, siempre reconoció la regia dignidad de la Madre del “Rey de reyes y Señor de señores”. Padre y Doctores, Papas y teólogos se hicieron eco de ese reconocimiento y la misma halla sublime expresión en los esplendores del arte y en la elocuente catequesis de la liturgia.

Al ser Madre de Dios, María se vio adornada por Él con todas las gracias y títulos más nobles. Fue constituida Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles. Es tan Reina poderosa como Madre cariñosa, asociada como se halla en la obra redentora y a la consiguiente mediación y distribución de las gracias.

Quiere la Iglesia que oigamos la voz de María pregonando agradecida a Dios los singulares privilegios de que la colmó. El Evangelio anuncia el Reino de Cristo, de donde fluye también el reinado universal de María.

Esta fiesta litúrgica fue instituida por Pío XII, y se celebra ahora en la octava de la Asunción, para manifestar claramente la conexión que existe entre la realeza de María y su asunción a los cielos. La piedad del medioevo fue la que comenzó en Occidente a saludar con el título de Reina a la Santísima Virgen Madre de Dios, invocándola con las palabras: Salve, Reina caelorum; Reina caeli, laetare.

Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

MEDITACIÓN MARIANA


MEDITACIÓN MARIANA


Esta breve historia narrada por el Padre Nicolas Buttet en la revista Familia Cristiana, es un testimonio del cuidado de la Santísima Virgen a todos sus hijos:


La Virgen María se mantiene de pie, portadora de esperanzas, para todos quienes que comparten la cruz de su Hijo.
Rafael a los 6 años tiene una enfermedad congénita que le conduce a la muerte. En el momento de darle las buenas noches a sus padres inquietos de dejarlo solo, él les explica:

“-Todas las noches la Virgen Maria viene a verme. Yo me siento muy bien con ella.

-¿Y esta noche ella está aquí contigo?

-Ah, no, en este momento está visitando a todos los que sufren, hace un largo viaje. Después, vendrá a verme a mi cama.” 

sábado, 6 de octubre de 2018

SU NOMBRE... MARÍA


Su nombre: María
Padre Pedro García




María, cuyo Nombre cantan los cielos y la tierra, ¡bendita seas!...
¡Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre!...

¿Por qué tributamos alabanzas tan especiales al Nombre de María? ¿Por qué el Nombre de María nos dice tanto? ¿Por qué repetimos sin más, sola ella, la palabra ¡MARIA!... 

Hemos oído tantas veces el Evangelio de la Anunciación en las Misas de la Virgen, que nos sabemos más que de memoria estas palabras: Y la Virgen se llamaba María.

El nombre de MARÍA, junto con el Nombre adorable de Jesús, es lo más entrañable que tenemos metido en nuestras almas. ¿Será preciso desatarnos ahora en alabanzas al Nombre de María? 
Porque podríamos hacerlo con el romanticismo cariñoso de años atrás, cuando tenía éxito seguro el canto con una letra como ésta: 

- Es más dulce tu nombre, María, - que el arrullo de tierna paloma, 

- es más suave que el plácido aroma - que en su cáliz encierra la flor... 

Y muchos cantos por el estilo, hoy pasados totalmente de moda, y que casi nos excitan un poquito la hilaridad y nos arrancan una sonrisa compasiva con los soñadores de años atrás... 

Nosotros, sin dejar los encantos de una piedad mariana así de soñadora y tierna, lo miramos desde otra perspectiva, y nos preguntamos: ¿Qué significa para María su nombre? ¿Qué significa, sobre todo, para nosotros?..

Dejemos a los estudiosos de la Biblia que se entretengan desentrañando las raíces de un nombre tan hermoso. María, como ya se llamó la hermana de Moisés, era un nombre muy común de mujer en Israel cuando los tiempos de Jesús. Y nos dicen los filólogos que puede significar hermosa, señora, princesa, excelsa, encumbrada, y no sé cuántas cosas más, a cada cual más bella y sugerente...

A poco que leamos la Biblia, sabemos que cuando Dios elegía a uno para una misión especial, Dios le escogía el nombre o le cambiaba el que ya tenía. Valga por todos los casos el de Simón. Jesús lo mira de hito en hito, y le dice: 

- Tú te llamas Simón. En adelante te llamarás Pedro, piedra, roca, porque sobre esta roca yo edificaré mi Iglesia. 

María venía al mundo con la misión más alta, como era el ser La Madre de Dios, y, sin embargo, ni escoge ni le cambia el nombre. 
Se llamará, simplemente, MARÍA, el nombre que le pusieron sus padres. 

Ni tan siquiera ha triunfado el nombre --aunque haya triunfado la realidad-- con que le llamó el Angel: La Agraciada, La Llena de Gracia, la colmada con todos los dones y gracias de Dios... 

¿Pero, qué ha hecho la piedad cristiana? Le ha dado tantos nombres a la Virgen, que ya no sabemos ni con cuál llamarla. 

- Y la llamamos con el nombre de los misterios de su vida: Inmaculada, Concepción, Natividad, Purificación, Presentación, Anunciación, Encarnación, Soledad, Dolores, Asunción... 

- Y la llamamos con el nombre de sus advocaciones: Carmen, Mercedes, Rosario, Socorro, Patrocinio, Auxiliadora, Consuelo... 

- Y la llamamos con el nombre de sus santuarios y apariciones: Loreto, Lourdes, Fátima, Pilar, Guadalupe, Montserrat, Luján, Aparecida, Begoña, Nuria...

Y sigamos y sigamos contando, porque la llamamos también con nombres locales nuestros, tan queridos: Marielos, Suyapa, María Paz...Y cada una de nuestras Repúblicas nos dictaría una lista bien interesante. 

Todos ellos son el mismo Nombre de María, pero desdoblado, como la luz en el prisma, tal como lo siente y vive nuestra devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra. 

Más importante es, sin embargo, la invocación constante que hacemos del Nombre de María. 

Las veces que la llamamos con gritos del corazón. 
Las veces que nos dirigimos a Ella, diciéndole sólo ¡MARÍA! Que unas veces es un grito de júbilo. O un grito de amor. O un grito de auxilio. 

Porque ¡María! es un grito que se acomoda a todos los sentimientos de nuestro corazón y a todas las situaciones de nuestra vida. 
¿Cómo responde María a nuestro saludo, cuando pronunciamos su Nombre? Nadie nos lo ha dicho, pero no necesitamos mucha imaginación para suponerlo... ¡Con qué ojos y con qué sonrisa que nos debe mirar! ¡Con qué cariño que se debe volcar sobre nosotros!... 

Como lo hiciera un día con San Bernardo, el monje que pasa como el mayor devoto de María. Cuando caminaba por los claustros de su monasterio, al pasar delante de una imagen de la Virgen le inclinaba la cabeza y la saludaba: ¡Salve, María!. Y así siempre. Hasta que un día ve cómo la imagen se anima, y responde muy educada al saludo: ¡Salve, Bernardo!...

Valdría la pena seguir, ¿verdad?... Pues, aquí nos vamos a quedar hoy. Dándole a Ella el gusto de recordarle su Nombre: y el nombre de la Virgen era María. 

Aquí nos quedamos, saboreando la miel que destila en nuestra boca el dulce Nombre de María. Y afinamos el oído, a ver si oímos su respuesta, y nos contesta también: ¡Salve, Chelita! ¡Salve, Javier! ¡Salve, Manolo! ¡Salve, Lineth!....



Red Informática de la Iglesia en América Latina 
(Mensaje radiado)

jueves, 24 de mayo de 2018

NUESTRO AMOR POR MARÍA


Nuestro amor por María
La amamos porque ella es también nuestra Madre, como nos la dio el mismo Jesús al pie de la Cruz aquel Viernes por la tarde en Jerusalén


Por: P. Eduardo | Fuente: ReinaDelCielo.org 




Muchísimas cosas hermosas se pueden decir de nuestra Madre del Cielo, empezando por reconocerla como la criatura más extraordinaria que jamás creó Dios. Ella ha sido colocada sólo por debajo de La Santísima Trinidad, por encima de ángeles y hombres. Por algo es Ella la Reina del Cielo y de la Tierra, Reina de los ángeles, Reina del Purgatorio, Reina nuestra. ¡Madre de Dios mismo! ¿Acaso se puede pensar a una persona como nosotros teniendo el privilegio de ser elegida como Madre de Aquel que ha creado el universo y todo lo que allí habita?

¡Ella es también nuestra Madre, como nos la dio el mismo Jesús al pie de la Cruz aquel Viernes por la tarde en Jerusalén! Y nosotros, inspirados por el Espíritu Santo, Aquel de quien nuestra Madre está llena, la amamos y la buscamos como Puerta del Cielo, como Escalera Santa que nos eleva hasta los portales de la Casa con muchas habitaciones que Dios Padre nos prepara en el Reino prometido.

La Virgen MaríaPero porque somos débiles y reconocemos nuestra necesidad, también vemos en Ella a nuestra Abogada, la que nos defenderá ante el Justo Juez cuando nos toque el día de rendir cuentas. Jesús, el Rey del Universo, será quien decida nuestro destino aquel día, ante las acusaciones del maligno y del testimonio de nuestra propia vida rodeados de pecado. María, nuestra Abogada, será quien tenga la misión de convencer a Jesús de que tenemos los méritos necesarios para alcanzar la Vida Eterna. Y Ella tiene, en ese rol de Abogada, la capacidad de cambiar la opinión de Jesús, el Juez.

Si, mis hermanos, María como nuestra Abogada puede modificar la Voluntad de Dios mismo por medio de sus argumentaciones de Madre enamorada de sus hijos. Pero la pregunta que nos debemos hacer es, ¿Cómo es que Nuestra Madre Celestial es capaz de hacer que el mismo Dios modifique Su opinión, y cambie Su Voluntad respecto de una decisión que afecta nuestra vida?

Para responder esta pregunta debemos transportarnos a ese maravilloso momento en que Jesús, en los inicios de Su vida pública, transforma el agua en vino ante la solicitud de Su Madre. Está claro en el texto Evangélico que Jesús, en un inicio, no tenía intención de intervenir, e incluso Su reacción ante el pedido no es exactamente la de alguien que dice “por supuesto Madre, ya lo estaba por hacer de todos modos”. Sin embargo Ella, sin perder tiempo en argumentaciones, solicita a los sirvientes que se limiten a hacer lo que Jesús les diga. Jesús, puestas así las cosas, se dirige a las ánforas con agua, y hace el milagro que ya todos conocemos, allá en Caná de Galilea.

¿Cómo es la relación entre esta pequeña mujer y el mismo Dios, que con pedido semejante arranca del Cielo un milagro orientado simplemente a no producir una incomodidad o un mal momento en la boda de un pariente? Lo primero que debemos comprender es el toque maternal de este milagro. No es la curación de un ciego, ni la liberación de un poseso. Es una ayuda doméstica para que la unión matrimonial que inicia una nueva familia no se vea afectada por infortunio alguno. ¿Comprendes el toque materno y del todo humano de este milagro? Las bodas de Caná pueden definirse como el milagro mariano por excelencia, porque Dios lo realiza por intercesión de María, la Niña de Nazaret Madre del mismísimo Verbo Encarnado. Un milagro pensado por una Madre preocupada hasta en los más mínimos detalles que hacen a la vida de sus hijos.

Y es justamente aquí donde debemos detenernos para analizar la forma particular que tiene María para interceder ante Dios con los pedidos que nosotros le hacemos. Jesús, el Hombre-Dios, tiene dos naturalezas bien diferenciadas, pero indisolublemente unidas por otra parte. El es Hombre, y también es Dios. De tal modo que por un momento debemos concentrarnos en Su lado humano, Su Naturaleza humana que lo hace persona como nosotros salvo en el hecho de que El nunca pecó. Y pensemos en la relación que nosotros, como personas, tenemos con nuestra mamá terrenal.

Virgen MaríaNuestra mamá terrenal ha sido quien más se ha preocupado de nosotros desde que nacimos, desde que tenemos memoria. Ella nos cuida, nos protege y muchas veces nos sobreprotege. Ella no duerme por las noches cuando nos amenaza un problema, un dolor o una necesidad. Pero por sobre todas las cosas, Ella sabe cómo pedirnos algo. Porque, como bien sabemos, ¿quién se atreve a decirle que no al pedido de nuestra mamá? Ella nos mira a los ojos, nos abraza y nos besa, y nos pide cosas que sabemos son por nuestro bien, aunque no queramos hacerlas. Nos incomoda, pero al fin de cuentas sabemos que es mamá, que ella va a estar siempre haciéndonos esos planteos, esos pedidos para evitar que arriesguemos nuestra salud, nuestra vida, o nuestro futuro.

Jesús, ayer, hoy y siempre, sigue siendo aquel Joven de Galilea sujeto a una relación con Su Madre, exactamente igual a la de todos nosotros con nuestra mamá. Jesús Hombre no puede decirle que no a los pedidos de Su Mamá, como te ocurriría a ti o a mi frente a los pedidos de nuestra propia mamá. La diferencia, es que Jesús es también Dios, además del Joven Hijo de aquella hermosa mujer de Nazaret.

Cuando María le pide algo a Jesús, El, en Su naturaleza humana ve a esta Mujer como Su Mamá terrenal que le hace pedidos irresistibles, transportándolo nuevamente a recuerdos de Su infancia en Nazaret. Y como Hombre, no puede decir que no a los pedidos de Su Mamá, como le ocurrió aquel día en Caná de Galilea. Jesús, Resucitado y Glorificado, aún sigue siendo aquel Joven educado y formado por esta Madre ejemplar. Nosotros tendemos a verlo distante allá en el Cielo, pero la verdad es que El sigue siendo también tan cercano y similar a nosotros como cuando caminaba por la tierra.

Pero Jesús es también Dios, por lo que los pedidos de Su amorosa Madre llegan de inmediato a la Santísima Trinidad. Y allí es donde ocurre la maravilla: Jesús les comunica los pedidos de Su Mamá al Espíritu Santo y a Su Padre Creador. Y ocurre que ninguno de Ellos se resiste a los pedidos de María, porque es que de los Tres surgió ese enamoramiento de la fidelidad, pureza y perfección en todas las virtudes humanas posibles que Ella demostró durante su vida, que hizo que juntos como Trinidad decidieran hacerla Reina de todo lo Creado. Los Tres se derriten por Ella, porque encuentran a María como la más maravillosa evidencia de la perfección en el Amor, del poder del Amor. ¡No existen palabras para expresar el amor que María despierta en la Santísima Trinidad, en Dios Uno y Trino!

Puestas así las cosas, mi amigo, lo único que tenemos que hacer es orar fervorosamente a nuestra Madre Celestial, para convencerla de que eleve a Su Hijo nuestros pedidos. Ella nos escuchará, y decidirá cuales ruegos son dignos de semejante tratamiento excepcional. Pero sepamos de antemano que cuando la convencemos, Jesús responde igual que aquel día en la boda en Caná de Galilea. Nosotros, mientras tanto, sigamos el consejo que Ella nos da, igual que lo hizo en Caná: “Sólo hagan lo que Jesús les diga”.

miércoles, 23 de mayo de 2018

FRASES DE LOS SANTOS EN HONOR A LA VIRGEN MARÍA


¿Conocías las frases de estos santos en honor a la Virgen María?
Redacción ACI Prensa





Desde el inicio del cristianismo, los santos han dejado notables frases que explican la importancia de la Virgen María como modelo a seguir en la historia de la salvación.

A continuación, varias frases de santos famosos sobre la Madre de Dios.

1. San Juan Pablo II

“Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre”, es una de las frases sobre María del Papa de la familia. 

2. San Agustín de Hipona

 “María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno. María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo”, dijo el Padre y Doctor de la Iglesia. 

3. San Francisco de Asís

“Dios os salve, María, Madre de Dios. En vos está y estuvo todo la plenitud de la gracia y todo bien”, dijo el fundador de los Franciscanos.

4. San Maximiliano Kolbe

“Nunca tengas miedo de amar demasiado a la Virgen. Jamás podrás amarla más que Jesús”.


5. Santa Teresa de Calcuta

“La grandeza de María reside en su humildad. Jesús, quien vivió en estrechísimo contacto con ella, parecía querer que nosotros aprendiéramos de él y de ella una lección solamente: ser mansos y humildes de corazón”.

6. San Pío de Pietrelcina

“Cuando se pasa ante una imagen de la Virgen hay que decir: Te saludo, María. Saluda a Jesús de mi parte”, dijo el santo de los estigmas.

7. Santa Teresa de Lisieux

“Con la práctica fiel de las virtudes más humildes y sencillas, has hecho Madre mía, visible a todos el camino recto del Cielo”, dijo la Doctora de la Iglesia y Patrona de las misiones.

8. San Juan Bosco

“La devoción y el amor a María Santísima es una gran protección y un arma poderosa contra las asechanzas del demonio”, dijo el gran propagador de la devoción a María Auxiliadora.

9. Santa Teresa de Jesús

“Gran cosa es lo que agrada a Nuestro Señor cualquier servicio que se haga a su Madre”, mística y Doctora de la Iglesia.

10. San Juan María Vianney (Cura de Ars)

“Si yo no tuviera a la Madre de Dios que me defiende a cada paso de los peligros del alma, ya habría caído el poder de Satanás”.

11. San Buenaventura

“No temen tanto los soldados un copioso ejército de enemigos como teme el poder del infierno al oír el nombre de María”.

12. San Alfonso María de Ligorio,


“El Eterno se enamoró de vuestra incomparable hermosura, con tanta fuerza, que se hizo como desprenderse del seno del Padre y escoger esas virginales entrañas para hacerse Hijo vuestro. ¿Y yo, gusanillo de la tierra, no he de amaros? Sí, dulcísima Madre mía, quiero arder en vuestro amor y propongo exhortar a otros a que os amen también”, son las palabras del Doctor de la Iglesia y patrono de confesores y moralistas.

11. San Luis María Griñón de Monfort

“A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace devoto de la Virgen María”, dijo en una ocasión el autor de varios libros marianos entre los que se encuentra el Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María.   

12. San Bernardo de Claraval

“Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: ¡invoca a María!”, dijo este Doctor de la Iglesia.

13. San Ireneo

“El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la virgen María lo desató por la fe”, es una de las frases de este Padre de la Iglesia de los primeros siglos que combatió herejías. 

14. Santa Teresa de los Andes

“María, eres la Madre del Universo. ¿Quién no se anima al verte tan tierna, tan compasiva, a descubrir sus íntimos tormentos? Si es pecador, tus caricias lo enternecen. Si es tu fiel devoto, tu presencia solamente enciende la llama viva del amor divino”, dijo la carmelita descalza latinoamericana. 

15. San Josemaría Escrivá de Balaguer

“Antes, solo, no podías. Ahora, has acudido a la señora, y, con ella, ¡qué fácil!.

martes, 15 de mayo de 2018

5 MOMENTOS EN LOS QUE PUEDES RECURRIR A LA VIRGEN MARÍA


5 momentos en los que puedes recurrir a la Virgen María



Por: Andrés D' Angelo | Fuente: Catholic-link.com 




Hablar de mi Mamá del Cielo es difícil para mí. Tengo que reconocer que soy parcial. ¡Amo a la Virgen María con todo mi corazón! María es la mujer por excelencia, es la mujer más sublime que salió del amor de Dios Padre. Y siendo tan sublime como es, se requieren grandes místicos para describirla, y para cantar sus alabanzas.

Como no soy un gran místico y estamos en el mes de María, al no poder cantarle grandes alabanzas a mi Madre, sí puedo decir, en voz baja, una oración de acción de gracias por ser Ella tan humana como sublime.

Probablemente nuestra Madre haya hecho muchas cosas sublimes en la Tierra. Los Evangelios recogen algunas de ellas para darnos indicios de cómo era: Las bodas de Caná para ver en Ella a la intercesión todopoderosa que hizo adelantar su hora a Nuestro Señor; o junto a la Cruz en el Calvario, para ver en Ella, con su corazón atravesado por una espada, a aquella que primero unió sus dolores a la Pasión de Nuestro Señor para abrirnos las puertas del Cielo.

Curiosamente, algunos de esos episodios tan sublimes son episodios de lo más corrientes: una mujer visita a su prima para asistirla en su parto, un niño se pierde en medio de una fiesta religiosa, una madre va a una boda con su hijo…, no parecen los episodios de una novela épica, sino los menesteres cotidianos de una familia cualquiera en un tiempo cualquiera. Detrás de estos misterios que contemplamos en el rosario, hay una mujer que por haber sido concebida sin mancha de pecado original, hace sublime lo cotidiano. Que todo lo que toca lo convierte en Divino. Ella es tan sublime como el Cielo, y tan cotidiana como el pan.

El Evangelio y el rosario nos proponen la contemplación de los grandes misterios de la vida de María: la anunciación-encarnación, el calvario de su corazón de madre, su asunción. Son todos misterios que uno no termina nunca de meditarlos. ¡Pero también nuestra Madre del Cielo vivió una vida completamente humana, con las mismas dificultades que nosotros pasamos a diario. ¿Cómo no pedirle que nos socorra cuando la vida se pone difícil, o monótona, o triste, cuando ella pasó por esas mismas dificultades, arideces o tristezas? Ella nos comprende totalmente, y, como mediadora de todas las Gracias e intercesora todopoderosa, está dispuesta a pedirle a su hijo por nuestras dificultades, no importa cuán triviales nos parezcan, a ella todas le parecen importantes.



1. En nuestros momentos de duda
Cuando contemplamos a María en la anunciación, la vemos casi siempre en el «Fiat»: «Hágase en mí según tu palabra». Y nos olvidamos que ella también dudó. La Madre de Dios era una niña de acuerdo a nuestros parámetros modernos. La enormidad de lo que le estaba diciendo el Ángel tiene que haber conmovido su espíritu, tanto que inmediatamente le pregunta: «¿Cómo será eso posible, si no conozco varón?». Cuando dudemos, cuando sintamos que lo que Dios nos pide es demasiado; invoquemos a María y pidámosle que nos inspire ese «Fiat» que ella supo dar.


2. En los momentos que tememos al dolor
Cuando Simeón le profetiza a María que una espada le atravesaría el corazón, ¿qué habrá sentido la Virgen? Ninguna madre del mundo querría saber que su hijo sería signo de contradicción, y aunque María aceptaba la voluntad del Padre con sumisión perfecta, ¿no se habrá entristecido su alma? Cuando estamos paralizados por el temor, cuando tenemos pánico de que la Cruz que nos espera va a ser demasiado para nuestros hombros; pidámosle a nuestra Madre que nos dé la fortaleza que nos falta.


3. Cuando creemos que perdemos a nuestros hijos
El Niño Jesús perdido y hallado en el templo. Sus padres terriblemente ansiosos lo buscan entre los parientes y recorren el camino de vuelta a Jerusalén hasta que finalmente lo encuentran entre los doctores. ¿Qué habrá pasado por el alma de la Virgen mientras no lo encontraba? ¿Qué habrá pasado cuando lo encontró en medio de los notables de Israel? ¿Miedo, ansiedad, culpa por no haberlo cuidado? Cualquier madre que pierde a un hijo casi inmediatamente piensa: «qué mala madre soy, no supe cuidarlo». Tal vez esos pensamientos pasaron por la mente de la Virgen. Cuando creemos que nuestros hijos «toman un mal camino», cuando estemos angustiados porque no sabemos hacia dónde se dirigen nuestros hijos; invoquemos a la Madre y pidámosle que nos calme y que guíe a nuestros hijos en sus dificultades.


4. Cuando estamos a los pies de la cruz por la enfermedad de alguien a quien queremos
La profecía de Simeón finalmente se hizo real. Todo el dolor del mundo se abate sobre el Inmaculado Corazón de María. Su hijo es «varón de dolores», y ella es «mujer de dolores». A la que se le ahorraron los dolores del parto, debe haber sentido ese dolor como un profundo desgarro del alma. ¿Qué padre que ve sufrir a su hijo no le ofrece a Dios cambiar de lugar con él?  Cuando tenemos a un hijo enfermo, sufriendo, subido a la cruz, ¡invoquémosla! ¡Ella sabe que los padres sufrimos como si fueran propios, porque Ella hizo propios los sufrimientos de Nuestro Señor.



5. En los momentos que salimos al encuentro y no somos comprendidos
En Caná de Galilea la vemos preocupada como auténtica madre, por el éxito de una fiesta de bodas. ¿No es conmovedor su gesto? Ella sola se da cuenta de que no tienen vino y le pide a Jesús que convierta el agua en vino. Jesús parece contestarle destempladamente, incluso la llama «mujer», como poniendo distancia. Sin embargo, ella inmediatamente le dice a los sirvientes que «hagan lo que Él les diga». Muchas veces, cuando salimos al encuentro de los demás, sentimos que rechazan nuestra ayuda, y a veces nos pagan mal con bien. ¡Es el momento de invocar a Nuestra Madre y pedirle que nos dé fuerzas para «hacer lo que Él nos dice».

martes, 24 de abril de 2018

ESTA ES LA IMAGEN MÁS ANTIGUA DE LA VIRGEN MARÍA?


¿Esta es la imagen más antigua de la Virgen María?
Redacción ACI Prensa
Crédito: Yale University Art Gallery




En la iglesia cristiana más antigua conocida, ubicada en Siria, una pintura en una de sus paredes podría considerarse una de las imágenes mas antiguas en la historia de la Virgen María.

Así lo han explicado algunos arqueólogos que han investigado la imagen que representa a una mujer inclinada sobre un pozo. Esta figura está impresa en un pequeño baptisterio de la iglesia Dura-Europos, que data del siglo III y fue descubierta en excavaciones antes de la Segunda Guerra Mundial.

De confirmarse el dato, esta imagen sería solo superada en antigüedad por la imagen de las Catacumbas de Priscila en Roma, en la que aparece la Virgen María amamantando al niño Jesús, que es del año 150 d.C.

En un artículo titulado “Las primeras representaciones de la Virgen María” de la revista sobre arqueología bíblica, Biblical Archaeology Review, la especialista Mary-Joan Leith indicó que si bien algunos investigadores creen que la escena de la mujer corresponde a la de la mujer samaritana que habla con Jesús junto al pozo de Jacob (Juan 4: 1-42), hoy se discute otra posibilidad.

Leith revisó el argumento del estudioso Michael Peppard de que el retrato no representa a la mujer samaritana, sino a la Virgen María en el momento de la Anunciación, cuando el ángel Gabriel le anuncia que llevará al Hijo de Dios en su vientre:

“Como explica Peppard, la Anunciación de Dura-Europos no está basado en Lucas 1, 26-38, sino en el Protoevangelio de Santiago, un texto apócrifo del siglo II que narra la vida de María hasta el nacimiento de Jesús”, expresó Leith.

La experta añade que de acuerdo al texto apócrifo, María “tomó el cántaro y salió a llenarlo de agua y ¡he aquí! Una voz dijo: ‘¡Salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre las mujeres!’ Y miró a su derecha y a su izquierda para ver de dónde podría haber venido esta voz”.

Si la interpretación de Peppard es correcta, esto haría que el retrato en la iglesia Dura-Europos sea la imagen más antigua de la Virgen María.

Según Leith, otras primeras imágenes de la Virgen María pueden arrojar luz sobre las creencias cristianas en los primeros siglos.

“Entre los rompecabezas está la forma en que los cristianos vieron a la madre de Jesús, María, en los primeros siglos del cristianismo. El estatus de María en el cristianismo solo se hizo oficial en el 431 cuando el Concilio de Éfeso le otorgó el título de Theotokos (Madre de Dios)”, indicó.

Finalmente, la experta indicó que “la información sobre el significado de María antes, ya sea visual o textual, es sorprendentemente escasa, sin embargo, la arqueología ha proporcionado algunas pistas útiles”.

lunes, 23 de abril de 2018

TENÍAN DEVOCIÓN A LA VIRGEN MARÍA LOS PRIMEROS CRISTIANOS?

¿Tenían devoción a la Virgen María los primeros cristianos?
Sí, si la tenían, pero hay que saber cómo rastrearla


Por: Pablo J. Ginés | Fuente: Cari Filli // Religión en Libertad 



En el año 313 el cristianismo fue despenalizado por el Emperador Constantino y en el 380 el Emperador Teodosio declaró que sería la única religión oficial (o lícita) del Imperio. Medio siglo después, en el 431, el Concilio de Éfeso decretó que María podía ser honrada con el título de Theotokos (“la que dio a luz a Dios”). Desde entonces se multiplican los signos de devoción de los cristianos a la Virgen.
Muchos protestantes, y también algunos neopaganos y racionalistas, dan por sentado que la devoción a la Virgen es, pues, muy tardía, y quizá una incorporación posterior de divinidades femeninas paganas camufladas. Consideran que es una devoción que los cristianos anteriores a Constantino (la despenalización) o a Éfeso (el dogma de María como Madre de Dios) no habrían tenido. Para los cristianos del siglo I, II y III -según estos grupos- María habría sido sólo una sencilla mujer de los Evangelios, dócil al Señor, que amaba a Dios y su hijo.
Pero, ¿cómo se llegó entonces a esa explosión de devoción mariana en el siglo V?
Un libro que analiza los 3 primeros siglos
Ahora, Rachel Fulton Brown, profesora de Historia en la Universidad de Chicago, analiza en la revista ecuménica conservadora First Things el libro de Stephen J. Shoemaker “Mary in Early Christian Faith and Devotion” (“María en la temprana devoción y fe cristiana”) publicado en Yale University Press. Rachel Fulton explica que durante décadas nadie ha intentado investigar ni rastrear en serio los orígenes de la devoción mariana. Shoemaker es el primero en muchos años.

Shoemaker, que es más bien protestante y un experto en los textos apócrifos cristianos y el cristianismo bizantino, repasa una serie de textos apócrifos de los siglos II y III donde María tiene un papel importante. Muchas de las escenas e ideas de esos textos enseguida arraigaron en las tradiciones cristianas e incluso, luego, en el arte medieval.

La conclusión de Shoemaker es que María, en los primeros siglos, sí era objeto de mucho recuerdo, respeto y admiración, más del que los protestantes suelen creer y admitir. Pero no considera que deba llamarse “devoción” a lo que tenían esos cristianos, porque piensa que no solían tenerla como intercesora: si no le pides milagros, no es “devoción”. Shoemaker dice que María era, básicamente, “una santa entre otros santos, reverenciada por su pureza excepcional y santidad, y su intimidad con su hijo, un estatus más modesto que el tiene en el Oriente cristiano hoy”.
Shoemaker se queda corto: María como vaso sacro
Rachel Fulton critica esta conclusión. Le parece insuficiente, Por un lado, porque los cristianos antiguos sí piden intercesión a la Virgen. Por otro lado, porque la devoción no es sólo pedir intercesión, sino reconocerle un status de sacralidad. Y María en muchos textos apócrifos y antiguos sí es vista como un “vaso sacro” colocado “aparte, para Dios”, es decir, un objeto sagrado para recibir lo Sagrado. Y los cristianos lo expresaban con exhuberancia de símbolos que luego pasarían a los grandes himnos e iconos bizantinos.

Esto está ya en el Apocalipsis 11,19 y 12, que se escribió hacia el año 96 d.C. Cuenta cómo se abrió el Templo y se vio al Arca de la Alianza, y hubo rayos y truenos y terremoto y aullidos… y entonces se vio a una mujer vestida de sol con doce estrellas como corona y la luna como pedestal, que estaba embarazada, llevando en su seno a quien vencerá al dragón y juzgará las naciones.
María es el Arca: la vasija sacratísima que lleva a Dios
El biblista ex-protestante Scott Hahn, experto en Apocalipsis, señala que el autor quiere indicar que María, la Madre de Jesús, es esa mujer y es también el Arca de la Alianza.Igual que el Arca tiene en su interior el maná, la vara de Aarón y las Tablas de la Ley, María tiene en su interior al Pan de Vida, al Verdadero Sacerdote y a la Ley hecha carne que es Jesús.

Hahn cree que para los lectores antiguos esto era patente: igual que el Rey David danzaba ante el Arca y el bebé Juan Bautista “danza” ante María, igual que David comenta “¿cómo puede venir el Arca a mí” e Isabel comenta, sobre María, “¿Cómo es que viene a mí la madre de mi Señor?”.

Esta tradición de señalar a María como un gigantesco, sagrado, objeto portador de Dios, es el que se repite en la literatura apócrifa de los siguientes siglos. Los cristianos expresaron con ese tipo de enfoque y símbolos su devoción a María y a su oficio.
El Protoevangelio de Santiago, del siglo II
En el Protoevangelio de Santiago, del siglo II, Shoemaker cree que hay poco interés por María. Rachel Fulton no está de acuerdo. En ese libro, dice, “María es descrita como alguien o algo preparado especialmente por Dios para un propósito específico, es concebida milagrosamente después de que sus padres oraran para tener hijos; a los 3 años es enviada al Templo para ser educada allí. En la pubertad es prometida a José para protegerla y cuando el ángel se le aparece está hilando la púrpura y escarlata para el velo del Templo“. Shoemaker admite que son símbolos de María como “corporalización física de santidad, como lo es el templo, que sirve de lugar de santidad divina en la tierra”.


Un icono etíope de la Virgen María, en la Natividad, con el Niño y los ángeles
El Libro del Reposo de María, del siglo III
Otro caso que comentan es el Libro del Reposo de María del siglo III, que tenemos por su versión etíope en lengua ge’ez (la lengua litúrgica etíope, antaño lengua imperial allí, hoy sin hablantes). Hay también fragmentos en siríaco y georgiano antiguo. Es la versión más antigua (que tengamos escrita) sobre la muerte de María y su ascensión al Cielo.

En ese libro el apóstol Pedro dice: “La luz de la lámpara de nuestra hermana María llena el mundo y no se extinguirá hasta el fin de los días, para que los que han decidido salvarse reciban seguridad en ella. Y si reciben la imagen de luz, recibirán el descanso y bendición de ella”.
Esto, según Rachel, no son fantasías gnósticas, sino el tipo de halagos de base bíblica que cristalizarán en la poesía bizantina. Por eso, el famoso himno Akathistos del siglo V, lleno de “piropos” a María, la alaba como “antorcha llena de luz, que brilla sobre aquellos en las tinieblas”.
María intercede por los condenados y les aporta alivio
Que María es intercesora queda claro en este texto del siglo III: una vez sube al Cielo su cuerpo, junto al árbol de la vida, donde allí los ángeles devuelven el alma al cuerpo de ella, los ángeles la llevan a un infierno a ver a los condenados (o quizá almas purgantes). Ellos piden así a María: “María, te suplicamos, María, luz y madre de la luz; María, vida y madre de los apóstoles; María, lámpara dorada que llevas cada lámpara justa; María, nuestra maestra y madre de nuestro maestro; María, nuestra reina, suplica a tu hijo que nos de un poco de respiro”. María intercede por ellos y el Señor les concede “9 horas de descanso en el Día del Señor”.

Después, los apóstoles y María van al Paraíso, se sientan bajo el árbol de la vida con los Patriarcas y las almas de los buenos. Después suben al Séptimo Cielo, “donde se sienta Dios”. Allí, los apóstoles ven a María sentada a la derecha de Dios, junto a Cristo con sus heridas, con 10.000 ángeles rodeando a María en su trono, cantando.
He aquí, por lo tanto, un texto del siglo III con María como reina, intercesora,junto a Dios y llena de halagos del máximo rango.
No busquemos a María la campesina… sino a la Madre de Dios
Para Shoemaker, “no se trata de María la Madre de Dios sino de la madre del Gran Querubín de Luz”. Pero Rachel Fulton señala que es María la madre de Jesús vestida con los ropajes devocionales que le daban los cristianos de ese siglo. Rachel Fulton cree que no tiene sentido que desde el siglo XXI exijamos que los cristianos del siglo II o III representen a María con criterios de realismo historicista, como una “campesina judía de Galilea”, cuando ellos tratan de expresar sus títulos eternos y celestiales.

Las Cuestiones de Bartolomé, del siglo III
Podemos ver otro ejemplo (que sonará a cualquiera que haya leído alguna vez el popular himno bizantino Akathistos) está en el “Evangelio” o “Cuestiones de Bartolomé”, otro apócrifo del siglo III.

Jesús invita a los apóstoles a ver al demonio encadenado, y les anima a golpear al demonio en el cuello. El apóstol Bartolomé invoca a la Virgen pidiéndole coraje (lo que ya demuestra que era una intercesora para los cristianos del siglo III, aún en época de persecuciones). En vez de decir “María, ayúdame”, empieza una lista de títulos gloriosos:
“Oh vientre más amplio que la envergadura de los cielos, oh vientre que contienes a quien los Siete Cielos no contienen; lo contuviste sin dolor, mantuviste en tu seno, a quien cambió su ser en la más pequeña de las cosas; oh, vientre que llevó, escondido en cuerpo, al Cristo que ha sido visible a muchos; oh vientre que se hizo más espacioso que la creación completa…”
Incluso Shoemaker ve que aquí, en pleno siglo III, está la idea que la liturgia ortodoxa repetirá: “más amplia que los Cielos”, “que contiene a quien no puede ser contenido”.
Una liturgia del siglo IV: “Álzate, Señor, y el arca que has santificado”
En el siglo IV, con el cristianismo ya despenalizado, pero antes de Éfeso, tanto en Jerusalén como en Constatinopla se pudo celebrar a lo grande la fiesta de “María en Jerusalén”. La liturgia decía en esos días ya: “Álzate, oh Señor, en tu lugar de descanso; tú y el arca, que tú has santificado”, añadiendo: “Contemplad, he aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo”.

Rachel Fulton anima a buscar a María en las liturgias y textos antiguos con este lenguaje clave y poético (el mismo que perduró y se amplió luego en la poesía e himnos bizantinos). Si no, dice, “somos como lo nazis de la película En Busca del Arca Perdida, que cavamos en el sitio equivocado”.
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