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sábado, 17 de octubre de 2015

ORACIÓN A LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO


ORACIÓN A LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.

AMÉN.

sábado, 27 de junio de 2015

NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO, 27 DE JUNIO



Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Advocación Mariana, 27 de junio
Fuente: www.corazones.org 




Patrona de los Padres Redentoristas y de Haití

El icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma.

El icono de la Virgen, pintado sobre madera, de 21 por 17 pulgadas, muestra a la Madre con el Niño Jesús. El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. El cuadro nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen cuida de todos sus hijos que a ella acuden con plena confianza.

Historia

En el siglo XV un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy piadoso y devoto de la Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura, no se sabe. ¿Se le habría confiado por razones de seguridad, para protegerla de los sarracenos? Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el cuadro de la Virgen se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte.

Por protección, el mercader decidió llevar la pintura a Italia. Empacó sus pertenencias, arregló su negocio y abordó un navío dirigiéndose a Roma. En ruta se desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor. El comerciante tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro. El mar se calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de Roma.

Cae la pintura en manos de una familia

Tenía el mercader un amigo muy querido en la ciudad de Roma así que decidió pasar un rato con él antes de seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y le dijo que algún día el mundo entero le rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir que sus días estaban contados, llamó a su amigo a su lecho y le rogó que le prometiera que, después de su muerte, colocaría la pintura de la Virgen en una iglesia digna o ilustre para que fuera venerada públicamente. El amigo accedió a la promesa pero no la llegó a cumplir por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen.

Pero la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia sino para que fuera venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el mercader. Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia, de lo contrario, algo terrible sucedería. El hombre discutió con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se le burló, diciéndole que era un visionario. El hombre temió disgustar a su esposa, por lo que las cosas quedaron igual. Nuestra Señora, por fin, se le volvió a aparecer y le dijo que, para que su pintura saliera de esa casa, él tendría que irse primero. De repente el hombre se puso gravemente enfermo y en pocos días murió. La esposa estaba muy apegada a la pintura y trató de convencerse a sí misma de que estaría más protegida en su propia casa. Así, día a día, fue aplazando el deshacerse de la imagen. Un día, su hijita de seis años vino hacia ella apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura. La Señora le había dicho que le dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia; y, que si no, todos los de la casa morirían.

La mamá de la niñita estaba espantada y prometió obedecer a la Señora. Una amiga, que vivía cerca, oyó lo de la aparición. Fue entonces a ver a la señora y ridiculizó todo lo ocurrido. Trató de persuadir a su amiga de que se quedara con el cuadro, diciéndole que si fuera ella, no haría caso de sueños y visiones. Apenas había terminado de hablar, cuando comenzó a sentir unos dolores tan terribles, que creyó que se iba a morir. Llena de dolor, comenzó a invocar a Nuestra Señora para que la perdonara y la ayudara. La Virgen escuchó su oración. La vecina tocó la pintura, con corazón contrito, y fue sanada instantáneamente. Entonces procedió a suplicarle a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas.

Accede la viuda a entregar la pintura

Se encontraba la viuda preguntándose en qué iglesia debería poner la pintura, cuando el cielo mismo le respondió. Volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que le dijera a su madre que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la basílica de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. Esa iglesia era la de S. Mateo, el Apóstol.

La señora se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los encargados de la iglesia. Ella le informó acerca de todas las circunstancias relacionadas con el cuadro. La pintura fue llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. En el camino de la residencia de la viuda hacia la iglesia, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colgaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amado y venerado por todos los de Roma como una pintura verdaderamente milagrosa, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias.

En 1798, Napoleón y su ejército francés tomaron la ciudad de Roma. Sus atropellos fueron incontables y su soberbia, satánica. Exilió al Papa Pío VII y, con el pretexto de fortalecer las defensas de Roma, destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, la cual quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, había logrado llevarse secretamente el cuadro.

Cuando el Papa, que había sido prisionero de Napoleón, regresó a Roma, le dio a los agustinos el monasterio de S. Eusebio y después la casa y la iglesia de Sta. María en Posterula. Una pintura famosa de Nuestra Señora de la Gracia estaba ya colocada en dicha iglesia por lo que la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue puesta en la capilla privada de los Padres Agustinos, en Posterula. Allí permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada.

Hallazgo de un sacerdote Redentorista

Mientras tanto, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas, estableció su sede principal en Roma donde construyeron un monasterio y la iglesia de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Un día decidió contarle a sus hermanos sacerdotes sobre sus investigaciones: La iglesia actual de San Alfonso estaba construida sobre las ruinas de la de San Mateo en la que, durante siglos, había sido venerada, públicamente, una pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Entre los que escuchaban, se encontraba el Padre Michael Marchi, el cual se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los Agustinos de Posterula cuando era niño. Ahí en la capilla, había visto la pintura milagrosa. Un viejo hermano lego que había vivido en San Mateo, y a quien había visitado a menudo, le había contado muchas veces relatos acerca de los milagros de Nuestra Señora y solía añadir: "Ten presente, Michael, que Nuestra Señora de San Mateo es la de la capilla privada. No lo olvides". El Padre Michael les relató todo lo que había oído de aquel hermano lego.

Por medio de este incidente los Redentoristas supieron de la existencia de la pintura, no obstante, ignoraban su historia y el deseo expreso de la Virgen de ser honrada públicamente en la iglesia.

Ese mismo año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la historia de la pintura y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya fuera venerada entre la Iglesia de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. El santo Jesuita había lamentado el hecho de que el cuadro, que había sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la pintura, le informaran dueño lo que deseaba la Virgen.

Los Padres Redentoristas soñaban con ver que el milagroso cuadro fuera nuevamente expuesto a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General para que tratara de conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Santo Padre, el Papa Pío IX. Le narró la historia de la milagrosa imagen y sometió su petición.

El Santo Padre escuchó con atención. Él amaba dulcemente a la Santísima Virgen y le alegraba que fuera honrada. Sacó su pluma y escribió su deseo de que el cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia entre Sta. María la Mayor y S. Juan de Letrán. También encargó a los Redentoristas de que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes.

Aparece y se venera, por fin, el cuadro de Nuestra Señora 

Ninguno de los Agustinos de ese tiempo había conocido la Iglesia de San Mateo. Una vez que supieron la historia y el deseo del Santo Padre, gustosos complacieron a Nuestra Señora. Habían sido sus custodios y ahora se la devolverían al mundo bajo la tutela de otros custodios. Todo había sido planeado por la Divina Providencia en una forma verdaderamente extraordinaria.

A petición del Santo Padre, los Redentoristas obsequiaron a los Agustinos una linda pintura que serviría para reemplazar a la milagrosa.

La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevado en procesión solemne a lo largo de las vistosas y alegres calles de Roma antes de ser colocado sobre el altar, construido especialmente para su veneración en la Iglesia de San Alfonso. La dicha del pueblo romano era evidente. El entusiasmo de las veinte mil personas que se agolparon en las calles llenas de flores para la procesión dio testimonio de la profunda devoción hacia la Madre de Dios

A toda hora del día, se podía ver un número de personas de toda clase delante de la pintura, implorándole a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que escuchara sus oraciones y que les alcanzara misericordia. Se reportaron diariamente muchos milagros y gracias.

Hoy en día, la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha difundido por todo el mundo. Se han construido iglesias y santuarios en su honor, y se han establecido archicofradías. Su retrato es conocido y amado en todas partes.

Patrona de Haití

Teniendo esta advocación mariana como patrona de su congregación, los Padres Redentoristas la llevaron a sus misiones en Haití. Allí se le edificó un santuario en Béle-Aire, cerca de Puerto Príncipe.

En 1883 una terrible epidemia de viruela azotaba el país. Los devotos acudieron a la Virgen del Perpetuo Socorro y le hicieron una novena. La epidemia cesó milagrosamente y se decidió nombrarla patrona del país.

En 1993 se celebró con gran regocijo el centenario del milagro y del nombramiento de la Virgen como patrona. El Papa Juan Pablo II visitó Haití para esta celebración y puso al país bajo el amparo de la Virgen del Perpetuo Socorro.

Los Haitianos también tienen gran devoción a la Virgen de la Asunción.

Signos de la imagen de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro
(conocida en el Oriente bizantino como el icono de la Madre de Dios de la Pasión)

Aunque su origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el decimotercero o decimocuarto siglo. El icono parece ser copia de una famosa pintura de Nuestra Señora que fuera, según la tradición, pintada por el mismo San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una pintura milagrosa pero fue destruida en 1453 por los Turcos cuando capturaron la ciudad.

Fue pintado en un estilo plano característico de iconos y tiene una calidad primitiva. Todas las letras son griegas. Las iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la “Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC” significan “Jesucristo”. Las letras griegas en la aureola del Niño: owu significan “El que es”, mientras las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto.

Las letras más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como “San Miguel Arcángel”; el arcángel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como “San Gabriel Arcángel”, sostiene la cruz y los clavos. Nótese que los ángeles no tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con el paño que los cubre.

Cuando este retrato fue pintado, no era común pintar aureolas. Por esta razón el artista redondeó la cabeza y el velo de la Madre para indicar su santidad. Las halos y coronas doradas fueron añadidas mucho después. El fondo dorado, símbolo de la luz eterna da realce a los colores más bien vivos de las vestiduras. Para la Virgen el maforion (velo-manto) es de color púrpura, signo de la divinidad a la que ella se ha unido excepcionalmente, mientras que el traje es azul, indicación de su humanidad. En este retrato la Madona está fuera de proporción con el tamaño de su Hijo porque es -María- a quien el artista quiso enfatizar.

Los encantos del retrato son muchos, desde la ingenuidad del artista, quien quiso asegurarse que la identidad de cada uno de los sujetos se conociera, hasta la sandalia que cuelga del pie del Niño. El Niño divino, siempre con esa expresión de madurez que conviene a un Dios eterno en su pequeño rostro, está vestido como solían hacerlo en la antigüedad los nobles y filósofos: túnica ceñida por un cinturón y manto echado al hombro. El pequeño Jesús tiene en el rostro una expresión de temor y con las dos manitas aprieta la derecha de su Madre, que mira ante sí con actitud recogida y pensativa, como si estuviera recordando en su corazón la dolorosa profecía que le hiciera Simeón, el misterioso plan de la redención, cuyo siervo sufriente ya había presentado Isaías.

En su doble denominación, esta bella imagen de la Virgen nos recuerda el centralismo salvífico de la pasión de Cristo y de María y al mismo tiempo la socorredora bondad de la Madre de Dios y nuestra.

ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO, 27 DE JUNIO



IMÁGENES DE LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO





viernes, 26 de junio de 2015

LA HISTORIA DEL ICONO DE LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO

Historia del icono de la Virgen del Perpetuo Socorro
El icono original está en el altar mayor de la iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma


Por: Varios | Fuente: Wikipedia 



La Virgen del Perpetuo Socorro es una advocación mariana. La imagen original es un icono procedente de Creta y venerado en Roma en la iglesia de los Agustinos, a finales del siglo XV, y desde 1866 en la iglesia romana de San Pedro. La datación del icono es difícil de precisar. Unos los sitúan entre siglos X y XI, y otros a comienzos del siglo XV. Su festividad se celebra el 27 de junio.


Historia

El icono original está en el altar mayor de la iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. El icono de la Virgen, pintado sobre madera, de 21 por 17 pulgadas, muestra María con el Niño Jesús. El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura Pasión mientras agarra fuertemente con las dos manos la de su Madre, quien lo sostiene en sus brazos. El cuadro recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte.

Según una tablilla colocada antiguamente al lado del icono con los orígenes de la imagen, la cuna de este cuadro fue la isla de Creta, en el mar Egeo. Un mercader sustrajo el icono de una iglesia, lo escondió entre su equipaje y se embarcó rumbo a otras tierras. Durante la travesía sobrevino una gran tempestad y los pasajeros se encomendaron a Dios y a la Virgen. La leyenda cuenta que el mar recuperó su calma y el pasaje arribó a puerto seguro.

Poco después el mercader llegó a Roma con el cuadro y, tras algunas resistencias de la familia, el icono pasa a ocupar un lugar preferente en la iglesia de san Mateo, regentada por los agustinos. Era el año 1499, en tiempos del papa Alejandro VI. La iglesia de san Mateo era un templo menor entre las grandes basílicas de San Juan de Letrán y Santa María la Mayor. Allí permaneció la imagen del Perpetuo Socorro durante trescientos años. Los escritores de la época narraron ampliamente los milagros atribuidos a la imagen. El siglo XVII parece ser el más intenso en la devoción y culto a la Virgen del Perpetuo Socorro.

En febrero de 1798, con la invasión de Napoleón, sus tropas se apoderan de Italia y destruyen en Roma más de treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo. Los religiosos agustinos salvan el icono y se lo llevan consigo a una pequeña capilla, quedando allí sin culto popular y en el olvido.

En 1855 los Redentoristas compran unos terrenos al lado de la Via Merulana, muy cerca de Santa María la Mayor. Se llamaba Villa Caserta y en su interior algún día estuvo edificada la iglesia de San Mateo. A través del padre Miguel Marchi se descubre en 1865 el paradero del icono. El 11 de diciembre de 1865, los hijos de San Alfonso María de Ligorio, solicitan al Papa la concesión del Perpetuo Socorro. El 19 de enero de 1866 la imagen regresa a la iglesia de San Alfonso, en el mismo emplazamiento donde había estado tres siglos.

Restaurada la imagen, ocupa el centro del ábside de la iglesia de San Alfonso y su devoción e influencia se extiende a los cinco continentes. El Papa Pío IX dijo, en la audiencia al Superior General de los Redentoristas el 11 de diciembre de 1865: "Den a conocerla a todo el mundo". Juan Pablo II, en su autobiografía "Don y misterio", al referirse a los orígenes de su vocación sacerdotal, afirma: "No puedo olvidar la trayectoria mariana. La veneración a la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia y de la parroquia de Wadowice. Recuerdo, en la iglesia parroquial, una capilla lateral dedicada a la Madre del Perpetuo Socorro a la cual por la mañana, antes del comienzo de las clases, acudían los estudiantes del instituto. También, al acabar las clases, en las horas de la tarde, iban muchos estudiantes para rezar a la Virgen".


Descripción del icono

La imagen o icono original del Perpetuo Socorro está pintado al temple sobre madera. Mide 53 cm de alto por 41,5 cm de ancho. Sobre un fondo de oro destacan cuatro figuras. En el centro, llenándolo todo como protagonistas, la Virgen María y el Niño Jesús; y en un lejano segundo plano, los dos arcángeles Miguel y Gabriel con los instrumentos de la Pasión. Según costumbre oriental, cada personaje está identificado por una inscripción griega en abreviatura.

La Virgen es mostrada sólo de medio cuerpo y de pie. Viste una túnica de color rojo abrochada en el cuello y un manto azul marino que la cubre desde la cabeza. Bajo el manto apunta una cofia de color verde mar, que recoge y oculta sus cabellos. Tiene sobre la frente dos estrellas. Las coronas de oro y pedrería del Niño y de la Madre son regalos del Capítulo Vaticano para su coronación.

El Niño Jesús descansa sobre el brazo izquierdo de su Madre y se agarra con ambas manos a la mano derecha de María, buscando protección, al contemplar los instrumentos de la Pasión que le aguarda. Su figura es de cuerpo entero, vestido con túnica verde, ceñida con faja roja y de su hombro derecho cuelga un manto de color rojizo marrón. Tiene entrecruzadas las piernas y lleva los pies calzados con simples sandalias, con la peculiaridad que la del pie derecho queda suelta y colgando. Los instrumentos que presenta el Arcángel Gabriel son la cruz griega de doble travesaño y cuatro clavos. El Arcángel Miguel lleva la lanza y la esponja. Ambos arcángeles ocultan sus manos que sostienen un pomo con los símbolos de la Pasión. Los abundantes pliegues y sombreados de las vestiduras van profusamente marcados en color oro.∈

Las abreviaturas griegas que hay escritas sobre el icono significan ´MP-ΘΥ (Μήτηρ Θεού, Madre de Dios en idioma español, inscripción que se halla en la parte superior del cuadro); OAM (Ο Αρχάγγελος Μιχαήλ, El Arcángel Miguel, inscripción en el lado superior izquierdo); OAΓ (Ο αρχάγγελος Γαβριήλ, El Arcángel Gabriel, inscripción en el lado superior derecho); y Iς-Xς ( Ἰησοῦς Χριστός, Jesús Cristo, al lado del Jesús Niño), respectivamente.


Mensaje del icono

María del Perpetuo Socorro es un icono bizantino de la escuela cretense, una imagen representativa de la Virgen de la Pasión. La interpretación general es clara. Los arcángeles Gabriel y Miguel presentan a Jesús niño los instrumentos de sus sufrimientos futuros. Al contemplar esta dramática visión, el Niño, en su condición de hombre mortal, se asusta y se estremece y en un brusco movimiento busca socorro en los brazos de su Madre, a cuya mano se aferra con fuerza. El susto y movimiento brusco del Niño están expresados por la contorsión de piernas, el repliegue del manto y la sandalia desprendida.

El icono representa la realidad teológica completa de la Redención por la Pasión. Los instrumentos de la Pasión no son sólo presagio de dolor y muerte, aparecen en las manos ‘veladas’ como trofeo y símbolo de victoria lograda.

La Virgen del Perpetuo Socorro es patrona de numerosos lugares e instituciones. En España está muy vinculada a los corredores de seguros. Es la patrona de Haití. Existen veinte institutos religiosos acogidos a la Madre del Perpetuo Socorro. Igualmente diversas instituciones sanitarias. Numerosas editoriales, libros, revistas, emisoras de radio mantienen y propagan su devoción.

viernes, 8 de agosto de 2014

ORACIONES A LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO



ORACIONES A LA VIRGEN 
DEL PERPETUO SOCORRO


ORACIÓN I

¡Santísima Virgen María, que para inspirarme confianza habéis querido llamaros Madre del Perpetuo Socorro! Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar; en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concédeme, ¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos; porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme. Alcanzadme, pues, la gracia de acudir a Vos sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de que obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final. Bendecidme y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Rogad a Jesús por mí, y salvadme.

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ORACIÓN II

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.

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ORACIÓN III

Santísima y siempre pura Virgen María, Madre de Jesucristo, Reina del mundo y Señora de todo lo creado; que a ninguno abandonas, a ninguno desprecias ni dejas desconsolado a quien recurre a Ti con corazón humilde y puro. No me deseches por mis gravísimos e innumerables pecados, no me abandones por mis muchas iniquidades, ni por la dureza e inmundicia de mi corazón me prives de tu gracia y de tu amor, pues soy tu hijo. Escucha a este pecador que confía en tu misericordia y piedad: socórreme, piadosísima Madre del Perpetuo Socorro, de tu querido Hijo, omnipotente Dios y Señor nuestro Jesucristo, la indulgencia y la remisión de todos mis pecados y la gracia de tu amor y temor, la salud y la castidad y el verme libre de todos los peligros de alma y cuerpo. En los últimos momentos de mi vida, sé mi piadosa auxiliadora y libra mi alma de las eternas penas y de todo mal, así como las almas de mis padres, familiares, amigos y bienhechores, y las de todos los fieles vivos y difuntos, con el auxilio de Aquel que por espacio de nueve meses llevaste en tu purísimo seno y con tus manos reclinaste en el pesebre, tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo, que es bendito por los siglos de los siglos. Amén.

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ORACIÓN IV

Oh Madre del Perpetuo Socorro, concédeme la gracia de que pueda siempre invocar tu bellísimo nombre ya que él es el Socorro del que vive y Esperanza del que muere. Ah María dulcísima, María de los pequeños y olvidados, haz que tu nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida. Cada vez que te llame, Madre mía, apresúrate a socorrerme, pues, en todas mi tentaciones, y en todas mis necesidades propongo no dejar de invocarte diciendo y repitiendo: María, María, Madre Mía.

Oh qué consuelo, qué dulzura, qué confianza, qué ternura siente todo mi ser con sólo repetir tu nombre y pensar en ti, Madre Mía. Bendigo y doy gracias a Dios que te ha dado para bien nuestro ese nombre tan dulce, tan amable y bello. Mas no me contento con pronunciar tu bendito nombre, quiero pronunciarlo con amor, quiero que el amor me recuerde que siempre debo acudir a ti, Madre del Perpetuo Socorro.



jueves, 26 de junio de 2014

NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO, JUNIO 27 DEL 2014 - ADVOCACIÓN MARIANA



Autor: . | Fuente: www.corazones.org
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Advocación Mariana, 27 de junio

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Patrona de los Padres Redentoristas y de Haití

El icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. 

El icono de la Virgen, pintado sobre madera, de 21 por 17 pulgadas, muestra a la Madre con el Niño Jesús. El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. El cuadro nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen cuida de todos sus hijos que a ella acuden con plena confianza. 

Historia 

En el siglo XV un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy piadoso y devoto de la Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura, no se sabe. ¿Se le habría confiado por razones de seguridad, para protegerla de los sarracenos? Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el cuadro de la Virgen se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte. 

Por protección, el mercader decidió llevar la pintura a Italia. Empacó sus pertenencias, arregló su negocio y abordó un navío dirigiéndose a Roma. En ruta se desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor. El comerciante tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro. El mar se calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de Roma. 

Cae la pintura en manos de una familia 

Tenía el mercader un amigo muy querido en la ciudad de Roma así que decidió pasar un rato con él antes de seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y le dijo que algún día el mundo entero le rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. 

Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir que sus días estaban contados, llamó a su amigo a su lecho y le rogó que le prometiera que, después de su muerte, colocaría la pintura de la Virgen en una iglesia digna o ilustre para que fuera venerada públicamente. El amigo accedió a la promesa pero no la llegó a cumplir por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen. 

Pero la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia sino para que fuera venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el mercader. Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia, de lo contrario, algo terrible sucedería. El hombre discutió con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se le burló, diciéndole que era un visionario. El hombre temió disgustar a su esposa, por lo que las cosas quedaron igual. Nuestra Señora, por fin, se le volvió a aparecer y le dijo que, para que su pintura saliera de esa casa, él tendría que irse primero. De repente el hombre se puso gravemente enfermo y en pocos días murió. La esposa estaba muy apegada a la pintura y trató de convencerse a sí misma de que estaría más protegida en su propia casa. Así, día a día, fue aplazando el deshacerse de la imagen. Un día, su hijita de seis años vino hacia ella apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura. La Señora le había dicho que le dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia; y, que si no, todos los de la casa morirían. 

La mamá de la niñita estaba espantada y prometió obedecer a la Señora. Una amiga, que vivía cerca, oyó lo de la aparición. Fue entonces a ver a la señora y ridiculizó todo lo ocurrido. Trató de persuadir a su amiga de que se quedara con el cuadro, diciéndole que si fuera ella, no haría caso de sueños y visiones. Apenas había terminado de hablar, cuando comenzó a sentir unos dolores tan terribles, que creyó que se iba a morir. Llena de dolor, comenzó a invocar a Nuestra Señora para que la perdonara y la ayudara. La Virgen escuchó su oración. La vecina tocó la pintura, con corazón contrito, y fue sanada instantáneamente. Entonces procedió a suplicarle a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas. 

Accede la viuda a entregar la pintura 

Se encontraba la viuda preguntándose en qué iglesia debería poner la pintura, cuando el cielo mismo le respondió. Volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que le dijera a su madre que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la basílica de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. Esa iglesia era la de S. Mateo, el Apóstol. 

La señora se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los encargados de la iglesia. Ella le informó acerca de todas las circunstancias relacionadas con el cuadro. La pintura fue llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. En el camino de la residencia de la viuda hacia la iglesia, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colgaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amado y venerado por todos los de Roma como una pintura verdaderamente milagrosa, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias. 

En 1798, Napoleón y su ejército francés tomaron la ciudad de Roma. Sus atropellos fueron incontables y su soberbia, satánica. Exilió al Papa Pío VII y, con el pretexto de fortalecer las defensas de Roma, destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, la cual quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, había logrado llevarse secretamente el cuadro. 

Cuando el Papa, que había sido prisionero de Napoleón, regresó a Roma, le dio a los agustinos el monasterio de S. Eusebio y después la casa y la iglesia de Sta. María en Posterula. Una pintura famosa de Nuestra Señora de la Gracia estaba ya colocada en dicha iglesia por lo que la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue puesta en la capilla privada de los Padres Agustinos, en Posterula. Allí permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada. 

Hallazgo de un sacerdote Redentorista 

Mientras tanto, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas, estableció su sede principal en Roma donde construyeron un monasterio y la iglesia de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. 

Un día decidió contarle a sus hermanos sacerdotes sobre sus investigaciones: La iglesia actual de San Alfonso estaba construida sobre las ruinas de la de San Mateo en la que, durante siglos, había sido venerada, públicamente, una pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Entre los que escuchaban, se encontraba el Padre Michael Marchi, el cual se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los Agustinos de Posterula cuando era niño. Ahí en la capilla, había visto la pintura milagrosa. Un viejo hermano lego que había vivido en San Mateo, y a quien había visitado a menudo, le había contado muchas veces relatos acerca de los milagros de Nuestra Señora y solía añadir: "Ten presente, Michael, que Nuestra Señora de San Mateo es la de la capilla privada. No lo olvides". El Padre Michael les relató todo lo que había oído de aquel hermano lego. 

Por medio de este incidente los Redentoristas supieron de la existencia de la pintura, no obstante, ignoraban su historia y el deseo expreso de la Virgen de ser honrada públicamente en la iglesia. 

Ese mismo año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la historia de la pintura y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya fuera venerada entre la Iglesia de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. El santo Jesuita había lamentado el hecho de que el cuadro, que había sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la pintura, le informaran dueño lo que deseaba la Virgen. 

Los Padres Redentoristas soñaban con ver que el milagroso cuadro fuera nuevamente expuesto a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General para que tratara de conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Santo Padre, el Papa Pío IX. Le narró la historia de la milagrosa imagen y sometió su petición. 

El Santo Padre escuchó con atención. Él amaba dulcemente a la Santísima Virgen y le alegraba que fuera honrada. Sacó su pluma y escribió su deseo de que el cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia entre Sta. María la Mayor y S. Juan de Letrán. También encargó a los Redentoristas de que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes. 

Aparece y se venera, por fin, el cuadro de Nuestra Señora 

Ninguno de los Agustinos de ese tiempo había conocido la Iglesia de San Mateo. Una vez que supieron la historia y el deseo del Santo Padre, gustosos complacieron a Nuestra Señora. Habían sido sus custodios y ahora se la devolverían al mundo bajo la tutela de otros custodios. Todo había sido planeado por la Divina Providencia en una forma verdaderamente extraordinaria. 

A petición del Santo Padre, los Redentoristas obsequiaron a los Agustinos una linda pintura que serviría para reemplazar a la milagrosa. 

La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevado en procesión solemne a lo largo de las vistosas y alegres calles de Roma antes de ser colocado sobre el altar, construido especialmente para su veneración en la Iglesia de San Alfonso. La dicha del pueblo romano era evidente. El entusiasmo de las veinte mil personas que se agolparon en las calles llenas de flores para la procesión dio testimonio de la profunda devoción hacia la Madre de Dios 

A toda hora del día, se podía ver un número de personas de toda clase delante de la pintura, implorándole a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que escuchara sus oraciones y que les alcanzara misericordia. Se reportaron diariamente muchos milagros y gracias. 

Hoy en día, la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha difundido por todo el mundo. Se han construido iglesias y santuarios en su honor, y se han establecido archicofradías. Su retrato es conocido y amado en todas partes. 

Patrona de Haití 

Teniendo esta advocación mariana como patrona de su congregación, los Padres Redentoristas la llevaron a sus misiones en Haití. Allí se le edificó un santuario en Béle-Aire, cerca de Puerto Príncipe. 

En 1883 una terrible epidemia de viruela azotaba el país. Los devotos acudieron a la Virgen del Perpetuo Socorro y le hicieron una novena. La epidemia cesó milagrosamente y se decidió nombrarla patrona del país. 

En 1993 se celebró con gran regocijo el centenario del milagro y del nombramiento de la Virgen como patrona. El Papa Juan Pablo II visitó Haití para esta celebración y puso al país bajo el amparo de la Virgen del Perpetuo Socorro. 


Los Haitianos también tienen gran devoción a la Virgen de la Asunción. 

Signos de la imagen de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro 
(conocida en el Oriente bizantino como el icono de la Madre de Dios de la Pasión) 

Aunque su origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el decimotercero o decimocuarto siglo. El icono parece ser copia de una famosa pintura de Nuestra Señora que fuera, según la tradición, pintada por el mismo San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una pintura milagrosa pero fue destruida en 1453 por los Turcos cuando capturaron la ciudad. 

Fue pintado en un estilo plano característico de iconos y tiene una calidad primitiva. Todas las letras son griegas. Las iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la “Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC” significan “Jesucristo”. Las letras griegas en la aureola del Niño: owu significan “El que es”, mientras las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto. 

Las letras más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como “San Miguel Arcángel”; el arcángel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como “San Gabriel Arcángel”, sostiene la cruz y los clavos. Nótese que los ángeles no tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con el paño que los cubre. 

Cuando este retrato fue pintado, no era común pintar aureolas. Por esta razón el artista redondeó la cabeza y el velo de la Madre para indicar su santidad. Las halos y coronas doradas fueron añadidas mucho después. El fondo dorado, símbolo de la luz eterna da realce a los colores más bien vivos de las vestiduras. Para la Virgen el maforion (velo-manto) es de color púrpura, signo de la divinidad a la que ella se ha unido excepcionalmente, mientras que el traje es azul, indicación de su humanidad. En este retrato la Madona está fuera de proporción con el tamaño de su Hijo porque es -María- a quien el artista quiso enfatizar. 

Los encantos del retrato son muchos, desde la ingenuidad del artista, quien quiso asegurarse que la identidad de cada uno de los sujetos se conociera, hasta la sandalia que cuelga del pie del Niño. El Niño divino, siempre con esa expresión de madurez que conviene a un Dios eterno en su pequeño rostro, está vestido como solían hacerlo en la antigüedad los nobles y filósofos: túnica ceñida por un cinturón y manto echado al hombro. El pequeño Jesús tiene en el rostro una expresión de temor y con las dos manitas aprieta la derecha de su Madre, que mira ante sí con actitud recogida y pensativa, como si estuviera recordando en su corazón la dolorosa profecía que le hiciera Simeón, el misterioso plan de la redención, cuyo siervo sufriente ya había presentado Isaías. 

En su doble denominación, esta bella imagen de la Virgen nos recuerda el centralismo salvífico de la pasión de Cristo y de María y al mismo tiempo la socorredora bondad de la Madre de Dios y nuestra. 

lunes, 27 de enero de 2014

ORACIÓN A LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO


ORACIÓN A LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido. Amén.

viernes, 22 de noviembre de 2013

IMÁGENES DE LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO




















OJOS DE MADRE


Ojos de Madre
(Anécdota Misionera)
Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 


A la vista está, el Icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es una síntesis preciosa del Misterio de la Redención. Unos, la llaman Odigitría; por aquello de ser la que nos lleva a Cristo, la que nos indica el camino. Otros, la llaman Eleusa, por esa infinita ternura que tiene e irradia. Y todos, Perpetuo Socorro. Yo, prefiero llamarla Madre. Simplemente. Es que, la Santísima Virgen María es, ante todo, Madre. 

En el Icono del Perpetuo Socorro sobresale, sobre todo, este aspecto fundamental en María: ser Madre. Y el pueblo cristiano ha buscado siempre en ella, primordialmente, su cualidad de Madre. 

Asociada a Cristo en la Redención, el pueblo cristiano la venera y la eleva a la categoría que el mismo Dios le ha dado: ser una Reina. La Reina de cielos y tierra. Y, efectivamente, así aparece en el Icono: majestuosa y maternal. Su mirada es dulce; y al mismo tiempo, trasluce un deje de tristeza. Es la Theotókos, la Madre de Dios como la definió el Concilio de Éfeso el año 431. Espléndida de majestad. Rica de simbología, por ejemplo en sus vestimentas. Es ropa de Reina, Madre y Soberana. Los colores azul, verde y rojo, nos remiten a las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor. 

María del Perpetuo Socorro es la Virgen gloriosa y glorificada. Lleva aureola de honor. Y una estrella en la frente, dándonos a entender que nos va guiando, como antaño la estrella polar a los navegantes, a buen puerto. Y en todo su porte, al seguridad firme de la Madre.

Cuántas anécdotas se podrían contar en referencia a María del Perpetuo Socorro. Me referiré a una en concreto.

Una tarde de tantas, entré a rezar al Santuario que lleva su nombre, y que los misioneros Redentoristas regentan en Torreón, Coahuila, al norte de México. Hermoso santuario. A todas horas del día se ve gente rezando. Según entraba, se me acerca una señora, bastante joven. Vi que quería hablarme. Me detuve. Sin más, me dice:

—Yo no soy católica. Mire, soy protestante.
—Bien, ¿y en qué puedo servirle?
—Pues..., resulta que tengo dos niños estudiando en ese colegio que está ahí cerquita, ahí no más. El otro día, al regresar de dejarlos en el colegio, se me ocurrió entrar en el santuario, donde nunca había entrado. Me llamó la atención ese hermoso cuadro.

Efectivamente, en el altar hay un cuadro grande y hermoso pintado al óleo que ocupa gran parte del retablo.

—¡Qué hermoso cuadro! Pero lo que me fascinó de verdad fueron los ojos de la Virgen. ¡Yo no sé qué tienen esos ojos! Me quedé mirándolos. Me llené de paz. Mucha paz. Ahora, todos los días, cuando regreso de dejar a mis niños en el colegio, entro, me quedo mirándolos un ratito y me voy llena de paz. ¡Yo no sé qué tienen esos ojos!

En mi vida de misionero he tenido varias y muy emotivas experiencias con protestantes. Pero esta sencilla conversación con aquella mujer, joven madre, me llegó muy dentro del alma. La había escuchado atentamente. Le respondí:

—¿De modo que usted no sabe qué tienen esos ojos...? Yo sí sé qué es lo que tienen. ¡Tienen que son los ojos de la Madre! ¡Por eso tienen y dan tanta paz!

Aquella joven mujer, a fin de cuentas madre también, comprendió perfectamente mi respuesta. Su rostro se iluminó con una amplia y dulce sonrisa. Expresó un muy mexicano ¡gracias! Y se fue.

Sin duda necesitaba comunicar a alguien sus sentimientos, su gozo y su alegría.

Yo me volví hacia el Icono de la Virgen y le dije: ¡Madre del Perpetuo Socorro!: ¡gracias! ¡Sigue bendiciéndonos a todos! ¡Ruega por nosotros!


jueves, 17 de octubre de 2013

SIGNIFICADO DE LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


Significado de la imagen
Nuestra Señora del Perpétuo Socorro

El icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma.
El icono de la Virgen, pintado sobre madera, de 21 por 17 pulgadas, muestra a la Madre con el Niño Jesús. El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. El cuadro nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen cuida de todos sus hijos que a ella acuden con plena confianza.


Examina el cuadro. Atemorizado por la visión de dos ángeles que le muestran los instrumentos de la Pasión, el Niño Jesús ha corrido hacia su Madre, perdiendo casi una de sus pequeñas sandalias en su precipitada huida. María lo sostiene en sus brazos de manera protectora y amorosa. Pero presta atención a sus ojos. Su mirada esta fija no en Jesús sino en nosotros. ¿No es este detalle un toque de genialidad? ¿Qué mejor manera de expresar el interés de Nuestra Señora en nuestras vidas y crecimiento espiritual?

Las pequeñas manos de Jesús también están sujetas a las de María como una forma de recordarnos a nosotros que, así como en la tierra él se puso enteramente en su manos buscando protección, así ahora en el cielo él nos confía a cada uno de nosotros en sus tiernos y amorosos cuidados.

Este es el mensaje principal del cuadro, un icono bizantino, que no obstante, esta repleto de otros símbolos. He aquí algunos de ellos:
1. Iniciales en griego para "Madre de Dios"

2. Corona. Fue añadida al cuadro original por orden de la Santa Sede en 1867. Es un tributo a los muchos milagros obrados por Nuestra Señora bajo la advocación del "Perpetuo Socorro".
3. Estrella en el velo de la Virgen. Ella es la Estrella del Mar… que trajo la luz de la luz al mundo en tinieblas… la estrella que nos conduce al puerto seguro del Cielo.
4. Inicial griega para "San Miguel, el arcángel". Sostiene la lanza y la esponja de la Pasión de Cristo.
5. Inicial griega para "San Gabriel, el arcángel". Sostiene la cruz y los clavos.
6. La boca de María. Es pequeña para significar un recogimiento silencioso. Ella habla poco.
7. Los ojos de María. Son grandes para todos nuestros problemas. Están vueltos siempre hacia nosotros.
8. Túnica roja. Los colores que llevaban la vírgenes en los tiempos de Cristo.
9. Iniciales griegas para "Jesucristo".
10. Las manos de Cristo. Con las palmas boca abajo y dentro de las de su madre, indican que las gracias de la redención están bajo su custodia.
11. Fondo amarillo. Es el símbolo del cielo, donde Jesús y María están ahora entronizados. El amarillo también brilla a través de sus ropas, mostrando así la felicidad celestial que puede traer a los cansados corazones humanos.
12. Manto azul oscuro. Es el color que usaban la madres en Palestina. María es las dos cosas a la vez: virgen y Madre.
13. Mano izquierda de María. Sostiene de manera posesiva a Cristo. Ella es su madre. Es una mano consoladora para todo el que acuda a ella.
14. Sandalia caída. ¿Ha casi perdido Jesús su sandalia corriendo hacia María en busca de consuelo ante el pensamiento de su Pasión?

jueves, 27 de junio de 2013

INVOCACIONES A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


INVOCACIONES A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

A cada invocación se responde: "Madre de amor, ven en mi socorro"

* Madre del Perpetuo Socorro, cuyo solo nombre inspira confianza: R/. 

* En el momento difícil de la prueba, para ser fuerte. R/.

* Cuando haya tenido la desgracia de caer, para que vuelva a levantarme. R/.

* Frente a la mentira y a la injusticia, frente al afán de poseer para mantenerme libre. R/.

* Si se oscurece mi fe, decae mi esperanza y me enfrío en el amor. R/.

* Al participar en los sacramentos y en el servicio a Dios y a los hermanos. R/.

* En todos los acontecimientos y ocupaciones de la vida. R/.

* Para estar atento a la Palabra de Dios y responder a sus dones. R/.

* Para conseguir con mi ejemplo que los demás te invoquen y te amen. R/.

* Madre mía, para ser fiel a Cristo, hasta llegar a la gloria del Padre. R/.

SIGNIFICADO DE LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


SIGNIFICADO DE LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

Examina el cuadro de la derecha. Atemorizado por la visión de dos ángeles que le muestran los instrumentos de la Pasión, el Niño Jesús ha corrido hacia su Madre, perdiendo casi una de sus pequeñas sandalias en su precipitada huida. María lo sostiene en sus brazos de manera protectora y amorosa. Pero presta atención a sus ojos. Su mirada esta fija no en Jesús sino en nosotros. ¿No es este detalle un toque de genialidad? ¿Qué mejor manera de expresar el interés de Nuestra Señora en nuestras vidas y crecimiento espiritual?

Las pequeñas manos de Jesús también están sujetas a las de María como una forma de recordarnos a nosotros que, así como en la tierra él se puso enteramente en su manos buscando protección, así ahora en el cielo él nos confía a cada uno de nosotros en sus tiernos y amorosos cuidados.

Este es el mensaje principal del cuadro, un icono bizantino, que no obstante, esta repleto de otros símbolos. He aquí algunos de ellos:

1. Iniciales en griego para "Madre de Dios"

2. Corona. Fue añadida al cuadro original por orden de la Santa Sede en 1867. Es un tributo a los muchos milagros obrados por Nuestra Señora bajo la advocación del "Perpetuo Socorro".

3. Estrella en el velo de la Virgen. Ella es la Estrella del Mar… que trajo la luz de la luz al mundo en tinieblas… la estrella que nos conduce al puerto seguro del Cielo.

4. Inicial griega para "San Miguel, el arcángel". Sostiene la lanza y la esponja de la Pasión de Cristo.

5. Inicial griega para "San Gabriel, el arcángel". Sostiene la cruz y los clavos.

6. La boca de María. Es pequeña para significar un recogimiento silencioso. Ella habla poco.

7. Los ojos de María. Son grandes para todos nuestros problemas. Están vueltos siempre hacia nosotros.

8. Túnica roja. Los colores que llevaban la vírgenes en los tiempos de Cristo.

9. Iniciales griegas para "Jesucristo".

10. Las manos de Cristo. Con las palmas boca abajo y dentro de las de su madre, indican que las gracias de la redención están bajo su custodia.

11. Fondo amarillo. Es el símbolo del cielo, donde Jesús y María están ahora entronizados. El amarillo también brilla a través de sus ropas, mostrando así la felicidad celestial que puede traer a los cansados corazones humanos.

12. Manto azul oscuro. Es el color que usaban la madres en Palestina. María es las dos cosas a la vez: virgen y Madre.

13. Mano izquierda de María. Sostiene de manera posesiva a Cristo. Ella es su madre. Es una mano consoladora para todo el que acuda a ella.

14. Sandalia caída. ¿Ha casi perdido Jesús su sandalia corriendo hacia María en busca de consuelo ante el pensamiento de su Pasión?

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