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miércoles, 9 de diciembre de 2015

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE


ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE



Virgen de Guadalupe, Madre de América. Tiende tu protección sobre todas las naciones del Continente y renueva su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Suscita propósitos de equidad y rectitud en sus gobernantes. Protege a los hermanos de Juan Diego para que no sufran discriminación. Cuida a los niños. Guarda la unidad de las familias... Que desde esta tu Imagen manifiestes siempre tu clemencia, tu compasión y tu amparo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

viernes, 4 de diciembre de 2015

NOVENA A LA VIRGEN DE GUADALUPE, DEL 3 AL 11 DE DICIEMBRE - ORACIONES PARA CADA DÍA



Novena a la Virgen de Guadalupe 


Oraciones de cada día. Del 3 al 11 de diciembre



Por: Corazones.org | Fuente: Corazones.org 






Puesto de rodillas delante de María Santísima, hecha la Señal de la Cruz, se dice el siguiente:



Acto de Contrición

"Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Propongo enmendarme y confesarme a su tiempo y ofrezco cuanto hiciere en satisfacción de mis pecados, y confío por vuestra bondad y misericordia infinita, que me perdonaréis y me daréis gracia para nunca más pecar. Así lo espero por intercesión de mi Madre, nuestra Señora la Virgen de Guadalupe. Amén. "

Hágase la petición: …

Récese cuatro Salves en memoria de las cuatro apariciones y luego se reza la oración de cada día.


Primer Día (3 de diciembre)

"¡Oh Santísima Señora de Guadalupe! Esa corona con que ciñes tus sagradas sienes publica que eres Reina del Universo. Lo eres, Señora, pues como Hija, como Madre y como Esposa del Altísimo tienes absoluto poder y justísimo derecho sobre todas las criaturas.
Siendo esto así, yo también soy tuyo; también pertenezco a ti por mil títulos; pero no me contento con ser tuyo por tan alta jurisdicción que tienes sobre todos; quiero ser tuyo por otro título más, esto es, por elección de mi voluntad.
Ved que, aquí postrado delante del trono de tu Majestad, te elijo por mi Reina y mi Señora, y con este motivo quiero doblar el señorío y dominio que tienes sobre mí; quiero depender de ti y quiero que los designios que tiene de mí la Providencia divina, pasen por tus manos. Dispón de mí como te agrade; los sucesos y lances de mi vida quiero que todos corran por tu cuenta. Confío en tu benignidad, que todos se enderezarán al bien de mi alma y honra y gloria de aquel Señor que tanto complace al mundo. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.


Segundo Día (4 de diciembre)

¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué bien se conoce que eres Abogada nuestra en el tribunal de Dios, pues esas hermosísimas manos que jamás dejan de beneficiarnos las juntas ante el pecho en ademán de quien suplica y ruega, dándonos con esto a ver que desde el trono de gloria como Reina de los Ángeles y hombres haces también oficio de abogada, rogando y procurando a favor nuestro.
¿Con qué afectos de reconocimiento y gratitud podré pagar tanta fineza? Siendo que no hay en todo mi corazón suficiente caudal para pagarlo.
A ti recurro para que me enriquezcas con los dones preciosos de una caridad ardiente y fervorosa, de una humildad profunda y de una obediencia pronta al Señor.
Esfuerza tus súplicas, multiplica tus ruegos, y no ceses de pedir al Todopoderoso me haga suyo y me conceda ir a darte las gracias por el feliz éxito de tu intermediación en la gloria. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.


Tercer Día (5 de diciembre)

¡Oh Santísima Virgen María de Guadalupe! ¡Qué puedo creer al verte cercada de los rayos del sol, sino que estás íntimamente unida al Sol de la Divinidad, que no hay en tu casa ninguna cosa que no sea luz, que no sea gracia y que no sea santidad!
¡Qué puedo creer sino que estás anegada en el piélago de las divinas perfecciones y atributos, y que Dios te tiene siempre en su Corazón! Sea para bien, Señora, tan alta felicidad.
Yo, entre tanto, arrebatado del gozo que ello me causa, me presento delante del trono de tu soberanía, suplicándote te dignes enviar uno de tus ardientes rayos hacia mi corazón: ilumina con su luz mi entendimiento; enciende con su luz mi voluntad; haz que acabe yo de persuadirme de que vivo engañado todo el tiempo que no empleo en amarte ti y en amar a mi Dios: haz que acabe de persuadirme que me engaño miserablemente cuando amo alguna cosa que no sea mi Dios y cuando no te amo a Ti por Dios. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.


Cuarto Día (6 de diciembre)

¡Oh Santísima María de Guadalupe! Si un ángel del cielo tiene por honra tan grande suya estar a tus pies y que en prueba de su gozo abre los brazos y extiende las alas para formar con ellas repisa a tu Majestad, ¿qué deberé yo hacer para manifestar mi veneración a tu persona, no ya la cabeza, ni los brazos, sino mi corazón y mi alma para santificándola con tus divinas plantas se haga trono digno de tu soberanía?
Dígnate, Señora, de admitir este obsequio; no lo desprecies por indigno a tu soberanía, pues el mérito que le falta por mi miseria y pobreza lo recompenso con la buena voluntad y deseo
Entra a registrar mi corazón y verás que no lo mueven otras alas sino las del deseo de ser tuyo y el temor de ofender a tu Hijo divinísimo. Forma trono de mi corazón, y ya no se envilecerá dándole entrada a la culpa y haciéndose esclavo del demonio. Haz que no vivan en él sino Jesús y María. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.


Quinto Día (7 de diciembre)

¿Qué correspondía a quien es un cielo por su hermosura, sino uno lleno de estrellas? ¿Con qué podía adornarse una belleza toda celestial, sino con los brillos de unas virtudes tan lúcidas y tan resplandecientes como las tuyas?
Bendita mil veces la mano de aquel Dios que supo unir en ti hermosura tan peregrina con pureza tan realzada, y gala tan brillante y rica con humildad tan apacible. Yo quedo, Señora, absorto de hermosura tan amable, y quisiera que mis ojos se fijaran siempre en ti para que mi corazón no se dejara arrastrar en otro afecto que no sea el amor tuyo.
No podré lograr este deseo si esos resplandecientes astros con que estás adornada no infunden una ardiente y fervorosa caridad, para que ame de todo corazón y con todas mis fuerzas a mi Dios, y después de mi Dios a Ti, como objeto digno de que lo amemos todos. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.


Sexto Día (8 de diciembre)

¡Oh Santísima Virgen María de Guadalupe! ¡Qué bien dice a tu soberanía ese tapete que la luna forma a tus sagradas plantas! Hollaste con invicta planta las vanidades del mundo, y quedando superior a todo lo creado jamás padeciste el menguante de la más ligera imperfección: antes de tu primer instante estuviste llena de gracia.
Miserable de mí, Señora, que no sabiéndome mantener en los propósitos que hago, no tengo estabilidad en la virtud y sólo soy constante en mis viciosas costumbres.
Duélete de mí, Madre amorosa y tierna; ya que soy como la luna en mi inconstancia, sea como la luna que está a tus pies, esto es, firme siempre en tu devoción y amor, para no padecer los menguantes de la culpa. Haz que esté yo siempre a tus plantas por el amor y la devoción, y ya no temeré los menguantes del pecado sino que procuraré darme de lleno a mis obligaciones, detestando de corazón todo lo que es ofensa de mi Dios. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.


Séptimo Día (9 de diciembre)

¡Oh Santísima Virgen María de Guadalupe! Nada, nada veo en perfecciones de que te dotó el Señor a tu alma inocentísima. Ese lienzo grosero y despreciable; ese pobre pero feliz ayate en que se ve estampada tu singular belleza, dan claro a conocer la profundísima humildad que le sirvió de cabeza y fundamento a tu asombrosa santidad.
No te desdeñaste de tomar la pobre tilma de Juan Diego, para que en ella estampase tu rostro, que es encanto de los ángeles, maravilla de los hombres y admiración de todo el universo. Pues, ¿cómo no he de esperar yo de tu benignidad, que la miseria y pobreza de mi alma no sean embarazo para que estampes en ella tu imagen graciosísima?
Yo te ofrezco las telas de mi corazón. Tómalo, Señora, en tus manos y no lo dejes jamás, pues mi deseo es que no se emplee en otra cosa que en amarte y amar a Dios. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.


Octavo Día (10 de diciembre)

¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué misteriosa y qué acertada estuvo la mano del Artífice Supremo, bordando tu vestido con esa orla de oro finísimo que le sirve de guarnición! Aludió sin duda a aquel finísimo oro de la caridad y del amor de Dios con que fueron enriquecidas tus acciones. Y ¿quién duda, Señora, que esa tu encendida caridad y amor de Dios estuvo siempre acompañada del amor al prójimo y que no, por verte triunfante en la patria celestial, te has olvidado de nosotros?
Abre el seno de tus piedades a quien es tan miserable; dale la mano a quien caído te invoca para levantarse; tráete la gloria de haber encontrado en mí una misericordia proporcionada, más que todas, a tu compasión y misericordia. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.


Noveno Día (11 de diciembre)

¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¿Qué cosa habrá imposible para ti, cuando multiplicando los prodigios, ni la tosquedad ni la grosería del ayate le sirven de embarazo para formar tan primoroso tu retrato, ni la voracidad del tiempo en más de cuatro siglos ha sido capaz de destrozarle ni borrarle?
¡Qué motivo tan fuerte es este para alentar mi confianza y suplicarte que abriendo el seno de tus piedades, acordándote del amplio poder que te dio la Divina Omnipotencia del Señor, para favorecer a los mortales, te dignes estampar en mi alma la imagen del Altísimo que han borrado mis culpas!
No embarco a tu piedad la grosería de mis perversas costumbres, dígnate sólo mirarme, y ya con esto alentaré mis esperanzas; porque yo no puedo creer que si me miras no se conmuevan tus entrañas sobre el miserable de mí. Mi única esperanza, después de Jesús, eres tú, Sagrada Virgen María. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.


martes, 17 de noviembre de 2015

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE



Dios de poder y de misericordia, bendeciste las Américas en el Tepeyac con la presencia de la Virgen María de Guadalupe. Que su intercesión ayude a todos, hombres y mujeres, a aceptarse entre sí como hermanos y hermanas.

Por tu justicia, presente en nuestros corazones, reine la paz en el mundo. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

sábado, 29 de agosto de 2015

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE


ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE

Santa María de Guadalupe, Mística Rosa, intercede por la Iglesia, protege al Soberano Pontífice, oye a todos los que te invocan en sus necesidades. Así como pudiste aparecer en el Tepeyac y decirnos: "Soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios", alcánzanos de tu Divino Hijo la conservación de la Fe. Tu eres nuestra dulce esperanza en las amarguras de esta vida. Danos un amor ardiente y la gracia de la perseverancia final. Amén.

martes, 21 de julio de 2015

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE



ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE 


Virgen Santísima de Guadalupe, Madre de Dios, Señora y Madre nuestra. Venos aquí postrados ante tu santa imagen, que nos dejaste estampada en la tilma de Juan Diego, como prenda de amor, bondad y misericordia. Aún siguen resonando las palabras que dijiste a Juan con inefable ternura: "Hijo mío queridísimo, Juan a quien amo como a un pequeñito y delicado," cuando radiante de hermosura te presentaste ante su vista en el cerro del Tepeyac.

Haz que merezcamos oír en el fondo del alma esas mismas palabras. Sí, eres nuestra Madre; la Madre de Dios es nuestra Madre, la mas tierna, la mas compasiva. Y para ser nuestra Madre y cobijarnos bajo el manto de tu protección te quedaste en tu imagen de Guadalupe.

Virgen Santísima de Guadalupe, muestra que eres nuestra Madre. Defiéndenos en las tentaciones, consuélanos en las tristezas, y ayúdanos en todas nuestras necesidades. En los peligros, en las enfermedades, en las persecuciones, en las amarguras, en los abandonos, en la hora de nuestra muerte, míranos con ojos compasivos y no te separes jamás de nosotros.

lunes, 1 de diciembre de 2014

DOZAVARIO A NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE - DEL 1 AL 11 DE DICIEMBRE


Dozavario a Nuestra Señora de Guadalupe

Devocionario. Novenas
Preparación a su fiesta del día 12 de diciembre. 



Por: María Modelo Nuestro | Fuente: www.virgendeguadalupe.org.mx

Para estos doce días de oración, los obispos de la Conferencia Episcopal Mexicana proponen la siguiente oración
Oración por la paz
Señor Jesús, tu  eres nuestra paz,
mira nuestra Patria dañada por la violencia
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.
Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan
que somos hermanos
y provocan sufrimiento y muerte.
Dales el don de la conversión.
Protege a las familias,
a nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos,
ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz,
para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna.
Amén.

1 de diciembre. Mujer de fe ante el proyecto de Dios: Anunciación
Introducción

Vamos, hermanos, a los pies de la Santísima Virgen de Guadalupe, a iniciar el dozavario de preparación a su fiesta del día 12 de este mes, y siempre la Basílica intenta aprovechar esta ocasión para brindarnos alguna enseñanza, alguna motivación sobre lo que debe representar para nosotros, en nuestro cotidiano vivir, nuestra Madre Santísima.

María ejemplo nuestro

Este año nos fijaremos en algo que quizá no tomamos muy en cuenta: en Ella como Santa, que es lo mismo que decir en Ella como ejemplo. O sea: fijémonos que la palabra "santo" nos suena como algo diferente, lejano y superior a nosotros mismos... ¡Los santos son superiores! ¡Los santos están muy por encima de nuestra humana miseria! ¡Los santos son muy virtuosos..! ¡Yo no soy santo. No puedo, porque soy pecador..! Pero esto es erróneo, esto no es así: Todos los bautizados somos santos. Podremos ser pésimos santos, oprobio de santos, pero no podemos no serlo, porque "santo" significa "marcado", "señalado", y todos llevamos el sello de Jesucristo, porque "hemos sido bautizados, hechos santos, rehabilitados por la acción del Señor, Jesús el Salvador, y mediante el Espíritu de nuestro Dios" (1 Cor. 6, 11).

María es "santísima", así la llamamos con todo derecho y con todo amor; por lo tanto, debiéramos ver en Ella al ejemplo máximo de nuestra condición de cristianos. Ahora bien, todo "santo" lo más elemental que debe tener para poder ser nuestro ejemplo es que sea imitable, que sea como nosotros. No podemos imitar a quien sea incompatible, diferente, ajeno, sino a quien es como nosotros, uno de nosotros, de manera, si de veras nuestra Madre es "Santísima", es lo mismo que decir que es imitabilísima, lo cual -por lo demás- es lo típico de toda madre, que sus hijos puedan aprender de ella. En estos once días antes de su fiesta, trataremos un poco de ver en qué y por qué podemos y debemos decir que es nuestro modelo, que es nuestro ejemplo.

Y la verdad es que Ella tuvo dificultades como las nuestras. Es más: mucho peores que las nuestras. Problemas, angustias, frustraciones como las nuestras... y su mérito estuvo en que las enfrentó y resolvió en forma diferente a como suele ser la nuestra, porque fue heróicamente entregada a Dios. Desde luego que la principal ayuda que puede ofrecernos, -y con la que más nos consuela saber que contaremos siempre- es su intercesión ante su Hijo, pero en lo que más debiéramos fijarnos es en su ejemplo, que nos está diciendo: "Yo que tuve tus problemas, yo que viví lo que tú vives, yo que conocí por experiencia propia tu situación, te pido que seas imitador mío, como yo lo soy de Dios, como yo lo soy de mi Hijo" (Cfr. 1 Cor. 4, 16; Fil. 3, 17; Ef. 5, 1). Hoy no contamos con tiempo para extendernos sobre esto; simplemente introduzcámoslo y pensemos quién fue María bajo el punto de vista en que quizá menos la consideramos, pero en el que más nos atañe y nos importa, es decir: en Ella en cuanto humana, en cuanto alguien como todos nosotros.


Un matrimonio ejemplar

Fue alguien que nació como todos nacemos, con la sola diferencia de no tener pecado original, cosa que no es ninguna ventaja, sino por el contrario: una carga más pesada todavía que las nuestras, por ser inmaculada en medio de pecadores. Crece como todas las muchachas de su pueblo y de su tiempo, y -aparentemente- tiene el mismo destino y anhelo de cualquier muchacha de entonces: casarse, tener muchos hijos, esperar con todo el ímpetu de su corazón poder ser instrumento de Dios para bien de sus hermanos y, sobre todo, para que llegase el Mesías a la tierra. Todo, hasta donde podemos ver, es normal para Ella, hasta que Dios, que la había preparado desde su concepción, de improviso interviene pidiéndole un cambio drástico y total en todo su plan de vida:
Ella ya está casada. La ceremonia judía del matrimonio tenía varias etapas, la final era llevar a la esposa a la casa del esposo para iniciar la convivencia, pero el compromiso quedaba hecho antes. María y José, aunque aún no convivieran, eran ya legalmente esposos, y debemos suponerlos dos chicos sanos y normales, aunque nada comunes y corrientes, pues María era la mujer más femenina, más perfecta en su feminidad que ha pisado la tierra, ya que al no tener pecado todas sus cualidades de mujer estaban completas e intactas. Jamás ha habido otra mujer tan acabadamente femenina, tan acabadamente mujer como ella, salvo quizá Eva en un principio, antes de su pecado. De José, sin que sepanos gran cosa, lo sabemos todo, porque nos basta saber que Ella lo amó y, sobre todo, porque tenemos su obra: la educación de Jesús, y no ha habido jamás varón más acabadamente hombre que Jesús, por lo que debemos suponer en José el dechado de cualidades que lo hicieron el novio más amante y el esposo más perfecto de la tierra, por lo que no podemos dejar de pensar en esos dos jóvenes, María y José, como la pareja más bella, más ideal, de la historia.


¿Cómo puede ser esto?

Viven, los dos, en un pueblo pequeño, perdido allá en Galilea y todo parece que su vida será la de una normalísima felicidad conyugal, cuando, de repente, Dios interviene en forma tan maravillosa cuanto desquiciantemente costosa, pidiéndole a María nada menos que acepte ser madre de un hijo que no será de José, sino directamente suyo, de Dios. Esto, siendo sublime, siendo excelso, siendo divino, es martirizantemente dramático para una mujer totalmente enamorada de su esposo. No le cabe pensar que sea pecado, puesto que lo pide Dios, pero sí que implicará renunciar a cuanto Ella más ama, a todo su plan de vida. Además, por ser totalmente clara su inteligencia libre de pecado, advierte que ese hijo va a ser Dios: "El Espíritu te cubrirá con su sombra... quien va a nacer de tí será llamado Hijo de Dios" (Luc. 1, 35). Ella, siendo judía, capta de inmediato que, de aceptar, la relación de Dios y de la Humanidad, de la que Ella es parte, cambiará radicalmente y para siempre. Para el judió Dios era "el Altísimo" (Cfr. Deut. 32, 8, et passim), "el Señor de los Ejércitos" (1 Rey. 25, 2, et passim), alguien tan grande que ni siquiera se podía pronunciar su nombre... Que ese Dios, pues, le pida hacerse su hijo, su hijo biológico, que Ella deba gestar a Dios, amamantar a Dios, cambiarle los pañales a Dios no puede ser más bello, pero, al mismo tiempo, no podía ser más contrario a lo que Ella siempre había aceptado y amado como su religión.

Contesta, pues, no de inmediato con un sí, sino con un prudente reparo: "¿Cómo puede ser esto?" (Luc. 1, 34). Cuando el ángel le reafirma que es voluntad de Dios, Ella nos da un conmovedor ejemplo de como deberíamos siempre contestar a toda solicitud divina. Su respuesta es: Si Dios quiere eso, yo nada más tengo que decir. "Soy la esclava del Señor. Hágase en mí lo que tú dices". (Luc. 1, 38). Ella bien hubiera tenido todo el derecho de objetar: "¡No! ¡Yo no puedo aceptar eso! ¡No me parece justo! ¡Va contra el amor a mi esposo! ¡Va contra la tradición de mi pueblo! ¡Va contra toda la educación que he recibido de mis padres; contra toda la forma como se me ha enseñado que Dios quiere ser honrado y venerado!" Sin embargo, emitió un sí, un sí prudente, pues primero preguntó y aclaró, pero un sí pleno e incondicional.


Renuncia a lo que más se ama

Nuestro Padre de la Patria, Juan Diego, a través de quien Dios unió a los peores enemigos para que fuesen nuestros padres, también tuvo que renunciar a cuanto amaba para poder bautizarse, para poder marcarse con ese sello que lo hizo santo, como santos somos todos nosotros. Muy antes de que María le entregase sus tan consoladoras palabras, él -hombre de profundísima fe- entendió, y correspondió a la gracia de aceptar, que Dios le pedía renunciar a lo que más amaba, a la religión de sus padres, que se bautizara, que cambiara todos sus valores aceptando lo que a otros les parecía injusto e inaceptable.... ¡Y lo aceptó! Años después, cuando María le asigna el espinoso encargo de que no él, sino el Obispo español, construya en templo para en él ella pudiera entregarnos "a su Hijo que es su amor, su mirada compasiva, su auxilio, su salvación" (Nican Mopohua v. 28), (un encargo del todo fuera de su capacidad pesonal), él también responde poniendo todo su esfuerzo, enfrentando rechazos y dificultades, y, a la postre, él y Ella lo consiguen, y crean así nuestra Patria.

A veces en nuestra vida pueden ocurrir cosas semejantes, incluso muy similares a las que vivió María. Por ejemplo, una chica es violada con lujo de brutalidad y de injusticia, y queda embarazada... Tiene todas las razones para detestar eso, pero Dios le pide aceptar y amar al hijo inocente que va a nacer de ella, porque a ese niño, no planeado, no deseado como en cierta forma fue Jesús, Dios lo llamá -como a todos los niños del mundo- a ser salvador del mundo, e implora a esa madre que acepte brindárselo...


Conclusión

Pidámosles pues, a El Señor, a nuestra Madre María de Guadalupe y a nuestro Padre en la fe Juan Diego que sepamos aquilatar, agradecer e imitar sus ejemplos, y hacer de nuestra vida un ejemplo para todos los demás. Como nación vamos a empezar una etapa nueva, que deseamos todos sea mejor pero que bien puede resultar peor si no cooperamos... Y una cosa en la que nadie podemos pretextar incapacidad de cooperar es en eso: en orar, en pedir al Padre de los Cielos, por intercesión de nuestra Madre Santísima, que "venga a nosotros su Reino." (Mt. 6,10; Luc. 11, 2).


Dozavario a Nuestra Señora de Guadalupe

domingo, 6 de julio de 2014

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE


ORACIÓN DE JUAN PABLO II 
A LA VIRGEN DE GUADALUPE

Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! 
Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor.

Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena felicidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa. Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver e El, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma. Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra. Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, Amén.

lunes, 3 de febrero de 2014

CONSUELO DE MI ALMA, AMADA VIRGEN DE GUADALUPE


CONSUELO DE MI ALMA, AMADA VIRGEN DE GUADALUPE

¡Oh consuelo de afligidos! Permíteme llegar a Ti para depositar en tus manos mis penas, mis temores y mis deseos. Recuerda Señora, que tu divino hijo Jesús nada te niega, y por ello te pedimos que intercedas por nosotros.

¿Necesitaré hacerte el relato de mis necesidades para que me alcances el remedio? Bien sé que no. Por lo mismo, me limito a rogarte por mí y por los míos, por mi hermano y semejante, por las necesidades de la Santa Iglesia, por mi patria amada por ti y que tan mal corresponde a tus favores.

Santísima Señora, ten presente los títulos todos que tengo para pedirte, recuerda que eres mi refugio porque soy pecador; mi consuelo porque estoy afligido y mi Madre, mi amorosísima Madre porque soy mexicano.

Estoy cierto que te acordarás de todo esto y me basta para quedar consolado. Adiós Madre mía, dame tu bendición antes que yo abandone este lugar y recibe mi agradecimiento por los consuelos que por tu intercesión he recibido, y concédeme la gracia de alabarte siempre en la eternidad.

sábado, 4 de enero de 2014

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE

Oración a Nuestra Señora de Guadalupe
Patrona de México y Emperatriz de las Américas


"Madre Santísima de Guadalupe. Madre de Jesús,
condúcenos hacia tu Divino Hijo por el camino del Evangelio,
para que nuestra vida sea el cumplimiento generoso
de la voluntad de Dios
Condúcenos a Jesús,
que se nos manifiesta y se nos da en la Palabra revelada
y en el Pan de la Eucaristía
Danos una fe firme,
una esperanza sobrenatural
una caridad ardiente
y una fidelidad viva
a nuestra vocación de bautizados.
ayúdanos a ser agradecidos a Dios,
exigentes con nosotros mismos y llenos de amor
para con nuestros hermanos.
Amén"

jueves, 12 de diciembre de 2013

ROSARIO A LA VIRGEN GUADALUPANA



Rosario a la Virgen Guadalupana 


En estos misterios se medita en las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Al iniciar cada misterio, se lee el pasaje y se hace la petición, se reza un Padrenuestro, 10 Avemarías y un Gloria y al final, se canta alguna estrofa de las canciones propias de la Virgen de Guadalupe. 



Primer Misterio: La Virgen de Guadalupe trae un mensaje de paz a su pueblo. 

“Sabe y ten entendido, tú, el más pequeño de mis hijos, que soy yo la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador, en quien está todo; y es Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy su piadosa Madre”. 

Pedir a la Virgen María por todos aquellos que no la conocen y no la valoran como su Madre. 



Segundo Misterio: Juan Diego comparte a la Virgen su humildad y su pequeñez a los ojos de los hombres. 

“Te ruego encarecidamente, Señora y niña mía, que alguno de los principales, conocido, respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda.” 
Pedir a la Virgen que nos ayude a darnos cuenta del valor de la humildad y la sencillez de corazón. 



Tercer Misterio: María de Guadalupe escogió a Juan Diego por su sencillez y no por su sabiduría. 

“Oye hijo mío, el más pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad, pero es de todo punto preciso que tú mismo solicites y ayudes y con tu mediación, que se haga mi voluntad”. 
Pedir a la Virgen que nos ayude a saber transmitir la palabra de Cristo a los demás. 



Cuarto Misterio: La Virgen María cura a Juan Bernardino como signo de que quiere salud y felicidad para su pueblo. 

“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas a esa enfermedad ni alguna otra angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa, no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella. Está seguro de que ya sanó". 

Pedir a la Virgen que, como Juan Diego, sepamos acompañar en la enfermedad, la angustia y el dolor a los que están cerca de nosotros. 


Quinto Misterio: María nos deja su imagen para recordarnos su ternura, su amor y su constante protección. 

Juan Diego trajo a la Señora del Cielo las diferentes rosas que fue a cortar; las que, así como las vio, cogió con sus manos y otra vez se las echó en el regazo diciendo: “Hijo mío, el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo, le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de confianza.” 

Pedir a la Virgen que, como Ella, sepamos escuchar y ayudar a nuestros hermanos.













ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE



Oración a la Virgen de Guadalupe 

Préstame Madre tus ojos, para con ellos poder mirar, porque si con ellos miro, nunca volveré a pecar. 

Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar. 

Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar, pues es tu lengua patena de amor y santidad.

Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más. 

Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierta con tu manto al Cielo he de llegar. 

Préstame Madre a tu Hijo, para poder yo amar. 

Si tu me das a Jesús, qué más puedo yo desear y está será mi dicha por toda la eternidad. Amén.











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