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martes, 15 de octubre de 2013

9.- MADRE VIRGINAL


9.- MADRE VIRGINAL

María, modelo de virginidad
Catequesis de Juan Pablo II (7-VIII-96)

1. El propósito de virginidad, que se vislumbra en las palabras de María en el momento de la Anunciación, ha sido considerado tradicionalmente como el comienzo y el acontecimiento inspirador de la virginidad cristiana en la Iglesia.

San Agustín no reconoce en ese propósito el cumplimiento de un precepto divino, sino un voto emitido libremente. De ese modo, se ha podido presentar a María como ejemplo a las santas vírgenes en el curso de toda la historia de la Iglesia. María «consagró su virginidad a Dios, cuando aún no sabía lo que debía concebir, para que la imitación de la vida celestial en el cuerpo terrenal y mortal se haga por voto, no por precepto, por elección de amor, no por necesidad de servicio» (De Sancta Virg., IV, 4; PL 40, 398).

El ángel no pide a María que permanezca virgen; es María quien revela libremente su propósito de virginidad. En este compromiso se sitúa su elección de amor, que la lleva a consagrarse totalmente al Señor mediante una vida virginal.

Al subrayar la espontaneidad de la decisión de María, no debemos olvidar que en el origen de toda vocación está la iniciativa de Dios. La doncella de Nazaret, al orientarse hacia la vida virginal, respondía a una vocación interior, es decir, a una inspiración del Espíritu Santo que la iluminaba sobre el significado y el valor de la entrega virginal de sí misma. Nadie puede acoger este don sin sentirse llamado y sin recibir del Espíritu Santo la luz y la fuerza necesarias.

2. Aunque san Agustín utiliza la palabra voto para mostrar a quienes llama santas vírgenes el primer modelo de su estado de vida, el Evangelio no testimonia que María haya formulado expresamente un voto, que es la forma de consagración y entrega de la propia vida a Dios, en uso ya desde los primeros siglos de la Iglesia. El Evangelio nos da a entender que María tomó la decisión personal de permanecer virgen, ofreciendo su corazón al Señor. Desea ser su esposa fiel, realizando la vocación de la «hija de Sión». Sin embargo, con su decisión se convierte en el arquetipo de todos los que en la Iglesia han elegido servir al Señor con corazón indiviso en la virginidad.

Ni los evangelios, ni otros escritos del Nuevo Testamento, nos informan acerca del momento en el que María tomó la decisión de permanecer virgen. Con todo, de la pregunta que hace al ángel se deduce con claridad que, en el momento de la Anunciación, dicho propósito era ya muy firme. María no duda en expresar su deseo de conservar la virginidad también en la perspectiva de la maternidad que se le propone, mostrando que había madurado largamente su propósito.

En efecto, María no eligió la virginidad en la perspectiva, imprevisible, de llegar a ser Madre de Dios, sino que maduró su elección en su conciencia antes del momento de la Anunciación. Podemos suponer que esa orientación siempre estuvo presente en su corazón: la gracia que la preparaba para la maternidad virginal influyó ciertamente en todo el desarrollo de su personalidad, mientras que el Espíritu Santo no dejó de inspirarle, ya desde sus primeros años, el deseo de la unión más completa con Dios.

3. Las maravillas que Dios hace, también hoy, en el corazón y en la vida de tantos muchachos y muchachas, las hizo, ante todo, en el alma de María. También en nuestro mundo, aunque esté tan distraído por la fascinación de una cultura a menudo superficial y consumista, muchos adolescentes aceptan la invitación que proviene del ejemplo de María y consagran su juventud al Señor y al servicio de sus hermanos.

Esta decisión, más que renuncia a valores humanos, es elección de valores más grandes. A este respecto, mi venerado predecesor Pablo VI, en la exhortación apostólica Marialis cultus, subrayaba cómo quien mira con espíritu abierto el testimonio del Evangelio «se dará cuenta de que la opción del estado virginal por parte de María (...) no fue un acto de cerrarse a algunos de los valores del estado matrimonial, sino que constituyó una opción valiente, llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios» (n. 37).

En definitiva, la elección del estado virginal está motivada por la plena adhesión a Cristo. Esto es particularmente evidente en María. Aunque antes de la Anunciación no era consciente de ella, el Espíritu Santo le inspira su consagración virginal con vistas a Cristo: permanece virgen para acoger con todo su ser al Mesías Salvador. La virginidad comenzada en María muestra así su propia dimensión cristocéntrica, esencial también para la virginidad vivida en la Iglesia, que halla en la Madre de Cristo su modelo sublime. Aunque su virginidad personal, vinculada a la maternidad divina, es un hecho excepcional, ilumina y da sentido a todo don virginal.

4. ¡Cuántas mujeres jóvenes, en la historia de la Iglesia, contemplando la nobleza y la belleza del corazón virginal de la Madre del Señor, se han sentido alentadas a responder generosamente a la llamada de Dios, abrazando el ideal de la virginidad! «Precisamente esta virginidad -como he recordado en la encíclica Redemptoris Mater-, siguiendo el ejemplo de la Virgen de Nazaret, es fuente de una especial fecundidad espiritual: es fuente de la maternidad en el Espíritu Santo» (n. 43).

La vida virginal de María suscita en todo el pueblo cristiano la estima por el don de la virginidad y el deseo de que se multiplique en la Iglesia como signo del primado de Dios sobre toda realidad y como anticipación profética de la vida futura. Demos gracias juntos al Señor por quienes aún hoy consagran generosamente su vida mediante la virginidad, al servicio del reino de Dios.

Al mismo tiempo, mientras en diversas zonas de antigua evangelización el hedonismo y el consumismo parecen disuadir a los jóvenes de abrazar la vida consagrada, es preciso pedir incesantemente a Dios, por intercesión de María, un nuevo florecimiento de vocaciones religiosas. Así, el rostro de la Madre de Cristo, reflejado en muchas vírgenes que se esfuerzan por seguir al divino Maestro, seguirá siendo para la humanidad el signo de la misericordia y de la ternura divinas.

8.- MADRE CASTÍSIMA


8.- MADRE CASTÍSIMA

 La castidad es la virtud por la cual el hombre integra todas sus fuerzas de vida y de amor depositadas en él. Esta integridad asegura que el hombre pueda entregarse totalmente a Dios y servirle con todo su corazón. Llamamos a María “castísima” porque estuvo plenamente dispuesta para el trabajo del Reino, ella es el modelo por excelencia de la mujer consagrada que ama a Dios y a los demás con un corazón indiviso y libre. María nos descubre que la castidad no es virtud pasada de moda sino fuerza para conquistar los ideales.

7.- MADRE PURÍSIMA



7.- MADRE PURÍSIMA

La maternidad de María respecto de nosotros no es simbólica o puramente moral. Verdaderamente María es nuestra madre porque nos ha dado una vida nueva: la Vida de Cristo. Alabamos y exaltamos la pureza de María en superlativo, porque ésta no procede de ella misma sino de Dios que la hizo una criatura perfecta, sin sombra de pecado. Por eso Ella, por los méritos de Cristo, su Hijo, es capaz de regenerarnos en la virtud para que podamos vivir en armonía completa con Dios y nuestros hermanos.

Un abismo de pureza. La Mujer con mayúscula fue una mujer purísima. Cualquier mujer que quiera conservar su grandeza, no puede menospreciar esta virtud. La impureza te hace menos mujer y te acerca al reino inferior de la naturaleza. Las mujeres, las muchachas que hoy aman la pureza y la tratan de vivir tienen el beneplácito de Dios y la sonrisa de la Mujer ideal.
Con ello no quiero decir que las caídas en este campo no se puedan reparar. Como nadie dice que un vestido manchado no se puede lavar.
Los gustos del cielo tan distintos a los del mundo. ¿Qué han hecho de la mujer? Hoy la mujer ideal es totalmente distinta. Si eres mujer, escoge el perfil del cielo o el de la tierra.
La pureza no roba belleza a una persona, al contrario, la realza. El rostro más bellos y los ojos más hermosos son aquellos en los que se refleja Dios. La mujer pura tiene un encanto adicional, un toque de cielo azul, aunque hoy no se le quiera tener en cuanta. Si se quiere rescatar al mundo debe ser desde la mujer, Y gran parte del recate de la mujer se llama castidad.

6.- MADRE DE LA DIVINA GRACIA


6.- MADRE DE LA DIVINA GRACIA


No en el sentido de productora de la gracia, sino distribuidora, medianera de la misma. Todas las gracias que recibes pasan por las manos de una Madre, por voluntad de Dios. Al ser la Madre de Cristo m de alguna manera es la madre de esa gracia que Cristo nos dio. Porque el sí de María pondría en marcha la Redención de los hombres, la redención que nos otorgaría la gracia.

Dios ha dado a María una misión transcendental para la salvación de la humanidad. El texto de la “Anunciación” (Lc 1, 26-38) es el relato de una vocación, de una elección por parte de Dios para una misión de salvación a favor del pueblo. Las frases “Llena de gracia, el Señor es contigo” indican realmente la complacencia divina en María escogida para una tarea de liberación, y la asistencia necesaria para llevarla a cabo. La Gracia es la vida de Dios en nosotros, la gracia es el Amor de Cristo que se comparte. Llamamos a María Madre de la Divina Gracia, porque al ser Madre de Cristo está llena de este Amor de Dios y su mayor alegría consiste en participar a todos los hombres de esta plenitud de gracias con que Dios la ha colmado.

5.- MADRE DE LA IGLESIA


5.- MADRE DE LA IGLESIA

Pablo VI le otorgó ese título durante el Concilio Vaticano II. Madre de Cristo Cabeza, Madre de su cuerpo, la Iglesia. Madre de todos nosotros: madre tuya, madre mía. Una prueba de que Jesús nos ha tomado en serio como hermanos es que nos ha dado a su Madre, y para siempre.
Te cuida y te ama como si fueras el único. Pero María no puede besar al hijo que la rechaza, no puede curar al hijo que no la quiere, no puede ayudar al hijo que la rehuye. No puede ser Madre de quien no quiere ser su hijo. Y es más madre de quien desea con toda su alma ser hijo suyo.
Madre que cuida de una manera especial a sus hijos enfermos, pecadores, tristes... Madre de las almas consagradas. Para Jesús son sagrados, para María también.
Mexicano, si alguna vez has sentido en tu corazón un algo de ternura por la Morenita del Tepeyac, ten cuidado, te la quieren arrebatar. Te habrán quitado mucho. Ya solo nos falta que nos quiten la fe en Dios y en la Virgen de Guadalupe. Y a ver qué nos queda de mexicanos.

En el Calvario, la maternidad de María cobra una nueva dimensión, la relativa a los discípulos de Cristo, comprendidos en el discípulo amado que representa a toda la Iglesia (cfr. Jn 19, 25-27). María engendra en el dolor de ese día de muerte a una nueva familia, un nuevo pueblo. Los últimos pontífices han proclamado a María Madre de la Iglesia: Paulo VI al terminar el Concilio Vaticano II y Juan Pablo II aumenta esta nueva invocación a las letanías lauretanas, aunque era ya un sentimiento latente en la Iglesia primitiva que tanto debe a María su Madre, modelo y prototipo.

4.- MADRE DE CRISTO


4.- MADRE DE CRISTO

La sangre que derramó en el Calvario era la sangre de una mártir, María, la Corredentora. Madre del Niño Jesús que nació de Ella en Belén. Madre del Cristo que predicó en Palestina. Madre del Cristo del Calvario: Madre mártir.

Es una invitación a meditar el misterio de la Encarnación, donde al tiempo que afirmamos la maternidad de María subrayamos la divinidad del hijo que en ella toma carne (cfr. Lc 1, 26-38). El Verbo altísimo asume una naturaleza como la nuestra, María tiene la misión de darle esa humanidad, no sólo en el aspecto carnal, sino sobre todo infundirle un alma que le genere actitudes y sentimientos humanos. Nosotros también somos llamados, en el plano de la Gracia, a ser “madres”, es decir a engendrar a Cristo, Hijo de Dios, entre los hombres que no lo conocen.

sábado, 4 de mayo de 2013

3.- SANTA VIRGEN DE LAS VIRGENES




3.- Santa Virgen de las vírgenes


Es la inmaculada, la llena de gracia, La hicieron las manos del tres veces santo para ser digna morada del Hijo de Dios.
Está a la cabeza de todas las vírgenes, es reina de todas ejemplo para cada una de ellas.


Desde los primeros años del cristianismo, María fue llamada “La Virgen” porque de manera única y singular vivió totalmente para Dios en apertura constante a su plan salvífico. Desde entonces la virginidad ya no fue maldición ni soledad sino la señal divina (cfr. Is 7, 14). La prueba que demuestra efectivamente que Cristo es el Hijo de Dios que ha venido para salvar a los hombres.
 

2.- SANTA MADRE DE DIOS



2.- Santa Madre de Dios


Esta es su grandeza incomparable, Nos merece un respeto tremendo. Pero su amor y humildad la convierten en una Madre incomparable, única. Podía el Hijo de Dios habérsela quedado. Era suya, solo suya y toda suya. Pero el amor es donación y entrega. Y por amor -¡qué grande amor!- nos la regaló. Cristo nos dio el derecho de ser sus hijos.
La sangre que Cristo derramó en el Calvario esa la sangre de una mártir,, era su propia sangre. Dios lleva en sus venas la sangre de María.


La Iglesia confiesa que María es verdaderamente “Madre de Dios” (Theotokos) porque en el mismo instante en que fue concebida por obra del Espíritu Santo se convirtió en la Madre, según la carne, de la segunda persona de la Santísima Trinidad. Se trata de un título inefable que mas que ensalzar los méritos de la Virgen María, destaca el acontecimiento central de la vida y misión de Esta mujer sin la cual no hubiera sido posible la fe cristiana.
 

1.- SANTA MARÍA





1. Santa María


Es el nombre de la mujer más maravillosa... ¡Cuantas iglesias dedicadas a su nombre!¡Cuantas mujeres llevan este nombre de María! Por algo será. Yo me llamo Mariano y me alegro de llevar ese nombre. Cuanta gente canta, reza, dice ese nombre que a los mismos ángeles impresiona y enternece el corazón de Dios. Los ángeles obedecen a Dios y luego a su Reina, a una mujer, una criatura humana, a María.

Nosotros le hemos puesto un sobrenombre llamándola Santa María de Guadalupe. Cuanto significa este nombre para los mexicanos.
María es amor, toda amor; es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios para nosotros.

La expresión “Santa María” resume la totalidad de la experiencia de aquella a quien todas las generaciones llaman bienaventurada, de aquella en quien el Todopoderoso realizó grandes cosas (cfr. Lc 1, 48). Decir Santa María es reconocer la obra admirable de Dios en esta pequeña mujer inmaculada, pero al mismo tiempo también es admirarnos de su trayectoria terrestre: su fe, su esperanza y su caridad. Proclamar a María “Santa” es alabar a Dios dador recibidos y tomar conciencia del llamado que tenemos todos los cristianos a la santidad (cfr. Mt 5, 48).

¿QUÉ SON LAS LETANÍAS MARIANAS ?




Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net

Las letanías son alabanzas, piropos de amor, de ternura
Las Letanías del Rosario. ¿Te aburres rezándolas? No amas, no comprendes. Sólo quien ama a María las entiende.


Las letanías son alabanzas, piropos de amor, de ternura. ¿Te aburres rezándolas? No amas, no comprendes. ¿Te gustan? Sí amas, sí comprendes.

El que las inventó sí amaba, sí comprendía. Son, en definitiva, un poema de amor; sólo quien ama a María lo entiende. Dile a los enamorados que son aburridos porque repiten con frecuencia frases de amor.

oración para desarrollar y fortalecer una auténtica piedad mariana.

¿QUÉ ES UNA LETANÍA?

Una letanía es una plegaria formada por una serie de cortas invocaciones, que los fieles rezan o cantan en honor a Dios, de la Virgen o de los santos. Tiene un origen muy antiguo, pues encontramos vestigios de ellas en los textos de los padres apostólicos del siglo II, al parecer siguiendo la recomendación de San Pablo: “Recomiendo, ante todo, que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por los hombres de toda clase, por los jefes de estado y todos los gobernantes, para que podamos llevar una vida tranquila y de paz, con toda piedad y dignidad” (1 Tim 2, 1-2).

Estas fórmulas de invocación tienen un carácter eminentemente popular, por lo que son muy abundantes y de estilos diversos, algunas en verso y otras en prosa. Se usaban en procesiones, en la Vigilia Pascual, en las ordenaciones, en las oraciones por los enfermos y los difuntos. Es hasta el siglo XII donde encontramos unas primeras letanías de la Virgen que recogieron los principales títulos tributados a la Madre de Dios, del modo análogo al que se habían recogido en la antigüedad tantas alabanzas a Cristo.

La colección más famosa de estas letanías de la Virgen María es conocida como “lauretana”, por proceder del Santuario de la Virgen de Loreto en Italia. Procede de los siglos XVI y XVII aunque con el tiempo esta letanía fue enriqueciéndose con nuevos títulos que por decreto los papas añadían al texto tradicional que tenía como base de 50 invocaciones.

La estructura del texto tradicional es la siguiente: Comienza con las invocaciones tomadas de las letanías de los santos (Santa María, Santa Madre de Dios. Santa Virgen de las Vírgenes /1-3), luego María es considerada como Madre /4-15/, y después se pasa a considerar a la Virgen como virgen /16-21/, se enuncia una serie de títulos simbólicos de origen fundamentalmente bíblico /22-34/ y, finalmente se considera la Gloria de María, ayuda y consuelo de los que estamos en la tierra y Reina de cuantos están en el Cielo /34-50/.

Característica de la letanía lauretana es no solo quedarse en los elogios a la Madre de Dios sino encomendarse a su intercesión. Por ello después de cada invocación se añadió el “Ruega por nosotros”, “Intercede por mí” o “Apiádate de mí” o fórmulas semejantes, por las cuales el cristiano que sufre, que está en pecado o se encuentra en trance de muerte, se acerca a María para obtener su gracia mediadora ante el Hijo.





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