El milagro de Lourdes que convirtió a un Premio Nobel
ALEXIS CARREL
Él aceptó ir a Lourdes pensando que comprobaría personalmente la falsedad de los supuestos milagros – pero terminó presenciando uno de ellos
Desde la primera aparición de la santísima Virgen María a la niña francesa Bernadette Soubirous, el agua de la gruta de Lourdes ha sido fuente de curaciones milagrosas, tanto para quien ha visitado la gruta como para quien ha usado el agua en lugares distantes.
Desde la época de Bernadette, se han contado más de 7.000 curaciones milagrosas al Departamento Médico de Lourdes por peregrinos que han visitado el santuario. Este número no ha incluido los casos ocurridos fuera de Lourdes.
Había tantas curaciones supuestamente asociadas al agua y a la gruta de Lourdes que la Iglesia católica decidió crear el Departamento Médico de Lourdes, constituido y dirigido por médicos y científicos.
El objetivo del “Bureau”, como también es llamado, es evaluar los supuestos casos milagrosos y verificar, entre otros criterios, si la curación en cuestión fue casi instantánea, si la salud restablecida se mantuvo durante todo o el resto de la vida y si la curación es científicamente inexplicable.
El Bureau está constituido por 20 médicos y científicos. Sus informes están abiertos a cualquier médico o científico que quiera hacer su propia investigación particular o contestar cualquier caso específico reconocido como “milagroso”.
Uno de los casos más significativos registrados en Lourdes fue la curación de Marie Bailly, testimoniada por un médico entonces agnóstico, el Dr. Alexis Carrel. Él mismo terminó convirtiéndose a la fe católica después de estudiar la inexplicable curación que había presenciado.
El milagro de Marie Bailly
En 1902, un amigo médico del Dr. Carrel lo invitó para ayudar a cuidar de pacientes enfermos que eran transportados por tren de Lyon hasta Lourdes.
Carrel, en aquella época, no creía en los milagros, pero estuvo de acuerdo en ayudar por amistad y por el interés en descubrir las causas naturales que permitían curaciones tan rápidas como las que sucedían en Lourdes.
En el tren, encontró a una mujer llamada Marie Bailly, que padecía peritonitis tuberculosa aguda. Su abdomen estaba considerablemente distendido, con grandes masas duras.
Marie estaba solo parcialmente consciente. Carrel creía que ella moriría muy rápidamente después de llegar a Lourdes, o incluso antes. Otros médicos presentes en el tren estaban de acuerdo con ese diagnóstico.
El tren llegó a Lourdes, Marie fue llevada hasta la gruta, donde tres jarras de agua fueron derramadas sobre su abdomen distendido.
Tras el primer derramamiento, ella sintió un dolor penetrante, que disminuyó después del segundo. Después del tercer derramamiento de agua, ella experimentó lo que describió como una sensación agradable.
Su estómago empezó a aplanarse y su pulso volvió a la normalidad.
Carrel estaba de pie detrás de Marie, junto con otros médicos, tomando notas mientras el agua era derramada sobre su abdomen. Él escribió:
“El abdomen, enormemente distendido y muy duro, empezó a aplanarse. En 30 minutos [la protuberancia] había desaparecido completamente. No se observó ninguna descarga del cuerpo”.
Marie, poco después, se sentó en la cama, cenó (sin vomitar) y, al día siguiente, salió de la cama sola y se vistió. Se subió al tren, se sentó en una de las bancas duras y llegó a Lyon revitalizada.
Carrel siguió interesado en sus condiciones psicológicas y físicas y pidió que ella fuera monitoreada por un psiquiatra y un médico durante cuatro meses.
Después de ese tiempo, Marie se unió a las Hermanas de la Caridad para trabajar con los enfermos y los pobres en una vida bastante ardua. Falleció en 1937, a los 58 años.
La conversión de Carrel
Cuando Carrel fue testigo de ese evento increíblemente rápido y médicamente inexplicable, creyó haber visto lo que las personas llamaban milagro, pero era difícil, para él, apartarse del antiguo agnosticismo escéptico.
Además de eso, él no quería ser testigo, como médico, de un evento milagroso: Carrel sabía que, si el caso se volvía público, su carrera en la facultad de medicina de Lyon se arruinaría.
Pero la curación de Marie Bailly se mostraba tan evidentemente milagrosa, por haber sido tan rápida, tan completa y tan inexplicable, que terminaría volviéndose pública de cualquier forma en los medios de Francia y de todo el mundo.
Los periodistas llegaron a publicar que Carrel no consideraba que la curación hubiera sido un milagro, lo que lo forzó a escribir una respuesta pública.
En su manifestación, el doctor afirmó que un lado, compuesto por creyentes, había llegado demasiado rápido a la conclusión de que había sido un milagro, pero también declaró que el otro lado, compuesto por la comunidad médica, se había rehusado injustificadamente a reconocer hechos que parecían, de hecho (valga la redundancia), milagrosos.
Como Carrel temía, su defensa de la posibilidad de la curación milagrosa de Bailly causó el fin de su carrera en la Facultad de Medicina de Lyon.
Irónicamente, sin embargo, el efecto fue muy positivo para su futuro: se transfirió a la Universidad de Chicago y, después, a la Universidad Rockefeller. Gracias a su trabajo en anatomosis vascular, Carrel recibió nada menos que el Premio Nobel de Medicina de 1912.
Él, incluso, regresó muchas veces a Lourdes y, en una de las ocasiones, fue testigo de un segundo milagro: la curación instantánea de un niño ciego de 18 meses.
A pesar de esos dos milagros que vio con sus propios ojos, Carrel se resistió hasta el 1942 antes de finalmente conseguir afirmar conclusivamente la realidad de los milagros.
En ese año, anunció públicamente que creía en Dios, en la inmortalidad del alma y en las enseñanzas de la Iglesia católica.
Científicos y fe
Más cercano a nuestra época, otro médico premiado con el Nobel de Medicina afirmó:
“Muchos científicos cometen el error de rechazar lo que no entienden. No me gusta esa actitud. Con frecuencia cito la frase del astrofísico Carl Sagan: ‘La ausencia de prueba no es prueba de ausencia’ (…) En cuanto a los milagros de Lourdes que yo estudié, creo que realmente se trata de algo inexplicable (…) No logro entender esos milagros, pero reconozco que existen curaciones que no están previstas en el estado actual de la ciencia”.
Se trata del Dr. Luc Montagnier que, entre otras relevantes contribuciones a la ciencia, se volvió famoso por el descubrimiento del virus VIH.
Según él, es recomendable que los incrédulos, en lugar de promulgar sus propios dogmas de “intelectualidad superior” frente a aquello que no entienden, busquen conocer el asunto con más rigor científico y menos conclusiones precipitadas (y anticientíficas).
De hecho, son miles los informes de “curaciones inexplicables” que suceden todos los años en el santuario mariano de Lourdes, pero son poquísimas las curaciones consideradas efectivamente milagrosas por la Iglesia que, tal vez para sorpresa de muchos, adopta criterios rigurosos en su minuciosa evaluación científica de cada caso.
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Fuente: Aleteia