domingo, 1 de diciembre de 2013

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO JUNTO A LA VIRGEN MARÍA


NUESTRA SEÑORA DEL ADVIENTO


NUESTRA SEÑORA DEL ADVIENTO

María, la Virgen, tiene muchas advocaciones. Unas más populares que otras; pero todas muy hermosas y entrañables, como no podía ser de otra manera, siendo la Madre de Jesús y nuestra Madre. 

Recuerdo que cuando estuve de rector de nuestro Seminario, les pedí a todos los seminaristas (más de cien), que eran de distintos puntos y pueblos de España, que me diesen por escrito la advocación de la Virgen de su pueblo. Con todas ellas escribí unas letanías que se podían rezar en el rosario, o en otro momento oportuno. Había nombres de lo más curioso o llamativo, desde la “Virgen de los ojos grandes”, hasta “nuestra Señora de la Altagracia”, pasando por un “sin fin” de advocaciones más o menos caprichosas. ¡Lástima que no conserve dicha letanía!
Pero hoy quiero hacer hincapié en una advocación en consonancia con el tiempo que estamos viviendo: “Nuestra Señora de Adviento”. No necesita explicación. Pero quiero trascribir una oración preciosa que he hallado, sobre dicha advocación mariana. Dice así:

“Señora del Adviento, señora de los brazos vacíos, señora de la preñez evidente y extenuante. Cuánto deseamos que camines con nosotros. Cuánto necesitamos de tí. Mujer del pueblo que viajas presurosa y alegre a servir a Isabel, a pesar de tu vientre pesado y fatigoso. Entre las dos tejerán esperanzas y sueños. Señora del Adviento, señora de los brazos vacíos, también nosotros estamos preñados de esperanzas y sueños. Soñamos con que el canto de las aves no vuelva a ser turbado por el ruido de las balas. Soñamos con nuestros niños sin temores, cantando al fruto de tu vientre ya cercano. Soñamos con todos los niños del mundo, durmiendo tranquilos al arrullo de un villancico. Soñamos que nuestros viejos mueren tranquilos y en paz murmurando una oración. Soñamos con que algún día podremos volver a tener sueños y utopías y esperanzas. Señora del Adviento, la de los brazos vacíos, visítanos como a tu prima. Monta tu borriquito y ven presurosa. Nuestros corazones son pesebres huecos y fríos donde hace falta que nazca tu hijo. Ven, señora, con tus gritos de parto a calentar nuestros corazones, a seguir tejiendo esperanzas con nosotros, como lo hiciste con Isabel. Solo así, en medio de la noche iluminada por tus brazos, ahora llenos, y por tus pechos que amamantan, podremos volver a soñar…podremos gritar: ¡es Navidad!”.

El Adviento de María duró nueve meses. Nueve meses de espera y de gozosa esperanza, viviendo cada hora, cada minuto, el don de Dios. ¡Qué diálogos sin palabras mantendría con aquel Hijo que llevaba en sus entrañas, y que era, al mismo tiempo, su Dios y Señor!

Su cuerpo todo, hecho templo de Dios; su vientre, todo él grávido de divinidad y de humanidad, al mismo tiempo. Ella, la esclava del Señor es también la Madre del mismo Señor.

Y su alma toda, llena de gracia, sin pecado, inmaculada…porque nuestra Señora  del Adviento, iba a ser,  también, nuestra Señora de la Navidad.
                                                                                                        


LA ESPERA


LA ESPERA


Los Cielos Abiertos
Un pobre llama
y tú lo escuchas.
Vas por delante.
Tú amor no tiene límites
e ignora las fronteras.
En la casa del Padre
hay un sitio para muchos.
Vendrán del este y del oeste,
del poniente y del levante,
sin tarjeta de invitación
y sin reservas,
para sentarse a la mesa
que tú mismo preparas.
Tu gloria será como una bóveda,
como un techo de hojas
que nos protege del calor del día,
de la tempestad y de la lluvia.
Sin embargo, lo sé, es verdad,
no soy digno
de que hagas esto por mí.

Todos serán inscritos en Jerusalén y vivirán
Isaías 4,3

sábado, 30 de noviembre de 2013

EL ADVIENTO DE MARÍA


EL ADVIENTO DE MARIA
Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM


ADVIENTO es tiempo de espera, tiempo en que aguardamos la manifestación de un gran acontecimiento: el nacimiento de Nuestro Salvador. Tiempo de espera gozosa y expectante ya que lo que esperamos es la llegada de nuestra Salvación. Es un tiempo importante y solemne, es tiempo favorable, día de salvación, de la paz y de la reconciliación, el tiempo del que estuvieron esperando y ansiando los patriarcas y profetas y que fue tiempo de tantos suspiros, el tiempo que Simeón vio lleno de alegría, que la Iglesia celebra solemnemente y que también nosotros debemos vivir en todo momento con fervor, alabando y dando gracias al Padre Eterno por la misericordia que en este misterio nos ha manifestado. Por eso escuchamos la exclamación del profeta Simeón al tener ante sus ojos al Salvador tan esperado: "Ahora Señor según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu salvación, la que has preparado ante todos los pueblos. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel" 
(Luc 2: 29)

Adviento es el tiempo, que vivió la profetisa Ana, también en el templo, en oración y ayunos. Por ello, hablaba del niño a los que esperaban la redención de Jerusalén. Adviento es el tiempo de espera y preparación para las manifestaciones de Dios. Siempre las manifestaciones del Señor requerirán de nuestra parte una especial preparación. Todo período anterior a una manifestación de Dios debe considerarse un adviento y vivirse como tal. Esperar sin preparar el corazón para el evento que se espera, es desaprovechar el tiempo de gracia que el Señor ha determinado para la humanidad. 

Adviento: Poner la Mirada en el misterio de la Encarnación
En el Evangelio de San Lucas, cuando el Señor anuncia el año de gracia, dice que "todos los hombres fijaron su mirada en El":en medio de las grandes oscuridades del mundo, aparece su luz. "La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, en ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no pudieron apagarla" (Sn. Jn. 1).

La historia de la salvación tiene en Cristo su punto culminante y su significado supremo. Él es el Alfa y el Omega, el principio y el fin. Todo fue creado por Él y para Él, y todo se mantiene en Él. Es el Señor de la historia y del tiempo. En Él, el Padre ha dicho la palabra definitiva sobre el hombre y la historia. (Tertio Millennio Adveniente # 5). El es el mismo, ayer, hoy y siempre.

La encarnación es la revelación de Dios hecho hombre en el seno de María Santísima por obra del Espíritu Santo. Viene al mundo a través de Ella, prepara con una gracia excelentísima, única y singular, a Aquella que sería su Madre, su portadora, el canal privilegiado y la asociada por excelencia en la obra de redención.
Dios intervino en la humanidad a través de la mediación materna de María. Siempre será así. Es a través de Ella que viene el Redentor al mundo. Es Ella quien lo trae y presenta al mundo.
Por eso, no podemos fijar la mirada en la Encarnación del Verbo, sin contemplar necesariamente a la Virgen Santísima.

Ella es instrumento singularísimo en la Encarnación. Por su fiat Dios se hace hombre en Ella. San Bernardo dijo: "nunca la historia del hombre dependió tanto, como entonces, del consentimiento de la criatura humana".

En este tiempo de Adviento, en que fijamos la mirada en la Encarnación del Verbo, para prepararnos mejor a su manifestación, debemos contemplar a María, Aquella elegida para estar unida a este gran misterio.
"La alegría de la Encarnación no sería completa si la mirada no se dirigiese a Aquélla que, obedeciendo totalmente al Padre, engendró para nosotros en la carne al Hijo de Dios. Llamada a ser la Madre de Dios, María vivió plenamente su maternidad desde el día de la concepción virginal, culminándola en el Calvario a los pies de la Cruz".

Ella nos conduce a contemplar el Misterio de la Encarnación, pues es partícipe como nadie.
Ella nos dirige como la Estrella que guía con seguridad sus pasos al encuentro del Señor (Tertio Millennio Adveniente # 59). Ella la elegida para traer al Verbo, vive el Adviento, la espera del Salvador, nos enseña a abrir de par en par el Corazón al Redentor, como tanto nos ha pedido el Siervo de Dios Juan Pablo II. Como se espera con corazón abierto al Redentor. No podemos vivir plenamente el Adviento sin dirigir la mirada al primero y al personaje que lo vive. Ella es el corazón que ha sido preparado por Dios para esperar, para abrir el camino al Salvador. 

El Señor quiso preparar el corazón de los justos del Antiguo Testamento con las condiciones necesarias para recibir al Mesías. Entre más estuvieran llenos de fe y confianza en las promesas recibidas, mas llenos de esperanza por verlas realizadas y mas ardieran de amor por el Redentor, mas listos estaban para recibir la abundancia de gracias que el Salvador traería al mundo. A medida que pasaba el tiempo, Dios iba preparando con mayor intensidad a su pueblo, derramando gracias, hablando, despertando mas el anhelo de ver al Salvador y levantando hombres y mujeres que prefiguraban a quienes estarían en relación directa con el Salvador en su venida.

¿Quien es la que ha esperado en perfección la venida del Salvador? La Virgen Santísima.
Toda esta preparación de Dios a su pueblo alcanza su culmen en la Santísima Virgen María, la escogida para ser la Madre del Redentor. Ella fue preparada por el Señor de manera única y extraordinaria, haciéndola Inmaculada. Tanto le importa a Dios preparar nuestros corazones para recibir las manifestaciones de su presencia y todas las gracias que Él desea darnos, que vemos lo que hizo con la Santísima Virgen María. 
Ella, fue concebida inmaculada, sin mancha de pecado, sin tendencias pecaminosas, sin deseos desordenados, su corazón totalmente puro, espera, ansía y añora solo a Dios. Toda esa acción milagrosa del Espíritu Santo en ella tuvo un propósito, prepararla para llevar en su seno al Salvador del mundo. Eso es lo que requiere ser la Madre del Salvador. 

Si entre mas fe en las promesas, mas esperanza en verlas realizadas y mas ardiente amor hacia el Salvador hacía a un corazón mas capaz de recibir al Señor, imagínense la intensidad de la fe, la esperanza y la caridad que residían en el corazón de María que lo hizo capaz de concebir en su seno al Hijo de Dios.

LA ESPERANZA DE MARÍA EN ADVIENTO


LA ESPERANZA DE MARÍA EN ADVIENTO

"Bienaventurado el que espera en Yahveh" (Sal 33,9).

"Bienaventurado aquel cuya esperanza es Yahveh, su Dios" (Sal 146,5).

La esperanza es una virtud teologal nacida de la fe; la espera es una actitud vital nacida de la esperanza y del amor. "Esperar en"... es tener esperanza; "esperar o aguardar a".. es anhelar al que es objeto de nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor. 

Por esto es que nadie espera si no cree: "Aguardando la bienaventurada esperanza" (Tito 2,13)

La esperanza se funda en un atributo de Dios; su bondad y su fidelidad a las promesas; la espera se refiere a un encuentro personal con el amado.

María esperó, en primer lugar, que, con la gracia de Dios, podía ser esposa virgen. Estaba ya desposada con San José y se mantenía firme en su propósito de no conocer varón. El Espíritu Santo, que la iluminó para mostrarle el camino de la vida consagrada a Dios, la fortaleció para confiar que pudrían unirse en su vida el ser verdadera esposa y el mantenerse siempre virgen. Y no fue defraudada en su esperanza: el mismo espíritu que a ella la guía por el camino de pureza inmaculada sembró en el corazón de San José, el varón justo, un amor tan casto que hizo posible un matrimonio virginal.

Cuando el ángel le revela los designios de Dios acerca de su maternidad por obra del ES, y no efecto de unión con ningún varón, María espera también, contra toda esperanza natural, que sin intervención humana se depositase en su seno la semilla de la vida, la encarnación del Verbo.

María advierte la angustia y la duda de su esposo San José al conocer de su embarazo. Ella pudo sencillamente manifestar a José el misterio que a Ella se le había revelado, con lo cual sus angustias hubieran desaparecido; pero ella prefería esperar en el plan perfecto de Dios y repetir como en el salmo 74: "Alzate, Oh Dios, y defiende tu causa". Por eso María callaba, oraba y esperaba en Dios. Y por su espera, un ángel se le aparece en sueños a José y le revela que María concibió por obra del ES y que el fruto de sus entrañas virginales seria el Salvador del mundo, el Emmanuel, el Mesías.

Esperando a Dios

Ya antes de que el arcángel la visitara en Nazaret, María esperaba como fiel israelita, con fe mesiánica, la venida del Redentor. Si las Escrituras nos dicen que Simeón "esperaba la consolación de Israel" y que José de Arimatea "esperaba el reino de Dios", podemos imaginarnos como María (la inmaculada) esperaba tan ardientemente al Mesías. Lo esperaba con tanta fuerza y anhelo que mereció ser la escogida para tenerle en su seno, siendo así la mas "bendita entre las mujeres".

Desde el momento que María dio su consentimiento al anuncio del ángel, Ella espera ver con sus propios ojos la plenitud de la promesa hecha por el ángel. Lleva en su corazón la expectación de tener a Dios hecho hombre en sus entrañas, su hijo ya presente dentro de ella. Es este precisamente el misterio del Adviento...esperar con alegría y añoranza la revelación del hijo de Dios. Es María quien inicia el Adviento, y es de Ella de quien la Iglesia aprende a esperar, a permanecer en ese estado de expectación. La Iglesia aprende de María Santísima a vivir el adviento.

A partir de aquel momento de la anunciación empezó en María una nueva espera. Ya estaba llena de Dios por dentro; pero quería estarlo también por fuera. Ya tenía al Verbo encarnado en su seno, pero quería tenerlo también en sus brazos y en su regazo. Ya le notaba en sus entrañas, pero ansiaba verle con sus ojos, oírle con sus oídos, besarle con sus labios, abrazarle con sus brazos, amamantarle con sus pechos.

Por eso María le esperaba con tan firme esperanza. Y a medida que se acercaba el día y la hora, aumentaba en María, el ansia y el deseo de la llegada del Mesías. Ni los mas arrebatadores anhelos de los místicos, cuando en su noche oscura esperan que el Señor se les revele, se puede comparar al anhelo de la espera de María en la noche de Belén.

Con un ardor inmensamente mas encendido, con una esperanza sin comparación mas firme, con un anhelo infinitamente mas vehemente, con un ansia indeciblemente mas sosegada, espero María la hora del alumbramiento.

"Los fieles, considerando el amor inefable con que la Virgen madre espero a su Hijo, están invitados a tomarla como modelo y a prepararse a salir al encuentro del Salvador que viene, velando en oración y 
cantando su alabanza" (misal romano prefacio de Adviento)

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA EN ADVIENTO



ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA EN ADVIENTO
Autor: Juan Pablo II

Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia.
Virgen del Adviento,
esperanza nuestra, de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.

Madre de los hombres, de la mar estrella,
llévanos a Cristo, danos sus promesas.

Eres, Virgen Madre, la de gracia llena,
del Señor la esclava, del mundo la Reina.
Alza nuestros ojos, hacia tu belleza,

¡Amen!

viernes, 29 de noviembre de 2013

IMITAR A MARÍA, IMITAR A JESUCRISTO


Imitar a María, imitar a Jesucristo


Jesucristo está con nosotros. No sólo se ha hecho nuestro modelo para enseñarnos el camino que lleva a la vida, sino que, además, se ha convertido en nuestro alimento, para comunicarnos su fuerza infinita a fin de que podamos caminar tras sus huellas. Además, está en nosotros por la fe, para orar y obrar con nosotros. Por otra parte, ha confiado especialmente a María, porque Ella es madre, la misión de dirigir nuestra educación cristiana, como le dirigió a Él durante su infancia, para elevarnos, así, a la altura de nuestra vocación.

María se esfuerza constantemente en revestirnos de la semejanza de Jesús, procurando que nos identifiquemos con sus pensamientos y sentimientos, para que sea una realidad en nosotros el nombre de cristiano, es decir, discípulo e imitador de Jesucristo. Para ello se sirve de dos medios.

El primer medio de que se sirve María es la voz dulce y poderosa de sus ejemplos. Su vida es una predicación sencilla, elocuente y al alcance de todos. Desde ese punto de vista, después de la santa humanidad del Salvador es el don más preciado que hemos recibido del cielo.

Todas las dificultades desaparecen en presencia de María. Retrato fiel de su hijo, ha reproducido exactamente todas sus virtudes y sentimientos. De esa manera vemos cómo alcanza la semejanza divina una simple criatura, hija de Adán como nosotros, exenta, eso sí, de la mancha original y de sus horribles consecuencias, pero que, aun siendo más privilegiada y perfecta, no es de naturaleza distinta de la nuestra. Así pues, si Ella, que es pura criatura, ha podido, en grado tan inefable y sublime, hacerse conforme a Jesucristo y modelo de todos los elegidos, también nosotros lo podremos, en una medida adecuada a nuestra debilidad, con tal de que queramos ser fieles.

Por tanto, María se nos presenta como la copia del divino modelo, copia que debemos reproducir en nosotros mismos. De ahí se deduce que el mejor medio de imitar a Jesús es esforzarse por imitar a María, y que sólo se parecerá al hijo el que se parezca a la madre. Por consiguiente, sólo se salvará quien haya imitado a María en la medida de la perfección querida por la justicia divina. Así se comprende lo fácil que resulta para el hombre de buena voluntad la imitación de Jesucristo. Efectivamente, caminando tras las huellas de María, realiza en sí mismo la semejanza con el Salvador.

El segundo medio que emplea María para llevarnos a la vida de Jesucristo conforme a la voluntad del Padre eterno es su mediación. La Iglesia, los Santos Padres y toda la tradición nos presentan a la augusta Virgen como nuestra abogada y mediadora. Siempre se ha aplicado a Jesús el ejemplo del gran Salomón cuando, en el esplendor de su gloria y sabiduría, confió a su afortunada madre el ejercicio de la autoridad real (1 Re 2,19 ss.). Por ello los cristianos de todos los tiempos han coincidido en considerar a María su reina, su auxilio, su vida y su esperanza. Pero hay un detalle que a veces pasa inadvertido y que, sin embargo, se debe subrayar, y es que esta mediación es necesaria para la salvación; no en el mismo grado ni el mismo rango que la de Jesucristo, pero sí de un modo real, porque la Providencia así lo ha dispuesto.

IMÁGENES DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA - 8 DE DICIEMBRE


















ORACIÓN A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA


EL ADVIENTO, PREPARACIÓN PARA LA NAVIDAD

Autor: Tere Fernández del Castillo | Fuente: Catholic.net
El Adviento, preparación para la Navidad
Tiempo para prepararse y estar en gracia para vivir correctamente la Navidad
 
El Adviento, preparación para la Navidad
El Adviento, preparación para la Navidad

Significado del Adviento

La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia.

El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado, nos impulsa a vivir el presente y a preparar el futuro.

Esta es su triple finalidad:

- Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida.

- Vivir el presente: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor, en la justicia y en el amor.



- Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creido en Él; vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.

En el Evangelio, varias veces nos habla Jesucristo de la Parusía y nos dice que nadie sabe el día ni la hora en la que sucederá. Por esta razón, la Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para este momento a través de la revisión y la proyección:

Revisión: Aprovechando este tiempo para pensar en qué tan buenos hemos sido hasta ahora y lo que vamos a hacer para ser mejores que antes. Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y debemos ser mejores.

Proyección: En Adviento debemos hacer un plan para que no sólo seamos buenos en Adviento sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para evitar caer de nuevo en lo mismo.
Algunas ideas para vivir el Adviento
La Corona de Adviento

Algo que no debes olvidar

El adviento comprende las cuatro semanas antes de la Navidad.
El adviento es tiempo de preparación, esperanza y arrepentimiento de nuestros pecados para la llegada del Señor.
En el adviento nos preparamos para la navidad y la segunda venida de Cristo al mundo, cuando volverá como Rey de todo el Universo.
Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida espiritual, nuestra vida en relación con Dios y convertirnos de nuevo.
Es un tiempo en el que podemos hacer un plan de vida para mejorar como personas.

Cuida tu fe

Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para comprar todo tipo de cosas, vamos a estar invitados a muchas fiestas. Todo esto puede llegar a hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento. Esforcémonos por vivir este tiempo litúrgico con profundidad, con el sentido cristiano.
De esta forma viviremos la Navidad del Señor ocupados del Señor de la Navidad.

Visita nuestro Especial de Navidad

jueves, 28 de noviembre de 2013

EL LÁPIZ DE MARÍA INMACULADA



EL LÁPIZ DE MARIA INMACULADA
 P. Javier Leoz


Estaba Jesús mirando cómo, María, escribía una carta. Movido por la curiosidad, le preguntó a su madre:
-¿María; qué estás escribiendo? ¿Tal vez algo sobre los dos? ¿Pensamientos sobre Dios o sobre mí?

La Virgen dejó de escribir, sonrió, cogió en su regazo a Jesús y le contestó:
-Estoy escribiendo sobre ti, sobre José, sobre Dios, sobre el mundo y hasta de mí misma. Sin embargo, más importante que las letras, es el lápiz que estoy utilizando. Me gustaría que, el cristiano, fuese como él en distintos momentos de la vida.
Jesús miró al lápiz intrigado, y no vio nada de especial en él, y preguntó de nuevo a María:
-¿Qué tiene de especial ese lápiz?

María le respondió:
-Todo depende del modo con que mires las cosas. Hay en él cinco cualidades que, si consigue el cristiano mantenerlas, harán siempre de ellos personas con paz en el mundo.

Primera cualidad
Puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus  pasos. A esta mano, yo, la llamo Dios.
 Él siempre te conducirá en dirección a su voluntad.
Doy gracias a Dios, porque fui escogida por El, pero –sobre todo-
 porque me dejé guiar por su certera mano.

Segunda cualidad
De vez en cuando necesitas dejar lo que estás escribiendo y utilizar el sacapuntas. Ello hace que el lápiz sufra un poco, pero al final, estará más afilado. 
Por lo tanto, hay que ser capaces de soportar. 
Los dolores, a uno, le hacen situarse en la vida y hasta madurar.
Engrandezco a Dios porque, a pesar de las dificultades, nunca me eché atrás.
 Fui afinada con la el sacapuntas del Espíritu Santo.
  
Tercera cualidad
El lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar lo que está mal.  
Corregir algo que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante y necesario para mantenernos en el camino de la justicia. 


Dios no quiso que, como sierva suya,  conociese el pecado. Gracias a eso, y a la inspiración de Dios, en mi ser Inmaculada pisé la serpiente del mal.

Cuarta cualidad
Lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro.
 Por lo tanto, cuidemos siempre lo que sucede en nuestro interior.
Tal vez, a Dios, eso dicen de mí…se interesó por la belleza interior de mi corazón. Ojala sepáis cuidar, valorar y gustar lo que yo reservé para Dios y lo que Dios descubrió en mis entrañas: la riqueza espiritual

Quinta cualidad
El lápiz siempre deja una marca. De la misma manera, habéis de saber que todo lo que hagáis en la vida, dejará trazos. Por eso intentad ser conscientes de cada acción.

Su figura y su presencia, en nuestros pueblos y ciudades, en nuestra vida cristiana, eclesial y hasta en el nombre, que miles de personas llevan, sigue dejando una huella imborrable que, ni el viento secularizador, ha logrado eclipsar: su sencillez, su obediencia, su sí, su ternura,  su fe, su esperanza, su amor y su calor de Madre.

¿Qué tal si comenzamos a utilizar el lápiz de María Inmaculada ?

EL ARQUITECTO DE LA VIRGEN MARÍA


EL ARQUITECTO DE LA VIRGEN MARÍA


A un arquitecto le pidieron construir un templo cuyo titular fuese la Virgen. 

El día de la inauguración los cientos de fieles que asistieron a la celebración, incluso el Obispo, se quedaron sorprendidos y, en cierto modo, decepcionados: la imagen de María no ocupaba ningún retablo. No se encontraba en el centro del altar. Mucho menos cerca del sagrario. 

La estatua de la Virgen, el arquitecto, la diseñó e ideó para ponerla y colocarla sentada en el primer banco.

Ante las protestas de los asistentes, la explicación del arquitecto fue la siguiente: “La Virgen no está para que la contemplemos y admiremos, sino  para que la imitemos. Es la primera, el modelo y nosotros vamos detrás, la seguimos. Su postura ante Dios y los hombres la debemos hacer nuestra. Caminando tras sus huellas llegaremos hasta Jesucristo. Ella, y por eso la he puesto en el primer banco, es la primera oyente de la Palabra de Dios para saber cómo tiene que responder ante El”.

Reflexión:
¿Para qué está la Virgen?
Para llevarnos al encuentro con Jesús. Sin ese horizonte, nuestra devoción hacia Ella, puede convertirse en una contradicción. En algo sin sentido.

¿Para qué está la Virgen?
Para abrir nuestros oídos, como lo hizo Ella, a la Palabra de Dios. Mirar a la Virgen es saber que, es grande, porque cumplió la voluntad del Señor.

¿Para qué está la Virgen?
Para que tomemos ejemplo, nítido y sencillo, de una mujer que –sin grandes riquezas- tuvo el mayor tesoro en su alma: CRISTO
¿Dónde poner a la Virgen?
En el llano (sin adulterarla) y en lo alto (sin perderla). En el término medio está la virtud. 

¿Dónde colocar a la Virgen? 
Cerca de Dios. Ella, recoge nuestras súplicas, nuestros deseos y, como Madre, las susurra al oído del Padre. Luego, sus manos abiertas, nos harán llegar las GRACIAS que vienen del Padre.


J. Leoz

¡EL DOMINGO YA EMPIEZA EL ADVIENTO!


Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
¡El domingo ya empieza el Adviento!


¡El domingo ya empieza el Adviento!
Cuatro domingos de Adviento tendrán que pasar para que ya, una vez más, estemos en Navidad.. 

Este domingo es el primero y el advenimiento que vamos a celebrar es la conmemoración de la llegada del Hijo de Dios a la Tierra. 

Es tiempo de preparación puesto que siempre que esperamos recibir a una persona importante, nos preparamos. 

La Iglesia nos invita a que introduzcamos en nuestro espíritu y en nuestro cotidiano vivir un nuevo aspecto disciplinario para aumentar el deseo ferviente de la venida del Mesías y que su llegada purifique e ilumine este mundo, caótico y deshumanizado, procurando el recogimiento y que sean más abundantes y profundos los tiempos de oración y el ofrecimiento de sacrificios, aunque sean cosas pequeñas y simples, preparando así los Caminos del Señor. 

Caminos que llevamos en nuestro interior y que tenemos que luchar para que no se llenen de tinieblas, de ambición, de lujuria, de envidia, de soberbia y de tantas otras debilidades propias de nuestro corazón humano, sino que sean caminos de luz, senderos que nos conduzcan a la cima de la montaña, a la conquista de nuestro propio yo. 

Hace unos días celebrábamos el día de Cristo Rey. Cristo es un Rey que no es de este mundo. El reino que El nos vino a enseñar pertenece a los pobres, a los pequeños y también a los pecadores arrepentidos, es decir, a los que lo acogen con corazón humilde y los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los Cielos".... y a lo "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas ocultas a los sabios y a los ricos. 

Es preciso entrar en ese Reino y para eso hay que hacerse discípulo de Cristo. 

A nosotros no toca ser portadores del mensaje que Jesús vino a traer a la Tierra. 

Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros desde su Encarnación. por "nosotros los hombres y por nuestra salvación hasta su muerte, por nuestros pecados" (1Co 15,3) y en su Resurrección "para nuestra justificación (Rm4,1) "estando siempre vivo para interceder en nuestro favor" (Hb 7,25). Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros, de una vez por todas, permanece presente para siempre "ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9,24). 

Cuatro domingos faltan para que celebremos su llegada. Días y semanas para meditar, menos carreras, menos cansancio del bullicio y ajetreo de compras y compromisos, de banalidades y gastos superfluos.... mejor preparar nuestro corazón y tratar de que los demás lo hagan también para el Gran Día del Nacimiento en la Tierra de Dios que se hace hombre. 


ESTO ES EL ADVIENTO. PREPARÉMOSNOS CON ILUSIÓN Y CON FE. 

ACRÓSTICO EN ADVIENTO


NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES DE KIBEHO (RUANDA), ADVOCACIÓN MARIANA, 28 DE NOVIEMBRE

Autor: Padre Jordi Rivero | Fuente: Corazones.org
Nuestra Señora de los Dolores de Kibeho (Ruanda)
Advocación Mariana, 28 de noviembre
 
Nuestra Señora de los Dolores de Kibeho (Ruanda)
Nuestra Señora de los Dolores de Kibeho (Ruanda)

APARICIONES EN KIBEHO, (RWANDA, AFRICA) 1981-1989

Madre del Verbo

Las apariciones comenzaron el 28 de Noviembre de 1981. Anticiparon el genocidio que ocurrió en 1994. Esta aparición fue aprobada formalmente en el 2001.

Las 3 videntes
La primera en tener las apariciones fue Alphonsine Mumureke, de 16 años. Estas ocurrían en la escuela y los maestros y estudiantes no le creían y muchos se burlaban de ella. Pero mas tarde otras dos muchachas empezaron a ver también a la Virgen. Alphonsine fue filmada durante algunas apariciones. Un doctor de la comisión de investigación de la Iglesia examinó a la joven durante la aparición.

La segunda joven fue Nathalie Mukamazimpaka, 17 años, que comenzó a ver a la Virgen en enero 1982. Vió la Virgen casi 2 años.

La tercera fue Marie Claire Mukamgango, de 21 años. Vió a la Virgen de marzo a septiembre del 1982. Antes no creía en las apariciones. La Virgen le dió la misión de difundir el Rosario de los Siete Dolores de María. (Ella murió en la masacre que relataremos después).

Otros cuatro jóvenes videntes no fueron incluidos en la aprobación eclesiástica
Cuatro jóvenes de Kibeho dijeron que también veían a la Virgen en diferentes ocasiones, pero solo han recibido aprobación oficial las apariciones a los tres arriba mencionados.

Entre las muchachas que reportaron ver la Virgen había una joven musulmana que se convirtió y bautizó. También un joven pagano llamado Sagstashe, quien después de las apariciones se convirtió tomando el nombre Emmanuel. A Emmanuel, Jesús se le apareció en el campo en julio del 1982 y le enseñó el Padre Nuestro y el catecismo. El nunca antes de las apariciones había estado en una iglesia.

Las apariciones terminaron para seis de los videntes en 1983 y solo Alphonsine continuó teniendo apariciones, una vez al año el 28 de noviembre. La última fue en 1989 de esa fecha.

Para ver más sobre los mensajes de la Virgen en Kibeho haz "click" AQUI

miércoles, 27 de noviembre de 2013

NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA , ADVOCACIÓN MARIANA, 27 DE NOVIEMBRE





NUESTRA SEÑORA  DE LA MEDALLA MILAGROSA
27 DE NOVIEMBRE 

El mensaje principal de estas apariciones ocurridas el 18 de julio y el 27 de noviembre de dicho año fue presentar al mundo una medalla en que la Virgen aparece como Inmaculada, Reina, Corredentora y Medianera de las gracias.

La Santísima Virgen en persona presentó a Sor Catalina el modelo de esta medalla:


"Haz acuñar una medalla conforme a este modelo. Las personas que la llevan con confianza recibirán abundantes gracias".

Miremos la Medalla y descubramos en sus dos caras que se complementan el Mensaje esencial del Misterio de la salvación.


ANVERSO DE LA MEDALLA

María Inmaculada, Madre de los hombres.
María, mensajera, de la ternura de Dios, se muestra en pie.
Viene hacia nosotros con las manos abiertas y en actitud de acogida.
María es la sin pecado. Por eso aplasta la cabeza de la serpiente.
Se lee una oración "Oh María sin pecado concebida rogad por nosotros que recurrimos a vos".
Nos da a conocer que es la Inmaculada Concepción.



REVERSO DE LA MEDALLA

El proyecto de amor de Dios hacia los hombres.

La M coronada por la cruz: María esta íntimamente unida al misterio de la Pasión y de la Cruz de su Hijo, desde el Pesebre hasta el Calvario.

Dos corazones: el de Jesús y el de María. Representan la fuerza del amor que llega hasta la entrega total. María entró plenamente en ese Misterio de Amor de nuestra redención.

Doce estrellas: Jesús estableció su Iglesia sobre el fundamento de Pedro y sus Apóstoles.


María Estrella de la Evangelización.
Los fieles la llaman "Medalla Milagrosa" proclamando así que es un signo, el signo de la protección maternal de María.

CORONILLA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


CORONILLA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

En las cuentas del Rosario (utilizar un rosario común de 5 decenas):

En las cuentas grandes:

Corazón ardiente, Corazón herido en la cruz, Corazón que sangra en la Hostia. Me ofrezco voluntariamente para sufrir y para consolar al Corazón de Jesús en el sufrimiento de mis hermanos.
En las cuentas pequeñas (10 veces)

V/ Corazón Inmaculado de María, holocausto perfecto del Divino Amor.
R/ Haz que me hieran las heridas de tu Hijo, que me embriague de su Cruz y de su Sangre.

Al final de la coronilla, repetir 3 veces:
Madre del Corazón doloroso, termina en mi cuerpo lo que falta a la pasión de tu Hijo. Amén.

AFECTOS DE AMOR AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA


AFECTOS DE AMOR AL
 CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

¡Oh María!, Madre mía amabilísima, recibid, os suplico, los desahogos de mi alma herida de vuestro amor, que reconociendo en Vos al ser más amable después de Dios, os dice fervorosa:

Augusta Madre de Dios, os amo con todo mi corazón.

Dulcísima Madre mía, os amo con todo mi corazón.

Reina y Señora mía, os amo con todo mi corazón.

Vida, Dulzura y Esperanza mía, os amo con todo mi corazón.

Corredentora mía, os amo con todo mi corazón.

Protectora y Abogada mía, os amo con todo mi corazón.

Pastora y Maestra mía, os amo con todo mi corazón.

Alegría y gozo de mi alma, os amo con todo mi corazón.

Todo mi Tesoro después de Jesucristo, os amo con todo mi corazón.

Corazón mío y alma mía, os amo con todo mi corazón.

Porque Dios os hizo tan santa, os amo con todo mi corazón.

Porque Dios os hizo tan buena, os amo con todo mi corazón.

Porque Dios os hizo tan bella y agraciada, os amo con todo mi corazón.

Porque Dios os hizo tan amable y compasiva, os amo con todo mi corazón.

Porque Dios os hizo tan clemente y piadosa, os amo con todo mi corazón.

Porque Dios os hizo tan grande y humilde, os amo con todo mi corazón.

Porque Dios os hizo tan sabia y poderosa, os amo con todo mi corazón.

Porque Dios os hizo tan perfecta en todas vuestras virtudes, os amo con todo mi corazón.

Por los infieles que no os conocen, os amo con todo mi corazón.

Por los herejes que han sido siempre vuestros enemigos, os amo con todo mi corazón.

Por los malos cristianos que han perdido vuestra devoción, os amo con todo mi corazón.

Por los infelices réprobos, condenados a no amaros nunca, os amo con todo mi corazón.

Por vuestra eterna predestinación me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Por vuestra Inmaculada Concepción y por los privilegios admirables con que en ella fuisteis enriquecida, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Por vuestra absoluta preservación de todo pecado, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Por vuestra íntegra y perpetua virginidad, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Por vuestra divina maternidad, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Por la resurrección de vuestro cuerpo y Asunción en cuerpo y alma al Cielo, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Por la gloria que gozáis, sólo inferior a la de Jesús, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Por el amor que os tienen todos los buenos cristianos en la tierra, y todos los Ángeles y Santos en el Cielo, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Por las alabanzas que en el Cielo y en la tierra resuenan en honor vuestro, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Por los milagros que Dios hace para glorificar vuestras imágenes y confirmar vuestro culto, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Por las excelencias de vuestro Corazón que no alcanzan las inteligencias humanas ni angélicas, me gozo y os felicito, dulcísima Madre mía.

Que me alcancéis amaros mucho, os suplico, dulcísima Madre mía.

Que me alcancéis amaros siempre, os suplico, dulcísima Madre mía.

Que me alcancéis imitaros para ser mejor hijo de vuestro Corazón, os suplico, dulcísima Madre mía.

Que me alcancéis ganar muchos corazones para vuestro amor, os suplico, dulcísima Madre mía.

Que me alcancéis morir con vuestro nombre en los labios y vuestro amor en el corazón, os suplico, dulcísima Madre mía.

Que me alcancéis estar muy cerca de Vos en el Cielo, os suplico, dulcísima Madre mía. 

Oh Jesús, que hicisteis tan amable a María y que en la persona de San Juan nos la disteis por Madre, conceded a los que nos gloriamos de ser sus hijos, que la amemos tierna y fervorosamente, para llegar así con más eficacia y prontitud a amaros a Vos, que con el Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis por los siglos. Amén.

CONSAGRACIÓN DE LAS FAMILIAS AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


Consagración de las familias al Inmaculado Corazón de María


Oración
Inmaculado Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; entrad hoy en esta familia que desea consagrarse para siempre a Vos. ¡Oh la más tierna de las Madres! Al recibiros en nuestra casa, os decimos que queremos ser los más leales, los más obedientes, los más fervorosos de vuestros hijos. Ya que venís a formar parte de esta familia, socorrednos en todas nuestras necesidades, espirituales y corporales; rogad siempre por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte. ¡Oh María!, mostrad que sois nuestra Madre. ¡Oh Madre!, aquí tenéis a vuestros hijos.


Acto de consagración
¡Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra! La familia aquí reunida se consagra hoy a vuestro Inmaculado Corazón, para que reinéis en nuestra casa, con la presencia entre nosotros de vuestra sagrada imagen, con vuestra protección maternal en los días de alegría y dolor, y siempre con vuestro espíritu, modelo de todas las virtudes.

Te consagramos nuestro ser y nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestras almas, nuestro hogar y nuestra familia, cuanto amamos y cuanto tenemos. Deseamos que todo lo que nos rodea pertenezca a Vos y participe de vuestras maternales bendiciones.

Y para que esta Consagración sea eficaz y duradera, renovamos a vuestros pies las Promesas del Bautismo, y nos comprometemos a profesar siempre las verdades de la fe, a vivir como católicos verdaderos, observando los Mandamientos de Dios y de la Iglesia y a santificar nuestra vida con las prácticas de la religión cristiana, especialmente con la frecuente recepción de los Santos Sacramentos.

Dígnate, ¡oh tierna Madre nuestra!, tomar plena posesión de este hogar; estableced en él el reinado de vuestro Inmaculado Corazón, a fin de acelerar y asegurar el reinado del Corazón de vuestro adorable Hijo Jesús. Amén.

ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA, 27 DE NOVIEMBRE





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