martes, 8 de diciembre de 2015

INMACULADA: DE LA BOCA AL VIENTRE, DEL VIENTRE AL ÁRBOL


Inmaculada: de la boca al vientre, del vientre al Árbol
¡María es la verdadera Inmaculada! Es la Nueva Eva que floreció como flor de primavera del poder redentor de Dios.


Por: Celso Julio da Silva, L.C. | Fuente: Catholic.net 




Ocho de diciembre de 1854. Toda la cristiandad vuelca el corazón hacia la Basílica Vaticana. El cielo parece visitar la tierra en el repique vibrante de las campanas romanas. Pío IX, desde la cáatedra, levanta la voz proclamando a toda la Iglesia Universal el dogma de la Inmaculada Concepción.

Todos sabemos que la primera “inmaculada” de la historia, creada sin el pecado original, fue Eva. Su pureza permitía disfrutar de la presencia de Dios todos los días. ¡Quée gusto era poder platicar con Dios en los atardeceres del jardín del Edén!

Sin embargo, aquella pureza de repente se volvió hoja arrastrada por el viento de la soberbia y de la desobediencia. El demonio, en la figura de la serpiente, anestesió el corazón de Eva con discursos grandilocuentes de conocimiento y de poder- “seréis como dioses”- presentándole un camino bien fácil. La guía del camino tentador era: del árbol a la boca, de la boca al vientre y así el fruto, una vez en el vientre de Eva, desató el triste destino de la humanidad: pecado y muerte.

María, a su vez, fue concebida sin el pecado original, pues después de aquella nefasta tarde en el jardín del Edén, Dios jamás se olvidó del hombre, obra de sus manos. Para salvarnos, desde aquel instante, pensó también en María, la mujer pura que aplastaría la cabeza de la serpiente, dando a luz al Salvador Jesucristo.

¡María es la verdadera Inmaculada! Es la Nueva Eva que floreció como flor de primavera del poder redentor de Dios. En la Anunciación el ángel Gabriel podría perfectamente haber hecho un juego de palabras: “¡Ave- Eva!”, pues la llena de gracia aceptó cumplir el camino contrario de la primera Eva, un camino más arduo que era: de la boca al vientre, del vientre al Árbol. De este modo, contemplamos una tenue luz del misterio de la Inmaculada, de tal forma que nuestra oración recobra un sentido más profundo cada vez que rezamos: “¡bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús!”.  

De la boca al vientre: María Inmaculada no pretendió obtener conocimiento y poder delante de la propuesta divina del ángel Gabriel, sino que acogió el Fruto en la pureza y la humildad de una esclava, exclamando: “He aquí la esclava del Señor…”- “hágase en míii”. Aquí está: de la boca al vientre, no con pretensiones egoístas como Eva en el Paraíso, sumergida en la tentación del demonio, sino en la pequeñez de una sierva que acoge el Fruto de la Salvación en su vientre puro.



Y del vientre al Árbol: María es la corredentora en el plano de la Salvación. Por eso, dio a luz a Jesús, fruto bendito de su vientre, para devolver en la obediencia y la aceptación amorosa del misterio redentor el Fruto al Árbol. Pero no a aquel árbol del Paraíso, tan lejos en el tiempo, pero aunque aún tan atractivo, seductor, tentador y prohibido a los ojos y al corazón de hombre…; María devuelve ese Fruto, Cristo, al árbol de la vida, a la Cruz, que para nosotros no es tan atractiva, seductora y- claro está- jamás prohibida- pero he aquí que siempre huimos de ella. María es Inmaculada porque está de pie adorando al Árbol de la Vida, donde la Vida, fruto de su vientre inmaculado, está clavada por amor a los hombres.

Hoy, con toda la Iglesia, respirando el aire fresco de la apertura de este anhelado año jubilar de la Misericordia, elevamos nuestra gratitud de hijos de María Inmaculada por haber recorrido el difícil camino del Misterio en la fe y la pureza, el camino de la humildad de acoger a Dios en su vientre puro, cooperando con nuestra redención, para luego adorarlo sobre el Árbol de la Vida, que es la cruz de Jesucristo. Que María Inmaculada proteja la flor de la pureza en nuestra vida cristiana, y, de modo especial, en la vida de todos los jóvenes.

¡Por tu Inmaculada Concepción, oh María, purifica mi cuerpo y santifica mi alma! Amén.    

LA DEVOCIÓN A LA INMACULADA


La devoción a la Inmaculada
La devoción a la Inmaculada: nos humaniza, nos hace más delicados en el amor


Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net 




“¿Quién es esta, que se levanta como la aurora, que es hermosa como la luna, y resplandece como el sol?”, proclama la Iglesia. La tierra y el cielo, la Iglesia entera, celebra gran fiesta, y nosotros también. Esta fiesta se extendió desde Oriente donde comenzó, por muchos sitios desde el siglo VII, y desde el siglo XIII ya se vivió como fiesta por todo el pueblo cristiano.

La Virgen no padeció mancha de pecado alguno, ni el original que nos legaron Adán y Eva, ni otro alguno. En este misterio celebramos que quedó constituida libre del pecado original desde el primer instante de su vida. Ella es la "plena de gracia", en virtud de un singular privilegio de Dios y en consideración de los méritos de Cristo. Fue constituida libre de cualquier egoísmo y atadura al mal. Convenía que la que tenía que ser Virgen María fuera la maravilla de la creación, la obra maestra.

Nos conviene contemplar a la más perfecta, la más bella de las mujeres. “Tota pulchra est Maria”: es la criatura más hermosa que ha salido de la mano de Dios. Reina del cielo y de la tierra, es superior por su gracia a todos los ángeles. Fue en 1854 cuando Pío IX dijo en la Bula “Ineffabilis Deus: “Declaramos, Proclamamos y Definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles”. Muchos pueblos sienten la devoción a la Inmaculada como algo muy suyo, basta pensar las imágenes que presiden muchas iglesias, grandes obras de arte del renacimiento o del barroco (por citar algunas, en escultura “La cieguecita”, de Juan Martínez Montañés y la “Virgen de la Oliva” en Lebrija, de Alonso Cano; en pintura, las de Murillo lo resumen todo); la devoción a la Inmaculada atrae a los jóvenes a cantarle (como en el caso de la imagen de Sevilla, que está al lado de la catedral), y también recuerdo la fiesta que se organiza en la plaza de España en Roma, donde el Papa Juan Pablo II solía ir a visitar piadosamente rodeado de multitudes, ante otra Inmaculada, también coronando una columna.

Esta devoción abarca aspectos muy cotidianos, como la costumbre de tantos sitios de saludarnos al entrar a una casa, con un: “ave María purísima”; y la respuesta de quien nos recibe dentro: “sin pecado concebida”. Es también muy bonito emplear este saludo inicial al ir a confesar. Y qué alegría oírlo cuando se oye o ve algo malo, que ofende el buen sentir, como un modo de reparar a la Virgen, de rectificar con amor aquella falta de amor...

También –y eso siglos antes de la proclamación dogmática – con juramentos proclamaban los ayuntamientos la fe en la Inmaculada Concepción, asimismo no se podía ser doctor en las universidades de Salamanca, Hispalense y otras muchas, si no se juraba como requisito defender esta verdad, al recibir el título universitario se hacía testimonio de esta fe.

En fin, que es devoción muy popular y muy arraigada. El corazón del pueblo cristiano -guiado por el espíritu Santo- tiene razones profundas, es el “sensus fidei”, el sentido de la fe. No serán razones muy razonadas, sino la expresión sencilla de la verdad, del corazón, el buen hijo que demuestra el amor a su madre. Como decía san Josemaría Escrivá, ¿como escogeríamos a nuestra Madre si hubiésemos podido hacerlo? Hubiéramos escogido la que tenemos, llenándola de todas las perfecciones y gracias. Así lo ha hecho Dios.

Convenía que la que tenía que ser Madre del Hijo de Dios fuera liberada del poder de Satanás y del pecado, de aquel pecado original que se borra por el bautizo. Por esto, debemos hacer propaganda de bautizar los niños cuanto antes, los padres tienen derecho, y los niños lo necesitan como el pecho de la madre para poder alimentarse. ¿Cómo vamos a decir a un niño que escoja tomar alimento cuando sea mayor? Sería una aberración, pues la madre quiere darle lo mejor, por eso le da alimento, y por eso le da la fe del bautismo por la que somos hijos de Dios. Este aniversario nos recuerda también la batalla que hay en el mundo a favor de la vida: Santa Ana concibe su hija María, y no la rechaza, como hacen muchos hoy dejándose llevar por una cultura del egoísmo y de la muerte: la recibe en sus entrañas como un don de Dios, recibe un tesoro privilegiado, recibe el don de la vida, que es sagrado. Y pensar que algunas personas están ciegas ante este don... Por esto nos viene tan bien la devoción a la Inmaculada: nos humaniza, nos hace más delicados en el amor.

lunes, 7 de diciembre de 2015

ORACIÓN A LA INMACULADA CONCEPCIÓN


ORACIÓN A LA INMACULADA
CONCEPCIÓN

Inmaculada Madre de Dios, Reina de los cielos, Madre de misericordia, abogada y refugio de los pecadores: he aquí que yo, iluminado y movido por las gracias que vuestra maternal benevolencia abundantemente me ha obtenido del Tesoro Divino, propongo poner mi corazón ahora y siempre en vuestras manos para que sea consagrado a Jesús.

A Vos, oh Virgen santísima, lo entrego, en presencia de los nueve coros de los ángeles y de todos los santos; Vos, en mi nombre, consagradlo a Jesús; y por la filial confianza que os tengo, estoy seguro de que haréis ahora y siempre que mi corazón sea enteramente de Jesús, imitando perfectamente a los santos, especialmente a San José, vuestro purísimo esposo. Amén.

LA DEVOCIÓN A LA INMACULADA


La devoción a la Inmaculada
La devoción a la Inmaculada: nos humaniza, nos hace más delicados en el amor


Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net 




“¿Quién es esta, que se levanta como la aurora, que es hermosa como la luna, y resplandece como el sol?”, proclama la Iglesia. La tierra y el cielo, la Iglesia entera, celebra gran fiesta, y nosotros también. Esta fiesta se extendió desde Oriente donde comenzó, por muchos sitios desde el siglo VII, y desde el siglo XIII ya se vivió como fiesta por todo el pueblo cristiano.

La Virgen no padeció mancha de pecado alguno, ni el original que nos legaron Adán y Eva, ni otro alguno. En este misterio celebramos que quedó constituida libre del pecado original desde el primer instante de su vida. Ella es la "plena de gracia", en virtud de un singular privilegio de Dios y en consideración de los méritos de Cristo. Fue constituida libre de cualquier egoísmo y atadura al mal. Convenía que la que tenía que ser Virgen María fuera la maravilla de la creación, la obra maestra.

Nos conviene contemplar a la más perfecta, la más bella de las mujeres. “Tota pulchra est Maria”: es la criatura más hermosa que ha salido de la mano de Dios. Reina del cielo y de la tierra, es superior por su gracia a todos los ángeles. Fue en 1854 cuando Pío IX dijo en la Bula “Ineffabilis Deus: “Declaramos, Proclamamos y Definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles”. Muchos pueblos sienten la devoción a la Inmaculada como algo muy suyo, basta pensar las imágenes que presiden muchas iglesias, grandes obras de arte del renacimiento o del barroco (por citar algunas, en escultura “La cieguecita”, de Juan Martínez Montañés y la “Virgen de la Oliva” en Lebrija, de Alonso Cano; en pintura, las de Murillo lo resumen todo); la devoción a la Inmaculada atrae a los jóvenes a cantarle (como en el caso de la imagen de Sevilla, que está al lado de la catedral), y también recuerdo la fiesta que se organiza en la plaza de España en Roma, donde el Papa Juan Pablo II solía ir a visitar piadosamente rodeado de multitudes, ante otra Inmaculada, también coronando una columna.

Esta devoción abarca aspectos muy cotidianos, como la costumbre de tantos sitios de saludarnos al entrar a una casa, con un: “ave María purísima”; y la respuesta de quien nos recibe dentro: “sin pecado concebida”. Es también muy bonito emplear este saludo inicial al ir a confesar. Y qué alegría oírlo cuando se oye o ve algo malo, que ofende el buen sentir, como un modo de reparar a la Virgen, de rectificar con amor aquella falta de amor...

También –y eso siglos antes de la proclamación dogmática – con juramentos proclamaban los ayuntamientos la fe en la Inmaculada Concepción, asimismo no se podía ser doctor en las universidades de Salamanca, Hispalense y otras muchas, si no se juraba como requisito defender esta verdad, al recibir el título universitario se hacía testimonio de esta fe.

En fin, que es devoción muy popular y muy arraigada. El corazón del pueblo cristiano -guiado por el espíritu Santo- tiene razones profundas, es el “sensus fidei”, el sentido de la fe. No serán razones muy razonadas, sino la expresión sencilla de la verdad, del corazón, el buen hijo que demuestra el amor a su madre. Como decía san Josemaría Escrivá, ¿como escogeríamos a nuestra Madre si hubiésemos podido hacerlo? Hubiéramos escogido la que tenemos, llenándola de todas las perfecciones y gracias. Así lo ha hecho Dios.

Convenía que la que tenía que ser Madre del Hijo de Dios fuera liberada del poder de Satanás y del pecado, de aquel pecado original que se borra por el bautizo. Por esto, debemos hacer propaganda de bautizar los niños cuanto antes, los padres tienen derecho, y los niños lo necesitan como el pecho de la madre para poder alimentarse. ¿Cómo vamos a decir a un niño que escoja tomar alimento cuando sea mayor? Sería una aberración, pues la madre quiere darle lo mejor, por eso le da alimento, y por eso le da la fe del bautismo por la que somos hijos de Dios. Este aniversario nos recuerda también la batalla que hay en el mundo a favor de la vida: Santa Ana concibe su hija María, y no la rechaza, como hacen muchos hoy dejándose llevar por una cultura del egoísmo y de la muerte: la recibe en sus entrañas como un don de Dios, recibe un tesoro privilegiado, recibe el don de la vida, que es sagrado. Y pensar que algunas personas están ciegas ante este don... Por esto nos viene tan bien la devoción a la Inmaculada: nos humaniza, nos hace más delicados en el amor.

IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA CON MENSAJES







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