viernes, 11 de diciembre de 2015

GRACIAS, MADRE, MIL GRACIAS, POR HABER DICHO QUE SÍ


Gracias, Madre, mil gracias, por haber dicho que sí
Sin luz, sin amor, sin sentido de vivir. ¿Qué hubiera sido de nosotros, sin Ti, Virgen Misericordiosa?


Por: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net 




Gracias, Madre, mil gracias, Bendita,
por haber dicho que sí.
Nos trajiste lo mejor.
Estábamos destinados al eterno dolor
Éramos enemigos del Dios que tú amas.
Éramos hijos pródigos devorando bellotas,
Éramos casi como los animales que las comían,
pues apacentamos nuestras feas pasiones.
en los campos de Satanás.

La desesperación hubiera sido nuestra forma de vivir,
una tristeza creciente, sin cambio, sin sol.
Las tinieblas de muchos pecados
nos ocultaban el sol del amor.
Sin luz, sin amor, sin sentido de vivir.
¿Qué hubiera sido de nosotros, sin Ti,
Virgen Misericordiosa?

No había esperanza para nosotros,
prisioneros de ese campo de concentración
que hubiera sido el mundo.
El número de suicidas hubiera sido mayor
que el de los que quisieran seguir viviendo,
Pero llegaste Tú, la elegida, la abogada,
la llena de gracia…

Y nuestro mundo triste y amargado
se convirtió en lugar de consuelo y de paz.
Gracias por haber existido, por ser quien eres, por ser como eres.
Gracias mil veces porque nos trajiste la salvación.

Durante nueve meses, como todas las madres,
paseaste a Jesús en tu seno
por las calles de Nazareth, de Belén,
por los caminos y campos de Palestina,
La noche del mundo se convirtió en mediodía
cuando diste a luz al que se llamaría a sí mismo
Luz del mundo.
Tú fuiste la esclava sublime del Dios Altísimo.
Tú respondiste al Dios tres veces Santo
en nuestro lugar.
Borraste todas nuestras indignas respuestas
con tu sí heroico y generoso.
Y Dios, al complacerse en Ti.
nos miró también a nosotros con amor.
Porque eres de carne y hueso como nosotros,
Eres de nuestra raza
Y nuestra raza dió en Ti
la respuesta que Dios esperaba.

Jesús viene. Es el salvador,
pero ha querido venir a través de Ti.
Antes de ser de todos como redentor
fue todo tuyo, porque nadie lo sabía,
ni siquiera José, tu fiel esposo,
Luego, desde la cuna de Belén
no lo quisiste solo para Ti,
nos lo diste a todos los hombres.
A mí me has dado con inmenso amor
el fruto de tus entrañas purísimas.
Jesús es tuyo y Jesús es mío, `
porque Él es mi hermano y salvador
desde que Tú eres madre de ambos.
¿Qué cosa más grande, más hermosa,
más maravillosa podías darnos que a Jesús?

Un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado, confirma la Sagrada Biblia.
Desde entonces puedo llamar padre a Dios,
igual que te llamo a Ti madre.

Mi Padre bendito, mi Madre bendita.
Desde entonces Jesús es mi Dios, mi compañero, mi padre, mi grande y único amor
y la única razón de mi existencia.
Desde entonces he bebido una y mil veces
de la fuente de agua vivas
en los sacramentos de la Iglesia.

Tú asististe a mi bautismo.
El primer beso en mi frente de niño cristiano
lo recibí de tus labios, oh Madre.

Tú preparaste mi alma para recibir
por primera vez a tu Jesús y a mi Jesús.
¡Qué día tan hermoso para mí,
para Ti y para Jesús.

Tú estuviste presente en mis bodas de Caná
Deseándome que me fuera como a Ti
en tu matrimonio con José.
Tal vez no me ha ido lo mismo…
Tú sabes mejor que nadie cómo me ha ido
en mis amores..
Ten misericordia de mi matrimonio,
esposa magnífica, como no ha habido
ni habrá ninguna.

Misericordia de mis hijos.
Aunque estén en malos pasos
quiero dejarlos siempre en tus manos buenas,
para que los salves del maligno,
del mundo y de sus pasiones.
Concédeme de parte de Dios una Navidad,
si no totalmente feliz, al menos en paz, alegría,
en amor, como debe ser.

Vienes a darnos, a darme otra vez a Jesús.
Y hoy es el día y la noche buena.
Si alguna vez y algún día debo estar feliz,
es en esta noche buena y el día de Navidad.
Permíteme disfrutar algo de la felicidad del cielo
en esta Navidad
porque viene a mi corazón y a mi familia
el cielo entero con Jesús.
Pero viene el cielo, viene Dios
de la forma más sorprendente.

A todos nos ha dejado sin palabra ese Dios niño,
ese gitanillo precioso.
Perdona que así lo llame,
porque ha nacido como otros gitanillos,
si no debajo de un puente,
sí en un portal de animales.
Gitanillo se hizo por mí,
por amor, por amor, por amor.

El Niño Jesús es todo amor,
sólo amor y siempre amor para mí.
Déjame besarlo, abrazarlo con cariño,
y amarlo con todas las fuerzas de mi alma.
Déjame besarte, déjame abrazarte, Madre querida,
con toda la ternura de mi corazón.

¿Cómo no amarte, ángel de mi vida, Madre bendita,
si nos has traído al tres veces Santo,
si nos has dado al Verbo de Dios,
si has convertido al Hijo eterno del Padre
en un niño de esta tierra.
Con qué seriedad y cariño se llamará a sí mismo
el Hijo del Hombre.
El Hijo amadísimo del Padre
en quien tiene todas sus complacencias
insiste en llamarse el Hijo del Hombre,
para que quedara claro cuánto nos amaba.

Pues Tú, Madre bendita, convertiste al Hijo de Dios
en hijo del hombre, al darle tu sangre.
Nos diste un Dios niño, con cuerpecito de niño,
con un corazón de niño.
Pero a través de sus latidos
nos ama el Dios que es Amor.
Lloraba ese niño lágrimas de niño
y lágrimas de Dios.

Latía aquel corazón chiquito
como el de cualquier niño
pero era el corazón de Dios
que nos ha amado con eterno amor.
Madre admirable,
Enséñame a amar a tu Hijo divino…
Enséñame a amarlo todo lo que Él quiera,
todo lo que Tú quieras.

¿Será tan difícil amar entrañablemente
a un niño como el tuyo, María,
a un Dios que se hace niño por mí,
a un salvador que me ama con infinito amor?

En esta Navidad, Madre querida,
dame al Jesús de tus entrañas adorables,
al Jesús de tu alma y de tu vida,
al Jesús que amas como Virgen purísima
y como Madre amantísima.
Quiero amar a tu hijo con todo mi ser,
al mismo Jesús que Tú amas así,
quiero amarlo yo también,
con mi pobre corazón,
con mi vida que no es tan pura,
con mi alma que necesita ser redimida por Él.
Quiero amar y servir a ese ser divino
pero que es también carne de tu carne
y sangre de tu sangre,
rosa de tu rosal, a Jesús niño.

Reto a los ateos a que vengan al portal de Belén
¿A quién niegan? ¿A quién odian?
A un pedacito de carne, de carne viva
que se ha hecho niño por amor a ellos.
Él te ha dado la vida, ateo desconcertante,
ateo inexplicable, ateo desagradecido.
No sabes a quién desprecias.
Odias no a un ser cualquiera,
odias al ser más adorable,
al que han adorado hasta el martirio
millones y millones de tus hermanos hombres
Que vengan los perversos…
¿Quién no puede arrodillarse ante ese Dios hecho niño?

Te adoro, mi Dios, con cuerpecillo de niño.
Te adoro mi Rey en trono de paja.
Te adoro mi Señor, que no sabes ni hablar.
Te adoro y te amo…

miércoles, 9 de diciembre de 2015

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE


ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE



Virgen de Guadalupe, Madre de América. Tiende tu protección sobre todas las naciones del Continente y renueva su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Suscita propósitos de equidad y rectitud en sus gobernantes. Protege a los hermanos de Juan Diego para que no sufran discriminación. Cuida a los niños. Guarda la unidad de las familias... Que desde esta tu Imagen manifiestes siempre tu clemencia, tu compasión y tu amparo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

HOY SE CELEBRA A SAN JUAN DIEGO, EL VIDENTE DE LA VIRGEN DE GUADALUPE, 9 DE DICIEMBRE


Hoy se celebra a San Juan Diego, el vidente de la Virgen de Guadalupe






ROMA, 09 Dic. (ACI).- “¡Amado Juan Diego, ‘el águila que habla’! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que ella nos reciba en lo íntimo de su corazón”, dijo San Juan Pablo II en la canonización de San Juan Diego, el vidente de la Virgen de Guadalupe, y cuya fiestase celebra cada 9 de diciembre.

Según la tradición, San Juan Diego nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas, y hoy territorio mexicano. Su nombre era Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba “Águila que habla” o “El que habla con un águila”.

Siendo adulto y padre de familia, se sintió atraído por la doctrina de los sacerdotes franciscanos que llegaron a México en 1524 y recibió el bautismo con su esposa María Lucía. Los dos se casaron cristianamente, pero tiempo después falleció su esposa.


El 9 de diciembre de 1531 se le apareció, en un lugar denominado Tepeyac, la Virgen María, quien se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”. La Virgen le encomendó que en su nombre le pidiese al Obispo Capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una Iglesia en el lugar de la aparición.

El Obispo no aceptó la idea y la Virgen le pidió que insistiera. Al día siguiente, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas del prodigio.

El martes 12 de diciembre, la Virgen se le presentó y lo consoló, invitándolo a subir a la cima de la colina del Tepeyac para que recogiera flores y se las trajera. A pesar de la estación invernal y la aridez del lugar, San Juan Diego encontró flores muy hermosas y la colocó en su “tilma”. La Virgen luego le mandó que se las presentara al Obispo.

Estando frente al Prelado, el Santo abrió su “tilma” y dejó caer las flore. En el tejido apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde ese momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México y en una de las mayores devociones marianas que permanece con fuerza hasta nuestros días.

San Juan Diego, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la “Señora del Cielo”. Limpiaba la capilla y acogía a los peregrinos que visitaban el lugar, donde hoy se eleva un gran templo.

El laico San Juan Diego partió a la Casa del Padre en 1548 y gozó de tanta estima que sus contemporáneos solían decir: “Que Dios te haga como Juan Diego”. Fue beatificado por San Juan Pablo II en 1990 y canonizado por el Papa peregrino en el 2002.

IMÁGENES DE SAN JUAN DIEGO, 9 DE DICIEMBRE












martes, 8 de diciembre de 2015

ALÉGRATE LLENA DE GRACIA


Alégrate llena de gracia
Solemnidades y Fiestas



Lucas 1,26-38. Solemnidad Inmaculada Concepción. Con María es fácil superar nuestros pecados, nuestras dificultades. Ella nos enseña a amar a nuestros hermanos. 


Por: Daniel Ochoa, LC | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 1,26-38
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Oración introductoria
María, te bendigo por las cosas grandes que ha hecho Dios en ti, te agradezco todas las gracias que recibo por tu medio y hoy, que inicia el Jubileo de la Misericordia, quiero consagrarte todos mis pensamientos, palabras y obras. Tómame de la mano y guíame en esta oración para poder recibir las luces del Espíritu Santo y corresponderle generosamente.

Petición
Madre mía, ayúdame a caminar siempre a tu lado, quiero aprender que el camino más corto y seguro hacia Dios, eres tú. Haz que jamás me olvide de ti, y si tal vez te olvidare, tú no te olvides de mí.

Meditación del Papa Francisco
Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes.
El Año Santo se abrirá el 8 de diciembre de 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción. Esta fiesta litúrgica indica el modo de obrar de Dios desde los albores de nuestra historia. Después del pecado de Adán y Eva, Dios no quiso dejar la humanidad en soledad y a merced del mal. Por esto pensó y quiso a María santa e inmaculada en el amor, para que fuese la Madre del Redentor del hombre. Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona. En la fiesta de la Inmaculada Concepción tendré la alegría de abrir la Puerta Santa. En esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza. (Bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, S.S. Francisco, 2015).
Reflexión 
Con María es fácil superar nuestros pecados, nuestras dificultades. Ella nos enseña a amar a nuestros hermanos. Cuando vemos con qué cariño y dulzura nos acoge Ella en su regazo, aprendemos la manera en que debemos de tratar a nuestros hermanos. Y si María, que es criatura, tanto nos ama, ¡cuánto más no nos amará Dios!
Propósito
Hoy rezaré un misterio del rosario y le pediré a María que me ayude a superar aquello que me aleja de Dios.

Diálogo con Cristo y María
María, hasta ahora tal vez no he sido tan buen hijo. Poco me acuerdo de ti y te doy pocas muestras de cariño; pues tú también eres mujer y te gustan las pequeñas muestras de afecto. Ayúdame a ser más cercano.

Jesús, Tú eres hijo de María. Tú sí sabes amarla como madre tuya que es. Que aprenda de ti las palabras, el cariño, la confianza que debo tener en Ella. Tú me la diste como madre al pie de la cruz, que sea yo agradecido por tan hermoso regalo.

"¡No apartes los ojos del resplandor de esta estrella, si quieres no ser destruido por las borrascas!" (San Bernardo, Hom. Sobre la Virgen Madre, 2)

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