lunes, 16 de mayo de 2016

MAYO, MES DE MARÍA - DÍA 16 - MADRE PODEROSA


MAYO, MES DE LA VIRGEN MARÍA
Décimo sexto día: Explicación de las letanías


Virgo potens

Virgen poderosa: María, que es la Reina de los ángeles y de los hombres, es la soberana de todas las criaturas, y reina al costado de Aquél que esta sentado por encima de los querubines, que mueve los cielos, que cambia los tiempos, que manda los vientos y a las tempestades, y que altera los elementos. Ahora bien, como todo es posible en el cielo y sobre la tierra al Amo de la naturaleza, toda la naturaleza debe obedecer, toda la naturaleza debe  obedecer a aquella a quien él mismo estuvo sometido. Por eso, los ángeles y los santos, que son testigos del gran poder de María, se apresuran a rendirle los homenajes y la obediencia que le deben.

Virgo clemens

Recurran, pobres pecadores, recurran a María, cuyo trono es accesible a los desventurados, y no duden de la buena voluntad y del poder de esta Madre de clemencia, que está siempre dispuesta a recibir y que Jesús no tiene nada que rehusar a aquella por cuya intercesión hizo su primer milagro y que Él destinó para ser abogada de los pecadores. Recurran a María, ustedes que son sus fieles servidores, recurran a ellas con confianza; que si los grandes pecadores encuentran en ella los auxilios que necesitan, ustedes no dejarán de recibir los favores que ella concede, particularmente a aquellos que la aman y que la sirven, imitando sus virtudes.

Ejemplo

Juan, Emperador de Oriente, dio una prueba sorprendente de la devoción que tenía a las imágenes de la madre de Dios. Los escitas habían irrumpido violentamente en la Tracia; concretando una usurpación digna de su mala fe, se convirtieron en los amos. El Emperador, en estas circunstancia que le hacía perder una bella provincia de su imperio, recurrió a la Reina del cielo; y por la intercesión visible que recibió su ejército, rechazó a los bárbaros y los puso en fuga. Entonces, lejos de ser ingrato hacia su libertadora, quiso cederle los honores de esta victoria. Hizo colocar su pintura sobre un carro de triunfo magníficamente tirado por cuatro caballos blancos, montados por los príncipes de su Imperio; y él, presidiendo todo su cortejo, iba a pie, con la cabeza descubierta, delante del carro de triunfo, con una cruz en la mano, otorgando a María toda la gloria. Honremos, a ejemplo de esos grandes personajes, en todas las formas que dependan de nosotros, a las imágenes de la Reina del cielo.

Pidamos a María proteger a la Iglesia y a las familias cristianas contra nuestros enemigos


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa

DIOS TE SALVE MARÍA

Ave María



Dios te salve María, llena eres de gracia; el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

EL ARMA DE SAN JUAN PABLO II, LA CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


El arma de Juan Pablo II – la consagración mariana
El camino seguro, fácil y corto para acercarnos a Cristo y parecernos más a Él es la consagración a la Virgen 


Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: laoracion.com 




Todos sabemos que el crecimiento espiritual, nuestra transformación en Cristo, no es cosa fácil. Entonces, es razonable que la oferta de Montfort levante sospechas... Pero hay muchas personas de fiar que lo aprueban y lo promueven.

Por ejemplo, el Papa Pío IX dijo que esta devoción a María es la mejor y la más aceptable. El Papa Pío X promulgó que quien rezara la fórmula de la consagración Mariana de San Luis María recibiría indulgencia plenaria en perpetuidad.

Él mismo experimentó la eficacia de esta devoción y por ello la promovió con tanta decisión en la encíclica Mariana Ad Diem Illum donde dice que "No hay camino más seguro y más fácil como María para unir a todos los hombres con Cristo." Y el promotor principal ha sido el Papa Juan Pablo II que declaró que la lectura del "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", fue decisiva en su vida y tomó como lema papal una expresión que aparece en el texto breve de la consagración Mariana de San Luis María Grignon de Montfort:

Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum Maria!
Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como mi todo. ¡Dame tu corazón, oh María!
Todo tuyo.



¿En qué consiste la consagración Mariana?

Es la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María. Consiste en un acto libre y voluntario donde ofreces toda tu persona y tu vida, y te entregas todo entero, en cuerpo y alma, a la Madre de Jesús y Madre nuestra para que a través de ella el Espíritu Santo nos transforme conforme a la imagen de Jesús.



La misión que Jesús le dio a María:

Jesús nos dio a su madre como nuestra madre espiritual para que Ella nos conciba a la vida cristiana por obra del Espíritu Santo, nos alimente, nos cuide y nos lleve a la plenitud de Cristo.
Cuando Jesús miró por última vez a su Madre antes de morir le dijo: "Mujer aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu Madre" (Jn 19, 26-27) ¿Qué quiso decirle Jesús a María? Fórmalos como me formaste a mí. ¿Qué quiso decirle a Juan? (él nos representaba a todos nosotros) Descansa en su regazo, confíate a sus manos maternales: Ella te va a santificar por el poder Espíritu Santo, Ella se encargará de modelarte y transformarte conforme a mi imagen.

San Luis María enuncia en su libro "los actos de caridad que la Virgen, como la mejor de todas las madres, hace para con sus fieles servidores": Ella los ama, los mantiene, los guía y dirige, los defiende y protege, intercede por ellos ante Dios. Y añade los frutos que esta devoción produce en el alma: alcanza luz del Espíritu Santo para crecer en humildad y conocimiento personal, la Sma. Virgen concederá parte de su fe, apartará del alma los escrúpulos y ensanchará y abrirá el corazón para correr "por el camino de los mandamientos de su Hijo" con gran libertad interior, los llenará de una gran confianza en Dios y en Ella misma, "el alma de la Sma. Virgen María se os comunicará para glorificar al Señor" y "Ella dará su fruto a su tiempo y este fruto suyo es Jesucristo".

Pertenecer a María.

Por eso, cuando María nos ve a cada uno de nosotros, sus hijos, nos mira con amor, anhelando el momento en que libremente le digamos: Madre, soy todo tuyo, te pertenezco, fórmame como lo hiciste con Jesús, protégeme del Maligno, llévame al Paraíso.
Si Dios Omnipotente confió incondicionalmente en la Virgen María y puso a Su Hijo Unigénito en sus brazos maternales, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?

Cuando le demos todo a María, Ella se hará cargo de nosotros y de nuestros seres queridos.

Cuando estemos como ciegos en las horas oscuras, María escuchará nuestro grito desesperado: "Señor, que vea" (Mc 10,51) y se encargará de decirle a Jesús: "Mira, no tienen vino" (Jn 2,3) y encontraremos una y otra vez la salida de las tinieblas para entrar en su luz maravillosa (cfr. 1 P 2,9)
A la hora del sufrimiento y de la cruz, María estará allí, de pie a nuestro lado, abrazándonos con ternura. (Jn 19,25)

En las decisiones importantes, María nos mostrará el Camino, la Luz, la Verdad, la Vida. Ella será la dulce y firme Pastora que nos conduzca por el buen Camino (Cfr. Jn 14,6). María nos lleva siempre por el mejor camino a Jesús.
En la vida cotidiana, María será nuestra educadora, la que nos forme en las virtudes cristianas.


María, nuestra maestra de oración
María será nuestra maestra de oración. Nos conducirá siempre al Sagrario y nos mostrará el costado traspasado de Su Hijo, nos enseñará a entrar en la intimidad de Su Corazón traspasado. Es un maravilloso intercambio: le damos nuestro corazón a María y Ella nos da su Corazón inmaculado. A María le gusta compartir, cuando le demos nuestro corazón con absoluto abandono, Ella nos abrirá la intimidad del suyo, conoceremos cómo es su amor a Jesús, cómo gusta Su palabra, cómo contempla los misterios de Su Hijo. Sentiremos como Ella siente, amaremos como Ella ama, dejaremos que Jesús encuentre consuelo y descanso en nosotros como lo encuentra en Ella.

A la hora de nuestra muerte, María será la que nos abra la puerta del hogar definitivo, nos abrace y nos lleve a la presencia del Padre para entrar en su intimidad y permanecer allí para siempre.
Les invito a leer el libro "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", quiera Dios que su experiencia sea como la del Papa Juan Pablo II, cuya fórmula de consagración Mariana les comparto ahora:


SOY TODO TUYO MARIA
Virgen María, Madre mía
Me consagro a ti y confío en tus manos
Toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración
Te confío cuanto tengo y cuanto soy,
Todo lo que he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia,
Mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad;
Mis ansias y mis temores;
Mis esperanzas y mis deseos;
Mis tristezas y mis alegrías.
Custodia mi vida y todos mis actos
Para que le sea más fiel al Señor
Y con tu ayuda alcance la salvación.
Te confío ¡Oh María! Mi cuerpo y mis sentidos
Para que se conserven puro
Y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te confío mi alma
Para que Tú la preserves del mal.
Hazme partícipe de una santidad
Igual a la tuya:
Hazme conforme a Cristo,
Ideal de mi vida.
Te confío mi entusiasmo
Y el ardor de mi juventud,
Para que Tú me ayudes a no envejecer en la fe.
Te confío mi capacidad y deseo de amar,
Enséñame y ayúdame a amar
Como Tú has amado y como Jesús quiere que se ame.
Te confío mi incertidumbres y angustias,
Para que en tu corazón yo encuentre
Seguridad, sostén y luz,
En cada instante de mi vida.
Con esta consagración
Me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios
Que esta elección comporta,
Y te prometo, con la gracia de Dios
Y con tu ayuda,
Ser fiel al compromiso asumido.
Oh María, soberana de mi vida
Y de mi conducta
Dispón de mí y de todo lo que me pertenece,
Para que camine siempre junto al Señor
Bajo tu mirada de Madre.
¡Oh María!
Soy todo tuyo
Y todo lo que poseo te pertenece
Ahora y siempre.
AMEN.

Y EL ESPÍRITU SANTO.. QUIÉN ES?


Y el Espíritu Santo...¿quién es?
Es el mejor consolador, el dulce huesped del alma, a quiero dejarle el timón de mi vida, de mi barca .


Por: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net 




Santa Teresa llama a nuestra alma un castillo interior, un palacio. En ese castillo, palacio o templo vive "El dulce huésped del alma": El Espíritu Santo.

¿Quién es el Espíritu Santo? Jesucristo le llama el Consolador. En nuestra alma vive el AMOR, vive allí de forma permanente, llegó a nuestra alma para quedarse. “¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo vive en vosotros?” decía San Pablo a los primeros cristianos.

Su estancia en el castillo obedece a una tarea que debe realizar, se le ha encargado que haga de ti un santo ó una santa, un apóstol. Desde el primer momento de la entrada en tu alma, en el bautismo, se ha dedicado a trabajar a destajo, ha trabajado muchos años, se ha llevado muchos desengaños, porque hay que ver cómo nos hemos portado con Él.

Ha sufrido, posiblemente, el destierro, le hemos roto su obra maestra, como el niño malo que destruye de un puntapié el castillo que construye el niño bueno en la playa. Y sobre las ruinas de nosotros mismos ha vuelto a colocar otra vez piedra sobre piedra, con una paciencia y con un amor tan grandes que sólo porque es Dios los tiene. Él no desespera, más aún tiene abrigadas firmísimas esperanzas de acabar con su obra maestra contigo. Él sabe que puede aunque tú no seas mármol de Carrara, sólo necesita algo de colaboración de tu parte o por lo menos que no le estorbes..

Los medios: a gracia santificante, las gracias actuales, sus inspiraciones, dones y frutos.

¿Cuál es su estrategia? La describe muy bien un himno dedicado al Espíritu Santo. Seleccionaré algunas partes de este himno.

Primero: El mejor consolador
Consolando, secando lágrimas, arrancando los cardos y las ortigas del desaliento, tristeza y amargura. Uno de sus mejores oficios -lo sabe hacer muy bien- es consolar, por fortuna para nosotros que somos bastante llorones y necesitamos algo más que Kleenex para nuestros ratos de tristeza. El mejor Consolador, ya sabemos. Cuando lleguen los momentos más penosos en los que llorar es poco, cuando la crisis nos agarre por el cuello y nos patee, acudir a quien quiere y puede consolarnos.

Nosotros podemos decir: aquí me sorprende la realidad más radiante que vivimos los cristianos y, por tanto, adiós soledad, adiós tristeza, adiós lágrimas. Arrancarnos la tristeza peor, la de la separación de Dios, la de la infidelidad. Alegrarnos inmensamente de haber sido hechos hijos de Dios, alegrarnos de que nuestros nombres están escritos en el cielo, vivir con alegría diaria contagiosa, alegría en el dolor, en la enfermedad, alegría en las buenas y en las malas. Espíritu Santo, haznos apóstoles de la alegría, haznos vivir un cristianismo alegre, que vivamos con aire de resucitados, y que hagamos vivir a los otros así también.

Segundo: Dulce huésped del alma
Es uno de los títulos más hermosos. No huésped inoportuno. Cuantos huéspedes con los que nosotros no quisiéramos encontrarnos, a los que les damos la vuelta. En el caso del Espíritu Santo es un dulce huésped, esperado con ansia, acogido con cariño, porque siempre trae buenas noticias, buenos regalos, dones; El mismo es el Don por excelencia.

¿Me alegro de tenerlo siempre conmigo, lo entristezco con mi desamor, le pido muchos regalos espirituales? Y ¿qué le doy yo: mi amor, mi fidelidad? ¿Le escucho dócilmente? ¿El himno "Ven, Espíritu Creador" es mi saludo mañanero, son las mañanitas al dulce huésped de mi alma? ¿Alguna vez se las he cantado? Recordemos la frase de San Pablo; "¿No sabéis que sois templos del Espíritu Santo? Él ora con nosotros y por nosotros. Vivo, por tanto, en la presencia del Espíritu Santo, gozo minuto a minuto de su compañía gratísima, y su gracia está siempre a mi disposición.

Tercero: Dulce refrigerio
Cuando el bochorno arrecia y la lengua se reseca como ladrillo y el sudor empapa la ropa, una simple coca-cola fría, un ventilador oportuno, una alberca, solucionan el problema. Pero hay otros bochornos y calores interiores que requieren de otro refrigerio. Cuando se encrespan las pasiones, cuando el orgullo se revuelve como león herido, cuando la sensualidad con su baba venenosa quiere mancharel corazón y el alma, cuando la fiebre del mundo (placeres, dolce vita...) queman de ambición nuestro espíritu, llamar urgentemente al Espíritu Santo, para que nos brinde su dulce refrigerio y vuelvan las cosas a su lugar: El mundo allá y yo acá.

Cuarto: Tregua en el duro trabajo
Ofreciendo descanso en el duro bregar de la vida. Una mañana de domingo en la casa con niños, un día en la oficina en que todo salió mal, cansa, erociona, desgasta, produce no rara vez frustración. Cuando uno de plano está agotado, abrumado por el trabajo los problemas y las preocupaciones, acudir sencillamente a quien es descanso en el trabajo, ¡Oh Espíritu Santo, desperdiciado tantas veces que gemimos bajo el peso del trabajo! ¡Oh jornaleros que teniendo la fuente a unos metros se mueren de sed! Dios es abismo de amor, torrente de felicidad, éxtasis de la vida, tenerlo tan cerca y morirse de hambre, la fuente a unos pasos y morirse de sed, la hoguera alumbrando en torno y morirse de frío, el amor cerca del corazón. Sólo unos pasos tenía que dar. Vivir cerca de la luz, y morir en el túnel de las tinieblas.

Quinto: Brisa en las horas de fuego
Siendo frescura en medio del calor. Un vaso de agua fría en un día de verano, la sombra de un árbol en el campo abrasado, una brisa fresca, una fuente fría junto al camino polvoriento, cuanto se agradecen. En la vida no podemos estar luchando todo el tiempo, somos humanos y necesitamos de tanto en tanto de un respiro. El Espíritu Santo es el agua fria, es la sombra, la brisa fresca y nuestra fuente de agua viva junto al camino de la vida.

Sexto: Gozo que enjuga las lágrimas
Consolando en la aflicción. Buena falta nos hace: lloramos como niños chicos por cualquier cosa. Llorar equivale a desanimarnos, a perder el entusiasmo por nuestra vocación cristiana y humana, a querer volver atrás. Para esos momentos malos, en que podemos reaccionar como niños caprichosos, acudir a quien es el consuelo en la aflicción.

Se le atribuye al Espíritu Santo casi un oficio de madre. El sufrimiento se encuentra en la vida de todos . Cuando se le espera y cuando no. Por ello necesitamos la presencia del Espíritu Santo .

Posteriormente, el himno al que nos estamos refiriendo añade una serie de peticiones al Espíritu Santo.

Séptimo: Lava lo que está manchado
Lava lo que está manchado: mi alma llena de arrugas, mi corazón manchado de afectos desordenados, mi pequeño mundo lleno de cosas humanas, de tierra, de lodo; mi mente y mis sentidos a veces tan vacíos de Dios y tan llenos de mis pasiones desordenadas. Lava sobre todo la conciencia de todo pecado e imperfección, de las salpicaduras del mundo, de las manchas de pasiones, del barro de los malos pensamientos. Lava y purifica nuestra intención en el obrar, que a veces se tiñe de negras aficiones: el egoísmo, vanidad, respeto humano son manchas grasientas que requieren de un eficaz blanqueador. Necesitamos que des una limpiadita a nuestras virtudes.

Octavo: Riega el desierto del alma
Somos raíz de tierra árida, árbol que crece en la estepa. ¿Han visto ustedes los árboles que crecen en las orillas de los ríos? ¡Qué diferencia! Siempre están verdes. Decía el poeta Antonio Machado estas hermosas palabras: “Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido".

A base de agua los judíos han hecho florecer el desierto del Sinaí. Tú puedes, Espíritu Santo, hacer florecer mi desierto, esa estepa en que a penas los cardos y las jaras crecen. Y entonces crecerán virtudes, crecerán buenas obras en mi alma.

Noveno: Sana el corazón enfermo
Médico de todas las enfermedades, médico de las enfermedades que he tenido y que ahora sufro, médico a domicilio.
Señor, si quieres, puedes curarme la lepra, el cáncer, el sida, la cangrena, la parálisis espiritual, las fiebres reumáticas, el escorbuto. ¿Cuál es mi enfermedad? Escuchemos en seguida la frase de mando: ¡Levántate y anda! Médico de las almas, que sabes la enfermedad y conoces la medicina, ¿cuál es mi enfermedad y mi mal? ¡Dímelo!.. Y proporciona el remedio que Tú sabes y yo no quiero aceptar a veces; cúrame antes de que la enfermedad me cause la muerte, cúrame las heridas que mi orgullo, sensualidad y egoísmo me abren a diario, las heridas de mis pecados antiguos y de mis pecados de hoy.

Décimo: Doma el Espíritu indómito
Dobla mi orgullo, ablanda mi cabeza dura y mi duro corazón; si es de piedra, hazlo de carne; hazme bajar la cabeza ante la obediencia y dar el brazo a torcer. Hazme duro para conmigo mismo, que no acepte flojedades, medias tintas, fariseísmos, pero hazme blando con los demás, como un pedazo de pan que dé alimento a todos los que se crucen en mi camino; hazme, Señor, instrumento de paz, como te pedía Francisco de Asís: "Donde haya odio, ponga yo tu amor, donde haya injurias, perdón".

Once: Calienta lo que está frío
A veces somos témpanos flotantes, corazones en frigorífico, que nos se derriten con las grandes motivaciones del amor de Cristo, el celo por la salvación de las almas, la vocación a la misión. Te pido un amor apasionado, pasión por la misión.

Doce : Endereza lo que está torcido
¿Cuántos criterios en mi vida andan torcidos? Enderézalos endereza los malos hábitos, por ejemplo, el hábito de pensar mal, el hábito tan arraigado de murmurar de mis hermanos, el hábito terrible de la ociosidad, del no hacer nada, el hábito que mata la oración, la rutina, el hábito de la pereza, el hábito que empequeñece mis fuerzas con la pusilanimidad, la timidez. Quiero dejarte el timón de mi vida, de mi barca, y quiero remar con todas las fuerzas de mis brazos.


Para concluir, demos un repaso a los deberes que tenemos con este ilustre huésped:

En primer lugar, tomarlo en cuenta, hacerle caso, no dejarlo solo, ignorado abandonado. Porque dejamos abandonado el Amor.

En segundo lugar: Gratitud: le debemos tanto. La ingratitud es cardo que crece en los corazones pero sobre todo en los corazones de los cristianos, por el simple hecho de haber recibido demasiadas cosas de Dios.

En tercer lugar: Amor. Debería ser fácil amar al AMOR, enamorarse del que nos ama infinitamente a cada uno de nosotros. Antes de pedirnos que le amemos con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y todas las fuerzas, antes nos ha dicho Él: "Te amé con un amor eterno".

En cuarto lugar: Docilidad y colaboración. Para ser santos debemos dejarnos guiar y obedecer al capitán del barco.

En quinto lugar: Cuando menos no estorbarle, dejarle trabajar en nosotros. “Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón”.
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