domingo, 19 de mayo de 2013

FLORECILLAS A MARÍA - 19 DE MAYO


FLORECILLAS A MARÍA
Flor del 19 de mayo:
Estrella de la mañana

Meditación: María, como el lucero del alba, nos anuncia el Nacimiento de Jesús, Sol de Justicia. Ella, la puerta del Cielo, nos sube peldaño a peldaño hacia su Hijo Amado, pidiéndonos con amor que tengamos humildad de corazón, viviendo las virtudes que en Ella destellan, como verdaderos discípulos y dignos hijos. 

Seamos sinceros y de corazón recto para subir de su mano al Cielo.
Oración: ¡Estrella de la mañana, nuestra soberana!, marca nuestro camino que es el mismo Cristo, para que no caigamos en ningún desvío y estemos siempre contigo. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Dar testimonio a alguien cercano sobre las virtudes de María, y su importancia como el más fácil y corto camino a Cristo. Recomendar también la lectura del libro de San Luis Grignon de Montfort: “Tratado sobre la verdadera devoción a María”.


Peldaños para una verdadera devoción a María


Peldaños para una verdadera devoción a María
Padre Tomás Rodríguez Carbajo  


Una auténtica devoción a María supone un ascenso en la vida espiritual, ya que en la medida en que amamos a María, estamos amando a Jesús, a quien Ella siempre nos encamina.

1.- El primer peldaño que hemos de subir está apoyado en un sólido fundamento: En el amor a María. Si no hay amor en el cristiano, no hay fundamento en su vida hacia Dios, pues, San Pablo en 1 Cor. 13, 1 ss nos lo advierte: Ya puedo tener todos los carismas, riquezas, bienes... "si no tengo caridad, nada me aprovecha" (v. 3).
Amor cristiano, que tiene su fundamento en Dios, quien fue el primero en amar (1Jn. 4, 19). Mi correspondencia a este amor me lleva a amar a todos los que Dios ama, y hemos de reconocer que el primer puesto entre las criaturas está reservado para María, la predilecta de Dios, quien tuvo el privilegio de estar siempre inmune de pecado por ser la elegida para ser la Madre del Verbo Encarnado.
El amor que le tiene Dios es razón suficiente, para que yo la ame, pero además hay otra de gran peso, y es que es ni Madre. Cristo me la ha entregado en el momento culminate del Calvario, allí donde del "costado de Cristo nace la Iglesia".

María no es sólo la Madre de Jesús de Nazaret, también lo es del Cuerpo Místico de Cristo. Con gran entusiasmo fue acogido en el discurso de Pablo Vl, el 21 de Noviembre de 1964 en la sesión de clausura de la tercera etapa conciliar la proclamación de María Madre de la Iglesia: "Nos proclamamos a María Santísima "Madre de la Iglesia", es decir, de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores, que la llaman Madre amorosa, y queremos que desde ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título".
Esta razón de que María es mi Madre tiene peso sobrado, para que la ame, aparte de otros motivos de muchísimo peso ya mencionados.

2.- El segundo peldaño basado en el anterior es el de la veneración.
A María la invocamos con títulos, que implican en nosotros un gran respeto y veneración por lo que Ella es y por el papel necesario, que ha ocupado en la obra de la redención llevada a cabo por su Hijo, le decimos: "Arca de la Alianza", "Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad".
La humildad no tiene por qué estar reñida con la verdad, de ahí que María proféticamente haya reconocido que iba a ser objeto de veneración por parte de sus hijos fieles, así nos dijo en el Magníficat: "Me llamarán Bienaventurada todas las generaciones". (Lc. 1, 48).
Abriendo las páginas de la historia de la Iglesia, en todas las épocas, tiempos y lugares donde prendió la fe cristiana allí brotaba el reconocimiento de las maravillas, que Dios había hecho con una simple criatura humana elegida por El, para que fuera su Madre.
Esto lo atestiguan de manera muy plástica las ermitas, iglesias, catedrales, santuarios dedicados a honrar a María, como las innumerables imágenes, que están diseminadas por todos los lugares de culto, de casas de formación religiosas, de colegios, de hogares cristianos. Son incontables las fiestas, romerías, novenas, procesiones celebradas para honrar a María.

3.- El tercer peldaño basado en la veneración y en el amor está en la invocación.
Las limitaciones y necesidades humanas, juntamente con los peligros, que nos rodean, nos hacen levantar los ojos hacia María, "la Omnipotencia Suplicante", quien tiene "vara alta" delante de su Hijo. D. Bosco decía: "Cuando María ruega, todo se obtiene, nada se niega".

Ningún hijo bien nacido niega a su madre nada de lo que esté a su alcance. Qué decir cuando se lo pide la mejor de las Madres al mejor de los Hijos en favor de sus hijos necesitados, que se encuentran en "este valle de lágrimas".
A María se le invoca:
.- para que nos consiga gracias y favores de su Hijo,
.- para que nos ayude a agradecer los favores recibidos,
.- para alabarla y bendecirla por lo que Dios ha hecho en "la esclava del Señor".
La invocan los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos, los sanos y los enfermos, los ricos y los necesitados, los sabios y los ignorantes, todos los cristianos conscientes del papel de María en sus vidas se ven impelidos a rezarle "ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte".

4.- El Vaticano ll nos pone un cuarto peldaño (L.G. n 66), es la imitación.
La verdadera devoción no se reduce a un sentimentalismo, ni simplemente a invocarla o venerarla, debe llevarnos a una imitación.

María, que es ejemplo y modelo de todas las virtudes, quiere para nosotros lo mejor, por eso nos encamina siempre hacia Cristo, pues, nos repite constantemente la invitación de Caná: "Haced lo que El os diga"(Jn. 2, 5). Ella fue siempre fiel en llevar a la práctica la voluntad de Dios, aunque no la entendiera, pero por la fe aceptaba cualquier insinuación que conociera venida de Dios.

Para cualquier hijo es un título de honra el que le digan: "Te pareces a tu madre", también lo es para un cristiano el que le digan que se parece a María, pues, en la medida en que ama e imita a María, en esa misma proporción está amando a Cristo.
Subiendo por estos cuatro peldaños, llegamos a la cima de la verdadera devoción a María.

LA PACIENCIA DE MARÍA


Las Virtudes de María
Paciencia de María

San Alfonso María de Ligorio

Siendo esta tierra lugar para merecer, con razón es llamada valle de lágrimas, porque todos tenemos que sufrir y con la paciencia conseguir la vida eterna, como dijo el Señor: "Mediante vuestra paciencia salvaréis vuestras almas" (Lc 21,19). Dios, que nos dio a la Virgen María como modelo de todas las virtudes, nos la dio muy especialmente como modelo de paciencia. Reflexiona san Francisco de Sales que, entre otras razones, precisamente para eso le dio Jesús a la santísima Virgen en las bodas de Caná aquella respuesta que pareciera no tener en cuenta su súplica: "Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti?", precisamente para darnos ejemplo de la paciencia de su Madre. Pero ¿qué andamos buscando? Toda la vida de María fue un ejercicio continuo de paciencia. Reveló el ángel a santa Brígida que la vida de la Virgen transcurrió entre sufrimientos. Como suele crecer la rosa entre las espinas, así la santísima Virgen en este mundo creció entre tribulaciones. La sola compasión ante las penas del Redentor bastó para hacerla mártir de la paciencia. Por eso dijo san Buenaventura: la crucificada concibió al crucificado. Y cuánto sufrió en el viaje a Egipto y en la estancia allí, como todo el tiempo que vivió en la casita de Nazaret, sin contar sus dolores de los que ya hemos hablado abundantemente. Bastaba la sola presencia de María ante Jesús muriendo en el Calvario para darnos a conocer cuán sublime y constante fue su paciencia. "Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre". Con el mérito de esta paciencia, dice san Alberto Magno, se convirtió en nuestra Madre y nos dio a luz a la vida de la gracia.

Si deseamos ser hijos de María es necesario que tratemos de imitarla en su paciencia. Dice san Cipriano: ¿Qué cosa puede darse más meritoria y que más nos enriquezca en esta vida y más gloria eterna nos consiga que sufrir con paciencia las penas? Dice Dios: "Cercaré su camino de espinas" (Os 2,8). Y comenta san Gregorio: Los caminos de los elegidos están cercados de espinas. Como la valla de espinas guarda la viña, así Dios rodea de tribulaciones a sus siervos para que no se apeguen a la tierra. De este modo, concluye san Cipriano, la paciencia es la virtud que nos libra del pecado y del infierno. Y la paciencia es la que hace a los santos. "La paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas" (St 1,4), soportando con paz las cruces que vienen directamente de Dios, es decir, la enfermedad, la pobreza, etc., como las que vienen de los hombres: persecuciones, injurias y otras. San Juan vio a todos los santos con palmas en sus manos. "Después de esto vi una gran muchedumbre..., y en sus manos, palmas" (Ap 7,9). Con esto se demostraba que todos los que se salvan han de ser mártires o por el derramamiento de la sangre o por la paciencia. San Gregorio exclamaba jubiloso: Nosotros podemos ser mártires sin necesidad de espadas; basta que seamos pacientes si, como dice san Bernardo, sufrimos las penas de esta vida aceptándolas con paciencia y con alegría. ¡Como gozaremos en el cielo por todos los sufrimientos soportados por amor de Dios! Por eso nos anima el apóstol: "La leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un denso caudal de gloria eterna" (2Co 4,17). Hermosos los avisos de santa Teresa cuando decía: El que se abraza con la cruz no la siente. Cuando uno se resuelve a padecer, se ha terminado el sufrimiento.

Al sentirnos oprimidos por el peso de la cruz recurramos a María, a la que la Iglesia llama "consoladora de los afligidos" y san Juan Damasceno "medicina de todos los dolores del corazón".

Señora mía, tú, siendo inocente, lo soportaste todo con tanta paciencia, y yo, reo del infierno, ¿me negaré a padecer? Madre mía, hoy te pido esta gracia: no ya el verme libre de las cruces, sino el sobrellevarlas con paciencia. Por amor de Jesucristo te ruego me consigas de Dios esta gracia. De ti lo espero.

sábado, 18 de mayo de 2013

REGINA COELI


Regina Coeli
Se reza en lugar del Angelus en el Tiempo Pascual desde la Vigila Pascual hasta el medio día del sábado de Pentecostés.


Regina Coeli

V. Alégrate, Reina del cielo. Aleluya.
R. Porque el que mereciste llevar en tu seno. Aleluya.

V. Ha resucitado, según predijo. Aleluya.
R. Ruega por nosotros a Dios. Aleluya.

V. Gózate y alégrate, Virgen María. Aleluya.
R. Porque ha resucitado Dios verdaderamente. Aleluya.

V. Oremos: Oh Dios que por la Resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos por su Madre, la Virgen María, alcanzar el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

R. Amén.

MIRA A LA ESTRELLA... LLAMA A MARÍA


MIRA A LA ESTRELLA... LLAMA A MARÍA

Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la tentación, mira a la estrella, llama a María.

Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María.

Si la ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a María.

Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas.

Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás sí es tu guía; llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara

San Bernardo

Avemaría, Juan Pablo II - AVEMARÍA


Avemaría, Juan Pablo II
AVEMARÍA

¡Dios te salve, María!
Te saludamos con el Angel: Llena de gracia.
El Señor está contigo.
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!
Te saludamos con las palabras del Evangelio:
Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido.
¡Tú eres la llena de gracia!

Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos; Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la humanidad.
¡El Señor está contigo!
Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad entera al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén, la que lo mostraste a los sencillos pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná.
Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.
Bendita…
porque creíste en la Palabra del Señor,
porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.
Bendita por tu caridad premurosa con Isabel,
por tu bondad materna en Belén,
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Cana,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.
Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos,
por tu maternal protección sobre la Iglesia,
por tu constante intercesión por toda la humanidad.
¡Santa María, Madre de Dios!
Queremos consagrarnos a ti.
Porque eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a ti.
Porque has querido ser Madre de la Iglesia.
Nos consagramos a ti:
Los obispos, que a imitación del Buen Pastor
velan por el pueblo que les ha sido encomendado.
Los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu.
Los religiosos y religiosas, que ofrendan su vida
por el Reino de Cristo.
Los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor con sus familias.
Los seglares comprometidos en el apostolado.
Los jóvenes que anhelan una sociedad nueva.
Los niños que merecen un mundo más pacífico y humano.
Los enfermos, los pobres, los encarcelados,
los perseguidos, los huérfanos, los desesperados,
los moribundos.
¡Ruega por nosotros pecadores!

Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.
Te pedimos por la Iglesia, para que sea fiel en la pureza de la fe, en la firmeza de la esperanza, en el fuego de la caridad, en la disponibilidad apostólica y misionera, en el compromiso por promover la justicia y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.
Te suplicamos que toda la Iglesia se mantenga siempre en perfecta comunión de fe y de amor, unida a la Sede de Pedro con estrechos vínculos de obediencia y de caridad.

Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización, la fidelidad en el amor de preferencia por los pobres y la formación cristiana de los jóvenes, el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, la generosidad de los que se consagran a la misión, la unidad y la santidad de todas las familias.

¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!
¡Virgen, Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora. Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios y rencores, la reconciliación de todos los hermanos.
Que cese la violencia y la guerrilla.

Que progrese y se consolide el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica.

Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad. Te lo pedimos a ti, a quien invocamos como Reina de la Paz.
¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!
Te encomendamos a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, a todos los que han muerto en las catástrofes naturales, a todos los que en la hora de la muerte acuden a ti como Madre.
Sé para todos nosotros Puerta del cielo, vida, dulzura y esperanza, para que, juntos, podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
¡Amén!

15 MINUTOS CON MARÍA AUXILIADORA




15 minutos con Maria Auxiliadora


¡María! ¡María! ¡Dulcísima María, Madre querida y poderosa Auxiliadora mía! Aquí me tienes; tu voz maternal ha dado nuevos bríos a mi alma y anhelosa vengo a tu soberana presencia... Estréchame cariñosa entre tus brazos... deja que yo recline mi cansada frente sobre tu pecho y que deposite en él mis tristes gemidos y amargas cuitas, en íntima confidencia contigo, lejos del ruido y bullicio del mundo, de ese mundo que sólo deja desengaños y pesares.


Mírame compasiva... estoy triste, Madre, bien lo sabes, nada me alegra ni me distrae, me hallo enteramente turbada y llena de temor...


Abrumada bajo el peso de la aflicción, sobrecogida de espanto, busco un hueco para ocultarme, como la tímida paloma perseguida por el cazador... y ese hueco, ese asilo bendito, ese lugar de refugio es,¡oh Madre Augusta! tu corazón.


A ti me acerco llena de confianza... no me deseches ni me niegues tus piedades. Bien comprendo que no las merezco por mis muchas infidelidades; dignas de tus bondades son las almas santas e inocentes que saben imitarte y a las cuales yo tanto envidio sinceramente, mas Tú eres la esperanza y el consuelo, por eso vengo sin temor.


¡Madre mía! Permite que yo no toque, sino que abra de par en par la puerta de tu corazón tan bueno y entre de lleno en él pues vengo cansada y sé que Tú no sabes negarte al que afligido viene a postrarse a tus pies.


¡Virgen Madre! Tu trono se levanta precisamente donde hay dolores que calmar, miserias que remediar, lágrimas que enjugar y tristezas que consolar... por eso, levantándome del profundo caos de mis miserias en que me encuentro sumergida imitando al Pródigo del Evangelio, digo también: "Me levantaré e iré a mi dulce Madre y le diré: ¡Madre buena, aquí está tu hija que te busca! perdona si en algo te he sido infiel, soy tu pobre hija que llora, aquí me tienes aunque indigna a tus favores... te pertenezco y no me separaré de Ti, hasta no llevar en mi pecho el suave bálsamo del consuelo y del perdón.


¿Me abandonarás dulce María? ¿No herirán tus oídos mis clamores? ¡Oh, no! tu apacible rostro ensancha mi confianza, tus castos ojos me miran compasivamente disipando las densas nubes de mi espíritu y de mi abatimiento y zozobra desaparecen con tu materna sonrisa.


Si majestuosa empuñas tu cetro en señal de poder, como eres mi Madre, es tan sólo para manifestarme que eres la dispensadora de las gracias y mercedes del cielo para derramarlas con abundancia sobre esta tu pobre hija que sólo desea amarte y agradecerte.
¡Oh sí! Tú eres el Océano, Madre, y yo el imperceptible grano de arena arrojado en él... Tú eres el rocío y yo la pobre flor mustia y marchita que necesita de Ti para volver a la vida. Que nada me
distraiga, que nadie me busque... Yo estoy perdida en el mar inmenso de tu bondad, estoy escondida en el seno misterioso de mi bendita Madre.


Reina mía, confiando en tu Auxilio bondadoso y tierno quiero hablarte con la confianza del niño... quiero acariciarte, quiero llorar contigo... traer a mi memoria dulces recuerdos... derramar mi alma en tu presencia para pedirte gracias, arráncame, en una palabra el
corazón para regalártelo en prenda de mi amor.


Escucha pues, tierna María, mi dulce Auxiliadora, una a una todas mis palabras y deja que cual bordo de fuego penetre en tu corazón, porque quiero conmoverte... quiero rendirlo y quiero en fin que tu Jesús, que tan amable abre sus bracitos sonriendo con dulzura, repita en mi favor nuevamente aquella consoladora palabra que alienta al desvalido y hace temblar al demonio: "He aquí a tu Madre, he aquí a tu hija".


Sí, aquí estoy... aquí está tu pobre hija a quien has amado y amas aún con predilección y que te pertenece por todos títulos... la que descansó en tus brazos antes de reposar en el regazo maternal... la
que probó tus caricias mucho antes que los maternos besos... ¿lo recuerdas?


Yo dormí en tu seno el dulce sueño de la inocencia, viví tranquila bajo tu manto sin conocer ni sospechas siquiera los escollos de la vida, amándote con ardor y gozando de tus caricias con las quepreparaste mi alma y corazón para los rudos ataques de mis enemigos y sinsabores de la vida.

Tu mano salvadora no sólo me apartó del abismo en que tantas almas han perecido sino que me regaló con gracias particularísimas y especiales dones, que reserves tan sólo para tus amados.

Todo... todo lo confieso para mayor gloria tuya y quisiera tener mil lenguas para cantar tus alabanzas digna y elocuentemente en fervorosos y tiernos himnos de santa gratitud.

¡Ah cuando me hallo cercada de tinieblas y sombras de muerte, sobrecogida de angustioso quebranto... cuando mi corazón tiembla ante la presencia del dolor, este pensamiento dulcísimo de tus tiernas muestras de predilección viene a ser el rayo luminoso que hace surgir mi frente dándome alas para remontarme hasta lo infinito... ¡Oh recuerdo consolador! ¡Bendito seas! Eres la escala por la cual subo hasta el trono de la clemencia y del amor santo y verdadero.

Mas ¡ay!... pronto pasaron de aquella alma los días de encanto... con la velocidad del relámpago se disiparon mis goces infantiles y llegó para mí la hora del desamparo... Madre, no puedo soportar su peso... siento quebrantar al mismo tiempo todas mis fuerzas interiores y necesito que tu mano me sostenga para no sucumbir en la lucha... Ansiosa te busco como el pobre náufrago busca su tabla salvadora... Levanto a Ti mis ojos y mi pesada frente como el marino en busca de la estrella que debe señalarle el puerto. Me siento como abandonada, semejante a una nave sin piloto a merced del oleaje tempestuoso e incesante... ¡Tengo miedo! mucho miedo de perecer, entre las turbias ondas del agitado mar del pecado... Tengo miedo de la justicia divina a quien soy deudora de tantas y tan especialísimas gracias... pero sobre todo tengo miedo... ¡Oh no quisiera ni decirlo... tengo miedo de serte ingrata, abandonándote algún día y olvidando tus ternuras, pagarlas con ingratitud!

¡Jamás lo permitas, Reina mía! Haz que viva siempre unida a Ti, como la débil yedra vive asida fuertemente a la robusta encina defendiéndose del furioso huracán... ¿Qué sería de ésta tu hija? ¡Oh Madre! ¿sin Ti? Mil enemigos me acechan redoblando a cada paso sus infernales astucias... acosada me siento por todas partes y si Tú no me amparas, ¿quién se dolerá de mí? No me alejes, por piedad, sálvame... muestra que eres mi Madre Auxiliadora; olvida por piedad las veces que te he contristado, reduce a polvo mis pecados, lávame con tus lágrimas y límpiame más y más.

Tus brazos son el trono de la misericordia, en ellos descansa tu Jesús... sujétame entre ellos para que no haga uso de la justicia contra mí... dile que acepto el dolor que redime si Tú me lo envías, que venga, si es preciso, el sufrimiento aun cuando mi pobre carne
tiemble ante él, con tal que mi alma se torne blanca como la nieve.

Sí, dile a tu amado hijo que yo quiero desagraviar para alcanzar su clemencia, dile que eche un velo sobre mis faltas y miserias y que olvide para siempre lo mala que he sido... ¡María! de mi vida no resta más que la última etapa... mis ensangrentadas huellas van marcando mis pasos en la senda escabrosa de la vida que está por cortarse... mi cansado corazón late aún, sí, porque Tú les das vida y aliento, pero derrama las últimas lágrimas que manan de él cual candente lava.

Terminará mi existencia y ¿qué será de mí, si mi Auxiliadora no viene en ese momento terrible? ¿A quién volveré mis ojos si te alejas en ese instante? La gracia que te he pedido y tanto deseo para mi agonía, es grandísima y no la merezco, pero la espero con plena confianza y tu sonrisa me alentará. Estoy segura de que aun cuando el demonio ruja a mi derredor, preparando su último asalto, tu mano maternal me acariciará y con sin par solicitud me prodigará los últimos consuelos en mi despedida de este triste valle de lágrimas.

Esto lo sé cierto, lo siento en mí y no fallará mi esperanza... ni un momento lo dudo. Los ángeles santos, al ver las ternuras de que seré objeto en el terrible trance exclamarán también enternecidos: "Mirad cómo la ama nuestra Reina". Esta es la gracia de las gracias, mi último anhelo, mi petición suprema. Haz ¡oh Madre mía! que tu dulcísimo nombre, que fue la primera palabra que supieron balbucir mis infantiles labios entre las caricias de mi buena madre, sea también la última expresión que suavice y endulce mi sedienta boca al entregar mi alma. ¡Madre!... que mi tránsito sea el postrer tributo de mi amor hacia Ti... que sea la última nota de mis
cantos que tantas veces se elevaron en tu loor y el ósculo moribundo que te envíe sea el preludio de mi eterna e íntima unión con la Majestad divina y contigo, ¡oh mi dulce, mi santa y tierna Madre Auxiliadora...!

¡María! ¡María! ¡Dulcísima María, Madre querida y poderosa Auxiliadora mía! Aquí me tienes; tu voz maternal ha dado nuevos bríos a mi alma y anhelosa vengo a tu soberana presencia... Estréchame cariñosa entre tus brazos... deja que yo recline mi cansada frente sobre tu pecho y que deposite en él mis tristes gemidos y amargas cuitas, en íntima confidencia contigo, lejos del ruido y bullicio del mundo, de ese mundo que sólo deja desengaños y pesares.


Mírame compasiva... estoy triste, Madre, bien lo sabes, nada me alegra ni me distrae, me hallo enteramente turbada y llena de temor... Abrumada bajo el peso de la aflicción, sobrecogida de espanto, busco un hueco para ocultarme, como la tímida paloma perseguida por el cazador... y ese hueco, ese asilo bendito, ese lugar de refugio es, ¡oh Madre Augusta! tu corazón.


A ti me acerco llena de confianza... no me deseches ni me niegues tus piedades. Bien comprendo que no las merezco por mis muchas infidelidades; dignas de tus bondades son las almas santas e inocentes que saben imitarte y a las cuales yo tanto envidio sinceramente, mas Tú eres la esperanza y el consuelo, por eso vengo sin temor.


¡Madre mía! Permite que yo no toque, sino que abra de par en par la puerta de tu corazón tan bueno y entre de lleno en él pues vengo cansada y sé que Tú no sabes negarte al que afligido viene a postrarse a tus pies. ¡Virgen Madre! Tu trono se levanta precisamente donde hay dolores que calmar, miserias que remediar, lágrimas que enjugar y tristezas que consolar... por eso, levantándome del profundo caos de mis miserias en que me encuentro sumergida imitando al Pródigo del Evangelio, digo también: "Me levantaré e iré a mi dulce Madre y le diré: ¡Madre buena, aquí está tu hija que te busca! perdona si en algo te he sido infiel, soy tu pobre hija que llora, aquí me tienes aunque indigna a tus favores... te pertenezco y no me separaré de Ti, hasta no llevar en mi pecho el suave bálsamo del consuelo y del perdón.


¿Me abandonarás dulce María? ¿No herirán tus oídos mis clamores? ¡Oh, no! tu apacible rostro ensancha mi confianza, tus castos ojos me miran compasivamente disipando las densas nubes de mi espíritu y de mi abatimiento y zozobra desaparecen con tu materna sonrisa.


Si majestuosa empuñas tu cetro en señal de poder, como eres mi Madre, es tan sólo para manifestarme que eres la dispensadora de las gracias y mercedes del cielo para derramarlas con abundancia sobre esta tu pobre hija que sólo desea amarte y agradecerte.


¡Oh sí! Tú eres el Océano, Madre, y yo el imperceptible grano de arena arrojado en él... Tú eres el rocío y yo la pobre flor mustia y marchita que necesita de Ti para volver a la vida. Que nada me
distraiga, que nadie me busque... Yo estoy perdida en el mar inmenso de tu bondad, estoy escondida en el seno misterioso de mi bendita Madre.


Reina mía, confiando en tu Auxilio bondadoso y tierno quiero hablarte con la confianza del niño... quiero acariciarte, quiero llorar contigo... traer a mi memoria dulces recuerdos... derramar mi alma en tu presencia para pedirte gracias, arráncame, en una palabra el
corazón para regalártelo en prenda de mi amor.


Escucha pues, tierna María, mi dulce Auxiliadora, una a una todas mis palabras y deja que cual bordo de fuego penetre en tu corazón, porque quiero conmoverte... quiero rendirlo y quiero en fin que tu Jesús, que tan amable abre sus bracitos sonriendo con dulzura, repita en mi favor nuevamente aquella consoladora palabra que alienta al desvalido y hace temblar al demonio: "He aquí a tu Madre, he aquí a tu hija".


Sí, aquí estoy... aquí está tu pobre hija a quien has amado y amas aún con predilección y que te pertenece por todos títulos... la que descansó en tus brazos antes de reposar en el regazo maternal... la
que probó tus caricias mucho antes que los maternos besos... ¿lo recuerdas?


Yo dormí en tu seno el dulce sueño de la inocencia, viví tranquila bajo tu manto sin conocer ni sospechas siquiera los escollos de la vida, amándote con ardor y gozando de tus caricias con las quepreparaste mi alma y corazón para los rudos ataques de mis enemigos y sinsabores de la vida.

Tu mano salvadora no sólo me apartó del abismo en que tantas almas han perecido sino que me regaló con gracias particularísimas y especiales dones, que reserves tan sólo para tus amados.

Todo... todo lo confieso para mayor gloria tuya y quisiera tener mil lenguas para cantar tus alabanzas digna y elocuentemente en fervorosos y tiernos himnos de santa gratitud.

¡Ah cuando me hallo cercada de tinieblas y sombras de muerte, sobrecogida de angustioso quebranto... cuando mi corazón tiembla ante la presencia del dolor, este pensamiento dulcísimo de tus tiernas muestras de predilección viene a ser el rayo luminoso que hace surgir mi frente dándome alas para remontarme hasta lo infinito... ¡Oh recuerdo consolador! ¡Bendito seas! Eres la escala por la cual subo hasta el trono de la clemencia y del amor santo y verdadero.

Mas ¡ay!... pronto pasaron de aquella alma los días de encanto... con la velocidad del relámpago se disiparon mis goces infantiles y llegó para mí la hora del desamparo... Madre, no puedo soportar su peso... siento quebrantar al mismo tiempo todas mis fuerzas interiores y necesito que tu mano me sostenga para no sucumbir en la lucha... Ansiosa te busco como el pobre náufrago busca su tabla salvadora... Levanto a Ti mis ojos y mi pesada frente como el marino en busca de la estrella que debe señalarle el puerto. Me siento como abandonada, semejante a una nave sin piloto a merced del oleaje tempestuoso e incesante... ¡Tengo miedo! mucho miedo de perecer, entre las turbias ondas del agitado mar del pecado... Tengo miedo de la justicia divina a quien soy deudora de tantas y tan especialísimas gracias... pero sobre todo tengo miedo... ¡Oh no quisiera ni decirlo... tengo miedo de serte ingrata, abandonándote algún día y olvidando tus ternuras, pagarlas con ingratitud!

¡Jamás lo permitas, Reina mía! Haz que viva siempre unida a Ti, como la débil yedra vive asida fuertemente a la robusta encina defendiéndose del furioso huracán... ¿Qué sería de ésta tu hija? ¡Oh Madre! ¿sin Ti? Mil enemigos me acechan redoblando a cada paso sus infernales astucias... acosada me siento por todas partes y si Tú no me amparas, ¿quién se dolerá de mí? No me alejes, por piedad, sálvame... muestra que eres mi Madre Auxiliadora; olvida por piedad las veces que te he contristado, reduce a polvo mis pecados, lávame con tus lágrimas y límpiame más y más.

Tus brazos son el trono de la misericordia, en ellos descansa tu Jesús... sujétame entre ellos para que no haga uso de la justicia contra mí... dile que acepto el dolor que redime si Tú me lo envías, que venga, si es preciso, el sufrimiento aun cuando mi pobre carne
tiemble ante él, con tal que mi alma se torne blanca como la nieve.

Sí, dile a tu amado hijo que yo quiero desagraviar para alcanzar su clemencia, dile que eche un velo sobre mis faltas y miserias y que olvide para siempre lo mala que he sido... ¡María! de mi vida no resta más que la última etapa... mis ensangrentadas huellas van marcando mis pasos en la senda escabrosa de la vida que está por cortarse... mi cansado corazón late aún, sí, porque Tú les das vida y aliento, pero derrama las últimas lágrimas que manan de él cual candente lava.

Terminará mi existencia y ¿qué será de mí, si mi Auxiliadora no viene en ese momento terrible? ¿A quién volveré mis ojos si te alejas en ese instante? La gracia que te he pedido y tanto deseo para mi agonía, es grandísima y no la merezco, pero la espero con plena confianza y tu sonrisa me alentará. Estoy segura de que aun cuando el demonio ruja a mi derredor, preparando su último asalto, tu mano maternal me acariciará y con sin par solicitud me prodigará los últimos consuelos en mi despedida de este triste valle de lágrimas.

Esto lo sé cierto, lo siento en mí y no fallará mi esperanza... ni un momento lo dudo. Los ángeles santos, al ver las ternuras de que seré objeto en el terrible trance exclamarán también enternecidos: "Mirad cómo la ama nuestra Reina". Esta es la gracia de las gracias, mi último anhelo, mi petición suprema.


Haz ¡oh Madre mía! que tu dulcísimo nombre, que fue la primera palabra que supieron balbucir mis infantiles labios entre las caricias de mi buena madre, sea también la última expresión que suavice y endulce mi sedienta boca al entregar mi alma. ¡Madre!... que mi tránsito sea el postrer tributo de mi amor hacia Ti... que sea la última nota de mis cantos que tantas veces se elevaron en tu loor y el ósculo moribundo que te envíe sea el preludio de mi eterna e íntima unión con la Majestad divina y contigo, ¡oh mi dulce, mi santa y tierna Madre Auxiliadora...!

FLORECILLAS A MARÍA: 18 DE MAYO

Flor del 18 de mayo:
María, para Dios toda la gloria


Meditación: Cuando Jesús comenzó su predicación la gente lo aclamó Profeta, Varón de Dios y aún lo quisieron hacer rey. María se conservaba oculta, en su soledad Ella no atraía sobre sí la fama ni la gloria como Madre de tal Hijo. Así debemos ser nosotros, sólo dispuestos a procurarle Gloria a Dios, porque todo lo bueno, aunque provenga a través nuestro, viene de Dios. Por ello no son nuestras victorias, sino sólo victorias del Señor. Demos Gloria a Dios con nuestros trabajos y obras, permanezcamos ignorados frente a los hombres. Recordemos “…vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 1,2-3). Estemos presentes como María en el Calvario, donde no hay palmas ni laureles, sino injurias y vilipendios para compartirlos con Jesús.

Oración: ¡Oh María Madre de la modestia!. Haz que nuestra alma no permanezca ciega por nuestras vanidades y miserias, que rinda sólo alabanza al Buen Dios que todo lo alcanza y que seamos a Su semejanza. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Meditar sobre nuestra tendencia a hacer obras buenas buscando el reconocimiento y halago de los demás, en lugar de sólo pretender ser contemplados por los Ojos de Dios.


viernes, 17 de mayo de 2013

LA VIRGINIDAD DE MARIA

Autor: SS Juan Pablo II | Fuente: Catholic.net
La Virginidad de María
Catequésis del Papa Juan Pablo II sobre la Virginidad de María.
 
La Virginidad de María
La Virginidad de María

La Virginidad de María, verdad de fe
Catequesis de SS Juan Pablo II. Vaticano, 10 de julio de 1996

El propósito de la Virginidad de María
Catequesis de SS Juan Pablo II. Vaticano, 24 de Julio 1996.

La concepción virginal de Jesús
Catequesis de SS Juan Pablo II. 31 de Julio 1996.

María, modelo de Virginidad en la Iglesia
Catequesis de SS Juan Pablo II. Vaticano, 7 Agosto 1996.

María, siempre Virgen
Catequesis de SS Juan Pablo II. Vaticano, 28 de Agosto 1996

jueves, 16 de mayo de 2013

FLORECILLAS A MARÍA - Flor del 17 de mayo:


FLORECILLAS A MARÍA 
Flor del 17 de mayo:
Modelo de entrega a Dios

Meditación: “He aquí la Esclava del Señor” (Lucas 1,38). “Después de esto salió y vio un publicano…y le dijo: sígueme, él, dejándolo todo se levantó y lo siguió” (Lucas 5,27). Todos somos sus discípulos, ¿pero realmente lo somos?. ¿Dejamos todo y lo seguimos?. ¿O hipócritamente queremos llamarnos cristianos de acuerdo a nuestras comodidades y conveniencias, siguiendo con las pompas y obras de este mundo, y no con un corazón verdadero y único?. No se puede servir a dos señores, somos legítimos apóstoles y no falsos profetas que repetimos con la boca la Santa Palabra y hacemos con las obras lo que a nosotros nos apetece y no el Querer de Dios. 

Oración: ¡Oh María la elegida, la prometida de Dios!. Pon en nuestro corazón el ser servidores de Dios como lo fuiste Vos, con humildad y dejando todo acá para caminar hacia la Verdad. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Ayuno de algo que sea muy personal y apetecible, ofreciendo a Dios esta pequeña mortificación.

INTERSECESIÓN DE MARÍA


 Intercesión de María
    Fray Ángel Martín Fernández



Madre de Dios que acoges amorosa
nuestra piedad,
tú que estás a la diestra
de Jesús, y conoces
su lado bueno, atiende
a quien acude a ti, cansado
de tanto andar, no siempre
por las piedras más llanas del camino.

Hoy me llego hasta ti, Madre, seguro
de tu favor. Nadie mejor, Señora,
para mediar ante la bondadosa
mano del Hijo.
Pon un beso
en mi nombre en la llaga desangrada
que le clavó al madero
encarnizado de mi ingratitud.
Necesito sentirme tan cercano
a su dolor, que el mismo clavo
que destrozó su mano, clave el pulso
desconcertado de mi sufrimiento.

Tú que estás a la diestra
de Jesús, no distraigas
la mirada de amor con que mirabas
sus ojos, protegiendo
sus días claros y sus claras noches.

FLORECILLAS A MARIA - Flor del 16 de mayo:


FLORECILLAS A MARIA
Flor del 16 de mayo:

 María peregrina


Meditación: María inició su camino desde Nazaret a Jerusalén, visitó Ein Karem, viajó a Belén y huyó a Egipto siguiendo con sus pasos un camino escarpado, un camino difícil pero siempre cumpliendo la misión que el Padre le había encomendado. Hoy María sigue caminando: Lourdes, Fátima, San Nicolás, Medjugorje, Corea y tantos otros sitios Santos. Va de casa en casa llamando a las almas. Caminemos con Ella y tengámosla como maestra; Ella no se fatiga, camina de prisa y mendiga una caricia de amor a cada corazón que se aferra al mundo, habiendo olvidado lo dicho por Su Hijo Santo…”estad en el mundo sin ser del mundo”. Vivamos librados de esta tierra que no es la verdadera, pongamos nuestros ojos en el Cielo para que un día sea nuestro.

Oración: ¡Oh María peregrina, oh María Purísima!. Haz que te imitemos llevando la luz de Dios a cada corazón, y siendo como vos, testimonio de evangelización. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Caminar es evangelizar: llevemos nuestra fe cristiana a alguien cercano al que nunca dimos testimonio del amor por Cristo y Su Madre.

Jaculatoria al Corazòn Inmaculado de Marìa



Jaculatoria al Corazòn Inmaculado de Marìa

 ¡Oh Corazón Inmaculado de María, compadeceos de nosotros!
¡Refugio de pecadores, rogad por nosotros!
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

*Un Padrenuestro a intención del Sumo Pontífice.*

FLORECILLAS A MARIA - Flor del 15 de mayo:


FLORECILLAS A MARIA
Flor del 15 de mayo:

Causa de nuestra alegría


Meditación: “Los justos se alegran, se regocijan y saltan de júbilo pensando en la Providencia y Bondad de Dios” (Salmos 32,33). Cómo no estar felices si agradamos al Señor cumpliendo Su Voluntad y viendo todo lo que El nos da. Seamos hijos dignos pues el Señor es nuestro amigo. Todo nos da, y si caminamos junto a El, todo compartiremos: Su Amor, Su Dolor y Su Crucifixión, pero felices sabiéndonos herederos del Reino de Dios.

Oración: Madre de la alegría, sé nuestra guía y haznos llevar una vida realmente digna. Haz que ésta vasija rebose de amor, fe y esperanza, pues el Señor nos acompaña. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Valorar todo lo que Dios nos da, porque nada es mérito nuestro, todo lo bueno viene del Señor.

DAME TU MANO, MARÍA


                           
 Dame tu mano, María     
Himno, Liturgia de las horas


Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

Déjame que te restañe
ese llanto cristalino
y a la vera del camino
permite que te acompaña.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
"No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna".
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel!

¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel,
te saludó: "Ave, María"?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María.
 


martes, 14 de mayo de 2013

MARÍA Y EL ESPÍRITU SANTO









IMÁGENES DE LA ANUNCIACIÓN A MARÍA





MARÍA Y LA SANTÍSIMA TRINIDAD





A JESÚS POR MARÍA


AVE MARÍA


Ave María
Padre Tomás Rodríguez Carbajo


“Ave” fue la primera palabra dirigida por Gabriel a María e indudablemente es la primera que también dirige un cristiano a su Madre María.

Este pregón del cielo ha tenido resonancia a través de toda la historia.

Es el principio de un saludo muy español, que se repetía en momentos y lugares muy distintos, se empleaba por el pobre al pedir limosna por las puertas, por el penitente al comenzar su confesión, por el forastero, vecino o conocido que pedía permiso para entrar en algún recinto.

Como pie de una imagen o como letrero recordatorio, ocupa un puesto en descansos de escaleras, en entradas o salidas de muchas casas.

La profecía que María se dijo de sí misma la vemos cumplida al ser en todas lenguas así saludada. Una muestra de esta realidad lo vemos en Rafat, cerca de Nazaret, en donde está esculpida en piedra en 150 lenguas.

Ha calado tan hondo en el alma del cristiano que ha querido inmortalizarla el arte en sus distintas ramas, en pintura, escultura y música.

¡Qué pegadiza es al oído el Ave de Lourdes y el de Fátima¡ en qué procesión mariana no se repite este saludo a María!

Un poeta del s. XV, Hernán Pérez de Guzmán, nos recomienda que asiduamente la tengamos en nuestros labios:

“De tu boca aquella prosa

que repite Ave María

no se aparte noche y día”.

     Oteando horizontes como desde la campana que hay sobre el edificio del Ayuntamiento de Cádiz, en cuyo interior hay esta inscripción “Ave María, gracia plena”, o subiendo del profundo del corazón del hombre, esta salutación gozosa es una oración, al mismo tiempo que una profesión de fe y de amor.

     Esta jaculatoria puede estar a flor de labios al encontrarnos con una imagen de la Señora. Qué pronto se dice y cuanto bien nos hace el repetir: “Ave María”.
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