viernes, 13 de septiembre de 2013

¿CÓMO DEBE SER EL CULTO A LA VIRGEN MARÍA?

Autor: Camilo Valverde Mudarra | Fuente: www.mariologia.org
¿Cómo debe ser el culto a la Virgen?
La devoción a María debe dar prioridad al culto litúrgico, en el cual se manifiesta la doctrina mariana en toda su pureza
 
¿Cómo debe ser el culto a la Virgen?
¿Cómo debe ser el culto a la Virgen?
El culto a la Santísima Virgen en la Iglesia

A la Virgen María, se le ha de dar el culto debido, el que ella se merece, sin exageraciones devocionales y sin tacañerías secularizadoras. Es tan perjudicial el maximalismo como el minimalismo mariano. Hay que evitar caer en una "mariolatría endiosadora", y, a la vez, huir del negativismo iconoclasta. Así lo enseña el Magisterio Pontificio, la Tradición y los documentos eclesiales. La Constitución “Lumen gentium”, en su capítulo VIII, asienta con rigor los fundamentos ortodoxos y las directrices católicas de tales actos cultuales.

“María, ensalzada por gracia de Dios, después de su Hijo, por encima de todos los ángeles, y de todos los hombres, por ser Madre santísima de Dios, que tomó parte en los misterios de Cristo, es justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. Y, ciertamente, desde los tiempos más antiguos, 1a Santísima Virgen es venerada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades. Por este motivo, principalmente a partir del Concilio de Éfeso, ha crecido maravillosamente el culto del Pueblo de Dios hacia María en veneración y en amor, en la invocación e imitación, de acuerdo con sus proféticas palabras: Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso (Lc 1,48_49). Este culto, tal como existió siempre en la Iglesia, a pesar de ser enteramente singular, se distingue esencialmente del culto de adoración tributado al Verbo Encarnado, lo mismo que a1 Padre y al Espíritu Santo, y lo favorece eficazmente, ya que las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido aprobando dentro de los límites de la doctrina sana y ortodoxa, de acuerdo con las condiciones de tiempos y lugares y teniendo en cuenta e1 temperamento y manera de ser de los fieles, hacen que, a1 ser honrada la Madre, el Hijo, por razón del cual son todas las cosas (cf. Col 1,15-16) y en el que plugo al Padre eterno que habitase toda la plenitud (Col 1,19), sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos” (LG 66).

El pensamiento conciliar reconoce y exhorta al culto especialísimo de María, por ser la Madre Santísima de Dios, porque fue ensalzada por la gracia divina y participó en los misterios de Jesucristo; su culto se sustenta en la más antigua tradición que la viene venerando con su amor filial; ya, desde el Concilio de Éfeso, no ha hecho más que crecer en la veneración hacia María, y en la innovación de formas con que los fieles desean imitar su amor y sus virtudes.

El culto a María, que ha sido siempre singular en la Iglesia, se diferencia del tributado a la Santísima Trinidad, pues las distintas clases de piedad a la Madre, aprobadas según la doctrina sana y ortodoxa, suscitan, en la honra de la Madre, el conocimiento y la glorificación de su Hijo y un mejor cumplimiento de sus palabras y mandatos de amor. El culto a María no puede separarse del único culto cristiano propiamente dicho: "El culto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, o, como se dice en la liturgia, al Padre por Cristo en el Espíritu"; tiene, como último fin, el culto a la Trinidad Augusta que la llenó de gracia y santidad. La razón de ser de la Virgen que está indisolublemente unida a su Hijo, se produce siempre en y con Jesucristo; su culto tiene, por tanto, un sentido esencialmente cristológico, en el que debe reflejarse el plan salvífico de Dios llevado a cabo por su Hijo que nació de Santa María Virgen.

“El santo Concilio enseña de propósito esta doctrina católica y amonesta a la vez a todos los hijos de la Iglesia que fomenten con generosidad el culto a la Santísima Virgen, particularmente el litúrgico; que estimen en mucho las prácticas y los ejercicios de piedad hacia ella recomendados por el Magisterio en el curso de los siglos y que observen escrupulosamente cuanto en los tiempos pasados fue decretado acerca del culto a las imágenes de Cristo, de 1a Santísima Virgen y de los santos. Y exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la palabra divina a que se abstengan, con cuidado tanto de toda falsa exageración cuanto de una excesiva mezquindad de alma al tratar de la singular dignidad de la Madre de Dios. Cultivando el estudio de 1a Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Doctores y de las liturgias de la Iglesia bajo la dirección del Magisterio, expliquen rectamente los oficios y los privilegios de la Santísima Virgen, que siempre tienen por fin a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad. En las expresiones o en las palabras eviten cuidadosamente todo aquello que pueda inducir a error a los hermanos separados o a cualesquiera otras personas acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia. Recuerden, finalmente, los fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia Nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes” (LG 67)

El Concilio, de acuerdo con la recta doctrina, enseña la razón y la forma de este culto y, al mismo tiempo, insta a los fieles cristianos a fomentar generosamente el culto a María; pide que se dediquen con gusto a los ejercicios piadosos recomendados por el Magisterio y la Tradición que siempre han de ir orientados a Jesucristo, origen de toda verdad, santidad y piedad, enraizadas en la auténtica fe.

E1 mismo Papa Paulo VI, en la exhortación apostólica Marialis Cultus, postula "una renovación y revisión de los ejercicios de piedad a la Virgen, que sean respetuosos, con la sana tradición y abierta a las legítimas aspiraciones de los hombres de nuestro tiempo" (MC´, 24). El culto a María tiene que poner de relieve las obras que realizó en ella El Espíritu Santo, no sólo en la Encarnación del Verbo en su seno purísimo, y en su santificación, sino también en su acción constante en la historia de la salvación y en la propia Iglesia. La piedad mariana de los fieles debe tener presente que María "en la Iglesia santa ocupa, después de Cristo, el puesto más alto y más cercano a nosotros" (MC 54). María está unida estrechamente a la Iglesia, y en ella, y con referencia a ella, debe ser honrada.

La devoción a María debe dar prioridad al culto litúrgico, en el cual se manifiesta la doctrina mariana en toda su pureza.


LA DEVOCIÓN POPULAR

La devoción mariana popular, apiñada en torno a muy variadas imágenes y atraída con entusiasmante sentir por innumerables advocaciones, es ancha y amplia en el extenso mundo.

Ya, el segundo concilio de Nicea (787) aprobaba, contra los iconoclastas la veneración de las imágenes, pero distinguía entre la adoración latréutica, tributada únicamente a Dios, y la veneración honorífica, tributada a los santos y a las imágenes en cuanto a representativas de la persona venerada. A Dios se le reserva la palabra latría, a los santos dulía y a la Virgen hiperdulía.

Las devociones populares a la Virgen son legítimas y merecen ser atendidas e incluso fomentadas, pues manifiestan el "sensus fidelium" en cuanto que son una expresión pública de la fe del pueblo, hondamente sentida; pero han de cumplir y avanzar por una triple vía:

a) Que no caerán en la idolatría, en la milagrería y en la superstición.

b) Que no desatenderán la moral y el compromiso cristianos, tanto en lo que respecta a Dios, como en lo que respecta al prójimo.

c) Que consideren siempre a María, no en sí misma o como figura divina independiente, sino en el lugar que le corresponde en la historia de la salvación en íntima relación con Jesucristo y con la Iglesia y como modelo de todos los creyentes.

Así lo expresa la palabra eclesial: "La religiosidad popular debe ser respetada y cultivada, como una forma de compromiso cristiano con las exigencias fundamentales del mensaje evangélico" (Juan Pablo II en Sevilla en el 1984). "Bien orientada esta religiosidad popular puede ser, para nuestras masas populares, cada vez más un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo" (Pablo VI, Ev. Nun, 48). "La religiosidad popular puede describirse como el modo peculiar que tiene el pueblo, es decir, la gente sencilla, de vivir y expresar su relación con Dios, con la Santísima Virgen y con los santos" (Com. Ep. de Liturgia).

Sin duda, esta religiosidad es sagrada, pues representa la interacción de la lex orandi y la lex credendi.

Al deber ser prioritario el culto litúrgico que expresa pura la doctrina mariana, la Marialis Cultus recomienda, entre estas prácticas devocionales el rezo del Angelus y del Rosario.

A pesar de todo esto, los fieles reclaman otros ejercicios o fórmulas devotas más cercanas y sencillas y, a veces, más apropiadas para los diversos momentos de la vida. Gracias a Dios, y a la misma Virgen Santísima, ya han desaparecido los devocionarios escritos con agua de rosas que sólo servían para alimentar sentimentalismos y adormecer el espíritu. He aquí la oración más antigua dirigida a la Virgen, procedente del siglo III, recitada sin intermisión a través de los siglos y que juntamente con el Angelus y el Rosario debe alimentar cada día la devoción mariana:

"Bajo tu amparo nos refugiamos,
Santa Madre de Dios.
Nuestras súplicas no las rechaces en la necesidad,
mas líbranos en el peligro,
¡Oh sola casta, Oh sola bendita!".

Es preciso dirigirse a María, signo de esperanza cierta y de consuelo para el pueblo sufriente y que suplicante se cobija bajo su manto.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA


CUANDO EL REPROCHE LLEGA CON VENENO

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Cuando el reproche llega con veneno
Recibir una herida puede hundirnos en el desaliento. Pero, si abrimos los ojos a la esperanza, Dios puede convertirla en comprensión y perdón.
 
Cuando el reproche llega con veneno
Hay personas que tienen una especial habilidad para herir de palabra a sus familiares, conocidos o compañeros de trabajo.

Con ironías mordaces saben dirigir sus reproches hacia nosotros con puntería y precisión que llegan a fondo. Nos recuerdan un error del pasado, ponen ante nuestros ojos lo que hicimos o dejamos de hacer, denuncian nuestras actitudes (verdaderas o supuestas), buscan la palabra y el gesto más venenoso para humillarnos y, como a veces dicen, para ponernos en nuestro lugar.

Cuando llega el momento de sufrir por las embestidas de esas personas, surgen en nosotros sentimientos de defensa o deseos de revancha. Quisiéramos, en ocasiones, responder a la dureza con dureza, echar en cara a nuestro interlocutor los errores que también él ha cometido. Otras veces buscamos una defensa decidida, formulamos justificaciones más o menos buenas. No falta quien desea una fuga rápida: es difícil enfrentarse con quien una y otra vez nos ha humillado.

Si miramos ese tipo de situaciones desde otra perspectiva, podríamos aprovechar reproches envenenados para crecer en paciencia, humildad, comprensión, espíritu de perdón. Quizá nuestro interlocutor vive una situación difícil, y ha encontrado en mí una víctima en la que volcar sus penas (no de la mejor manera, pero así ocurrieron los hechos). O tal vez busca mi bien, aunque le falte habilidad para decir las cosas con cariño. Es posible que no perciba mínimamente el daño que produce en mi sensibilidad: hay corazones que han perdido la capacidad de medir sus actos, con o sin culpa: dejemos el juicio a Dios.

A quien sufre intensamente este tipo de situaciones queda la posibilidad de responder al mal con el bien, de preguntarse sinceramente para ver si no ha habido ocasiones en las que uno mismo ha caído en este tipo de actitudes agresivas hacia otros.

Recibir una herida puede llegar a ser, por desgracia, motivo para hundirse en el desaliento. Pero puede, si abrimos los ojos a la esperanza y descubrimos que Dios pide paciencia y mansedumbre a sus hijos, convertirse en motivo para avanzar hacia la comprensión y el perdón.

Cada uno afronta este tipo de situaciones desde la propia libertad. Aprender a hacerlo bien nos permitirá vivir con mayor paz, llevará a una curación más rápida (aunque permanezca dentro un dolor que no acaba de apagarse). Seremos entonces capaces de medir bien nuestras palabras para llenarlas con la bondad y la dulzura que quisiéramos también fuesen usadas con nosotros. 

jueves, 12 de septiembre de 2013

DULCE NOMBRE DE MARÍA - 12 DE SETIEMBRE


Dulce Nombre de María
Fiesta: 12 de Septiembre

Ha sido Lucas en su evangelio quien nos ha dicho el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: "Y su nombre era María". El nombre de María, traducido del hebreo "Miriam", significa, Doncella, Señora, Princesa.

Estrella del Mar, feliz Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris stella. El nombre de María está relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética con María. También tiene relación con "mirra", que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume.

En el Cantar de los Cantares, el esposo visita a la esposa, que le espera con las manos humedecidas por la mirra. "Yo vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger el bálsamo y la mirra". "He mezclado la mirra con mis aromas. Me levanté para abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, y mis dedos mirra que fluye por la manilla de la cerradura". Los Magos regalan mirra a María como ofrenda de adoración. "Y entrando a la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus cofres, le ofrecieron oro, incienso y mirra". La mirra, como María, es el símbolo de la unión de los hombres con Dios, que se hace en el seno de María. Maria es pues, el centro de unión de Dios con los hombres. Los lingüistas y los biblistas desentrañan las raíces de un nombre tan hermoso como María, que ya llevaba la hermana de Moisés, y muy común en Israel. Y que para los filólogos significa hermosa, señora, princesa, excelsa, calificativos todos bellos y sugerentes.


EL NOMBRE Y LA MISION

En la Historia de la Salvación es Dios quien impone o cambia el nombre a los personajes a quienes destina a una misión importante. A Simón, Jesús le dice: "Tú te llamas Simón. En adelante te llamarás Kefá, Pedro, piedra, roca, porque sobre esta roca edificaré mi Iglesia". María venía al mundo con la misión más alta, ser Madre de Dios, y, sin embargo, no le cambia el nombre. Se llamará, simplemente, MARIA, el nombre que tenía, y cumple todos esos significados, pues como Reina y Señora la llamarán todas las generaciones. María, joven, mujer, virgen, ciudadana de su pueblo, esposa y madre, esclava del Señor. Dulce mujer que recibe a su niño en las condiciones más pobres, pero que con su calor lo envuelve en pañales y lo acuna. María valiente que no teme huir a Egipto para salvar a su hijo. Compañera del camino, firme en interceder ante su hijo cuando ve el apuro de los novios en Caná, mujer fuerte con el corazón traspasado por la espada del dolor de la Cruz de su Hijo y recibiendo en sus brazos su Cuerpo muerto. Sostén de la Iglesia en sus primeros pasos con su maternidad abierta a toda la humanidad. María, humana. María, decidida y generosa. María, fiel y amiga. María fuerte y confiada. María, Inmaculada, Madre, Estrella de la Evangelización.

¿QUÉ ES UNA LETANÍA?


¿QUÉ ES UNA LETANÍA?

Una letanía es una plegaria formada por una serie de cortas invocaciones, que los fieles rezan o cantan en honor a Dios, de la Virgen o de los santos. Tiene un origen muy antiguo, pues encontramos vestigios de ellas en los textos de los padres apostólicos del siglo II, al parecer siguiendo la recomendación de San Pablo: “Recomiendo, ante todo, que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por los hombres de toda clase, por los jefes de estado y todos los gobernantes, para que podamos llevar una vida tranquila y de paz, con toda piedad y dignidad” (1 Tim 2, 1-2).

Estas fórmulas de invocación tienen un carácter eminentemente popular, por lo que son muy abundantes y de estilos diversos, algunas en verso y otras en prosa. Se usaban en procesiones, en la Vigilia Pascual, en las ordenaciones, en las oraciones por los enfermos y los difuntos. Es hasta el siglo XII donde encontramos unas primeras letanías de la Virgen que recogieron los principales títulos tributados a la Madre de Dios, del modo análogo al que se habían recogido en la antigüedad tantas alabanzas a Cristo.

La colección más famosa de estas letanías de la Virgen María es conocida como “lauretana”, por proceder del Santuario de la Virgen de Loreto en Italia. Procede de los siglos XVI y XVII aunque con el tiempo esta letanía fue enriqueciéndose con nuevos títulos que por decreto los papas añadían al texto tradicional que tenía como base de 50 invocaciones.

La estructura del texto tradicional es la siguiente: Comienza con las invocaciones tomadas de las letanías de los santos (Santa María, Santa Madre de Dios. Santa Virgen de las Vírgenes) , luego María es considerada como Madre , y después se pasa a considerar a la Virgen como virgen , se enuncia una serie de títulos simbólicos de origen fundamentalmente bíblico  y, finalmente se considera la Gloria de María, ayuda y consuelo de los que estamos en la tierra y Reina de cuantos están en el Cielo 

Característica de la letanía lauretana es no solo quedarse en los elogios a la Madre de Dios sino encomendarse a su intercesión. Por ello después de cada invocación se añadió el “Ruega por nosotros”, “Intercede por mí” o “Apiádate de mí” o fórmulas semejantes, por las cuales el cristiano que sufre, que está en pecado o se encuentra en trance de muerte, se acerca a María para obtener su gracia mediadora ante el Hijo.

EXPLICACIÓN DE LA LETANÍA

SANTA MARÍA: La expresión “Santa María” resume la totalidad de la experiencia de aquella a quien todas las generaciones llaman bienaventurada, de aquella en quien el Todopoderoso realizó grandes cosas (cfr. Lc 1, 48). Decir Santa María es reconocer la obra admirable de Dios en esta pequeña mujer inmaculada, pero al mismo tiempo también es admirarnos de su trayectoria terrestre: su fe, su esperanza y su caridad. Proclamar a María “Santa” es alabar a Dios dador recibidos y tomar conciencia del llamado que tenemos todos los cristianos a la santidad (cfr. Mt 5, 48).

SANTA MADRE DE DIOS: La Iglesia confiesa que María es verdaderamente “Madre de Dios” (Theotokos) porque en el mismo instante en que fue concebida por obra del Espíritu Santo se convirtió en la Madre, según la carne, de la segunda persona de la Santísima Trinidad. Se trata de un título inefable que mas que ensalzar los méritos de la Virgen María, destaca el acontecimiento central de la vida y misión de Esta mujer sin la cual no hubiera sido posible la fe cristiana.

SANTA VIRGEN DE LAS VÍRGENES: Desde los primeros años del cristianismo, María fue llamada “La Virgen” porque de manera única y singular vivió totalmente para Dios en apertura constante a su plan salvífico. Desde entonces la virginidad ya no fue maldición ni soledad sino la señal divina (cfr. Is 7, 14). La prueba que demuestra efectivamente que Cristo es el Hijo de Dios que ha venido para salvar a los hombres.

MADRE DE JESUCRISTO: Es una invitación a meditar el misterio de la Encarnación, donde al tiempo que afirmamos la maternidad de María subrayamos la divinidad del hijo que en ella toma carne (cfr. Lc 1, 26-38). El Verbo altísimo asume una naturaleza como la nuestra, María tiene la misión de darle esa humanidad, no sólo en el aspecto carnal, sino sobre todo infundirle un alma que le genere actitudes y sentimientos humanos. Nosotros también somos llamados, en el plano de la Gracia, a ser “madres”, es decir a engendrar a Cristo, Hijo de Dios, entre los hombres que no lo conocen.

MADRE DE LA IGLESIA: En el Calvario, la maternidad de María cobra una nueva dimensión, la relativa a los discípulos de Cristo, comprendidos en el discípulo amado que representa a toda la Iglesia (cfr. Jn 19, 25-27). María engendra en el dolor de ese día de muerte a una nueva familia, un nuevo pueblo. Los últimos pontífices han proclamado a María Madre de la Iglesia: Paulo VI al terminar el Concilio Vaticano II y Juan Pablo II aumenta esta nueva invocación a las letanías lauretanas, aunque era ya un sentimiento latente en la Iglesia primitiva que tanto debe a María su Madre, modelo y prototipo.

MADRE DE LA DIVINA GRACIA: Dios ha dado a María una misión transcendental para la salvación de la humanidad. El texto de la “Anunciación” (Lc 1, 26-38) es el relato de una vocación, de una elección por parte de Dios para una misión de salvación a favor del pueblo. Las frases “Llena de gracia, el Señor es contigo” indican realmente la complacencia divina en María escogida para una tarea de liberación, y la asistencia necesaria para llevarla a cabo. La Gracia es la vida de Dios en nosotros, la gracia es el Amor de Cristo que se comparte. Llamamos a María Madre de la Divina Gracia, porque al ser Madre de Cristo está llena de este Amor de Dios y su mayor alegría consiste en participar a todos los hombres de esta plenitud de gracias con que Dios la ha colmado.

MADRE PURÍSIMA: La maternidad de María respecto de nosotros no es simbólica o puramente moral. Verdaderamente María es nuestra madre porque nos ha dado una vida nueva: la Vida de Cristo. Alabamos y exaltamos la pureza de María en superlativo, porque ésta no procede de ella misma sino de Dios que la hizo una criatura perfecta, sin sombra de pecado. Por eso Ella, por los méritos de Cristo, su Hijo, es capaz de regenerarnos en la virtud para que podamos vivir en armonía completa con Dios y nuestros hermanos.

MADRE CASTÍSIMA: La castidad es la virtud por la cual el hombre integra todas sus fuerzas de vida y de amor depositadas en él. Esta integridad asegura que el hombre pueda entregarse totalmente a Dios y servirle con todo su corazón. Llamamos a María “castísima” porque estuvo plenamente dispuesta para el trabajo del Reino, ella es el modelo por excelencia de la mujer consagrada que ama a Dios y a los demás con un corazón indiviso y libre. María nos descubre que la castidad no es virtud pasada de moda sino fuerza para conquistar los ideales.

DULZURA DE LOS ÁNGELES


DULZURA DE LOS ÁNGELES
(de la liturgia bizantina)

Dulzura de los ángeles, alegría de los afligidos, 
abogada de los cristianos, Virgen madre del Señor, protégeme y sálvame de los sufrimientos eternos.

María, purísimo incensario de oro, que ha contenido a la Trinidad excelsa; en ti se ha complacido el Padre, ha habitado el Hijo, y el Espíritu Santo, que cubriéndote con su sombra, Virgen, te ha hecho madre de Dios.

Nosotros nos alegramos en ti, Theotókos; tú eres nuestra defensa ante Dios. Extiende tu mano invencible y aplasta a nuestros enemigos. Manda a tus siervos el socorro del cielo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?


¿Cuál es mi burbuja?

Autor: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
¿Cuál es mi burbuja?
Individuar cuál es mi burbuja sirve para redimensionar hechos e ideas
 
¿Cuál es mi burbuja?
¿Cuál es mi burbuja?
De mil maneras nos dejamos rodear por burbujas del alma.

Algunas burbujas vienen desde fuera, impuestas por personas o por acontecimientos. Un accidente, una calumnia, una crisis económica, un problema en la familia, crean una atmósfera más o menos enrarecida que afecta nuestro modo de pensar, de sentir, de amar.

Otras burbujas nacen desde uno mismo. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer, lo que pensamos, lo que sentimos, alimenta el aire interior con alegrías o con tristezas, con esperanzas o con miedos, con amores o con odios.

Por eso vale la pena preguntarnos: ¿cuál es mi burbuja? ¿Qué ambiente envuelve mi alma? ¿Qué condicionamientos me asfixian o me exaltan? ¿Qué ideas y que hechos han sitiado mi corazón?

Individuar cuál es mi burbuja sirve para redimensionar hechos e ideas a las que a veces damos una importancia excesiva que no merecen. También nos permite descubrir que otros hechos o ideas han quedado marginados, cuando desde ellos podríamos entrar en burbujas sanas, buenas, positivas.

Es casi imposible vivir sin burbujas. Algunos no son capaces de escoger su burbuja, porque su psicología está enferma y viven encadenados a mecanismos mentales que los arrastran, sin casi poderlo evitar, de un sitio a otro.

Otros han escogido burbujas malas, negativas, llenas de oscuridad, que provocan daños en uno mismo y en quienes viven a su lado. Son burbujas que les llevan a ver sólo oscuridades, a pensar desde el odio y hacia el odio, a encerrarse en la avaricia, a sumergirse en la envidia y en el afán por destruir la fama de otros desde un corazón lleno de rencores malsanos. A pesar de la situación en la que se encuentran, en esas personas perviven todavía capacidades y energías interiores suficientes para reconocer sus errores, para acoger la ayuda de Dios, para cambiar de perspectiva, para abrirse a horizontes y burbujas buenas.

Afortunadamente, hay muchos hombres y mujeres que, desde la ayuda de amigos buenos, desde pensamientos sanas, desde la acción de Dios en las almas, son capaces de sumergirse en burbujas positivas. Desde ellas no cerrarán los ojos ante males reales o ante injusticias que deben ser superadas. Al contrario, sabrán afrontar la propia vida con un deseo sincero y bueno para pensar en positivo, para acoger las gracias del cielo, para convertirse en trabajadores incansables en un mundo que necesita hombres y mujeres de esperanzas.

domingo, 8 de septiembre de 2013

IMÁGENES VIRGEN MARÍA NIÑA












Nacimiento de María. Un regalo de cumpleaños


Autor: Don Ángel Moreno de Buenafuente | Fuente: www.la-oracion.com
Nacimiento de María. Un regalo de cumpleaños
Sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños.

Nacimiento de María. Un regalo de cumpleaños

Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen María, Estrella de la mañana, como la invoca San Bernardo, quiero poner nombres a la constelación celeste que corona a la Mujer vestida de sol y que tiene a la luna por pedestal, la dispuesta por Dios para ser madre suya. 

María es la Inmaculada, la concebida sin pecado. Dios podía liberar a quien iba a ser madre de su Hijo de toda mancha de pecado, lo quiso y lo realizó. Ella es la sin-pecado. 

María es la colmada de gracia, la amada de Dios; así la llama el ángel Gabriel como nombre propio, y esa identidad configura esencialmente la vida de la Nazarena. 

María es la mujer creyente, la que se fía de Dios; así la saluda su prima Isabel: "Dichosa tu, que has creído". Ella es nuestra madre en la fe. 

María es , que abandona su propio proyecto por el que le revela el Ángel de Dios: "Hágase en mí según tu Palabra". 

María es la madre del Verbo encarnado: "Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo", el Hijo de Dios. Es la madre de Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, es también verdadera Madre de Dios. 

María es la contemplativa por excelencia, ella "guardaba todas estas cosas en su corazón". Maestra en acoger la Palabra, meditarla y alumbrarla. 

María es la mujer servicial: "Subió deprisa a la montaña a servir a su prima". Ella se tiene por esclava, servidora del Señor, y de cuantos tengan necesidad de su ayuda. 

María es la mujer agradecida, sensible a los dones recibidos. No se cree con derechos y reconoce a quien es la causa de su privilegio: "Proclama mi alma la grandeza del Señor". 

María es mujer solidaria, sensible, social. La vemos actuar en el marco de una boda de manera comprometida cuando le dice a su Hijo: "No tienen vino". 

María es la mujer fuerte, no se arredra frente a la dificultad. "Junto a la Cruz estaba María, su madre". 

María es la mujer orante; dialogó con el Ángel, acudió al templo con angustia buscando a su Hijo, se reunió con los discípulos a la esperan del don del Espíritu Santo. 

María es la mujer ensalzada, gloriosa, colocada junto a su Hijo en el cielo. 

Por todos estos motivos, a la vez que sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños. 

Por el nacimiento de María se enciende nuestra esperanza, el sentido de nuestra peregrinación. Ella, Medianera de todas las gracias, permanece en el desierto como mujer entrañable. 

sábado, 7 de septiembre de 2013

FIESTA DE LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA - 8 DE SETIEMBRE

Autor: Jesús Martí Ballester
Fiesta de la Natividad de la Virgen María
Según la Tradición, la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a la piscina de Bezatha
 
Fiesta de la Natividad de la Virgen María
Fiesta de la Natividad de la Virgen María
Según la Tradición, la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a la piscina de Bezatha. La Liturgia Oriental celebra su nacimiento cantando poéticamente que este día es el preludio de la alegría universal, en el que han comenzado a soplar los vientos que anuncian la salvación. Por eso nuestra liturgia nos invita a celebrar con alegría el nacimiento de María, pues de ella nació el sol de justicia, Cristo Nuestro Señor.

Hoy nace una clara estrella,

tan divina y celestial,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

En la plenitud de los tiempos, María se convirtió en el vehículo de la eterna fidelidad de Dios. Hoy celebramos el aniversario de su nacimiento como una nueva manifestación de esa fidelidad de Dios con los hombres.

NADA EN LA ESCRITURA

Nada nos dice el Nuevo Testamento sobre el nacimiento de María. Ni siquiera nos da la fecha o el nombre de sus padres, aunque según la leyenda se llamaban Joaquín y Ana. Éste nacimiento es superior a Creación, porque es la condición de la Redención. Y, sin embargo, la Iglesia celebra su nacimiento. Con él celebramos la fidelidad de Dios. “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” Romanos 8,28. Y es motivo de alegría gozosa y permanente de todos y cada uno de los llamados. No sabemos cómo se cumplirá, pero tampoco sabemos como nace el trigo, y cómo se forja la perla en la ostra. Pero nacen y crecen y se forjan. La inteligencia humana, por aguda que sea, tiene su límite y ya no puede alcanzar más. Cerrar los ojos ante el misterio, sabiéndonos llamados por Dios, y “desbordar de gozo en el Señor, confiando en su misericordia” Salmo 12, 6. Son las palabras inspiradas del salmo de la misa.

Todo lo que sabemos del nacimiento de María es legendario y se encuentra en el evangelio apócrifo de Santiago, según el cual Ana, su madre, se casó con un propietario rural llamado Joaquín, galileo de Nazaret. Su nombre significa "el hombre a quien Dios levanta", y, según san Epifanio, "preparación del Señor". Descendía de la familia real de David. Llevaban ya veinte años de matrimonio y el hijo tan ansiado no llegaba. Los hebreos consideraban la esterilidad como un oprobio y un castigo del cielo. Eran los tales menospreciados y en la calle se les negaba el saludo. En el templo, Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos de entrar en la casa de Dios. Esta conducta se ve celebrada en Mallorca, en una montaña que se llama Randa, donde existe una iglesia con una capilla dedicada a la Virgen. En los azulejos que cubren las paredes, antiquísimos, el Sumo Sacerdote riñe con el gesto a San Joaquín, esposo de Santa Ana, quien, sumiso y resignado, parece decir: No puede ser, no he podido tener hijos.

Sabemos que su esterilidad dará paso a María. Joaquín, muy dolorido, se retira al desierto, para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad. Ana intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de un hijo. Recordó a la otra Ana de las Escrituras, de que habla el libro de los Reyes: habiendo orado tanto al Señor, fue escuchada, y así llegó su hijo Samuel, quien más tarde sería un gran profeta. Y así también Joaquín y Ana vieron premiada su constante oración con el nacimiento de una hija singular, María, concebida sin pecado original, y predestinada a ser la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.

De Ana y de Joaquín, oriente

de aquella estrella divina,

sale su luz clara y digna

de ser pura eternamente:

el alba más clara y bella

no le puede ser igual,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna

de cuantas bordan el cielo,

porque es el humilde suelo

de sus pies la blanca luna:

nace en el suelo tan bella

y con luz tan celestial,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

UNA NIÑA SANTA

Nace María. Nace una niña santa. Nada se nota en ella hasta que crece y comienza a hablar, a expresar sus sentimientos, a manifestar su vida interior. A través de sus palabras se conoce el espíritu que la anima. Se dan cuenta sus padres: esta niña es una criatura excepcional. Se dan cuenta sus compañeras: que se sienten atraídas por el candor de la niña y, a la vez, sienten ante ella recelo, respeto reverencial. Sus padres no saben si alegrarse o entristecerse. Para conocer lo sobrenatural hace falta tiempo y distancia. No ha habido nunca ningún genio contemporáneo; al contrario, siempre es considerado como un loco, un ambicioso o un soberbio.

Los niños hacen lo que ven hacer a los mayores. La niña santa no imita los defectos de los mayores y obra según sus convicciones. Cuando nació Juan Bautista, la gente se preguntaba "¿qué va a ser este niño?" (Lc 1,79). De María se preguntarían lo mismo. Ella comprende que, aunque quisiera hablar de lo mucho que lleva dentro, debe callar. Y tiene que vivir en completa soledad, de la que es un reflejo, el aislamiento del niño que crece entre gente mayor.

María, llena de gracia, vivía como perfectísima hija de Dios, entre hombres que habían perdido la filiación divina, habían pecado, y sentían la tentación y sus inclinaciones al pecado. El hombre conoce la diferencia que hay entre lo bueno y lo malo, y cuando obra el mal, percibe la voz de la conciencia. Antes de pecar, la percibe y la desatiende, durante el pecado, la acalla con el gozo del pecado, después de pecar, la oye y quisiera no oírla. Este es el conocimiento del mal, que no procede de Dios, sino de haberse separado de El. María no conoce el mal por experiencia, sino por infusión de Dios. No había pecado nunca. Por eso no entendía a la gente y se sentía sola. Experimentaba que sólo ella era así. Si hubiera vivido en un desierto, no hubiera padecido tanto, pero en Nazaret, aldea pequeña, con fama de pendenciera y poca caritativa, es tenida por orgullosa, la que era la más humilde. Como los niños viven su mundo aparte de los mayores, así tiene que vivir María entre su gente.

Y una mujer así, ¿nos puede comprender?, ¿puede ser nuestra madre? Sí porque María es una mujer comprometida con todo el género humano. María fue la pobre de Yahvé. Los pobres de Dios nunca preguntan, nunca protestan. Se abandonan en silencio y depositan su confianza en las manos del Señor y Padre.

Con el Concilio Vaticano II hemos recuperado la Biblia, libro prohibido en mis años de juventud. También la Liturgia en castellano. También la Iglesia, no como una pirámide, sino como pueblo de Dios. De la misma manera hemos de recuperar a María, como Hermana en la fe, Madre en la fe. María peregrinó en la fe como todos los cristianos. Se abandonó a Dios. Pudo ser lapidada, al quedarse encinta, pudo ser repudiada... Es la pobre de Yahvé.

Querríamos saber más cosas de María. El evangelio nos dice muy poco de Ella. Pero, si bien lo miramos, implícitamente nos dice mucho, todo. Porque Jesús predicó el Evangelio que, desde que abrió los ojos, vio cumplido por su Madre. Los hijos se parecen a sus padres. Jesús sólo a su Madre. Era su puro retrato, no sólo en lo físico, en lo biológico, sino también en lo psíquico y en lo espiritual.

LA HERENCIA 

Cada hombre, según las leyes mendelianas de los cromosomas y los genes, hereda de su padre y de su madre. Decía un sacerdote que su padre decía: "mi hijo es treballaor com yo y listo com sa mare". Cuando Jesús pronuncia el sermón de las Bienaventuranzas, está pintando a su Madre: Pobres de espíritu, Mansos, Pacientes, Humildes, Misericordiosos, Trabajadores de la Paz. Nos ha dado su Retrato. Sus actitudes vitales son idénticas las de la Madre y el Hijo: en el momento decisivo de su vida María le dice al Ángel: "Hágase en mi"... En el momento de comenzar su Hora, Jesús dice lo mismo "Hágase". Cuando nos enseña su carné de identidad, María nos dice que es "la esclava del Señor" Cuando Jesús nos presenta el suyo, nos dice que es "manso y humilde de corazón". Jesús predicó las bienaventuranzas porque las había vivido. Y las vivió porque las había visto vivir a su Madre. Por eso la quiso y la hizo Inmaculada, porque tenía que ser su madre y su educadora en la fe. 

¡FELIZ CUMPLEAÑOS VIRGEN MARÍA¡ 8 DE SETIEMBRE

Autor: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net
¡Feliz cumpleaños María!
8 de septiembre. Natividad de la Santísima Virgen.
 
¡Feliz cumpleaños María!
¡Feliz cumpleaños María!

LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
8 DE SEPTIEMBRE


La Virgen María fue la Madre de Jesús y, con este hecho, se cumplieron las Escrituras y todo lo dicho por los profetas. Dios escogió a esta mujer para ser la Madre de su Hijo. Con ella se aproximó la hora de la salvación. Por esta razón la Iglesia celebra esta fiesta con alabanzas y acciones de gracias.

Un poco de historia

El nacimiento de la Virgen María tuvo privilegios únicos. Ella vino al mundo sin pecado original. María, la elegida para ser Madre de Dios, era pura, santa, con todas las gracias más preciosas. Tenía la gracia santificante, desde su concepción.

Después del pecado original de Adán y Eva, Dios había prometido enviar al mundo a otra mujer cuya descendencia aplastaría la cabeza de la serpiente. Al nacer la Virgen María comenzó a cumplirse la promesa.

La vida de la Virgen María nos enseña a alabar a Dios por las gracias que le otorgó y por las bendiciones que por Ella derramó sobre el mundo. Podemos encomendar nuestras necesidades a Ella.

La fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María se comenzó a celebrar oficialmente con el Papa San Sergio (687-701 d.C.) al establecer que se celebraran en Roma cuaro fiestas en honor de Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la Purificación.

Se desconoce el lugar donde nació la Virgen María. Algunos dicen que nació en Nazaret, pero otros opinan que nació en Jerusalén, en el barrio vecino a la piscina de Betesda. Ahí, ahora, hay una cripta en la iglesia de Santa Ana que se venera como el lugar en el que nació la Madre de Dios.

Algo que no debes olvidar

María vino al mundo sin pecado original y con la gracia santificante.
La Virgen María fue escogida para ser la Madre de Dios.
La Virgen María fue pura y santa.
Al nacer la Virgen María se cumplió la promesa de Dios de que mandaría al mundo a una mujer de la que nacería el Salvador para liberarnos del pecado.

Cómo vivir la fiesta en familia 

Llevar flores a la Virgen en alguna capilla, en señal de que la amamos y dando gracias a Dios por haberla creado y escogido para esa gran misión.

Pedir a la Santísima Virgen María, para que nos consiga la gracia que más necesitemos en este momento de nuestra vida, como familia.

Oración

María, en este día que festejamos tu nacimiento, te pido que me ayudes a estar siempre cerca de ti y de tu Hijo Jesús.

NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA - 8 DE SETIEMBRE

Autor: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Natividad de la Santísima Virgen
Fiesta, 8 de septiembre
 
Natividad de la  Santísima Virgen
Natividad de la Santísima Virgen

Fiesta de la Natividad de la bienaventurada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado.

Un anticipo y anuncio inmediato de la redención obrada por Jesucristo es el nacimiento de su Madre la Virgen María, concebida sin mancha de pecado, llena de gracia y bendita entre todas las mujeres.

En Jerusalén, en la Iglesia de Santa Ana. La primera fuente de la narración del nacimiento de la Virgen es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, que coloca el nacimiento de la Virgen en Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios entre los años 400 y 600. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado la tradición.

La fiesta de la Natividad de la santísima Virgen surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el s. v. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.

jueves, 5 de septiembre de 2013

EL AVE MARÍA



 AVE MARIA

Dios te salve María, 
llena eres de gracia 
El Señor es contigo, 
bendita tu eres entre todas las mujeres, 
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
-Santa María Madre de Dios, 
ruega por nosotros pecadores, 
ahora y en la hora de nuestra muerte, 
Amén.

El Ave María es el saludo del Ángel (primera parte) y también el saludo de la Iglesia (segunda parte) a la Virgen Santísima. Es una oración de amor, confianza y petición a la Madre de Dios y Madre Nuestra.

UN CORAZÓN LLENO DE LA VOLUNTAD DE DIOS


Un Corazón lleno de la Voluntad de Dios
Padre Luciano Alimandi


“No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22, 42) En la hora de la gran prueba, en el huerto de los Olivos, Jesús repite al Padre estas palabras que habían sido alimento de su vida durante todos los años que vivió en la tierra, esto es, hacer no su voluntad sino la voluntad divina. En el combate contra el espíritu infernal, en el desierto, después de cuarenta días de absoluto ayuno, Cristo vence a Santanás precisamente haciéndose escudo de la voluntad de Dios. El tentador le presentó, en efecto, una voluntad que no era la del Padre y Jesús lo desenmascaró. 

En nuestra vida de cristianos también nosotros somos tentados y probados sobre el mismo punto: hacer o no la voluntad de Dios. Cada vez que seguimos nuestros gustos, caemos inexorablemente en los lazos del enemigo, mientras que cuando nos orientamos hacia la divina voluntad esos lazos se rompen y nosotros estamos libres de ejercer nuestra libertad uniéndola a la única gran libertad, que es la de Dios. 

Dios nos ha creado libres precisamente para hacer su voluntad; si hubiéramos sido creados sin libertad no podríamos hacer libremente la voluntad de Dios. La libertad es - como se ha escrito - al mismo tiempo nuestra fuerza y nuestra debilidad. Depende del empleo que hagamos de ella: se convierte en fuerza cuando la orientamos hacia Jesús, para imitarlo, para cumplir su deseo; se convierte en debilidad cuando la orientamos hacia nosotros, hacia nuestros deseos, instintos, ambiciones… Quizá nos ilusionamos pensando hacer la voluntad de Dios porque estamos haciendo grandes cosas por los otros, o soñamos con hacerlas; pero las grandes cosas podrían estar oscureciendo las pequeñas cosas que Dios nos está pidiendo y que no queremos hacer porque nos humillan. Sólo la voluntad de Dios nos santifica, no las obras que hagamos, por muy meritorias que están sean. Nuestra santificación depende únicamente de la unión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios, día tras día, momento tras momento, como nos enseñan los santos. 

El Santo Padre Benedicto XVI, en el reciente encuentro que ha tenido en el Seminario Romano Mayor, respondiendo a una pregunta de un seminarista sobre la tentación de hacer carrera,, citó un bello ejemplo: “me viene a la mente en este momento la pequeña historia de Santa Bakhita, esta Santa africana, esclava en Sudán, y luego en Italia encontró la fe, fue religiosa y cuando ya era anciana el Obispo realizaba una visita en su monasterio, en su casa religiosa y no la conocía; vio a esta pequeña, ya encorvada, religiosa africana y dijo a Bakhita: 'Pero qué hace Usted, hermana? '; Bakhita contestó: 'Yo lo hago lo mismo que Usted, Excelencia'. El Obispo asombrado preguntó: '¿Qué cosa? y Bakhita respondió: 'Excelencia, nosotros dos queremos hacer la misma cosa, hacer la voluntad de Dios.' Me parece una respuesta bellísima, el Obispo y la pequeña religiosa, que ya no podía casi trabajar, hacían, en lugares distintos, la misma cosa, tratar de hacer la voluntad de Dios y así estaban en el lugar justo." (Benedicto XVI) al Seminario Romano con ocasión de la Fiesta de la Virgen de la Confianza, el 17 de febrero 2007. 

Por desgracia el diablo consigue no poco veces distraernos precisamente de la única cosa que cuenta: "¡Maria ha elegido la parte mejor, que no le será quitada" (Lc 10, 42). ¡Esta parte mejor es precisamente la divina voluntad, que no puede ser vencida y mucho menos anulada por ningún otra voluntad! Lo que Dios quiere se realiza en nosotros si también nosotros lo queremos. Deseo lo que Él quiere, he aquí el secreto de la Virgen; Ella, más que cualquier otro santo, ha impreso en su Corazón este Verbo: la Voluntad de Dios. 

Maria junto al Hijo repite continuamente: "He aquí, que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad" (Heb 10, 7) y nos enseña a repetirlo también nosotros, sobre todo en los momentos de prueba y tentación. La Sierva del Dios sabe bien que la voluntad humana no santifica a nadie, que sólo la voluntad de Dios le eleva por encima de si mismo e introduce en el Cielo, en el Paraíso del divino deseo. Cuando rezamos a nuestro Padre y pedimos "que se haga tu voluntad así en el Cielo como en la tierra", no estamos pidiendo algo utópico, irrealizable, sino que estamos pronunciando la palabra decisiva de nuestra vida, la más bonita, la más verdadera y la más fuerte. ¡De qué serviría ganar la estima de todos y no conseguir estimar la voluntad de Dios! El discernimiento, la dirección espiritual, la oración, el apostolado… todo tiene un sentido, únicamente si está dirigido hacia el deseo de Dios, de otro modo se pierde en los laberintos de los deseos humanos, tan frágiles y vanos.

 A la Virgen María, en la anunciación, sólo le importaba conocer la voluntad de Dios. Cuando el ángel se la manifestó, entonces Ella se fió y confió totalmente al querer de Aquel que todo lo puede. En este período cuaresmal, invocando a la Virgen y a los santos Ángeles, intensifiquemos el deseo de la voluntad de Dios, porque "sólo en su voluntad está nuestra paz"

Fuente: fides.org

Un collar de perlas para la Virgen María


Un collar de perlas para la Virgen María 
Paul Debesse


Sin sombra de exageración podemos decir que América Latina es tierra de María, el continente de María y como un inmenso santuario mariano. Tradiciones, cantos, danzas, poemas, imaginería. Templos, ermitas, altares y fiestas, expresan la devoción sencilla, espontánea, entrañable, confiada de todo un continente. Hay muchas advocaciones que coinciden entre sí, pero las hay también originales, típicas del “genio” religioso y cultural de las múltiples etnias que pueblan el continente.

En la Argentina – un inmenso y complejo crisol de razas y culturas – se registran más de doscientas advocaciones e innumerables “santuarios” que recuerdan el amor a María de la gente, y su presencia maternal en puntuales efemérides religiosas y civiles. 

Este “Mes de María 2003”, queremos abrirlo con un collar de perlas escogidas de las “libretas de vida” de un gran enamorado de la Virgen María, el empresario argentino Enrique Shaw (1921-1962). Después de haber sido un brillante alumno y marino ejemplar, descubre su vocación social: quiere ser empresario para humanizar el mundo del trabajo, aplicando en él la doctrina social de la Iglesia. Sus éxitos hicieron que fuese muy consultado tanto por instituciones civiles como eclesiales. De su matrimonio nacieron nueve hijos y su hogar fue un testimonio de vida cristiana y de apostolado. Militó activamente en la Acción Católica y para prolongar la eficacia de su obra, fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), vigente e imitada también en otras naciones. El secreto de su breve e intensa existencia hay que buscarlo en la honda y robusta espiritualidad con que la alimentada. La podemos resumir en un lema muy significativo: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” 

La devoción filial a la Virgen María fue uno de los ejes en que se movió su vida cristiana. La suya fue una espiritualidad seria que lo llevaba a contemplar, a invocar y a imitar a María como contacto y molde para llegar a ser otro Cristo. Van aquí algunas perlas:

“¡Oh María! Forma a Cristo en mí! Me doy cuenta de que no tengo esa relación personal con Jesús. Como eso no se consigue con libros, creo que lo mejor es pedirle a la Virgen que me haga de "contacto". Más aún, y si me echo a sus pies, no hay duda de que ella, como "molde" de Dios, hará que Jesús se forme en mí y yo en Él. Más que fiarme de mi propia industria”

Sentía a la Virgen como el “compendio” de toda la vida cristiana.

“María puede considerarse el compendio, la síntesis viviente del Cristianismo. Ella tuvo coraje; por eso estuvo al pie de la cruz. La Virgen nos enseña a despojarnos de nuestro querer recibir afecto; eso es lo que ofreció en el Calvario. Los valores de la Virgen son los de Cristo: Humildad, Verdad, Amor. María es modelo de audacia (para enfrentar grandes cosas). Hace falta gente que se anime a hacer grandes cosas sin perder humildad. María es modelo de humildad, de disponibilidad: He aquí la esclava del Señor". 

Como empresario y responsable de mucha gente en la empresa, miraba a María como modelo de servicio y responsabilidad:

“María nos enseña a asumir la propia responsabilidad. María es modelo de servicio y también de autoridad y dominio de sí mismo. María es Madre porque piensa en cada uno. María nos enseña a ser más comunitarios porque es Madre de todos. Cuando uno esta enojado, debe pensar que María es Madre mía y del otro, y ojalá que ella nos sugiera la palabra cordial que debemos pronunciar”. 

Y no se le escapaba la dimensión social de esta devoción:

“La Virgen poseía las cualidades de energía y firmeza, que son también las condiciones del dirigente de empresa”. 

“María, Reina y Madre de Cristo, Madre nuestra y de aquellos por cuyas almas trabajamos. Reina de las realidades terrestres. A ella le pido: luz, fuerza, fidelidad a la Iglesia, sin la cual no podemos cumplir nuestra auténtica función social”. 

Enrique conoció tempranamente el sufrimiento moral y físico, de María aprendió a aceptar el dolor que redime:

“¡María! Hazme sentir algo de lo que sentiste al pie de la Cruz para que, participando en la Pasión de Cristo, pueda también participar en su Gloria”.

La sentía como modelo de sabiduría:

“¡María, Sede de la Sabiduría, ruega por nosotros! Un apóstol tiene una gran necesidad de ser sabiamente guiado, enseñado, conducido interiormente”. 

Y no olvidaba que María es la madre del amor hermoso, y la suplica:

“María, Madre del Amor, ¡enséñame a amar!”

Y no acabaríamos de citar, pero, como broche de oro de este collar, va la “oración del sí”, por los que se preparan decir el sí definitivo en su vida - esposos, sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados en el mundo - una oración profética si pensamos en los años en que fue escrita. En nuestro tiempo de pavor a decir el “sí definitivo”, cobra actualidad y urgencia y puede se inspiradora para mucha gente:

“Nuestra Señora, que por tu sí has cambiado la faz del mundo, ten misericordia de aquellos que quieren decirte sí para siempre. 

Tú que sabes a qué precio esa palabra se adquiere y se mantiene, obtén para nosotros que nunca rechacemos lo que se exige de nosotros. 

Enséñanos a decirla, como tú, en la humildad, la pureza, la simplicidad y el abandono a la Voluntad de Dios. 

Haz que, a lo largo de toda nuestra vida, los “sí”que digamos después de aquel no sean otra cosa que un medio de adherirnos aún más perfectamente a la Voluntad de Dios para nuestra salvación y la del mundo entero”.

Enrique Shaw tomó en serio su vocación de empresario cristiano y la Iglesia ha reconocido su testimonio de vida, dando inicio a la causa de canonización, el 25 de septiembre de 2001. 


Fuente: San Pablo, Revista On line 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

“Madre enséñanos a trabajar por la Justicia”

Autor: AICA | Fuente: AICA
“Madre enséñanos a trabajar por la Justicia”
Para ser personas justas hay que mirar la vida desde Dios, es mirar la vida con Dios, que es El justo, el gran Justo.
 
“Madre enséñanos a trabajar por la Justicia”
“Madre enséñanos a trabajar por la Justicia”

Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires, con motivo de la 38ª Peregrinación Juvenil a Luján.

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»
Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. (San Juan 19, 25-27)

Hoy terminamos esta peregrinación a la Casa de la Virgen y como hacemos en cada visita, nos quedamos en silencio ante su Imagen. La tenemos cerca, nos recibe en la entrada de su Casa este año, ésta Casa que están terminando de poner linda. Por eso estamos tan agradecidos a todos aquellos que han puesto su esfuerzo para esto. Pero lo más importante es que tenemos esta necesidad de rezar y contarle a nuestra Madre todo lo que compartimos en nuestra vida, y lo que compartimos con tantos peregrinos en el camino. Ahora, al escuchar el Evangelio que nos cuenta ese momento sagrado en el que Jesús nos deja a su Madre para que nos proteja, miramos la cruz y nos aferramos a su compañía, la compañía de la Virgen y la de Jesús. Nuestros caminos están protegidos por ellos dos. Nuestra fe está en ellos, nuestra fe está aquí, esta es la Casa de la fe de nuestra Patria! Por eso ahora rezamos y sentimos como late nuestro corazón porque estamos en la Casa de nuestra Madre, en la Casa de la fe de nuestra Patria.

Y hoy, en la Casa de nuestra Madre le venimos a hacer un pedido: que nos enseñe a trabajar por la justicia. ¿Saben ustedes a quién se le ocurrió hacer este pedido? A ustedes mismos. Sí, porque en las oraciones que escriben cuando visitan Luján fue apareciendo esta oración que hoy es el lema: “Madre, enseñanos a trabajar por la justicia”. Es un lema que late en el corazón de los peregrinos de la Virgen y que se ha hecho oración. Peregrinos que somos los hijos de esta querida patria nuestra. Luján es la Casa de todos los hijos de la Virgen y por eso estamos haciéndole este pedido: que nos enseñe a trabajar por la justicia, y que nos enseñe a trabajar por ser personas justas en la vida.

Posiblemente este pedido, hecho aquí en Luján, haya surgido del corazón de tantos peregrinos después de haber sido recibidos y escuchados. Porque aquí en Luján, a cada peregrino se lo recibe y se lo escucha. Y ser recibidos y escuchados es un gran acto de justicia; y gracias a esto estamos en paz, rezando y nos brotan cosas muy sinceras en el corazón, en la oración con la Virgen. Y por eso surge esta necesidad de ser más hermanos, ocuparnos más y mejor unos de otros. Esto ya es ser justos. Aquí en Luján aprendemos a ser personas justas, porque con el corazón sereno y perdonado, nos llenamos del amor de Dios, por eso la mirada es mucho más profunda. Es mirar la vida desde Dios, es mirar la vida con Dios, que es El justo, el gran Justo.

Cuánto bien nos hace venir a Luján para aprender a ser buenos hijos, buenos hermanos, que se ocupan por el bien de los otros. Por eso aquí hacemos este pedido para todos nosotros, para toda nuestra Patria. Es el mejor lugar para hacerlo. Que aprendamos todos a trabajar por la justicia y para esto, que siempre tengamos el corazón abierto, el corazón grande que nos anime a hacer este pedido.

Que a nadie le falte esa actitud del corazón, la de tener que aprender cada día a ser más justos en la vida. Que se nos enseñe dónde habrá que poner una mirada más abierta y disponible, menos egoísta o interesada, que se nos enseñe a que no hagamos la nuestra, a que no se diga de cada uno de nosotros: “Este hace la suya”, sino hacer una mirada, una gran mirada que nos haga hermanos, que nos preocupemos siempre por los demás.

¿Y cómo puede ayudar la Virgen a trabajar por la justicia? Lo vamos a pensar juntos durante esta Misa y mirándola a Ella, en la puerta de la Basílica o mirando la Basílica. Ustedes vinieron en peregrinación ofreciendo sus vidas por los otros, rezando por tantas necesidades, las de ustedes o esas que les pidieron que “trajeran” en el corazón hasta aquí los amigos, los vecinos, los familiares… Ya que vas a Lujan, llevá una intención mía, pedile a la Virgen por esto… Al llegar al Santuario vivimos esto tan lindo de ser recibidos, y esto es lo que nos llena el corazón, nos da esperanza y así es como podemos continuar la vida: con la bendición de Jesús y de su Madre.

Y de esta manera, con Jesús y con su Madre, es como podemos trabajar por la justicia. Porque cuando nos reconocemos hijos y hermanos, es cuando en nuestro corazón nace esa actitud generosa por la vida y es cuando buscamos lo mejor y más grande para los otros. Jesús en la Cruz nos entrega su vida y le pide a la Virgen que nos cuide. Jesús llegó a la Cruz para que ese gesto fuera reconciliador, hablara de justicia a todos. ¡El nos hizo justos, El nos justificó con su vida, con su muerte y su resurrección…! ¡Y si hoy podemos tener la frente alta, la frente de ser bautizados, la frente de decir “somos hijos de Dios” es porque El nos justificó, El nos hizo justos, El no se miró así mismo sino que nos miró a nosotros!. Hagamos lo mismo: miremos a los demás y ayudémonos a crecer por la justicia.

A la Virgen le pedimos fuerza para trabajar por la justicia. Le pedimos serenidad cuando haya dificultades. Le pedimos que seamos hermanos para poder compartir el camino. Y le pedimos a ella, que es Madre, que no nos falte el silencio de la oración: no vamos a poder ser justos si no lo rezamos, que no vamos a poder ser justos si no lo pedimos. Por eso le pedimos que no nos falte el silencio de la oración y las ganas de peregrinar para ofrecer la vida por los otros. Que ella nos conceda ésta gracia.

Que así sea.

Card. Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires
Luján, 7 de octubre de 2012

martes, 3 de septiembre de 2013

PENAMIENTO MARIANO 17


PENSAMIENTO MARIANO

María fue elegida entre todas las mujeres para ser la Madre del Redentor y adornada con todas las gracias y privilegios que corresponden a la divina maternidad, como porque María, la esclava del Señor, prestó oído atento a la Palabra del Señor y ordenó su vida en conformidad con aquella divina Palabra. 

Alfonso Milagro

EL AMOR DE MARÍA LLENA NUESTRO CORAZÓN

Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
El amor de María llena nuestro corazón
Si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado?
 
El amor de María llena nuestro corazón
El amor de María llena nuestro corazón

Dios es amor.

María Santísima es también amor.

Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios.
"Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque, afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención".

Este amor tuyo que, por un lado, sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre, toda la pureza de una virgen; por otro lado, se dirige a nosotros, hacia la tierra, hacia tus hijos.

Cómo me impresionó -y aparte al principio no lo creí- leer aquellas palabras de San Alfonso María de Ligorio: "Si juntáramos el amor de todos los hijos a sus madres, el de todas las madres a sus hijos, el de todas las mujeres a sus maridos, el de los santos y los ángeles a sus protegidos: todo ese amor no igualaría al amor que María tiene a una sola de nuestras almas". Primero, no lo creí porque era demasiado grande para ser cierto. Hoy, lo creo, y posiblemente estas palabras de San Alfonso se quedaron cortas.

Yo me pregunto: si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado? ¿Podrá vivir una vida sin alegría, sin fuerza, sin motivación? ¿Podrá alguna vez, en su apostolado, llegar a decir "no puedo, me doy"? ¿Podrá algún día decir : "renuncio al sacerdocio y lo dejo"? Si Cristo, por nosotros, dio su sangre, su vida, ¿qué no dará la Santísima Virgen por salvarnos? Ella ha muerto crucificada, espiritualmente, por nosotros. A Cristo le atravesaron manos y pies por nosotros; a ella una espada le atravesó el alma, por nosotros. Si Él dijo: "He ahí a tus hijos" ¿cómo obedece la Santísima Virgen a Dios? Entonces, cuánto nos tiene que amar. Y si somos los predilectos de su hijo: "vosotros sois mis amigos", somos también los predilectos de Ella.

El amor de María llena nuestro corazón, debe llenarlo. El amor de una esposa no es el único que puede llenar el corazón de un hombre como yo. El amor de María Santísima es muchísimo más fuerte, rico, tierno, confortante, que el de todas las esposas de la tierra. El amor de mi madre celestial llena, totalmente, mi corazón. Una mirada, una sonrisa de María Santísima, me ofrecen más que todo lo que pueden darme todas la mujeres de la tierra juntas.

¿Cuál debe ser mi respuesta a tan grande y tierno amor?

Como Juan Pablo II debemos decir cada uno de nosotros, también, "totus tuus": todo tuyo y para siempre. Aquella expresión que el Papa nos decía: "Luchando como María y muy juntos a María", que le repitan siempre: "totus tuus".

¿Por qué no llevarme a todas partes a la Santísima Virgen? En el pensamiento, en el corazón, y también, en una imagen, en un cuadro: su presencia es benéfica. Yo tengo en mi despacho y en mi cuarto una imagen de la Santísima Virgen. Con mucha frecuencia la miro, con mucha frecuencia le hablo y, también, la escucho. Siento su presencia y su amor a través de esa imagen.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Mariano de Blas LC
    Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...