jueves, 9 de enero de 2014

AMOR BONDADOSO


Amor bondadoso
Autor: Gonzalo Gallo González


Se cuenta que algunas personas criticaban a San Francisco de Sales por ser tan indulgente y bondadoso con los pecadores, y él respondió: "Si existiera una virtud más alta que la bondad, Dios nos la habría enseñado. Lo que sabemos es que a nada exhortó tanto Jesús como a ser mansos y humildes de corazón. El amor se muestra en la bondad". 

San Francisco de Sales solía repetir esta frase: "Estoy convencido de que la mejor manera de predicar a los que hacen el mal es mediante el amor, aún sin decir una sola palabra". La bondad es un estupendo fruto del amor que te tienes y que compartes, y de la verdad que sigues y proclamas. Los antiguos decían que una vida bien vivida es aquella en la que nuestra mente se identifica con la verdad, y nuestra voluntad con la bondad.

A PESAR DE TODO


A pesar de todo...


    SONRÍO....
Aunque la vida me golpee,
Aunque no todos los amaneceres sean hermosos,
Aunque se me cierren las puertas. Sonrío...

    SUEÑO....
Porque soñar no cuesta nada y alivia mi pensamiento,
Porque quizás mi sueño pueda cumplirse,
Porque soñar me hace feliz.

    LLORO...
Porque llorar purifica mi alma y alivia mi corazón,
Porque mi angustia decrece, aunque sólo sea un poco,
Porque cada lágrima es un propósito de mejorar mi existencia.

    AMO...
Porque amar es vivir,
Porque si amo, quizás reciba amor,
Porque prefiero amar y sufrir, que sufrir por no haber amado nunca.

    COMPARTO....
Porque al compartir crezco,
Porque mis penas, compartidas, disminuyen,
Y mis alegrías se duplican.

¡¡¡Sonrío, sueño, lloro, amo, comparto, vivo.!!! Y por esto cada día doy
gracias a Dios que me da un día más...

A MI MADRE


A mi madre


¡Oh, cuan lejos están aquellos días
en que cantando alegre y placentera,
jugando con mi negra cabellera,
en tu blando regazo me dormías!

¡Con que grato embeleso recogías
la balbuciente frase pasajera
que, por ser de mis labios la primera
con maternal orgullo repetías! 

Hoy, que de la vejez en el quebranto,
mi barba se desata en blanco armiño,
y contemplo la vida sin encanto,
al recordar tu celestial cariño,
de mis cansados ojos brota el llanto,
porque, pensando en ti, me siento niño.

Un golpe di con temblorosa mano
sobre su tumba venerada y triste;
y nadie respondió... Llamé en vano
porque ¡la madre de mi amor no existe!

Volví a llamar, y del imperio frío
se alzo una voz que dijo: ¡Si existe!
Las madres, nunca mueren ... Hijo mío
desde la tumba te vigilo triste...

¡Las madres, nunca mueren!
Si dejan la envoltura terrenal,
suben a Díos, en espiral de nubes...
¡La madre, es inmortal!

LA ESTRELLA


La estrella 
Autor: Ángel Luis Martín


¡El cielo sonríe!
la estrella brilla para todos. 
¡Miremos al cielo! 
Saludo de Dios, 
a los pueblos. 
Invitándonos a dejar, 
todas las miserias. 
Adiós a las tinieblas, 
dudas y tristezas. 
¡Gocemos de la luz! 
Encendamos el corazón 
y llenos de esperanza,
brindemos por la belleza. 
¡El cielo sonríe! 
Dios descubre el velo, 
Cristo, es la estrella. 

miércoles, 8 de enero de 2014

MAMITA NO ME MATES


Mamita no me mates
Autor: Monseñor Jorge Monastoque Valero 



Mamita, Mamita, desde esta adorable casita en que vivo con todo el cariño del alma te escribo.

Recibe esta carta dulce Madrecita como una plegaria, como una oración. Soy alguien que al fondo de tu alma palpita. Alguien, que es pedazo de tu corazón.  
Floreciste Virgen como los rosales y el sol de verano maduró tu cuerpo
y yo como fruto de tus esponsales florecí en tu vientre, como aquel lucero, que brilla en las altas cumbres celestiales como la promesa del mejor Enero.

Desde aquí te escribo desde aquí te abrazo, con toda la fuerza vital de mi ser, y soy la semilla de este tu embarazo que quiere en tus brazos de madre nacer.

Mi ser es tan frágil como un rayo de Luna. La más leve sombra la puede dañar, todo me hace presentir que en una noche en tu vientre me van a matar.

Cuídate Mamita! Esos festivales... y esas trasnochadas... te hacen mucho mal. Todo a mi me daña. A los madrigales los queman los soles de pasión fatal.

Cuando yo sea grande y tu seas viejita cubriré de rosas tu camino verde.
Tu serás el cielo y yo la estrellita que en los blancos lirios de tu sien se pierde.

Lámpara encendida cerca de tu frente, seré yo en las noches cuando estés enferma: de tus alegrías, yo seré la fuente. Y el que no se canse y el que no se duerma.

Y cuando tu sufras y el dolor te hiera, con mis muchos besos secaré tu llanto. Te daré las flores de mi primavera, porque soy el hijo que te quiere tanto.

Si tu amor me lleva hasta tus rodillas con mis puros besos besaré tu boca. Y oirás mis gritos y las maravillas que tendrán los tonos de mi risa loca.

Pero... no me mates en tu misma entraña. Déjame Mamita, déjame nacer. Retira muy lejos, lo que a mí me daña. Soy como el rocío del amanecer.

No soy un extraño.
No soy tu enemigo.
El amor más bello me engendró la vida.
Soy tu propia sangre.
Tu mejor amigo.
Lo que tu cintura tiene florecida.

Quizás tus amigos te dirán que ahora destruyo tu vida, rompo tu futuro.
Pero de tu noche, yo seré la aurora y de tus trigales, el trigo maduro.

Desde lo profundo de tu ser suspiro vago por tu sangre, corro por tus venas. Por el claro cielo de tus ojos miro y en todo tu cuerpo reviento azucenas.

Desde tus entrañas, Madrecita mía. Te escribo esta carta, la escribo llorando. Tu respuesta espero... cuando llegue el día... Pero aunque me mates...
Yo te sigo amando!.

¡DAME CALMA, SEÑOR¡


¡Dame calma, Señor!


Déjame sentir la honda paz presente en cada experiencia, la armonía de vivir.

Dame calma, Señor, de manera que pueda entrar en la honda paz dentro de mi corazón.

Dame paz de manera que vea la bendición escondida en todas las cosas.

Guárdame de palabras ociosas y vanas fantasías. Calma la carrera de mi mente para que mis pensamientos tengan la claridad y movimiento fácil del fresco aire que respiro. Busco la serenidad de un lago tranquilo, la fuerza de un roble, el incambiable sólido poder de las montañas.

Dame calma, Señor, para que pueda emplear tiempo en gozar la paz, en la belleza que has creado a mi alrededor.

Necesito tiempo para pensar, tiempo para considerar soluciones a problemas; tiempo para confortar mi interno ser y mi vida en amor y divino.

Amén.

DA GRACIAS


Da gracias...


Da gracias, por la vida misma
aunque la tuya no sea la más perfecta,
Dios te la dio y el tenerla es ya un milagro.
Aprende a valorarla para hacerla llevadera,
no hagas de ella algo vano y vacío.

Da gracias por el aire que respiras,
es tan natural y vital y ni cuenta te das
de que sin él con seguridad no vivirías.
Por cada respiro que des, recuerda y ten presente
que Dios lo creó pensando en ti.

Da gracias por la luz del sol,
es la que te permite que veamos el día en esplendor,
la que da vida a la hermosura de la creación
y da calor a los seres vivos de la tierra.

Da gracias por la noche,
Dios la hizo para darnos descanso
para que la tierra repose del afán del día,
y es cuando realmente puedes relajarte y meditar
para poder reponer fuerzas para seguir adelante.

Da gracias por el agua que cae del cielo,
Dios la envía para hacer de nuestro suelo
uno fértil y productivo,
y es la misma agua que al estar sedientos
calma nuestra sed.

Da gracias por las pruebas que llegan a ti,
no te lamentes cuando éstas llegan,
más bien tómalas de un modo positivo,
las pruebas purifican tu espíritu
y te hacen más fuerte para enfrentarte a la vida.

Da gracias por todo lo que eres,
no te quejes de que no siempre es como quieres.
Dios permite todo lo que llega a tu vida,
pero lo permite porque tiene su razón de ser.
Nada pasa sólo porque sí,
al final verás y entenderás la razón.

Da gracias a Dios por todo,
por las cosas grandes y aún por pequeñeces,
Él, muy agradecido nos recompensará.

Da siempre gracias...
sentirás alivio y paz si las das de corazón.

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
ORACIÓN DE SAN ILDEFONSO DE TOLEDO
Arzobispo de Toledo. +667
23 de enero

Señora mía, dueña y poderosa sobre mí, madre de mi Señor, sierva de tu Hijo, engendradora del que creó el mundo, a ti te ruego, te oro y te pido que tenga el espíritu de tu Señor, que tenga el espíritu de tu Hijo, que tenga el espíritu de mi Redentor, para que yo conozca lo verdadero y digno de ti, para que yo hable lo que es verdadero y digno de ti y para que ame todo lo que sea verdadero y digno de ti. Tú eres la elegida por Dios, recibida por Dios en el cielo, llamada por Dios, próxima a Dios e íntimamente unida a Dios. Tú, visitada por el ángel, saludada por el ángel, bendita y glorificada por el ángel, atónita en tu pensamiento, estupefacta por la salutación y admirada por la anunciación de las promesas.

He aquí que tú eres dichosa entre las mujeres, íntegra entre las recién paridas, señora entre las doncellas, reina entre las hermanas. He aquí que desde ese momento te dicen feliz todas las gentes, te conocieron feliz las celestes virtudes, te adivinaron feliz los profetas todos y celebran tu felicidad todas las naciones. Dichosa tú para mi fe, dichosa tú para mi alma, dichosa tú para mi amor, dichosa tú para mis predicciones y predicaciones. Te predicaré cuanto debes ser predicada, te amaré cuanto debes ser amada, te alabaré cuanto debes ser alabada, te serviré cuanto hay que servir a tu gloria. Tú, al recibir sólo a Dios, eres posterior al Hijo de Dios; tú, al engendrar a un tiempo a Dios y al hombre, eres antes que el hombre hijo, al cual, al recibirle solamente al venir, recibiste a Dios por huésped, y al concebirle tuviste por morador, al mismo tiempo, al hombre y a Dios. En el pasado eres limpia para Dios, en el presente tuviste en ti al hombre y a Dios, en el futuro serías madre del hombre y de Dios; alegre por tu concepción y tu virginidad, contenta por tu descendencia y por tu pureza y fiel a tu Hijo y a tu esposo. 

Conservas la fidelidad a tu Hijo, de modo que ni El mismo tenga quien le engendre; y de tal modo conservas fidelidad a tu esposo, que él mismo te conozca como madre sin concurso de varón. Tanto eres digna de gloria en tu Hijo cuanto desconoces todo concurso de varón, habiendo sabido lo que debías conocer, docta en lo que debías creer, cierta en lo que debías esperar y confirmada en lo que tendrías sin pérdida alguna.

CONECTAR CON DIOS

Autor: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com
Conectar con Dios
Don de Dios que sale a buscarnos y se desborda con aquellos que se detienen y se sientan a escucharle.
 
Conectar con Dios

Fui a un mercado de frutas y verduras: gente por todas partes, como en los aeropuertos. Un buen anciano salió de su puesto y vino a saludarme. Me dio a probar una de sus mandarinas. Me senté a conversar con él, de su vida, su familia, su salud, sus creencias, sus temores e ilusiones. Se interesó por las mías. Eligió con cuidado y cariño una buena variedad de frutas, las puso en una bolsa y me las dio para el camino. Nos abrazamos y nos despedimos. El anciano y yo conectamos, nuestro encuentro fue encuentro humano que no tuve con los cientos de personas con quienes me crucé por los pasillos del mercado.

A Jesucristo le gusta salir al paso de las personas y detenerse con ellas. Se detiene con la mujer samaritana, con el joven rico, con Zaqueo, con Nicodemo, con el ciego de nacimiento, con la hemorroísa, con los dos de Emaús. No se hace de rogar, sino más bien mendiga nuestra atención: "Si alguno oye mi voz y me abre, cenaremos juntos." (Apoc 3,20) y si le damos tiempo, le damos acogida y le ofrecemos nuestro amor, nos conduce a la soledad y nos habla al corazón (cfr. Os 2,16) y se nos revela: "Si alguno me ama, yo le amaré, y me manifestaré a él." (Jn 14,21)

La experiencia de Dios en esos encuentros va más allá del conocimiento intelectual, es un conocimiento de primera mano de orden sobrenatural. Cuando Dios nos concede la gracia de hacer la experiencia de su amor, es su presencia personal la que nos interpela. En palabras del Card. Ratzinger: "somos alcanzados por el dardo de la Belleza". Esto nos permite alcanzar un conocimiento más real y profundo de Él. Experimentamos confianza, seguridad, plenitud, misericordia, que no son simples sentimientos, sino certezas profundas, certezas de fe, experiencia del amor de una Persona; don de Dios que sale a buscarnos y se desborda con aquellos que se detienen y se sientan a escucharle. Pero andamos siempre de prisa... Las prisas, de cuánto nos perdemos por las prisas, especialmente en la oración.

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Cuando oramos, de eso se trata: de conectar con Dios. Orar es tomar conciencia de la presencia de Dios, detenernos con él, someternos a su atracción, dejarnos iluminar por él. Cuando oramos percibimos con la fe algo invisible que nos mueve, una fuerza espiritual dentro de nosotros. Es el Espíritu Santo.

A la oración hay que ir abiertos, deseosos de encontrar a Dios, suplicándole con fuerza: "Entra a tu jardín" Señor (Cant 1,5), quiero estar contigo y escucharte: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 Sam 3,9), "Muéstrame tu rostro" (Cant 2,14).

Todos los días, de una u otra forma, Dios sale a nuestro encuentro, como el anciano de la frutería. Podemos detenernos con Él y vivir la experiencia de un encuentro de fe y amor. Siempre saldremos de allí reconfortados y con una bolsa llena de provisiones, como Elías a quien Dios le mandó su ángel y le dijo: "Levántate y come porque el camino es demasiado largo para ti" (1 Re, 19,7) y con la fuerza de la gracia de Dios podremos reemprender el camino con ganas de volver a encontrarlo. 

martes, 7 de enero de 2014

ORACIÓN A LA VIRGEN DE FÁTIMA


Oración a la Virgen de Fátima


¡Oh santísima Virgen María, vaso insigne de devoción!, que te apareciste en Fátima teniendo pendiente de vuestras manos el santo Rosario, y que insistentemente repetías: «Orad, orad mucho», para alejar por medio de la oración los males que nos amenazan. Concédenos el don y el espíritu de oración, la gracia de ser fieles en el cumplimiento del gran precepto de orar, haciéndolo todos los días, para así poder observar bien los santos mandamientos, vencer las tentaciones y llegar al conocimiento y amor de Jesucristo en esta vida y a la unión feliz con Él en la otra. 

APARICIONES DE LA VIRGEN DE FÁTIMA


Fátima, 13 de mayo de 1917


Relata Lucía Dos Santos:

Estando jugando con Jacinta y Francisco en lo alto, junto a Cova de Iría, haciendo una pared de piedras alrededor de una mata de retamas, de repente vimos una luz como de un relámpago.

- Está relampagueando- dije. Puede venir una tormenta. Es mejor que nos vayamos a casa.

- ¡Oh si está bien! contestaron mis primos. Comenzamos a bajar el cerro llevando las ovejas hacia el camino. Cuando íbamos por mitad de la pendiente, cerca de una encina, que aun existe, vimos otro relámpago, y habiendo dado algunos pasos más vimos sobre la encina una Señora vestida de blanco, más brillante que el sol, esparciendo luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina atravesado por los rayos más ardientes del sol. Estábamos tan cerca que quedamos dentro de la luz que Ella irradiaba. Entonces la Señora nos dijo:

- "No tengáis miedo. No os hago daño."
- Yo le pregunte: ¿De dónde es usted?
- "Soy del Cielo."
- ¿Qué es lo que usted me quiere?
- "He venido para pediros que vengáis aquí seis meses seguidos el día 13 a esta misma hora. Después diré quién soy y lo que quiero. Volveré una séptima vez."

Pregunté entonces:
- ¿Yo iré al cielo?
- "Si iras"
- ¿Y Jacinta?
- "Irá también"
- ¿Y Francisco?
- "También irá, pero tiene que rezar antes muchos rosarios"

Entonces me acordé de dos amigas de mi hermana que habían muerto hacia poco.
- ¿Está María de las Nieves en el cielo?
- "Sí, está"
- ¿Y Amelia? de 18 ó 20 años
- "Estará en el purgatorio hasta el fin del mundo".

Y entonces dijo:
-"¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros como reparación de los pecados con que Él es ofendido y de suplica por la conversión de los pecadores?"
- Si queremos.
- "Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios os fortalecerá"

Diciendo esto la Virgen abrió sus manos por primera vez, comunicándonos una luz muy intensa que parecía fluir de sus manos y penetraba en lo más íntimo de nuestro pecho y de nuestros corazones, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios, más claramente de lo que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces, por un impulso interior que nos fue comunicado también, caímos de rodillas, repitiendo humildemente: 

- Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento.

Después de pasados unos momentos Nuestra Señora agregó:
-"Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra".

Acto seguido comenzó a elevarse serenamente, mientras la luz que la circundaba parecía abrirle el camino.

Fuente: corazones.org

EL MAGNIFICAT


El Magníficat


Cuando la Santísima Virgen, con Jesús en su seno, fue a visitar a su prima Isabel, fue recibida por ésta con palabras tales como “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno”. Fue entonces que María encendió su espíritu con un canto de alabanza a Dios:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Amén.

ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL


Oración a San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial
arroja en el infierno con tu divino poder
a satanás y demás espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para perdición de las almas.
Amén

LA VIRGEN MARÍA Y EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA


La Virgen María  y el sacramento de la Penitencia


La Virgen María ocupa un lugar muy particular para los creyentes en Cristo. Ella fue concebida inmaculada. Ella aceptó plenamente la voluntad de Dios en su vida. Ella, como Puerta del cielo, dio permiso a Dios para entrar en la historia humana. Ella estuvo al pie de la Cruz de su Hijo. Ella oraba con la primera comunidad cristiana en la espera del Espíritu Santo.

Por eso María está presente, de un modo discreto pero no por ello menos importante, en el sacramento de la Eucaristía. Las distintas plegarias la mencionan, pues no podemos participar en el misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo sin recordar a la Madre del Redentor.

¿Está también presente la Virgen en el sacramento de la confesión? En el ritual de la Penitencia no hay menciones específicas de María. Ni en los saludos, ni en la fórmula de absolución, ni en la despedida.

En algunos lugares, es cierto, se conserva la devoción popular de iniciar la confesión con el saludo “Ave María purísima. Sin pecado concebida”. Pero se trata de un saludo no recogido por el ritual, y que muchos ya no utilizan.

Sin embargo, aunque el rito no haga mención explícita de la Virgen, Ella está muy presente en este sacramento.

En la tradición de la Iglesia María recibe títulos y advocaciones concretas que la relacionan con el perdón de los pecados. Así, la recordamos como Refugio de los pecadores, como Madre de la divina gracia, como Madre de la misericordia, como Madre del Redentor y del Salvador, como Virgen clemente, como Salud de los enfermos.

A lo largo del camino cristiano, Ella nos acompaña y nos conduce, poco a poco, hacia Cristo. La invitación en las bodas de Caná, “haced lo que Él os diga” (cf. Jn 2,5) se convierte en un estímulo para romper con el pecado, para acudir al Salvador, para abrirnos a la gracia, para iniciar una vida nueva en el Hijo.

Por eso, en cada confesión la Virgen está muy presente. Tal vez no mencionamos su nombre, ni tenemos ninguna imagen suya en el confesionario. Pero si resulta posible escuchar las palabras de perdón y de misericordia que pronuncia el sacerdote en nombre de Cristo es porque María abrió su corazón, desde la fe, a la acción del Espíritu Santo, para acoger el milagro magnífico de la Encarnación del Hijo.

La Virgen, de este modo, acompaña a cada sacerdote que confiesa y a cada penitente que pide humildemente perdón. Su presencia nos permite entrar en el mundo de Dios, que hizo cosas grandes en Ella, que derrama su misericordia de generación en generación (cf. Lc 1,48-50), hasta llegar a nosotros también en el sacramento de la Penitencia.

Autor: P. Fernando Pascual LC
Fuente: Catholic.net

lunes, 6 de enero de 2014

NOCHE DE REYES - CUENTO


NOCHE DE REYES
(Cuento)


Me desperté asustada y oí como si un gato estuviera arañando las maderas del balcón. ¡Los Reyes Magos! Entraba la luna por las rendijas, y entraba el frío también…

De buena gana me hubiera levantado a ver lo que ocurría, pero ¡me daba un miedo!… Me tapé la cabeza y empecé a rezar. Jesusito de mi vida, tú eres niño como yo…

De repente, ¡pum!, ¡pum!, ¡pum!, un ruido terrible de cosas que caen sobre el balcón…, y me encuentro en camisa, delante de un señor con corona, que está sentado en la barandilla.

— ¡Dios te salve, Celia! —me dice.

—Que Dios te salve a ti, Rey Mago, porque, si no, te caerás a la calle.

—Yo no me puedo caer, porque no peso.

— ¡Qué bien! Entonces podrás volar.

— ¡Ya lo creo! Mira. Y cogiendo las puntas de la capa blanca que llevaba, se marchó volando por la calle arriba.

— ¡Eh! ¡Eh! ¡Rey Mago! ¡No te vayas!

—Ya estoy aquí. ¿Qué quieres, Celia?

—Que no te marches sin dejarme los juguetes que te he pedido en mi carta.

— ¿No los ves?

¡Qué tonta! Estaba el balcón lleno de cajas, y yo no había visto nada entonces.

— ¿Me has traído la cocina?

—Sí, dos cocinas.

— ¿Y el borrego?

—Un borrego y una cabra.

— ¿Y el Teddy Bear?

—También.

— ¿Y la vajilla?

—La vajilla, y un reloj, y cazolitas, y libros, y rompecabezas, y una raqueta…

— ¡Huy, qué bueno eres! Y ahora que me fijo en ti… ¡cuánto te pareces al lacayo de la tita Julia!

— ¡Como que es mi hermano!

—Anda, si lo sé antes le doy a él la carta para que te la llevase, y así me hubieras traído más cosas aún…

— ¿Te parecen pocas?

—No, no; no son pocas. Pero te hubiera dicho que no te olvidaras de Solita, la niña del portero.

—No me olvido nunca.

—Pues, hijo, el año pasado no le trajiste nada.

—Sí, le traje; pero te quedaste tú con ellos…

— ¡Jesús, qué mentiroso!

— ¡Niña! ¿Cómo hablas así a un santo?

— ¡Ay, Rey ! Perdóname; pero no sé cómo decirte que no dices la verdad…

—Sí, digo la verdad. ¿No crees que es demasiado para ti todo lo que te he traído por orden de Dios?

—No sé…

—Sólo dejo juguetes en los balcones de los niños ricos; pero es para que ellos los repartan con los niños pobres. Si tuviera que ir a casa de todos los niños no acabaría en toda la noche…

—Sí, sí, ya comprendo. ¿Entonces debo repartir con Solita lo que me has dejado?

—Eso es. Yo no puedo detenerme más. Está amaneciendo y aún me queda mucho por hacer.

No sé por dónde se fue ni cuándo me metí en la cama, porque me quedé dormida y no desperté hasta que entró la luz del día en mi cuarto. Me volví a levantar (entonces sí que hacía frío), me abrigué con la colcha y salí al balcón.

— ¡Solita, Solita! —Grité, porque ya estaba Solita barriendo la puerta—. ¡Mira lo que nos han traído los Reyes!

Desaté todos los paquetes, y con las cuerdas hice una muy larga que llegaba a la calle.

—Espera, que te voy a echar una cabrita —y se la mandé bien atada en la punta de la cuerda…

—Y ahora unos libros… —y se cayeron; pero todos llegaron al suelo.

—Y una caja con una cocina. ¡Cómo bailaba Solita!

Detrás de mí dijo papá:

— ¡Pero qué estás haciendo, niña!

—Repartiendo los juguetes.

— ¡Entra dentro, criatura, que hace un frío horroroso! ¡Milagro será que no hayas cogido una pulmonía! ¡A la cama! ¡Qué voces daba!

— ¡Pero, papá, si me ha mandado el Rey Mago que le dé a Solita juguetes, porque son también para ella!

—Veremos lo que dice tu madre de eso. ¡Abrígate bien!

—Mira, papá, el Rey me lo ha explicado todo…

— ¡No digas más tonterías! Todo eso lo has soñado o lo has leído en alguna parte.

— ¡Que no, papá, que no! Mira, yo te diré…

— ¡Nada, no me digas nada! ¿Qué es lo que le has dado a Solita?

—Una cabra…

— ¡Válgame Dios! ¡Un juguete carísimo!… ¿Entras en calor?

—Sí, sí; ya no tengo frío… Verás, papá, yo te contaré…

— ¿Te quieres callar? Las niñas no mienten ni creen que es verdad lo que sueñan…

De pronto apareció Juana haciendo aspavientos.

—Señor, aquí está Pedro, el portero, con unos juguetes que dice que…

—Bueno, bueno —interrumpió papá—; dígale usted que son para su hija, que se los dé…

— ¡Ay, papá, qué bueno eres! ¡Ya lo sabía yo!

—Lo que no sabes es la que nos va a armar tu madre en cuanto aparezca.

¡Y ya se oían los pasos de mamá!…



Ana Garralón

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA



Los cinco minutos de María- por Alfonso Milagro

Cuando uno no piensa más que en sí mismo, no hace otra cosa que levantar una barrera inexpugnable contra el verdadero amor.
El amor es "comunión", verdadera entrega mutua; por tanto, has de estar dispuesto a dar y a recibir; para dar, es preciso ser generoso; para recibir es preciso ser humilde; solamente los generosos y los humildes estarán capacitados para amar verdaderamente.

Ninguna comunión más profunda, más íntima y más real que la comunión con Dios; porque en ella Dios se entrega plenamente a nosotros y nos recibe con plenitud; por eso, la comunión eucarística es la mejor forma de llegar a desaparecer nosotros, para convertirnos en Dios, que nos llega a poseer hasta lo más íntimo de nuestro ser.
Para poder recibir a Dios, es preciso primero saber comulgar con los hermanos, con todos los hombres; y comulgar con los hermanos es darse a ellos y recibir de ellos.

HOY ME HE ENCONTRADO


HOY ME HE ENCONTRADO

Hoy me he encontrado en las manos con tus regalos, Señor: nueva vida, nuevo tiempo, nueva lluvia, nuevo sol... Por eso, para este tiempo que estreno con ilusión, quiero, Señor, y te pido también un nuevo reloj.
Un reloj que mida el tiempo como lo mide tu amor; que se pare cuando lleguen las personas a mi rincón, para escuchar, compartiendo, alegrías y dolor.

Una reloj que me sitúe la mente y el corazón en el momento presente, que es tu momento, Señor, en el quehacer cotidiano que es lugar de encarnación.

Un reloj que mida el tiempo con tu paciencia, Señor: con el ritmo y la medida universal del amor; despertador de rutinas, vigilante, ayudador; que nunca mida la entrega del tiempo y del corazón.
Con la vida, con el tiempo que hoy me regalas, Señor, para darme sin medida, espero un nuevo reloj.

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR - 6 DE ENERO



Epifanía del Señor


Epifanía significa manifestación de Dios. Dios se revela a todos: ricos y pobres, poderosos y humildes, judíos y no judíos. Después de nacer se manifestó a los pastores, pero luego se manifestó a los magos de oriente. Hoy también quiere manifestarse a todos. Veamos las enseñanzas que el suceso de los magos nos da para que Dios se manifieste en nosotros y a través de nosotros en otros muchos.

1 - “Ven la estrella”: 
En realidad hay muchas estrellas. Unos las ven y otros no. Estas estrellas pueden ser nuestros familiares y amigos. Especialmente es la Iglesia en general con los responsables y con todos los que quieren ser fieles al Señor. Nosotros podemos y debemos ser estrellas para otros muchos: con nuestras palabras y consejos; pero sobre todo con nuestro buen ejemplo de vida.

2 - “Se ponen en camino”:
No basta ver la estrella. Hay que actuar. No basta saber el camino. Hay que ponerse a caminar. Y esto aunque no sepamos el camino exacto, como les pasaba a los magos. Dejémonos conducir por las enseñanzas de la Iglesia.

3 - “La estrella desapareció”:
No todo es fácil en el camino hacia Dios. Hay momentos difíciles, que pueden llegar a ser como “noches oscuras”. Dios siempre está con nosotros, nunca nos abandona. Debemos seguir teniendo esperanza.

4 - “Y preguntaron”:
Para responder está la Iglesia y especialmente los sacerdotes. Hay que ser valientes y consultar. Puede ser una catequista que nos oriente en la fe. Lo importante es consultar, ya que Dios verá en ello un deseo del bien. Aunque se pregunte a una persona equivocada, como hicieron los magos que fueron a Herodes para consultar. Pero Dios se valió del malo para darles una buena respuesta.

5 - “Apareció de nuevo la estrella”:
Dios parece que se esconde. Si todo fuese muy fácil no tendríamos mérito. Pero Dios siempre termina por consolar a aquel que sinceramente le busca de corazón.

6- “Y encontraron a Jesús”:
Jesús debe ser el final de toda nuestra búsqueda espiritual. Nosotros no vamos tras de unas ideas o filosofías; vamos tras de una persona que es Dios que se hizo hombre por nuestro amor. Y nuestra tranquilidad es que le podemos encontrar. Está sobre todo en la Eucaristía. Está también en los sencillos, en los pobres, en su Palabra, en el amor fraternal.

7 - “Y le ofrecieron sus dones”:
¿Qué le ofreceremos nosotros? Lo mejor que le podemos ofrecer es nuestro corazón; pero, juntamente con él, también le ofrezcamos nuestro trabajo apostólico, de modo que podamos hacer que al menos alguien se acerque un poco más al Señor. Si queremos simbolizar los dones de los magos, podemos ofrecerle el oro de nuestro amor como la mejor ofrenda a Dios, el incienso, que es nuestra constante oración que se eleva al cielo, y la mirra, que es la aceptación paciente de los trabajos, sufrimientos y dificultades de nuestra vida.

8 - “Y se volvieron por otro camino”:
Quien encuentra verdaderamente a Jesús no puede seguir el camino anterior. Debe comenzar a vivir por otro camino, el camino de la justicia, de la paz, del amor.

Quizá la intención principal de san Mateo, cuando contaba el suceso de los magos, era exponer, como luego lo hizo a través de todo el evangelio, que el mensaje de Jesús es universal, que no es sólo para una raza o una nación, sino para todo el mundo. Por eso al recordar este suceso, la Iglesia nos estimula a trabajar por la evangelización de todas las gentes. Este es un día misionero por excelencia, porque Jesús no sólo se manifestaba a los judíos, sino desde el principio nos enseñó que había venido para salvar a todos los pueblos.

EL MEJOR DON DE LOS REYES MAGOS FUE SU FE


Autor: P. Fintan Kelly | Fuente: Catholic.net
El mejor don de los Magos fue su fe
La fe siempre a veces cuesta, pues hay que dejar a un lado nuestro racionalismo y nuestra sed de seguridades humanas.


El seguimiento de Cristo significa dejar algo y buscar algo 

Como todo movimiento el seguimiento de Cristo implica un punto de partida y un punto de llegada. Para hacerlo hay que dejar algo y tender hacia algo. Es responder en la fe al llamado de Dios. El episodio de los Magos ha sido el paradigma de la fe. La fe nos lleva a dejar algo atrás para buscar el ideal. Es como el barco que debe dejar el puerto para poder atravesar el mar y llegar a su destino. 

Los Magos eran sabios de oriente, tal vez de Arabia. Allí había muchos estudiosos de diferentes materias: la medicina, la agricultura, la astronomía... Se ve, por el relato evangélico, que estos Magos estudiaban las estrellas. Seguramente fueron estimados por los otros estudiosos y vivían una vida acomodada y holgada. Todo esto resalta el mérito de estos hombres, pues, dejaron todo para seguir una estrella incierta, una señal vaga, un signo borroso. En el firmamento que cubría la tierra árabe, había muchas estrellas. Sin embargo, los Magos se fijaron en una solamente. Así es la dinámica de la fe: es una preferencia por la Palabra de Dios entre muchas otras palabras que uno podría aceptar. 

No hay duda de que la noche de cada uno de nosotros está poblada de muchas estrellas. Tenemos muchas posibilidades, muchos ideales que nos totalizan. Dios, con su Revelación, nos interpela como un día lo hizo con Abrahám, como lo hizo con los profetas, como lo hizo con María y San José... 

La fe siempre es una opción y ésta a veces cuesta, pues hay que dejar a un lado nuestro racionalismo y nuestra sed de seguridades humanas. No nos gusta nadar en las aguas profundas porque preferimos tener unas agarraderas. En la vida espiritual la única agarradera es la veracidad y fidelidad de Dios. 

Para mí creer es lanzarme en la oscuridad de la noche, siguiendo una estrella que un día vi, aunque no sepa a dónde me va a llevar. Para mí creer es sobrellevar con alegría las confusiones, las sorpresas, las fatigas y los sobresaltos de mi fidelidad. Para mí creer es fiarme de Dios y confiar en Él. 




La fe se templa con las dificultades 

Para templar una espada hay que meterla en el fuego. La fe también se forja en la tribulación. Hay gente que quiere tener una fe gigante, pero sin chamuscarse. Es como el atleta que quiere ganar la carrera, pero sin entrenarse, sin sufrir, sin lastimarse nunca. 

La fe es un camino hermoso tapizado de rosas que están llenas de espinas. Los Magos tuvieron una experiencia profunda de la fe. Podemos imaginarlos llegando a un oasis para cargar provisiones y agua. Seguramente les vino a la mente la posibilidad de desistir. Tal vez en sus noches fueron visitados por sueños que les acosaban como fantasmas. El recuerdo de las burlas de sus compatriotas, el escepticismo de sus compañeros de estudios les perseguía. Hubo momentos de titubeos, de incertidumbre, de duda... 

Sin embargo, siempre venció su fe. De hecho, su brújula no era tanto el astro luminoso en la bóveda de la noche, sino la luz de su fe encendida en sus almas. 

En nuestros momentos de dificultad, también tiene que prevalecer la luz de la fe. Creer cuando todo va viento en popa es fácil; creer cuando el temporal de la adversidad choca cruelmente contra nuestra pequeña embarcación es más difícil. Pero, esto es lo que nos hace gigantes en la fe. Nunca ha existido un santo sin una fe probada, como nunca ha existido un atleta que haya tenido éxito sin esforzarse en los momentos de desánimo. 

Este mundo es como un gran gimnasio en el cual, el cristiano tiene que ejercitarse en la fe: un día puede ser la penuria económica, otro día el sufrir el látigo cruel de la maledicencia propagada por nuestro mejor amigo, otro día el desamor de un ser querido... 



La fe nos exige ver a Dios en las cosas sencillas 

Después de viajar muchos kilómetros, los Magos encontraron al Rey de los Judíos, el Salvador del mundo, el Rey de reyes, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, en una cueva de una aldea de mala muerte, fuera de la ciudad de Jerusalén. 

Era suficiente para obligar al corazón bajar a los pies. Sin embargo, lo aceptaron plenamente: se arrodillaron delante de Él. Vieron a Dios en un bebé que lloraba. 

El Catecismo nos habla del sentido de la Epifanía (manifestación de Cristo) en el n.528: 

La epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná, la epifanía celebra la adoración de Jesús por unos “magos” venidos de Oriente. En estos “magos”, representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la encarnación, la Buena Nueva de la salvación. 

Un día alguien dijo a un amigo que había encontrado el teléfono de Dios. El amigo se sorprendió y muy irónicamente le preguntó cual era. Recibió una respuesta sublime: el teléfono de Dios es la fe. 

Con la fe puede uno “conectarse” con Dios en cualquier momento. Al contemplar la belleza de la naturaleza, el estruendo del mar, la brisa entre los árboles... se puede ver a Dios si uno tiene fe. 

También se le puede ver en el sacerdote que se sienta en el confesionario para escuchar nuestra miseria moral y darnos con seguridad el perdón de Dios. Con la fe se ve a Cristo presente en el Pan sagrado, en las manos del ministro en la Misa. La fe permite ver a Cristo en su Vicario en la tierra, el Santo Padre.... 

La fe abre horizontes y nos hace ver más lejos de lo que podríamos con la sola luz de la razón. Nuestra pobre razón es como el ojo desnudo que sólo ve un poco del universo al contemplar las estrellas que desfilan delante de él en la noche clara. Pero con un telescopio potente se puede penetrar en los espacios siderales y descubrir mundos nuevos. Así es la fe para un creyente: es un nuevo ojo para ver. En lo que parece sólo un trozo de pan le permite ver el Cuerpo de Cristo; en el vagabundo que toca a la puerta pidiendo una ayuda le revela la presencia del Cristo Místico; en el jefe enojón que da un mandato, la manifestación de la Voluntad de Dios... 



El mejor don de los Magos fue su fe 

Impresiona el regalo costoso del oro, incienso y mirra. Pero más impresionante todavía fue la fe, tamaño gigante, de estos hombres. Aquel día cuando los Magos se acercaron a la cueva de Belén y pidieron permiso para traspasar el dintel más pobre que habían visto en su vida, los papás del Niño accedieron a la petición de personas tan ilustres. Se maravillaron al verlos caer al suelo, manchar su ropa, e inclinar la cabeza delante del Bebé. 

Cuando nosotros lleguemos al Cielo, ciertamente no vamos a entrar con unos lingotes de oro, una caja de incienso y un bote de mirra. Lo que vamos a llevar va a ser, como dijo San Pablo, nuestra fe, esperanza y caridad. 

No juzguemos el valor de nuestra vida por las cosas que tenemos o las obras que hacemos. Lo que es la fe y el amor con que obramos eso es lo que vale delante de Dios. Mejor ir pobre al Cielo que rico al Infierno; mejor ir analfabeta al Cielo que con un doctorado al Infierno. Desde un punto de vista espiritual, el valor de los Magos no era el tamaño de sus dones materiales, sino la medida de su fe. 



Unas preguntas 

1. ¿Cómo es nuestra fe? ¿lánguida? ¿depende de como nos sentimos? ¿una fe fuerte? 

2. ¿Si la fe exige dejar algo para seguir más de cerca a Cristo, ¿qué nos está pidiendo Cristo que dejemos? 

3. ¿Está nuestra fe basada en la Palabra de Dios o en una serie de sentimientos movedizos? 
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