domingo, 2 de noviembre de 2014

UN DÍA TENDREMOS LA DICHA DE MORIR


¡Un día tendremos la dicha de morir!
Creo en la vida eterna
Es un error espantarse por las molestias inevitables de la vida y dejarse vencer por ellas


Por: Evangelizando | Fuente: www.riial.org



Un domingo cualquiera asistí a la Misa en una iglesia donde me tocó oír a un cura encantador, que nos decía entusiasmado en la homilía:

- ¡Sí, hermanos, un día moriremos! ¡Un día tendremos la dicha de morir!...

El Padre lo decía muy convencido, pero yo me dije para mis adentros:

- ¡Bueno! Allá él si quiere morirse. A mí que me deje disfrutar bien de la vida...

Aquel cura simpático, que chorreaba santidad por todos sus poros, ya murió y está disfrutando del logro de todas sus ilusiones. Yo sigo con mucho apego a la vida, lo reconozco. Pero, aquellas palabras de su homilía, ininteligibles —ininteligibles entonces para mí— me han hecho pensar muchas veces: ¿Y no tendría razón el buen cura?...

Es cierto que la vida es un don grande de Dios. Y nos la da para que la disfrutemos. A Dios no le gusta el lagrimeo de tantas personas amargadas y tristes. Si ha puesto en el mundo tanta hermosura y placer es para que lo disfrutemos todo y para ganarnos el corazón. ¡La vida es bella, y vale la pena vivirla!...

Pero es ciertamente un error el poner el corazón en lo que pasa y forzosamente se ha de dejar. Así como es otro error el espantarse por las molestias inevitables de la vida y dejarse vencer por ellas. La prudencia y el equilibrio son condición indispensable para valorar las cosas que son provisionales.

Si toda la felicidad en que ahora soñamos, y que tal vez disfrutamos, no la sabemos convertir en duradera para siempre, nos equivocamos de medio a medio. Porque es tener el juguete entre las manos, como el niño, y ver que se nos rompe o nos lo quitan. Se disfrutaba, para llorar después...

Cuando gozamos de las cosas —y las debemos gozar con gusto cuando Dios nos las da— nos va muy bien tener la frialdad de aquel contemplativo hindú, como nos cuenta una hermosa parábola. El monje solitario recibió una tarde a un joven, el cual llegaba rendido de tanto caminar.

- Dime, ¿qué quieres?

- Vengo porque Dios se me apareció el otro día y me dijo que viniera aquí. Me aseguró que tú me podías dar una piedra preciosa, la cual me haría rico para siempre.

- ¡Ah, sí! Debía referirse a ésta que encontré por casualidad en el bosque. Puedes quedarte con ella, si es que te gusta.

El joven se quedó loco de felicidad con aquel diamante, quizá el mayor del mundo. Se fue a dormir al caer el sol, pero pasó la noche entera dando vueltas y más vueltas en la cama.

- ¡Al fin soy rico para siempre!, se decía y se repetía de continuo, sin poder conciliar el sueño.

Al amanecer fue a despertar al hombre solitario, que seguía durmiendo tan tranquilo y feliz, y le suplica con insistencia:

- Hombre de Dios, toma tu diamante. Pero dame, dame esa riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de esta piedra preciosa, la más grande de la India.

Aquí está el secreto de todo. La esperanza en una vida eterna es una riqueza muy superior a todos los valores de esta vida. Quien la posee, vive más feliz que nadie. El que espera, goza como nadie de la felicidad que Dios nos da ya aquí, la cual se cambiará en una felicidad mucho mayor y que no pasará jamás.

Pensamos muy rectamente que la fe cristiana nunca nos amargará la vida; al revés, hace de nosotros los seres más dichosos que existen. Quienes tenemos fe en una vida futura, damos envidia a los muchos que van a tientas entre las sombras...

Aquí es donde los que tenemos fe debemos jugar un gran papel en el mundo que nos rodea. Somos ricos, sin darnos cuenta de la pobreza que tenemos a nuestro alrededor. Y así como hay egoístas con el dinero, que abundan en él y no sueltan nada al pobre que a su lado se muere de hambre, así también hay muchos ricos en el espíritu, que no comunican a otros desesperados la esperanza en la que ellos abundan dichosamente. Nuestra esperanza la esparcimos a de mil maneras. Aunque nunca habrá modo alguno de comunicar optimismo y confianza como el que nos vea siempre con la sonrisa a flor de labios.

El que no piensa en un más allá, porque no cree ni espera, se pregunta forzosamente al vernos sonreír en medio de nuestras preocupaciones, igual que las suyas o mayores: ¿No estará escondido Dios debajo de esa sonrisa? ¿No será cierto que después de lo de aquí hay algo más?... Este aire de esperanza se manifiesta actualmente dentro de la Iglesia de un modo especial.

Por ejemplo, hemos cambiado nuestra manera de expresarnos cuando fallece alguno de nuestros seres queridos. Antes, el funeral era algo triste, y los recordatorios bastante som-bríos. Hoy les damos un aire pascual, y decimos y escribimos, con alegría en medio del dolor: ¡Ha pasado a la Casa del Padre!...

Un viejecito, al que visitábamos los del grupo y al que ayudábamos con nuestros pequeños ahorros, nos daba siempre la misma lección, y con una sonrisa que ni por casualidad se le caía de los labios, nos decía:

- Ustedes son jóvenes y tienen que disfrutar de la vida, como la disfruté antes yo. Para mí todo se acaba, pero yo sé que Dios me espera.

Viendo un caso así, pienso que el curita que sentía ganas de morir a lo mejor tenía mucha razón, aunque yo no lo quisiera entender; y así, le sigo diciendo a Dios, aún ahora: Señor, para mí, espera, espera un poquito más... Aunque he aprendido a decirle también: Señor y Padre mío, para ir a tu Casa, cuando Tú quieras...

DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS - 2 DE NOVIEMBRE


Fieles difuntos
Fieles difuntos

2 de noviembre, conoce el significado de las costumbres y tradiciones relacionadas con esta fiesta. 


Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net



Un poco de historia

La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.

Cuando una persona muere ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación.

Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios.

A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos.

Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.

La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. "No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos".

Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.

Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Papa entre el 1 y el 8 de noviembre, “podemos ayudarles obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados”. (CEC 1479)

Costumbres y tradiciones.

El altar de muertos

Es una costumbre mexicana relacionada con el ciclo agrícola tradicional. Los indígenas hacían una gran fiesta en la primera luna llena del mes de noviembre, para celebrar la terminación de la cosecha del maíz. Ellos creían que ese día los difuntos tenían autorización para regresar a la tierra, a celebrar y compartir con sus parientes vivos, los frutos de la madre tierra.

Para los aztecas la muerte no era el final de la vida, sino simplemente una transformación. Creían que las personas muertas se convertirían en colibríes, para volar acompañando al Sol, cuando los dioses decidieran que habían alcanzado cierto grado de perfección.

Mientras esto sucedía, los dioses se llevaban a los muertos a un lugar al que llamaban Mictlán, que significa “lugar de la muerte” o “residencia de los muertos” para purificarse y seguir su camino.

Los aztecas no enterraban a los muertos sino que los incineraban.
La viuda, la hermana o la madre, preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un sacerdote debía comprobar que no faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con un jade que simbolizaba su corazón.

Cada año, en la primera noche de luna llena en noviembre, los familiares visitaban la urna donde estaban las cenizas del difunto y ponían alrededor el tipo de comida que le gustaba en vida para atraerlo, pues ese día tenían permiso los difuntos para visitar a sus parientes que habían quedado en la tierra.

El difunto ese día se convertía en el "huésped ilustre" a quien había de festejarse y agasajarse de la forma más atenta. Ponían también flores de Cempazúchitl, que son de color anaranjado brillante, y las deshojaban formando con los pétalos un camino hasta el templo para guiar al difunto en su camino de regreso a Mictlán.

Los misioneros españoles al llegar a México aprovecharon esta costumbre, para comenzar la tarea de la evangelización a través de la oración por los difuntos.

La costumbre azteca la dejaron prácticamente intacta, pero le dieron un sentido cristiano: El día 2 de noviembre, se dedica a la oración por las almas de los difuntos. Se visita el cementerio y junto a la tumba se pone un altar en memoria del difunto, sobre el cual se ponen objetos que le pertenecían, con el objetivo de recordar al difunto con todas sus virtudes y defectos y hacer mejor la oración.

El altar se adorna con papel de colores picado con motivos alusivos a la muerte, con el sentido religioso de ver la muerte sin tristeza, pues es sólo el paso a una nueva vida.

Cada uno de los familiares lleva una ofrenda al difunto que se pone también sobre el altar. Estas ofrendas consisten en alimentos o cosas que le gustaban al difunto: dulce de calabaza, dulces de leche, pan, flores. Estas ofrendas simbolizan las oraciones y sacrificios que los parientes ofrecerán por la salvación del difunto.

Los aztecas fabricaban calaveras de barro o piedra y las ponían cerca del altar de muertos para tranquilizar al dios de la muerte. Los misioneros, en vez de prohibirles esta costumbre pagana, les enseñaron a fabricar calaveras de azúcar como símbolo de la dulzura de la muerte para el que ha sido fiel a Dios.

El camino de flores de cempazúchitl, ahora se dirige hacia una imágen de la Virgen María o de Jesucristo, con la finalidad de señalar al difunto el único camino para llegar al cielo.

El agua que se pone sobre el altar simboliza las oraciones que pueden calmar la sed de las ánimas del purgatorio y representa la fuente de la vida; la sal simboliza la resurrección de los cuerpos por ser un elemento que se utiliza para la conservación; el incienso tiene la función de alejar al demonio; las veladoras representan la fe, la esperanza y el amor eterno; el fuego simboliza la purificación.

Los primeros misioneros pedían a los indígenas que escribieran oraciones por los muertos en los que señalaran con claridad el tipo de gracias que ellos pedían para el muerto de acuerdo a los defectos o virtudes que hubiera demostrado a lo largo de su vida.

Estas oraciones se recitaban frente al altar y después se ponían encima de él. Con el tiempo esta costumbre fue cambiando y ahora se escriben versos llamados “calaveras” en los que, con ironía, picardía y gracia, hablan de la muerte.

La Ofrenda de Muertos contiene símbolos que representan los tres “estadios” de la Iglesia:

1) La Iglesia Purgante,
 conformada por todas las almas que se encuentran en el purgatorio, es decir aquéllas personas que no murieron en pecado mortal, pero que están purgando penas por las faltas cometidas hasta que puedan llegar al cielo. Se representa con las fotos de los difuntos, a los que se acostumbra colocar las diferentes bebidas y comidas que disfrutaban en vida.

2) La Iglesia Triunfante, que son todas las almas que ya gozan de la presencia de Dios en el Cielo, representada por estampas y figuras de santos.

3) La Iglesia Militante, que somos todos los que aún estamos en la tierra, y somos los que ponemos la ofrenda.
En algunos lugares de México, la celebración de los fieles difuntos consta de tres días: el primer día para los niños y las niñas; el segundo para los adultos; y el tercero lo dedican a quitar el altar y comer todo lo que hay en éste. A los adultos y a los niños se les pone diferente tipo de comida.

ORACIONES A LOS FIELES DIFUNTOS - 2 DE NOVIEMBRE



sábado, 1 de noviembre de 2014

¿TE ENCONTRARÁS UN DÍA ENTRE LOS GRANDES?


¿Te encontrarás un día entre los grandes?
Todos los Santos. Todavía hay tiempo de ganar un lugar, tu lugar, tu escaño vacío que te espera.


Por: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net


Fiesta de todos los Santos...

Fiesta de muchos, de muchos valientes, de muchos que ganaron a pulso un galardón eterno.

¡Cuántos son! ¡Qué buenos son! ¡Cómo quisieras ser como ellos! Pero del quisiera al quiero, media un trecho muy grande.

Quisieras ser escritor, quisieras hablar con gracia, quisieras hablar por televisión, quisieras... Por ahí andan millones llevando durante toda la vida sus quisieras en sus pupilas y en su imaginación, y los entierran así, con sus quisieras y unas palabras de tierra.

¡Cuánto quisieras tú encontrarte un día en esa fila de bienaventurados que van llenando los escaños de la gloria! ¿Será tan difícil obtener el boleto? ¿En este momento cómo andarán tus ganancias? ¿Te encontrarás un día entre los grandes?

Son de todas las edades, de todos los tiempos, y aún no concluyen las entradas; entre las que faltan está la tuya. Todavía hay tiempo de ganar un lugar, tu lugar, tu escaño vacío que te espera.

Ser santo fue desde tu infancia un sueño dorado y en tu edad madura es un sueño que no ha muerto, sigue siendo tu meta primera: A veces parece que muere, cuando te revuelcas en tu sangre con el ánimo destrozado, pero te levantas muchas veces, todas las que es necesario, y lo vuelves a intentar. Mientras duren los días, la esperanza está abierta y se puede.

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS - 1 DE NOVIEMBRE


Fiesta de Todos los Santos
Celebramos a las personas que han llegado al cielo, conocidas y desconocidas. 1 de noviembre


Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net



Este día se celebran a todos los millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean desconocidos para nosotros. Santo es aquel que ha llegado al cielo, algunos han sido canonizados y son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.


Comunión de los santos

La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.

Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.

Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es el 1ro. de noviembre.

Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.
Se puede aprovechar esta celebración para hacer un plan para alcanzar la santidad y poner los medios para lograrlo:


¿Como alcanzar la santidad?

- Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
- Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
- Acercándonos a los sacramentos.


Un poco de historia

La primera noticia que se tiene del culto a los mártires es una carta que la comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de Filomelio, comunicándole la muerte de su santo obispo Policarpo, en el año156. Esta carta habla sobre Policarpo y de los mártires en general. Del contenido de este documento, se puede deducir que la comunidad cristiana veneraba a sus mártires, que celebraban su memoria el día del martirio con una celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de los mártires

La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las tumbas de los mártires, grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todos ellos en Roma.

Las historias de los mártires se escribieron en unos libros llamados Martirologios que sirvieron de base para redactar el Martirologio Romano, en el que se concentró toda la información de los santos oficialmente canonizados por la Iglesia.

Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable sin llegar al martirio, es decir, los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla del asunto, narrando la historia de los santos que no habían alcanzado el martirio corporal, pero sí confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron condenas de cárcel por Cristo.

Más adelante, aumentaron el santoral con los mártires de corazón. Estas personas llevaban una vida virtuosa que daba testimonio de su amor a Cristo. Entre estos, están san Antonio (356) en Egipto y san Hilarión (371) en Palestina. Tiempo después, se incluyó en la santidad a las mujeres consagradas a Cristo.

Antes del siglo X, el obispo local era quien determinaba la autenticidad del santo y su culto público. Luego se hizo necesaria la intervención de los Sumos Pontífices, quienes fueron estableciendo una serie de reglas precisas para poder llevar a cabo un proceso de canonización, con el propósito de evitar errores y exageraciones.


El Concilio Vaticano II reestructuró el calendario del santoral:

Se disminuyeron las fiestas de devoción pues se sometieron a revisión crítica las noticias hagiográficas (se eliminaron algunos santos no porque no fueran santos sino por la carencia de datos históricos seguros); se seleccionaron los santos de mayor importancia (no por su grado de santidad, sino por el modelo de santidad que representan: sacerdotes, casados, obispos, profesionistas, etc.); se recuperó la fecha adecuada de las fiestas (esta es el día de su nacimiento al Cielo, es decir, al morir); se dio al calendario un carácter más universal (santos de todos los continentes y no sólo de algunos).


Categorías de culto católico

Los católicos distinguimos tres categorías de culto:
- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.

- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.

- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.

IMÁGENES DEL DÍA DE TODOS LOS SANTOS - 1 DE NOVIEMBRE





¿QUÉ SIGNIFICA LA SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS? 1 DE NOVIEMBRE


¿Qué significa la solemnidad de Todos los Santos?
Diez ideas breves, sencillas y claves sobre el sentido y necesidad de la solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre)


Por: Jesús de las Heras Muela | Fuente: revistaecclesia.com



El 1 de noviembre es la solemnidad litúrgica de Todos los Santos, que prevalece sobre el domingo. Se trata de una popular y bien sentida fiesta cristiana, que al evocar a quienes nos han precedido en el camino de la fe y de la vida, gozan ya de la eterna bienaventuranza, son ya -por así decirlo- ciudadanos de pleno derecho del cielo, la patria común de toda la humanidad de todos los tiempos.

1.- El día de Todos los Santos cuenta un milenio de popular y sentida historia y tradición en la vida de la Iglesia. Fueron los monjes benedictinos de Cluny quienes expandieron esta festividad.

2.- En este día celebramos a todos aquellos cristianos que ya gozan de la visión de Dios, que ya están en el cielo, hayan sido o no declarados santos o beatos por la Iglesia. De ahí, su nombre: el día de Todos los Santos.

3.- Santo es aquel cristiano que, concluida su existencia terrena, está ya en la presencia de Dios, ha recibido –con palabras de San Pablo- “la corona de la gloria que no se marchita”.

4.- El santo, los santos son siempre reflejos de la gloria y de la santidad de Dios. Son modelos para la vida de los cristianos e intercesores de modo que a los santos se pide su ayuda y su intercesión. Son así dignos y merecedores de culto de veneración.

5.- El día de Todos los Santos incluye en su celebración y contenido a los santos populares y conocidos, extraordinarios cristianos a quienes la Iglesia dedica en especial un día al año.

6.- Pero el día de Todos los Santos es, sobre todo, el día de los santos anónimos, tantos de ellos miembros de nuestras familias, lugares y comunidades.

7.- El día de Todos los Santos es igualmente una oportunidad para recordar la llamada a la santidad presente en todos los cristianos desde el bautismo. Es ocasión para hacer realidad en nosotros la llamada del Señor a que seamos perfectos- santos- como Dios, nuestro Padre celestial, es perfecto, es santo.

Se trata de una llamada apremiante a que vivamos todos nuestra vocación a la santidad según nuestros propios estados de vida, de consagración y de servicio. En este tema insistió mucho el Concilio Vaticano II, de cuya clausura se celebran ahora los 40 años. El capítulo V de su Constitución dogmática "Lumen Gentium" lleva por título "Universal vocación a la santidad en la Iglesia".

Y es que la santidad no es patrimonio de algunos pocos privilegiados. Es el destino de todos, como fue, como lo ha sido para esa multitud de santos anónimos a quienes hoy celebramos.

8.- La santidad cristiana consiste en vivir y cumplir los mandamientos. “El santo no es un ángel, es hombre en carne y hueso que sabe levantarse y volver a caminar. El santo no se olvida del llanto de su hermano, ni piensa que es más bueno subiéndose a un altar. Santo es el que vive su fe con alegría y lucha cada día pues vive para amar”. (Canción de Cesáreo Gabaraín).

"El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo". (Benedicto XVI)

9.- La santidad se gana, se logra, se consigue, con la ayuda de la gracia, en tierra, en el quehacer y el compromiso de cada día, en el amor, en el servicio y en el perdón cotidianos. “El afán de cada día labra y vislumbra el rostro de la eternidad”, escribió certera y hermosamente Karl Rhaner. El cielo, sí, no puede esperar. Pero el cielo –la santidad- solo se gana en la tierra.

10.- Por fin, el día de Todos los Santos nos habla de que la vida humana no termina con la muerte sino que abre a la luminosa vida de eternidad con Dios. El día de Todos los Santos es la catequesis y celebración de los misterios de nuestra fe relativos al final de la vida, los llamados “novísimos”: muerte, juicio, eternidad.

Y por ello, al día siguiente a la fiesta de Todos los Santos, el 2 de noviembre, celebramos, conmemoramos a los difuntos. Es día de oración y de recuerdo hacia ellos. Es día para saber vivir la vida según el plan de Dios. Es día, como el día, en el que la piedad de nuestro pueblo fiel visita los cementerios. Todo el mes de noviembre está dedicado especialmente a los difuntos y a las ánimas del Purgatorio.

viernes, 31 de octubre de 2014

EL TIEMPO ES ORO


El tiempo es oro
Cuántas veces al día nos escuchamos a nosotros mismos acuñando frases del tipo: tengo mucha prisa, no me da tiempo, a ver cuándo saco un rato, hoy imposible…
 


Cuántas veces al día nos escuchamos a nosotros mismos acuñando frases del tipo: tengo mucha prisa, no me da tiempo, a ver cuándo saco un rato, hoy imposible… Vivimos en la sociedad del desenfreno, del estrés, de todo es para antes de ayer y nada puede esperar a mañana porque ya es demasiado tarde. En muchos casos, el ritmo de vida al que estamos sometidos nos pasa factura. A nosotros, los padres, nos pasa bastante factura pero a nuestros hijos, mucho más.

Todos nos quejamos de falta de tiempo, no llegamos a todo lo que nos gustaría y el estrés que nos supone tratar de hacer todo nos agota de tal manera que nos resulta complicado responder ante nuestros hijos. El tiempo es para todos el mismo, 24 horas que tiene cada día. Lo que tenemos que plantearnos es en qué lo empleamos, qué prioridades tenemos para ello y si nuestros hijos están dentro de esas prioridades. Seguro que todos pensaréis que, por supuesto que sí, pero, ¿realmente es así? ¿Qué porcentaje de nuestro tiempo les dedicamos?

Estamos acostumbrados a ocupar el día con un montón de actividades, hacemos deporte, dedicamos un tiempo a la lectura, al ocio, al trabajo, al desarrollo profesional. Queremos llegar lejos en el ámbito laboral y tener todo a nivel personal… Llevamos una vida intensa que en un momento ha tenido un punto de inflexión, en el momento en que hemos sido padres. Es entonces cuando queremos seguir haciendo lo mismo que antes y nos resulta imposible, no nos da tiempo. Entonces nos tenemos que replantear si lo importante es andar en bici, leer, tener un trabajo, ir al cine y ser padre o ser padre y, además, ando en bici, leo, voy al cine y trabajo.

Esto no significa que los padres no tengamos un tiempo para nosotros. Puede pasar, a muchos, tener la sensación de no tener tiempo para muchas cosas, para llegar a nada y, ni siquiera para nosotros mismos (el que mucho abarca poco aprieta). Hay que aprender a priorizar, a sacrificar algunas cosas y a jerarquizar. Una vez que hemos decidido en qué vamos a emplear nuestro tiempo, hay que tener en cuenta que ser padres necesita mucha implicación y energía. Los niños no nos dan ni un segundo de tregua. Son pequeños y no tienen seguridad, por eso, nos necesitan y están constantemente llamando nuestra atención, de manera positiva o negativa. Entonces, tenemos que ser fuertes, tratar de no estar cansados y tener paciencia y un objetivo claro para educarles, con tiempo, de la mejor manera posible.

La vida ha ido evolucionando con el cambio generacional. En la época de nuestros padres siempre que los necesitábamos estaban ahí. Educaban por intuición y funcionaba. Hoy en día esto no es suficiente. La sociedad ha progresado de tal manera que, ante la falta de tiempo, los padres tenemos la necesidad de formarnos en educación para el buen desarrollo cognitivo y emocional de nuestros hijos.

Tener tiempo para ellos no consiste en obsesionarnos con estar todo el día pendientes, haciendo tareas, jugando con ellos… Lo principal es estar juntos cuando nos necesiten para hablar, jugar o, simplemente, “estar ahí”. No esperar a que nos venga bien a nosotros sino adelantarnos a sus necesidades porque igual cuando nosotros queremos hablar con ellos a ellos no les apetece o cuando pensamos que no nos necesitan están esperando un abrazo o apoyo por nuestra parte.

Los niños crecen muy deprisa, al mismo ritmo que, como podemos comprobar, va nuestra vida. Nuestros hijos sí que necesitan que nos paremos, que saquemos tiempo para ellos y que con ellos se pare nuestro tiempo. No basta que pensemos que lo importante es que el tiempo que compartimos sea de calidad. No nos tenemos que engañar con esto, ni nos tiene que servir para quedarnos tranquilos porque no estamos con ellos o no les dedicamos tiempo, ni nos tiene que valer de justificación para que los momentos que estamos con ellos sean pocos o reducidos. Lo que necesitan es que estemos con ellos y si todo ese tiempo lo aprovechamos al máximo, mejor que mejor ya que será la mejor muestra de cariño hacia ellos.

María Campo

UN CORAZÓN LIBRE, ES UN CORAZÓN LUMINOSO


Autor: SS Francisco | Fuente: vativan.va
Un corazón libre es un corazón luminoso
Se puede tener sólo con los tesoros del cielo: el amor, la paciencia, el servicio a los demás, la adoración a Dios.

Un corazón libre es un corazón luminoso
Fragmento de la homilía del Papa Francisco el viernes 20 de junio de 2014 


Dinero, vanidad y poder no hacen feliz al hombre. 

Los auténticos tesoros, las riquezas que cuentan, son el amor, la paciencia, el servicio a los demás y la adoración a Dios. 

No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban. Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón». (Mateo 6, 19-23). 

No acumuléis tesoros en la tierra. Es un consejo de prudencia. Tanto que Jesús añade: «Mira que esto no sirve de nada, no pierdas el tiempo». 

Son tres, en particular, los tesoros de los cuales Jesús pone en guardia muchas veces: 

El primer tesoro es el oro, el dinero, las riquezas. Y, en efecto, «no estás a salvo con este tesoro, porque quizá te lo roben. No estás a salvo con las inversiones: quizá caiga la bolsa y tú te quedes sin nada. Y después dime: un euro más ¿te hace más feliz o no?. Por lo tanto, las riquezas son un tesoro peligroso. 
Cierto, pueden también servir «para hacer tantas cosas buenas», por ejemplo: para poder llevar adelante la familia. Pero, si tú las acumulas como un tesoro, te roban el alma. Por eso Jesús en el Evangelio vuelve sobre este argumento, sobre las riquezas, sobre el peligro de las riquezas, sobre el poner las esperanzas en ellas. 

El segundo tesoro del que habla el Señor «es la vanidad», es decir, buscar "tener prestigio, hacerse ver". Jesús condena siempre esta actitud: Pensemos en lo que dice a los doctores de la ley cuando ayunan, cuando dan limosna, cuando oran para hacerse ver. Por lo demás, tampoco la belleza sirve, porque también... se acaba con el tiempo. 

El orgullo, el poder, es el tercer tesoro que Jesús indica como inútil y peligroso. Una realidad evidenciada en la primera lectura de la liturgia tomada del segundo libro de los Reyes (11, 1-4. 9-18. 20), donde se lee la historia de la «cruel reina Atalía: su gran poder duró siete años, después fue asesinada». En fin, «tú estás ahí y mañana caes», porque «el poder acaba: cuántos grandes, orgullosos, hombres y mujeres de poder han acabado en el anonimato, en la miseria o en la prisión...». 

He aquí, pues, la esencia de la enseñanza de Jesús: «¡No acumuléis! ¡No acumuléis dinero, no acumuléis vanidad, no acumuléis orgullo, poder! 
¡Estos tesoros no sirven!». 

Más bien son otros los tesoros para acumular. Hay un trabajo para acumular tesoros que es bueno». Lo dice Jesús en la misma página evangélica: «Donde está tu tesoro allí está tu corazón». 

Este es precisamente «el mensaje de Jesús: tener un corazón libre». En cambio «si tu tesoro está en las riquezas, en la vanidad, en el poder, en el orgullo, tu corazón estará encadenado allí, tu corazón será esclavo de las riquezas, de la vanidad, del orgullo». 

Un corazón libre se puede tener sólo con los tesoros del cielo: el amor, la paciencia, el servicio a los demás, la adoración a Dios. Estas «son las verdaderas riquezas que no son robadas». Las otras riquezas —dinero, vanidad, poder— «dan pesadez al corazón, lo encadenan, no le dan libertad». 

Hay que tender, por lo tanto, a acumular las verdaderas riquezas, las que «liberan el corazón» y te hacen «un hombre y una mujer con esa libertad de los hijos de Dios». Se lee al respecto en el Evangelio que «si tu corazón es esclavo, no será luminoso tu ojo, tu corazón». 

Un corazón libre es un corazón luminoso, que ilumina a los demás, que hace ver el camino que lleva a Dios, que no está encadenado, que sigue adelante y además envejece bien, porque envejece como el buen vino: cuando el buen vino envejece es un buen vino añejo. Al contrario, el corazón que no es luminoso es como el vino malo: pasa el tiempo y se echa a perder cada vez más y se convierte en vinagre. 

Pidamos al Señor para que nos dé esta prudencia espiritual para comprender bien dónde está mi corazón, a qué tesoro está apegado. Y nos dé también la fuerza de «desencadenarlo», si está encadenado, para que llegue a ser libre, se convierta en luminoso y nos dé esta bella felicidad de los hijos de Dios, la verdadera libertad». 

MILAGRO DEL ROSARIO EN HIROSHIMA


MILAGRO DEL ROSARIO EN HIROSHIMA
Ocurrió el 6 de agosto de 1945




Durante la Segunda Guerra Mundial, dos ciudades japonesas fueron destruidas por bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki. En Nagasaki, como resultado de la explosión, todas las casas en un radio aproximado de 2.5 Km del epicentro fueron destruidas. Quienes estaban dentro de las casas quedaron enterrados en las ruinas. Los que estaban fuera quedaron quemados. 

En medio de aquella tragedia, una pequeña comunidad de Padres Jesuitas vivía junto a la iglesia parroquial, a solamente  1 Km. del epicentro de la bomba. Eran misioneros alemanes sirviendo al pueblo japonés. Como los alemanes eran aliados de los japoneses, les habían permitido quedarse. 

La iglesia junto a la casa de los jesuitas quedó destruida, pero su residencia quedó en pie y los miembros de la pequeña comunidad jesuita sobrevivieron. No tuvieron efectos posteriores por la radiación, ni pérdida del oído, ni ninguna otra enfermedad o efecto. El Padre Hubert Schiffer fue uno de los jesuitas en Hiroshima. Tenía 30 años cuando explotó la bomba atómica en esa ciudad y vivió otros 33 años más, gozando de buena salud. Él narró sus experiencias en Hiroshima durante el Congreso Eucarístico que se llevó a cabo en Filadelfia (USA) en 1976. Por aquel entonces, los ocho miembros de la comunidad Jesuita estaban todavía vivos. El Padre Schiffer fue examinado e interrogado por más de 200 científicos que fueron incapaces de explicar como él y sus compañeros habían sobrevivido. Él lo atribuyó a la protección de la Virgen María y dijo: "Yo estaba en medio de la explosión atómica... y estoy aquí todavía, vivo y a salvo. No fui derribado por su destrucción." 

Además, el Padre Shiffer mantuvo que, durante varios años, cientos de expertos e investigadores estudiaron las razones científicas del porqué la casa, tan cerca de la explosión atómica, no fue afectada. Él explicó que en esa casa hubo una sola cosa diferente: "Rezábamos el Rosario diariamente en esa casa". 

En la otra ciudad devastada por la bomba atómica, Nagasaki, San Maximiliano Kolbe había establecido un convento franciscano que también quedó intacto. Los hermanos no sufrieron las consecuencias de la bomba y fueron  protegidos por la Virgen. Allí, ellos también rezaban diariamente el Santo Rosario. 

ROSARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO A LA VIRGEN MARÍA



ALMAS DEL PURGATORIO
ROSARIO "MILAGROSA"



PRIMER MISTERIO

Os suplicamos, Señor, saquéis tantas almas del purgatorio y convirtáis tantos pecadores, cuantas fueron las sensaciones de dolor que sufrió vuestro amantísimo corazón y el de vuestra Purísima Madre, en la noche de vuestra dolorosa Pasión y cruel agonía en el huerto de las Olivos.

Y vosotras, almas santas, alcanzadnos del Señor las gracias que deseamos conseguir por intercesión de la Santísima Virgen, saludándola diez veces con la jaculatoria. ¡Oh María! sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.



SEGUNDO MISTERIO

Os suplicamos, Señor, saquéis tantas almas del purgatorio y convirtáis tantos pecadores, cuantas fueron las sensaciones de dolor que sufrió vuestro amantísimo corazón y el de vuestra Purísima Madre con el tormento de los crueles azotes que sufristeis amarrado a una columna.

Y vosotras, almas santas, alcanzadnos del Señor las gracias que deseamos conseguir por intercesión de la Santísima Virgen, saludándola diez veces con la jaculatoria. ¡Oh María! sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos.



TERCER MISTERIO

Os suplicamos, Señor, saquéis tantas almas del purgatorio y convirtáis tantos pecadores, cuantas fueron las sensaciones de dolor que sufrió Vuestro amantísimo Corazón y el de vuestra Purísima Madre con la cruel coronación de espinas, burlas y escarnios.

Y vosotras, almas santas, alcanzadnos del Señor las gracias que deseamos conseguir por intercesión de la Santísima Virgen, saludándola diez veces con la jaculatoria. ¡Oh María! sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.



CUARTO MISTERIO

Os suplicamos, Señor, saquéis tantas almas del purgatorio y convirtáis tantos pecadores, cuantas fueron las sensaciones de dolor que sufrió vuestro amantísimo corazón y el de vuestra Purísima Madre en el encuentro de la calle de la Amargura caminando con pesada cruz de nuestros pecados.

Y vosotras, almas santas, alcanzadnos del Señor las gracias que deseamos conseguir por intercesión de la Santísima Virgen, saludándola diez veces con la jaculatoria. ¡Oh María! sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.



QUINTO MISTERIO

Os suplicamos, Señor, saquéis tantas almas del purgatorio y convirtáis tantos pecadores, cuantas fueron las sensaciones de dolor que sufrió vuestro amantísimo corazón y el de vuestra Purísima Madre en las tres horas de mortal agonía y afrentosa muerte en la Cruz.

Y vosotras, almas santas, alcanzadnos del Señor las gracias que deseamos conseguir por intercesión de la Santísima Virgen, saludándola diez veces con la jaculatoria. ¡Oh María! sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.


Se concluye el rosario rezando el Credo y la Salve.

Pedid con fe y recibiréis.

EL ROSARIO EN FAMILIA


EL ROSARIO EN FAMILIA


No creamos que el Rosario en familia es rutina sin alma. Esas avemarías que se rezan haciendo algunas tareas domésticas en la cocina o en el costurero, están animadas por verdadero espíritu de oración. Y este espíritu y la intención que lo anima, educan la vida familiar a través de la oración vocal de sus miembros, y la orientan hacia el trono de Dios, muy cerca de Cristo y de su Madre.

Cierta noche, cuenta Fulton Sheen, vino a verme una joven, y me dijo:

No quisiera por nada del mundo hacerme católica. Siempre repetís lo mismo cuando rezáis el Rosario. Cuando uno repite lo mismo es prueba de que no es sincero. Yo no daría fe a una persona que me repitiese las mismas palabras. Y creo que Dios tampoco.

Entonces le pregunté quién era aquel joven que la acompañaba.
Es mi novio contestó ella.
¿La quiere a usted?
Ciertamente que sí.
¿Cómo lo sabe usted? ¿Cuántas veces se lo ha dicho, una, dos ... ?
Me lo repite todos los días y hasta con cierta frecuencia...
Corté el diálogo y le dije:

Si se repite, no le crea usted, prueba evidente de que no es sincero, tal como usted me ha comentado hace un momento.

No existe repetición cada vez que uno dice «Yo te quiero». Y esto se explica porque cada vez coincide con un momento distinto en el tiempo y con un lugar diferente en el espacio.

Aunque la madre repita mil veces a su hijo: «Te quiero con toda mi alma, rey mío», cada vez significa algo distinto, pues su espíritu y su corazón actúan de manera diferente, y cada hecho nuevo revela una nueva señal de afecto.

LA VIRGEN MARÍA, CONSUELO DE LOS TRISTES Y AFLIGIDOS


jueves, 30 de octubre de 2014

A AMAR SE APRENDE AMANDO



A amar se aprende amando
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD 


Jean Pierre Camus, obispo de Belley, cuenta una conversación que tuvo con san Francisco de Sales: “En una ocasión pedí al obispo de Ginebra que me dijera qué debía hacer para alcanzar la perfección. ‘Debes amar a Dios con todo tu corazón, respondió, y a tu prójimo como a ti mismo’. No le pregunté dónde está la perfección, sino cómo llegar a ella. ‘La caridad, respondió, es tanto el medio como el fin. La única manera por la que podemos alcanzar la perfección es, después de todo, la misma caridad… Así como el alma es la vida del cuerpo, la caridad es la vida del alma’.

‘Ya sé todo eso, repliqué. Pero lo que quiero saber es cómo uno ha de amar a Dios con todo su corazón, y a su prójimo como a sí mismo’. Y él nuevamente respondió: ‘Debemos amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos’. ‘No he avanzado nada, repliqué.  Decidme cómo debo adquirir tal amor’. La respuesta del obispo fue muy sencilla: ‘Igual que a hablar se aprende hablando y a correr corriendo, se aprende a amar amando’”.

            No cabe duda de que el amor es un aprendizaje que requiere la gracia de Dios, pero también decisión y esfuerzo por parte de quien quiere amar.

            El amor es salud del alma, afirmaba san Juan de la Cruz. Quien ama tiene vida y comunica vida. El amor renace y tiene un gran poder de curación. El odio y el resentimiento sólo pueden destruir.

Jesús insistió en el mandamiento principal: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y primer mandamiento. El segundo, semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37-39).

Juan cita las palabras de Jesús durante la última cena con los discípulos a quienes amaba: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 13,34).  Y una vez más: “Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15,12). Él, “habiendo amado a los suyos… los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). “Nadie tiene amor mayor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).

            Pablo insistirá en la importancia del amor. “Si no tengo caridad, no soy nada” (1 Co 13,2). Lo primero es el amor. Aunque entregue mi cuerpo a las llamas, aunque sepa todas las lenguas del mundo, aunque me desprenda de todo... si no tengo amor, que es Dios, todo es malgastar energías, que diría san Agustín.

Los santos han sido, esencialmente, personas que han amado. Descubrieron en el amor su vocación principal y optaron por el amor.


                 

LA VIRGEN MARÍA, AUXILIO DE LOS CRISTIANOS


LA VIRGEN MARÍA,
 AUXILIO DE LOS CRISTIANOS


Se requería esta ayuda porque, si el Demonio la trae con todos los hombres, principalmente se ensaña con los cristianos. Entrar en el Corazón de María es estar a salvo de todos los peligros. Y si en todo tiempo ha sido necesario este auxilio, hoy más que nunca, pues perece que todo el infierno ha salido de sus antros para hacer daño a la Iglesia y a los cristianos. 

Por eso, si invocar a María, rezar el rosario siempre ha sido necesario, hoy es de vida o muerte. A los que defienden lo contrario los veremos muertos por el camino, desangrados por ese vampiro infernal.

LA VIRGEN MARÍA, CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS



LA VIRGEN MARÍA, CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS

Hoy se buscan calmantes, pastillas contra el dolor, porque el dolor se ha multiplicado por todas partes. Cuando no son las enfermedades del cuerpo, son las tribulaciones del alma. El hombre de hoy, tú y yo, requerimos como algo urgente la mano que acaricia, el rostro que se inclina hacia nuestro dolor, el corazón que compadece y suaviza el sufrimiento. 

Necesitamos las manos, el rostro, el corazón de María. A todos los que sufren sin esperanza vayamos a decir que tienen una Madre, que los ama mucho.....


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