martes, 28 de octubre de 2014

LA HUMILDAD DE LA VIRGEN MARÍA



Las Virtudes de María
Humildad de María

San Alfonso María de Ligorio

La humildad, dice san Bernardo, es el fundamento y guardián de todas las virtudes. Y con razón, porque sin humildad no es posible ninguna virtud en el alma. Todas las virtudes se esfuman si desaparece la humildad. Por el contrario, decía san Francisco de Sales, como refiere santa Juana de Chantal, Dios es tan amigo de la humildad que acude enseguida allí donde la ve. En el mundo era desconocida tan hermosa y necesaria virtud, pero vino el mismo Hijo de Dios a la tierra para enseñarla con su ejemplo y quiso que especialmente le imitáramos en esa virtud: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11,29). María, siendo la primera y más perfecta discípula de Jesucristo en todas las virtudes, también lo fue en esta virtud de la humildad, gracias a la cual mereció ser exaltada sobre todas las criaturas. Se le reveló a santa Matilde que la primera virtud en que se ejercitó de modo particular la bienaventurada Madre de Dios, desde el principio, fue la humildad.

El primer acto de humildad de un corazón es tener bajo concepto de sí. María se veía tan pequeña, como se lo manifestó a la misma santa Matilde, que si bien conocía que estaba enriquecida de gracias más que los demás, no se ensalzaba sobre ninguno. No es que la Virgen se considerase pecadora, porque la humildad es andar con verdad, como dice santa Teresa, y María sabía que jamás había ofendido a Dios. Tampoco dejaba de reconocer que había recibido de Dios mayores gracias que todas las demás criaturas porque un corazón humilde reconoce, agradecido, los favores especiales del Señor para humillarse más; pero la Madre de Dios, con la infinita grandeza y bondad de su Dios, percibía mejor su pequeñez. Por eso se humillaba más que todos y podía decir con la sagrada Esposa: "No os fijéis en que estoy morena, es que el sol me ha quemado" (Ct 1,6). Comenta san Bernardo: Al acercarme a él, me encuentro morena. Sí, porque comenta san Bernardino: La Virgen tenía siempre ante sus ojos la divina majestad y su nada. Como la mendiga que al encontrarse vestida lujosamente con el vestido que le dio la señora no se ensoberbece, sino que más se humilla ante su bienhechora al recordar más aún su pobreza, así María, cuanto más se veía enriquecida más se humillaba recordando que todo era don de Dios. Dice san Bernardino que no hubo criatura en el mundo más exaltada que María porque no hubo criatura que más se humillase que María. Como ninguna cristiana, después del Hijo de Dios, fue elevada tanto en gracias y santidad, así ninguna descendió tanto al abismo de su humildad.

El humilde desvía las alabanzas que se le hacen y las refiere todas a Dios. María se turba al oír las alabanzas de san Gabriel. Y cuando Isabel le dice: "Bendita tú entre las mujeres... ¿Y de dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme? Feliz la que ha creído que se cumplirían todas las cosas que le fueron dichas de parte de Dios" (Lc 1,42-45). María, atribuyéndolo todo a Dios, le responde con el humilde cántico: "Mi alma engrandece al Señor". Como si dijera: Isabel, tú me alabas porque he creído, y yo alabo a mi Dios porque ha querido exaltarme del fondo de mi nada, "porque miró la humildad de su esclava". Dijo María a santa Brígida: ¿Por qué me humillé tanto y merecí tanta gracia sino porque supe que no era nada y nada tenía como propio? Por eso no quise mi alabanza sino la de mi bienhechor y mi creador. Hablando de la humildad de María dice san Agustín: De veras bienaventurada humildad que dio a luz a Dios hecho hombre, nos abrió el paraíso y libró a las almas de los infiernos.

Es propio de los humildes el servicio. María se fue a servir a Isabel durante tres meses; a lo que comenta san Bernardo: Se admiró Isabel de que llegara María a visitarla, pero mucho más se admiraría al ver que no llegó para ser servida, sino para servirla.

Los humildes viven retirados y se esconden en el sitio peor; por eso María, reflexiona san Bernardo, cuando el Hijo estaba predicando en aquella casa, como refiere san Mateo en el capítulo 12, y ella quería hablarle, no quiso entrar sin más. Se quedó fuera, comenta san Bernardo, y no interrumpió el sermón con su autoridad de madre ni entró en la casa donde hablaba el Hijo. Por eso también, estando ella con los discípulos en el Cenáculo se puso en el último lugar, que después de los demás la nombra san Lucas cuando escribe: "Perseveraban todos unánimes en la oración, con las mujeres y la Madre de Jesús" (Hch 1,14). No es que san Lucas desconociera los méritos de la Madre de Dios conforme a los cuales debiera haberla nombrado en primer lugar, sino porque ella se había puesto después de los apóstoles y las demás mujeres, y así los nombra san Lucas conforme estaban colocados en aquel lugar. Por lo que escribe san Bernardo: Con razón la última llega a ocupar el primer lugar, porque siendo María la primera de todas, se había colocado la última.

Los humildes, en fin, no se ofenden al ser menospreciados. Por eso no se lee que María estuviera al lado de su Hijo en Jerusalén cuando entró con tantos honores y entre palmas y vítores; pero, por el contrario, cuando su Hijo moría, estuvo presente en el Calvario a la vista de todos, sin importarle la deshonra, ante la plebe, de darse a conocer como la madre del condenado que moría como criminal con muerte infamante. Le dijo a santa Brígida: ¿Qué cosa más humillante que ser llamada loca, hallarse falta de todo y verse tratada como lo más despreciable? Esta fue mi humildad, éste mi gozo, éste todo mi deseo, porque no pensaba más que en agradar al Hijo mío.

Le fue dado a entender a sor Paula de Foligno lo grande que fue la humildad de la santísima Virgen; y queriendo explicarlo al confesor, no sabía decir más que esto, llena de estupor: ¡La humildad de nuestra Señora! Oh Padre, ¡la humildad de nuestra Señora! No hay en el mundo ni un grado de humildad si se compara con la humildad de María. El Señor hizo ver a santa Brígida dos señoras. La una era todo fausto y vanidad: Esta, le dijo, es la soberbia; y ésta otra que ves con la cabeza inclinada, obsequiosa con todos y sólo pensando en Dios y estimándose en nada, ésta es la humildad, y se llama María. Con esto quiso Dios manifestar que su santa Madre es tan humilde que es la misma humildad.

No hay duda, como dice san Gregorio Niseno, de que para nuestra naturaleza caída no hay virtud que tal vez le resulte más difícil de practicar que la de la humildad. Pero la única manera de ser verdaderos hijos de María es siendo humildes. Dice san Bernardo: Si no puedes imitar la virginidad de la humilde, imita la humildad de la virgen. Ella siente aversión a los soberbios y llama hacia sí a los humildes. "El que sea pequeño que venga a mí" (Pr 9,4). Dice Ricardo de San Lorenzo: María nos protege bajo el manto de su humildad. La Virgen le dijo a santa Brígida: Hija mía, ven y escóndete bajo mi manto; este manto es mi humildad. Y le explicó que la consideración de su humildad es como un manto que da calor; y como el manto no da calor si no se lleva puesto, así se ha de llevar este manto, no sólo con el pensamiento, sino con las obras. De manera que mi humildad no aprovecha sino al que trata de imitarla. Por eso, hija mía, vístete con esta humildad. Cuán queridas son para María las almas humildes. Escribe san Bernardo: La Virgen conoce y ama a los que la aman, y está cerca de los que la invocan; sobre todo a los que ve semejantes a ella en la castidad y en la humildad. Por lo cual el santo exhorta a los que aman a María a que sean humildes: Esforzaos por practicar esta virtud si amáis a María. El P. Martín Alberto, jesuita, por amor a la Virgen solía barrer la casa y recoger la basura. Y como refiere el P. Nieremberg, se le apareció la Virgen y, agradeciéndole, le dijo: Cómo me agrada esta obra realizada por amor mío.

Reina mía, no podré ser tu verdadero hijo si no soy humilde. ¿No ves que mis pecados, al hacerme ingrato a mi Señor me han hecho a la vez soberbio? Remédialo tú, Madre mía. Por los méritos de tu humildad alcánzame la gracia de ser humilde para que así pueda ser hijo tuyo verdadero.




LA VIRGEN MARÍA, SALUD DE LOS ENFERMOS


Salud de los enfermos


María lleva en sus manos y en su corazón la salud, tan necesaria para vivir en plenitud. Por eso, uno de los momentos en que más se invoca a María por parte de todos sus hijos es en la enfermedad. Uno de los momentos en que más necesitamos invocar a María es en los momentos de dolor. Y cuando más se acerca a sus hijos como buena madre es en esos dolorosos momentos...

Salud de los enfermos del alma. Sabe curar enfermedades del cuerpo, pero sobre todo del alma. Ella sabe otorgar algo tan grande como la salud, la paciencia y el amor en la enfermedad. Como buena Madre está a la cabecera de sus hijos enfermos. Y sobre todo en la hora de la muerte. Todos los buenos cristianos mueren en brazos de su Madre, de María. Y morir así, no es triste, todo lo contrario. Cada uno de nosotros nos preparamos la propia muerte. Si queremos morir en brazos de María, digámoselo.

LA VIRGEN MARÍA, REFUGIO DE LOS PECADORES


Virgen María, Refugio de los pecadores


Es muy importante que lo sepan todos. El pecador se siente muy solo, terriblemente lejos de Dios y de los hombres. Pero hay un refugio seguro, donde vive una persona muy querida, muy nuestra, tan nuestra que es nuestra Madre. También en el pecado sigue siendo nuestra Madre. Es cuando más la necesitamos, cuando Ella sabe que la necesitamos más. A cuantos ha salvado, incluso en el último instante. No desesperes, mientras exista María.

Un recado urgente, un S.O.S. para todos los que han perdido la esperanza: Mientras exista María Santísima, hay remedio para todos los males, hay perdón para todos los pecados. De todos los títulos hermosos que tiene María, este es el más querido y más aprovechado precisamente por ellos, los pecadores.

Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Quien reza frecuentemente el rosario hace esta petición miles de veces y quien hace una petición miles de veces, la consigue. Mira por donde el rezo del rosario tanto tendrá que ver con nuestra salvación eterna.

Todos conocemos aquella bella reflexión :“Yo les cierro la puerta...pero tu Madre les abre la ventana”. Si tienes miedo de Dios, no lo tengas de María. La Virgen María, la Immaculada, la Madre de Dios no tiene repugnancia de besar las llagas purulentas de sus hijos enfermos.

HACED UN SITIO A LA VIRGEN MARÍA


Haced un sitio para María
Padre Tomás Rodríguez Carbajo



. Una frase, que se repite mucho en nuestra vida, la mayoría de las veces para justificar un incumplimiento de un deber, de una palabra dada para asistir a una cita, es la de “no tengo tiempo”.

. Exaltamos mucho el activismo, nos movemos con un frenesí alocado , y, si después de tanto trajín nos examinamos, nos encontramos tal vez vacíos, ¡qué penoso sería hacer lo que hemos querido, pero no lo que Dios quería¡

. ¿Quién nos ha dicho que tenemos que hacer todo lo que nos hemos programado? Cuando nuestro tiempo no nos llega, se impone un recortar actividades, manteniendo siempre la jerarquía de valores en nuestra selección.

. ¿Tenemos mucho que hacer? Nadie lo niega, pero no podemos dejar a un lado el cultivo del amor, que es lo único que podemos ofrecer como fruto de nuestra cosecha y es lo más valioso. Un amor a las personas, empezando por las más importantes para nuestra vida, las tenemos ya catalogadas en los mandamientos de Dios: El primero es amar a Dios sobre todas las cosas.

. Cuando amamos a una persona, tenemos que amar a quienes esa persona ama. ¿A qué criatura ama más Dios?. La respuesta es fácil: a María: 

- Hija predilecta de Dios, a quien enriqueció con grandes e irrepetibles privilegios.
- Madre del Verbo Encarnado con quien tuvo vínculos de sangre, que no tiene con nadie más.
- Templo permanente del Espíritu Santo, pues, siempre disfrutó de la riqueza de la gracia santificante.

.Si María es la criatura única, irrepetible e insuperable en el orden de la gracia en su relación con Dios; para nosotros es Madre y Medianera universal de todas las gracias, que nos llegan de parte de Dios. Ninguna persona en su vida puede prescindir de su madre para venir a este mundo y una vez que está en él para tener un desarrollo psicológico normal. María es nuestra Madre en el orden de la gracia, por Ella nos ha venido Cristo, dador de toda gracia, tiene que ocupar un puesto relevante en nuestra vida espiritual.
. Todo aquel que quiera vivir una vida espiritual gozosa, boyante, no puede prescindir del amor de María, Ella nos lo tiene, porque es nuestra Madre, aunque no lo queramos reconocer, para un desarrollo normal espiritual necesitamos amarla y expresarle nuestro amor a nuestro aire y manera, ya que no todos tenemos los mismos gustos.

. Entre lo que tenemos que hacer es reservar un tiempo para expresarle nuestro amor de hijo. Hay momentos más significativos: Al levantarse y al acostarse. El amor no se mide externamente, sino que nos exige hacer algo como señal de lo que por dentro tenemos y que al exteriorizarlo lo profundizamos y lo vivimos.

. No contamos nuestro amor a María por el número de avemarías o devociones acumuladas, sino que el fuego interior hacia Ella lo exteriorizaremos según gustos personales , pero siempre tenemos que hacerle un tiempo en nuestro horario de cada día para decirle y expresarle que la amamos.

IMÁGENES CON MENSAJES DE LA VIRGEN MARÍA












domingo, 26 de octubre de 2014

DIOS TE SALVE MARÍA


CITAS BÍBLICAS SOBRE LA VIRGEN MARÍA


Citas Bíblicas Marianas
Movimiento de Vida Cristiana 



María, Hija predilecta del Padre

Es hija por el Don recibido: Lc 1, 28.

Es hija por su paradigmática respuesta al Don: Lc 1, 34.

Es hija porque es perfecta discípula, escucha, acoge, y pone por obra: Lc 2, 19; Lc 2, 52; Lc 11, 27-28; Mt 7, 21; Mc 3, 35; Dt 6, 24; Jos 1, 8; Prov 3, 1; Prov 4, 1-7.20-22, 16. Es hija porque es perfecta Sierva del Plan divino: Lc 1, 38.

Su respuesta de plena disponibilidad es como la del Hijo: Heb 10, 5-7.

Sirve al Plan de Dios en un doble servicio a los hermanos humanos, mediante el anuncio: Lc 1, 39-55, y mediante el servicio concreto: Lc 1, 56; Jn 2, 3-5.

La hija predilecta, modelo para la mujer: Lc 1, 42.

El Señor Jesús; Hijo de María 

Por María nos vino el Señor Jesús: Jn 1, 14.

Testamento del Señor Jesús en la Cruz: Jn 19, 25-27.

María: Jn 2, 5; Gál 4, 19; Is 66, 13.

Recorriendo el Camino de la Madre

A qué estamos llamados: Gál 2, 20.

Misión de María: Jn 19, 26; Hch 1, 14; Jn 2, 5.

María modelo de entrega: Lc 1, 46-48.

María modelo de servicio: Lc 1, 39.

María modelo de humildad: Lc 1, 46-48.

María modelo de acogida: Lc 11, 28.



María y la Vida Cristiana

María Madre de Jesús y nuestra: Gén 3, 5; Is 7, 14; Jn 19, 26-27; Gál 4, 4.

María nos muestra a Jesús: Mt 2, 11; Lc 2, 16.

Función dinámica de María: Jn 2, 1-5; Hch 1,14.

Modelo de vida cristiana: Mt 12, 46-50; Lc 1, 26-38; Lc 1, 39-45; Lc 2, 19.51; Lc 11, 27-28.




La Piedad Filial

Maria es verdaderamente Madre nuestra: Jn 19, 26-27.

Nos conduce al Señor Jesús: Jn 2, 5.

Nos acompaña en nuestra vida cristiana: Hch 1, 14.

La piedad filial nos introduce en la dinámica del anuncio evangelizador y del servicio solidario: Lc 1, 39-45.



María, Mujer del Silencio

María medita la palabra: Lc 2, 19.51.

María acoge y comunica la Palabra: Lc 1, 39-45; Lc 1, 46-55; Lc 8, 19-21; Lc 11, 27-28.

Silencio en la alegría: Lc 2, 15-20.

Silencio en el dolor: Lc 2, 35; Lc 2, 51; Jn 19, 25-27.




María, en el Plan de Dios

La mujer:  su lugar en el designio de reconciliación:  Gén 3, 15.

María,  anunciada por los profetas:  Is 7, 14; Mi 5, 2-3;  Mt 1, 22-23.

María, Madre de Dios: Lc 1, 26-38; Gál 4,4-7.

El Señor Jesús explicita la matemidad espiritual de María: Jn 19, 25-27.

María en la Iglesia: Hech 1, 14.

La mujer vestida de sol: figura de la Iglesia y de María: Ap 12, 1 ss.




El Apostolado de María

María mujer de silencio y oración, es maestra cómo se acoge la Plabra. Lc 2, 19 51.

Como mujer de acción nos enseña y alienta a ponerla por obra. Lc 8, 21; Mt 7, 21; Jn 2, 5.

María nos enseña a entrar en nosotros mismos y a abrir con prontitud al Señor que llama. Ap 3, 20; Lc 1, 38.

María primera evangelizadora nos enseña a anunciar a Cristo llevándolo en nosotros mismos. Lc 1, 39-45.

Su gozo es llevar y presentar a Cristo a todos los hombres. Lc 1, 41; Mt 2, 10-11.

Su misión es que Él nazca y crezca en todos sus hijos. Jn 19, 24.

Ella nos enseña a tener las disposiciones apropiadas para acoger el Espíritu que impulsa la evangelización. Hch 1, 14; 2, 1-4.



Perseveraban con María en la oración

El Señor Jesús, hombre de oración Él mismo, es maestro y modelo de oración continua y perseverante: Lc 3,21-22; Lc 5,16; Lc 6,12-13; Lc 9,18; Lc 9,28-29; Lc 11,1; Lc 21,37-38; Lc 22,39-46.

El Señor nos enseña que es necesario perseverar en la oración: Lc 1,18; para no caer en tentación: Lc 22,46; Mt 26,41; para tener fuerza en el momento de la prueba: Lc 21,36.

También Pablo invita a ser perseverantes en la oración: Rom 12,12; Col 4,2; a orar en toda ocasión: Ef 6,17-18; Flp 4,6; a orar constantemente: 1Tes 5,17.

María, mujer de oración, nos enseña a guardar y meditar constantemente las obras y palabras de Dios en nuestro corazón: Lc 2,19.51; A vivir la dinámica de la oración continua obrando en amorosa obediencia a los designios divinos: Lc 1,38; Jn 2,5; Lc 11,27-28.

Los apóstoles y discípulos perseveraban en la oración con María: Hech 1,14.



Remar mar adentro, en compañia de María

El apostolado de María es hacernos cercano a Dios: Lc 1,30-31.38; Is 7,14; transmitirnos a Jesús con todo su ser: Lc 1,40-44; darnos a Jesús, fruto bendito de su vientre: Lc 2,7; mostrarnos a Jesús: Lc 2,16; Mt 2,11; remitirnos a Jesús e invitarnos a la confiada adhesión a sus palabras: Jn 2,5; ofrecernos a su Hijo, asociada a su Cruz: Jn 19,25; educarnos a acoger el Espíritu de su Hijo, que nos transforma en apóstoles intrépidos: Hech 1,14;2,1-4.

El Señor Jesús nos ha señalado que María es nuestra Madre, hemos de acogerla en nuestra "casa": Jn 19,26-27.

Bajo la guía de María hemos sido convocados a anunciar el mensaje de reconciliación: 2Cor 5,20.

Urge anunciar la Buena Nueva: 1Cor 9,16; a tiempo y destiempo: 2Tim 4,2; para ganar a los que más podamos: 1Cor 9,19.



María, Madre de los Apóstoles

Anunciación-Encarnación: Lc 1,26-38.

Visitación: Lc 1,39-45.

Nacimiento del Niño y presentación a los reyes y pastores: Mt 2,1-23; Lc 2,1-20.

Presentación del Niño en el Templo: Lc 2,21-40.

Pérdida y hallazgo de Jesús: Lc 2,41-50.

Las bodas de Caná: Jn 2,1-12.

María al pie de la Cruz: Jn 19,25-27.

Pentecostés: Hch 1,12-14; 2,1-13.

María es la Mujer reflexiva que conservaba todas las cosas y las meditaba en su Corazón Inmaculado: Lc 2,19.51.

María es la Mujer bienaventurada que escucha la Palabra de Dios y la pone por obra: Lc 11,27-28; Mt 7,21-27.

En la Madre vemos la urgencia de quien se descubre impulsado a anunciar el Evangelio: 1Cor 9,16.



La Inmaculada Concepción de María

Como a María, Dios nos ha elegido para ser santos e inmaculados en su presencia: Ef 1,4.

María Inmaculada nos llama a aplastar con su Hijo la cabeza de la serpiente: Gen 3,15.

Nuestra lucha es contra Satanás: Ef 6,12.

Que no reine el pecado en nuestros corazones: Rom 6,12; sino que sea Cristo quien en nosotros habite hasta que quedemos llenos de la «total Plenitud de Dios»: Ef 3,17-19.

Hemos sido purificados del pecado para servir a Dios y dar frutos de santidad: Rom 6,16-18.22.

Si somos de la Luz, hemos de purificarnos de todo pecado: 1Jn 1,7; el que comete pecado es del diablo: 1Jn 3,8; el que ha nacido de Dios no comete pecado: 1Jn 3,9.

Quien espera en el Señor se purifica a sí mismo: 1Jn 3,2-3.

María Inmaculada nos enseña a amar y servir a Dios: Lc 1,38; Jn 2,5; Dt 6,4-5.



María, Mujer Eucarística

El Señor Jesús instituyó la eucaristía para quedarse por siempre con nosotros: Mt 26,26-29; 28,20; Mc 14,22-25; Lc 22,14-20.

Semejanza entre el Hágase de María en la Anunciación-Encarnación y el amén que cada fiel pronuncia al recibir la comunión: Lc 1,26-38.

María es el primer "tabernáculo" de la historia: Lc 1,39-45.

Relación íntima entre la eucaristía y el magnificat: Lc 1,46-55. Actitud "eucarística" de la Madre ante el nacimiento de su Hijo: Lc 2,1-20.

Relación entre las bodas de Caná y la eucaristía: Jn 2,1-5.

María hizo suya la dimensión sacrificial de la eucaristía con toda su vida, especialmente al pie de la Cruz: Jn 19,25-27.

Recibir la eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús: Jn 15,1-17.

La visita al Santísimo debe ser un momento fuerte para revisar nuestro compromiso con la vida cristiana: Jn 14,21.23.

Participar de la eucaristía nos permite anticipar en cierto modo el cielo en la tierra: Gál 2,20; Jn 14,6-7.



En compañía de María

Madre del Reconciliador: Mt 1,16 ; Lc 1,26-38.

Madre de Dios y de la Iglesia: Jn 19,25-27.

Dejándonos acompañar por Santa María: Jn 2,1ss.

Acompañarla en el anuncio evangelizador: Lc 1,39-45.

En compañía de María camino a Pentecostés: Hech 1,14 ; Hech 2,1ss.


Peregrinando con María

En la Visitación: Lc 1,39.

En el nacimiento del Salvador: Lc 2,1-7.

Para presentar el Señor Jesús en el Templo: Lc 2,22.

Para proteger al Niño: Mt 2,13-15 ; Mt 2,19-23 ; Lc 2,39-40.

A la Ciudad Santa de Jerusalén: Lc 2,41-42.

Junto a su Hijo en el Calvario: Jn 19,25-27.



Fuente: caminohaciadios.com

VIRGEN MARÍA, REINA Y MADRE DE SUS QUERIDOS HIJOS


Virgen María, Reina y Madre de sus queridos hijos
Padre Mariano de Blas, L.C.



Voy a escribir una carta destinada a la Virgen María en el cielo. Una forma muy sencilla y profunda de manifestar el aprecio y cariño a una persona es a través de una carta. Lo importante no es mi carta sino la que tú escribas a María desde el fondo de tu corazón.

Querida y respetable señora, queridísima madre:

Sé que estoy escribiendo a la mujer más maravillosa del mundo.
Y esto me hace temblar de regocijo, de amor y de respeto.

Cuántas mujeres en el mundo, queriendo parecerse a ti, llevan con orgullo santo el dulce nombre de María. Cuantas iglesias dedicadas a tu nombre.

Tú eres toda amor, amor total a Dios y amor misericordiosísimo a los hombres, tus pobres hijos. Eres el lado misericordioso y tierno del amor de Dios a los hombres, como si tu fueses la especie sacramental a través de la cual Dios se revela y se da como ternura, amor y misericordia.

Estoy escribiendo una carta a la Madre de Dios: Esa es tu grandeza incomparable. Eres la gota de rocío que engendra a la nube de la que Tú procedes.

Me mereces un respeto total, al considerar que la sangre que tu hijo derramó en el Calvario es la sangre de una mártir, es tu propia sangre; porque Dios, tu hijo, lleva en sus venas tu sangre, María.

Pero el respeto que me mereces como Madre de Dios se transforma en ímpetu de amor, al saber que eres mi madre desde Belén, desde el Calvario, y para siempre.

Y por eso, después de Dios me quieres como nadie. Yo sé que todos los amores juntos de la tierra no igualan al que Tú tienes por mí. Si esto es verdad, no puedo resistir la alegría tremenda que siento dentro de mi corazón.

Pero ese amor es algo muy especial, porque soy otro Jesús en el mundo, alter Christus.
Tú lo supiste esto antes que ningún teólogo, desde el principio de la redención. No puedo creer que me mires con mucho respeto.

Para ti un sacerdote es algo sagrado. Agradezco a tu Hijo, al Niño aquél, maravilla del mundo, que todavía contemplo reclinado en tus brazos, su sonrisa, su caricia y su abrazo que quedaron impresos a fuego en mi corazón para siempre.


Oh bendito Niño que nos vino a salvar.
Oh bendita Madre que nos lo trajiste.

Contigo nos han venido todas las gracias, por voluntad de ese Niño. Todo lo bueno y hermoso que me ha hecho, me hace y me hará feliz, tendrá que ver contigo. Por eso te llamamos con uno de los nombres más entrañables: Causa de nuestra alegría.

He sabido que tu Hijo dijo un día: "Alegraos más bien de que vuestos nombres estén escritos en el cielo" Sí. Escritos en el cielo por tu mano, Madre amorosísima. Cuando dijiste sí a Dios, escribiste nuestos nombres en la lista de los redimidos. Y esta alegría nos acompaña siempre, porque Tú tambien como Jesús estás y estarás con nosotros todos los días de nuestra vida.

¡Qué hermosa es la vida contigo, junto a ti, escuchándote, contemplando tus ojos dulcísimos y tu sonrisa infinita! También como a Dios, yo te quiero con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas.

Sigo escribiendo mi carta a la que es puerta del cielo. ¡Cómo he soñado desde aquel día, en que experimenté el cielo en aquella cueva, en vivir eternamente en ese paraíso! Junto a Dios y junto a ti, porque eso es el cielo. La puerta de la felicidad eterna, sin fin, tiene una llave que se llama María.

Cuanto anhelo ese momento en que tu mano purísima me abra esa puerta del cielo eterno y feliz.

Oh Madre amantísima, eres digna de todo mi amor, por lo buena que eres, por lo santa, santísima que eres, la Inmaculada, la llena de gracia, por ser mi Madre, por lo que te debo: una deuda infinita, porque, después de Dios, nadie me quiere tanto, por tu encantadora sencillez.

Yo sé, Madre mía, que, después de ver a Dios, el éxtasis más sublime del cielo será mirarte a los ojos y escuchar que me dices: Hijo mío, Y sorprenderme a mí mismo diciendo: Madre bendita, te quiero por toda la eternidad.

Oh Virgen clementísima, Madre del hijo pródigo -Yo soy el hijo pródigo de la parábola de tu hijo- que aprendiste de Jesús el inefable oficio de curar heridas, consolar las penas, enjugar las lágrimas, suavizar todo, perdonar todo. Perdóname todo y para siempre, oh Madre.

Bellísima reina, Madre del amor hermoso, toda hermosa eres,María. Eres la delicia de Dios, eres la flor más bella que ha producido la tierra. Tu nombre es dulzura, es miel de colmena. Dios te hizo en molde de diamantes y rubíes. Y después de crearte, rompió el molde. Le saliste hermosísima, adornada de todas las virtudes, con sonrisa celestial...

Y cuando Él moría en la cruz, nos la regaló.
Por eso, Tú eres toda de Jesús por derecho.
y toda de nosotros por regalo.

Todo tuyo y para siempre.




CONCLUSIÓN:

Asistimos hoy al desamparo de muchas madres que sufren antes de crear hijos, que siguen sufriendo al engendrarlos, y sufren mucho más al tener que educarlos, por no mencionar a las madres que suprimen a algún hijo. Todas tienen una Abogada en el cielo, que les ayuda misericordiosamente por ser Ella también mujer y madre. Todas las que deseen saber cómo es, cómo ama y cómo se realiza una mujer deben mirar al cielo y contemplar a su celestial patrona e intercesora, la redentora de la mujer, de su maternidad, de su amor y de su felicidad en la tierra y en el cielo. 



Oración:

El cielo es tu sitio, Virgen María. Y el cielo es también el sitio para tus hijos. No permitas que los hijos de una madre que vivió y murió de amor, vivan y mueran de hastío. Llévanos al cielo. Haznos vivir en la tierra como quienes están de paso hacia la felicidad eterna. Que dejemos pasar lo pasajero y nos aferremos a lo eterno. Amén.
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