lunes, 27 de junio de 2016

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA 
DEL PERPETUO SOCORRO


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.

Amén

EL SEÑOR NOS PIDE QUE NOS MIREMOS AL ESPEJO ANTES DE JUZGAR


El Señor nos pide que nos miremos 
al espejo antes de juzgar



Antes de juzgar a los otros es necesario mirarse al espejo y ver cómo somos. Es la invitación del papa Francisco en la misa de esta mañana celebrada en Santa Marta, la última antes del descanso por el verano. El Pontífice ha subrayado que lo que diferencia el juicio de Dios del nuestro no es la omnipotencia sino la misericordia.

Reflexionando sobre el Evangelio del día, el Santo Padre ha recordado que el juicio pertenece solo a Dios y por eso si no queremos ser juzgados también nosotros debemos juzgar a los otros. Todos nosotros queremos que en el Día del Juicio, “el Señor nos mire con benevolencia, que el Señor se olvide de muchas cosas feas que hemos hecho en la vida”, ha asegurado.

Por eso si “tú juzgas continuamente a los otros con la misma medida, tú serás juzgado”. El Señor nos pide que nos miremos al espejo. “Mírate al espejo, pero no para maquillarte, para que no se vean las arrugas. No, no, no, ¡ese no es el consejo! Mírate al espejo para mírate a ti, como tú eres”, ha invitado Francisco. Querer quitar la paja del ojo ajeno, mientras que en tu ojo hay una viga. El Señor dice que cuando hacemos esto hay solo una palabra para definirlo: “hipócrita”.

Por eso, el Pontífice ha observado que se ve que el Señor aquí “se enfada un poco”, dice que somos hipócritas cuando nos ponemos “en el sitio de Dios”. Y así, ha recordado que esto es lo que la serpiente ha convencido a hacer a Adán y Eva: “si coméis de esto seréis como Él”. Ellos –ha precisado– querían ponerse en el sitio de Dios.

Asimismo ha explicado que por esto es tan feo juzgar. El juicio corresponde solo a Dios. “A nosotros el amor, la comprensión, el rezar por los otros cuando vemos cosas que no son buenas, pero también hablar con ellos: pero, mira, yo veo esto, quizá…’ pero no juzgar”, ha aseverado.

El Santo Padre ha proseguido su homilía subrayando que cuando juzgamos “nos ponemos en el sitio de Dios” pero “nuestros juicio es un juicio pobre” , nunca “puede ser un juicio verdadero”. Y nuestro juicio no es como el de Dios no por su omnipotencia, sino “porque a nuestros juicio le falta misericordia, y cuando Dios juzga, juzga con misericordia”.

Finalmente, el Papa ha invitado a pensar hoy en lo que el Señor nos dice: no juzgar para no ser juzgados, la medida con la que juzgamos será la misma que usarán con nosotros y mirarnos al espejo antes de juzgar. De lo contrario seremos un “hipócrita” porque me pongo en el sitio de Dios y porque nuestro juicio es pobre porque le falta algo importante que tiene el juicio de Dios, le falta misericordia.

Fuente: Zenit

DAME, SEÑOR, UN CORAZÓN


Dame, Señor, un corazón 



Dame, Señor, un corazón que escuche,
un corazón capaz de escuchar
hasta lo más hondo de tu Palabra,
capaz de entender tu propio secreto.

Dame, Señor, un corazón capaz de escuchar
el sentido de la historia:
a tu Hijo, hecho historia y clavado en la cruz.

Dame, Señor, un corazón capaz de escuchar
ese momento de crucifixión,
de la entrega de su vida,
para entenderlo con mi propia vida.

Dame, Señor, un corazón capaz de escuchar
el rumor de los pobres
que sube hasta Ti clamando justicia.

Dame, Señor, un corazón capaz de escuchar
los anhelos y las esperanzas de los hombres de hoy,
para descubrir la presencia actual de tu Cruz
y la entrega que ahora me pides.

Dame, Señor, un corazón capaz de escuchar
la experiencia del hombre,
de cada hombre,
para ser así capaz de anunciarle tu Noticia Buena.

¡Dame, Señor, un corazón semejante al tuyo!.



Percival Cowley, SS.CC.

HOY SE CELEBRA NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO, 27 DE JUNIO

Hoy se celebra a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Por Abel Camasca



 27 Jun. 16 (ACI).- El 27 de junio se celebra la Fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de los Padres Redentoristas y cuyo icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso.

Esta imagen recuerda el cuidado de la Virgen por Jesús, desde su concepción hasta su muerte, y que hoy sigue protegiendo a sus hijos que acuden a ella.

Se dice que en el siglo XV un comerciante adinerado del Mar Mediterráneo tenía la pintura del Perpetuo Socorro, aunque se desconoce el cómo llegó a sus manos. Para proteger el cuadro de ser destruido, decidió llevarlo a Italia y en la travesía se desató una terrible tormenta.

El comerciante tomó el cuadro en alto, pidió socorro y el mar se calmó. Estando ya en Roma, él tenía un amigo, a quien le mostró el cuadro y le dijo que un día el mundo entero rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.


Después de un tiempo, el mercader enfermó y, antes de morir, le hizo prometer a su amigo que colocaría la pintura en una iglesia ilustre. Sin embargo, la esposa del amigo se encariño con la pintura y este no realizó su promesa.

Nuestra Señora se le apareció al hombre en varias ocasiones pidiéndole cumpliera, pero al no querer disgustar a su mujer, enfermó y murió. Más adelante la Virgen habló con la hija de seis años y le dio el mismo mensaje de que deseaba que el cuadro fuera puesto en una iglesia. La pequeña fue y se lo contó a su madre.

La mamá se asustó y a una vecina que se burló de lo ocurrido le vinieron unos dolores tan fuertes que solo se alivió cuando invocó arrepentida la ayuda de la Virgen y tocó el cuadro. Nuestra Señora se volvió a aparecer a la niña y le dijo que la pintura debía ser puesta en la iglesia de San Mateo, que quedaba entre las Basílicas Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Finalmente, así se hizo y se obraron grandes milagros.

Siglos después, Napoleón destruyó muchas iglesias, entre ellas la de San Mateo, pero un padre agustino logró llevarse secretamente el cuadro y más adelante fue colocado en una capilla agustiniana en Posterula.

Los Redentoristas construyen la Iglesia de San Alfonso sobre las ruinas de la iglesia de San Mateo y en sus investigaciones descubrieron que antes ahí estaba el milagroso cuadro de del Perpetuo Socorro y que lo tenían los Agustinos. Gracias a un sacerdote jesuita conocieron el deseo de la Virgen de ser honrada en ese lugar.

Es así que el superior de los Redentoristas solicitó al Beato Pío IX, quien dispuso que el cuadro fuera devuelto a la Iglesia entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Asimismo, encargó a los Redentoristas que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida.

Los Agustinos, una vez que supieron la historia y el deseo del Pontífice, gustosos devolvieron la imagen mariana para complacer a la Virgen.

Hoy en día la devoción a Nuestra Señora del perpetuo Socorro se ha expandido por diversos lugares, construyéndose iglesias y santuarios en su honor. Su retrato es conocido y venerado en todas partes del mundo.

ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


Oración a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro 



¡Santísima Virgen María, que para inspirarme confianza habéis querido llamaros Madre del Perpetuo Socorro! Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar; en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concédeme, ¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos; porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme. Alcanzadme, pues, la gracia de acudir a Vos sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de que obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final. Bendecidme y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Rogad a Jesús por mí, y salvadme.




Oración a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro 


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido.

En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.

Amén.




Oración a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro 

Santísima y siempre pura Virgen María, Madre de Jesucristo, Reina del mundo y Señora de todo lo creado; que a ninguno abandonas, a ninguno desprecias ni dejas desconsolado a quien recurre a Ti con corazón humilde y puro. No me deseches por mis gravísimos e innumerables pecados, no me abandones por mis muchas iniquidades, ni por la dureza e inmundicia de mi corazón me prives de tu gracia y de tu amor, pues soy tu hijo.

Escucha a este pecador que confía en tu misericordia y piedad: socórreme, piadosísima Madre del Perpetuo Socorro, de tu querido Hijo, omnipotente Dios y Señor nuestro Jesucristo, la indulgencia y la remisión de todos mis pecados y la gracia de tu amor y temor, la salud y la castidad y el verme libre de todos los peligros de alma y cuerpo.

En los últimos momentos de mi vida, sé mi piadosa auxiliadora y libra mi alma de las eternas penas y de todo mal, así como las almas de mis padres, familiares, amigos y bienhechores, y las de todos los fieles vivos y difuntos, con el auxilio de Aquel que por espacio de nueve meses llevaste en tu purísimo seno y con tus manos reclinaste en el pesebre, tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo, que es bendito por los siglos de los siglos.

Amén.



Oración a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro 

Oh Madre del Perpetuo Socorro, concédeme la gracia de que pueda siempre invocar tu bellísimo nombre ya que él es el Socorro del que vive y Esperanza del que muere. Ah María dulcísima, María de los pequeños y olvidados, haz que tu nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida. Cada vez que te llame, Madre mía, apresúrate a socorrerme, pues, en todas mi tentaciones, y en todas mis necesidades propongo no dejar de invocarte diciendo y repitiendo: María, María, Madre Mía.

Oh qué consuelo, qué dulzura, qué confianza, qué ternura siente todo mi ser con sólo repetir tu nombre y pensar en ti, Madre Mía. Bendigo y doy gracias a Dios que te ha dado para bien nuestro ese nombre tan dulce, tan amable y bello. Mas no me contento con pronunciar tu bendito nombre, quiero pronunciarlo con amor, quiero que el amor me recuerde que siempre debo acudir a ti, Madre del Perpetuo Socorro.

Amén.





Súplicas a nuestra Señora del Perpetuo Socorro en alivio de las almas del Purgatorio.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tan grande es tu bondad, que no puedes descubrir miserias sin compadecerte. Mira, te suplicamos, con caritativos ojos las afligidas almas que sufren en el purgatorio, sin poderse procurar alivio alguno en sus tremendas penas, y muévete a compasión. Por tu piedad y por el amor que tienes a Jesús, te pedimos mitigues sus sufrimientos, y les procures eterno descanso. Pero ¡ah! ¡Cuán dolorosa debe  ser para tu maternal corazón la conducta de innumerables cristianos, que dejan en el olvido a las pobres almas del purgatorio! ¡Esperan nuestros sufragios y apenas hay quien se acuerde de ellas! ¡O María! dígnate inspirar a todos los fieles una tierna y viva compasión por nuestros hermanos difuntos; comunícales un ardiente deseo de ofrecer por ellas obras satisfactorias, y ganar, en su favor, cuantas indulgencias les sean aplicables, a fin de que pronto vayan a gozar de Dios. Oye ahora las súplicas que por ellas te hacemos:

Para que salgan de aquella tenebrosa cárcel, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.

Para que Dios les perdone la pena de sus pecados (*)

Para que se abrevie el tiempo de sus sufrimientos,

Para que se apaguen sus llamas abrasadoras,

Para que un rayo de luz celestial ilumine sus horrendas tinieblas,

Para que alcancen alivio en sus penas y amargas angustias,

Para que su tristeza se cambie en perpetua alegría, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.

Para que se mitigue su ardiente sed de los bienes eternos, (*)

Para que se llenen pronto sus deseos vivísimos de entrar en la gloria.

Por las almas de nuestros padres e hijos, 

Por las almas de nuestros parientes,

Por las almas de nuestros amigos, 

Por las almas de nuestros bienhechores, 

Por las almas que sufren en aquellas llamas por culpa nuestra,

Por las almas de aquellos, que en su vida nos hicieron sufrir,

Por las almas más desamparadas,

Por las almas que sufren mayores tormentos,

Por las almas que están más cerca de entrar en el cielo,

Por las almas que durante su vida te han amado más a ti y a tu divino Hijo, 

Por las almas de aquellos que sufren hace más tiempo,

Por todas las benditas almas del purgatorio,

Por tu inefable misericordia,

Por tu inmenso poder, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad, (*)

Por tu maternal bondad, 

Por tu incomparable maternidad, 

Por tus preciosas lágrimas,

Por tus acerbos dolores, 

Por tu santa muerte,

Por las cinco llagas de tu amado Hijo,

Por su dolorosísima muerte en el árbol de la Cruz,

Para que se apliquen con abundancia a los difuntos las súplicas de los vivos,

Para que la gloriosa legión de los santos las socorra sin cesar, 

Para que los nueve coros de los ángeles las reciban con regocijo,

Para que tus ojos maternales les echen una mirada de compasión,

Para que las haga felices la vista de tu divino Hijo, Para que por la contemplación de la Santísima Trinidad sean bienaventuradas,

Para que se haga cada día más fervorosa nuestra devoción a las almas,

Para que se ofrezcan siempre más y más oraciones, indulgencias y obras satisfactorias por ellas,

Para que nosotros recibamos el premio eterno de nuestra devoción a las almas, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.
Para que las almas, que hayamos librado del purgatorio, hagan un día lo mismo con nosotros, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.

Oración: ¡Oh Madre compasiva del Perpetuo Socorro!, mira te ruego, a esas afligidas almas que la justicia de Dios tiene sumergidas en las llamas del purgatorio. Ellos son caros objetos del amor de tu divino Hijo; ellas lo han amado durante su vida, y al presente se abrasan en deseos de verle y poseerle; pero no pueden romper sus cadenas por sí mismas, ni salir del fuego terrible que las devora. ¡Conmueva tu tierno corazón la vista de su dolor!  Dígnate consolar a esas almas que te aman y suspiran sin cesar por Ti; son hijas tuyas, muestra que eres para ellas Madre del Perpetuo Socorro. Visítalas, mitiga sus penas, abrevia sus sufrimientos, y apresúrate a librarlas alcanzando de tu divino Hijo les aplique los méritos infinitos del santo sacrificio que por ellas se celebra.
Amén.
Un Credo por los devotos.


Cortesía de: José Gálvez Krüger

FELIZ LUNES!!


domingo, 26 de junio de 2016

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA 


Madre mía: Desde que amanece el día, bendíceme; 
en lo rudo del trabajo, ayúdame; 
si vacilo en mis buenas decisiones, fortaléceme; 
en las tentaciones y peligros, defiéndeme; 
si desfallezco, sálvame y al cielo llévame.
Amén.

LA NIETA QUE SALVÓ A SU ABUELO

LA NIETA QUE SALVÓ A SU ABUELO



En un lugar del Perigord (Francia), ejercía su profesión un médico, a quien nadie hacía referencia  por su propio nombre, sino al que todos llamaban «el buen Doctor»,Y en verdad merecía este título, porque era realmente bueno con todos, y, sobre todo, con los 
pobres.

Sin embargo, el doctor no era un hombre religioso. No es que fuese descreído. No llegaba a tanto. Más bien era «indiferente». Así, se daba el caso de que desde la fecha lejana de su matrimonio no se habla preocupado de recibir los sacramentos...

Los muchos años y la excesiva actividad profesional desarrollada postraron al doctor en el lecho,  con irreparable agotamiento. Toda esperanza de curación quedaba descartada. ¡Y «el buen Doctor» iba a morir en la impiedad!


Este pensamiento y temor torturaba el corazón de una nieta que le acompañaba en aquella ocasión. La niña era un ángel de dulzura y de piedad. Sentada junto al enfermo, lo entretenía y cuidaba. Y mientras descansaba el anciano, dirigía con lágrimas esta plegaria al cielo:

«Oh, Virgen buena, Vos que sois todo misericordia y todo lo podéis, moved a penitencia el corazón de mi abuelo! No permitáis, santa Madre de Dios, que muera sin auxilios espirituales. En vos, Madre mía, tengo puesta toda mi confianza.» Y tras de esa oración rezaba las fres Avemarias...

Una tarde, con el fin de distraer a su abuelo, la niña empezó a pasar revista al contenido de una gran cartera donde aquél había ido dejando recuerdos de pasados tiempos... Sus ojos se detuvieron en un sobre viejo, y exclamó:

—Una antigua carta, abuelo. ¿De quién será que la has conservado?...
El anciano le respondió:
—Léela y haremos memoria.

Y la joven leyó:
«Mi querido ahijado: ¡Cuánto siento no poder abrazarte antes de que te marches a París!, pero me es imposible ir a verte. Estoy atada a la cama por mi reumatismo. Seguramente no volverás a ver aquí abajo a tu vieja madrina, y por esto te pido escuches mis consejos, que serán los últimos.

«Tú sabes que París ha sido siempre un abismo, y ante ese peligro tiemblo por ti. Sé un hombre fuerte, de buen temple, firme en la fe. Permanece fiel al Dios de tu bautismo, que has de ver en la eternidad.- Yo te pongo bajo la protección de la Santísima Virgen María, y te recomiendo encarecidamente seas constante en la práctica de piedad que desde muy niño tuviste de rezar mañana y noche las tres Avemarias... «Rogará por ti tu madrina, que te estrecha fuertemente sobre su corazón...»

La carta, que tenía fecha de hacía cuarenta y ocho años, produjo una honda emoción al doctor. Rememoró los años despreocupados de su juventud, sus extravíos y ligerezas, su alejamiento de los actos de culto y el abandono de sus devociones. Pensó también en sus tareas profesionales y en su vida familiar y se detuvo recordando a su bondadosa madrina, que murió a los pocos meses de escribir aquella carta. Ella le había enseñado a rezar las tres Avemarias en su infancia...

Sintió el doctor un vivo impulso de gratitud hacia esa mujer buena, cuyos buenos consejos no siguió. Y mirando tiernamente a la nieta, balbuceó:

—¡Por mi madrina!... Dios te salve, María...
Y rezó las tres Avemarias juntamente con la nieta, que, con íntimo gozo, sonreía y lloraba a la vez.

¡Estaba ganado para Dios «el buen Doctor»!...
—Llama al Padre —dijo el enfermo—, porque he de contarle estas cosas.

Acudió el sacerdote diligentemente, y el doctor hizo su confesión con singular fervor, Al día siguiente empeoró alarmantemente y hubo que administrarle el Santo Viático... Con paso acelerado se aproximaba la muerte.

Cogió «el buen Doctor» con dificultad una mano de su nieta y, haciendo un gran esfuerzo, le dijo:
—Esto se acaba..., reza conmigo las tres Avemarías,,,
Al terminar la tercera Avemaria expiró dulcemente.

PAPA FRANCISCO Y LÍDER ARMENIO: ECUMENISMO DE SANGRE TRASCIENDE DIVISIÓN ENTRE CRISTIANOS


Papa Francisco y líder armenio: Ecumenismo de sangre trasciende división entre cristianos
Por Alvaro de Juana




EREVÁN, 26 Jun. 16  (ACI).- El Papa Francisco y el líder de la Iglesia Armenia, el Catholicós Karin II, han firmado una Declaración conjunta en la que condenan los fundamentalismos religiosos y la persecución que sufren en la actualidad los cristianos. También hablan de la familia y de la unidad.

En el texto, ambos líderes denuncian que “las minorías étnicas y religiosas se han convertido en el objetivo de persecuciones y de tratamientos crueles, hasta el punto de que tales sufrimientos por pertenecer a una confesión religiosa se han transformado en una realidad diaria”.

“Los mártires pertenecen a todas las Iglesias y su sufrimiento constituye un ecumenismo de sangre que trasciende las divisiones históricas entre cristianos, llamándonos a todos nosotros a promover la unidad visible de los discípulos de Cristo”.

Ambos aseguran su oración “para un cambio de corazón en todos aquellos que comenten tales crímenes y en aquellos que se encuentran en condiciones de detener la violencia”.

Asimismo dan gracias a Dios “por la continua y creciente cercanía en la fe y en el amor entre la Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica en el testimonio común al mensaje del Evangelio en un mundo lacerado por conflictos y deseos de consuelo y esperanza”.


El documento recuerda también la histórica visita de San Juan Pablo II en 2001 y asegura que el “exterminio de un millón y medio de cristianos armenios” es “el primer genocidio del Siglo XX”.

Todavía, “somos por desgracia testigos de una inmensa tragedia que sucede ante nuestros ojos: de innumerables personas inocentes asesinadas, deportadas u obligadas a un doloroso e incierto exilio por continuos conflictos con base ética, política y religiosa en Oriente Medio y en otras partes del mundo”, denuncia el documento.

“Imploramos a los jefes de las naciones que escuchen la petición de millones de seres humanos que esperan con ansia paz y justicia en el mundo, que piden el respeto de los derechos dados a ellos por Dios, que tienen necesidad urgente de pan, no de armas”.

El texto también denuncia que “por desgracia, asistimos a una presentación de la religión y de los valores religiosos en un mundo fundamentalista, que viene usado para justificar la difusión del odio, de la discriminación y de la violencia”.

“La justificación de tales crímenes –dice la Declaración conjunta- sobre la base de ideas religiosas es inaceptable porque Dios no es un Dios de desorden sino de paz”.

El documento también plantea que al ser cristianos “estamos llamados a buscar y desarrollar vías de reconciliación y de paz”.

Ambos líderes piden también “a los fieles de nuestras Iglesias” que abran “sus corazones y sus manos a las víctimas de la guerra y del terrorismo, a los refugiados y a sus familias”.

El Catholicós y el Papa reconocen que ya se ha hecho mucho, pero “se puede hacer mucho más por los responsables políticos y la comunidad internacional para asegurar el derecho de todos a vivir en paz y seguridad, para sostener el estado de derecho, para proteger las minorías religiosas y étnicas, para combatir el tráfico y el contrabando de seres humanos”.

El texto también aborda la perdida de fe del mundo y explica que “la secularización de amplios sectores de la sociedad, su alienación por aquellos que es espiritual y divino conduce inevitablemente a una visión desacralizada y materialista del hombre y de la familia humana”.

“A este respecto, estamos preocupados por la crisis de la familia en muchos países”, explican. “La Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica comparten la misma visión de la familia, basada en el matrimonio, hecho de gratuidad y de amor fiel entre un hombre y una mujer”.

ESTAMPAS DEL SANTO ROSARIO, LOS MISTERIOS GLORIOSOS



















YO QUISIERA SER


Yo quisiera ser



Yo quisiera ser plato de sopa caliente para el mendigo,
sonrisa joven para el anciano,
mano blanca que estrecha la del hermano de color,
voz que tranquiliza en el miedo de la noche,
palabra de consuelo para secar una lágrima,
palabra de amor que desarma,
brisa marina en la frente del drogadicto,
un barrote de menos para el prisionero,
humilde flor en una choza,
viento cálido en la tundra,
lluvia fina en el desierto,
y, para quien desee ascender al Cielo,
querría ser escalera. 


Javier López

NO DIGAS NUNCA....


No digas nunca…



Es maravilloso el número de cosas imposibles que la gente entusiasta y decidida logra realizar.  “El entusiasmo es el brillo en nuestros ojos, la vivacidad en nuestro andar, la fuerza en nuestras manos, el ímpetu irresistible de nuestra voluntad y de nuestras energías que nos lleva a realizar nuestras ideas. El entusiasmo es la levadura que hace crecer nuestras esperanzas hasta alcanzar las estrellas”.

No digas nunca: "Es imposible". Propón soluciones concretas. Tampoco digas: "No soy capaz de lograrlo". Busca cómo dar pequeños pasos. No te excuses, diciendo: "No me acompaña la suerte". La suerte la haces tú, no ella a ti. No te acostumbres a decir: "Lo dejaré para mañana". Recuerda que el hoy es lo que importa. No digas nunca: "No me van a comprender". Explica lo que quieres una y otra vez. No te encierres en el: "No me servirá de nada". Te sorprenderás de lo mucho que sirve. No te excuses: "Lo he intentado muchas veces". Te falta la siguiente y la definitiva. No digas nunca: "Nadie me apoya". Cuenta tú con ti mismo y los demás te ayudarán. No digas nunca: "Ya no puedo más". Tú puedes si quieres: rebaja y revisa las metas.

“Los entusiastas son los triunfadores. Ellos tienen fortaleza, tienen tenacidad. El entusiasmo es la base de todo progreso. Con él se consigue crear. Sin él, todo son excusas”. El entusiasta tiene una gran confianza en Dios, que es también sana confianza en sí mismo, en los demás y en la vida. Sentimiento poderoso que disipa los fantasmas nefastos de los temores.


* Enviado por el P. Natalio

FELIZ DOMINGO!!!


sábado, 25 de junio de 2016

ESTAMPAS CON ORACIONES AL CORAZÓN DE MARÍA



MARÍA, CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA


María, causa de nuestra alegría
Si queremos vivir alegres, en un ambiente de tristeza, ¿por qué no contamos más con María?


Por: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net 




Se ha observado muchas veces dentro de nuestro entorno religioso que las almas amantes de la Virgen María gozan y esparcen una alegría especial. Es un hecho comprobado y que nadie puede negar. La Virgen arrastra a multitudes hacia sus santuarios. Ante su imagen se congregan las gentes con flores, con velas, y rezan y cantan con fervor y entusiasmo inigualable. Y sobre ese ambiente flota un aire de paz y de alegría que no se da en otras partes. ¿Por qué será?... Una respuesta nos sale espontánea de los labios, y no nos equivocamos: ¡Pues, porque están con la Madre!...

Si esta es la razón más poderosa. Entonces, si queremos vivir alegres, y ser además apóstoles de la alegría para desterrar de las almas la tristeza, ¿por qué no contamos más con María?...

Partamos de la realidad familiar. Se trata de un hogar bien constituido. La madre ha sido siempre el corazón de ese hogar y los hijos se han visto siempre también amparados por el calor del corazón más bello que existe. ¿Puede haber allí tristeza?...
Aún podemos avanzar un poco más en nuestra pregunta, y plantear la cuestión de otra manera diferente.

Se trata de un hijo que viene con un fracaso espantoso, del orden que sea. No sabe dónde refugiarse. Pero llega a la casa y se encuentra con la madre que le está esperando. ¿Cabrá allí la desesperación? ¿Dejarán de secarse las lágrimas de los ojos? ¿Volverán los labios a sonreír?...

Todas estas cuestiones están de más. Sabemos de sobra que el amor de una madre no falla nunca. Y al no fallar su amor, al lado de ella la tristeza se hace un imposible.
Esto que nos pasa a todos en el seno del hogar cuando contamos con la bendición de una madre, es también la realidad que se vive en la Iglesia. Dios ha querido que en su Iglesia no falte la madre, para que en esa casa y en ese hogar del cristiano, como es la Iglesia, no sea posible la tristeza, pues se contará en ella con el ser querido que es siempre causa de alegría.

Por eso Cristo, moribundo en la Cruz, declaró la maternidad espiritual de María, nos la dio por Madre, y nosotros la aclamamos gozosos: ¡Madre de la Iglesia!.
Por eso el pueblo cristiano, con ese instinto tan certero que tiene --como que está guiado por el Espíritu Santo-- llama a María Causa de nuestra alegría.

Unos jóvenes ingeniosos, humoristas y cristianos fervientes, hicieron suyo un eslogan publicitario, que aplicaron a María y lo cantaban con ardor:
- Y sonría, sonría, con la protección de la Virgen cada día.
Habían cambiado el nombre de una pasta dentífrica por el nombre más hermoso, el de la Virgen. ¡Bien por la imaginación de nuestros simpáticos muchachos!...

Esos jóvenes cantaban de este modo su ideal y pregonaban por doquier, de todos modos y a cuantos quisieran oírles, su amor a la más bella de las mujeres.

Amar a la Virgen es tener el alma llena de juventud, de ilusiones, de alegría. Un amar que lleva a esparcir siempre en derredor ese optimismo que necesita el mundo.

Amar y hacer amar a la Virgen alegra forzosamente la vida. La mujer es el símbolo más significativo del amor, el ser más querido del amor, el difusor más potente del amor.

Y mujer como María no hay, la mujer más bella salida de la mano de Dios.
María, al dar amor, llenará de alegría, de canciones y de flores el mundo; porque, donde existe el amor, no mueren ni menguan nunca la felicidad, la belleza, el cantar...

Alegría y cantar de los que el mundo moderno está tan necesitado.
Alegría la más sana. Cantar el más puro a la más pura de las mujeres.
Con María, las caras aparecen radiantes, con la sonrisa siempre a flor de labios, como un rayo primaveral.
Ser apóstol de María es ser apóstol de la felicidad.

Llevemos María al que sufre soledad, y le haremos sonreír.
Llevemos María al tímido, y lo convertiremos en decidido y emprendedor.
Llevemos María al triste, y el que padece comenzará a disfrutar.
Llevemos María al anciano, y lo veremos volver a los años felices de la juventud.
Llevemos María al pecador, y veremos cómo el culpable vuelve muy pronto a su Dios.
Llevemos María a nuestro propio hogar, y veremos lo que será nuestra familia con dos madres juntas, que no son rivales celosas, sino dos amigas inseparables.
Llevemos María a nuestros amigos, ¡y sabremos lo que es amarnos con una mujer como Ella en medio del grupo!...

Hemos dicho antes que la piedad cristiana, siempre conducida por el Espíritu Santo, llama a la Virgen: Causa de nuestra alegría.
No puede ser de otra manera. Porque María nos trae y nos da siempre a Jesús, el que es el gozo del Padre, el pasmo de los Angeles, la dicha colmada de los Santos.

Como los jóvenes aquellos, junto con la plegaria, tenemos siempre en los labios el nombre de María, y sabemos decirnos:
- Sonría, sonría, con la protección de la Virgen cada día....

BIENVENIDOS!!!


viernes, 24 de junio de 2016

LA PUREZA


La pureza



Hoy el mundo se burla de esta virtud, porque por todos los medios de comunicación social, especialmente la televisión, exalta y promueve toda clase de impureza. Pero el sexto mandamiento no ha sido abolido por Dios, sigue en vigencia, y los que no lo cumplen pecan gravemente y, si mueren en ese estado, se condenan para siempre al infierno.

El demonio de la lujuria ha sabido introducirse en todas partes y ya todas las naciones se han embriagado con su copa. La moda, cada vez más provocativa y escandalosa, ya no tiene reparos en nada, y así se hace cada día más difícil mantenerse en pie en este pantano que es el mundo actual. Hoy más que nunca este mundo está en poder del Príncipe de las tinieblas, de Satanás, que reina casi sin oposición.

Pero dice el Apocalipsis que en este tiempo aparece en el cielo un gran signo, una Mujer vestida de Sol. Es la Virgen, que viene en ayuda de sus hijos y a combatir al demonio y todos sus secuaces. Ahora, el que quiera conservarse puro y casto debe, necesariamente, cobijarse bajo su manto, porque Ella es la Virgen Pura que transmite su pureza inmaculada a sus hijos y devotos.

Ya dice el Señor en el Evangelio que si nuestro ojo está malo, todo nuestro ser estará en tinieblas, y es por el sentido de la vista que entra el pecado. Por eso, para preservarnos de este mal, es necesario que acostumbremos a los ojos a las miradas puras y honestas, evitando todo espectáculo o imagen obscena o peligrosa para la conservación de esta virtud.

No descendamos al abismo con la mayoría, pues hoy la mayor parte de la humanidad desciende más bajo que los brutos y una mínima parte es la que sube hacia Dios. No hay términos medios: o se sube o se baja, nunca en la vida espiritual se queda uno estancado, sino que o avanza o retrocede. Ya lo dice Jesús en el Apocalipsis: Que el santo se santifique más, y que el pecador peque más aún, vengo pronto.

¡Ave María purísima!  ¡Sin pecado concebida!
* Sitio Santísima Virgen

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


Madre mía: Desde que amanece el día, bendíceme; 
en lo rudo del trabajo, ayúdame; 
si vacilo en mis buenas decisiones, fortaléceme; 
en las tentaciones y peligros, defiéndeme; 
si desfallezco, sálvame y al cielo llévame.
Amén.
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