viernes, 18 de noviembre de 2016

HOY 18 DE NOVIEMBRE SE INICIA LA NOVENA EN HONOR A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA


Hoy 18 de noviembre se inicia la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa



 (ACI).- “Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden”, le dijo Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa a Santa Catalina Labouré cuando le explicaba el significado de algunos de los símbolos que aparecen en la medalla y que actualmente millones de fieles llevan con devoción en todo el mundo.


Cercanos a la fiesta de Virgen de la Medalla Milagrosa, que se celebra cada 27 de noviembre, aquí una novena para pedir la intercesión de la Madre de Dios que quiso que su imagen quedara acuñada en un humilde objeto como signo de su maternal cuidado y protección.



Primer Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa


Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen

Oración para todos los días

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.

Lectura bíblica del primer día: Lucas 1,26-31.

Meditación: Cuando María recibió el anuncio del ángel y aceptó los planes de Dios, no conocía muchos detalles, pero se puso ciegamente en las manos de su Señor. Ese será el mérito de nuestra fe: confiar plenamente en la bondad y providencia divinas.

Breve historia

En una medianoche iluminada con luz celeste como de Nochebuena -la del 18 de julio de 1830- se apareció por primera vez la Virgen Santísima a Santa Catalina Labouré, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl.

Y le habló a la santa de las desgracias y calamidades del mundo con tanta pena y compasión que se le anudaba la voz en la garganta y le saltaban las lágrimas de los ojos.

¡Cómo nos ama nuestra Madre del Cielo! ¡Cómo siente las penas de cada uno de sus hijos! Que tu recuerdo y tu medalla, Virgen Milagrosa, sean alivio y consuelo de todos los que sufren y lloran en desamparo.

Súplica a Nuestra Señora

Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.

Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.

Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.

Oración final

Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Segundo Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa


Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen

Oración para todos los días

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.

Lectura bíblica del segundo día: Lucas 1, 30-38

Meditación: María creyó en su Hijo, Jesús, en todo momento, aún crucificado y muerto. Cree en Dios, en el amor de Dios, y cree cuando las cosas te salgan bien y cuando te salgan mal. Que nada te haga dudar del amor de Dios.

Profundización

En su primera aparición, la Virgen Milagrosa enseñó a Santa Catalina la manera como había de portarse en las penas y tribulaciones que se avecinaban.

"Ven al pie de este altar –le decía la celestial Señora-, aquí se distribuirán las gracias sobre cuantas personas las pidan con confianza y fervor, sobre grandes y pequeños."

Que la Virgen de la santa medalla y Jesús del sagrario sean siempre luz, fortaleza y guía de nuestra vida.

Súplica a Nuestra Señora

Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.

Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.

Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.

Oración final

Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Tercer Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa

Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen

Oración para todos los días

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.

Lectura bíblica del tercer día: Juan 13, 34-35

Meditación: En su vida, María se preocupaba más por amar que por comprender, vivía todo en la dimensión del amor. ¡Qué distinta sería nuestra vida cristiana si en todo nos moviera clamor, si el amor fuera la explicación de nuestras actitudes y reacciones!

Profundización

En sus confidencias le dijo la Virgen Milagrosa a Sor Catalina: "Acontecerán no pequeñas calamidades. El peligro será grande. Llegará un momento en que todo se creerá perdido. Entonces yo estaré con vosotros: tened confianza…"

Refugiémonos en esta confianza, fuertemente apoyada en las seguridades que de su presencia y de su protección nos da la Virgen Milagrosa. Y en las horas malas y en los trances difíciles no cesemos de invocarla: "Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros".

Súplica a Nuestra Señora

Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.

Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.

Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.

Oración final

Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Cuarto Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa


Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen


Oración para todos los días

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.


Lectura bíblica del cuarto día: Carta a los Romanos 8, 14-17

Meditación: El Espíritu de Dios condujo a María a la realidad de la redención. Como María, el cristiano que se deja conducir por el Espíritu Santo, llegará a una eminente santidad y la luz de la fe lo iluminará para conocer las cosas de Dios y gustar de ellas.

Profundización

En la tarde del 27 de noviembre de 1830, baja otra vez del Cielo la Santísima Virgen para manifestarse a Santa Catalina Labouré.

De pie entre resplandores de gloria, tiene en sus manos una pequeña esfera y aparece en actitud extática, como de profunda oración. Después, sin dejar de apretar la esfera contra su pecho, mira a Sor Catalina para decirle: "Esta esfera representa al mundo entero… y a cada persona en particular".

Como el hijo pequeño en brazos de su madre, así estamos nosotros en el regazo de María, muy junto a su Corazón Inmaculada. ¿Podría encontrarse un sitio más seguro?

Súplica a Nuestra Señora

Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.

Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.

Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.

Oración final

Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Quinto Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa



Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen

Oración para todos los días

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.

Lectura bíblica del quinto día: Juan 2, 1-10

Meditación: Ninguna realidad puede causar en nosotros una alegría tan sentida y tan duradera como la de sabernos hijos de Dios e hijos de María. Ten presente a María en todos los momentos de tu vida. Si vas con ella, no te desviaras.

Profundización

De las manos de María Milagrosa, como de una fuente luminosa, brotaban en cascada los rayos de luz. Y la Virgen explicó: "Es el símbolo de las gracias que Yo derramo sobre cuantas personas me las piden", haciéndome comprender -añade Santa Catalina- lo mucho que le agradan las súplicas que se le hacen, y la liberalidad con que las atiende.

La Virgen Milagrosa es la Madre de la divina gracia que quiere confirmar y afianzar nuestra fe en su omnipotente y universal mediación. ¿Por qué, pues, no acudir a Ella en todas nuestras necesidades?

Súplica a Nuestra Señora

Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.

Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.

Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.

Oración final

Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.


Sexto Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa


Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen

Oración para todos los días

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.

Lectura bíblica del sexto día: Hechos de los Apóstoles 1, 12-14

Meditación: Toda comunidad debe tener una cabeza y un corazón: la comunidad cristiana tiene a Jesucristo como cabeza y a María como corazón. Si quieres que tu apostolado sea fecundo y que el cansancio no te venza, ponte siempre bajo la protección de María.

Profundización

Como marco "¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!".

Y enseguida oyó una voz que recomendaba llevar la medalla y repetir a menudo aquella oración-jaculatoria, y prometía gracias especiales a los que así lo hiciesen.

¿Dejaremos nosotros de hacerlo? Sería imperdonable dejar de utilizar un medio tan fácil de aseguramos en todo momento el favor de la Santísima Virgen.

Súplica a Nuestra Señora

Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.

Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.

Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.

Oración final

Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Séptimo Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa


Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen

Oración para todos los días

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.

Lectura bíblica del séptimo día: Lucas 1, 39-45

Meditación: La misión de la Madre de Jesús no consistió sólo en traerlo físicamente a este mundo, sino en mostrar su verdadero espíritu, que Cristo imprimió fuertemente en el alma de su Madre. Esa es la misma misión que tenemos que cumplir todos los bautizados.

Profundización

Nuestra Señora ordenó a Sor Catalina que fuera acuñada una medalla según el modelo que Ella misma le había diseñado.

Después le dijo: "Cuantas personas la lleven, recibirán grandes gracias que serán más abundantes de llevarla al cuello y con confianza".

Esta es la Gran Promesa de la Medalla Milagrosa. Agradezcámosle tanta bondad, y escudemos siempre nuestro pecho con la medalla que es prenda segura de la protección de María.

Súplica a Nuestra Señora

Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.

Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.

Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.

Oración final

Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Octavo Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa


Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen

Oración para todos los días

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.

Lectura bíblica del octavo día: Lucas 1, 46-55

Meditación: María oraba y meditaba el mensaje de salvación de Dios a su pueblo. La Palabra de Dios nos habla, nos cuestiona, nos alienta; por lo tanto es preciso leerla, meditarla y vivirla con fidelidad.

Profundización

Fueron tantos y tan portentosos los milagros obrados por doquier por la nueva medalla (conversiones de pecadores obstinados, curación de enfermos desahuciados, hechos maravillosos de todas clases) que la voz popular empezó a denominarla con el sobrenombre de la medalla de los milagros, la medalla milagrosa; y con este apellido glorioso se ha propagado rápidamente por todo el mundo.

Deseosos de contribuir también nosotros a la mayor gloria de Dios y honor de su Madre Santísima, seamos desde este día apóstoles de su milagrosa medalla.

Súplica a Nuestra Señora

Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.

Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.

Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.

Oración final

Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Noveno Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa

Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen

Oración para todos los días

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.

Lectura bíblica del noveno día: 1º Carta de Juan 4, 7-14

Meditación: La paz, como el amor, es un fruto de nuestra unión con Dios. La Virgen María es la Reina de la paz, da la paz al alma que acude a ella por la devoción, construye la paz en los hogares que la invocan y por ella la sociedad llegará a una paz duradera.

Profundización

Las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa constituyen indudablemente una de las pruebas más exquisitas de su amor maternal y misericordioso.

Amemos a quien tanto nos amó y nos ama. "Si amo a María -decía San Juan Bérchmans- tengo asegurada mi eterna salvación".

Como su feliz vidente y confidente, Santa Catalina Labouré, pidámosle cada día a Nuestra Señora, la gracia de su amor y de su devoción.

Súplica a Nuestra Señora

Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.

Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.

Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.

Oración final

Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

FELIZ FIN DE SEMANA!!!


jueves, 17 de noviembre de 2016

DETRÁS DE UNA MONEDA


Detrás de una moneda…



El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás, encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada. 

Conversaba un hombre rico y alejado de la fe con un sacerdote, que no era otro que el futuro Cardenal Newman, ya convertido del anglicanismo a Roma. El rico se ufanaba de sus riquezas y de su indiferencia religiosa. Newman tomó una hoja de papel y escribió: «Dios».
 — ¿Ve lo que he escrito en la hoja? El avaro contestó afirmativamente. Entonces el sacerdote tomó una moneda de oro, la acomodó sobre la palabra escrita y preguntó de nuevo: 
— ¿Ve usted ahora lo que he escrito hace un momento? 
— No, ahora sólo veo el dinero. 
— En efecto, la riqueza ciega, impide ver a Dios, ¿no le parece?

Cada día puedes ser generoso en acciones pequeñas. Este propósito abre el corazón poco a poco, y descubres admirado que nunca pierdes. Por el contrario te fortaleces y puedes superar el temor de ser vulnerable. Practicar la generosidad ejercita al corazón: cuanto más se da, más se fortalece. Recuerda que Jesús dijo: “Hay más alegría en dar que en recibir”.


* Enviado por el P. Natalio 

ORACIÓN POR NUESTROS SACERDOTES


Oración por los sacerdotes
Autor: Su Santidad Pio XII



Oh Jesús, Pontífice Eterno, Buen Pastor,
Fuente de vida, que por singular generosidad
de tu dulcísimo Corazón nos has dado nuestros
sacerdotes para que podamos cumplir plenamente
los designios de santificación que tu gracia
inspira en nuestras almas; te suplicamos: ven
y ayúdalos con tu asistencia misericordiosa.

Sé en ellos, oh Jesús, fe viva en sus obras,
esperanza inquebrantable en las pruebas, caridad
ardiente en sus propósitos. Que tu palabra, rayo
de la eterna Sabiduría, sea, por la constante
meditación, el alimento diario de su vida interior.
Que el ejemplo de tu vida y Pasión se renueve en su
conducta y en sus sufrimientos para enseñanza nuestra,
y alivio y sostén en nuestras penas.

Concédeles, oh Señor, desprendimiento de todo interés
terreno y que sólo busquen tu mayor gloria. Concédeles
ser fieles a sus obligaciones con pura conciencia
hasta el postrer aliento. Y cuando con la muerte del
cuerpo entreguen en tus manos la tarea bien cumplida,
dales, Jesús, Tú que fuiste su Maestro en la tierra,
la recompensa eterna: la corona de justicia en el
esplendor de los santos.
Amén.

DAR DE BEBER AL SEDIENTO, LA TERCERA OBRA DE MISERICORDIA CORPORAL


3. Dar de beber al sediento
Obras de misericordia corporales

La tercera obra de misericordia es una oportunidad para dar de beber a Cristo hoy en aquel hombre o mujer que tiene sed


Por: H. Andrés Poblete, L.C. | Fuente: Catholic.net 




Al mirar el planeta Tierra desde el espacio es fácil ver las diferencias físicas que crea el agua dulce. Se observan las zonas en donde abunda el agua dulce, ya que son zonas verdes de intensa vegetación donde predomina la vida. Sin embargo, también se pueden observar zonas carentes de agua, en las cuales la sequedad devasta.

Hoy muchos hombres sufren de sed en el mundo. Personas que no tienen al alcance alguna gota de agua con la que saciar su sed. Es verdad que se habla hoy en día también de la sed espiritual que muchos hombres llevan dentro, de la sed de sentido en la vida, pero esto no quita que se sufra también en varios lugares de nuestro planeta una fuerte sed física. El Papa Francisco, en la encíclica Laudato Si’ habla sobre cómo la violencia en el corazón del hombre se manifiesta en los síntomas de contaminación del agua y que afecta su disponibilidad.

Dar de beber al sediento implica un trabajo a largo plazo para permitir que futuras generaciones tengan agua para vivir, pero también es una oportunidad para dar de beber a Cristo hoy en aquel hombre o mujer que tiene sed. Cristo dijo que estaría con nosotros hasta el final de los tiempos, y uno se podría preguntar: ¿dónde está Él en este año 2015? La respuesta es que el Señor se ha querido quedar presente en los pobres y necesitados, por eso nos dijo también “pobres los tendréis siempre, a mí no” (Jn 12,8). Lo que le hicimos a uno de estos necesitados se lo hicimos a Él.

Cuenta la historia de que el día en que la madre de Santa Rosa de Lima reprendió a su hija por atender en la casa a pobres y enfermos, ella le contestó: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús”. Esta breve anécdota nos recuerda que en las obras de misericordia estamos sirviendo directamente a Jesús. Dar un vaso de agua al sediento no es solo un acto de amor a esa persona, es un acto de amor directo a Jesús.

Para el cristiano servir es reinar, particularmente en los pobres y en los que sufren, pues en ello descubre la imagen de su Creador pobre y sufriente (cf. Lumen Gentium, n. 36). Dar de beber al sediento es un servicio que está al alcance de muchos, y que permite reinar desde el amor.     



Una obra de misericordia que no solo saciará al sediento, sino que también saciará esa sed profunda que todos tenemos de felicidad en nuestro corazón. Porque es dando que se tiene vida, y el Padre que ve en lo secreto nos recompensará.

PAPA FRANCISCO: ESTÉN ATENTOS A SU CORAZÓN PARA SABER CUÁNDO LOS VISITA JESÚS


Papa Francisco: Estén atentos a su corazón para saber cuándo los visita Jesús
Por Miguel Pérez Pichel
 Foto: L'Osservatore Romano.




VATICANO, 17 Nov. 16 / 06:39 am (ACI).- En la homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta, en el Vaticano, el Papa Francisco recordó la escena del Evangelio en la que Jesús llora al contemplar la ciudad de Jerusalén, y señaló que el Señor nos visita cada día, por lo que tenemos que estar atentos para saber reconocerlo.

El Santo Padre señaló que lo que genera dolor en el corazón de Jesús es la “historia de infidelidad” de su pueblo, una “historia de no reconocer las caricias de Dios, el amor de Dios, de un Dios enamorado que te busca, que quiere que tú seas feliz”.


En aquel momento, ante la Ciudad Santa, “Jesús vio lo que le esperaba como Hijo. Y pensó: ‘Este pueblo no ha reconocido el tiempo en el que he venido a visitarlo’. Este drama no es algo que pertenezca solo a la historia, algo que terminó con Jesús. Es el drama de cada día. Incluso es mi drama. Podemos preguntarnos cada uno de nosotros: ‘¿Reconozco el tiempo en el que me han visitado? ¿Me visita Dios?’”.


“Cada uno de nosotros puede caer con frecuencia en el pecado del pueblo de Israel”, advirtió el Santo Padre. Podemos caer “en el mismo pecado de Jerusalén: no reconocer el tiempo en el cual hemos sido visitados”.

Francisco explicó que “cada día el Señor te hace una visita, cada día llama a nuestra puerta. Debemos aprender a reconocer esa llamada para no terminar en esa situación tan dolorosa”. El Papa invitó a los presentes a preguntarse si acaso “¿he sentido alguna invitación, alguna inspiración para seguir a Jesús más de cerca, para hacer una obra de caridad, para rezar un poco más?”.

“Jesús llora no solo por Jerusalén, sino por todos nosotros”, explicó, y aseguró que el Señor “da su vida para que seamos capaces de darnos cuenta de su visita”.

El Papa finalizó la homilía recordando una frase “muy fuerte” de San Agustín, quien decía “‘¡Tengo miedo de Dios, de Jesús, cuando pasa!’. Pero, ¿de qué tiene miedo San Agustín? ‘¡De no reconocerlo!’. Si no estás atento a tu corazón, nunca sabrás si Jesús te está visitando o no”.

Evangelio comentado por el Papa:

Mateo 25:31-40

31 Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria.
32 Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
33 Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
34 Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis;
36 estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”.
37 Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?
39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”.
40 Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.

LA EUCARISTÍA NOS PREPARA PARA IR AL CIELO


La Eucaristía nos prepara para ir al cielo
Quien comulga tiene la fuerza divina para enfrentar todos los problemas y situaciones difíciles de aquí abajo. 


Por: P. Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net 




El Cielo es nuestra patria.

En el día de la Ascensión, Cristo subió al Cielo para tomar posesión de su gloria y prepararnos un lugar. Con Él, la humanidad redimida podrá penetrar en el Cielo. Consciente de que el Cielo no nos está jamás cerrado, vivimos en la expectativa del día en que sus puertas se abrirán de para en par para que en él entremos. Esperanza esta que nos anima y por sí bastaría para obligarnos a llevar una vida cristiana digna y sobrellevar con paciencia todas las contrariedades con tal de alcanzar ese Cielo prometido.

Sin embargo, Cristo, como muestra de amor, para sostener esa esperanza del Cielo creó el lindo Cielo eucarístico, pues la Eucaristía es un Cielo anticipado. ¿Acaso en la Eucaristía no viene Jesús, bajando a la tierra y trayéndonos ese Cielo consigo? ¿Acaso donde está Jesús no está el Cielo? Si Jesús está sacramentalmente en la Eucaristía, trae consigo también el Cielo.

Su estado, aunque velado a nuestros sentidos exteriores, es un estado de gloria, de triunfo, de felicidad, exento de las miserias de la vida.

Al comulgar a Jesús en la Eucaristía, júbilo y gloria del Paraíso, recibimos igualmente el Cielo. Se nos da para mantener viva en nosotros el recuerdo de la verdadera patria y no desfallecer al pensar en ella. Se da y permanece corporalmente en nuestros corazones en cuanto subsisten las especies sacramentales. Una vez destruidas éstas, vuelve nuevamente al Cielo, pero permanece en nosotros por su gracia y por su presencia amorosa. Nos deja los efectos de su presencia: amor, pureza, fuerza, alegría y gozo.

¿Por qué es tan rápida su visita? Porque la condición indispensable a su presencia corporal resucitada está en la integridad de las Santas Especies.

Jesús, viniendo a nosotros en la Eucaristía, trae consigo los frutos y las flores del Paraíso. ¿Cuáles son éstas? Lo ignoro. No los podemos ver, pero sentimos su suave perfume.

¿Cuáles son los bienes celestes que nos vienen con Jesús, cuando lo recibimos en la Eucaristía?


En primer lugar, la gloria. Es verdad que la gloria de los Santos es una flor que sólo se abre ante el sol del Paraíso, gloria ésta que no nos es dada en la tierra. Pero recibimos el germen oculto, que la contiene toda entera, como la semilla que contiene la espiga. La Eucaristía deposita en nosotros el fermento de la resurrección, a causa de una gloria especial y más brillante que, sembrada en la carne corruptible, brotará sobre nuestro cuerpo resucitado e inmortal.

En segundo lugar, la felicidad. Nuestra alma, al entrar en el Cielo, se verá en plena posesión de la felicidad del propio Dios, sin miedo a perderla o de verla disminuir. ¿Y en la comunión no recibimos alguna parcelita de esa real felicidad? No nos es dada en su totalidad, pues entonces nos olvidaríamos del Cielo. Pero, ¡cuánta paz, cuánta dulce alegría no acompaña en la comunión! Cuanto más el alma se desapega de las afecciones terrenas, tanto más ha de disfrutar de esa felicidad al punto de que el mismo cuerpo se resiente y desea ya el Cielo. Es aquello de santa Teresa: “Muero porque no muero”.

En tercer lugar, el poder. Quien comulga tiene la fuerza divina para enfrentar todos los problemas y situaciones difíciles de aquí abajo. El águila para enseñar a sus crías a volar hasta las alturas les presenta la comida y se coloca arriba de ellos, elevándose siempre más y más a medida que sus crías se acercan, hasta hacerlos subir insensiblemente a los astros.

Así también hace Jesús, Águila divina. Viene a nuestro encuentro, trayéndonos el alimento que necesitamos. Y luego en seguida se eleva, invitándonos a seguir el vuelo. Nos llena de dulzura para hacernos desear la felicidad celestial y nos conquista con la idea del Cielo.

En la Comunión, por tanto, tenemos la preparación para el Cielo. ¡Qué grande será la gracia de morir después de haber recibido el Santo Viático! Poder partir bien reconfortados para este último viaje.

Pidamos muchas veces esta gracia para nosotros. El Santo Viático, recibido al morir, será la prenda de nuestra felicidad eterna. Llegaremos a los pies del Trono de Dios. Y allí disfrutaremos eternamente de la presencia y del amor de Dios. Que eso es el Cielo

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 17 DE NOVIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Noviembre 17



La gratitud es propia de las almas bien nacidas. Por eso es justo que demos las gracias a Dios de todo lo que nos está dando a diario con manos largas y generosas.
El sol que acaricia nuestras mejillas, el agua que refresca nuestros cuerpos, el calor que vivifica, el trino del zorzal en la enramada, la espiga del trigo candeal que se balancea por el céfiro de la tarde… Todo eso es don y regalo del buen Dios.
Las risas de los niños, el aroma de las flores, el placer de la amistad, el afecto del hogar, el amor de los esposos, la bandera de la patria, el consuelo de la fe… todo es don y regalo del buen Dios.
Los minutos que transcurren, los días que se deslizan, los años que se nos pasan, la salud y las fuerzas, el trabajo y los descansos… todo eso es don de Dios.
Motivos más que suficientes para serle agradecidos.
“Vivan en acción de gracias. Que la Palabra de Cristo resida en ustedes con toda su riqueza; instrúyanse en la verdadera sabiduría, corrigiéndose los unos a los otros. Canten a Dios con gratitud y de todo corazón” (Col 3,15-16). Si comenzamos a enumerar los motivos que tenemos para estar agradecidos a Dios, no terminaríamos más; y eso que solamente somos conscientes de una mínima parte de los beneficios que recibimos del Señor; de la mayoría de ellos ni siquiera nos damos cuenta.


* P. Alfonso Milagro

BUENOS DÍAS!!!


miércoles, 16 de noviembre de 2016

SI CONOCES A ALGUIEN QUE ES MOLESTO O INSOPORTABLE, PAPA FRANCISCO TE INVITA A ACTUAR ASÍ


Si conoces a alguien que es molesto o insoportable, el Papa te invita a actuar así
Por Álvaro de Juana
 Foto: Lucía Ballester / ACI Prensa




VATICANO, 16 Nov. 16 / 05:14 am (ACI).- La última catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General antes de la clausura del Jubileo de la Misericordia estuvo dedicada a “soportar pacientemente a las personas molestas”.

“Todos somos buenos en identificar una presencia que puede dar fastidio: sucede cuando encontramos a alguno por la calle, o cuando recibimos una llamada de teléfono… Rápidamente pensamos: ‘¿Durante cuánto tiempo tendré que escuchar los lamentos, las habladurías, las exigencias o las fanfarronadas de esta persona?’”.


Francisco comenzó a explicar así el sentido de esta obra de misericordia y aseguró que “ocurre también, a veces, que las personas molestas son aquellas que están más cerca nuestro: entre los parientes siempre hay alguno; en el trabajo no faltan; ni siquiera en el tiempo libre estamos exentos”.

Entonces, “¿qué debemos hacer?”. "¿Por qué entre las obras de misericordia está también esta?”, preguntó a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.


El Papa recordó que en la Biblia “vemos que Dios mismos debe hacer uso de la misericordia para soportar los lamentos de su pueblo”.

“¿Hacemos alguna vez examen de conciencia para ver si también nosotros, en ocasiones, podemos resultar molestos a los otros?”, cuestionó. “Es fácil apuntar con el dedo contra los defectos y las faltas de los otros, pero deberíamos aprender a ponernos en el lugar del otro”, dijo.

Francisco invitó a “mirar a Jesús” porque “¡cuánta paciencia ha tenido en los tres años de su vida pública!”. “Jesús enseña a ir siempre a lo esencial y a mirar más allá para asumir con responsabilidad la propia misión. Podremos ver aquí el reclamo y otras dos obras de misericordia espiritual: la de advertir a los pecadores y la de enseñar a los ignorantes”.

“Pensemos en el gran compromiso que se puede tener cuando ayudamos a las personas a crecer en la fe y en la vida. Pienso, por ejemplo, en los catequistas –entre los cuales hay muchas madres y muchos religiosos– que dedican tiempo a enseñar a los niños los elementos básicos de la fe”. “¡Qué cansancio cuando los chicos prefieren jugar antes que escuchar el catecismo!”.

En definitiva, “acompañar en la búsqueda de lo esencial es hermoso e importante, porque nos hace compartir la alegría de saborear el sentido de la vida”.

“A menudo nos ocurre que encontramos personas que se detienen en cosas superficiales, efímeras y banales. A veces porque no han encontrado alguien que les estimulase a hacer algo distinto y a apreciar los verdaderos tesoros”.

El Pontífice explicó que entonces “enseñar a mirar lo esencial es una ayuda determinante, especialmente en un tiempo como el nuestro que parece haber perdido la orientación y perseguir la satisfacción a corto plazo”.

“Enseñar a descubrir qué quiere el Señor de nosotros y cómo podemos corresponderle significa ponerse en camino para crecer en la propia vocación, el camino de la verdadera alegría”, subrayó.

No obstante, no hay que olvidar que “la exigencia de aconsejar, advertir y enseñar no nos debe hacer sentir superiores a los otros, sino que nos obliga ante todo a entrar en nosotros mismos para verificar si somos coherentes respecto a lo que reclamamos a los otros”.

LOS TESOROS DE LA IGLESIA


Los tesoros de la Iglesia



“Los tesoros de la Iglesia no son sus catedrales, sino los pobres”, ha explicado el Papa Francisco este domingo al concluir el Jubileo de las personas socialmente excluidas, convocado al final del Año de la Misericordia.

La homilía de la celebración eucarística, en la Basílica vaticana, que acogía a seis mil personas pobres, ofreció la oportunidad a Francisco para abrir su corazón y pedir a los cristianos que hagan un examen de conciencia sobre la manera en que la Iglesia trata a los pobres.

Estas son las diez consignas que el Papa compartió con los presentes, muchos de ellos sin techo. Son la base para un examen de conciencia que debería hacer todo cristiano al final de este jubileo.

1. “¿Qué tiene valor en la vida, cuáles son las riquezas que no pasan? Está claro que son dos: el Señor y el prójimo. ¡Estas dos riquezas no pasan! Estos son los bienes más grandes que hay que amar”.

2. “La persona humana, colocada por Dios en la cumbre de la creación, con frecuencia es descartada, porque se prefieren cosas que pasan. Y esto es inaceptable, pues el hombre es el bien más precioso a los ojos de Dios”.

3. “Hay que preocuparse cuando la conciencia se anestesia y ya no se hace caso del hermano que sufre a nuestro lado, de los problemas serios del mundo, que se convierten en estribillos ya escuchados en los guiones de los telediarios”.

4. Dirigiéndose a los pobres: “Con su presencia, ustedes nos ayudan a sintonizarnos en la longitud de onda de Dios, a mirar lo que Él mira: Él no se queda en las apariencias”.

5. “¡Cuánto daño nos hace fingir que no nos damos cuenta de que Lázaro es excluido y descartado! Esto significa dar la espalda a Dios. ¡Es dar la espalda a Dios!”.

6. “Cuando el interés se concentra en las cosas que hay que producir, y no en las personas que hay que amar, nos encontramos ante un síntoma de esclerosis espiritual”.

7. “Esta es la trágica contradicción de nuestro tiempo: cuanto más aumentan el progreso y las posibilidades —algo que está bien— más aumenta el número de quienes no pueden acceder a ellos”.

8. “No podemos quedarnos tranquilos en casa, mientras Lázaro yace en la puerta: no puede haber paz en casa de quien está bien, cuando falta justicia en la casa de todos”.

9. Que el Señor libre a los hijos de la Iglesia “de los intereses y de los privilegios, del apego al poder y a la gloria, de la seducción del espíritu del mundo”.

10. “Nuestra tarea consiste en cuidar de la verdadera riqueza, que son los pobres”, “los verdaderos tesoros de la Iglesia”.


© Jesús Colina (Aleteia)

DEPRESIÓN... QUÉ CAMINOS SEGUIR?


Depresión… ¿qué caminos seguir?



Vivimos un ritmo de actividades y de exigencias en una sociedad que tiene prisa por obtener resultados y éxito. En un mercado de trabajo altamente competitivo y desafiante, las enfermedades surgen en el ambiente profesional y preocupan a las organizaciones y a la sociedad en su conjunto.

Una de las enfermedades que llaman la atención, en este escenario, es la depresión. Considerada una de las enfermedades que han crecido de forma exponencial en los últimos años, la depresión tiene características propias y no debe ser confundida con un estado de tristeza.

Podemos pensar en la tristeza como un sentimiento que nos lleva a un proceso de reflexión, de estar quietos; sentimiento manifestado por la pérdida de alguien, por algo relacionado con el trabajo, por la decepción con alguien o la frustración de expectativas irrealizadas.

La gran diferencia es que una persona triste logra mantener su rutina diaria, su cuidado personal y hasta experimentar alegrías que surjan en ese periodo. Como hecho pasajero, ese sentimiento puede ser identificado en su origen, es decir, logramos descubrir el motivo por el cual estamos tristes.

Señales aparentes de depresión:

Cuando hablamos de depresión, las señales aparentes de desmotivación, desinterés, tristeza persistente, falta de deseo de cuidar de sí y de dar seguimiento a las actividades cotidianas, así como la sensación de ver el mundo “gris”, sin color y sin motivación, se vuelven más prolongados.

En esos casos, la intervención médica se vuelve necesaria, así como el apoyo psicológico para que la persona pueda reestructurar sus pensamientos y descubrir su forma de lidiar con la enfermedad y con la vida. Sabemos también que la espiritualidad además tiene un papel importante en la superación de cualquier enfermedad, incluso la depresión.

No olvidemos que, muchas veces, en nuestra familia, en la sociedad y entre nuestros amigos aún existe dificultad en comprender la situación por la cual una persona deprimida está pasando. También para el deprimido no es una tarea fácil aceptar la enfermedad y el tratamiento.

Lo más importante es que los tratamientos existen, y creer en la superación y en la mejoría es un paso esencial tanto para el paciente como para aquellos que conviven con él.

Los cuadros depresivos pueden durar algunos meses o ser más persistentes; en ambos casos, los enfermos pueden contar con ayuda especializada, a fin de que las sensaciones causadas por el cuadro puedan minimizarse y se obtenga una mayor calidad de vida.

Por más difícil que sea o por mayor que sea la vergüenza o el sentimiento que te esté impidiendo dar pasos para curarte, no dejes de buscar ayuda.

Un amigo, un familiar, ese médico que ya conoce un poco tu salud pueden ser los primeros a quienes pidas ayuda cuando te des cuenta de que ese cuadro de tristeza está tardando un poco más en pasar, dando señales de que va más allá de lo habitual.


© Canção Nova

EL CIELO Y LA TELE


El cielo y la tele
Atesorar para el futuro, amar ahora para amar luego, eternamente, en el cielo.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 





Por un momento nos dedicamos a “canalear”. Canal 1: noticias. Canal 2: una película del Oeste. Canal 3: un programa sobre el arte colonial. Canal 4: un “reality show”. Canal 5: un concurso de canciones. Canal 6: una telenovela. Canales 7, 8, 9: publicidad...

El dedo pasa de una tecla a otra, la televisión cambia de imágenes y de sonidos. Por más que vamos hacia atrás, hacia delante, no encontramos nada, absolutamente nada, sobre el cielo...

La televisión nos llena de imágenes de lo inmediato. Noticias de guerras, escenas de terremotos, películas de ciencia ficción más o menos realistas. Tanta imagen puede embotar nuestra capacidad de fantasía, alejarnos de lo que vale realmente. A veces somos capaces de contar con mil detalles cómo ha sido una fiesta de sociedad que nos presentaron en televisión. Pero nos sentimos incapaces de decir tres palabras sobre lo que pueda ser el cielo.

Cierto: lo que ocurre tras la muerte es invisible. Nadie nos ha contado cómo es el cielo. Podemos imaginarlo de mil maneras, pero no hay ninguna cámara televisiva en un lugar que, por ahora, nos resulta inaccesible. Quizá por eso no pensamos mucho en lo que hay después de la muerte, en lo que espera a cada hombre y a cada mujer cuando cruza la frontera.

A pesar del vacío “televisivo”, el cielo sigue “allí”. Conviene pensar en él, soñar en la vida que nos espera, planear lo que vamos a hacer la mayor parte de nuestro tiempo cuando inicie la existencia futura, la vida eterna.

Es verdad que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman”, como decía san Pablo (1Co 2,9-13). Pero también es verdad lo que sigue en ese mismo texto de la Escritura: “Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado” (1Co 2,9-13).

Tenemos el Espíritu de Dios. Cristo, el Resucitado, nos ha enviado un Consolador. Necesitamos a veces quitar algo de tiempo dedicado a la televisión para contemplar, para suplicar, para orar y pedir luz y comprensión de las verdades decisivas, de las certezas que pueden guiar nuestra existencia, con la mirada puesta en el cielo sin dejar de tener los pies sobre la tierra.

Desde la visión de Dios nos daremos cuenta de que no podemos vivir según el espíritu del mundo (un espíritu que aparece, muchas veces, en la televisión), sino según el Espíritu de Dios. Seremos capaces, entonces, de desapegar nuestro corazón de las frágiles riquezas materiales (Lc 12,21), de todo aquello que no puede dar vida eterna.

“A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas sino en Dios, que nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos; que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera” (1Tm 6,17-19).

Atesorar para el futuro, amar ahora para amar luego, eternamente, en el cielo. No lo hemos visto (ni lo veremos) nunca en la pantalla de nuestro televisor. Pero con la luz de la fe, con la certeza del amor, con la alegría de la esperanza, nuestros corazones serán capaces de soñar en ese encuentro, eterno, dichoso, con un Padre que nos ama con locura.
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