lunes, 16 de noviembre de 2020

IMÁGENES DE ADVIENTO 2020 - EXPLICACIÓN DE CORONA DE ADVIENTO - ADVIENTO 2020

 














 




























¿POR QUÉ SE LES DICE BENDITAS A LAS ALMAS DEL PURGATORIO?



 ¿Por qué se les dice “benditas” a las almas del purgatorio?

Redacción ACI Prensa




En un artículo del National Catholic Register, el autor católico Kevin Di Camillo describe cómo Santa Gertrudis la Grande, enamorada del Sagrado Corazón de Jesús y siempre pendiente de las benditas almas del Purgatorio, da luces sobre la situación de estas almas.


Santa Gertrudis la Grande (1256-1302) es mejor conocida por su oración por las almas del Purgatorio, la cual rezamos este mes, cerca de su fiesta (16 de noviembre), por nuestros queridos difuntos.

“Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión con las Misas celebradas hoy día a través del mundo por todas las benditas ánimas del Purgatorio, por todos los pecadores del mundo. Por los pecadores en la Iglesia universal, por aquellos en propia casa y dentro de mi familia”. 

Pero, ¿por qué usamos el adjetivo “benditas” cuando se refiere a las almas del Purgatorio?,

Si estas almas son “benditas”, ¿no deberían estar en el Cielo? Y a la inversa: ¿Esas almas en el Purgatorio no son de alguna manera no benditas?, son las preguntas que llevó a Kevin a investigar sobre el Purgatorio.

El profesor del departamento de estudios religiosos de la Universidad de Niágara, P. Joseph G. Hubbert, recordó en la entrevista dada a NCRegister los tiempos difíciles en que vivió Santa Gertrudis y comentó que para “los pobres que quedaron aquí en este Valle de las Lágrimas, consignados a una vida de trabajo duro, trabajo pesado, enfermedades y el estallido ocasional de la guerra, el Purgatorio fue, de hecho, un lugar ‘sagrado’. Fue visto como un respiro del sufrimiento aquí en la tierra, un sufrimiento que era diferente del sufrimiento del Purgatorio”.

El P. Hubbert también señaló que después de la vida en esta tierra, que inevitablemente termina en la muerte, el Purgatorio es un lugar que tiene una sola dirección: “al Cielo”.

Lo que no quiere decir que el viaje a través del Purgatorio sea fácil o sin dolor. De hecho, aunque los doctores de la Iglesia desde San Agustín hasta San Gregorio Magno hablaron sobre el fuego purificador del Purgatorio, Tomás de Aquino nos recuerda que el dolor más pequeño en el Purgatorio es peor que el mayor sufrimiento en la tierra. Sin embargo, esta agonía se compensa con la “certeza de la salvación”.

Estas tres palabras, “certeza de salvación”, señala Kevin, son las que hacen que las almas del Purgatorio sean “benditas” (aunque ciertamente también son almas “pobres”, frente a las almas del Cielo que están experimentando la visión beatífica). Mientras están en lo que el Catecismo llama un “fuego de limpieza”, un concepto difícil, pero que Kevin clarifica con el recuerdo de su padre, cuando esterilizó una aguja bajo una llama antes de quitar una astilla del pie cuando era niño.

Santa Gertrudis, quien es una de las pocas santas con el título “la Grande”, era ciertamente una mujer adelantada a su tiempo. Sus visiones y devoción al Sagrado Corazón de Jesús fueron anteriores a la difusión más popular y extendida de Santa Margarita María Alacoque en Francia por más de 300 años.

Además, su concepto de las almas del Purgatorio no es solo una exposición de caricaturas dantescas que sufren todos los medios y modos de castigo, sino de almas santas, almas santificadas. Llevando a ver a una mujer cuya perspicacia en la espiritualidad mística es relevante para nosotros incluso hoy en día.

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 16 DE NOVIEMBRE DEL 2020

 


 

Lecturas de hoy Lunes de la 33ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, lunes, 16 de noviembre de 2020


Primera lectura

Comienzo del libro del Apocalipsis (1,1-4;2,1-5a):

Revelación de Jesucristo, que Dios le encargó mostrar a sus siervos acerca de lo que tiene que suceder pronto. La dio a conocer enviando su ángel a su siervo Juan, el cual fue testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo de todo cuanto vio. Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y guardan lo que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca.

Juan a las siete iglesias de Asia:

«Gracia y paz a vosotros

de parte del que es, el que era y ha de venir;

de parte de los siete Espíritus que están ante su Trono».

Escuché al Señor que me decía:

Escribe al ángel de la Iglesia en Éfeso:

«Esto dice el que tiene las siete estrellas en su derecha, el que camina en medio de los siete candelabros de oro. Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no lo son, y has descubierto que son mentirosos. Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero. Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y haz las obras primeras».


Palabra de Dios



Salmo

Sal 1,1-2.3.4.6


R/. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida.


V/. Dichoso el hombre

que no sigue el consejo de los impíos,

ni entra por la senda de los pecadores,

ni se sienta en la reunión de los cínicos;

sino que su gozo es la ley del Señor,

y medita su ley día y noche. R/.


V/. Será como un árbol,

plantado al borde de la acequia:

da fruto en su sazón

y no se marchitan sus hojas;

y cuanto emprende tiene buen fin. R/.


V/. No así los impíos, no así;

serán paja que arrebata el viento.

Porque el Señor protege el camino de los justos,

pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,35-43):

Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron:

«Pasa Jesús el Nazareno».

Entonces empezó a gritar:

«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».

Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:

«Hijo de David, ten compasión de mí!».

Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.

Cuando estuvo cerca, le preguntó:

«¿Qué quieres que haga por ti?».

Él dijo:

«Señor, que recobre la vista».

Jesús le dijo:

«Recobra la vista, tu fe te ha salvado».

Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.


Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy lunes, 16 de noviembre de 2020

Juan Carlos Martos, cmf


Queridos amigos y amigas:

El relato que recoge el evangelio de hoy tuvo gran importancia para la primera comunidad cristiana. De hecho, lo repiten los sinópticos, lo cual es claro indicio de su significación y alcance. Los hechos discurren en Jericó a unos 20 kms. de Jerusalén, la ciudad santa hacia donde se encamina Jesús para culminar su vida terrenal. ¿Qué resalta el relato? ¿En qué centra nuestra atención?

En la ceguera, que es una enfermedad que los humanos no somos capaces de curar. Afecta no solo a los ojos de la cara, sino al fondo del corazón, a su capacidad de ver claro y entender el sentido más profundo de la realidad y de la vida. Y, lo peor, un ciego es alguien que ha perdido la luz de visión, de orientación y de esperanza.

En el camino, que es lugar de paso, de avances y de encuentros. También de baches, pérdidas y retrocesos. Representa la misma vida como espacio insustituible por el que transcurre nuestra historia en constante movimiento… Ahí, y no en otro lugar, es donde en ocasiones Jesús se hace el encontradizo.

De una pregunta, absurda en apariencias: “¿Qué quieres que haga por ti?” -le dice Jesús. Pero que no es desatinada en absoluto. Al formularla, además de entablar una conversación personal y directa, el Hijo de David le despierta el deseo de cambiar. Le da un motivo de esperanza. Le abre las puertas del futuro.

De sanación. Es posible la sanación. Para el Señor nada hay imposible, cuando nos dejamos afectar por su amor. El mal tiene arreglo. Hay alguien que lo supera y lo vence.

¡Cómo envidiamos a este ciego! Se atrevió a hacer lo que está también al alcance de cualquiera de nosotros: Gritar y pedir. Y eso solo se hace cuando se está necesitado y uno escucha el paso del Nazareno por su camino.


Vuestro hermano en la fe

Juan Carlos Martos cmf

FELIZ SEMANA!!!

 






 

domingo, 15 de noviembre de 2020

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 15 DE NOVIEMBRE DEL 2020

 



 Lecturas de hoy Domingo 33º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Hoy, domingo, 15 de noviembre de 2020



Primera lectura

Lectura del libro de los Proverbios (31,10-13.19-20.30-31):

Una mujer hacendosa, ¿Quién la hallará? Vale mucho más que las perlas. Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 127,1-2.3.4-5


R/. Dichoso el que teme al Señor


Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos.

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien. R/.


Tu mujer, como parra fecunda,

en medio de tu casa; tus hijos,

como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa. R/.


Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (5,1-6):

En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba. Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar. Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas, Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.


Palabra de Dios


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."»


Palabra del Señor




«A todo el que tiene, se le dará y le sobrará»

P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat

(Montserrat, Barcelona, España)


Hoy, Jesús nos narra otra parábola del juicio. Nos acercamos a la fiesta del Adviento y, por tanto, el final del año litúrgico está cerca.

Dios, dándonos la vida, nos ha entregado también unas posibilidades -más pequeñas o más grandes- de desarrollo personal, ético y religioso. No importa si uno tiene mucho o poco, lo importante es que se ha de hacer rendir lo que hemos recibido. El hombre de nuestra parábola, que esconde su talento por miedo al amo, no ha sabido arriesgarse: «El que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor» (Mt 25,18). Quizá el núcleo de la parábola pueda ser éste: hemos de tener la concepción de un Dios que nos empuja a salir de nosotros mismos, que nos anima a vivir la libertad por el Reino de Dios.

La palabra "talento" de esta parábola -que no es nada más que un peso que denota la cantidad de 30 Kg de plata- ha hecho tanta fortuna, que incluso ya se la emplea en el lenguaje popular para designar las cualidades de una persona. Pero la parábola no excluye que los talentos que Dios nos ha dado no sean sólo nuestras posibilidades, sino también nuestras limitaciones. Lo que somos y lo que tenemos, eso es el material con el que Dios quiere hacer de nosotros una nueva realidad.

La frase «a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mt 25,29), no es, naturalmente, una máxima para animar al consumo, sino que sólo se puede entender a nivel de amor y de generosidad. Efectivamente, si correspondemos a los dones de Dios confiando en su ayuda, entonces experimentaremos que es Él quien da el incremento: «Las historias de tantas personas sencillas, bondadosas, a las que la fe ha hecho buenas, demuestran que la fe produce efectos muy positivos (…). Y, al revés: también hemos de constatar que la sociedad, con la evaporación de la fe, se ha vuelto más dura…» (Benedicto XVI).

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