domingo, 17 de enero de 2021

NUEVE OBISPOS CATÓLICOS CON COVID 19 MUEREN EN UNA SOLA SEMANA

  


Nueve obispos católicos con COVID-19 mueren en una sola semana

Redacción ACI Prensa

 Crédito: Daniel Ibañez - ACI Prensa



En la última semana, nueve obispos católicos murieron en todo el mundo después de dar positivo por COVID-19.

Entre el 8 y el 15 de enero, obispos de tres continentes murieron como resultado del coronavirus. Los obispos fallecidos tenían entre 53 y 91 años. Cinco de los obispos murieron en Europa, donde una nueva cepa de COVID-19 ha llevado a muchos países a implementar más restricciones.

Cuatro obispos murieron el mismo día, 13 de enero: El Obispo de Glasgow (Escocia), Mons. Philip Tartaglia, que tenía 70 años; el Obispo de Monze (Zambia), Mons. Moses Hamungole, quien murió a la edad de 53 años; el Obispo de Fano (Italia), Mons. Mario Cecchini, de 87 años; y el Arzobispo emérito de Río de Janeiro (Brasil) Cardenal Eusébio Oscar Scheid, de 88 años.

Mons. Tartaglia dio positivo por COVID-19 después de Navidad y se aisló a sí mismo, pero la arquidiócesis de Glasgow enfatizó que la causa de su muerte no estaba clara actualmente.

Las campanas sonaron en toda la diócesis colombiana de Santa Marta el 12 de enero para honrar al Mons. Luis Adriano Piedrahita Sandoval, de 74 años, quien murió el 11 de enero por complicaciones del COVID-19. El obispo de Trujillo (Venezuela) Mons. Cástor Oswaldo Azuaje, de 69 años, se convirtió en el primer obispo de Venezuela en morir después de contraer el virus el 8 de enero.

El Obispo de la Eparquía greco-católica de Cluj-Gherla (Rumania), Mons. Florentin Crihalmeanu, murió el 12 de enero a los 61 años. Su eparquía lo recordó como “un alma diligente, mansa y humilde”.

El Obispo emérito de Zielona Góra-Gorzów (Polonia), Mons. Adam Dyczkowski, murió el 10 de enero a la edad de 88 años y el arzobispo italiano, Mons. Oscar Rizzato, murió a la edad de 91 años el 11 de enero.

El Papa Francisco expresó sus condolencias por la muerte del Cardenal Scheid en un telegrama el 14 de enero.

“Ofrezco fervientes oraciones para darle la bienvenida a la felicidad eterna y consolarlo con la esperanza en la resurrección ya todos aquellos que lloran la pérdida de su amado pastor”, escribió el Papa.

ESTAS SON LAS 3 LLAMADAS QUE DIOS TE HACE A LO LARGO DE LA VIDA, SEGÚN EL PAPA FRANCISCO

  


Estas son las 3 llamadas que Dios te hace a lo largo de la vida, según el Papa Francisco

Redacción ACI Prensa

 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco presidió este domingo 17 de enero el rezo del Ángelus dominical y explicó cuáles son las 3 llamadas que Jesús hace a cada uno a lo largo de la Vida: la llamada a la vida, la llamada a la fe y la llamada a un estado de vida particular.

Desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Pontífice explicó que cada una de esas llamadas “es una iniciativa de su amor”.

La primera llamada de Dios es a la vida. “Con ella nos constituye como personas; es una llamada individual, porque Dios no hace las cosas en serie”.

Después “Dios nos llama a la fe y a formar parte de su familia, como hijos de Dios”.

Y, finalmente, “Dios nos llama a un estado de vida particular: a darnos a nosotros mismos en el camino del matrimonio, en el del sacerdocio o en el de la vida consagrada”.

El Papa explicó que esas llamadas “son maneras diferentes de realizar el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros, que es siempre un plan de amor. Y la alegría más grande para cada creyente es responder a esta llamada, a entregarse completamente al servicio de Dios y de sus hermanos”.

“Frente a la llamada del Señor, que puede llegar a nosotros de mil maneras, también a través de personas, de acontecimientos, tanto alegres como tristes, nuestra actitud a veces puede ser de rechazo, porque nos parece que contrasta con nuestras aspiraciones; o de miedo, porque la consideramos demasiado exigente e incómoda. Pero la llamada de Dios es amor, y a ella se responde solo con amor”.

El Santo Padre expuso esta enseñanza a partir del Evangelio de este segundo domingo del Tiempo Ordinario, donde se presenta “el encuentro de Jesús con sus primeros discípulos”.

“La escena se desarrolla en el río Jordán, el día después del bautismo de Jesús. Es precisamente Juan Bautista el que señala el Mesías a dos de ellos con estas palabras: ‘¡He ahí el Cordero de Dios!’”.

Aquellos dos discípulos, “fiándose del testimonio del Bautista, siguen a Jesús que se da cuenta y pregunta: ‘¿Qué buscáis?’, y ellos le preguntan: ‘Maestro, ¿dónde vives?’. Jesús no contesta: ‘Vivo en Cafarnaún o en Nazaret’, sino que dice: ‘Venid y lo veréis’. No es una tarjeta de visita, sino la invitación a un encuentro”.

“Los dos lo siguen y se quedan con él esa tarde. No es difícil imaginarlos sentados, haciéndole preguntas y sobre todo escuchándolo, sintiendo que sus corazones se encienden cada vez más mientras el Maestro habla”.

“Advierten la belleza de palabras que responden a su esperanza cada vez más grande. Y de improviso descubren que, mientras empieza a caer la noche, estalla en ellos la luz que sólo Dios puede dar”.

Una vez finalizado el encuentro con el Maestro, “salen y vuelven con sus hermanos, esta alegría, esta luz se desborda de sus corazones como una riada. Uno de ellos, Andrés, dice a su hermano Simón –a quien Jesús llamará Pedro–: ‘Hemos encontrado al Mesías’”.

Ese encuentro con Jesús, explicó el Papa Francisco, es un encuentro “que nos habla del Padre, nos da a conocer su amor. Y entonces, espontáneamente, brota también en nosotros el deseo de comunicarlo a las personas que amamos: ‘He encontrado el Amor’, ‘he encontrado el sentido de mi vida’. En una palabra: ‘He encontrado a Dios’”.

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 17 DE ENERO DEL 2021

 


 

Lecturas de hoy Domingo 2º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Hoy, domingo, 17 de enero de 2021




Primera lectura

Lectura del primer libro de Samuel (3,3b-10. 19):

En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.»

Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»

Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.»

Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel.

Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»

Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»

Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.

Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»

Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»

Samuel fue y se acostó en su sitio.

El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»

Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»

Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 39,2.4ab.7.8-9.10


R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad


Yo esperaba con ansia al Señor;

él se inclinó y escuchó mi grito;

me puso en la boca un cántico nuevo,

un himno a nuestro Dios. R/.


Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,

y, en cambio, me abriste el oído;

no pides sacrificio expiatorio. R/.


Entonces yo digo: «Aquí estoy

–como está escrito en mi libro–

para hacer tu voluntad.»

Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R/.


He proclamado tu salvación

ante la gran asamblea;

no he cerrado los labios;

Señor, tú lo sabes. R/.


Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6,13c-15a.17-20):

El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!


Palabra de Dios


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,35-42):

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.

Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»

Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿Dónde vives?»

Él les dijo: «Venid y lo veréis.»

Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»

Y lo llevó a Jesús.

Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»


Palabra del Señor



«Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives?»

Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés

(Tarragona, España)



Hoy vemos a Jesús que venía por la ribera del Jordán: ¡es Cristo que pasa! Debían ser las cuatro de la tarde cuando, viendo que dos chicos le seguían, se ha girado para preguntarles: «Qué buscáis?» (Jn 1,38). Y ellos, sorprendidos por la pregunta, han respondido: «Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives? (...) ‘Venid y lo veréis’» (Jn 1,39).

También yo sigo a Jesús, pero... ¿qué quiero?, ¿qué busco? Es Él quien me lo pregunta: «De verdad, ¿qué quieres?». ¡Oh!, si fuera suficientemente audaz para decirle: «Te busco a ti, Jesús», seguro que le habría encontrado, «porque todo el que busca encuentra» (Mt 7,8). Pero soy demasiado cobarde y le respondo con palabras que no me comprometen demasiado: «¿Dónde vives?». Jesús no se conforma con mi respuesta, sabe demasiado bien que no es un montón de palabras lo que necesito, sino un amigo, el Amigo: Él. Por esto me dice: «Ven y lo verás», «venid y lo veréis».

Juan y Andrés, los dos mozos pescadores, fueron con Él, «vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día» (Jn 1,39). Entusiasmado por el encuentro, Juan podrá escribir: «La gracia y la verdad se han hecho realidad por Jesucristo» (Jn 1,17b). ¿Y Andrés? Correrá a buscar a su hermano para hacerle saber: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41). «Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: ‘Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas’, que quiere decir “Piedra”» (Jn 1,42).

¡Piedra!, ¿Simón, una piedra? Ninguno de ellos está preparado para comprender estas palabras. No saben que Jesús ha venido a levantar su Iglesia con piedras vivas. Él tiene ya escogidos los dos primeros sillares, Juan y Andrés, y ha dispuesto que Simón sea la roca en la que se apoye todo el edificio.

Y, antes de subir al Padre, nos dará respuesta a la pregunta: «Rabbí, ¿dónde vives?». Bendiciendo a su Iglesia dirá: «Yo estaré con vosotros cada día hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

FELIZ DOMINGO!!!

  





sábado, 16 de enero de 2021

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 16 DE ENERO DEL 2021

 



 Lecturas de hoy Sábado de la 1ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, sábado, 16 de enero de 2021



Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (4,12-16):

HERMANOS:

La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.

Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.

No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.

Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 18.8.9.10.15


R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida


V/. La ley del Señor es perfecta

y es descanso del alma;

el precepto del Señor es fiel

e instruye a los ignorantes. R/.


V/. Los mandatos del Señor son rectos

y alegran el corazón;

la norma del Señor es límpida

y da luz a los ojos. R/.


V/. El temor del Señor es puro

y eternamente estable;

los mandamientos del Señor son verdaderos

y enteramente justos. R/.


V/. Que te agraden las palabras de mi boca,

y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,

Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.



Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,13-17):

EN aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.

Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:

«Sígueme».

Se levantó y lo siguió.

Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían.

Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:

«¿Por qué come con publicanos y pecadores?»

Jesús lo oyó y les dijo:

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he ven do a llamar a justos, sino a pecadores».


Palabra de Dios




«No he venido a llamar a justos, sino a pecadores»

+ Rev. D. Joaquim MONRÓS i Guitart

(Tarragona, España)



Hoy, en la escena que relata san Marcos, vemos cómo Jesús enseñaba y cómo todos venían a escucharle. Es manifiesto el hambre de doctrina, entonces y también ahora, porque el peor enemigo es la ignorancia. Tanto es así, que se ha hecho clásica la expresión: «Dejarán de odiar cuando dejen de ignorar».

Pasando por allí, Jesús vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado donde cobraban impuestos y, al decirle «sígueme», dejándolo todo, se fue con Él. Con esta prontitud y generosidad hizo el gran “negocio”. No solamente el “negocio del siglo”, sino también el de la eternidad.

Hay que pensar cuánto tiempo hace que el negocio de recoger impuestos para los romanos se ha acabado y, en cambio, Mateo —hoy más conocido por su nuevo nombre que por el de Leví— no deja de acumular beneficios con sus escritos, al ser una de las doce columnas de la Iglesia. Así pasa cuando se sigue con prontitud al Señor. Él lo dijo: «Y todo el que haya dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o campo por mi nombre, recibirá el ciento por uno y gozará de la vida eterna» (Mt 19,29).

Jesús aceptó el banquete que Mateo le ofreció en su casa, juntamente con los otros cobradores de impuestos y pecadores, y con sus apóstoles. Los fariseos —como espectadores de los trabajos de los otros— hacen presente a los discípulos que su Maestro come con gente que ellos tienen catalogados como pecadores. El Señor les oye, y sale en defensa de su habitual manera de actuar con las almas: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mc 2,17). Toda la Humanidad necesita al Médico divino. Todos somos pecadores y, como dirá san Pablo, «todos han pecado y se han privado de la gloria de Dios» (Rm 3,23).

Respondamos con la misma prontitud con que María respondió siempre a su vocación de corredentora.

¡FELIZ FIN DE SEMANA!

 




viernes, 15 de enero de 2021

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 15 DE ENERO DEL 2021



 Lecturas de hoy Viernes de la 1ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, viernes, 15 de enero de 2021



Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (4,1-5.11):

HERMANOS:

Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros crea haber perdido la oportunidad.

También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron no les sirvió de nada a quienes no se adhirieron por La fe a los que lo habían escuchado.

Así pues, los creyentes entremos en el descanso, de acuerdo con lo dicho:

«He jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso»,

y eso que sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo.

Acerca del día séptimo se dijo:

«Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho».

En nuestro pasaje añade:

«No entrarán en mi descanso».

Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, imitando aquella desobediencia.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 77,3.4bc.6c-7.8


R/. No olvidéis las acciones de Dios


V/. Lo que oímos y aprendimos,

lo que nuestros padres nos contaron,

lo contaremos a la futura generación:

las alabanzas del Señor, su poder. R/.


V/. Que surjan y lo cuenten a sus hijos,

para que pongan en Dios su confianza

y no olviden las acciones de Dios,

sino que guarden sus mandamiento. R/.


V/. Para que no imiten a sus padres,

generación rebelde y pertinaz;

generación de corazón inconstante,

de espíritu infiel a Dios. R/.


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,1-12):

CUANDO a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.

Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.

Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:

«Hijo, tus pecados te son perdonados».

Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:

«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?».

Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:

«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”?

Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-:

“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”».

Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:

«Nunca hemos visto una cosa igual».


Palabra del Señor




«Hijo, tus pecados te son perdonados (...). A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»


Rev. D. Joan Carles MONTSERRAT i Pulido

(Cerdanyola del Vallès, Barcelona, España)

Hoy vemos nuevamente al Señor rodeado de un gentío: «Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio» (Mc 2,2). Su corazón se deshace ante la necesidad de los otros y les procura todo el bien que se puede hacer: perdona, enseña y cura a la vez. Ciertamente, les dispensa ayuda a nivel material (en el caso de hoy, lo hace curando una enfermedad de parálisis), pero —en el fondo— busca lo mejor y primero para cada uno de nosotros: el bien del alma.

Jesús-Salvador quiere dejarnos una esperanza cierta de salvación: Él es capaz, incluso, de perdonar los pecados y de compadecerse de nuestra debilidad moral. Antes que nada, dice taxativamente: «Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc 2,5). Después, lo contemplamos asociando el perdón de los pecados —que dispensa generosa e incansablemente— a un milagro extraordinario, “palpable” con nuestros ojos físicos. Como una especie de garantía externa, como para abrirnos los ojos de la fe, después de declarar el perdón de los pecados del paralítico, le cura la parálisis: «‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’. Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos» (Mc 2,11-12).

Este milagro lo podemos revivir frecuentemente nosotros con la Confesión. En las palabras de la absolución que pronuncia el ministro de Dios («Yo te absuelvo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo») Jesús nos ofrece nuevamente —de manera discreta— la garantía externa del perdón de nuestros pecados, garantía equivalente a la curación espectacular que hizo con el paralítico de Cafarnaum.

Ahora comenzamos un nuevo tiempo ordinario. Y se nos recuerda a los creyentes la urgente necesidad que tenemos del encuentro sincero y personal con Jesucristo misericordioso. Él nos invita en este tiempo a no hacer rebajas ni descuidar el necesario perdón que Él nos ofrece en su alcoba, en la Iglesia.


FELIZ VIERNES!!

  




miércoles, 13 de enero de 2021

INDULGENCIA PLENARIA POR SAN JOSÉ - AÑO DE SAN JOSÉ 2020 - 2021

 




 

Indulgencia Plenaria por San José


El Papa Francisco nos ha hecho un gran regalo al proclamar el “Año de San José”, para poner de relieve el papel fundamental que el santo de la humildad, la mansedumbre y el silencio, ha tenido en el plan salvífico de Dios.

Y además de este tiempo para exaltar la figura del padre adoptivo de Jesús y esposo de la Santísima Virgen, el Santo Padre, a través de las instituciones eclesiásticas correspondientes (Penitenciaría Apostólica) ha concedido la Indulgencia Plenaria durante todo el año (8 de diciembre de 2020 hasta el 8 de diciembre del 2021) que los fieles podrán aplicar cada día para algún difunto o para sí mismos.

 

¿Cuáles son las condiciones para acceder a esta Indulgencia Plenaria?

Por un lado están las condiciones habituales para estos casos y que son:

 

- Ir a Misa, realizar la confesión sacramental con un sacerdote y comulgar.

- Rezar el Padre Nuestro y el Credo.

- Rezar por las intenciones del Sumo Pontífice.

 

Pero como en este tiempo de pandemia y emergencia sanitaria, no todas las personas están en condiciones de asistir a los templos, confesarse y comulgar, el Papa Francisco ha establecido otras condiciones a través de las cuales se puede acceder a la Indulgencia Plenaria por el Año de San José. Puede obtenerse por alguna de estas acciones piadosas:

1. Meditar treinta minutos la oración del Padre Nuestro o participar de un retiro espiritual o una jornada con meditaciones sobre San José.

2. Sobre el ejemplo de San José, realizar una obra de misericordia corporal o espiritual para otra persona.

3. Rezar el Rosario en la familia o entre los novios.

4. Confiar cotidianamente tus actividades a la protección de San José e invocarlo para que quienes están en la búsqueda de empleo consigan uno digno.

5. Recitar las letanías de San José u otras oraciones al santo, por la Iglesia perseguida y alivio de todos los cristianos que padezcan alguna forma de persecución.

6. Rezar cualquier oración a San José legítimamente aprobada por la Iglesia o realizar un acto de piedad en honor a San José.

En el actual contexto de la emergencia sanitaria por la pandemia, el don de la indulgencia plenaria se extiende de forma particular a los ancianos, a los enfermos, a los agonizantes y a todos los que por motivos legítimos están imposibilitados de salir de su casa, con el alma libre de pecado mortal y el propósito de cumplir, cuando les sea posible las condiciones generales o habituales para la obtención de indulgencias plenarias. 

El tiempo durante el cual se puede obtener esta gracia es todo el Año de San José, y muy especialmente en determinadas fechas especiales: del 19 de marzo al 1 de mayo; el día de la fiesta de San José (19 de marzo); más todos los días 19 y todos los días miércoles, que son dedicados al santo.


A continuación se transcriben dos oraciones para rezar a san José.




Oración del papa León XIII

A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación y después de invocar el auxilio de tu santísima Esposa, solicitamos también, confiados, tu patrocinio. Por aquella caridad, que con la Inmaculada Virgen María Madre de Dios te hizo unido, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos vuelvas benignos los ojos a la herencia que con su sangre adquirió Jesucristo y con tu poder y auxilio socorras nuestra necesidades. Protege, providentísimo custodio de la Sagrada Familia, la escogida descendencia de Jesucristo. Aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción, asístenos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el poder de las tinieblas, y como en otro tiempo libraste al Niño Jesús del inminente peligro de la vida, así ahora defiende a la Iglesia santa de Dios de las acechanzas de sus enemigos y de toda adversidad; y a cada uno de nosotros protégenos con el perpetuo patrocinio, para que, a tu ejemplo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzar en el cielo la eterna felicidad. Amén.




Oración por los refugiados

Padre, Tú encomendaste a san José lo más valioso que tenías: el Niño Jesús y su Madre, para protegerlos de los peligros y de las amenazas de los malvados. Concédenos también a nosotros experimentar su protección y su ayuda. Él, que padeció el sufrimiento de quien huye a causa del odio de los poderosos, haz que pueda consolar y proteger a todos los hermanos y hermanas que empujados por las guerras, la pobreza y las necesidades, abandonan su hogar y su tierra, para ponerse en camino como refugiados hacia lugares más seguros. Ayúdalos, por su intercesión, a tener la fuerza para seguir adelante, el consuelo en la tristeza, el valor en la prueba. Da a quienes los acogen un poco de la ternura de este padre justo y sabio, que amó a Jesús como un verdadero hijo y sostuvo a María a lo largo del camino. Él, que se ganaba el pan con el trabajo de sus manos, pueda proveer de lo necesario a quienes la vida les ha quitado todo y darles la dignidad de un trabajo y la serenidad de un hogar. Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo, que san José salvó al huir a Egipto, y por la intercesión de la Virgen María a quien amó como esposo fiel según tu voluntad. Amén.

LA GRANDEZA DE LO SENCILLO



 La grandeza de lo sencillo

El conocimiento debe ser puesto al servicio del prójimo

Por: Marce Miranda Loayza | Fuente: Catholic.net



La grandeza del intelecto humano encuentra su culmen no en la expresión glamorosa del pensamiento, sino en la claridad y sencillez de la exposición del mismo, las palabras logran su real sentido cuando encuentran el receptor no sólo comprensión sino también aceptación.

Para muchos intelectuales y líderes de opinión demostrar un uso casi inentendible del lenguaje es signo de conocimiento y prestigio, enterrando ideas bajo un sinfín de palabras cuya única utilidad es la de enaltecer el orgullo y la soberbia del autor.

Existe cierta responsabilidad para aquél que posee lucidez y claridad sobre hechos y situaciones que por su complejidad necesitan ser explicadas, éstos dones no deben ser utilizados para una vanagloria inútil y egoísta, por el contrario, deben ser puestos al servicio del prójimo y de la sociedad, el conocimiento no es poder, el conocimiento es SERVICIO.

El reconocer y comprender los signos de los tiempos es un don de DIOS, poner claridad donde la oscuridad ha hecho trinchera requiere sencillez y humildad, la palabra entreverada de soberbia termina oscureciendo aún más lo que supuestamente se quiere iluminar, al ser el conocimiento un don divino sólo puede alcanzar su culmen cuando la humildad destierre la soberbia.

Iluminar el pensamiento humano también debe ir en concordancia con la defensa de los más vulnerables, de aquellos que no tienen voz y por ende son excluidos, estar en una posición de privilegio frente a la opinión pública no debe ser confundida con una fama efímera y pasajera, la palestra debe convertirse en voz profética donde los sin voz encuentran representados sus anhelos. 

El tratar de llenar de metáforas incomprensibles el conocimiento alejan la verdad y el entendimiento del destinatario, por ello es responsabilidad del poseedor de la palabra tender puentes en medio de la sociedad, compartiendo saberes y denunciando injusticias.

Una idea clara, enriquecida en sencillez e iluminada a la luz del EVANGELIO tiende a trascender en el tiempo, cumpliendo su misión de iluminar el conocimiento y guiar el entendimiento humano.

El conocimiento no es poder, el conocimiento es SERVICIO y en base a éste logra alcanzar su objetivo primario, ser luz en medio de la oscuridad y ser voz de los excluidos.

¿QUÉ ES EL TIEMPO ORDINARIO?

 



 TIEMPO ORDINARIO



El tiempo del Año litúrgico que no tiene un carácter propio (Adviento Navidad, Cuaresma y Pascua) recibe el nombre de Tiempo ordinario, que abarca 33 ó 34 semanas.

El Tiempo ordinario comienza el lunes siguiente al domingo posterior al 6 de enero (Epifanía) y dura hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza, que da inicio a la Cuaresma.

Ahí se interrumpe para reiniciarse desde el lunes siguiente a Pentecostés hasta las vísperas del primer domingo de Adviento,  con el cual se inicia el Nuevo Año litúrgico.

Al inicio del tiempo ordinario: conocer a Jesús, adorar a Jesús y seguir a Jesús.

La vida cristiana es sencilla, no se necesitan cosas extrañas o difíciles; basta poner a Jesús en el centro de nuestras elecciones cotidianas. Así lo expresaba el Papa Francisco hace un año en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta al inicio del Tiempo Ordinario.

Después de la Navidad, con el comienzo del nuevo tiempo litúrgico, en el centro de la vida cristiana – observó el Papa – está siempre Jesús, que es la primera y la última Palabra del Padre, “el Señor del universo”, el “Salvador del mundo. No hay otro, es el único”: “Este es el centro de nuestra vida: Jesucristo. Jesucristo que se manifiesta, se hace ver y nosotros estamos invitados a conocerlo, a reconocerlo, en la vida, en todas las circunstancias de la vida; reconocer a Jesús, conocer a Jesús… ¿El centro de mi vida es Jesucristo? ¿Cuál es mi relación con Jesucristo?”.


Tres tareas para hacer que Jesús esté en el centro de la vida:


1. CONOCERLO PARA RECONOCERLO

El Papa Bergoglio indicó tres tareas “para asegurarnos que Jesús esté en el centro de nuestra vida”: ante todo conocerlo para reconocerlo. Y recordó que en su tiempo, muchos no lo reconocieron: “Los Doctores de la ley, los sumos sacerdotes, los escribas, los saduceos y algunos fariseos”. Es más – prosiguió diciendo Francisco – “lo persiguieron, lo mataron”. De ahí la necesidad de preguntarse: “¿A mí me interesa conocer a Jesús? ¿O quizás tengo más interés por las telenovelas o las charlas; o las ambiciones, o por conocer la vida de los demás?”… “Para conocer a Jesús está la oración, el Espíritu Santo”, pero también está el Evangelio, que hay que llevar siempre consigo para leer un pasaje todos los días: “Es el único modo de conocer a Jesús”. Y “el Espíritu Santo hace después el trabajo. Ésta es la semilla que hace germinar y crecer, es el Espíritu Santo”.



2. Segunda tarea: ADORAR

La segunda tarea es adorar a Jesús. No sólo pedirle cosas y agradecerle. El Pontífice se refirió a dos modos de adorar a Jesús: “La oración de adoración en silencio” y “después quitar de nuestro corazón las otras cosas que adoramos, que nos interesan más. No, sólo Dios”. “Las otras cosas sirven, sirven si yo soy capaz de adorar sólo a Dios”: “Hay una pequeña oración que nosotros rezamos; el Gloria: ‘Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo’, pero tantas veces la decimos como loros. Pero esta oración ¡es adoración! ‘Gloria’: yo adoro al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Adorar, con pequeñas oraciones, con el silencio ante la grandeza de Dios, adorar a Jesús y decir: ‘Tú eres el único, tú eres el principio y el fin, y contigo quiero permanecer toda la vida, toda la eternidad. Tú eres el único’. Y expulsar las cosas que me impiden adorar a Jesús”.


3. Tercera tarea: PONER A JESÚS EN EL CENTRO DE NUESTRA VIDA: SEGUIRLO

La tercera tarea – subrayó el Pontífice – es la que propone el Evangelio del día en que Jesús llama a los primeros discípulos a seguirlo. Significa poner a Jesús en el centro de nuestra vida:

“La vida cristiana es sencilla, es muy simple, pero tenemos necesidad de la gracia del Espíritu Santo para que despierte en nosotros este deseo de conocer a Jesús, de adorar a Jesús y de seguir a Jesús. Por esto hemos pedido al Señor, al inicio, en la oración Colecta, conocer lo que debemos hacer y tener la fuerza para hacerlo. Que en la sencillez de cada día – porque para cada día para ser cristianos no son necesarias cosas extrañas, cosas difíciles, cosas superfluas, no, es sencillo – el Señor nos dé la gracia de conocer a Jesús, de adorar a Jesús y de seguir a Jesús”.

Celebremos el Tiempo Ordinario, este tiempo se convierte así en un gimnasio auténtico para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios

El Tiempo Ordinario tiene su gracia particular que hay que pedir a Dios y buscarla con toda la ilusión de nuestra vida: así como en este Tiempo Ordinario vemos a un Cristo ya maduro, responsable ante la misión que le encomendó su Padre, le vemos crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios su Padre y de los hombres, le vemos ir y venir, desvivirse por cumplir la Voluntad de su Padre, brindarse a los hombres…así también nosotros en el Tiempo Ordinario debemos buscar crecer y madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la Voluntad Santísima de Dios. Esta es la gracia que debemos buscar e implorar de Dios durante estas 33 semanas del Tiempo Ordinario.

Crecer. Crecer. Crecer. El que no crece, se estanca, se enferma y muere. Debemos crecer en nuestras tareas ordinarias: matrimonio, en la vida espiritual, en la vida profesional, en el trabajo, en el estudio, en las relaciones humanas. Debemos crecer también en medio de nuestros sufrimientos, éxitos, fracasos. ¡Cuántas virtudes podemos ejercitar en todo esto! El Tiempo Ordinario se convierte así en un gimnasio auténtico para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios, ejercitarnos en virtudes, crecer en santidad…y todo se convierte en tiempo de salvación, en tiempo de gracia de Dios. ¡Todo es gracia para quien está atento y tiene fe y amor!

El espíritu del Tiempo Ordinario queda bien descrito en el prefacio VI dominical de la misa: “En ti vivimos, nos movemos y existimos; y todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la vida futura, pues esperamos gozar de la Pascua eterna, porque tenemos las primicias del Espíritu por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos”.

Este Tiempo Ordinario se divide como en dos “tandas”. Una primera, desde después de la Epifanía y el bautismo del Señor hasta el comienzo de la Cuaresma. Y la segunda, desde después de Pentecostés hasta el Adviento.


Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 13 DE ENERO DEL 2021 - TIEMPO ORDINARIO



 Lecturas de hoy Miércoles de la 1ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, miércoles, 13 de enero de 2021



Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (2,14-18):

LO mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.

Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9


R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.


V/. Dad gracias al Señor, invocad su nombre,

dad a conocer sus hazañas a los pueblos.

Cantadle al son de instrumentos,

hablad de sus maravillas. R/.


V/. Gloriaos de su nombre santo,

que se alegren los que buscan al Señor.

Recurrid al Señor y a su poder,

buscad continuamente su rostro. R/.


V/. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;

hijos de Jacob, su elegido!

El Señor es nuestro Dios,

él gobierna toda la tierra. R/.


V/. Se acuerda de su alianza eternamente,

de la palabra dada, por mil generaciones;

de la alianza sellada con Abrahán,

del juramento hecho a Isaac. R/.



Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):


EN aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.

Se levantó de madrugada, cuando todavía era muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:

«Todo el mundo te busca».

Él les responde:

«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».

Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.


Palabra del Señor





«De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración»

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM

(Barcelona, España)



Hoy vemos claramente cómo Jesús dividía la jornada. Por un lado, se dedicaba a la oración, y, por otro, a su misión de predicar con palabras y con obras. Contemplación y acción. Oración y trabajo. Estar con Dios y estar con los hombres.

En efecto, vemos a Jesús entregado en cuerpo y alma a su tarea de Mesías y Salvador: cura a los enfermos, como a la suegra de san Pedro y muchos otros, consuela a los tristes, expulsa demonios, predica. Todos le llevan sus enfermos y endemoniados. Todos quieren escucharlo: «Todos te buscan» (Mc 1,37), le dicen los discípulos. Seguro que debía tener una actividad frecuentemente muy agotadora, que casi no le dejaba ni respirar.

Pero Jesús se procuraba también tiempo de soledad para dedicarse a la oración: «De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración» (Mc 1,35). En otros lugares de los Evangelios vemos a Jesús dedicado a la oración en otras horas e, incluso, muy entrada la noche. Sabía distribuirse el tiempo sabiamente, a fin de que su jornada tuviera un equilibrio razonable de trabajo y oración.

Nosotros decimos frecuentemente: —¡No tengo tiempo! Estamos ocupados con el trabajo del hogar, con el trabajo profesional, y con las innumerables tareas que llenan nuestra agenda. Con frecuencia nos creemos dispensados de la oración diaria. Realizamos un montón de cosas importantes, eso sí, pero corremos el riesgo de olvidar la más necesaria: la oración. Hemos de crear un equilibrio para poder hacer las unas sin desatender las otras.

San Francisco nos lo plantea así: «Hay que trabajar fiel y devotamente, sin apagar el espíritu de la santa oración y devoción, al cual han de servir las otras cosas temporales».

Quizá nos debiéramos organizar un poco más. Disciplinarnos, “domesticando” el tiempo. Lo que es importante ha de caber. Pero más todavía lo que es necesario.


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