El último día del mes de mayo
Tres significativos acentos: la proximidad a María, el misterio de la Santísima Trinidad y la Jornada Pro Orantibus
Por: Mons. Julián Ruiz Martorell
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Concluye el mes de mayo con tres significativos acentos.
1) Durante todo el mes hemos experimentado la proximidad de la Virgen María, la hemos venerado con múltiples advocaciones, hemos participado en romerías y peregrinaciones, la hemos contemplado como referente y modelo, hemos solicitado su intercesión, hemos acudido a ella para presentarle nuestras alegrías y tribulaciones, y le hemos expresado nuestra gratitud.
María, la llena de gracia, el fruto excelente de la redención, preservada totalmente de la mancha del pecado original desde el primer instante de su concepción, permaneció pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida. En la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios fue dirigida a María, y ella la acogió con todo su ser, en su corazón, para que tomase carne en ella y naciese como luz para los hombres. La Virgen María es la esclava del Señor. Es bienaventurada por haber creído. Es Virgen al concebir a su Hijo, Virgen en el parto y Virgen después del parto. Ella es verdaderamente Madre de Dios y Madre nuestra. Ella colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres. Ella acompañó a Jesús en los momentos dolorosos, gozosos, luminosos y gloriosos de su vida. Ella se mantuvo orante, junto a los discípulos, en la espera de Pentecostés. Ella está a nuestro lado como persona-luz y estrella de la Nueva Evangelización.
2) Terminamos el mes con la solemnidad de la Santísima Trinidad, el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo, la fuente de todos los demás misterios y la luz que los ilumina, la enseñanza más fundamental y esencial de la jerarquía de las verdades de la fe. La historia de la salvación es el recorrido histórico del camino y los medios a través de los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a la humanidad y se une con ella.
En la celebración eucarística el sacerdote nos saluda diciendo: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros”. Un saludo lleno de densidad teológica y pastoral, que nos inserta en el dinamismo de la comunión intratrinitaria. Dios es, en sí mismo, un misterio de amor, de comunión, de comunicación y de diálogo.
3) Celebramos la “Jornada Pro Orantibus”, en la que oramos por las personas consagradas que, en la vida contemplativa, merecen nuestro reconocimiento, estima y gratitud por hacer presente, en su ser y actuar, un extraordinario patrimonio espiritual.
En este día nos sentimos corresponsables en la tarea de dar a conocer la vocación genuinamente contemplativa. La Iglesia y el mundo necesitan este estilo de vida actual e imprescindible como anuncio profético del Reino de Dios.
Es preciso también promover iniciativas pastorales orientadas a incrementar la vida y la dimensión contemplativa en nuestra Diócesis. Resulta siempre estimulante participar en las celebraciones litúrgicas de algún monasterio.
Las personas contemplativas, desde la oración y el trabajo, nos recuerdan calladamente que, según la conocida expresión de santa Teresa de Jesús, para orar “no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho”, “en volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos pacientemente”. La vida contemplativa es un ejemplo de los “amigos fuertes de Dios” que son necesarios en los tiempos recios para sostener a los flojos.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell,
Obispo de Jaca y de Huesca