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sábado, 5 de noviembre de 2016

CONFIANZA


Confianza


Cierta vez un niño visitó una pequeña pero hermosa casa en un tranquilo barrio. La casa era de dos pisos, con alfombras en los cuartos, paredes blancas y una gran ventana con vista al jardín. Le
encantó aquel lugar y en su corazón pidió a Dios tener una casa así al crecer, para poder ver crecer a sus hijos. El tiempo pasó y aquel niño creció y como es costumbre, olvidó esa y muchas otras
peticiones que se hacen a Dios cuando se es niño. Estudió, se graduó como profesional y se casó.


Una noche clara de verano mientras su esposa dormía tranquilamente en su primer mes de embarazo, tomó la Biblia y leyó el Salmo 37:4 que dice: "Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos más profundos de tu corazón". Por un momento se detuvo a pensar y meditaba mientras caminaba por la alfombra del cuarto, entonces bajó al primer piso de su casa. Al llegar abajo cayó de rodillas, y rodeado de paredes blancas, en medio de la quietud de aquel barrio, mientras miraba por la ventana grande que daba al jardín... agradeció en medio de lágrimas a Dios diciendo: "Gracias Señor, pues eres fiel en todo y cumples aún aquello que yo mismo había olvidado...".

Todos tenemos sueños, deseos y anhelos y muchas veces nos frustramos por no alcanzarlos dejando de lado la confianza en Dios y la fe de creer en sus palabras, y olvidamos aquella frase de la Biblia que dice: "Poderoso es Dios para cumplir lo que promete". Si tienes un corazón puro, deseoso de servir a Dios cada día, no te debe quedar ninguna duda de que Dios cumplirá, pues su fidelidad es eterna.

viernes, 4 de noviembre de 2016

SABER COMPROMETERSE



Saber comprometerse


Los niños y jóvenes Exploradores se comprometen a hacer al menos una buena acción cada día. A todos conviene entrenarse en este ejercicio cotidiano. Cada servicio solidario es como ladrillo de una maravillosa construcción que levantas para alegría de Dios. Él goza al ver que sus hijos desarrollan sus dones con generosidad. 

Hay quienes no tienen miedo de asumir compromisos en su entorno social. Pero hay otros que adoptan como norma el "no te metas", egoísta y estéril. Una cosa es meterse y otra muy distinta "entrometerse". Está muy bien que no te entrometas en la vida de los demás. Pero métete con ellos en el sentido de comprometerte, de preocuparte por su bien, por sus problemas, por sus necesidades. No te aísles dentro de ti mismo, no límites tu preocupación solamente a ti o a los tuyos. Convéncete que, de una o de otra forma, todos los seres humanos son tuyos. Despreocuparse del hermano es despreocuparse de Dios, que es Padre de todos.

El mal ha entrado en el mundo por la puerta del egoísmo, que es negación del amor y búsqueda desenfrenada del propio bienestar. Cada día puedes empezar a ser generoso en gestos pequeños. Con la práctica descubrirás la alegría de dar y comprobarás, maravillado, que recibes mucho más de lo que das.


* Enviado por el P. Natalio 

EL ARTE DE CALLARSE


El arte de saber callarse



La reciente encíclica del papa Francisco, Amoris Laetitia (la alegría del amor), quizás sujeta a controversia, ha dejado huella, muy en especial una sección del “Capítulo cuarto: El amor en el matrimonio”, que ofrece una exégesis edificante sobre la Primera Carta de Pablo a los Corintios, un texto que, precisamente, se lee a menudo durante las misas de la celebración del matrimonio.

“El amor todo lo disculpa”
Pero en el texto, la reflexión sobrepasa el contexto del matrimonio. Es ante todo un tema de misericordia. El amor que celebra san Pablo como una virtud suprema y perdurable es un amor destinado a ser un patrón aplicable a todas las relaciones humanas. Por este motivo me impactó tanto la reflexión del papa en relación a la frase “el amor todo lo disculpa” (Amoris Laetitia, párrafos 112-113): “En primer lugar se dice que todo lo disculpa. Se diferencia de «no tiene en cuenta el mal», porque este término tiene que ver con el uso de la lengua; puede significar «guardar silencio» sobre lo malo que puede haber en otra persona. (…) En la defensa de la ley divina nunca debemos olvidarnos de esta exigencia del amor”.

No avivar el fuego
La sugerencia en este Año Jubileo de morderse la lengua como muestra de misericordia no es una simple opción, sino más bien una “exigencia del amor”. Muy a menudo, más de lo que me gustaría admitir, dar muestra de nuestro amor equivale a callarse. No es nada nuevo. En la carta de Santiago Apóstol, se habla sin ambages del poder destructor de un discurso irrespetuoso y pérfido, que reinaba por entonces en el seno de las primeras comunidades cristianas: “La lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas.  ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida” (Santiago 3: 5-6).

Hoy en día podríamos añadir a la lengua de la descripción de Santiago nuestros propios dedos que teclean o nuestros pulgares que golpetean para enviar mensajes. Son igualmente capaces de provocar o avivar un fuego y de destilar malicia en nuestras vidas.

En ciertas situaciones, mejor callarse…
Aquí hay varias situaciones en las que yo misma tengo que practicar mi misericordia y aprender a morderme la lengua (y otras situaciones en las que me arrepiento no haberme callado):

- Cuando tengo que decir la última palabra. Bien sea una pequeña riña familiar sobre a quién le toca hacer una tarea o bien un debate político en Internet, lo cierto es que rara vez sé cuándo parar. Pero en esto del amor y la misericordia no hay un marcador donde se vayan contando puntos (si no, ¿hasta dónde llegaríamos los pecadores?). Nadie (y nadie es nadie) tiene siempre el 100 por cien de la razón, y las cosas sobre las que debatimos rara vez son realmente significativas. No existe el calificativo de ‘buen perdedor’ por accidente; el que pierde y mantiene la compostura hace gala de gracia y bondad.

- Cuando me entero de un cotilleo jugoso. El papa Francisco califica el entusiasmo por el chismorreo como una “alegría oscura”, sobre todo cuando concierne a alguien que no nos gusta demasiado. Tengo que confesar que hablar sobre chismes me tienta tanto como el chocolate negro. Pero efectivamente, hablar mal de las personas o divulgar falsos rumores es como arrojar una cerilla encendida sobre campo seco. Una célebre anécdota relata que san Felipe Neri, aconsejando a un hombre que gustaba mucho del alcahueteo, le presentó la analogía de rajar una almohada de plumón en pleno vendaval y luego intentar recuperar todas las plumas esparcidas por doquier. Es tan imposible como imposible es medir las consecuencias de nuestros cotilleos. Morderse la lengua chismosa supone también no escuchar ni leer los chismorreos que me rodean.

- Cuando me siento más lista que los demás. Me crie en ese tipo de familia irlandesa donde el amor se expresa a través del sarcasmo. Con cada provocación maliciosa nos endurecíamos como el hierro se endurece en acero. Mi ingenio tiene un toque ácido, aunque sin maldad, pero que me ha pasado factura en mis relaciones con los demás. En la comedia shakespiriana “Mucho ruido y pocas nueces”, los amantes pendencieros se consumen mutuamente a golpe de burla. “¡Oh Dios!”, exclama Benedicto (muy versado siempre en el arte del sarcasmo) en relación a Beatriz: “He aquí, señor, un plato que no es de mi gusto: no puedo tragar a esta señora Lengua”. Puede que sea demasiado tarde para mí como para no comer de ese plato, pero sí puedo tratar de negarme a probar el sarcasmo diariamente con todas las salsas que encuentre.

- Cuando lo que intento es ayudar a los demás, ¡caray! Es una trampa en la que muchos de nosotros caemos: nos precipitamos a responder al silencio o la tristeza o la necesidad de los demás con una riada de consejos que nadie nos ha pedido. Sin embargo, en la mayor parte de las situaciones de este tipo, la verdadera ayuda consiste en callarse y escuchar, ser una presencia receptiva, silenciosa y misericordiosa. En vez de esto, a menudo respondo en Internet con hipervínculos a webs de medicina, sugiero un psicoanalista aficionado o (aún peor), cuento anécdotas sobre mi vida para explicar que mi experiencia es mucho peor. Todas estas respuestas son una falta de respeto hacia la persona que a la que intentaba ayudar. Tal vez no me vendría mal tener una notita en mi despacho que me recordara callarme y rezar. Sí, yo, ahora mismo.

Durante este año de la misericordia, y espero que también después, voy a intentar estar más atenta y morderme la lengua cuando sea necesario, por el amor misericordioso. ¿Rezaríais conmigo por este propósito? Sí, ahora mismo.


© Joanne Mc Portland (Aleteia)   

jueves, 3 de noviembre de 2016

NOVIEMBRE, MES PARA MEDITAR


Noviembre, mes para meditar
Este mes que nos llena de recuerdos de los seres que ya no podemos ver...


Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net 




El día está desapacible....soledad en la Capilla, la luz roja parpadea y tu estás ahí Señor... y yo como siempre estoy frente a ti y no se por qué tengo un sentimiento de melancolía...debe ser el mes de noviembre. Este mes que nos llena de recuerdos de los seres que ya no podemos ver, lugares vacíos, ecos de voces queridas ... que ya no oímos, siluetas y rostros que llevamos en nuestro corazón, pero...que ya no están.

Es el mes en que se habla de la muerte y los crepúsculos tienen una luz mortecina y el viento que va arrancando las hojas de los árboles nos habla de la proximidad del invierno. Si tuviera color le pondríamos un tono gris, serio y formal, con pinceladas de color cobre y oro....

Es el mes en que el pensamiento de la muerte nos pone inquietos pero solo por unos días pues pronto nos liberamos de este, para seguir, con alegría inconsciente, sumergiéndonos en el bullicio de la vida.

Pensar, meditar en la muerte no nos gusta. No estamos preparados para ello y tan solo nos causa desasosiego. Sabemos que algún día llegará... Tu, Jesús, nos dices: Velad, porque no sabeís ni el día ni la hora. Estad alerta, para no ser sorprendidos.

La muerte ha de llegar, eso no cabe duda, pero tu Señor, nos trajiste la esperanza de la resurrección. Creer en que vamos a resucitar es algo que nos aligera el alma y que en realidad no es la muerte sino una transformación de la propia vida.

Y San Pablo nos dice en su primera carta a los corintios: Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo andan diciendo algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?.Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que se durmieron

Esta fe es la que nos alimenta, Señor, y hace que tengamos una esperanza en esa muerte como la puerta hacia la otra vida, hacia la vida eterna.

Pero eso si, ese viaje a la eternidad nos obliga a tener listo "el equipaje", nos hace vivir día a día con el esfuerzo y la voluntad de ser mejores. No podemos despreciar el momento presente para obtener méritos que serán presentados ante tu Juicio, Señor.

Los seres queridos que se fueron nos impelen de mil formas y momentos a que preparemos "ese camino" y ese final de nuestra vida terrena, porque ellos ya saben que el gozo será infinito cuando traspasemos esa temida puerta de la muerte y podamos contemplar el rostro de tu amado Padre, el tuyo , el de tu Santísima Madre y también el de todos los que se nos adelantaron.

Mes de noviembre.... mes para meditar.

lunes, 31 de octubre de 2016

LA UNIÓN FAMILIAR


La unión familiar



Las piedras de los cerros caen al lecho de los torrentes y allí rozándose entre sí, pulen sus aristas, se suavizan y se vuelven brillantes. La convivencia familiar nos ayuda a madurar y pulirnos. Es un taller donde se forma la personalidad y se arraigan virtudes fundamentales, como la paciencia, la humildad y la esperanza. Aprovéchalo.  

Un padre tenía siete hijos, que casi siempre estaban en desacuerdo. Algunos malvados pensaron aprovechar esta debilidad para apoderarse de la herencia al morir el viejo. Entonces el padre reunió a sus hijos, les mostró un atado de siete varas y les dijo: “Aquél que logra romper estos palos, recibirá la chacra en herencia.” Uno tras otro, usando todas las fuerzas, lo intentó inútilmente. Y dijeron: “¡Es imposible!”.  “Y sin embargo no hay nada más fácil”, replicó el padre. Desató las sogas, separó los palos, y sus gastadas fuerzas fueron suficientes para quebrarlos uno tras otro. “¡Claro!”, exclamaron los hijos, “así es fácil, ¡hasta un niño lo hace!” Pero el padre añadió: “Hijos míos, lo mismo sucederá con ustedes. Mientras estén unidos, nadie los podrá vencer”.

El amor que pide Jesús debe llevarte a evitar en tu familia las faltas de aceptación, incomprensiones, y malentendidos. El Señor te quiere ver bondadoso, pacífico, servicial… No es fácil, pero lo puedes, si lo pides cada día: “Señor, ayúdame a ser hoy comprensivo, compasivo y paciente en mi hogar”. Que tengas un día de buena convivencia.


* Enviado por el P. Natalio 

REFLEXIÓN SOBRE LA POBREZA


Reflexión sobre la pobreza
No hay pobreza más grande que la de aquel a quien le falta Dios. Al hombre que a Él tiene podrá derrumbársele el mundo pero permanecerá impasible porque sabe a Quién tiene a su lado, Quién es su compañía.


Por: Jorge Enrique Mújica, LC | Fuente: GAMA - Virtudes y valores 




¿Es la pobreza una virtud? Si así es, ¡cuántos miles de seres humanos vagan por el mundo viviéndola sin saberse virtuosos! No, no es esa pobreza la que hace, sin más, a las personas virtuosas. Y esta afirmación ¿no es ir contra de aquellas palabras del Maestro: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de los Cielos” (Lc 6, 20)?


Escribir sobre la pobreza puede parecer como una falta de respeto a los pobres y pecar de doblez. Con qué facilidad nos quejamos de ella –pues hasta llegamos a pensar que la vivimos radicalmente– cuando para millones de hombres, mujer y niños nuestra “pobreza heroica” es el hecho normal de todos los días y de toda su vida. ¡Cuántas veces eso que nosotros tenemos por menos sería para ellos el mayor lujo! ¡Cuántas veces una jornada de pan y agua podría significar para nosotros la máxima austeridad mientras que para millones sería una especia de sueño con el que tendrían asegurada la existencia!

Sólo puede entender la virtud de la pobreza quien la ha abrazado voluntariamente y ha hecho suyas todas las radicales consecuencias que de ella se desprenden. Consecuencias que van más allá del mero desprendimiento material. Consecuencias que abarcan gustos, aficiones, deseos, lícitos quereres…

Jesús no canonizó la pobreza a secas. San Mateo especifica mejor la bienaventuranza evangélica de Jesús cuando dice: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3). La pobreza de que se habla nunca es un simple fenómeno material. La pobreza puramente material no salva, aun cuando sea cierto que los más perjudicados de este mundo pueden contar de un modo especial con la bondad de Dios. Pero la pobreza tampoco es una actitud espiritual.

Nos encontramos así con dos matices de pobreza: la material y la espiritual. Dentro de cada una de éstas hay dos tipos de pobrezas más, una mala y una buena.

La pobreza material negativa deshumaniza y debe ser combatida. Es la pobreza ante la que muchos preferimos no voltear, ante la que se calla, ante la que se enmudece cuando se mira de frente. ¡Cuántos se han hecho santos de Dios al entrar en contacto con ella! Sabemos que existe, conocemos en dónde, su rostro nos es del todo familiar… Pero hasta que uno no se pone en la realidad más absoluta del otro la pobreza se sigue mirando con indiferencia.

La pobreza material positiva libera y eleva; es el ideal evangélico que debemos cultivar. Es el querer vivir desprendido para que nada me ate y sea efectivamente libre. Y aquí entra el desapego de cosas, personas y pensamientos. No es minusvalorar ni una especie de frigidez del corazón, no. Es un ensanchamiento del mismo donde todos tienen recta cabida a partir de la jerarquía encabezada por Dios y del cual proviene el orden.

La pobreza espiritual negativa es ausencia de los bienes del espíritu y de los valores humanos: es la pobreza de los ricos. Nada más grotesco, nada más burdo que una pobreza de este tipo. La sensibilidad no existe, los valores y las virtudes se han extinguido; no hay amor, ni esperanza, ni fe; no hay un horizonte, la vida no importa, la existencia es oscura, el hombre -¿quién es?-, no han sido amados ni saben amar: Dios no existe.

La pobreza espiritual positiva está hecha de humildad y fe en Dios que son los frutos más bellos nacidos del árbol frondoso de la pobreza bíblica: es la riqueza de los pobres. Es la pobreza de los hombres que se saben pobres también en su interior, personan que aman, que aceptan con sencillez lo que Dios les da, y precisamente por eso viven en íntima conformidad con la esencia y la palabra de Dios.

***

No hay pobreza más grande que la de aquel a quien le falta Dios. Al hombre que a Él tiene podrá derrumbársele el mundo pero permanecerá impasible porque sabe a Quién tiene a su lado, Quién es su compañía.

viernes, 28 de octubre de 2016

NUESTRAS MADRES


Nuestras madres



“Me preguntas qué es la Madre. Junta el perfume de todas las flores y el arrullo de todas las montañas y la inquietud de todos los ríos; la frescura de todos los valles y la mirada de todas las estrellas; la caricia de todas las brisas y el beso de todos los labios. Todo guardado por Dios en un corazón de mujer. Eso es una madre” (A. Barbieri).

Iba un borracho caminando a su casa, cuando se detuvo ante un letrero que le llamó la atención. Y comenzó a llorar desconsoladamente. Pasó por casualidad su vecino que, al verlo tan afligido, le preguntó: —¿Por qué llora, vecino? El borracho le contestó:
— A lo que hemos llegado en este mundo. Mira lo que dice ese letrero: “Se vende madre sin sentimiento”. El vecino lee el letrero y le contesta: — Pero, chico, tú no ves que allí dice: “Se vende madera, zinc y cemento”.

La primera mujer, Eva, salió de la costilla del hombre... No de los pies, para ser pisoteada. No de la cabeza, para ser superior... Sino del lado, para ser igual. Debajo del brazo, para ser protegida y al lado del corazón, para ser amada. Que este símbolo ayude a los esposos a cultivar cada día una mejor convivencia, hecha de respeto y  tolerancia mutua.


* Enviado por el P. Natalio 

jueves, 27 de octubre de 2016

EL ÁGUILA Y LOS GALLOS


El águila y los gallos



“No cantes victoria antes de gloria”: este refrán enseña a no dejarse ofuscar por un triunfo pasajero, que todavía necesita asegurarse bien. Este error cometes si te entregas al descanso prematuramente, si descuidas la vigilancia, si pierdes el estado físico o intelectual, si festejas antes de tiempo. Una fábula de Esopo lo ilustra muy bien.

Dos gallos reñían por la preferencia de las gallinas; y al fin uno puso en fuga al otro. Resignadamente se retiró el vencido a un matorral, ocultándose allí. En cambio el vencedor orgulloso se subió a una tapia alta dándose a cantar con gran estruendo. Pero no tardó un águila en caerle encima y raptarlo. Desde entonces el gallo que había perdido la riña se quedó con todo el gallinero (Esopo).

El refrán comentado se aplica también al combate espiritual, que terminará sólo con la gloria del Cielo. Antes de esa hora debemos permanecer siempre en vigilancia y oración, como Jesús enseña en el Evangelio, y lo ejemplificó con la parábola del servidor a quien su señor al regresar lo encuentra velando. Don Bosco decía: “¡Descansaremos en el Paraíso!”.


* Enviado por el P. Natalio 

lunes, 24 de octubre de 2016

EL CABALLO ESCONDIDO


El caballo escondido



Hay en nuestras vidas hábitos que nos esclavizan e impiden ser la obra maestra que a veces soñamos. Todo es posible con la ayuda del Señor, a pesar de que no sea fácil. Procede con paciencia pues “nadie se desembaraza de un hábito o de un vicio tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño” (Mark Twain).

Cuentan de un niño que un día entró en el taller de escultura de un vecino, y allí encontró un gran bloque de piedra. A los pocos meses volvió a entrar, y en el mismo sitio encontró la escultura de un caballo. Entonces le preguntó al escultor: — ¿Cómo sabías tú que dentro había un caballo? — Ésta es la especialidad del artista: encontrar el caballo (o lo que sea) que hay dentro. Ir quitando toda la piedra que sobra hasta encontrar el caballo.

Sin duda dentro de ti mismo hay una obra de arte que debes sacar a luz con persistente labor. Se trata de ir quitando lo que sobra, lo que impide ser un hombre cabal, un hijo de Dios tal como él lo soñó. “Si todos los años extirpáramos un solo vicio, pronto llegaríamos a ser hombres perfectos” (Kempis). El Señor te asiste, pon manos a la obra.


* Enviado por el P. Natalio

MIRAR HACIA ARRIBA


Mirar hacia arriba.
Todo lo que tenemos es prestado, nada nos llevaremos, solo las obras buenas y la alegría de haber vivido llenos de Dios.


 Fuente: www.mensajespanyvida.org 




Levanta la vista y con la mirada puesta en Dios, haz el bien, que es camino de la felicidad eterna. Iba un pequeño barco pesquero saliendo de la orilla del mar y ¡vaya movimiento que se siente en la pequeña embarcación!, se necesita ser muy del mar para no sentir el mareo y las ganas de bajarse y echar a correr.

La barquilla se movía graciosamente al ritmo de las olas, pero los marineros sufrían las consecuencias de aquel vaivén... uno de ellos recibió órdenes de subir a un mástil, y a medida que subía se sentía peor ... el capitán de aquel barco le gritó: SI NO QUIERES SENTIRTE MAL, MIRA HACIA ARRIBA...

Que bien nos viene esta pequeña anécdota a todos los seres humanos: si no queremos marearnos con las cosas atractivas de éste mundo, debemos mirar hacia arriba, implorar al cielo que nos llene de deseos espirituales, que veamos claro que en la vida no sólo se vive para comprar cosas y satisfacernos en todo, para así estar contentos y felices; que muy por el contrario, las cosas que llenan plenamente la vida no se pueden comprar... porque no tienen precio.

Que bien nos haría en nuestra vida MIRAR HACIA ARRIBA y pedirle a Dios:


Humildad para aceptar nuestra vida como es y conformarnos con lo que tenemos y con lo que somos, sin desear tener mucho...

Que nos llene el alma de amor para poder vivir una vida digna, para poder darle momentos bellos a los demás...

Ayuda para ser mejores, sencillos de corazón y vivir con alegría

Aprender a dar amor y a darnos a los demás con verdadera entrega y desprendimiento, sin esperar recibir todo de ellos.

Generosidad para compartir todo lo que El nos ha dado, como nuestros talentos y virtudes.

Fortaleza para no apegarnos a las cosas materiales... a nada ni a nadie, porque:
Todo lo que tenemos en esta vida es prestado por Dios, porque al final nada nos llevaremos, solo las obras buenas y la alegría de haber vivido una vida llena de Dios. Eso es lo único que podemos llevarnos de este mundo.

domingo, 23 de octubre de 2016

LA POSTURA JUSTA, MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 23 DE OCTUBRE 2016


La postura justa



Según Lucas, Jesús dirige la parábola del fariseo y el publicano a algunos que presumen de ser justos ante Dios y desprecian a los demás. Los dos protagonistas que suben al templo a orar representan dos actitudes religiosas contrapuestas e irreconciliables. Pero, ¿cuál es la postura justa y acertada ante Dios? Ésta es la pregunta de fondo.

El fariseo es un observante escrupuloso de la ley y un practicante fiel de su religión. Se siente seguro en el templo. Ora de pie y con la cabeza erguida. Su oración es la más hermosa: una plegaria de alabanza y acción de gracias a Dios. Pero no le da gracias por su grandeza, su bondad o misericordia, sino por lo bueno y grande que es él mismo.

En seguida se observa algo falso en esta oración. Más que orar, este hombre se contempla a sí mismo. Se cuenta su propia historia llena de méritos. Necesita sentirse en regla ante Dios y exhibirse como superior a los demás.

Este hombre no sabe lo que es orar. No reconoce la grandeza misteriosa de Dios ni confiesa su propia pequeñez. Buscar a Dios para enumerar ante él nuestras buenas obras y despreciar a los demás es de imbéciles. Tras su aparente piedad se esconde una oración "atea". Este hombre no necesita a Dios. No le pide nada. Se basta a sí mismo.

La oración del publicano es muy diferente. Sabe que su presencia en el templo es mal vista por todos. Su oficio de recaudador es odiado y despreciado. No se excusa. Reconoce que es pecador. Sus golpes de pecho y las pocas palabras que susurra lo dicen todo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».

Este hombre sabe que no puede vanagloriarse. No tiene nada que ofrecer a Dios, pero sí mucho que recibir de él: su perdón y su misericordia. En su oración hay autenticidad. Este hombre es pecador, pero está en el camino de la verdad.

El fariseo no se ha encontrado con Dios. Este recaudador, por el contrario, encuentra en seguida la postura correcta ante él: la actitud del que no tiene nada y lo necesita todo. No se detiene siquiera a confesar con detalle sus culpas. Se reconoce pecador. De esa conciencia brota su oración: «Ten compasión de este pecador».

Los dos suben al templo a orar, pero cada uno lleva en su corazón su imagen de Dios y su modo de relacionarse con él. El fariseo sigue enredado en una religión legalista: para él lo importante es estar en regla con Dios y ser más observante que nadie. El recaudador, por el contrario, se abre al Dios del Amor que predica Jesús: ha aprendido a vivir del perdón, sin vanagloriarse de nada y sin condenar a nadie.


* José Antonio Pagola

viernes, 21 de octubre de 2016

SE PUEDE SUPERAR EL PASADO?


¿Se puede "superar" el pasado?
Con pena veo en mi pasado una nube inmensa de pecados y de faltas, de egoísmos y de miserias, de cobardías y de perezas.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




Cada decisión, cada acto, queda escrito de modo indeleble en el camino de la propia vida y de la vida de quienes están cerca o lejos, en la marcha imparable de la historia humana.

A veces quisiéramos cancelar hechos o palabras pronunciadas en el pasado. Pero lo hecho, hecho está. Queda fijo, inmutable. Pesa sobre el presente y sobre el futuro de modos más o menos intensos, incluso dramáticos.

Frente al pasado, frente a los errores cometidos, ¿existe alguna terapia? ¿Es posible superar esos hechos terribles, esos pecados, que hieren el Corazón de Dios, que dañan a los hermanos, que nos carcomen internamente?

En un escrito autógrafo, titulado “Meditación ante la muerte”, el Papa Pablo VI miraba hacia el pasado con pesar, al ver aquellas acciones “defectuosas, imperfectas, equivocadas, tontas, ridículas” que constituían parte de su existencia.

Si eso escribe un Papa, ¿qué podré decir yo? Con pena veo en mi pasado una nube inmensa de pecados y de faltas, de egoísmos y de miserias, de cobardías y de perezas.

Pero sabemos que el pasado, aunque insuprimible, puede ser “superado” desde la potente misericordia de un Dios que busca salvar a cada uno de sus hijos. Para ello, sólo necesito abrirme a la gracia, acudir al Médico para suplicar la salvación.

La experiencia del perdón, el don de la misericordia en el sacramento de la confesión, se convierte en motivo para renovar la esperanza, para levantarme del polvo, para ponerme bajo una mirada que no condena, sino que rescata.

“Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más” (Jn 8,11). Las palabras de Cristo a la mujer sorprendida en adultero también valen para mi vida.

Es entonces cuando puedo repetir aquellas otras palabras de Pablo VI en el texto antes citado: “Y luego, finalmente, un acto de buena voluntad: no mirar más hacia atrás, sino cumplir con gusto, sencillamente, humildemente, con fortaleza, como voluntad tuya, el deber que deriva de las circunstancias en que me encuentro. Hacer pronto. Hacer todo. Hacer bien. Hacer gozosamente: lo que ahora Tú quieres de mí, aun cuando supere inmensamente mis fuerzas y me exija la vida. Finalmente, en esta última hora”.

jueves, 20 de octubre de 2016

DETENTE A OLER LAS FLORES



Detente a oler las flores


El ritmo de la vida moderna, suele alejarnos del contacto con las cosas naturales. Es raro detenemos, a lo largo del año, a observar un amanecer o un anochecer. Este solaz aporta tanto a nuestra paz interior y equilibrio mental, que los beneficios se obtienen de inmediato. No cierres los ojos a estas realidades fuertes de la vida.

Quítate el grillete de la muñeca -al menos de vez en cuando- deja de depender tanto del reloj. Escucha tu reloj interior. Tómate días de retiro, de verdadero descanso, sin programa alguno. No estés hasta la última hora del día haciendo cosas o viendo la televisión. Un día a la semana acuéstate y levántate antes. Huye de todo lo que «enganche» y cree adicción. Vivir equilibradamente implica saber combinar las actividades que nos agradan y recrean. Cuando algo se  convierte en una obsesión hay que buscar la forma de liberarse de su esclavitud (Juan Yzuel).

Es importante que cada familia busque sus momentos de descanso, aunque sea sin salir de casa. Detenerse, “respirar la vida gozando cada minuto”. Hacer lo que no siempre se hace. Salir a caminar, aprovechar esa ocasión para un fructífero diálogo, o acercarse al templo para hacer una visita a Jesús.


* Enviado por el P. Natalio

lunes, 17 de octubre de 2016

REFLEXIÓN PARA AUMENTAR MI FE EN DIOS


Reflexión para aumentar mi fe en Dios
La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela


Por: P. Modesto Lule Zavala msp | Fuente: www.modestolule.com/ 




Algunas personas llegan a pensar que la fe es como la esperanza. Cierto es que la persona que tiene fe tiene esperanza, pero no necesariamente es la esperanza. El catecismo de la Iglesia católica dice: CIC 166: “La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de

Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros”. Es decir, todos en la medida de alimentar nuestra fe y compartirla nos enriquecemos. Dice la carta a los romanos 10, 17: Así pues, la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo.

La fe es un don de Dios, es decir, se debe pedir a Dios. La fe se debe separar de la superstición, que es en lo que algunos pueden caer por falta de conocimiento en la religión. La carta a los Hebreos 11, 1, dice: “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”.

La fe se debe trabajar y en la medida que hay esfuerzo hay esperanza de alcanzar lo que se busca. Dentro del ámbito cristiano esperar algo ya no se reduce a cuestiones meramente egoístas, sino a beneficios para todos.

La madre Teresa de Calcuta dice: “del silencio nace la oración, de la oración nace la fe, de la fe nace el amor, del amor nace la entrega y de la entrega la paz”. Todo lleva un proceso, y para progresar en la fe hay que progresar en el silencio y en la oración y esto conllevará a más dones y virtudes que enriquecerán a la persona y por ende a los que le rodean.


La palabra fe viene del latín FIDES, y significa lealtad. De la misma palabra FIDES se desprende fiel y otras más. La lealtad se la debemos a Dios, en la medida que seamos fieles, es decir leales, podemos esperar como dice en la carta a los hebreos, aquellas cosas que ya hemos pedido, es decir tenemos esperanza en que Dios nos ayudará en lo que necesitamos y todo esto será para cumplir con la voluntad de Dios. Así como la Virgen maría que fue leal a lo que el Señor pedía pudo alcanzar la gloria que Dios Padre concede a todo obediente a su palabra. Los santos son santos por ser leales, por tener fe en que las promesas de Jesucristo se cumplirán en su momento, quizá no en el que pedimos nosotros pues Dios nos concede las cosas no cuando queremos, sino cuando ya estamos preparados.

domingo, 16 de octubre de 2016

REGRESAR AL CAMINO


Regresar al camino
El agradecimiento implica regresar al buen camino de la vida.


Por: Ignacio Buisán, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores 




“Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias”.

Dice el refrán que “es de bien nacidos el ser agradecidos”. Sin embargo, el episodio de los diez leprosos que encontramos en el Evangelio, nos muestra y nos revela que la gratitud es, más bien, una virtud rara, una virtud exótica, algo parecido a esas flores curiosas que brotan en medio de la nieve o en los lugares más insospechados de la tierra.

Nos cuesta ser agradecidos. Pero ¿por qué? ¿Cuál puede ser la razón de esa dificultad? Tal vez porque en el fondo “dar las gracias” implica regresar un camino; algo que no siempre estamos dispuestos a hacer: “Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra. Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó...”

Esos hombres, los diez, estaban desahuciados, eran unos muertos en vida, comidos por la enfermedad y por la soledad, señalados por la sociedad, proscritos, relegados, rotos por dentro y por fuera. Esos hombres pasaron en un instante a recuperar, de golpe, toda su dignidad, toda su salud, todo su cuerpo. Debió ser algo impresionante, inesperado, impactante. El único detalle en contra es que Jesús lo hizo gratis. A Jesús no le debían mil millones de dólares, ni una comisión, ni siquiera un regalo de agradecimiento. Lo único que les ataba a la persona que les había curado era su capacidad de agradecer; pero eso implicaba regresar por el mismo camino, tal vez perder un poco de tiempo, y reconocer el favor. Algo que sólo uno estuvo dispuesto a hacer.

“Regresar el camino” y dar las gracias no siempre y no todos estamos dispuestos a hacerlo. Somos mucho más agradecidos con el doctor, con el psicólogo o con el nutriólogo, que nos recibe en su consulta, reloj en mano, y nos receta un medicamento, una dieta o una terapia, que con el confesor que desde el confesionario nos absuelve, sin dinero de por medio, y nos limpia de la lepra del pecado. Somos más agradecidos con el funcionario o con el político que nos hace algún favor, a cambio de una significativa comisión, que con nuestros papás, que con esfuerzo y con sacrificio han gastado y han dado su vida para sacar adelante la nuestra.

¿Y con Dios? con Dios, más que agradecidos somos exigentes y muchas veces injustos. Le exigimos curaciones, le exigimos milagros, le exigimos que tengamos suerte, le exigimos que encontremos un buen trabajo, le exigimos que nos vaya siempre bien en la vida, le exigimos que no nos pase nada ni a nosotros ni a los nuestros, le exigimos que no nos falte el dinero, que nuestros hijos tengan éxito en la vida.... Exigimos, exigimos, exigimos y si no nos cumple renegamos, nos alejamos o dudamos de él haciéndolo culpable de todo lo que nos pasa.

Parece mentira, y es triste, que no nos hayamos dado cuenta de que Dios ya hizo el gran milagro, de que él ya cumplió con su parte. Él nos ha dado lo más importante: la existencia y su amor; su vida y su muerte; su cuerpo y su sangre; la resurrección y la vida eterna. A nosotros es a quienes nos corresponde, ahora, recorrer el camino. El problema es si estamos dispuestos a regresar, de vez en cuando, ese camino, para corresponder con nuestra capacidad de agradecer.

Diez leprosos fueron curados de su enfermedad. Los diez se beneficiaron del milagro, pero sólo uno regresó el camino para dar las gracias. Ese leproso, además del milagro de su curación corporal, escuchó palabras no menos misteriosas e impresionantes, que sin duda marcaron el resto de su existencia: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.

Cada domingo tenemos la oportunidad de “regresar el camino” para dar gracias a Dios. La palabra “Eucaristía”, significa “acción de gracias”. Sólo por ese motivo ya sería algo grande ir a Misa. Sorprende y entristece ver la facilidad con que dejamos de hacerlo, a veces por flojera, otras veces porque la prisa de la vida, que también se hace presente los fines de semana, nos hace ver ese “dar gracias” como una pérdida de tiempo. Con toda razón, el Papa Juan Pablo II advertía al inicio del tercer milenio a todos los creyentes que “la Eucaristía dominical, congregando semanalmente a los cristianos como familia de Dios en torno a la mesa de la Palabra y del Pan de vida, es también el antídoto más natural contra la dispersión”. No hacerlo, no es sólo signo de ingratitud, sino también signo de despiste existencial. Ser agradecidos no cuesta dinero, es gratis; tal vez eso es lo malo, porque todo lo gratuito corre el riesgo de no ser valorado. Es cierto que no cuesta dinero en esta vida, pero tendrá su peso cuando en la otra oigamos: “¿No fueron diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros

viernes, 14 de octubre de 2016

ROSTROS VEMOS, CORAZONES NO SABEMOS


Rostros vemos. corazones no sabemos
No hay que dejarse llevar sólo por las apariencias.



Miriam llegó finalmente al Santuario de Medjugorie, después de una larga caminata, estaba rodeada de un grupo de italianos, entonces entró en una sala de espera.

-Me puedo sentar aquí por un momento. –Preguntó.

-Apenas terminó de hablar, llovió una cantidad de reclamos, gritos e insultos….

-¡Vallase de aquí!, ¡Aquí solo la gente de nuestro grupo!, ¡Esto está ocupado, qué no ve!, ¡Que se valla de aquí! –Respondieron entre otras cosas los peregrinos.

Desde el fondo un niño alzó la voz:
-Mamá esa es una de la videntes, puedo ir a saludarla.

Como si un rayo hubiese dividido la historia, todos cambiaron de aspecto, se corrió la noticia de boca en boca, y de boca en gritos.

-Miriam, por favor, sintiese, ¿Quieres algo?

-¿Por favor, Miriam puedo hablar contigo en particular?

Aquella mujer permaneció en pie y dirigió la palabra a los presentes:

“Queridos amigos, me he dado cuenta que en este mundo hay muchos juicios y poco amor, me pregunto qué hubiese pasado si algún ateo en busca de la fe y le hubiese pasado lo mismo que a mí, ¿Se hubiera convertido por su testimonio o hubiera reforzado su ateísmo?”(Encuentro mariano, Boloña, Italia, 13 de Marzo del 2010, intervención de Miriam).

La caridad cristiana implica romper todo juicio y compartir el amor de Cristo a todos.
Que admirables son esas personas que saben reconocer lo bueno de los demás y perdonar lo malo, basta con hacer mención de los grandes personajes de la historia que han sufrido y perdonado como Cristo: Juan Pablo II ante Alí Acka o Nelson Mandela después de 30 años de cárcel, son hombres de corazones abierto al perdón y por tanto a la verdad.

Dice la sabiduría popular: “Rostros vemos, corazones no sabemos”

Se cuenta también al respecto que un alumno de San Alberto Magno fue interrogado por su maestro durante una “Questio disputata” este alumno era silencioso, humilde y muy reservado, tanto que era llamado el “buey mudo”, pues bien, el aprendiz resolvió todo con tanta profundidad y claridad que Alberto Magno exclamó:

“Este que nosotros llamamos “buey mudo”, mugirá tan fuerte que se hará escuchar en todo el mundo”.

Este personaje prejuzgado por algunos como alguien silencioso, callado, como un “buey mudo”, fue el grande Santo Tomás de Aquino, que hoy se estudia en las universidades e institutos del mundo, en los ámbitos de filosofía, teología, psicología, gnoseología, etc.

Verdaderamente “Rostros vemos, corazones no sabemos”



Por: Marín Antonio Cruz, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores 

jueves, 13 de octubre de 2016

SÉ RESPONSABLE CON TU DINERO


Sé responsable con tu dinero


La codicia es la idolatría del dinero, es un deseo de poseer sin límites que puede llevar a la explotación del prójimo, o a no compartir los bienes con los necesitados. Tan perjudicial es una carencia como un exceso. La felicidad está en disfrutar de lo que tenemos, y no en desear lo que no podemos tener.

Salda tus deudas. Intenta pagar siempre que puedas al contado; gastarás menos. Haz ajustes para vivir dentro de tus posibilidades. Analiza y recorta tus gastos. Calcula cuánto podrías ahorrarte si no compraras ciertos productos de marca. Que tu austeridad sea desde la alegría. Motívate con un compromiso solidario: lo que te sobra es lo que otra persona necesita para llevar una vida digna (Juan Yzuel).

“Con el dinero puedes comprar una casa, pero no un hogar; una cama, pero no el sueño; un libro, pero no la sabiduría; la compañía, pero no el amor; la diversión, pero no la alegría; un crucifico, pero no la fe; un magnífico ataúd, pero no un lugar en el cielo. Preocúpate primero por las cosas de Dios. No siempre te dará todo lo que pidas, pero siempre te dará todo lo que necesitas”. Sabias orientaciones.


* Enviado por el P. Natalio

lunes, 10 de octubre de 2016

UN NUEVO DÍA


Un nuevo día


Aquí tienes una oración para “saludar con gozo y agradecimiento el don inapreciable de este nuevo día. Trata con ternura y afecto cada hora, porque no retornará jamás. Elude todo lo que mata el tiempo. No escuches a labios ociosos. No te quedes donde hay manos inactivas” (OM). Vive con intensidad el regalo de las próximas doce horas.

Señor, en el silencio de este día que nace, vengo a pedirte paz, sabiduría y fuerza. Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor; ser paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno. Ver detrás de las apariencias a tus hijos, como los ves tú mismo, para, así, poder apreciar la bondad de cada uno. Cierra mis oídos a toda murmuración, guarda mi lengua de toda maledicencia, que sólo los pensamientos que bendigan permanezcan en mí. Quiero ser tan bien intencionado y justo que todos los que se acerquen a mí, sientan tu presencia. Revísteme de tu bondad, Señor, y haz que durante este día, yo te refleje. Amén.

“Vive este día con un gran amor a todos. Ama a toda clase de personas, porque cada uno tiene cualidades dignas de ser admiradas, aunque quizá estén ocultas. Cuando te encuentres con alguien, dile mentalmente mirándolo a los ojos, te amo. Estas palabras se reflejarán en tu voz y en tu sonrisa… y se abrirán los corazones” (OM).  


* Enviado por el P. Natalio

jueves, 6 de octubre de 2016

TODO ES VANIDAD


Todo es vanidad



1)  Para saber
“Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión”, son vanidad. Así lo dice la Sagrada Escritura en el libro del Eclesiastés. Y el Papa Francisco, comentando este pasaje, nos advierte que la vanidad “es como una osteoporosis del alma”, en que se intenta enmascarar el exterior para ocultar el vacío interior, pues los huesos desde afuera parecen buenos, pero dentro están todos corroídos. Y esto enferma el alma, porque enmascara la propia vida para aparentar, para fingir.

2) Para pensar
Samaniego, escritor español, se inspiró en Esopo para escribir sus fábulas. A través de ellas, quiso mostrar enseñanzas morales. Una de las más famosas es la del “Asno disfrazado”.
En ella nos relata cómo un asno encontró una piel de león y discurrió ponérsela para impresionar a su alrededor. Efectivamente, su temible aspecto hacía que todos le huyeran, en el bosque, el prado y en el pueblo. Contento iba el asno creyéndose importante. Sin embargo, un molinero alcanzó a ver la punta de una oreja que se le salía de la piel de león. Tomó entonces un garrote de fierro y a fuerza de palos lo llevó a su casa. Al divulgarse lo que había sucedido, llegaron todos en un instante, y al que habían temido como león reinante, ahora se burlaron de él ferozmente. Y quien más le respetó, ahora más lo despreció. Aprendiendo el asno la lección de conformarse con lo que es, sin pretender engañar a nadie.

3) Para vivir
El Santo Padre advirtió que en el alma pueden producirse dos tipos de inquietudes. Una es “buena, la inquietud que nos da el Espíritu Santo y hace que el alma esté inquieta para hacer cosas buenas. Sin embargo, existe también “la mala inquietud”, la de quien hace el mal y tiene la conciencia sucia y no puede vivir en paz, porque vive con una irritación continua, en una urticaria que no lo deja en paz.
Francisco recordó que “el mal tiene siempre la misma raíz: la codicia, la vanidad y el orgullo. Y los tres no dejan la conciencia en paz, sino inquieta y con miedo.
El Papa indicó que la vanidad “nos infla” y “no tiene larga vida, porque es como una burbuja de jabón. ¿Qué ganancia obtiene el hombre por toda la fatiga con la cual se abruma? Se preocupa por aparentar, por fingir, por parecer y, sin embargo, al morir “serás alimento de los gusanos. Y todo este enmascarar la vida es una mentira, porque te comerán los gusanos y no serás nada. Esta es la vanidad”, señaló.
El Santo Padre lamentó que muchas personas que conocemos viven aparentando. “¡Pero qué buena persona! Da grandes ofrendas a la Iglesia. Esto es lo que se ve, pero la osteoporosis es la corrupción que tienen dentro. ¿Dónde está nuestra fuerza y la seguridad, nuestro refugio? El Señor es el camino, la verdad y la vida. Esta es la verdad, no la máscara de la vanidad”, dijo.
Al finalizar su homilía, el Santo Padre pidió “que el Señor nos libere de estas tres raíces de todos los males: la codicia, la vanidad y el orgullo. Pero sobre todo de la vanidad, que nos hace mucho mal”.


* Pbro. José Martínez Colín

martes, 4 de octubre de 2016

LA GARDENIA BLANCA


La gardenia blanca



Todos los años en el día de mi cumpleaños a partir de las doce, alguien me enviaba anónimamente una gardenia blanca a mi casa. Nunca venía acompañada de una tarjeta o una nota, y las llamadas a la floristería resultaban inútiles porque la adquisición siempre era en efectivo.

Después de un tiempo, renuncié a tratar de descubrir la identidad del desconocido. Sólo me deleitaba con la belleza y el perfume de aquella mágica flor, anidada en un papel de seda rosado. Pero nunca dejé de imaginar quién podría ser el remitente.  Pasaba algunos de mis momentos más felices soñando despierta con alguien maravilloso y emocionante, pero demasiado tímido o excéntrico como para revelar su identidad.

Durante mi adolescencia, me divertía especulando con que el remitente podría ser un muchacho del que estaba enamorada, o incluso alguien a quien no conocía y que se había fijado en mí.

Mi madre a menudo participaba en mis especulaciones.  Me preguntaba si había alguien con quien hubiera tenido una bondad especial, que me manifestara anónimamente su gratitud.  Me recordaba aquellas ocasiones cuando yo paseaba en mi bicicleta y la vecina llegaba con el auto lleno de comestibles y de niños.  La ayudaba y me aseguraba de que los niños no corrieran hacia la calle.  O quizás el anciano que vivía del otro lado de la calle, pues yo le llevaba el correo para que no se aventurara a bajar los escalones.

Mi madre se esforzaba por estimular mi imaginación, deseaba que sus hijos fuesen creativos y también que se sientan apreciados y amados.

Cuando tenía 17 años un muchacho rompió mi corazón; la noche que me llamó por última vez, me dormí llorando.  Cuando me levanté a la mañana siguiente, había un mensaje sobre el espejo escrito con lápiz de labios: "Debes saber que cuando los semidioses parten, llegan los dioses"... Limpié el espejo y mi madre supo que nuevamente estaba bien.  Pero había heridas que ella no podía sanar.

Un mes antes de mi graduación, mi padre murió de un infarto.  Mis sentimientos oscilaban entre el simple dolor y el abandono, el temor, la desconfianza y una inmensa ira por la ausencia de mi padre.  Perdí interés en mis clases e incluso en la fiesta de graduación.

El día antes de la muerte de mi padre, fuimos a comprar un vestido para la fiesta y encontramos uno espectacular.  Pero al morir, mi padre, al día siguiente, me olvidé.  Mi madre no lo olvidó... Y el vestido me esperaba en el sofá de la sala.  A mi madre le importaba mucho cómo sentíamos, debíamos ser como la gardenia: bellos, fuertes, perfectos y con algo de magia y misterio.

Mi madre murió cuando yo tenía 22 años, sólo 10 días después de mi boda.  Aquel año dejaron de llegar las gardenias.
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