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jueves, 23 de febrero de 2017

AVALANCHA DE NIEVE


Avalancha de nieve



María Simma fue una sencilla campesina que desde pequeña oraba por las almas del Purgatorio. A los 25 años fue favorecida con el carisma de ser visitada a menudo por estas almas. Vivía sola en su casita de Sonntag en Austria. Fue alentada en su tarea por el párroco y el obispo. Con generosidad María respondía siempre a los pedidos de las almas benditas.

Una noche de 1954 un joven estaba en su casa, cuando de improviso un terrible alud se abatió tan cerca que oía gritos que pedían auxilio. De inmediato el joven se levantó y se precipitó para socorrer a esas personas. Pero su madre en la puerta quiso impedirle el paso. El joven, conmovido por los gritos y resuelto a auxiliarlos, empujó a su madre y le dijo: "¡Sí, yo voy! ¡No quiero dejarlos morir así!” y salió. Pero también él, a lo largo del trayecto, fue alcanzado por otro alud y murió... Dos días después se apareció a María Simma y le dijo: "Haz celebrar tres misas por mí, así seré liberado del Purgatorio". Más tarde el joven le explicó que al entregar su vida por esas personas, el Señor perdonó sus muchos y graves pecados y pudo entrar rápidamente al Cielo porque la caridad cubre la multitud de las culpas.

El Purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con Dios pero, aunque están seguros de su salvación eterna, necesitan aún de purificación para entrar al Cielo. Nosotros podemos ayudarlos ofreciendo expiaciones a Dios, como Misas, oraciones, obras de misericordia, etc. Son actos excelentes que el Señor te recompensará.



* Enviado por el P. Natalio

miércoles, 22 de febrero de 2017

ES MARAVILLOSO, SEÑOR


Es maravilloso, Señor



“Empezar a dar gracias a Dios invita a descubrir sus dones, y cuanto más se busca, más se encuentra. Es como recoger flores en un prado: no se ha concluido de cortar una flor, cuando otra se presenta más hermosa” (A. Gasparino).

Es maravilloso, Señor, tener mis brazos perfectos, cuando hay tantos mutilados. Mis ojos miran, cuando tantos no tienen luz. Mi voz canta, cuando otros enmudecen. Mis manos trabajan, cuando tantos mendigan. Es maravilloso, Señor, volver a casa, cuando otros no tienen dónde ir. Es bueno sonreír, amar, soñar, vivir, cuando tantos odian y mueren. Es maravilloso, Señor, tener un Dios para creer, cuando tantos no creen. Es maravilloso, Señor, tener tan poco que pedir y tanto que agradecer.

“Vivir dando gracias a Dios” (san Pablo), te ayuda a relacionarte con él de una forma muy concreta, descubriendo los dones que te regala a cada paso. Por otra parte es una oración que te ensancha el corazón y descansa tu mente. Si tienes alguna dificultad, ¿por qué no ensayas escribir brevemente los motivos de tu gratitud? El Señor te bendiga.


* Enviado por el P. Natalio

martes, 21 de febrero de 2017

VIVIR


VIVIR



Vivir es aprender a cada instante... de cada situación, de cada momento, de cada sensación, de cada injusticia o sin razón..., del amor, del desamor, de la felicidad, de la infelicidad, de la protección, del abandono.

El sentido de la vida, ese que buscamos desde que nacemos se encuentra en la  alegría y también en el dolor.

Lo importante es saber comprender el mensaje que nos deja cada situación que debemos enfrentar y conservar la esperanza y la fe.

Hoy reímos, tal vez mañana lloramos... Hoy estamos  acompañados... Tal vez el mañana nos encuentre solos...

Pero debemos pasar por todas las instancias, por todos los momentos, por todas las situaciones esperadas e inesperadas porque en cada una de ellas nos encontramos, aprendemos, crecemos, nos fortalecemos y día a día nos damos cuenta que somos nosotros los únicos que le podemos dar sentido a nuestra propia vida y eso sólo es posible si iluminamos las zonas que por momentos vemos apagarse dentro de nosotros encendiendo la luz de la esperanza...

CLASE DE MEDICINA


 Clase de medicina



Según una fábula, Zeus colocó dos alforjas a cada ser humano: una sobre el pecho y otra, atrás a la espalda. Los hombres, sin excepción, han puesto en la alforja que está a la vista los defectos de las personas conocidas, mientras que los defectos propios en la alforja que tienen en la espalda. Por eso son expertos en debilidades ajenas, y analfabetos en sus propias fallas.

En un hospital universitario un doctor explica a sus alumnos ante la cama de una anciana enferma, los síntomas de su enfermedad. —Fíjense, en la arrugada frente, en los ojos hundidos y brillantes, en la piel arrugada y roja, en las uñas… La enferma, cansada de oír epítetos desfavorables, exclamó: —¡Ya está  bien, doctor, que usted tampoco es un Apolo!

El conocimiento de uno mismo es llave de sabiduría, porque desde tu realidad personal puedes crecer y superarte. Con un ojo en tus virtudes para conservarlas y darles brillo, y con el otro ojo en tus debilidades para neutralizarlas, afronta con esperanza esa labor cotidiana de  realizar el proyecto de Dios sobre tu vida.


* Enviado por el P. Natalio

lunes, 13 de febrero de 2017

MIRAR CON ATENCIÓN


Mirar con atención



Gran sabiduría es tomarse un tiempo de meditación cada día: para encontrarnos con nosotros mismos y con lo que realmente pensamos y deseamos. Así despertarás esas energías ocultas e insospechadas que necesitas con urgencia; así darás solidez a tu vida zarandeada por las vicisitudes del trabajo cotidiano.

Cuando estés en dificultades y pienses en desistir, mira para atrás y recuerda los obstáculos que ya superaste. Si al tropezar y caer, te levantaste, y no te quedaste postrado, mira para al frente y olvida lo pasado. Al sentirte orgulloso por alguna realización personal, mira para adentro y sondea tus motivaciones. Antes que el egoísmo te domine, mientras tu corazón sea sensible, mira para los costados y auxilia a los que se te acercan. En la subida rumbo a las altas posiciones, si estás alcanzando concretar tus sueños, mira para abajo y observa si no estás pisando a alguien. En todos los momentos de la vida, sea cual fuere tu actividad, mira para arriba.

La tarea de tus reflexiones consiste en evaluar tus pensamientos habituales, para descartar toda negatividad: tristeza, ansiedad, rabia, odio, abatimiento; y por otra parte, cultivar las actitudes positivas: confianza, serenidad, fortaleza, paciencia, amor. Que te decidas por este precioso hábito de “higiene mental”.


* Enviado por el P. Natalio

JUVENTUD QUE NECESITAMOS


Juventud que necesitamos



Necesitamos una juventud comprometida con el mundo de hoy; capaz de tomar el relevo de los mayores, sin prisas ni atropellos, en paz y amistad. Una juventud que sienta los problemas de los hombres, y no se cruce de brazos ante la injusticia y la opresión, que aborrezca destruir y no tenga como norma la violencia.

La hora presente necesita una juventud que, sobre todo y a pesar de todo,  no pierda sus ilusiones y espere y luche por un mundo mejor. Una juventud con fuerzas espirituales suficientes para salvar a los pueblos del peligro de deshumanización, cansancio, indiferencia que les acechan. Con valores trascendentes en sus categorías mentales. Necesitamos una juventud que no desperdicie el ayer, pero que ame su hoy con pasión, y se preocupe por edificar un mañana más digno y humano.

La Patria y el mundo necesitan una juventud que construya una sociedad mejor en nuestro planeta, la Tierra, y logre abrir el misterio de otros mundos siderales, con el tesón de su ciencia y el empeño en sus empresas. Necesitamos una juventud que busque con afán "el Camino, la Verdad y la Vida”.  ¡Hermosos ideales para una juventud nueva!


* Enviado por el P. Natalio

MANEJAR LAS TENSIONES


Manejar las tensiones




En esos momentos, hace falta una mirada atenta y serena para ver qué se puede hacer para afrontar cada crisis.

¿Por qué surgen las tensiones? Porque dentro de uno hay tendencias que no pueden armonizarse entre sí. Porque fuera hay peticiones e intereses que nos dividen, nos inquietan, nos agobian.

Evitar las tensiones es un deseo difícil de alcanzar, pues la vida está llena de encrucijadas: no podemos ir la misma tarde y a la misma hora a una conferencia o a una fiesta de cumpleaños.

Pero eliminar algunas tensiones es posible si acallamos deseos equivocados, si centramos el corazón en lo esencial, y si ignoramos presiones que nos ahogan al pedirnos esfuerzos agotadores.

Eliminadas esas tensiones que podemos dejar a un lado, ¿qué hacer con otras que mantienen su aguijón en nuestras almas? Porque no se puede pedir a un padre o a una madre que olviden las tensiones que provocan los comportamientos de ese hijo que vive en plena adolescencia, o los problemas creados en la oficina por culpa de un compañero que critica continuamente a los demás...

En esos momentos, hace falta una mirada atenta y serena para ver qué se puede hacer, cómo afrontar el problema, cuáles serían aquellos medios concretos que uno puede escoger para afrontar cada situación de crisis.

A pesar de tantos esfuerzos, las tensiones pueden durar mucho tiempo. El hijo que una y otra vez llega borracho a casa genera una pena profunda en sus padres, como es dolorosa la tensión que surge en un matrimonio cuando uno de los dos sucumbe a las adicciones electrónicas.

Ante ese tipo tensiones, siempre podemos mirar al cielo y buscar la paz y la ayuda que vienen de Dios, y que permiten encarar la situación con una energía insospechada: la que nace de la esperanza y del amor sincero.

Entonces, ¿es posible vivir entre tensiones y con una dosis sanadora de energía? Sí, cuando aprendemos esa gran lección del Evangelio: no preocuparnos por el mañana, sino mirar a los lirios del campo y a las aves del cielo para dejar que cada día tenga su afán. A nosotros sólo se nos pide una cosa: a pesar de tantos problemas, dedicarnos a buscar con alegría el Reino de Dios y su justicia... (cf. Mt 6,25-34).

miércoles, 8 de febrero de 2017

OVEJAS SIN PASTOR

Ovejas sin pastor




En un establo, cierta noche, las ovejas se pusieron a conversar y decidieron tomarse un día de descanso sin la compañía del pastor. Éste siempre les andaba diciendo por dónde debían ir, cuando era la hora de regresar, y qué pastos podían comer.

A la mañana siguiente, antes de que saliera el sol, se pusieron en camino, sigilosamente y  sin emitir ni un balido.  Cuando llegaron a lo alto de la montaña, cada una se fue por su lado. No la pasaron muy bien, porque el lugar elegido no tenía muy buenos pastos y lo poco que encontraban se lo comían sin avisarle a las demás, y después les dolía la panza. Hasta que comenzó a oscurecer y las ovejas se sintieron intranquilas.

–¡Qué hacemos! –gritó una.

–Permanezcamos unidas –dijo otra que recordó lo que repetía constantemente el pastor.

–¿Y ahora? ¿Qué hacemos? ¿Cómo volvemos al corral?

–¡Ya sé! ¿Se acuerdan que, todos los días, mientras regresábamos, él nos iba mostrando las maravillas que nos rodeaban?

Esto era cierto, aunque algunas ovejas ya casi no lo escuchaban porque decían que todos los días decía lo mismo.

–Lo primero que nos mostraba era un árbol con las raíces bien agarradas al suelo y las ramas que, como brazos, señalan el camino a casa.

Las ovejas se separaron de a dos para buscar el árbol.

–¡Ahí está! –gritó una que lo había reconocido en medio de la oscuridad.

–Sigamos por el camino que señalan las ramas, y unos metros más adelante vamos a encontrar el arroyo de aguas cristalinas y un sonido que parece decir hasta mañana –dijo otra oveja, repitiendo las mismas palabras del pastor.

–Bajando un poco más, vamos a encontrar la piedra con forma de oso y, por último, si doblamos hacia el árbol de naranjas veremos el camino que desemboca en nuestro hogar.

Pudieron regresar gracias a que, entre todas, pudieron reconstruir lo que el pastor les había dicho durante tanto tiempo. De la misma forma que se habían ido, sin hacer un mínimo ruido, las ovejas entraron en el establo. ¿Qué vieron en un rincón? ¿Al pastor enojado? Nada de eso, había una gran montaña de pasto que les había dejado el pastor por si regresaban con hambre.

Las ovejas reconocieron que el pastor sólo se preocupaba por el bien del rebaño…

Para pensar:
¿Por qué las ovejas lograron encontrar el camino de regreso aunque no estaba el pastor?
¿Por qué el pastor no salió a buscarlas y sí les dejó preparada comida para cuando regresaran?
¿Quién nos cuida y nos protege?
¿Reconocemos la necesidad de aprender de otro?
¿La voz de quiénes escuchamos? ¿Por qué?

CORAZÓN SIMPLE


Corazón simple


Sólo aceptar, orar, adorar al Señor, y disfrutar de los pequeños detalles que El nos permite ver, de Su maravilloso Reino.


Por: www.reinadelcielo.org | Fuente: reina del cielo 






Siempre llamó mi atención aquella gente con un corazón sencillo, aquellos que hacen de lo complejo, de lo sofisticado, algo cotidiano, entendible por todos. Gente que quizás habla de cosas importantes, pero tiene en su forma de expresarse una capacidad de llegar al fondo de su mensaje de inmediato. Sea cual fuere el tema del que esas personas hablan, llegan al corazón, el alma se siente atraída. Gente muy sencilla, que quizás sólo nos sirve o ayuda en determinado punto de nuestras vidas. Rostros sonrientes, dispuestos a ayudarnos, adaptarse y comprender.

¡Dan ganas de sentarse a hablar con esa gente, a saber de su vida!. Ellos no buscan complejidades, no desconfían más de la cuenta, hablan de modo abierto y claro, tienden a creer y a confiar, ven en la gente lo bueno. La simpleza de corazón se opone a esa otra postura, la de buscar siempre los motivos para no creer, la de dudar de todo, la de complicar las cosas, la de plantear siempre obstáculos y objeciones, la de esperar que finalmente algo nos de la excusa para descalificar.

Esta actitud frente a la vida, la de hacer lo complejo algo sencillo, la de creer, confiar, de poner una sonrisa y un deseo de hacerse entender y querer por el prójimo, es una parte importante del amor. Porque el amor es simple y Dios es simple, El hace las cosas de Su Reino sencillas para nosotros. Pero también pone un velo entre Sus misterios y nuestro entendimiento. Es por este motivo que es tan importante no querer ver o saber más allá de lo que Dios quiera que veamos. ¡Sólo creer en El!.

Esta actitud, la de creer, proviene de un corazón sencillo. Creer, con un alma abierta a las cosas del Reino, más allá de que la mente, nuestro intelecto, no alcance a comprender lo que percibe. Es muy difícil tener fe en Dios si queremos procesar todo a través de nuestra razón. La soberbia, origen de todo pecado porque proviene de quien quiso ser como Dios en los inicios de los tiempos, nos arrastra a querer ver donde no debemos, a querer comprender donde no podemos, y finalmente a creer sólo si nuestra razón comprende. ¡Sólo Dios puede comprender Sus cosas!.

Cuando veo tanta gente sencilla en los lugares donde se expresa la fe en Jesús y en María, Santos y Angeles, en el Reino de la Santísima Trinidad en pleno, no puedo dejar de admirarme de la sencillez de esos corazones que creen, no preguntan, no se hacen planteos más allá de la fe o las enseñanzas que Jesús nos dejó a través de Su Palabra. ¡Benditos esos corazones plenos de sencillez y fe, bienaventurados los sencillos y humildes de Corazón!.

Y que difícil es la prueba cuando Dios da la gracia de tener una mente desarrollada, una educación elevada. El propio don que Dios da se puede transformar en el motor de nuestra soberbia: vaya, si somos gente inteligente, ¿como podemos creer en estos tiempos en estas cosas, inexplicables para la ciencia del hombre?. Cuanta soberbia se esconde en esta pregunta, pero cuan a menudo se la escucha, o se la piensa. El mundo moderno ha desarrollado tal soberbia, que ha dejado poco espacio para las cosas del Señor, que son por supuesto inexplicables, porque pertenecen a un nivel de pensamiento, el Pensamiento Divino, al que el hombre jamás podrá llegar.

Es por este motivo que da gran alegría ver gente con dones intelectuales y buena educación, que también tiene un corazón sencillo, y cree en las cosas de Dios sin preguntarse. Esos hermanos han pasado una prueba importante, han llegado a rozar la verdadera sabiduría, la de hacerse pequeños y aceptar la Omnipotencia Divina sin preguntar ni por qué, ni cómo, ni cuando, ni donde. Sólo aceptar, orar, adorar al Señor, y disfrutar de los pequeños detalles que El nos permite ver, de Su maravilloso Reino.

lunes, 6 de febrero de 2017

SÉ LUZ EN EL MUNDO


Sé luz en el mundo



El Señor te ha regalado la luz de la fe para que la irradies a tu alrededor, con el ejemplo y con la palabra. Jesús te anima a hacer brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ti (Mateo 5,13-15). Cada uno tiene posibilidades distintas, pero no menos importantes. Dios ha dispuesto que las almas vayan iluminando otras almas, como si fueran antorchas.

Si puedes ser una estrella en el cielo,
sé una estrella en el cielo.
Si no puedes ser una estrella en el cielo,
sé una hoguera en la montaña.
Si no puedes ser una hoguera en la montaña,
sé una lámpara en tu casa.

Esto me hace recordar un aviso para cierta celebración, cuya ambigüedad hizo sonreír a todos los presentes: “El párroco encenderá su vela en la del altar. El diácono encenderá la suya en la del párroco, y luego encenderá uno por uno a todos los fieles de la primera fila”. Ojalá que todos fuéramos antorchas vivientes de Cristo Jesús “luz del mundo”, para iluminar a tantos que todavía “yacen en tinieblas y sombras de muerte”. Que Dios, que “es luz y en quien no hay tiniebla alguna”, te bendiga e impulse a tu misión


* Enviado por el P. Natalio

viernes, 3 de febrero de 2017

COHERENCIA



Coherencia



El semáforo se puso amarillo justo cuando él iba a cruzar en su automóvil y, como era de esperar, hizo lo correcto, se detuvo en la línea de paso para los peatones, a pesar de que podría haber rebasado la luz roja, acelerando a través de la intersección.

La mujer que estaba en el automóvil detrás de él estaba furiosa.  Le tocó la bocina por un largo rato e hizo comentarios negativos y vulgares en alta voz, ya que por culpa suya no pudo avanzar a través de la intersección... y para colmo, se le cayó el celular y se le corrió el maquillaje. En medio de su pataleta, oyó que alguien le tocaba el cristal de su lado.

Allí, parado junto a ella, estaba un policía mirándola muy seriamente.

El oficial le ordenó salir de su coche con las manos arriba, y la llevó a la comisaría donde la revisaron de arriba abajo, le tomaron fotos, las huellas dactilares y la pusieron en una celda.

Después de un par de horas, un policía se acercó a la celda y abrió la puerta.

La señora fue escoltada hasta el mostrador, donde el agente que la detuvo estaba esperando con sus efectos personales.
- Señora, lamento mucho este error le explicó el policía. Le mandé bajar mientras usted se encontraba tocando la bocina fuertemente, queriendo pasarle por encima al automóvil del frente, maldiciendo, gritando improperios y diciendo palabras soeces.  Mientras la observaba, me percaté que:
- De su retrovisor cuelga un rosario.
- Su auto tiene una calcomanía que dice: "Sonríe, Jesús te ama",
- Su patente tiene un borde que dice "Amor y paz",
- En la parte de atrás hay una oblea que dice" La paciencia es la madre de las virtudes”
- Otra calcomanía que dice: "Practica la meditación"
- Y, finalmente, el emblema cristiano del pez.
¡Como es de imaginarse... supuse que el auto era robado!

Esta historia muestra la importancia de ser coherentes entre lo que creemos, lo que decimos, y lo que hacemos.

5 MANERAS PARA SANTIFICAR TU DÍA


5 maneras para santificar tu día
Recordarnos, a nosotros mismos la presencia de Dios en nuestras vidas, requiere buenos hábitos diarios


Por: Sam Guzman | Fuente: CatholicGentleman.net // PildorasDeFe.net 




Todos nosotros vivimos vidas muy ocupadas, corriendo al trabajo, apresurando a traer mandados y manejando en tráfico intenso. Con todas estas ocupaciones tan agitadas, es difícil llevar una vida de oración y darse cuenta de la plena presencia de Dios, aun cuando lo deseemos. Pero, en última instancia, la quietud viene desde dentro, e incorporar hábitos santos en nuestras vidas nos puede ayudar a mantenernos recogidos en medio de todo el ruido y caos del mundo moderno.

A continuación presento cinco maneras para bajar el ritmo y vivir una vida más pacífica y llena de oración.


1.- Dedica un tiempo para orar en las mañanas.

Créeme, sé lo difícil que es el escaparse de la cama en la mañana. El sentimiento de debilidad matutina es tan difícil de sacudirse. Pero es importante iniciar el día con la oración. Por experiencia les digo que mi día es tan productivo y pacífico en la misma proporción que mi disposición para levantarme de la cama y dedicar un tiempo en oración y lectura espiritual. Cuando hago esto, me encuentro a mí mismo más tranquilo, más paciente hacia los demás, y en estado de recogimiento hacia la presencia de Dios. Pero cuando presiono el botón del despertador para quedarme un rato más, entonces el resto del día, incluyendo el trato con los demás, parece venirse en contra.

Sé lo difícil que es realizar un tiempo de oración al levantarse, así que compartiré en otro artículo mi propia rutina matutina.


2.- Pronuncia un Ave María antes de iniciar el trabajo.

Cuando me siento a trabajar en la computadora, mi primer impulso es empezar ansiosamente a checar los correos y leer mis noticieros favoritos online. Pero en lugar de darle rienda suelta a mis impulsos, he tomado el hábito de rezar un Ave María antes de realizar cualquier otra cosa, y muchas de las veces incluso antes de encender la computadora. Pido a Nuestra Señora que bendiga mi día y guíe mis prioridades. Mi jornada laboral es inevitablemente menos estresante o correteada cuando la inicio de esta manera.


3.- Reza el Ángelus.

El Ángelus es una oración hermosa y honorable que nos recuerda el milagro de la Encarnación y la importancia de alinearse a la voluntad de Dios. Es también una manera grandiosa de ponerle pausa al día, elevar nuestros corazones a la voluntad de Dios y tomar un respiro profundo, y así podremos hablar en medio de un día frenético. Tradicionalmente es rezado al medio día, pero quizás podrías empezar tu receso para la comida rezándolo.

Ángelus

V. El Ángel del Señor anunció a María,
R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Avemaría.

V. He aquí la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra.
Avemaría.

V. Y el Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros.
Avemaría.

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración: Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas para que con los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz seamos llevados a la gloria de su Resurrección. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

No todos tenemos un trabajo que permita rezar el Ángelus, pero si tú tienes la fortuna de tenerlo, te reto a que en este momento pongas una alarma en tu celular o reloj y empieces a rezarlo.


4.- Reza el Rosario.

El rosario es una de las más populares y conocidas oraciones católicas, y por una muy buena razón. Cuando lo rezamos con concentración y devoción, se convierte en una de las mejores oraciones que podemos realizar. Nuestra Señora de Fátima pidió a todos los creyentes que se rezara el rosario a diario, así que debería ser La Oración que nosotros  prioricemos, aun cuando no nos quede tiempo para cualquier otra cosa.

Considera rezar el rosario después de la cena. Es una manera hermosa de dedicarles tiempo a Jesús y a María al final del día. Si tienes una familia, récenlo juntos. Si de plano no encuentras tiempo para rezarlo, puedes hacerlo en el automóvil camino al trabajo. Cualquiera que sea tu ocupación, REZA EL ROSARIO.


5.- Examina tu conciencia antes de ir a la cama.

El pecado es una realidad en nuestras vidas, y se nos escapa a lo largo del día cuando hablamos, pensamos y hacemos cosas que desagradan a Dios. Si tú no crees esto, entonces te estás auto engañando. Ve a la cama, pero con conciencia limpia, examinándote diariamente. Haz una pausa, revisa tus pensamientos e interacciones con otros y pregúntate si has hecho algo que desagrade a Nuestro Señor. Luego piensa en Jesús Crucificado y lleno de amor hacia ti. Dile lo mucho que te apenan tus faltas y realiza un acto de contrición para determinarte en hacerlo bien de aquí en adelante.

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén


Conclusión

Es muy fácil distraerse y olvidar la presencia de Dios a lo largo del día. Recordarnos a nosotros mismos la presencia de Dios, a menudo requiere santificar nuestro día con buenos hábitos diarios.



Artículo publicado originalmente en Catholic Gentleman
Adaptado y traducido al español por Rafael Ruiz, para PildorasdeFe.net

lunes, 30 de enero de 2017

EL ALUMNO


EL ALUMNO 


El alumno, según él, había terminado el cuadro. Llamó a su maestro para que lo evaluara. Se acercó el maestro y observó la obra con detenimiento y concentración durante un rato.

Entonces, le pidió al alumno la paleta y los pinceles. Con gran destreza dio unos cuantos trazos aquí y allá. Cuando el maestro le regresó las pinturas al alumno el cuadro había cambiado notablemente.

El alumno quedó asombrado; ante sus propios ojos la obra había pasado de mediocre a sublime.

Casi con reverencia le dijo al maestro:

- ¿Cómo es posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado tanto el cuadro?

- Es que en esos pequeños detalles está el arte. Contestó el maestro.
Si lo vemos despacio, nos daremos cuenta que todo en la vida son detalles. Los grandes acontecimientos nos deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esos pequeños milagros que nos rodean cada día. Un ave que canta, una flor que se abre, el beso de un hijo en nuestra mejilla, son ejemplos de pequeños detalles que al sumarse pueden hacer diferente nuestra existencia.

Todas las relaciones -familia, matrimonio, noviazgo o amistad- se basan en detalles. Nadie espera que remontes el Océano Atlántico por él, aunque probablemente sí que le hables el día de su cumpleaños. Nadie te pedirá que escales el Monte Everest para probar tu amistad, pero sí que lo visites durante unos minutos cuando sabes que está enfermo. 

domingo, 29 de enero de 2017

POBREZA - BIENAVENTURANZAS


Pobreza - Bienaventuranzas
Sabemos que la pobreza de alma no es una cuestión del dinero, sino una cuestión del corazón.


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre Nicolás Schwizer 




Las bienaventuranzas de Jesús nos presentan el programa del Reino de Dios. Son como las condiciones para la entrada en ese Reino nuevo, que Cristo inaugura ya en la tierra. Sobre todo la primera, la de la pobreza, es muy decisiva para ser un cristiano auténtico.

“Felices los pobres, felices los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

No hay entrada para nosotros en el Reino de Dios, si no somos pobres de espíritu. Porque la pobreza es la primera condición para ser accesible, permeable a Dios. Ella es el punto de partida de la vida cristiana. Si no somos pobres espiritualmente, no estamos en la fe.

Sabemos que la pobreza de alma no es una cuestión del dinero, sino una cuestión del corazón. El hecho de que no se posea dinero, no es de por sí una virtud. No se puede poseer ni un centavo, pero tener la actitud del rico.

Se puede también si bien raramente poseer muchos bienes y tener la actitud del pobre.

La pobreza evangélica es una actitud espiritual, y todos somos invitados a ella prescindiendo de nuestros bolsillos.

¿Cuál es, entonces, la actitud de pobreza espiritual?
El pobre esta dispuesto a dejarse poner en duda, dejarse cuestionar por Dios, siempre de nuevo. Él acepta dejarse arrojar de sus posiciones, de sus estructuras, de sus principios, de todo lo que le es propio. Felices los que están convencidos de que nadie es dueño de sí mismo y que Dios puede pedirlo todo.

Sólo el pobre sale de sí mismo, se pone en camino. Es el que no se resigna a estar tranquilo, el que acepta ser molestado por la palabra de Dios. Por eso, Abraham fue el primer pobre, el primer fiel a la voz de Dios, cuando Dios le dijo: “Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré”. (Gen 12,1)

Abraham escuchó la Palabra de Dios, creyó en ella, abandonó su país, el sitio cómodo donde vivía, dejó sus bienes, sus hábitos, su pasado, y se puso en camino. Y partió, “sin saber a donde iba” (Hebr 11,8) – “señal infalible de que estaba en el buen camino”, como indica San Gregorio de Nicea, uno de los Padres de la Iglesia.

El pobre se da cuenta de que depende totalmente de Dios. Tiene el sentido de su limitación humana. En el fondo, cada hombre tal vez sin saberlo es un pobre.

Y la pobreza material es bienaventurada porque es el signo visible de una pobreza mucho más profunda y universal: nuestra pobreza moral, nuestra fe miserable, nuestro amor raquítico. Todos somos pobres ante Dios, con nuestra culpa, nuestra miseria, nuestra deficiencia pero no todos lo reconocemos ante Él.

Sólo aquel que conoce y reconoce su debilidad y pequeñez ante Dios, pone toda su confianza en Él, espera todo de Él, busca su protección poderosa. En esa actitud de pobreza espiritual se vacía de sí mismo. Y porque esta abierto y disponible para Dios, hay lugar para la acción divina. Es lo que nos promete el profeta Sofonías en la primera lectura: “Yo dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, y ese resto de Israel pondrá su confianza en el nombre del Señor”.

Y cuando nos imaginamos que ya no tenemos necesidad de Dios, cuando estamos satisfechos de nosotros mismos, de nuestros conocimientos, de nuestras prácticas religiosas, de que no deseamos nada más, cuando no esperamos ya nada de Dios - entonces somos ricos. Creo que no hay pecado mayor que el de no esperar nada de Dios. Porque si no esperamos nada de Dios, es que ya no creemos en Él, es que ya no lo amamos.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Qué espero de Dios?
2. ¿Qué entiendo por pobreza espiritual?
3. ¿Me considero un bienaventurado?

sábado, 28 de enero de 2017

LA PACIENCIA


LA  PACIENCIA


La paciencia es el valor que nos hace como personas: tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y las advertencias con fortaleza y por ende sin lamentos; esto es posible porque uno aprende a actuar acorde a cada circunstancia, moderando las palabras y la conducta en esos momentos.


La paciencia es un rasgo de carácter que nos permite pasar por situaciones caóticas sin derrumbarnos, nos permite educar a nuestros hijos sin gritos y aceptar a los compañeros de trabajo sin deprimirnos, entre muchas otras cosas.

Paciencia es la cualidad de tolerar o soportar dolor o dificultades sin quejas. Por otra parte, el no detenerse a considerar las posibilidades reales de éxito, tiempo y esfuerzo que se necesitan para alcanzar un determinado fin, es el principal obstáculo del desarrollo de este valor y se denomina impaciencia. Tan es así, que uno debe moderarse para evitar cargarse de demasiados compromisos que posiblemente no los podrán cumplir.

La paciencia es un ejercicio de amor, fe y humildad que hace crecer a las personas.

La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces.

LAS TORMENTAS DE NUESTRA VIDA



Las tormentas de nuestra vida
Nadie está a salvo de las tormentas que agitan nuestra vida. En esos momentos es cuando nuestra fe hace la diferencia.


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre Nicolás Schwizer 




Hay en Palestina dos lagos. Uno, el muerto, en permanente calma. No hay en él olas ni tempestades. El otro, el de Genesaret, cobra todos los años varias vidas humanas: la tempestad surge en él tremenda e inesperada, los vientos le sacuden, sus olas llegan a alcanzar varios metros. Pero los pescadores eligen este segundo lago. Porque en el Mar Muerto no se encuentra jamás una barca, ya que en él no hay rastro de vida. En el lago de Genesaret el riesgo es compensando con la abundancia de la pesca.

Jesús también eligió para sus apóstoles el lago del riesgo y de la vida. Porque vida plena y fecunda incluye riesgo, cruz y fracaso. Por eso les anuncia sin rodeos: Lucharán, sufrirán, serán azotados, morirán violentamente. Serán odiados por su nombre y les perseguirán de ciudad en ciudad.

La barca es un antiguo símbolo de la Iglesia. Y esta barca pasó, a lo largo de los siglos, por muchas tormentas que alternaron con tiempos de calma y tranquilidad. Y sabemos que estas tormentas no van a acabarse hasta el final de los tiempos.

Algo semejante puede decirse también de los pueblos, familias, personas, de cada uno de nosotros. La barca de nuestra vida atraviesa muchas tormentas. Es inevitable. Pertenece a la existencia humana. Pensemos, por ej., en las tormentas de la:

Vida familiar: problemas materiales, dificultades en el matrimonio, en la educación de los hijos
Vida profesional: falta de trabajo, cesantía, injusticias
Vida religiosa: crisis y dudas de fe, desilusiones con sacerdotes, alejamiento de la Iglesia y de Dios
Vida personal: limitaciones físicas o síquicas, enfermedades, tentaciones, enemistades, golpes del destino como la muerte de un ser querido.
En estas tormentas de la vida, los cristianos debemos distinguirnos de los demás. Sabemos que no estamos solos en nuestra barca de vida. Sabemos que Jesús nos acompaña - aún cuando parezca no preocuparse por nosotros. La fe nos dice que Él vela por nosotros. Porque Él está comprometido, está metido dentro de la misma barca nuestra.

Dios es fiel a su compromiso. Pero Dios puede estar como estuvo en la barca de Pedro, es decir, dormido (Mt 8, 23ss). Pedro trató de luchar solo contra la tempestad. Y cuando estuvo en el colmo de la angustia se acordó que estaba el Señor y lo despertó. A nosotros nos pasa así también: nos olvidamos que Él está, dejamos que se quede dormido. Queremos luchar solos y recién cuando estamos muy desesperados nos acordamos del pasajero que es el más importante.

Dios es un Dios de la vida. Está presente permanentemente en nuestra vida. Y sobre todo está presente cuando más lo necesitamos: en medio de las tormentas. Sólo que en estos momentos es más difícil creer en su presencia, tal como les pasó a los apóstoles en medio del lago.

Porque la fe no es aceptar artículos de fe: es creer en una persona, es creer en Jesucristo, es confiar en Él, es confiarse a Él. La fe es un acto personal, entre persona y persona, entre hombre y Dios. Es un acto de confianza, de entrega, de seguimiento total y sin límites.

Y, por eso, el sentido de las tormentas en nuestra vida es: probar nuestra fe en una situación extrema; acercarnos más a Dios y poner en Él toda nuestra confianza.

En la pedagogía del riesgo de Jesús, la cruz y el sufrimiento son necesarios para el triunfo final.
Queridos hermanos, pidamos al Señor que nos haga crecer en nuestra fe y nos regale una confianza heroica en medio de las tormentas de nuestra vida.

Preguntas para la reflexión

1 ¿Cuál es nuestra actitud ante fracaso, cruz y riesgo?
2 ¿Lo hemos integrado a nuestra vida, como algo necesario e incluso como la llave de nuestra fecundidad?
3. ¿Pienso en Jesús en los problemas?

viernes, 27 de enero de 2017

CUESTIÓN DE ACTITUD


Cuestión de actitud



Hace mucho tiempo, una joven en China llamada Lee se casó y fue a vivir con el marido y la suegra. Después de algunos días, no se entendía con ella. Sus personalidades eran muy diferentes y Lee fue irritándose con los hábitos de la suegra, que frecuentemente la criticaba.

Los meses pasaron y Lee y su suegra cada vez discutían más y peleaban. De acuerdo con una antigua tradición china, la nuera tiene que cuidar a la suegra y obedecerla en todo.

Lee, no soportando más vivir con la suegra, decidió tomar una decisión y visitar a un amigo de su padre.

Después de oírla, él tomó un paquete de hierbas y le dijo: "No deberás usarlas de una sola vez para liberarte de tu suegra, porque ello causaría sospechas. Debes darle varias hierbas que irán lentamente envenenando a tu suegra. Cada dos días pondrás un poco de estas hierbas en su comida. Ahora, para tener certeza de que cuando ella muera nadie sospechará de ti, deberás tener mucho cuidado y actuar de manera muy amigable. No discutas, ayúdala a resolver sus problemas. Recuerda, tienes que escucharme y seguir todas mis instrucciones".

Lee respondió: "Si, Sr. Huang, haré todo lo que el señor me pida".

Lee quedó muy contenta, agradeció al Sr. Huang, y volvió muy apurada para comenzar el proyecto de asesinar a su suegra.

Pasaron las semanas y cada dos días, Lee servía una comida especialmente tratada a su suegra. Siempre recordaba lo que el Sr. Huang le había recomendado sobre evitar sospechas, y así controló su temperamento, obedecía a la suegra y la trataba como si fuese su propia madre.

Después de seis meses, la casa entera estaba completamente cambiada. Lee había controlado su temperamento y casi nunca aborrecía a su suegra. En esos meses, no había tenido ni una discusión con ella, que ahora parecía mucho más amable y más fácil de lidiar con ella. Las actitudes de la suegra también cambiaron y ambas pasaron a tratarse como madre e hija.

Un día Lee fue nuevamente en procura del Sr. Huang, para pedirle ayuda y le dijo: "Querido Sr. Huang, por favor ayúdeme a evitar que el veneno mate a mi suegra. Ella se ha transformado en una mujer agradable y la amo como si fuese mi madre. No quiero que ella muera por causa del veneno que le di".

El Sr. Huang sonrió y señaló con la cabeza: "Sra. Lee, no tiene por qué preocuparse. Su suegra no ha cambiado, la que cambio fue usted. Las hierbas que le di, eran vitaminas para mejorar su salud. El veneno estaba en su mente, en su actitud, pero fue echado fuera y sustituido por el amor que pasaste a darle a ella".

En la China existe un adagio que dice: "La persona que ama a los otros, también será amada".

La mayor parte de las veces recibiremos de las otras personas lo que les damos y por eso… ¡Ten cuidado!

Acuérdate siempre: "El plantar es opcional, pero la cosecha es obligatoria, por eso ten cuidado con lo que plantas"

SABER DECIDIRSE


Saber decidirse



Avanzar ante obstáculos abrumadores es arriesgarse a fracasar. Pero se deben correr los riesgos porque el peligro más grande en la vida es no arriesgar nada. La persona que no arriesga nada, no hace nada, no tiene nada, no es nada. Podrá evitar el sufrimiento y la tristeza, pero no puede aprender, sentir, cambiar, crecer ni amar.

Muchas veces nos conformamos en vez de arriesgarnos, sin pensar que cada día que pasa nunca volverá. Debemos recordar que: “Nada está escrito. Nada está hecho. Nada es imposible”. Todo depende de nuestra voluntad. De esa fuerza que nos sale de adentro. De decir "¡Sí, puedo!" a cada desafío. Tenemos el poder. Cuando estamos decididos, cuando de verdad queremos algo, no hay obstáculo capaz de interponerse. Si queremos... podemos llegar más lejos. Si queremos... podemos llegar más alto. Si queremos... podemos hacer lo que sea. Sólo hay que proponérselo, y trabajar para lograrlo. ¡Yo sé que tú puedes!

Temores y ansiedades pueden anular tus energías y frustrar el logro de tus objetivos. Para superar estos miedos confía en el Señor. Él te acompaña y está dispuesto a darte una mano. Déjale el cuidado de todas tus cosas y abandónate en él. Todo te irá mejor y tus problemas se resolverán con tranquilidad según sus designios.


* Enviado por el P. Natalio

EL GRANO DE MOSTAZA


El grano de mostaza

Echa simiente, duerme, y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo.


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer 




Marcos 4, 26-34.
También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega». Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

Reflexión
El Evangelio nos presenta dos parábolas de Jesús: la de la semilla que crece, y la del grano de mostaza. Ambas parábolas pueden ser aplicadas a la vida de la Iglesia, como a la vida del alma humana.

La vida de la Iglesia
“El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra”. ¿Quién es este sembrador?” Nada menos que Dios. El Señor ha querido compararse con un agricultor. Es Él quien arroja la semilla. ¿Y cuál es esta semilla? Es Jesucristo, nuestro Señor. Él es el grano de trigo, que vino del cielo y cayó en la tierra. Él mismo lo dijo: “Si el grano de trigo no muere queda infecundo”. Su misterio pascual, misterio de muerte y de resurrección es el misterio de un grano que muere y de un grano que resucita, que brota, y que va creciendo.

¿Y dónde va creciendo? Va creciendo en la Iglesia, fruto de la muerte de Cristo, de su sangre derramada. Si miramos la Iglesia el día en que el Señor ascendió a los cielos, nos espantamos por su pequeñez. Era el primer tallo, débil, tembloroso. La venida del Espíritu santo el día de Pentecostés hizo que ese grupo reducido tuviera el coraje de salir a la luz pública. Y allí comenzaron las conversiones.

Los apóstoles se repartieron por todo el mundo, siguiendo las rutas del Imperio Romano, por tierra y por agua. Brotaron, entonces, las pequeñas comunidades, plantadas también ellas sobre la sangre de los mártires. Y así esa Iglesia, que vimos tan pequeña en el Cenáculo, se fue extendiendo, creciendo, de día y de noche, hasta hacerse inmensa. Como dice la parábola de hoy: La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano.

Impresiona como el Señor escogió a un grupito de personas débiles para convertir al Imperio más grande de aquella época. Dice San Pablo que Dios eligió a los necios del mundo para confundir a los fuertes. Los apóstoles eran humildes y pequeños, pescadores y publicanos. Eran la semilla de mostaza que, cuando se la siembra, es la más pequeña, pero después crece y llega a ser la más grande de las legumbres.

La vida del alma humana
Esto que hemos considerado con respecto a la Iglesia universal, podemos también aplicarlo a cada uno de nosotros. El día en que fuimos llevados a la pila bautismal, Dios sembró la fe en nuestra alma. La fe es un don de Dios, viene de Dios, el sembrador de la vida divina. Una fe inicial, pequeña, como el grano de mostaza. Pero, a partir del día, en que adquirimos el uso de la razón, esa fe comenzó a crecer. Porque nuestra fe tiene una historia, con sus altos y sus bajos. Pero si nos mantenemos fieles, nuestra fe tiende a crecer contra viento y marea, hasta hacerse un árbol sólido donde anidan los pájaros.

La fe es, pues, como una semilla en nuestra alma, comparable a un grano de mostaza. También lo es la palabra de Dios, gracias a la cual nuestra fe va creciendo. El mismo Jesús comparó la palabra con una semilla que se anida en el corazón. Esa palabra está allí para edificar e implantar nuevas virtudes, para destruir y arrancar viejos vicios.

Si la ahogamos con nuestras preocupaciones terrenas, con nuestro egoísmo, con nuestras deslealtades, entonces esa semilla queda sofocada y perece. En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos la hermosa expresión: “la palabra del Señor crecía”. Así debe suceder en el interior de cada uno de nosotros. ¡Dichosos los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica!

Queridos hermanos, pronto nos acercaremos a recibir el Cuerpo de Jesús, de ese Jesús que se hizo semilla por nosotros, grano de trigo molido en la pasión, alimento de las almas en la Eucaristía. Pidámosle, por eso, que crezca cada día más en nuestro corazón y que nos transforme por dentro, para que así su semilla se vuelva fecunda.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt

jueves, 26 de enero de 2017

CURAR LAS CEGUERAS DEL ALMA


Curar las cegueras del alma
Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas, cobardías, orgullos y egoísmos y los ojos dejan de ver la luz.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




A base de pequeñas traiciones a la conciencia, el corazón puede endurecerse. Poco a poco inicia una ceguera que dificulta ver el bien, la verdad, la justicia. Entonces alma queda encarcelada entre caprichos y pecados que destruyen y que ahogan.

Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas y cobardías, desde ambiciones y envidias, desde lujurias y odios, desde orgullos y egoísmos, los ojos dejan de ver la luz y quedan prisioneros de las tinieblas.

Como enseña san Juan, “quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1Jn 2,11). San Pablo ofrece un análisis más detallado del camino que lleva a la oscuridad y al pecado:

“Porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos. (...) Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados” (Rm 1,21‑31).

¿Cómo salir de ese estado de ceguera? ¿Cómo recuperar nuevamente la vista? Si nos dejamos curar por Cristo, si le permitimos tocar nuestros párpados y humedecer nuestras pupilas, volveremos a ver la luz (cf. Jn 9; Ap 3,18).


“Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5,14b). Con el Maestro podemos salir de las cegueras del alma. Entonces todo quedará iluminado de una manera distinta, y nuestros ojos percibirán, gracias a la misericordia que cura, un horizonte maravilloso de bondad y de belleza. Seremos así capaces de vivir la plenitud de la Ley: amaremos a Dios y a los hermanos (cf. Mt 22,36-39).
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