miércoles, 27 de agosto de 2014

AUTÉNTICA MUJER


Autentica mujer 
Mater Unitatis


Este título puede sonar irreverente, quizás porque parece demasiado pobre para atribuírselo a la Reina de los ángeles y los santos, o incluso porque algunos pueden hacer menos a aquellos que desempeñan un trabajo manual. 

Sin embargo, María misma eligió este título. En el Evangelio de Lucas ella se define en dos ocasiones como una sirva. En la primera, ella le respondió al ángel: “He aquí, la sierva del Señor” (Lc. 1, 38). En la segunda vez, ella afirma en el Magnificat que Dios “ha mirado la humildad de si sierva” (Lc. 1, 48). 

María es, por ello, una mujer de servicio, en toda la extensión del título. Ella porta este título por derecho d4e nacimiento y parece retenerlo celosamente como un antigua heráldica. ¿No estaba ella, sino como José que era un descendiente directo de David, al menos relacionada con la “casa de David ,su siervo? 

Como a través de una imagen vista en un espejo, este título le ayuda a reconocer los inequívocos rasgos similares en al anciano Simeón que le llevan a colocar al niño Jesús en los brazos de ese “siervo” que pudo por fin ir en paz. Durante el banquete de Caná, este título le autoriza a dirigirse a los “sirvientes” con esas palabras que, a la vez que ordenan, nos invitan a todos a hacer lo mismo: “Haced lo que Él os diga”. 

Este título convertiría a la Santísima Virgen en la protectora que aquellos que, a través de diferentes papeles –desde tutor hasta niñera, desde enfermera hasta trabajadora doméstica- proporcionan servicio en las casas. Aunque María misma se aplicó este título, ¡no aparece en la letanía de Loreto! Quizás, porque aun dentro de la Iglesia, la idea de servicio evoca imágenes de sujeción, una caída en el rango, incompatible con el prestigio de la posición de la Madre de Dios. Esto eleva la sospecha de que no tomamos el ejemplo de María con suficiente seriedad. 

Santa María, sierva del Señor, te diste a Dios en cuerpo y alma, y entraste en su casa como un colaborador familiar en su obra de salvación. Tú eres en verdad una sierva, a quien la gracia introdujo en la intimidad de la Trinidad y la ha convertido en un cofre de confidencias divinas. Tú eres una sierva del Reino y con gusto das ese servicio, sabiendo que ello no reduce tu libertad, sino que te hace participar en el linaje de Dios. Te pedimos que nos admitas en la escuela de ese ministerio permanente, en el que tú enseñas de manera incomparable. 

En contraste contigo, tenemos dificultades para depender de Dios. Batallamos para entender que sólo el abandono incondicional a su soberanía nos puede hacer ver el valor de todo tipo de servicio humano. Confiar en las manos de Dios nos parece un juego de la fortuna. En vez de ver la sumisión a Él en el contexto de una alianza bilateral, lo sentimos como una especie de esclavitud. Somos en verdad celosos de nuestra autonomía, de manera que incluso la solemne afirmación “servir a Dios es reinar”, no nos convence. 

Santa María, sierva del Señor, además de escucharla y guardarla, aceptaste la Palabra encarnada en Cristo. Ayúdanos a colocar a Jesús en el centro de nuestras vidas, de tal forma que podamos escuchar sus sugerencias secretas. Haznos capaces de serle totalmente fieles. Danos la bienaventuranza de aquellos sirvientes a quien Él encontrará aún despiertos cuando regreso a mitad de la noche, y para quienes Él pondrá la mesa y servirá la comida. 
Haz que el Evangelio sea la norma inspiradora de todas nuestras elecciones diarias. Líbranos de la tentación de cortar esquinas a sus exigencias. Ayúdanos a obedecer con gusto. Por último, pon alas en nuestros pies para que podamos llevar a cabo el servicio misionero de proclamar la Palabra a los últimos rincones de la tierra. 

Santa María, sierva del mundo, inmediatamente después de declararte la sierva de Dios, te apresuraste a convertirte en la sierva de Isabel. Danos la urgencia que guió tus pasos. Ayúdanos a servir de manera desinteresada, y que la sombra del poder nunca prolongue nuestros ofrecimientos. 

Tú experimentaste las tribulaciones de los pobres, haz que pongamos nuestras vidas al servicio de otros, con actos escondidos, realizados en silencio. Que seamos conscientes de que el Reino se disfraza en los que sufren y en los oprimidos. Abre nuestros corazones a los sufrimientos de nuestros hermanos, para que podamos intuir sus necesidades; danos ojos llenos de ternura y esperanza, los ojos que tú tuviste aquel día en Caná de Galilea.

AQUEL ROSTRO DE MADRE


“Aquel rostro de Madre”
Don Luciano Alimandi

Cuando entremos en el Cielo y estemos en la presencia de Dios, contemplándolo “cara a cara”, veremos también el rostro de la Virgen y es hermoso imaginar que sucederá cuando nos encontremos con Aquella a la que desde la tierra hemos invocado tantas veces: “Dios te salve, María… El Señor está contigo… Madre de Dios, ruega por nosotros… ahora y en la hora de nuestra muerte”. ¿Qué sucederá en ese momento?

¿A quién veremos en su rostro, a quien reconoceremos en su mirada? ¿Quizás alguien extraño a nosotros, sólo en aquel momento conocido? O bien, ¿no reencontraremos precisamente en Ella tantos rostros y miradas marcados por la bondad materna, que nos han acompañado en la tierra? ¿No volveremos a ver resplandecer el rostro de nuestra madre terrena en el rostro de la Madre de todas las madres? Aquel rostro que nos ha sido más familiar, el primero que como neonatos hemos contemplado sorprendidos.

Que hermoso será entonces descubrir que el rostro de María nos ha estado siempre cercano, que nunca nos ha sido extraño; estaba tan cerca de nosotros que, aquel rostro suyo que contemplaremos en la gloria, tantas, tantísimas veces, lo hemos visto reflejado aquí abajo, sin saberlo, en los maravillosos rostros maternos que la providencia, como en un divino bordado, ha ordenado armoniosamente en nuestro camino.

Todos estos rostros de “madre”, de “hermana”, de “amiga” tenían una luz particular en sus ojos que, pequeños o grandes, resplandecían ante nosotros, como infundiéndonos valor en la hora de la prueba, dándonos esperanza y alivio en el sufrimiento, levantándonos por encima de nuestros egoísmos con su ejemplo generoso y desinteresado.

Aquellos ojos han quedado impresos en nosotros, así como queda agradablemente impreso un dulce recuerdo, una palabra conmovedora, un gesto cargado de bondad… aunque estábamos distraídos por las mil cosas de la vida y no nos dábamos cuenta, en realidad todo nos hablaba misteriosamente de Ella, del misterio de su maternidad universal, que llega a todo creyente que se abre al Hijo suyo Jesús y encuentra, por ello, también a Ella, la Madre de todas las madres.

En el Cielo, cuando entremos un día, contemplaremos también los innumerables otros rostros beatos que están en compañía de Dios y veremos que están marcados por la misma bondad, por el mismo único Amor que procede de Dios Trinidad y se difunde sobre cada uno a través del Verbo Encarnado y Glorificado.

Jesús es la fuente de nuestras gracias y de nuestra bienaventuranza celeste y su Madre, como Reina, está cerca de Él para introducirnos en tal misterio y continuar acompañándonos, también allá arriba, al descubrimiento y alabanza perenne de la infinita misericordia divina.

Qué misterio de gloria será contemplar su maternidad espiritual, que nace de su maternidad divina: Madre del Verbo encarnado y por eso Madre de los redimidos. Una maternidad espiritual que, por el inescrutable designio de Dios, es tan eficaz desde los primeros instantes de nuestra vida, que vela sobre nosotros en todo momento y se esconde tras el corazón de toda persona marcada por tal bondad mariana, particular manifestación de la bondad materna de Dios. Así aquella primera palabra que aprendimos a decir aquí, “mamá”, en el Cielo la repetiremos, en la más plena verdad, mirando el rostro de María. 

(Agencia Fides 28/6/2006 Líneas: 42 Palabras: 564)

EL AGUA QUE QUERÍA SER FUEGO


El agua que quería ser fuego.

“Ya estoy cansada de ser fría y de correr río abajo. Dicen que soy necesaria. Pero yo preferiría ser hermosa. Y encender entusiasmos. Y hacer arder el corazón de los enamorados y ser roja y cálida. Dicen que yo purifico lo que toco, pero más fuerza purificadora tiene el fuego. Quisiera ser fuego y llama.” 

Así pensaba en septiembre el agua de un río de montaña. 
Y, como quería ser fuego, decidió escribir una carta a Dios y pedir que cambiara su identidad. 

“Querido Dios: Tú me hiciste agua. Pero quiero decirte con todo respeto que me he cansado de ser transparente. 
Prefiero el color rojo para mí. Desearía ser fuego. ¿Puede ser? 
Tú mismo, Señor, te identificaste con la zarza ardiente y dijiste que habías venido a poner fuego en la tierra. No recuerdo que te compararas con el agua. 
Por eso, creo que comprenderás mi deseo. No es un simple capricho. Yo necesito este cambio para mi realización personal...” 

El agua salía todas las mañanas a su orilla para ver si llegaba la respuesta de Dios. 
Una tarde pasó una lancha muy blanca y dejó caer al agua un sobre muy rojo. El agua lo abrió y lo leyó: 

“Querida hija: me apresuro a contestar tu carta. Parece que te has cansado de ser agua, yo lo siento mucho porque no eres un agua cualquiera. Tu abuela fue la que me bautizó en el Jordán, y yo te tenía destinada a caer sobre la cabeza de muchos niños. Tu preparas el camino del fuego. Mi espíritu no baja a nadie que no haya sido lavado por ti. El agua siempre es primero que el fuego.” 

Mientras el agua estaba embebida leyendo la carta, Dios bajó a su lado y la contempló en silencio. El agua se miró a sí misma y vio el rostro de Dios reflejado en ella. 

Y Dios seguía sonriendo, esperando una respuesta. 

Ella comprendió que el privilegio de reflejar el rostro de Dios, solo lo tiene el agua limpia... 

Suspiró y dijo: “Sí Señor, seguiré siendo agua, seguiré siendo tu espejo. Gracias. 

martes, 26 de agosto de 2014

PENSAMIENTO MARIANO 58


PENSAMIENTO MARIANO

María, no pudiendo crear al hombre ya creado por nosotros, cooperó con nosotros a recrearlo mediante la encarnación de mi Verbo en ella. En consecuencia concurrió a dar la paz haciendo a la criatura capaz de recibir su visión beatífica y su glorificación. 

Santa María Magdalena de Pazzi

EL MISTERIO DE LA VIRGEN MARÍA

El misterio de la Virgen María
María Velázquez Dorantes



 Cuántas cuestiones giran entorno al misterio de María, y muchas aún la ciencia no les encuentra sentido u explicación, pero para comprender su misterio basta escuchar el corazón y tratar de adoptar el papel del corazón de María.  

El misterio de María no es tan complicado como parece, no exige de tantos razonamientos y lógicas ineludibles, basta entender que María es amor de Dios, y cómo Dios es amor; María es un brote de Amor por todo. Debido a que los roles que ella adopta.  

El rol de mujer, de madre, de sierva, de obediencia, de entrega, de amiga, de guía, de caminante, etc., cada papel que ella desempeña no tiene mucho de incomprensible porque cada papel lo ejerce sobre el principio básico y factor creador del Universo: el amor.  
Desde la anunciación María comprendió el amor del Padre para enviar a su hijo, en los meses de gestación María alimento a Jesús con su amor, al mismo tiempo que su Hijo de devolvía ese sentimiento. 

A la hora del parto, basto hacer brillar la estrella de Belén para comprender que todo había salido como el amor del Padre lo había planeado, los años siguientes ella fue madre como lo son muchas mujeres, fue una madre cariñosa, elocuente, madura, madre humana y madre espiritual. 

María en su amor infinito comenzó a entender a Jesús y a comprender la misión misma, sin embargo, al igual que nosotros ella experimenta el proceso de Salvación con miedos, ansiedades, angustias, no obstante puso todo en manos del Padre, del Hijo y del Espíritu para que el amor de la Divinidad le otorgarán las fortalezas suficientes para enfrentar la muerte, la resurrección y la entrega de la humanidad por parte de Cristo.  

El misterio que envuelve a María se encuentra en el corazón amoroso de toda su vida porque es una de las herramientas fundamentales para abrir paso al florecimiento del conocimiento del por qué el Creador ama tanto a la humanidad, y siendo la sierva escogida acata los prodigios de madre, de valor, de humildad, de lucha, de paz, de bondad todos ellos generados por el gran sentimiento y denominador común: amor. 

VIRGEN MARÍA, MADRE DE LOS PUEBLOS, RUEGA POR NOSOTROS


INVOCACIONES A LA VIRGEN MARÍA


Invocaciones a la Virgen María 


Ave, Tú por quien resplandecerá la dicha.
Ave, Tú por quien se renueva la creación.
Ave, iniciada en los misterios
de una inefable voluntad.
Ave, fe de acontecimientos que requieren silencio.
Ave, oh puente que de la tierra hace pasar al cielo.
Ave, Tú que inefablemente generaste la luz.
Ave, terreno que germina
abundancia de misericordia.
Ave, porque haces reflorecer el jardín de delicias.
Ave, incienso que haces escuchar las súplicas.
Ave, propiciadora del mundo entero,
Ave, benevolencia de Dios por los hombres.
Ave, confianza de los hombres en Dios.
Ave, de los Apóstoles vez perenne.
Ave, de los mártires invencible valor,
Ave, luminoso signo de la gracia.
Ave, Tú por quien fuimos revestidos de gloria.
Ave, rayo de místico día.
Ave, Tú que iluminas los iniciados en los misterios de la Santísima Trinidad.
Ave, alegría de todas las generaciones.
Ave, flor de pureza.
Ave, corona de fortaleza.
Ave, que en Ti resplandece el tipo de la resurrección.
Ave, morada del Dios infinito.
Ave, columna de la virginidad.
Ave, iniciadora de espiritual plenitud.
Ave, Tú que revistes corno esposas
a las almas santas.
Ave, fulgor que ilumina las almas.
Ave, de la Iglesia irremovible torre.
Ave, arca revestida de oro por el Espíritu Santo.

IMITAR A MARÍA SANTÍSIMA, NOS UNE A DIOS



Imitar a María Santísima, nos une a Dios
Carlos Díaz Rodríguez


La Santísima Virgen María, nuestra madre fiel, se nos ha sido entregada no nada más para sentir su amor ¡que ya es bastante! Sino que se nos ha dado también para que la imitemos. El Padre Dios se complace en ver en las almas el reflejo de su Hijo Jesucristo y las virtudes que él práctico y que desea que vivamos, las ha hecho parte de su existencia la Virgen María por lo que en ella encontramos un modelo de imitación ya que en la medida en que, hagamos nuestras, las virtudes cristianas que la Virgen María vivió, iremos profundizando en el amor de Dios porque lo único que nos separa su amor es el pecado y el imitar las virtudes cristianas de María Santísima nos lleva a no dejarnos encadenar por el mal.

María, Nuestra Madre, fue obediente, valiente, entregada, pura, servidora, toda una buena madre, comprensiva, cercana al que sufre, seguidora de Cristo, etc. Y si nosotros somos también obedientes, valientes, entregados, puros, etc. Estaremos caminando hacía el encuentro del Señor porque el Espíritu Santo hace de nuestros esfuerzos unos auténticos méritos, es decir, hace que nuestras obras valgan la pena y que nos lleven a seguir adelante en la conquista de la salvación que Cristo nos ofrece y que se gana en la medida en que vivamos sus enseñanzas. La Virgen María es un puente que nos lleva a profundizar en el amor de Dios, a vivir las gracias que el Padre nos tiene, porque ella es un ejemplo y el seguirla nos llevará a ser, lo que Jesús quiere, auténticos discípulos de la Cruz y del Espíritu Santo. Si el cristiano ama de verdad a Dios, debe reconocer a quien es su madre, debe valorar el mensaje de vida que María Santísima. Ella es humana como nosotros por lo que conoció el dolor y por eso es que nos comprende y a partir de esa comprensión nos sigue ayudando a encontrarnos con Dios.

El imitar a María no es caer en la adoración hacía ella, el imitar a María es unirnos más a Jesús porque él se complace al ver que en nosotros hay algo de su madre amadísima. Jesús nunca nos daría, como modelo a imitar, ha alguien que nos apartará de él así que si nos dio a la Santísima Virgen fue porque ciertamente en ella encontramos a una persona humana que se dio a la causa del amor, que resistió el dolor de ver morir a su propio Hijo en la Cruz, que ante todo, respondió a la voluntad del Padre porque no cualquiera se lanza a la misión que María tuvo, no cualquiera resiste los dolores que ella experimentó, en fin, en ella tenemos a una amiga, a una compañera y sobre todo a una madre en quien confiar.

Ante un mundo difícil, María nos invita a ser comprensivos, ante un mundo marcado por el dolor, María nos recuerda la grandeza del amor de Dios, ante un proyecto de bien, María nos anima a seguir, en verdad ella siempre nos está ayudando y en la medida en que la imitemos iremos conociendo los tesoros del Sagrado Corazón de Jesús. Imitar a María no nos llevará como destino final a ella misma sino a Dios, todo lo que pasa por María no se queda en ella sino que va para Dios, la existencia misma de María no es por su poder sino por la gracia del Espíritu Santo, ante esto, no tengamos miedo en ser muy de María porque ella es la madre de Jesús Sacerdote, quien nos ama y precisamente porque nos ama nos ha dado a su propia madre.

ACORDAOS, OH PIADOSÍSIMA VIRGEN MARÍA


lunes, 25 de agosto de 2014

LLEGA UN REGALO


Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Llega un regalo
Detrás de ese regalo percibo una ternura que llega a lo íntimo de mi alma. Porque alguien pensó en mí.



Acaba de llegar un regalo. Ese regalo tiene un precio, tal vez una utilidad. Pero, sobre todo, manifiesta un tesoro maravilloso: el cariño de quien me ama. 

Detrás de ese regalo percibo una ternura que llega a lo íntimo de mi alma. Porque alguien pensó en mí. Porque buscó cómo podría darme algo que me recordase su cariño. Porque deseaba abrirme un espacio de felicidad. 

Si el regalo que recibo de otro llega muy hondo, ¿no sería el momento de descubrir que también Dios me ofrece miles de regalos? 

Existe el peligro de vivir con la mirada indiferente ante los continuos dones de Dios. Porque son dones de Dios el sol y la luna, las nubes y la lluvia, la nieve y el viento, el mar y la montaña, la golondrina y el grillo, la abeja y la miel. 

Sobre todo, es regalo de Dios mi propia vida y la vida de tantos hombres y mujeres que caminan cerca o lejos. Cada existencia surge desde un estupendo sueño de Amor, desde lo más íntimo de un Dios que se deleita con los hijos de los hombres (cf. Prov 8,31). 

Lo he escuchado tantas veces: todo es don, todo es gracia. Necesito recordarlo mientras camino: me rodean miles de señales, de regalos, que me hablan de la ternura de un Dios bueno. 

Ha llegado un regalo a mis manos. Quien me lo ofrece con una sonrisa amistosa, con una mirada llena de afecto, me permite abrirme al mundo del amor, que da y que recibe, que nace de Dios y que lleva a Dios. Sólo entonces buscaré también yo qué puedo hacer para alegrar, con un regalo, a quienes viven a mi lado. 

ACTOS DE CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


ACTOS DE CONSAGRACIÓN
A LA VIRGEN MARÍA


¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me entrego del todo a Ti
y en prueba de mi afecto,
con amor filial te consagro en este día:
todo lo que soy, todo lo que tengo.
Guarda y protege, y también defiende
a este hijo tuyo, que así sea.
Amén.

¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me entrego del todo a Ti,
y en prueba de mi filial afecto,
te consagro en este día
mis ojos, mis oídos,
mi lengua y mi corazón,
en una palabra, todo mi ser,
ya que soy todo tuyo,
¡oh Madre de bondad!,
guárdame y protégeme
como hijo tuyo. Amén.

LA SALVE


LA SALVE

Dios te salve,
Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos,
gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.
Ea, pues,
Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos,
y después de este destierro
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
D- Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.
T- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

IMÁGENES DE JESÚS Y DE MARÍA








VIRGEN MARÍA, MADRE DEL REDENTOR


MADRE DEL REDENTOR

Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del Cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permaneces siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros pecadores.

Amén.

domingo, 24 de agosto de 2014

ORACIÓN A LA VIRGEN DE FÁTIMA - Autor: PAPA FRANCISCO


ORACIÓN A LA VIRGEN DE FÁTIMA
Autor: Papa Francisco


Bienaventurada María, Virgen de Fátima,
con renovada gratitud por tu presencia materna
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones
que te llaman bienaventurada.

Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse
con misericordia sobre la humanidad afligida por el mal
y herida por el pecado, para sanarla y salvarla.

Acoge con benevolencia de madre
el acto por el nos ponemos hoy bajo tu protección
con confianza, ante esta tu imagen
tan querida por todos nosotros.

Estamos seguros que cada uno de nosotros es precioso a tus ojos
y que nada te es ajeno de todo lo que habita en nuestros corazones.
Nos dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada
y recibimos la caricia consoladora de tu sonrisa.

Protege nuestra vida entre tus brazos:
bendice y refuerza cada deseo de bien; reaviva y alimenta la fe;
sostén e ilumina la esperanza; suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros en el camino de la santidad.

Enséñanos tu mismo amor de predilección hacia los pequeños y los pobres,
hacia los excluidos y los que sufren, por los pecadores
y por los que tienen el corazón perdido:
reúne a todos bajo tu protección y a todos entrégales
a tu Hijo dilecto, el Señor Nuestro, Jesús.

ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL PARA LIMPIAR NUESTRO HOGAR



ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL
PARA LIMPIAR NUESTRO HOGAR

Amado Arcángel Miguel desciende sobre mi hogar con la luz de Nuestro Señor.... para que limpies de este lugar toda negatividad, cortando cadenas de negación, rabia, dolor, vicios y falta de fe,
Para que de esta manera en mi hogar pueda entrar la santísima presencia del Padre trayendo con ella amor, compresión, prosperidad y fe. 

Para que sea siempre Nuestro Señor con nosotros. 
AMEN

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA SALUD DE LOS ENFERMOS


ORACIÓN NUESTRA SEÑORA, 
SALUD DE LOS ENFERMOS 

María, Madre amadísima, te invoco confiadamente como salud de los enfermos. Eres Madre de bondad, especialmente para quienes están bendecidos con la Cruz, en particular la enfermedad. 

Humildemente te pido esta gracia
 (Mencione el favor que desea).

 Madre del Perpetuo Socorro, te ruego que presentes mi petición a tu Divino Hijo. No será rechazada si te dignas rogar por mí, porque tu intercesión es poderosa ante Dios. Con la confianza de un niño, me abandono a la santa voluntad de Dios. El cuidará de mis deseos. Madre de Misericordia, yo te amo; en ti pongo mi confianza.

 Por tus manos ofrezco a Dios todos los sacrificios que haya de soportar con todo el amor de mi corazón. Que todas mis penas se conviertan en un acto de amor a Dios, de reparación por mis pecados, y mérito por la salvación de las almas, en particular la mía. Enséñame a tener paciencia y conformidad con la voluntad de Dios, imitándote a ti, Madre Dolorosa. 

V. Ruega por nosotros, Señora Nuestra, salud de los enfermos. 

R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo. 

0remos: Te rogamos, Señor Dios nuestro, que nos bendigas a nosotros tus siervos, con salud de alma y cuerpo, y por la gloriosa intercesión de la bienaventurada Virgen María, Salud de los enfermos, seamos libres de las tristezas presentes y disfrutemos de las alegrías eternas. Te lo pedimos por Cristo, Nuestro Señor. Amén.

NUESTRA SEÑORA SALUD DE LOS ENFERMOS - 24 DE AGOSTO



NUESTRA SEÑORA SALUD DE LOS ENFERMOS, UNIVERSAL ( 24 DE AGOSTO)


María es Salus Infirmorum porque es Inmaculada Concepción. Así es venerada en la comunidad de los creyentes desde tiempos antiguos, aunque el actual título se afirmará en siglos posteriores. En Roma, desde la segunda mitad del siglo III, la Bienaventurada Virgen María es saludada "auxilium et solamen nostrae infirmitatis". El Papa Esteban I, escribiendo el ano 256 al Obispo de León y Astorga, Basílides, explica que "ante lavacrum salutare lapsi omoes sunt et quidem primum fideles absolvuntur passione Christi, dein meritis beatue Deiparae: ille ad unitatem filiorum Dei reducit, haec vero sanitatem ac uniusquisque sanctitatem redonat". 

Y de la misma manera se expresan otros Pontífices en los siglos siguientes. La Virgen de la Salud es oriunda de Molinara, Italia. Varias iglesias italianas, aunque con diferentes figuras, invocan a María como Madre de la Salud. También en la India, María de la Salud es faro en medio de las tempestades de la vida. 

La imagen de Nuestra Señora de la Salud de Vailankanni, se celebra el 8 de septiembre, según una historia que cuenta la salvación de un naufragio de pescadores portugueses que invocaban a María en el peligro de la tormenta. En el templo más importante de Pátzcuaro, Desde 1580 se venera a la Virgen de la Salud, patrona de la población, en el estado de Michoacán, México. Su estatua está moldeada en pasta de caña de maíz y miel de orquídeas, mezcla utilizada por los indígenas en la fabricación de imágenes durante el siglo XVI.

EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA 

Lo mismo encontramos en los Santos Padres de la Iglesia, Latinos y Orientales, que, si bien no exponen la doctrina de la Inmaculada Concepción, profundizada y madurada con el pasar del tiempo, consideran a María Madre de Dios la "llena de gracia" (Lc 1,28), defensa de la salud del Hombre. Así, Pedro Crisólogo afirma que "...la Virgen se ha convertido verdaderamente en madre de los vivientes mediante la gracia, Ella que era madre de quienes por naturaleza estaban destinados a la muerte". En el siglo V, Sedulio escribe que "una sola ha sido la mujer por la que se abrió la puerta a la muerte y una sola es también la mujer a través de la cual vuelve la vida". Y es de Venancio Fortunato este maravilloso Himno: "Oh excelente belleza, oh mujer que eres la imagen de la salvación, potente por causa del fruto de tu parto y que gustas por tu virginidad, por tu medio la salvación del mundo se ha dignado nacer y restaurar el género humano que la soberbia Eva ha traído al mundo". Entre los Padres Latinos, Fulgencio di Ruspe escribe: "...la bondad divina ha realizado este plan para redimir al género humano: por medio de un hombre, nacido de una sola mujer, a los hombres les ha sido restituida la vida". Hay mayor riqueza de textos en los escritos de los Padres y de la Liturgia Oriental. Cirilo de Jerusalén: "Por medio de la Virgen Eva entró la muerte; era necesario que por medio de una virgen, es decir, de la Virgen, viniera la vida...". El Pseudo-Gregorio Niceno: "...de la Virgen Santa ha florecido el árbol de la vida y de la gracia... De hecho, la Virgen Santa se ha hecho manantial de vida para nosotros... En María solamente, inmaculada y siempre virgen, floreció para nosotros el retono de la vida, ya que sóla ella fue tan pura en el cuerpo y en el alma, que con mente serena respondió al ángel...". 

Romano el Melode: "Joaquín y Ana fueron liberados de la verguenza de la esterilidad y Adán y Eva de la corrupción de la muerte, oh Inmaculada, por tu natividad. Esta festeja hoy tu pueblo, rescatado de la esclavitud de los pecados, clamando a ti: "La estéril da a luz a la Madre de Dios, madre de nuestra vida". Proclo de Constantinopla: "Ha sido sanada Eva... Por eso le decimos: 

"Bendita tú entre las mujeres" (Lc 1,42), la sola que has curado el dolor de Eva, la sola que enjugaste las lágrimas de la atribulada...". En la Liturgia de la Iglesia Oriental del I al VI siglo, abundan los textos. Reproducimos sólo algunos: "Por Eva la corrupción, por ti la incorruptibilidad; por aquella la muerte, por ti, en cambio, la vida... 

¡El Médico, Jesús, ha venido a nosotros por ti!, para curarnos a todos, como Dios, y salvarnos... Ave. Inmaculada y Pía, salve, baluarte del mundo...". "Inmaculada Madre de Cristo, orgullo de los ortodoxos, a ti te ensalzamos. Eres Vida, oh Casta, por ti has dado la vida a quienes te ensalzan...". "Ave, por ti el dolor se extingue... Ave, tesoro inagotado de vida... Ave, medicina de mis miembros: Ave, salvación de mi alma". "...Oh, Virgen doncella inmaculada, salva a quienes en ti buscan refugio". "Inmaculada Madre de Dios (...) nosotros, que hemos conseguido tu protección, oh Inmaculada, y que por tus oraciones hemos sido liberados de los peligros y custodiados en todo tiempo por la Cruz de tu Hijo, nosotros todos, como se debe, con piedad, te ensalzamos... 

Nuestro refugio y nuestra fuerza eres tú, oh Madre de Dios, socorro poderoso del mundo. Con tus plegarias proteges a tus siervos de toda necesidad, oh sola bendita". Concluímos esta rápida visita a los testimonios de los primeros siglos de la Iglesia con un tropario de la himnografia griega que hace de síntesis: "Santísima Madre de Dios, no me abandones durante el tiempo de mi vida y no me confies a ninguna protección humana, sino tú misma encárgate de curarme y ten piedad de mi". 


PATRONA DE LA CONGREGACIÓN SIERVAS DE MARÍA

 La Congregación nació el 15 de Agosto de 1851, en Madrid, España. Su carisma es llevar ternura y misericordia a los más necesitados, a los pobres enfermos. Los rasgos característicos de su espiritualidad son: Contemplativas en la acción. Abandonadas a la Divina Providencia. Cooperadoras con Cristo y María en la salvación de los hombres. Como familia religiosa, unidas en Cristo, continúan la misión sanadora de Cristo, teniendo como modelo a la Santísima Virgen en el momento de la Visitación (Lc.1,39-45) y llevando con Ella, renovada esperanza y gozo a aquellos a quienes sirven. Hay actualmente 2,000 Siervas de María distribuidas en los 123 conventos existentes alrededor del mundo, incluyendo Europa, América, África y Asia; con casas de misiones en Camerún, Filipinas y México.

sábado, 23 de agosto de 2014

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA PARA ALCANZAR LAS VOCACIONES RELIGIOSAS


ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA ALCANZAR VOCACIONES RELIGIOSAS 

Reina y Madre de los sacerdote, ¡rogad por ellos!

¡Oh Virgen Inmaculada!, Madre de Dios y Madre Nuestra, llevada al Cielo para dispensarnos tus favores, escucha nuestra plegaria.

Rodeada de gloria, has venido varias veces a la tierra para comunicarnos tus mensajes por medio de inocentes niños. Mira el desamparo moral de tantas almas y envíales apóstoles.

En nuestros hogares, en nuestras asociaciones juveniles, en los campos y talleres, en las escuelas y oficinas, suscita una legión de jóvenes encendidos en deseos de dar a conocer a Jesús, tu Hijo, y tu Santo Evangelio.

¡Oh Dulcísima Reina de los Apóstoles!, que guiaste con ternura maternal las primeras vocaciones apostólicas, haz que las almas generosas oigan el llamamiento divino. Alcanza para esos elegidos la gracia de vencer los obstáculos que pudieran impedir su marcha hacia Dios.

¡Madre mía!, aparta de nuestra juventud la indiferencia, la sensualidad y el egoísmo que ahogan los impulsos sobrenaturales y enciende en los corazones la llama de la caridad para los niños, predilectos de Jesús, tu Divino Hijo, que vive y reina en la unidad del Padre y del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. AMÉN.

LA VIRGEN MARÍA Y UN SEMINARISTA EN NAZARETH

Autor: Ma. Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
María y un seminarista en Nazaret
Pide por todos los seminaristas, para que, en medio del ruido del mundo, puedan escuchar la voz de María que los acompaña.
 
María y un seminarista en Nazaret


Durante la misa, nuestro Obispo es asistido en ella por un sacerdote, dos monaguillos y un seminarista de quien, y por casualidad, apenas sé su nombre.

Me pregunto, Madre querida, cuál habrá sido el camino que debió recorrer ese joven para llegar hasta...

- Hasta un especial sitio en mi Inmaculado Corazón.- Me respondes mientras le miras desde tu imagen del altar.

- Madre, por caridad, cuéntame lo que él y tantos como él, significan para ti.

Tu imagen de La Dolorosa, al pie de la Cruz, y junto a San Juan, parece murmurar una respuesta. Así es Madre, tu siempre eres para tus hijos, respuesta serena al alma.

- Verás, hija, desde aquellos tiempos en que veía a los Apóstoles ir recorriendo lentamente los caminos que Jesús les mostraba. Desde que aprendí a conocer sus dudas, sus preguntas, sus renuncias. Desde aquellos días mi corazón ha ansiado ser compañera de camino en quienes entregan su vida al servicio de Dios. Ese camino que empezó, para mí, el día de la Anunciación, en medio de un indescriptible gozo, pero que continuó, más tarde, en medio del silencio y la rutina de Nazaret.

- Comprendo, Madre, o casi... pero, a ellos, a nuestros seminaristas, ¿Cómo les acompañas?

Cuando un alma escucha el llamado de Dios y responde, le invito a compartir mi alegría en el día de la Anunciación. Luego, le acompaño fielmente en las dificultades que debe afrontar, pues les espera un viaje a Belén, no programado, y muchas puertas que han de cerrarse. Tendrá una Nochebuena con canto de ángeles y también un Simeón anunciando espadas. Deberá buscar, en medio de tantas noches oscuras, un sitio seguro para resguardarse de las tentaciones. Oh! Hija, no puedes imaginar cuán hermoso, sereno y perfumado, es el sitio que tengo reservado para ese amado hijo.

-Es ¿Tu Corazón? O sí, seguro ha de ser tu Corazón, Madre querida. Allí tienes, para el alma, una exquisita ternura, un refugio seguro en las tormentas del alma, y, sobre todo, el camino más corto, seguro y fácil para llegar a Jesucristo.

-Así es hija. Desde mi corazón, le llevaré a los días en que Jesús se perdió y yo le buscaba. Le contaré que muchas veces deberá hacer esta búsqueda a lo largo de su vida. Después, le traeré conmigo a los días de Nazaret, al silencio, a lo cotidiano, a las pequeñas cosas.

- Entonces, Madre, un seminario ¿Es como un pequeño Nazaret?

- Pues... sí.

- Y, si es Nazaret, entonces ¡estas tú!. Siempre, cada día, cada mañana.

- Cada mañana- y tus ojos parecen recorrer todos los seminarios del mundo-, cada mañana le pregunto, si quiere permanecer junto a mí en Nazaret. Y su "sí" me alegra el alma. Y nos vamos juntos a buscar agua al pozo. Él alivia mis cansados brazos y yo le sirvo agua fresca cuando estudia en la biblioteca. También me ayuda a cargar la leña y encender el fuego y yo le regalo gracias a su alma, para que su oración no sea una simple repetición de palabras sino un torrente de amor que, desde su corazón, llegue al Corazón de Jesús.

Miro hacia el altar y allí, en un rincón, en un Nazaret de silencio, el joven seminarista se arrodilla durante la Consagración.

- Hija mía- susurras a mi corazón- ahora soy yo la que quiere pedirte algo.

- Dime, Madre, dime, pues mi corazón halla gozo en servirte.

Ora, hija, ora por ese joven y por todos los seminaristas. Ora para que, en medio del ruido del mundo, puedan escuchar el canto del viento de Nazaret, el perfume de aquel hogar, que ahora habitan. Ora para que, cada mañana, su corazón elija, nuevamente, acompañarme al Corazón de Jesús, de donde brotan ríos de agua viva.. Ora para que sientan mi mano en la suya, mi abrazo en la noche oscura del alma, mi compañía en cada día, en cada alegría, en cada soledad, en cada pena. ¿Puedo, hija, contar con tus oraciones?.

-Sí, Madre, sí, y perdóname por no habértelas ofrecido antes. Perdóname por haber esperado, cómodamente, que siempre haya un sacerdote en la parroquia, sin haber pensado que, para hallarlo, primero debió existir un seminarista que, cada mañana, eligió ser tu compañero en Nazaret. Que sintió tu mano, cuando yo sólo le regalaba olvido, que sintió tu abrazo, cuando yo ni siquiera me preocupé por saber su nombre.

La misa ha terminado. Todos se han retirado. El joven seminarista atiende los pequeños detalles para la siguiente misa. Ahora sé que está contigo en Nazaret, ordenando la casa, esperando a Jesús.

Te regalo, Madre, mi oración por él. Regálale tu, todo el perfume de Nazaret.


NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."


  • Preguntas o comentarios al autor
  • María Susana Ratero.
     

    SANTA ROSA DE LIMA - 23 DE AGOSTO


    Santa Rosa de Lima - 23 de agosto

    Nacida en Lima, Perú, el 20 de abril de 1586, sufrió por su belleza a la que debía el nombre de Rosa, aunque en el bautismo se le impuso el de Isabel. Fue una india que mecía su cuna quién un día reparó en la finura de sus facciones, su tez blanca que realzaba el sonrosado color de sus mejillas enmarcando el ovalo de un rostro coronado por rubios cabellos, y decidió llamarla como la flor. Con el tiempo completó su atractivo una espigada estatura. Pertenecía a una familia numerosa compuesta por trece hermanos, que se trasladó a Quives por motivos laborales del cabeza de familia, un portorriqueño que trabajaba en un oficio relacionado con el refinamiento de la plata.


    Recibió la confirmación de manos del arzobispo de Lima, santo Toribio de Mogrovejo y en ese momento ratificó el nombre de Rosa sin que nadie lo hubiese mencionado antes, ya que por él era conocida la joven. Más tarde, ella confió a un dominico que hubiera preferido ser denominada por el de pila, ya que Rosa aludía a la hermosura, de la que tendía a huir. Él le hizo ver que su alma era una rosa de la Virgen, y como tal debía custodiarla. A partir de entonces llevó gozosa el de Rosa de Santa María que ofreció a Nuestra Señora del Rosario ante cuya imagen solía orar cuando acudía a la iglesia de santo Domingo.

    De todos modos, durante años hizo todo lo posible para que la belleza con la que estaba adornada no fuese objeto de atención y tropiezo ni para ella ni para nadie. Ideó diversas formas para desembarazarse de ese ornato natural que recuerdan a prácticas de mortificación clásicas en un periodo de la historia de la ascética. Se clavaba una horquilla en la cabeza para castigar su vanidad, se aplicaba ungüentos corrosivos en las manos para afearlas, se cubría el rostro con un velo tupido, o bien se cortaba los hermosos cabellos de raíz por el hecho de verlos ensalzados. Al final, aunque estos actos le ayudaban a progresar espiritualmente, comprendió que ese no era el camino; que todo sacrificio y mortificación era vano si no hacía entrega cabal de los defectos que le dominaban, como su orgullo. Vio la sutileza y el peligro que puede quedar agazapado también en ciertos ejercicios de ayuno. Así que, puso todo su empeño en dominar sus pasiones, ejercitándose en la vivencia de las virtudes. Aceptó humildemente las indicaciones paternas, y aún contrariándole y sabiéndose incomprendida las asumió con toda humildad y paciencia. Solamente las contravino en lo que era sagrado para ella: su voto de plena consagración a Dios. Su familia insistía para que contrajese matrimonio, incluso fue cortejada por jóvenes de la alta sociedad limeña, pero mucho antes ya había labrado el huerto, bordaba para ayudar económicamente a la familia y aceptaba las dificultades del día a día, todo con afán de agradar a su amado; era a lo que su espíritu tendía.

    Desde niña rezaba a la Virgen con auténtica devoción. En una ocasión en la que se encomendaba a Ella, entendió que el Niño Jesús le decía: «Rosa, conságrame a Mí todo tu amor». No lo olvidó ni un instante. Su ideal de santidad, junto a Santo Domingo, era santa Catalina de Siena a la que eligió como modelo para su vida. A los 25 años se comprometió como terciaria dominica. Era muy inteligente. Poseía gran agudeza espiritual, como revelaron los testigos de su proceso. Sus escritos rezuman la hondura mística que jalonó su vida. Supo reflejar admirablemente los peldaños del ascenso espiritual que marcaron su trayectoria, incluidos quince años de aridez. Vivió centrada en la oración y las mortificaciones: ayunaba casi a diario, se abstenía de beber, dormía sobre un lecho de tablas con un palo como almohada, etc. Su morada era una humilde cabaña que erigió en el huerto familiar con ayuda de su hermano Hernando. Y la disciplina que puso sobre la cabeza, una cinta de plata que simulaba una corona de espinas, ya que estaba conformada nada menos que con 3 hileras de 33 puntas; desde que se la colocó la mantuvo hasta el fin de sus días. Su atuendo era una túnica blanca, un manto y velo negros.

    Fue paciente, comprensiva y misericordiosa con todos los que la vituperaron y se burlaron de ella. Auxiliaba a los pobres, indígenas, mestizos, y enfermos, a los que atendía en su casa y les animaba a convertirse. Prestó gran ayuda en su acción caritativa para san Martín de Porres. Tanto amor se traslucía en su rostro y en sus palabras. El Domingo de Ramos de 1617, unos meses antes de morir, en la capilla del Rosario se produjo su «desposorio místico». No le dieron la palma que esperaba llevar en procesión. Y temiendo que fuese debido a alguna ofensa contra Dios que hubiera podido cometer, se postró ante la imagen de María. Entonces el Niño Jesús le dijo: «Rosa de Mi Corazón, Yo te quiero por Esposa». Ella respondió: «Aquí tienes Señor a tu humilde esclava. Tuya soy y Tuya seré».

    Al igual que le sucedió a otros santos, también Rosa fue interrogada por la Inquisición que no pudo alegar nada en contra de ella, puesto que solo apreciaron su excelsa virtud. Fue adornada con dones de penetración de espíritus y profecía. Vaticinó lafundación del monasterio de Santa Catalina de Siena con todo lujo de detalles, la fecha de su muerte y el ingreso de su madre en un monasterio, hecho que se produjo tiempo después de su fallecimiento. La última etapa de su vida la pasó en casa de Gonzalo de Massa, un hombre destacado del gobierno virreinal que la acogió como a una hija. Allí se reunían en torno a ella personas de lo más granado de la sociedad limeña a las que evangelizaba. En ese lugar se erigió después el monasterio que lleva su nombre. Rosa sufrió un ataque de hemiplejía, y cuando su salud se agravó, musitaba: «Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor». Murió a los 31 años con fama de santidad el 24 de agosto de 1617. Clemente IX la beatificó el 15 de abril de 1668. Y Clemente X la canonizó el 12 de abril de 1671.

    jueves, 21 de agosto de 2014

    SANTA MARÍA REINA, 22 DE AGOSTO


    SANTORAL
    Santa María Virgen, Reina
    22 DE AGOSTO

    "La Virgen Inmaculada ... asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que  se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores  y vencedor del pecado y de la muerte". 
    (Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n.59).


    El pueblo cristiano, movido de un certero instinto sobrenatural, siempre reconoció la regia dignidad de la Madre del "Rey de reyes y Señor de señores". Padre y Doctores, Papas y teólogos se hicieron eco de ese reconocimiento y la misma halla sublime expresión en los esplendores del arte y en la elocuente catequesis de la liturgia.

    Al ser Madre de Dios, María vióse adornada por Él con todas las gracias, prescas y títulos más nobles. Fue constituida Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles. Es tan Reina poderosa como Madre cariñosa, asociada como se halla en la obra redentora y a la consiguiente mediación y distribución de las gracias. 

    Quiere la Iglesia que oigamos la voz de María pregonando agradecida a Dios los singulares privilegios de que la colmó. El Evangelio anuncia el Reino de Cristo, de donde fluye también el reinado universal de María. 

    Esta fiesta litúrgica fue instituida por Pío XII, y se celebra ahora en la octava de la Asunción, para manifestar claramente la conexión que existe entre la realeza de María y su asunción a los cielos. La piedad del medievo fue la que comenzó en Occidente a saludar con el título de Reina a la Santísima Virgen Madre de Dios, invocándola con las palabras: Salve, Reina caelorum; Reina caeli, laetare. Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

    Salve

    Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Tí llamamos los desterrados hijos de Eva; a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro múestranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

    V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
    R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor
    Jesuscristo. Amén.

    Himno
    Reina y Madre, Virgen pura,
    que sol y cielo pisáis,
    a vos sola no alcanzó
    la triste herencia de Adán.

    ¿Cómo en vos, Reina de todos,
    si llena de gracia estáis,
    pudo caber igual parte
    de la culpa original?

    De toda mancha estáis libre:
    ¿y quién pudo imaginar
    que vino a faltar la gracia
    en donde la gracia está?
    Si los hijos de sus padres
    Toman el fuero en que están,
    ¿cómo pudo ser cautiva
    quien dio a luz la libertad? Amén.



    ORACIÓN

    Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.

    Reina dignísima del mundo, María Virgen perpetua, intercede por nuestra paz y salud, tú que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos.

    Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

    SANTA MARÍA REINA DE TODO LO CREADO - 22 DE AGOSTO


    Autor: Tere Fernandez del Castillo | Fuente: Catholic.net
    María Reina, Santa
    Reina de todo lo creado
    El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina. María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.


    Un poco de historia

    La fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.

    María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.

    María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.

    María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.

    La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.

    La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.
    Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...