martes, 27 de enero de 2015

LA OTRA MEJILLA



La otra mejilla


Existía un monasterio que estaba ubicado en lo alto de la montaña. 
Sus monjes eran pobres, pero conservaban en una vitrina tres manuscritos antiguos, muy piadosos. 

Vivían de su esforzado trabajo rural y fundamentalmente de las limosnas que les dejaban los fieles curiosos que se acercaban a conocer los tres rollos, únicos en el mundo. 

Eran viejos papiros, con fama universal de importantes y profundos.

En cierta oportunidad un ladrón robó dos rollos y fugó por la ladera. 

Los monjes avisaron con rapidez al abad. 
El superior, como un rayo, buscó la parte que había quedado y con todas sus fuerzas corrió tras el agresor y lo alcanzó:

- Que has hecho? Me has dejado con un solo rollo. No me sirve. Nadie va a venir a leer un mensaje que está incompleto. Tampoco tiene valor lo que me robaste. O me das lo que es del templo o te llevas también este texto. Así tienes la obra completa.
- Padre, estoy desesperado, necesito urgente hacer dinero con estos escritos santos.

- Bueno, toma el tercer rollo. Sino, se va a perder en el mundo algo muy valioso. Véndelo bien. Estamos en paz. Que Dios te ilumine.

Los monjes no llegaron a comprender la actitud del abad. 
Estimaron que había estado flojo con el rapaz, y que era el monasterio el que había perdido. 
Pero guardaron silencio, y todos dieron por terminado el episodio.

Cuenta la historia que a la semana, el ladrón regresó. 
Pidió hablar con el Padre Superior:

- Aquí están los tres rollos, no son míos. Los devuelvo. Te pido en cambio que me permitas ingresar como monje. Mi vida se ha transformado.

Nunca ese hombre, había sentido la grandeza del perdón, la presencia de la generosidad excelente.
El abad recuperó los tres manuscritos para beneficio del monasterio, ahora mucho más concurrido por la leyenda del robo y del resarcimiento.

Y además consiguió un monje trabajador y de una honestidad a toda prueba.

El agresor espera agresión, no una respuesta creativa, inesperada, insólita. No sospecha la conmoción del poder incalculable de la otra mejilla.



Enrique Mariscal

SEÑORA DE LA PAZ


Señora de la paz
Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv




Señora de la paz y la armonía
hay un pueblo en dolor que a Ti suplica
la Iglesia que la historia crucifica
el cuerpo de tu Hijo en carne viva.

Siguen sus llagas por amor sangrando
abiertas por la guerra que desgarra
la que el dolor al cielo le consagra
y en un salmo de luz se está entregando.

Tu amor es una rosa matutina
aroma de la calma que derrama
unción de fuego santo que proclama
el tiempo en que la gracia se avecina.

Tu entrega es la fragancia del desierto
abierto a la virtud que llueve al verte
la aridez desaparece con su muerte
y acercas un futuro que ya es nuestro.

Bendice nuestra súplica confiada
Oh Madre del Amor que permanece
María de la paz que ya se ofrece
y se queda en el alma dibujada.

LA VIRGEN MARÍA NOS ENSEÑA A AMAR A DIOS


Unidos a María

La vida cristiana en definitiva se reduce a amar: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos. ¿Pero quién nos enseñará cómo amar a Dios? ¿Y quién nos adiestrará en el amor a los hermanos?

Pues María Santísima es quien nos debe enseñar a amar, porque no hay criatura que haya amado y ame más a Dios y a los hombres.
Busquemos en cielo y tierra una criatura que ame más que la Virgen, y no la hallaremos jamás. Pues entonces pidámosle que, ya que Ella es la Amante por excelencia de Dios y de los hombres, que nos enseñe cómo se los debe amar.

María jamás alzó la voz para quejarse, para hacer valer sus derechos. Por eso si miramos a la Virgen, aprenderemos muchas cosas de Ella, que nos llevarán al verdadero amor, y, adiestrados por María, comenzaremos a dar pequeños vuelos en el camino del amor.

Ya dicen los santos que quien halla a María, ha hallado la Vida. Y se puede decir que quien encuentra a María y se entrega a Ella, ha hallado el amor, y sabe practicarlo perfectamente, porque no tiene más que mirar a esta Estrella del Mar, para saber qué es lo que le agrada a Dios y a los hombres, para hacerlo por ellos.

lunes, 26 de enero de 2015

MARÍA ESTÁ SIEMPRE A TU LADO



Unidos a María

María está siempre a nuestro lado, pero a Ella le gusta que la llamemos para acudir pronta en nuestro auxilio. ¿Qué debemos temer si tenemos a esta buena Madre que nos cuida de todos los terrores nocturnos, es decir, de los demonios que tratan de perdernos? Si nuestra sentencia está en las manos de María, es cierto que nos salvaremos, pues hemos puesto toda nuestra confianza en Ella y no quedaremos defraudados ni confundidos. Como hombres siempre estamos buscando seguridades, apoyos, garantías. Pues bien, María es la Seguridad, es el Apoyo, es la Garantía. Con María estamos más seguros que un niño en brazos de su madre.


Hoy, que aumenta la sensación de inseguridad en el mundo, corramos a María y refugiémonos en su Corazón Inmaculado por medio de la consagración a Ella, y así estaremos bien seguros, como María misma lo promete.

CONFIDENCIAS DE LA VIRGEN MARÍA



Unidos a María


La Virgen le decía una vez a Sor Natalia Magdolna: “Confía en Mí hasta el punto de parecer una tonta”.

Y es que la Virgen quiere que confiemos ciegamente en Ella. Así como el bebé en brazos de su madre, se abandona a los cuidados maternales y está seguro en el regazo materno; así también debemos hacer nosotros con la Virgen, nuestra Madre del Cielo, que tiene mayores cuidados que cualquier madre de la tierra.
Si confiamos en María, entonces obtendremos muchas gracias. Si confiamos mucho, completamente, entonces la Virgen hará maravillas en nosotros y en nuestras vidas, y también en las vidas de los que amamos.

Dios nos ha querido dar un secreto que está desvelado pero que, a pesar de ello, son pocos los que lo descubren. Ese secreto es María. Dios la ha puesto como la dispensadora de todos sus tesoros de gracias y dones, y el mundo muere de hambre espiritual porque no acude a María.

¡Que no nos suceda esto a nosotros! Sino vayamos a la Virgen a buscar, con el recipiente de la confianza, grandes gracias y favores celestiales y hasta materiales, todo lo que necesitemos para la vida, porque Ella jamás despacha a sus hijos con las manos vacías, sino que colma de bienes a los hambrientos.

RUEGA POR NOSOTROS


Ruega por nosotros
Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R




Ruega por nosotros, 
Virgen santa, 
porque de Dios eres amada
y de santidad inspiradora.

Ruega por nosotros,
Virgen santa,
porque de Dios eres la sierva
y Él que eleva a los humildes 
a la gloria te ha ensalzado.

Ruega por nosotros, 
Virgen santa, 
porque de Dios luz eres radiante 
en Cristo Muerto y Resucitado.

Ruega por nosotros, 
Virgen santa,
porque en Dios eres puente 
para llevarnos al cielo 
a nosotros pecadores.

Ruega por nosotros, 
Virgen santa,
porque de Dios eres Madre
cuando en ti se hizo Hombre 
y Cristo se embarcó para siempre
en el devenir de la historia.

EL ABECEDARIO DEL AMOR



El abecedario del amor
Autor: Luciana Brescacin




Cuando a mí me enseñaron el abecedario, la maestra nos hacía relacionar el sonido de cada vocal o consonante con el dibujo de un objeto cuyo nombre iniciaba con el sonido de la letra que estábamos estudiando. Recordando esto, pienso que podríamos profundizar en lo que es el amor si a cada vocal o consonante le pusiéramos las características de lo que es y debiera ser el amor porque él, en sí mismo encierra su propio abecedario.

A de aprecio. Apreciar al ser que se ama es darle su valor, es considerarlo digno de afecto y de reconocimiento. Se ama a la persona humana, rica siempre -no obstante sus defectos y limitaciones- en cualidades y potencialidades a las que el amor deberá de ayudar a desarrollarse a lo largo del tiempo. Se aprecia a la persona por lo que es, independientemente de lo que tiene y de su apariencia externa.

B de búsqueda. El amor es una continua búsqueda del bien para el ser amado.
Para ello es preciso conocerlo, descubrir su riqueza interior, encontrar los medios para su crecimiento y desarrollo hacia la plenitud de su ser. El amor es una aventura hacia el descubrimiento de la grandeza y trascendencia de la persona humana. 

C de coherencia. Decir lo que se piensa y vivir lo que se dice, eso es la coherencia. Vivir y tratar de vivir siempre lo que se promete es ser coherente. La coherencia en el amor es la unión íntima de dos seres entre sí, el esfuerzo por realizar, a costa de cualquier dificultad, el compromiso de entrega asumido en el momento del encuentro y de la decisión de donarse recíprocamente. La coherencia es signo de madurez en el amor.

D de diálogo. El amor es comunicación. Es el encuentro íntimo de dos personas, el diálogo constante de dos mentes, dos voluntades, dos corazones... dos cuerpos. A través de gestos y palabras se establece un dinamismo de comunicación y escucha que lleva al conocimiento recíproco, a la valoración y, de ahí, a la entrega auténtica.

E de esperanza y entrega. Así como el amor produce esperanza, confianza en el otro y en el futuro de los dos, la falta de éste causa apatía, desinterés, desconfianza y desaliento. El entusiasmo por la vida nace de una actitud de amor sincero y de entrega a los demás. El amor es entrega porque es ponerse en manos del otro, regalándose y dedicándose a él.
Aunque mucho cuidado, con esto no quiero decir que uno debe entregarse físicamente, cuidado con el acto sexual antes del matrimonio, esto no agrada a Dios. La entrega es el llamado más hondo y sublime de la naturaleza humana, por eso el hombre está llamado a amar, como su misión más alta y prioritaria en la vida.

F de fiel y fecundo. Ser fiel es ser leal con el otro. El verdadero amor no puede dejar de ser fiel ya que es don de sí mismo al otro y, cuando se hace un regalo, no se pide -luego de algún tiempo- su devolución. Además el amor es fecundo porque produce y se reproduce, mientras que el egoísmo destruye y acaba con la dignidad del otro.

G de generoso. La generosidad implica nobleza y sinceridad, implica darse sin medida, sin conveniencias. Quienes del amor hacen un negocio, un trato interesado, devalúan el arte de dignificar a la persona humana y pisotean una de las cualidades que elevan al amor y lo colocan por encima de cualquier otra actividad.

H de humilde y honesto. El amor no es egoísta ni soberbio sino humilde servicio a la persona amada, reconociendo en ella un don digno de ser cuidado con lo mejor de sí mismo. Para que el amor sea auténtico, se necesita reconocer los propios defectos y las cualidades del otro con sinceridad y honestidad aunque a veces cueste aceptarlo.

I de invitación. El amor es una invitación a crecer en todos los aspectos, es invitar a el otro a ser mejor, es ofrecer un camino de realización personal.

J de joven. La juventud no consiste tanto en la edad corporal, cuanto en un estado de vitalidad y renovación interior, aunque esta palabra se use más por determinar una época de la vida que para otra cosa. Por eso el amor es joven por ser y tener que ser siempre nuevo. 

L de luz. Luz en el amor significa saber iluminar y guiar la vida de la persona amada pero con Cristo como cabeza. Quien se acerca a un hombre o a una mujer que ama, descubre un manantial de vida para su existencia y claridad para el camino y la meta de su vida.

Ll de llamado. En el amor existe un llamado constante a la persona amada para que sea luz, y a la vez es una llamado personal a ser luz para nuestra pareja. Y juntos un llamado para ser luz para los demás.

M de movimiento y meta. El amor es dinámico, es actividad continua en bien del otro, es esfuerzo efectivo para edificar su personalidad, implica variedad en sus manifestaciones y evita la rutina en el transcurso del tiempo. Meta, además, porque el amor en sí es un gran objetivo por alcanzar.

N de núcleo. El amor es el núcleo de la vida misma. Hay un dicho que dice así: "el que no ama no vive", porque el ser humano está llamado a amar y amando es como construye la vida, crece en su personalidad y a la vez ayuda a crecer al otro.

O de optimista. El amor no puede dejar de ser optimista, aunque no deje de ser realista. El optimismo implica la esperanza y la ilusión de un futuro mejor para sí y para la persona amada. Optimismo que se fundamenta en Dios, como lo superior a todo.

P de perseverancia. Es tener firmeza y constancia en mantener lo prometido.
De nada sirve emprender un camino si no se llega al término del mismo. La grandeza de un hombre y de una mujer se encuentra en su capacidad de ser perseverantes en el esfuerzo de donarse sin límites a través del tiempo.

Q de Querer. Amar es querer con la fuerza de voluntad más que con los sentimientos. Siempre basados en la voluntad del Dios y padre Celestial. Es la expresión más auténtica de la decisión libre y personal de buscar el bien del otro.

S de sacrificio y de silencio. El amor exige el sacrificio entendido como ofrenda, como don, y esto implica callar el propio egoísmo, sin dejar de exigir lo que en justicia corresponde.

T de trabajo. El amor no puede dejar de ser trabajo, acción continua, esfuerzo constante por lograr su culminación en cada instante, no sólo al final de la vida.

U de único y de universal. El amor es único porque no es repetible, y al mismo tiempo es universal porque es común a todos y dirigido hacia todos. El ser humano puede y necesita amar, y cada uno ama de forma única.

V de valiente. Para amar se necesita mucho valor, se necesita "garra" y valentía frente a una mentalidad adversa, que ha desvirtuado el sentido del amor y lo ha convertido en una expresión más del egoísmo.

Z de zumo. El amor es el jugo de la vida, es lo que da sabor a la lucha y al esfuerzo diario, es el alimento de la propia historia. 

Después del abecedario se antoja una pregunta... 

¿Vale la pena vivir? ¡Sí! porque podemos amar. Y Dios es amor, el que no ama no es de Dios porque El es amor, así que a amar, pero con todo esto que acabamos de mencionar, y mucho mas que aun queda por mencionar, pero que Dios no lo define claramente en primera Corintios 13.

¿POR QUÉ SE APARECE LA VIRGEN?



¿Por qué se aparece la Virgen?
Verdaderas y falsas apariciones marianas

Alguna vez María se comunica de manera particular con algunas personas, sólo con el fin de que nosotros lleguemos a conocer, amar y seguir a Jesús.


Por: Joan Antoni Mateo García | Fuente: Catholic.net



¿Cómo te sentirías si te llegara un e–mail del cielo donde te avisaran que Dios mismo iría a cenar a tu casa esta tarde?

A María le sucedió algo más grande. No se trataba de una cena, ni de una visita, sino de ser la Madre de Dios. No se trataba de tenerlo como invitado por unas horas, sino como hijo por muchos años. Compartió sus penas y alegrías, éxitos y persecuciones. Experimentó, como ninguna madre, la congoja de ver la muerte de su Hijo amado. Fue la primera en atestiguar su Resurrección. Desde entonces, su amor hacia su Hijo la llevó a ser la primera de los apóstoles.

Como se ve, María ha servido a Dios como puente para caminar entre nosotros en la persona de Jesús: ha sido el único instrumento posible del que podía valerse, pues ella era la única creatura sin pecado, la única estación por donde Dios podría comunicarse.

Por lo mismo María es la primera interesada en que todos conozcan a su Hijo, ella ahora quiere ser otra vez un camino pero en sentido contrario, de los hombres a Dios, pues en la Cruz, Cristo la nombró Madre de todos nosotros.

María sin Dios no hubiera sido nada, una chica buena, silenciosa y servicial de una aldea periférica del Imperio Romano; pero su fe arriesgada en la sola palabra de Dios, su vida de peregrina tras las huellas de su Hijo, sus virtudes heroicas para ser fiel al compromiso tomado un día con Dios hacen de Ella una luz radiante, un ejemplo verdadero para nosotros cristianos. No es objeto de adoración, que en sí se debe sólo a Dios, sino de especial veneración y de cariño por ser la mamá de Jesús y también de todos.

Desde la muerte y resurrección de su Hijo es la primera que anuncia y testimonia de Jesús, la más interesada que nosotros lleguemos a conocer, amar y seguir a Jesús. De allí que alguna vez María se comunique de manera particular con algunas personas siempre y sólo con el fin de elevar la mirada de todos hacia Cristo.

De ahí, que cuando la Virgen se aparece en algún lugar, se produce invariablemente un mismo milagro, y es que al lugar acude un numeroso grupo de gente que automáticamente empieza a rezar el Santo Rosario. Allí reza todo el mundo, los que habitualmente lo hacen y sobre todo, los que nunca rezan.

Si las apariciones de María consiguen hacer rezar a la gente que normalmente no lo hace... ¿No es esto un milagro?, ¿no eleva los corazones de todos hacia Cristo?, ¿no nos da a gustar un poco del cielo?


Así pasó en 1534 en Guadalupe (México), a través de Juan Diego, en Lourdes (Francia), en 1858 con Bernardette Soubirous, en 1917 en Fátima (Portugal), a través de tres niños: Francisco, Jacinta y Lucía.


Hay que evitar como nocivo para la fe cuando se presentan manifestaciones de vana credulidad, sentimentalismo, milagrería, práctica exterior sin fe o sin compromisos morales y cuando se disocia a María de la Iglesia y de los sacramentos, ya que es indicio de veracidad cuando el contenido de un mensaje de María está de acuerdo con el Evangelio, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.

María como buena Madre espera que todos sus hijos amen a Cristo y hoy, como en las bodas de Caná, nos vuelve a decir: “haced lo que Él os diga”; ésta es la misión que sigue desarrollando entre todos los hombres.

Es el modelo de creatura perfecta de esta sociedad y de la de todos los tiempos, ella nos enseña cómo se puede amar Dios, cómo su gracia obra maravillas en las almas que se le prestan; además María, como Madre de toda la Iglesia, intercede y vela por sus hijos.

El papel actual de la Virgen es el mismo que ha desempeñado desde hace 2000 años: que todas las almas conozcan el amor de Dios y le correspondan.




Si tienes alguna consulta utiliza este enlace para escribirle a Dr. Joan Antoni Mateo García. Sacerdote del obispado de Urgell, en España. Especialista en Cristología y Mariología. Miembro de la Universidad Balmesiana Santo Tomás.

 

sábado, 24 de enero de 2015

LA VIRGEN MARÍA, AUXILIO DE LOS CRISTIANOS


Unidos a María



Cuando se acerque el momento de mi muerte, cuando las tinieblas bajen sobre mis ojos, cuando todo el Infierno se prepare para darme su último combate y tratar así de perderme para siempre; te suplico, Madre, que vengas en mi auxilio. Porque en ese momento estaré muy confundido y temeroso, mis pecados volverán a mi memoria y tal vez me hagan perder la confianza en la Misericordia divina. Por eso Madre querida te suplico que vengas presurosa en mi socorro y me defiendas de todo temor y angustia. Y ya desde ahora te invoco para ese momento supremo en que se decidirá mi suerte eterna: Cielo o Infierno.

Madre amada, te espero para dicho momento y sé que no me fallarás.



(Pequeñas Semillitas)

EL AMOR DE LA VIRGEN MARÍA LLENA NUESTRO CORAZÓN


El amor de María llena nuestro corazón
Si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado?
Por: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net




Dios es amor.

María Santísima es también amor.

Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios.
"Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque, afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención".

Este amor tuyo que, por un lado, sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre, toda la pureza de una virgen; por otro lado, se dirige a nosotros, hacia la tierra, hacia tus hijos.

Cómo me impresionó -y aparte al principio no lo creí- leer aquellas palabras de San Alfonso María de Ligorio: "Si juntáramos el amor de todos los hijos a sus madres, el de todas las madres a sus hijos, el de todas las mujeres a sus maridos, el de los santos y los ángeles a sus protegidos: todo ese amor no igualaría al amor que María tiene a una sola de nuestras almas". Primero, no lo creí porque era demasiado grande para ser cierto. Hoy, lo creo, y posiblemente estas palabras de San Alfonso se quedaron cortas.

Yo me pregunto: si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado? ¿Podrá vivir una vida sin alegría, sin fuerza, sin motivación? ¿Podrá alguna vez, en su apostolado, llegar a decir "no puedo, me doy"? ¿Podrá algún día decir : "renuncio al sacerdocio y lo dejo"? Si Cristo, por nosotros, dio su sangre, su vida, ¿qué no dará la Santísima Virgen por salvarnos? Ella ha muerto crucificada, espiritualmente, por nosotros. A Cristo le atravesaron manos y pies por nosotros; a ella una espada le atravesó el alma, por nosotros. Si Él dijo: "He ahí a tus hijos" ¿cómo obedece la Santísima Virgen a Dios? Entonces, cuánto nos tiene que amar. Y si somos los predilectos de su hijo: "vosotros sois mis amigos", somos también los predilectos de Ella.

El amor de María llena nuestro corazón, debe llenarlo. El amor de una esposa no es el único que puede llenar el corazón de un hombre como yo. El amor de María Santísima es muchísimo más fuerte, rico, tierno, confortante, que el de todas las esposas de la tierra. El amor de mi madre celestial llena, totalmente, mi corazón. Una mirada, una sonrisa de María Santísima, me ofrecen más que todo lo que pueden darme todas la mujeres de la tierra juntas.

¿Cuál debe ser mi respuesta a tan grande y tierno amor?

Como San Juan Pablo II debemos decir cada uno de nosotros, también, "totus tuus": todo tuyo y para siempre. Aquella expresión que el Papa nos decía: "Luchando como María y muy juntos a María", que le repitan siempre: "totus tuus".

¿Por qué no llevarme a todas partes a la Santísima Virgen? En el pensamiento, en el corazón, y también, en una imagen, en un cuadro: su presencia es benéfica. Yo tengo en mi despacho y en mi cuarto una imagen de la Santísima Virgen. Con mucha frecuencia la miro, con mucha frecuencia le hablo y, también, la escucho. Siento su presencia y su amor a través de esa imagen.

viernes, 23 de enero de 2015

IMÁGENES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS



EL TRABAJO DEL PAPA FRANCISCO


El trabajo de Francisco



Al Papa Francisco le gusta madrugar. En Buenos Aires se levantaba a las cuatro y media de la mañana, y dedicaba largos ratos a rezar y estudiar antes de celebrar la misa. Ahora, como Papa, tiene que descansar un poco más.

Se levanta en torno a las cinco, reza en privado y celebra cada día la misa de las siete de la mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. Suelen concelebrar algunos sacerdotes y asisten los empleados de la Casa, aparte de grupos de invitados: los barrenderos del Vaticano, los jardineros, las telefonistas, los periodistas y los fotógrafos de «L’Osservatore Romano».

Al terminar la misa, el Papa se sienta entre los fieles en los bancos del fondo de la capilla para hacer un rato de acción de gracias en silencio por haber recibido la comunión. A los diez minutos sale de la capilla y espera en la puerta para saludar a cada uno de los asistentes. Así empieza su día.

A continuación baja a desayunar al comedor de la casa-residencia en la que vive y hace sus comidas, muy contento de vivir con medio centenar largo de personas –sacerdotes y obispos- que trabajan en el Vaticano. Lo considera mucho más vivificante que estar aislado en lo alto del Apartamento pontificio.

Uno de los primeros días de trabajo, el Papa llegó a las oficinas de la secretaria de Estado poco después de las ocho de la mañana. No había ningún monseñor ni ningún oficial. Tan sólo un bedel. Y estaban todas las luces encendidas. El Papa pregunto por qué estaban encendidas, y el bedel le contesto que «siempre se ha hecho así».

Francisco respondió que «con el dinero que se gasta de modo inútil se podría pagar el sueldo de un sacerdote», y fue apagando personalmente las luces innecesarias. El suceso circuló por la Curia vaticana como la pólvora, y ahora la gente empieza a darse cuentan de los derroches innecesarios, y a evitarlos.

Como el Papa no quiere trasladarse por ahora al Apartamento pontificio, situado en el tercer piso del Palacio Apostólico, su jornada de trabajo empieza a eso de las ocho y media en su apartamento de la Casa Santa Marta, donde recibe cada día a jefes de los departamentos vaticanos y altos responsables de la secretaria de Estado.

Para recibir visitas, en cambio, se desplaza a la biblioteca privada del Papa, en el segundo piso del Palacio Apostólico. Es el lugar habitual, donde celebraban las audiencias todos sus predecesores. Francisco sube al tercer piso, al estudio privado del Papa para rezar el Ángelus de los domingos desde la ventana habitual.

El gobierno de la Iglesia universal no se lleva a cabo en reuniones colectivas, sino en encuentros personales del jefe de cada Congregación o de cada Pontificio Consejo con el Papa. Francisco les dedica la primera mitad de la mañana, dejando para la segunda mitad las audiencias a visitantes.

El Papa tiene la sensación de que el horario del Vaticano va con mucho retraso pues en Buenos Aires comenzaba a recibir gente a las siete de la mañana.

En Roma sigue comiendo temprano y de modo frugal. Está con un poco de sobrepeso por la falta de ejercicio. Normalmente se reposa una media hora o cuarenta minutos después del almuerzo y reanuda después el trabajo que, en estos días, realiza a destajo.

Cuando por fin llegue la calma quizá asuma la costumbre de Benedicto XVI de rezar el Rosario paseando ante la gruta de la Virgen de Lourdes, en la parte alta de los jardines Vaticanos, a primera hora de la tarde. Es un lugar tranquilo y reparador.

La diferencia con Buenos Aires es que allí dedicaba la tarde a visitar parroquias o personas, mientras que ahora tiene que dedicarla a preparar homilías, y a nuevas reuniones de trabajo con sus colaboradores.

Los Papas trabajan los domingos en que, aparte del Ángelus, suele haber otras ceremonias, y dedican los lunes a recibir visitas. Su «día libre» es el martes. Cada vez que podía, Juan Pablo II se escapaba a esquiar o al menos a caminar por la montaña en las cercanías de Roma para oxigenarse un poco. Benedicto XVI, en cambio, prefería la tranquilidad doméstica: estudiar y escribir trozos del «Jesús de Nazaret».

Hasta ahora el Papa Francisco no ha tenido tiempo ni de respirar [...] Hasta ahora no se conoce su horario definitivo de trabajo pero, conociéndole, será más bien «tempranero». En contrapartida, le gusta cenar también temprano y retirarse a descansar cuando se pone el sol. La Curia vaticana tendrá que acostumbrarse a madrugar.


Juan Vicente Boo / Abc

LA ALEGRÍA



LA ALEGRÍA


La alegría afirma la vida, ilumina tu alma, convierte tus ojos en faros.

La alegría mantiene vivo el niño que llevas adentro.

La alegría te ayuda a ver la vida como un juego, diluye la espesura del drama. Vuelve nuestra vida más ligera. Hace que la desesperación sea menos desesperante, que el dolor duela menos y que el placer sea más placentero.

La alegría lima asperezas, nos hermana, nos reúne, nos anima a compartir.

La alegría te da paz.

La alegría nos predispone al amor, a la pasión, a la aventura.

La alegría baja las defensas inútiles y mejora el sistema inmune, y lo mejor: es gratis.

La puedes encontrar en un beso, en un bebé, en la música.
La alegría es eso que dejas pasar buscando eso que se supone que te dará alegría.

La alegría es el único virus bueno y muy contagioso. Si lo dejan, claro!.

La alegría es una fe profunda en el futuro.

La alegría es una puerta abierta a nuestro verdadero ser.

MARÍA ES LA MADRE DE JESÚS, QUE ES DIOS


Unidos a María



María es la Madre de Jesús, que es Dios; y Jesús está presente realmente en la Eucaristía, por eso María es Madre de la Eucaristía, pues es el mismo cuerpo de Jesús, es el mismo Jesús el que está en el Santísimo Sacramento. Y cuando vamos a comulgar, debemos imaginarnos que es la misma Santísima Virgen la que nos ofrece a su Hijo Jesús recién nacido para que lo comamos y tengamos vida eterna. Con María de la mano y con la recepción frecuente de la Eucaristía, somos fortísimos contra las maldades del Infierno, pues la Comunión frecuente y la devoción a la Virgen son dos armas seguras para vencer en este combate que tenemos que librar sobre la tierra.


(Pequeñas Semillitas)

¿QUÉ ES UN ESCAPULARIO?

¿Qué es un escapulario?
¡Qué fácil es pasar de una devoción legítima a la superstición! 


Por: Padre Sergio G. Román | Fuente: www.mariologia.org



Actualmente es común ver a jóvenes lucir al cuello no uno, sino muchos escapularios que cuelgan allí hasta que se caen de viejos y de sucios: de la Virgen, de san Juan Diego, de san Judas y de San Charbel; escapularios rojos, verdes, azules, blancos, amarillos y de todos los colores habidos y por haber.

Y es que no cabe duda: los escapularios están de moda, una moda impuesta por el ingenio y la creatividad de los comerciantes en artículos religiosos para incrementar sus ventas.

Hace tiempo le pregunté a un joven por qué usaba tantos escapularios.

-“Porque me dan protección, son poderosos”, me contestó.

¡Qué fácil es pasar de una devoción legítima a la superstición! Y yo, sacerdote, me sentí culpable por no haber explicado suficientemente a mis fieles el uso de los escapularios, antigua tradición de la Iglesia convertida ahora en práctica de magia y brujería.

Si mis fieles supieran lo que significa un escapulario no usarían tantos y, si aceptaran usar uno solo, lo llevarían con más devoción y respeto.


¿Qué es un escapulario?

Literalmente es una prenda que se lleva sobre los hombros colgando por delante y por detrás. Es una tira de tela que los monjes y monjas llevan sobre el hábito y en la que se borda el escudo de la comunidad a la que se pertenecen. El que lleva un escapulario es porque quiere pertenecer a esa orden o comunidad religiosa.

Cuando surgieron las órdenes religiosas, a finales de la Edad Antigua y principios de la Edad Media, se fundaron la “primera orden”, para varones; la “segunda orden”, para mujeres, y la “tercera orden”, para laicos de ambos sexos, que anhelaba pertenecer a la orden religiosa, pero que querían hacerlo desde su estado de vida propio.

Las “terceras órdenes” agruparon a muchos fieles laicos que se comprometían en un tipo especial de vida, en la pobreza, en la castidad dentro del matrimonio y en la obediencia a Dios y a sus ministros. Mediante la oración, la mortificación y las obras buenas, aunadas a ciertas prácticas características de la orden, buscaban su santificación en medio del mundo. Se organizaban bajo la dependencia de la orden religiosa e incluso hacían una especie de votos que renovaban año con año.

Estos fieles no podían usar el hábito completo de la orden, pero se les concedía usar un “mini hábito”, es decir, el escapulario reducido a su mínima expresión.

Hay escapularios de los dominicos, mercedarios, franciscanos, agustinos, carmelitas y demás órdenes y comunidades religiosas.

UNA ORACIÓN ESPECIAL

Una oración especial


Que tus pies te lleven por el camino más largo hacia la felicidad, porque la felicidad son sólo puntos en el mapa de la vida, y el verdadero disfrute está en buscarlos.

Que tus ojos reconozcan la diferencia entre un colibrí y el vuelo que lo sostiene.  Aunque se detenga, seguirá siendo un colibrí, y es conveniente que sepas, para que no confundas el sol con la luz, ni el cielo con la voz que lo nombra.

Que tus manos se tiendan generosas en el dar y agradecidas en el recibir, y que su gesto más frecuente sea la caricia para reconfortar a los que te rodean.

Que tus oídos sea tan fieles a la hora del reproche, como debe serlo a la hora del halago, para que puedas mantener el equilibrio en cualquier circunstancia.

Que tus rodillas te sostengan con firmeza a la altura de tus sueños y se aflojen mansamente cuando llegue el tiempo de descanso.

Que tu espalda sea tu mejor soporte y no la carga más pesada.

Que tu boca refleje la sonrisa que hay adentro, para que sea una ventana del alma y no la vidriera de los dientes.

Que tus dientes te sirvan para aprovechar mejor el alimento, y no para conseguir la tajada más grande en menoscabo de los demás.

Que tu lengua encuentre las palabras más exactas, para expresarte sin que te malinterpreten.

Que tus uñas crezcan lo suficiente para protegerte, sin lastimar a nadie.

Que tu piel te sirva de puente y no de valla.

Que tu pelo le dé abrigo a tus ideas, para que siempre adornen más que un buen peinado.

Que tus brazos sean la cuna de los abrazos y no camisa de fuerza para nadie.

Que tu corazón toque su música con amor, para que tu vida sea un paso del universo hacia delante.

jueves, 22 de enero de 2015

EL VALOR DE UNA MADRE


El valor de una madre


1) Para saber

El pasado miércoles, durante la Audiencia General, el Papa Francisco abordó la importancia de las madres en las familias, la sociedad y la Iglesia. Señaló que “toda persona humana debe la vida a una madre y casi siempre debe a ella mucho de la propia existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual”.

Continuando con la catequesis sobre la Iglesia, el Papa reflexionó sobre el papel de madre que tiene la Iglesia: nuestra Santa madre Iglesia. Así como la Virgen María, nuestra Madre, mostró a Jesús a los pastores y a los Reyes Magos, así la Iglesia, también nuestra Madre, nos conduce y muestra a Jesús. Por eso no somos huérfanos, somos hijos de la Iglesia, somos hijos de la Virgen y somos hijos de nuestras madres.

Es paradójico que aunque se exalta mucho el papel de la madre, en poesías, discursos, y siempre se escriben cosas bellas de ella, sin embargo, es poco escuchada o comprendida, no siempre es justamente valorada, es poco ayudada en la vida cotidiana y poco considerada en su rol central en la sociedad.


2) Para pensar

Alguien que supo valorar a su esposa es uno de los juristas más importante del siglo XX, llamado Francesco Carnelutti. En un programa de televisión le preguntaron qué era lo que más había influido en su brillante carrera. Y respondió: “Mi mujer”. Y explicó por qué:

”Mi esposa no ha estudiado leyes, no se ocupa de mi trabajo, ni me pide ni me da nunca consejos. Pero me llena la vida con su presencia. Se anticipa a mis deseos, intuye mi humor, escucha mis desahogos, encuentra siempre la palabra justa. Por la noche, cuando consulto mis papeles, se sienta a mi lado en silencio y hace labores de punto. El rumor de las varillas que se cruzan es mi mejor calmante. Aleja la tensión y me da un sentido de seguridad infinita. Sin ella, sería un pobre hombre. Con ella, me parece poder triunfar en cualquier empresa”.


3) Para vivir

Recordaba el Papa que una madre con los hijos tiene siempre problemas y trabajo, como fue en su hogar: «En casa, éramos cinco y mientras uno hacía “una”, el otro pensaba en hacer “otra” y la pobre mamá iba de un lado para el otro. Pero era feliz. Nos ha dado tanto».

Es importante que las madres transmitan el sentido profundo de la práctica religiosa: en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que un niño aprende, se inscribe el valor de la fe en la vida de un ser humano.

Recordaba el Papa al Arzobispo Oscar Arnulfo Romero quien decía que las madres viven un “martirio materno”. En su homilía para el funeral de un sacerdote asesinado por los escuadrones de la muerte, decía: «Todos debemos estar dispuestos a morir por nuestra fe, aunque no nos conceda el Señor este honor... Pero dar la vida no es sólo que lo maten a uno; tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber, en aquel silencio de la vida cotidiana, ir dando la vida, como la da la madre que sin aspavientos, con la sencillez del martirio maternal concibe en su seno a su hijo, da a luz, cuida y hace crecer a su hijo. Es dar la vida por su hijo y por eso son mártires». La madre elige dar la vida y eso, concluye el Papa, es grande, esto es bello.


© Pbro. José Martínez Colín

ENCIENDE UNA VELA A LA VIRGEN MARÍA


IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA






IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA CON EL NIÑO JESÚS












IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA ROSA MÍSTICA



ORACIÓN A JESÚS EUCARISTÍA


ORACIÓN A JESÚS EUCARISTÍA



Jesús hostia, quiero consolarte,
Me uno a ti,
Me inmolo contigo,
Me anonado delante de ti,
Quiero olvidarme de mí para pensar en ti,
Quiero ser olvidado y despreciado por amor a ti,
No quiero ser comprendido ni amado sino por ti,
Me callaré para escucharte, y me iré para perderme en ti.

Haz que calme así tu sed por mi salvación, tu sed ardiente por mi santidad, y que purificado, te de un puro y verdadero amor.

No quiero cansarte de esperar; tómame, me doy entero a ti.

Te encomiendo todas mis obras: mi espíritu para iluminarlo, mi corazón para dirigirlo, mi voluntad para fijarla, mi miseria para curarla, mi alma y mi corazón para nutrirlos.

Corazón de mi Jesús en la Eucaristía, cuya sangre es la vida de misma, que yo no viva más, sino vive sólo tú en mí.
Amén.
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