Señor, que has sabido encontrarnos en épocas tan tempranas
no nos abandones aunque el paso de los años resquebraje nuestra fe
América fue poblada, en épocas tempranas, de manifestaciones de María que pronto dieron un tono Mariano al continente todo. Fue primero El Salvador, con semejante nombre, no podía dejar de ser tierra de milagros. Y fue la Madre de El Salvador la que hizo lo necesario para que las generaciones se mantengan abrazadas al Manto que las protege. Una extraordinaria historia dio origen a la devoción a Nuestra Señora de la Paz, devoción que ha seguido alimentándose por medio de la fe popular que a fuerza de milagros ha visto la Mano de Dios expresarse a través de la Patrona del pueblo.
Una amiga salvadoreña, Eli, nos ha enseñado estas maravillas, que hoy compartimos con nuestros lectores. Los invitamos a gozar con la historia que rodea a la devoción a Nuestra Señora de la Paz, Patrona de El Salvador.
Historia del hallazgo
En el año de 1682, unos mercaderes se encontraban en las riberas del Mar del Sur, vieron en la playa una caja de madera que había sido posiblemente arrojada por la fuerza de las aguas. Los mercaderes trataron de abrir la caja para ver su contenido, pero estaba sellada y les fue imposible abrirla, por lo que optaron por dejarla abandonada en el mismo lugar. Pocos días después, otros mercaderes vieron la caja y estimaron que algo interesante podía contener. Solicitaron entonces de un vecino inmediato para que les prestase una burrita, que estaba asida a un árbol, para conducir la caja a la Ciudad de San Miguel.
Los caminos de aquel lugar eran intransitables y peligrosos a causa de los piratas ingleses. El medio obtenido para el transporte de dicha caja resultaba incomodo, por lo que el recorrido tardo varios días. El 21 de Noviembre del citado año llegaron al final de la jornada.
Los conductores de la pesada carga, habían dispuesto dar cuenta a las autoridades, pero se dio el caso de que la burrita, con la preciosa carga, se echó en tierra en plena plaza pública, frente a la antigua Iglesia Parroquial, donde se encuentra la Catedral Migueleña.
Se procedió entonces a abrir la caja. Después de retirar algunas envolturas, con gran sorpresa, se dejó ver el rostro resplandeciente de una bella imagen con un niño.
La noticia cundió inmediatamente; así las revueltas fratricidas en que se encontraba la población, terminaron pronto, deponiendo las armas, a la vez que volvía la calma a los vecinos que desesperados, llevaban tiempo en angustiosas situaciones de desorden.
Para perpetuar aquel acontecimiento de gran trascendencia, colocaron la imagen en el atrio de la Parroquia y a los pies de María se juró solemnemente no guardar rencores y borrar el odio de los corazones para que la Paz germinara en Fraternidad y Reconciliación. Por esto dieron a la imagen el hermoso título de Nuestra Señora de La Paz.
El origen de la imagen permanece en el misterio, pues nunca se pudo conocer qué destino tenía aquella caja, ni cómo llegó a las playas del Salvador.
Protección Milagrosa
La fe y confianza depositadas en la Virgen de la Paz, vive desde que llegó a nuestras playas, en el alma del pueblo salvadoreño y especialmente en el migueleño.
– El 21 de septiembre de 1787, 105 años después del hallazgo, el volcán Chaparrastique, de la Ciudad de San Miguel hizo erupción. La lava ardiente casi llegaba a la ciudad amenazando su destrucción. Angustiados los vecinos, se congregaron en la plaza principal, junto a las autoridades locales, sacerdotes y religiosos franciscanos y mercedarios, quienes infundían confianza al afligido pueblo, exhortándolo a pedir a Dios misericordia con arrepentimiento de los pecados y a invocar la protección maternal de la virgen de la Paz.
Decidieron sacar la imagen de Nuestra Señora de la Paz a la puerta principal de la antigua Iglesia parroquial. La colocaron frente a las fuerzas volcánicas, al aparecer la sagrada imagen, el pueblo gritó Sálvanos Reina de la Paz, inmediatamente la lava tomó otro rumbo, buscando al sur de la Ciudad, justo en un Pueblo que hoy se llama Milagro de la Paz. Cubrió grandes extensiones de tierras fértiles, a la vez que gran parte de la Laguna El Jocotal.
Después de efectuarse el portentoso milagro, en el cielo se dejó ver con toda claridad una bellísima palma formada por blancas nubes, cuyo pie fue a posarse en el inmenso cráter del turbulento volcán.
Con gran admiración quedaron, quienes vieron aquella magnífica señal, que el pueblo optó por colocar en la diestra de la Sagrada Imagen, una palma de oro en conmemoración de aquel gran acontecimiento, que la tradición se ha encargado de hacer prevalecer como algo notable, asombroso y único en estas latitudes.
La Corporación Municipal, con distinguidos vecinos de la Ciudad, religiosos franciscanos y mercedarios, en nombre del pueblo agradecido, formularon y juraron estos votos a su Patrona: Celebrar a perpetuidad, todos los años, la conmemoración del portentoso milagro.
La víspera del 21 de septiembre, ayuno de todo el pueblo, hasta los niños de pecho, en señal de penitencia y mortificación voluntarias.
Sucedió otro hallazgo el jueves 25 de junio de 1903, entre cinco y seis de la tarde, un estruendo conmovió a la Ciudad de San Miguel. Un rayo fulminó sobre la cúpula de la Iglesia de San Francisco, templo santuario de nuestra Patrona e iglesia parroquial.
La chispa produjo incendio, que comenzó en el camarín de la Virgen, quemando las vestiduras de la imagen, ennegreciendo y ampollando el retoque, sin dañar las perfecciones escultóricas.
La lluvia arreciaba y el huracán amenazaba a la Ciudad, derribando árboles y los tejados de las casas eran arrancados por la violencia de la tempestad. Pronto se supo la noticia de la desgracia, que en el momento se llenó el templo de fieles. La consternación era general.
Se llamó al escultor guatemalteco, Don Cipriano Dardón para restaurar la Imagen. Con ese fin se la llevó en procesión de desagravio de la Iglesia parroquial a la de Santo Domingo, llevando la Imagen y el Niño, con el rostro cubierto, en medio de una manifestación impresionante. El trabajo lo hizo el escultor en la sacristía de este último templo.
La Catedral Basílica
El nuevo Templo Catedral Basílica, dedicado a Nuestra Señora de la Paz, fue terminado en 1953, en cuyo altar de mármol de Carrara, de gran belleza escultórica, luce toda su Realeza de Madre de Cristo. Rodeada de numerosos vitrales con bellos paisajes bíblicos.
En la parte exterior lucen en mármol estatuas del Capitán Don Luis Moscoso, fundador de la Ciudad y la del Capitán General Gerardo Barrios, iniciador de los trabajos de la Catedral.
Con ocasión del Congreso Eucarístico Nacional, en 1942, su Santidad San Pío XII dirigiéndose al Pueblo Salvadoreño, exclamó: Que Nuestra Señora de la Paz os coloque a todos bajo el amparo del simbólico ramo que en su Iglesia de San Miguel alza en su mano derecha y cuyo nombre amaríamos ver proyectado sobre el mundo entero.
El 10 de Octubre de 1966, el Papa Pablo VI, a través de la Sagrada Consagración de Ritos, constituyó y declaró de manera perpetua, a Nuestra Señora de la Paz, Patrona Principal de la República de El Salvador, con todos los honores y privilegios litúrgicos correspondientes.