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lunes, 29 de febrero de 2016
sábado, 27 de febrero de 2016
MARÍA ES UNA MUJER CON EL CORAZÓN EN EL CIELO
María es una mujer con el corazón en el cielo
La alegría no puede abandonar nunca a quien cree en Dios. Y éste debería ser el rostro de nosotros los cristianos.
Por: Juan J. Ferrán, L.C. | Fuente: Catholic.net
María es una mujer alegre. La alegría es la virtud de los resucitados, de los que tienen a Dios, de los que han puesto su corazón en el cielo. Vemos esta alegría en María Magdalena cuando descubre al Resucitado, en los discípulos de Emaús cuando reconocen a Cristo en la fracción del pan, en los apóstoles cuando Cristo resucitado se les presenta en el Cenáculo.
La alegría no puede abandonar nunca a quien cree en Dios. Y éste debería ser el rostro de nosotros los cristianos que ya vivimos de alguna forma nuestra fe en la resurrección. Por el contrario, la tristeza, como vivencia habitual y permanente, no entra nunca, pase lo que pase, en la vida de quien cree en Cristo.
María es una mujer con el corazón en el cielo. María veía todo a través del cielo. ¿Qué importancia tenían el sufrimiento, las carencias, las luchas, los sacrificios, los esfuerzos, las renuncias, los momentos difíciles, cuando todo eso se ve desde el cielo? Ninguna. Todo es parte de ese camino hacia el cielo, ese camino estrecho que tanto asusta al ser humano, que conduce a Dios. Ella ha sido nuestra precursora en este camino, dándonos ejemplo. Sigamos a María en esta vida que sin duda es para todos "un valle de lágrimas", pero tengamos siempre el corazón arriba, junto a Dios, con espíritu de resucitados.
Dios nos ha dado a María como Madre, Abogada, Intercesora, Mediadora, Amiga y Compañera. En la espiritualidad cristiana debe haber un gran sitio para María en el corazón de cada cristiano. De lo contrario nuestra espiritualidad estaría incompleta, sería muy pobre. Podríamos proponer algunos caminos o medios de espiritualidad mariana para nuestro corazón de cristianos.
El amor tierno y filial a María. María debe convertirse en la vida de un cristiano en objeto de ternura, de cariño, de afecto. A María hay que quererla como se quiere a una madre. Lejos de nuestra espiritualidad una actitud seca, austera, distante, fría hacia quien nos ama tanto, hacia quien aboga tanto por nosotros ante Dios, ante quien tanto nos cuida, ante quien vigila nuestros pasos para que no caigamos en el mal. De ahí la necesidad de tener con María momentos de encuentro, diálogos cordiales, intimidad y confianza. No puede pasar un día en nuestra vida que no nos dirijamos a Ella con la sencillez de un niño a contarle a nuestra Madre del Cielo nuestros problemas, nuestras alegrías, nuestras luchas, nuestros planes.
Pero la devoción a María no debe quedarse sólo en un afecto y amor, porque entonces se empobrecería. Debe convertirse en imitación de sus virtudes. Para nosotros María es la obra perfecta de Dios y en Ella resaltan con luz muy especial todos aquellos aspectos de una vida que agradan a Dios. Aunque nunca seremos tan perfectos como Ella, sin embargo podemos seguir sus pasos para llegar a Cristo a través de María. Su mayor deseo es que amemos a su Hijo, que seamos como Él, que vivamos su Evangelio. ¡Qué María sea nuestra guía en este camino!
Y no olvidemos esas formas de oración particular centradas en María como pueden ser el Santo Rosario. Una devoción que hay que llegar a gustar y gozar, metiendo el corazón en cada Avemaría, en cada invocación, en cada recuerdo de María. En casa en familia, ante el Santísimo, en los viajes, el rosario debe ser nuestro acompañante.
jueves, 25 de febrero de 2016
BENDITA SEA TU PUREZA - ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
Bendita sea tu pureza
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada, María,
te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión!
CONSEJOS DE UN PADRE A SU HIJO PARA VIVIR FELIZ
CONSEJOS DE UN PADRE A
SU HIJO PARA VIVIR FELIZ
Jackson Brown no es un gran pensador, ni un Nóbel de literatura. Es sólo un hombre común, un padre preocupado por la felicidad de su hijo que quiso escribir estos simples 'consejos', al momento que éste se iría a estudiar a la Universidad, lejos de su casa. Su hijo decidió fotocopiarlos y los distribuyó entre sus compañeros de estudio. Tuvieron tanto éxito, que una editorial le pidió autorización a Brown para editar un libro con ellos. Poco tiempo después, ampliado bajo el título 'Vivir Feliz', se convirtió en un Best Seller que lleva decenas de ediciones y millones de ejemplares traducidos a varios idiomas.
Observa el amanecer por lo menos una vez al año.
Estrecha la mano con firmeza, y mira a la gente de frente a los ojos.
Ten un buen equipo de música.
Elige a un socio de la misma manera que elegirías a un compañero de tenis: busca que sea fuerte donde tú eres débil y viceversa.
Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra.
Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa.
Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución.
Conduce automóviles que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa.
Nunca existe una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión.
No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo. Ya lo sabe.
Recuerda que se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche (dile al débil que es fuerte y lo verás hacer fuerza).
Anímate a presentarte a alguien que te cae bien simplemente con una sonrisa y diciendo: Mi nombre es fulano de tal; todavía no nos han presentado.
Nunca amenaces si no estás dispuesto a cumplir.
Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado.
Haz lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.
Encomienda tus tareas y decisiones diariamente al Espíritu Santo
Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegará el momento en que ya no te dejará hacerlo.
Aprende a mirar a la gente desde sus sandalias y no desde las tuyas. Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades.
Recuerda el viejo proverbio: Sin deudas, sin peligro.
No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios.
Aprende a compartir con los demás y descubre la alegría de ser útil a tu prójimo. (El que no vive para servir, no sirve para vivir).
Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno.
Confía en Dios, pero cierra tu automóvil con llave.
Recuerda que el gran amor y el gran desafío incluyen también 'el gran riesgo'.
Nunca confundas riqueza con éxito.
No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos.
No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices
Aunque tengas una posición holgada, haz que tus hijos paguen parte de sus estudios.
Haz dos copias de las fotos que saques y envíalas a las personas que aparezcan en las fotos.
Trata a tus empleados con el mismo respeto con que tratas a tus clientes.
No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.
No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene.
Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte nuestra vida encima de él.
No confundas comfort con felicidad.
Nunca compres nada eléctrico en una feria artesanal.
Escucha el doble de lo que hablas (por eso Dios nos dio dos oídos y una sola boca).
Cuando necesites un consejo profesional, pídelo a profesionales y no a amigos.
Aprende a distinguir quiénes son tus amigos y quiénes son tus enemigos.
El amigo que nunca falla es Jesús. Confía siempre en Él y rézale todos los días.
Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.
Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres.
Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles.
'La gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo... simplemente disfruta al máximo de todo lo que Dios pone en su camino'
martes, 23 de febrero de 2016
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
Oración a la Virgen
Emma-Margarita R. A.-Valdés
Virgencita mía,
mi amiga del cielo,
mi Madre adorada,
mi dulce consuelo.
Hoy, como otros días,
te llamo y te ruego
perdones mis faltas,
perdones mis miedos,
el olvido ingrato
de favores viejos,
y mi frialdad...
¡es débil el cuerpo!
Hoy, como otros días,
acudo a tu encuentro,
sabes lo que sufro,
sabes lo que siento,
y si no conviene
cumplir mi deseo
puedes, Virgencita,
mitigar mi duelo.
Yo me acerco a ti,
de quien todo espero,
porque eres mi reina
mi Madre en el cielo.
Y hoy, como otros días,
tu abrazo está abierto,
yo siempre rogando,
siempre recibiendo
de tu caridad...
sin seguir tu ejemplo,
¡perdón, Virgencita,
por mi atrevimiento!.
Sé que tú me amas,
tú sabes te quiero,
y espero de ti,
por tu amor sincero,
ese amor que dio
a tu hijo en precio,
atiendas mis súplicas,
escuches mis ruegos,
y nos des la paz
y al final el cielo.
miércoles, 17 de febrero de 2016
MADRE..
Madre
Estaba sola, a sus tiernos 17 años ya era madre de un niño pequeño y llevaba otro en el vientre. Perdió a su madre, ella no sabía oficio alguno, y ¿quién la iba a emplear con un niño pequeño y otro en el vientre? Qué difícil es conseguir el pan cuando se es joven y desamparada. Su niño le pedía comida y ella se desgarraba en su dolor.
Aquella tarde con su gran barriga fue a la iglesia, la enorme panza le hizo difícil hincarse pero una vez de rodillas, lloró con profunda tristeza, luego miró el cristo crucificado y le dijo (pensando en el hambre de su niño, y en su propia hambre):
- Padre, yo no quisiera, pero en cuanto este niño nazca ya decidí lo que haré, mientras tanto pediré limosna si es necesario.
Y en verdad, hubo días que no tuvo que hacer, otros en cambio lavaba ropa ajena, limpiaba los vidrios de los carros, cualquier cosa y cuando su niña nació, una esquina oscura fue el testigo fiel de una más que se dedicó al más antiguo de los oficios. Al principio fue difícil, pero sus hijos necesitaban muchas cosas. Y así, con mucha humildad pero mucho amor, les dio siempre lo necesario, aún a costa de su propio sacrificio.
Los años pasaron y cuando sus hijos crecieron, ella orgullosa de verlos ya casi profesionales, pensó en que había llegado el tiempo de descansar. Aún era joven, pero la vida que llevaba la había envejecido, y estaba enferma de tanto sufrir. Pero un día, una mala lengua, de esas que no sienten vergüenza de clavar en los demás el dolor de sus puñales malintencionados, le contó un día a la joven el pasado de su madre. Esa noche, cuando volvía cansada a casa, y las gruesas gotas de una tormenta caían en los techos de las casitas del barrio, la primera mirada que encontró al entrar fue la de su hija, quien al verla le dijo:
- ¡Vete no quiero verte, hoy supe que eres una prostituta, vete porque no eres digna del amor de tus hijos, me das asco!
Ella no supo que responder, sabía que un día lo sabrían, siempre lo temió y siempre pensó que la reacción de ellos no sería agradable. Pero darles asco, eso no, esa palabra fue un puñal que certero se clavó en su alma, y corrió, corrió bajo la lluvia que parecía compartir con ella su dolor derramando en su rostro, un copioso llanto.
Cuando empezó a amanecer, ella lloraba aún sentada en la cuneta, varias cuadras lejos de su casa. De pronto, un cálida sábana le cubrió la espalda y al volver, vio al mayor de sus hijos:
- Madre, toda la noche te he buscado, ven, volvamos a casa.
- No -le dijo-, tu hermana me desprecia, no sé si tú ya lo sepas.
- ¿Saber qué? Yo sólo sé que te quiero mucho, nada que venga de ti me avergüenza. Tú no eres más que una mujer valiente que se enfrentó a la vida como pudo para dar de comer a sus hijos.
Esa mañana los hermanos pelearon como nunca, ante la angustiada mirada de su madre:
- ¡Que se vaya! ¿no ves que es una cualquiera?, ¿no te da pena su oficio?. A mí me da vergüenza que mis amigos sepan lo que ella es, y ya poco me falta para ser una profesional.
- Pues vete con tus amigos que yo me quedaré a cuidarla. Yo no me he olvidado de las veces que se sacó el pan de la boca para dárnoslo y de las noches que veló junto a nuestra cama cuando estábamos enfermos. Tú y yo no tuvimos padre porque nos abandonó, pero en cambio tuvimos una madre que todo nos lo dio, ¿o es que alguna vez te faltó algo?. Yo sólo sé, que lo que soy se lo debo a ella. Si tú la desprecias, pues vete que yo la amaré por los dos. Y así fue.
Los días y las noches de un largo año pasaron, y aquella muchacha que con ímpetu de conquistador salió de su casa segura de sí misma, nunca se graduó, pero en cambio encontró el amor. El amor traidor de un hombre que después de burlarse de ella aprovechándose de su inexperiencia, la abandonó, -como un día otro cobarde abandonara a su madre- dejándola con un hijo en el vientre, sola como aquella a la que tan duramente había criticado, con hambre también, y peor aún porque el remordimiento de la crueldad con su madre la atormentaba tanto, que había envejecido rápidamente. Por hambre y por remordimiento volvió al hogar.
Entró a la casa (de la que aún conservaba las llaves), su hermano sentado en el comedor la miró fijamente, pero no había en su mirada reproches sino amor.
- Vengo -le dijo-, a pedirles perdón a ti y a mi madre, a quien tanto hice sufrir.
El hermano bajó la mirada un momento, y luego le dijo:
- Sígueme.
La joven lo siguió varias calles hasta llegar a un cementerio, y ahí entre las primeras tumbas de la entrada, blanca se erguía la tumba de su madre.
- ¡¡¡Nooo!!! Gritó espantosamente, porque se le desgarró el alma, y llorando se echó sobre la tumba, besó la tierra y arañando el cemento pedía perdón. ¿Por qué?, se preguntaba, ¿por qué no pude ver a mi madrecita por última vez?, ¿por qué no pude pedirle perdón de rodillas, besar su frente, velar su cuerpo? ¿por qué te fuiste madrecita sin yo decirte mi último adiós? Allí postrada sobre la tumba de su madre lloró el llanto más amargo de su vida.
El hermano, que a pesar del dolor conservaba la calma, le dijo:
- ¿Sabes? hasta en el último momento te llamó, aquella noche de lluvia le hizo daño, le dio pulmonía. Pero no llores, ella nos ha
perdonado a los dos, yo también fui culpable por no perdonarte, no te busqué aunque ella me lo suplicó muchas veces, y la dejé consumirse
de tristeza. Pero aún en su lecho de muerte, ella te bendijo, y me pidió que si volvías te recibiera con los brazos abiertos, como ella lo hubiera hecho, y que de ahí en adelante fuéramos unidos y nos amáramos como siempre nos enseñó.
Los hermanos se retiraron lentamente, y no pudieron escuchar que en la brisa suave que acariciaba sus frentes su madre les bendijo por última vez.
La madre no es buena ni mala: es madre. No nos toca a nosotros como hijos juzgar sus actos, porque es la propia vida la que con profundas heridas nos cobra el dolor que le hayamos causado. No olvidemos que después de Dios, sólo tenemos el amor de nuestra madre.
Si aún conservas a tu madre, venérala como un ángel, y si ella te lastima perdónala, pero jamás la señales, jamás la ofendas, jamás la desprecies, ni te avergüences, porque el llanto de remordimiento que has de llorar, ese es en verdad el llanto más amargo.
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