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lunes, 13 de junio de 2016
SAN ANTONIO DE PADUA, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA, 13 DE JUNIO - BIOGRAFÍA
Antonio de Padua, Santo
Presbítero y Doctor de la Iglesia, Junio 13
Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Presbítero y Doctor e la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de san Antonio, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Portugal, primero fue canónigo regular y después entró en la Orden recién fundada de los Hermanos Menores, para propagar la fe entre los pueblos de África, pero se dedicó a predicar por Italia y Francia, donde atrajo a muchos a la verdadera fe. Escribió sermones notables por su doctrina y estilo, y por mandato de san Francisco enseñó teología a los hermanos, hasta que en Padua descansó en el Señor. († 1231)
Fecha de canonización: 1 de junio de 1232 durante el pontificado de Gregorio IX
Breve Biografía
San Francisco de Asís, que encontró al joven fraile Antonio con ocasión del Capitulo general inaugurado en Pentecostés de 1221, lo llamaba confidencialmente “mi obispo”. Antonio, cuyo nombre anagráfico es Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nació en Lisboa hacia el 1195. A Los quince años entró al colegio de Los canónigos regulares de San Agustín, y en sólo nueve meses profundizó tanto el estudio de la Sagrada Escritura que más tarde fue llamado por el Papa Gregorio IX “arca del Testamento”. A la cultura teológica añadió la filosófica y la científica, muy viva por la influencia de la filosofía árabe.
De esta vasta formación cultural dio muestras en los últimos años de vida predicando en la Italia septentrional y en Francia. Aquí recibió el titulo de “guardián del Limosino” por la abundante doctrina en la lucha contra la herejía. En 1946 Pio XII lo declaró doctor de la Iglesia con el apelativo de “Doctor evangelicus”. Cinco franciscanos habían sido martirizados en Marruecos, a donde habían ido a evangelizar a los infieles. Fernando vio los cuerpos, que habían sido llevados a Portugal en 1220, y resolvió seguir sus huellas: entró al convento de los frailes mendicantes de Coimbra, con el nombre de Antonio Olivares.
Durante el viaje de regreso de Marruecos, en donde no pudo estar sino pocos días a causa de su hidropesía, una tempestad empujó la embarcación hacia Las costas sicilianas. Estuvo algunos meses en Mesina, en el convento franciscano, y el superior de este convento lo llevó a Asís para el Capitulo general. Aquí Antonio conoció a San Francisco de Asís.
Lo mandaron a la provincia franciscana de Romaña en donde llevó vida de ermitaño en un convento cerca de Forli. Lo nombraron para el humilde oficio de cocinero y así vivió en la sombra hasta cuando sus superiores, dándose cuenta de sus extraordinarias cualidades de predicador, lo sacaron del yermo y lo enviaron al norte de Italia y a Francia a predicar en donde más se había difundido la herejía de Los albigenses.
Finalmente, Antonio fijó su residencia en el convento de la Arcella, a un kilómetro de Padua. De aquí iba a donde lo llamaban a predicar. En 1231, cuando su predicación tocó la cima de intensidad y se caracterizó por los contenidos sociales, Antonio se agravó y del convento de Camposampiero lo llevaron a Padua sobre un furgón lleno de heno. Murió en Arcella el 13 de junio de 1231. “El Santo” por antonomasia, como lo llaman en Padua, fue canonizado en Pentecostés de 1232, es decir, al año siguiente de su muerte, por la gran popularidad que se había ampliado con el correr de los tiempos.
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Fuente: Mercaba.org
Célebre apóstol franciscano, doctor de la Iglesia universal y uno de los santos más venerados por el pueblo cristiano. Es conocido domo «el santo de todo el mundo» por la amplísima devoción popular de que siempre ha gozado dentro de la Iglesia, como «el santo de los milagros», debido a los muchos portentos que se le atribuyen, y como «Doctor Evangélico» en atención al profundo conocimiento de la S. E. que manifiesta en sus escritos.
Si prescindimos de los tópicos comunes a todas las hagiografías medievales en los que incurren también las dedicadas a A., cabe afirmar muy poco sobre su nacimiento y juventud. Sabemos que n. en Lisboa entre1188 y 1191, en una casa próxima a la catedral. Recibió el nombre de Fernando. Sus padres pertenecían a la burguesía acomodada de la ciudad. Como tales, lo más probable es que proporcionaran al santo una sólida educación religiosa y que lo enviaran a formarse intelectualmente a la escuela de la catedral. Siendo todavía muy joven, ingresó en el monasterio de canónigos agustinos de San Vicente de Fora, situado en las afueras de Lisboa. Cosideró perjudiciales para su perfeccionamiento espiritual las frecuentes visitas familiares, razón por la que a la edad de 17 años dejó dicho monasterio por el de Santa Cruz de Coimbra. En uno y otro centro, probablemente de forma autodidacta, es donde debió adquirir los conocimientos escriturísticos que manifestaría más tarde.
Entre mayo y noviembre de 1220, con la licencia de sus superiores, abandonó el monasterio de Coimbra para profesar en la naciente Orden franciscano. Entonces cambió su nombre original de Fernando por el de Antonio. Su decisión obedeció al deseo de obtener el martirio (ideal irrealizable siendo monje agustino) al igual que los protomártires franciscanos de Marruecos de 1216, a quienes parece que conoció y asistió en el monasterio cuando a su paso por la península Ibérica se hospedaron en él y cuyas reliquias pudo contemplar personalmente a su llegada a Coimbra. Quizá no dejara de influir tampoco en su cambio de vocación el contraste que observaba entre la ejemplaridad de la nueva Orden religiosa, establecida recientemente cerca de Coimbra, y la inquietud política, así como los abusos introducidos en el monasterio de Santa Cruz.
Deseoso del martirio, entre septiembre y octubre de 1220 se dirigió a Marruecos, en compañía de otro franciscano. Una prolongada enfermedad le obligó a abandonar Mauritania y reemprender viaje a Portugal. Los vientos cambiaron el rumbo de la nave y terminó desembarcando en Sicilia en la primavera de 1221. Como la mayor parte de los franciscanos de entonces, asistió al Capítulo General de la Orden celebrado en Asís el 30 mayo 1221. Su presencia en el Capítulo pasó inadvertida y sólo a petición propia fue acogido por el ministro provincial de la Romagna (región italiana del valle del Po), con cuya anuencia se retiró al eremitorio de Monte Paolo. Probablemente en septiembre (otros sitúan el hecho en Coimbra, en 1220) fue ordenado de sacerdote en Forlí, descubriendo también en esta coyuntura su verdadera y relevante personalidad al verse obligado a dirigir la palabra a los franciscanos y dominicos reunidos en un ágape fraterno. A partir de este momento, el hasta entonces desconocido franciscano comenzó a revelarse cada vez más como un extraordinario apóstol.
Seleccionado para este ministerio, desde septiembre de 1221 hasta noviembre de 1223 recorrió la Romagna en todas las direcciones, enfrentándose públicamente con los herejes cátaros y patarinos. Las muchas conversiones obtenidas que le atribuyen sus biógrafos, así como la inexplicable confusión producida en los herejes, obedecieron fundamentalmente a su santidad personal, a sus dotes de persuasión y a su profunda preparación intelectual, especialmente escriturística también parecen haber influido varios hechos extraordinarios que, como los acaecidos en Rímini, ofrecen serias probabilidades de autenticidad.
A la vista de su preparación intelectual y de su fervor, el mismo S. Francisco (v.) lo designó en 1223 como primer lector o profesor de Teología en la Orden, trasladándose para ello a Bolonia. El profesorado fue breve. En otoño de 1224 fijaba su residencia en Montpellier, respondiendo con ello al papa Honorio III que deseaba se trasladasen a Francia los más fervorosos y cultos predicadores para atajar el alarmante desarrollo de la herejía valdense. En Montpellier alternó la predicación y las conferencias públicas con el profesorado de Teología, recorriendo posteriormente todo el sur y el centro de Francia con el mismo espíritu y los mismos abundantes frutos espirituales recogidos anteriormente en Italia.
En 1227 fue elegido ministro provincial de la Romagna. El nuevo cargo no le impidió el ministerio del apostolado. Al mismo tiempo que, en virtud de sus obligaciones, visitaba los conventos de su jurisdicción, predicaba también con el fervor y la elocuencia que le eran característicos en los lugares de su paso. Tras una cuaresma especialmente clamorosa predicada en Padua, parece ser que intervino activamente en el Capítulo General de la Orden reunido en Asís en mayo de 1230, en el que defendió los puros ideales de la Orden contra las desviaciones que comenzaban a apuntar. En este mismo capítulo fue relevado de su cargo de ministro provincial.
Necesitado de reposo y constreñido a mirar por su salud, a raíz del Capítulo se trasladó al eremitorio de Arcella, situado en las proximidades de Padua. Para ayuda de los predicadores escribió entonces sus Sermones in Solemnitatibus (Sermones para las fiestas), Sermones in honorem et laudem Beatissimac Virginis Mariaé (Sermones en honor y alabanza de la Santísima Virgen María), a los que habían precedido antes del Capítulo General, y también en Padua, los Sermones Dominicales. En todos ellos manifiesta un profundo conocimiento de la S. E. y de los Santos Padres, sin serle tampoco desconocida la cultura clásica.
Minado por la enfermedad m. en el eremitorio de Arcella el 13 jun. 1231, siendo sepultado algunos días más tarde en el convento de Padua. Ese mismo año fue canonizado por Gregorio IX en atención a su indiscutible fama universal de santidad, pero no sin que antes se comprobase ésta mediante una comisión cardenalicia nombrada al efecto. Su sepulcro, en el que sólo se conserva la lengua, se encuentra en la basílica de su nombre en Padua. La Iglesia celebra su fiesta el 13 de junio. Tanto los pintores como los escultores han cultivado abundantemente su iconografía, sobresaliendo entre las obras artísticas los varios lienzos de Murillo.
Desde que Pío XII, mediante la bula Exulta, Lusitania felix del 16 en. 1946 declaró a A. Doctor de la Iglesia Universal, su figura ha ido adquiriendo una nueva perspectiva. Sin perder su matiz de santo eminentemente popular al que acude el pueblo sencillo en busca de solución para todas sus necesidades, ha ido prestándosela cada vez mayor atención a la eficiencia de su apostolado y a la doctrina contenida en sus escritos.
ORACIÓN A SAN ANTONIO DE PADUA
ORACIÓN A SAN ANTONIO DE PADUA
¡Oh admirable y esclarecido protector mío,
San Antonio de Padua!
Siempre he tenido grandísima confianza en que me habéis de ayudar en todas mis necesidades,
rogando por mi al Señor a quien servisteis,
a la Virgen Santísima a quien amasteis
y al divino Niño Jesús que tantos favores os hizo.
Rogadles por mi,
para que por vuestra poderosa intercesión me concedan lo que pido.
¡Oh Glorioso San Antonio!
Pues las cosas perdidas son halladas por vuestra mediación
y obráis tantos prodigios con vuestros devotos;
yo os ruego y suplico me alcancéis de la Divina Majestad
el recobrar la gracia que he perdido por mis pecados,
y el favor que ahora deseo y pido,
siendo para Gloria de Dios
y bien de mi alma.
Amén.
domingo, 12 de junio de 2016
DIOS TE SALVE MARÍA...
Ave María
Dios te salve María, llena eres de gracia; el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
JUNIO, MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - DÍA 12 - OBEDIENTE HASTA LA MUERTE
Nardo del 12 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, obediente hasta la muerte!
Meditación: La oscuridad del Huerto parece que se hace más espesa…y allí Tu Figura excelsa, mi Pobre Jesús, agoniza. La Sangre Bendita cae sobre la roca fría, y hasta parece una alegoría, el corazón del hombre endurecido cual piedra fría, y sobre él cae el Sudor y el Llanto Santo que del pecado nos limpia. Como amoroso y dolorido canto te oigo decir: "Padre, si es posible que pase de Mí éste Cáliz, pero que se haga Tu Voluntad y no la Mía". La Oblación de Amor ya ha sido dada…se entrega el Hijo…se desgarra el Padre… "por Amor, a Su propio Hijo entregó". La Voluntad de Nuestro Unico y Trino Dios es dar todo por amor. Si, por amor a esta pobre criatura que soy yo, que tantas veces lo negó, que solo quiere bien vivir, y que me sirvan a mí, que no me importa conocerlo y que con mis miserias y egoísmos he construido ídolos en el lugar del Santo Templo.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Pidamos al Señor vivir cumpliendo Su Santa Voluntad, y aprender a amar. Leamos y reflexionemos la Primera Carta a los Corintios, 13.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
JUNIO, MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - DÍA 11 -
Nardo del 11 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, desgarrado en el Huerto!
Meditación: Señor, estás solo…solo desde hace 20 siglos…solo hoy…solo en el Getsemaní…solo en Tu sufrimiento. Como en aquel tiempo, sentís frío, el frío del abandono, el frío del dolor, el frío de la falta de fe y amor. Frío y soledad en el Huerto…frío y soledad en el Sagrario. Los hombres de hace dos mil años y los hombres del mundo actual se olvidaron del Maestro, de que nos hiciste Tus amigos, y nos tomaste como hermanos. Tú, el mismo Dios, te hiciste pequeño. Tú, el Dueño, el Hombre Dios, has sido nuevamente olvidado por todos aquellos que decimos ser Tus testigos, que te seguimos, pero nos quedamos dormidos. ¡Somos tibios!. Nuevamente no oramos…como antaño…no te acompañamos ni reparamos las ofensas que a través del pecado desgarran Tu Sagrado Corazón. Por todo ello Señor, Mi Dios, perdón.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Adoremos al Señor en el Sagrario, meditando particularmente respecto de todo lo que El nos da, y también sobre nuestras faltas de caridad.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
SE PUEDE SER CRISTIANO SIN MARÍA?
¿Se puede ser cristiano sin María?
Un cristiano sin María no es cristiano porque ella nos ha dado a Cristo.
Por: Fátima Moreno y Pedro Mira | Fuente: https://catolicosconaccion.com
“Dichosa por haber creído” (Lc 1, 45)
El término cristiano es bíblico, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra que fue en Antioquía en donde los Apóstoles recibieron el nombre de “cristianos” (Hch 11, 26), ahora bien, definido de donde proviene término cristiano, nos podemos preguntar ¿Qué significa ser cristiano? En la más simple de las definiciones cristiano es aquel que cree en Cristo, pero en realidad ser cristiano es aquel que cree en Cristo bajo la Fe de los Apóstoles, ya que no se puede creer en Cristo sino es por aquellos quienes contaron su historia y la han hecho trascender hasta nuestros días, por medio de la Sagrada Tradición en un primer momento, y luego por la Sagrada Escritura.
En nuestra querida América Latina, se ha acuñado el término cristiano para referirse a los hermanos separados que viven su fe, iglesias o sectas de diferentes denominaciones, una equivocación que nosotros como católicos cometemos muy frecuentemente. No se debe caer en el error de reducir el término cristiano únicamente para refiriéndose a hermanos separados, es decir, quienes nacieron de la protesta contra Iglesia Católica (luteranos, calvinistas, anglicanos, presbiterianos, bautistas, pentecostales, etc.) y sectas fundamentalistas que existen en nuestro entorno. Los católicos somos cristianos, siempre lo hemos sido, porque nuestra fe proviene directamente de la Fe de los Apóstoles. La palabra “católico” viene del griego “katholikos”, que significa universal y en los primeros siglos de la Iglesia los términos cristiano o católico se utilizaban indistintamente. Somos cristianos universales, católicos, porque Jesús antes de ascender al cielo nos dejó el siguiente mandato que expone la universalidad de su mensaje: “Vayan y prediquen el Evangelio a toda criatura.” (Mc 16, 15)
San Juan Crisóstomo en su homilía sobre el Evangelio de San Juan 19,2- 3 en el año 390 decía:
“Entonces recibían diversos nombres. Mas ahora tenemos todos un único nombre, mayor que todos aquéllos; nos llamamos cristianos, hijos de Dios, amigos, un solo cuerpo. Esta apelación nos obliga más que cualquier otra y nos hace más diligentes en la práctica de la virtud. No hagamos nada que sea indigno de tan gran nombre, pensando en la gran dignidad con la que llevamos el nombre de Cristo. Meditemos y veneremos la grandeza de este nombre.”
Somos cristianos y bajo la universalidad del mandato que Cristo nos encomendó nos llamamos católicos, por ende somos cristianos católicos; comprometidos en la vivencia del misterio de Cristo a la luz de la Fe Apostólica. Dentro de la Fe Apostólica, María es celebrada tanto en la Tradición como en las Sagradas Escrituras como “Dichosa por haber creído” (Lc 1, 45). No se puede separar a María de la Apostolicidad, ya que desde la comunidad primitiva (compuesta por discípulos, amigos y familiares de Jesús) tenía especial estima entre todos los miembros, el cual se fue extendiendo entre los que se agregaban. Cabe destacar que antes de ser escritos los evangelios, hubo un período de aproximadamente 20 años en que los relatos de la vida de Jesús fueron de boca en boca; pero al ir falleciendo quienes contaban estos relatos, los cristianos empezaron a poner por escrito todo cuanto escuchaban de quienes habían sido testigos de primera mano de la vida y obra de Jesús (La Sagrada Tradición Apostólica).
En este contexto, podemos tomar como referencia el trabajo de San Lucas, discípulo de Pablo, en el cual es palpable que antes de escribir su evangelio, recopiló la mayor cantidad información sobre Jesús mediante una especie de investigación que tuvo que documentar, para escribir su obra y en la que podemos apreciar la importancia de María en la comunidad cristiana; él la llama “llena de gracia” (Lc 1, 28). A partir de este punto podemos empezar a esbozar que la figura de María está estrechamente ligada a la herencia cristiana que hemos recibido de los Apóstoles, no solo por tener el privilegio de haber sido la madre del Cristo, sino por méritos que ella reflejaba en su diario vivir. María fue la primera cristiana, ya que ella creyó en Cristo antes que cualquier otro ser humano, María fue la primera discípula, debido a que ella siguió atentamente los pasos y las enseñanzas de su hijo, siempre fue consciente que el fruto de su vientre era el Mesías, el Hijo de Dios; María fue la primera Apóstol, ya que el día de Pentecostés ella estaba presente en el cenáculo y fue testigo de la obra maravillosa del Espíritu Santo de la cual ella ya era partícipe desde la anunciación años atrás (Lc 1, 35).
Muchas de las sectas “cristianas” que están en el entorno Latinoamericano y con el que a diario nos encontramos, negando la Tradición Apostólica e interpretando a conveniencia la Sagrada Escritura manifiestan un odio tal, que en ocasiones hasta se percibe como diabólico hacia la Madre de Dios, María Santísima; a lo que tomando como base la definición del término cristiano genera los siguientes cuestionamientos: ¿Será digno de un cristiano no amar a la Madre de Cristo? ¿Se honra el nombre de Cristo al ofender a su Madre?
Tratando de obviar la Sagrada Tradición y tomando básicamente lo narrado en los Evangelios, nos podemos preguntar: ¿Cristo negó a su Madre? ¿Les enseñó Cristo a los apóstoles a no querer a su Madre? ¿Por qué entonces la encomendó al apóstol San Juan? ¿Se puede ser Cristiano sin María? ¿Por qué los hermanos separados nos atacan tanto en el tema de María?
Parece un poco extraño que los propios reformadores tenían una concepción de María diametralmente opuesta a lo que predican nuestros hermanos de las sectas cristianas. Veamos que dicen algunos de sus fundadores acerca de la Santísima Virgen María, la madre de Jesús.
Martín Lutero – fundador de los luteranos.
Sermón Navidad 1531: “[Ella es] la mujer más encumbrada y la joya más noble de la cristiandad después de Cristo… Ella es la nobleza, sabiduría y santidad personificadas. Nunca podremos honrarla lo suficiente. Aun cuando ese honor y alabanza debe serle dado en un modo que no falte a Cristo ni a las Escrituras.”
Juan Calvino- fundador de los calvinistas.
“Helvidius mostró demasiada ignorancia al concluir que María debió haber tenido muchos hijos, por la razón de que son mencionados algunas veces los hermanos de Cristo”
Ulrico Zuinglio – reformador protestante.
Publicó en 1524 uno de sus sermones que trató sobre María, siempre virgen, madre de Dios: “Nunca he pensado, ni mucho menos enseñado o declarado públicamente, nada concerniente al tema de la siempre Virgen María, Madre de nuestra salvación, que pudiera ser considerado deshonroso, impío, sin valor o malvado… Creo con todo mi corazón, de acuerdo con el santo Evangelio, que su pureza virginal nos conduce hacia el Hijo de Dios y que ella permaneció, durante y después del parto, pura y sin mancha, virgen por la eternidad>.
Heinrich Bullinger – reformador protestante.
“La Virgen María… completamente santificada por la gracia y la sangre de su único Hijo, abundantemente dotada del don del Espíritu Santo y distinguida entre todos… ahora vive felizmente con Cristo en el cielo, es llamada y permanece siempre Virgen y es la Madre de Dios.”
Es interesante analizar como los fundadores de las iglesias provenientes de la reforma también amaban y veneraban profundamente a la Virgen María, pero aún más interesante como la Iglesia Católica ha logrado custodiar el agradecimiento a ella. Con este artículo no se pretende atacar a las Iglesias protestantes nacidas de la reforma, mucho menos las sectas cristianas que están presente en nuestro entorno, lo que se pretende con este artículo es crear conciencia que no es cristiano apartar a María de nuestra Fe, mucho menos menospreciarla o insultarla, porque dentro del corazón del cristiano lo mínimo que debe de existir es un infinito agradecimiento por haber colaborado con el plan de Salvación que Dios tenía preparado para cada uno de nosotros.
Cristiano sin María no es cristiano. ¿Virgen María que me has dado? con tu sí me has dado a Cristo, por tu sí, yo soy cristiano. ¡Gracias Señora!
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