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sábado, 13 de mayo de 2017
MAYO,MES DE MARÍA, DÍA 13, VIRGEN DE FÁTIAM
Día 13: Hoy es la Virgen de Fátima
En la primera ocasión en que se apareció a los tres pastorcitos, Lucía preguntó a la Virgen: -¿Yo iré al cielo? -Sí, irás. -¿Y Jacinta? -Irá también.
- ¿Y Francisco? También irá, pero tiene que rezar antes muchos rosarios.
Lucía se acordó de dos amigas que habían muerto hacía poco: -¿Está María de las Nieves en el cielo?
-Sí, está (tenía cerca de dieciséis años).
- ¿Y Amelia? -Pues estará en el purgatorio hasta el fin del mundo (tenía entre 18 y 20 años).
Les dice la Virgen entonces: ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros como reparación de los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores? -Sí, queremos.
-Tendréis mucho que sufrir, pero la gracia de Dios os fortalecerá.
En la segunda aparición, después de rezar el rosario -nos cuenta Lucía- con otras personas que estaban presentes (unas cincuenta) vimos de nuevo el reflejo de la luz que se aproximaba, y que llamábamos relámpago, y enseguida a Nuestra Señora sobre la encina, todo como en mayo.
- ¿Qué es lo que quiere? pregunté a María.
- Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero además.
Le pedí la curación de una enferma. Nuestra Señora respondió:
- Si se convierte se curará durante el año.
- Quisiera pedirle que nos llevase al cielo.
- Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve, pero tú te quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien lo abrazare, le prometo la salvación; y sus almas serán queridas por Dios como flores puestas por Mí a adornar su Trono.
- ¿Me quedo aquí solita? -pregunté con pena.
- No, hija. ¿Y tú sufres mucho por eso? ¡No te desanimes! Nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios.
Puedes pedir ahora a nuestra Señora que también te lleve a ti al cielo y a los que tú quieres, como le pidió Lucía. Y también: María, que me dé cuenta que el tiempo de vida que tengo, me lo da Dios para que yo le ame y le dé a conocer. Y que Tú no me dejas nunca; que todo lo mío te interesa. Que viva todo contigo.
Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído.
Después termina con la oración final.
LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 13 DE MAYO, VIRGEN DE FÁTIMA
Los cinco minutos de María
Mayo 13
La imagen de María se nos sugiere siempre con los ojos entrecerrados y las manos recogidas en el pecho, guardando la intimidad que con Dios tiene en su Inmaculado Corazón. Pero también podemos pensar en María elevando sus ojos al cielo, como desprendiéndose de la tierra y aspirando a las cosas de las celestiales alturas.
Esa es la doble dimensión o vertiente que debe regir toda nuestra vida: la intimidad personal por la que gozamos de la presencia del Dios Uno y Trino en lo más recóndito de nuestro espíritu y la elevación sobre la oquedad de la tierra, anhelando siempre el azul de los cielos, la morada de Dios, el reino de María Inmaculada.
Madre, que nos diste al Esperado de los tiempos, guíanos en la búsqueda de un nuevo amanecer para la tierra.
* P. Alfonso Milagro
MAYO, MES DE MARÍA . DÍA 12 - MI VIDA NO ES MÍA
Día 12: ¡Mi vida no es mía!
Si nos ponemos en la piel de María, algo que sorprende es la rapidez con que dice que sí a lo que Dios le pide, la generosidad ante su vocación. ¿Sabes por qué actúa así? Porque es consciente de algo muy importante que muchos no sabemos, o si lo sabemos enseguida lo olvidamos: su vida no es suya. García Morente, filósofo no creyente, se convirtió al darse cuenta de esto. Él lo explica con estas palabras que, aunque no son fáciles, si las lees con atención verás qué interesante:
"Mi vida, los hechos de mi vida, se habían realizado sin mí, sin mi intervención (se refiere al trabajo que tenía, las amenazas que recibió, tuvo que emigrar dejando a su familia .... ). Yo los había presenciado pero en ningún momento provocado. Me pregunto, entonces: ¿Quién pues, o qué era la causa de esa vida, que siendo mía, no era mía? Lo curioso era que todos esos acontecimientos pertenecían a mi vida, pero no habían sido provocados por mí; es decir, no eran míos. Entonces, Por un lado, mi vida me pertenece, pero, por otro lado, no me pertenece, no es mía, puesto que su contenido viene en cada caso producido y causado por algo ajeno a mi voluntad". Sólo encontraba una solución para entender la vida: algo o alguien distinto de mí hace mi vida y me la entrega.
Madre mía, enséñame esta lección: Mi vida es mía y no es mía. Alguien distinto de mí hace mi vida y me la entrega. Yo, con libertad la vivo como quiero, pero hay Otro que me la entrega con un para qué, con un fin, con una misión. Por eso mi vida es mía y es de Dios: somos copropietarios. Mi vida es para Dios, y por Él, para los demás, porque libremente quiero hacer el bien.
Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído.
Después termina con la oración final.
LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 12 DE MAYO
Los cinco minutos de María
Mayo 12
María aparece pocas veces a lo largo de todo el Evangelio. Sin embargo, la descubrimos entrelíneas siempre acompañando a su Hijo; en su “ausencia”, descubrimos su presencia.
Es imposible no descubrir a María detrás de Jesús, en la penumbra pero influenciando; callada pero orientando; no dándose a conocer, pero colaborando siempre en la acción.
Madre de Cristo, el Hijo de Dios, que siempre colaboremos en la obra redentora del Señor.
* P. Alfonso Milagro
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN DEL MUNDO A LA VIRGEN DE FÁTIMA
Consagración del mundo a la Virgen de Fátima
Ante unas 100 mil personas presentes en la Plaza de San Pedro el 13 de octubre de 2013, el Papa Francisco consagró el mundo a la protección de la Virgen de Fátima.
Esta es la oración de consagración que rezó el Santo Padre ante la imagen original de la Virgen de Fátima que fue llevada a Roma desde su santuario en Portugal:
Bienaventurada María Virgen de Fátima,
con renovada gratitud por tu presencia maternal
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones
que te llaman bienaventurada.
Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse
con misericordia hacia la humanidad,
afligida por el mal y herida por el pecado,
para curarla y salvarla.
Acoge con benevolencia de Madre
el acto de consagración que hoy hacemos con confianza,
ante esta imagen tuya tan querida por nosotros.
Estamos seguros de que cada uno de nosotros
es precioso a tus ojos y que nada de lo que
habita en nuestros corazones es ajeno a ti.
Nos dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada
y recibimos la consoladora caricia de tu sonrisa.
Custodia nuestra vida entre tus brazos:
bendice y refuerza todo deseo de bien;
reaviva y alimenta la fe;
sostiene e ilumina la esperanza;
suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros por el camino de la santidad.
Enséñanos tu mismo amor de predilección
por los pequeños y los pobres,
por los excluidos y los que sufren,
por los pecadores y los extraviados de corazón:
congrega a todos bajo tu protección
y entrégalos a todos a tu dilecto Hijo,
el Señor nuestro Jesús.
Amén.
Indulgencia Plenaria
El santuario de Fátima anunció la concesión de una indulgencia plenaria por mandato del papa Francisco, durante este año jubilar que inició el 27 de noviembre de 2016 y concluirá el 26 de noviembre de 2017. Durante este Año Jubilar, la indulgencia será concedida:
A los fieles que visiten en peregrinación el Santuario de Fátima y participen devotamente de alguna celebración u oración en honor de la Virgen María, recen la oración del Padre Nuestro, reciten el Símbolo de la Fe (Credo) e invoquen a Nuestra Señora de Fátima;
A los fieles que visiten devotamente una imagen de la Virgen de Fátima expuesta a la veneración en iglesias, capillas o lugares adecuados en los días del aniversario de las Apariciones (día 13 de cada mes, de mayo a octubre de 2017), participen en celebraciones u oraciones en honor de la Virgen María, recen la oración del Padre Nuestro, reciten el Símbolo de la Fe (credo) e invoquen a Nuestra Señora de Fátima;
A los fieles que por razón de edad, enfermedad o graves motivos no puedan moverse, estén arrepentidos de sus pecados y tengan la firme intención de poner en práctica, tan pronto como sea posible, las tres condiciones indicadas ante una pequeña imagen de la Virgen de Fátima; y en los días de las Apariciones, se unan espiritualmente a las celebraciones jubilares, ofreciendo con confianza a Dios misericordioso, por medio de María, sus oraciones, sufrimientos y dificultades.
Para obtener la indulgencia plenaria, los fieles sinceramente arrepentidos y animados por la caridad deben cumplir las siguientes condiciones: confesión sacramental, comunión eucarística y oraciones por las intenciones del Papa.
NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, 13 DE MAYO
Nuestra Señora de Fátima
Memoria Litúrgica, 13 de mayo
Por: n/a | Fuente: Cristiandad.org
La Santísima Virgen María
se manifestó a tres niños campesinos
Nuestra Señora la Bienaventurada Virgen María de Fátima, en Portugal. En la localidad de Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante las adversidades, la oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.
En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos.
Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días. Niños buenos, equilibrados, serenos, valientes, con familias atentas y premurosas.
Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión.
Las apariciones estuvieron precedidas por un "preludio angélico": un episodio amable, ciertamente destinado a preparar a los pequeños para lo que vendría.
Lucía misma, en el libro Lucia racconta Fátima (Editrice Queriniana, Brescia 1977 y 1987) relató el orden de los hechos, que al comienzo sólo la tuvieron a ella como testigo. Era la primavera de 1915, dos años antes de las apariciones, y Lucía estaba en el campo junto a tres amigas. Y esta fue la primera manifestación del ángel:
Sería más o menos mediodía, cuando estábamos tomando la merienda. Luego, invité a mis compañeras a recitar conmigo el rosario, cosa que aceptaron gustosas. Habíamos apenas comenzado, cuando vimos ante nosotros, como suspendida en el aire, sobre el bosque, una figura, como una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían un poco transparente. "¿Qué es eso?", preguntaron mis compañeras, un poco atemorizadas. "No lo sé". Continuamos nuestra oración, siempre con los ojos fijos en aquella figura, que desapareció justo cuando terminábamos (ibíd., p. 45).
El hecho se repitió tres veces, siempre, más o menos, en los mismos términos, entre 1915 y 1916.
Llegó 1917, y Francisco y Jacinta obtuvieron de sus padres el permiso de llevar también ellos ovejas a pastar; así cada mañana los tres primos se encontraban con su pequeño rebaño y pasaban el día juntos en campo abierto. Una mañana fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se refugiaron en una gruta que se encontraba en medio de un olivar. Allí comieron, recitaron el rosario y se quedaron a jugar hasta que salió de nuevo el sol. Con las palabras de Lucía, los hechos sucedieron así:
... Entonces un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar los ojos... Vimos entonces que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura de la que ya he hablado. Jacinta y Francisco no la habían visto nunca y yo no les había hablado de ella. A medida que se acercaba, podíamos ver sus rasgos: era un joven de catorce o quince años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal, y era de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros dijo: "No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo". Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir tres veces estas palabras: "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman". Luego, levantándose, dijo: "Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas". Sus palabras se grabaron de tal manera en nuestro espíritu, que jamás las olvidamos y, desde entonces, pasábamos largos períodos de tiempo prosternados, repitiéndolas hasta el cansancio (ibíd, p. 47).
En el prefacio al libro de Lucía, el padre Antonio María Martins anota con mucha razón que la oración del ángel "es de una densidad teológica tal" que no pudo haber sido inventada por unos niños carentes de instrucción. "Ha sido ciertamente enseñada por un mensajero del Altísimo", continúa el estudioso. "Expresa actos de fe, adoración, esperanza y amor a Dios Uno y Trino".
Durante el verano el ángel se presentó una vez más a los niños, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de su patria, Portugal.
Pasó el tiempo y los tres niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde por primera vez habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando sucede algo que llama su atención: una luz desconocida brilla sobre ellos. Lucía lo cuenta así:
Nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, que tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre adentro del cáliz.
El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó a nosotros y nos hizo repetir tres veces: "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo...". Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco... (ibíd., p. 48).
El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917, cuarto año de la guerra, que vio también la revolución bolchevique.
El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos.
Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía:
A los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos... (ibíd., p. 118).
La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: "Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra".
Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía.
Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infundían miedo o temor, sino sólo "sorpresa": se habían asustado más con la visión del ángel.
En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio.
Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: "No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios". Luego escribió Lucía en su libro:
En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación (ibíd., p. 121).
Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba.
El hecho no pudo ser ignorado: en el pueblo no se hablaba de otra cosa, naturalmente, con una mezcla de maravilla e incredulidad.
La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer.
Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor.
Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia... Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz... (ibíd., p. 122).
Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen.
El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio.
Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.
Los tres pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración y ayuno. Además, para ofrecer un sacrificio al Señor se prepararon con un cordel tres cilicios rudimentarios, que llevaban debajo de los vestidos y los hacían sufrir mucho. Pero estaban felices, porque ofrecían sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.
El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido.
El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto.
Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces.
La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra. Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño.
Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche.
Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde por el mundo.
Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación.
En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús.
Se sabe que, luego de concluir el ciclo de Fátima, Lucía tuvo otras apariciones de la Virgen (en 1923, 1925 y 1929), que le pidió la devoción de los primeros sábados y la consagración de Rusia.
En Fátima las peticiones de la Virgen han sido atendidas: ya en 1919 fue erigida por el pueblo una primera modesta capilla. En 1922 se abrió el proceso canónico de las apariciones y el 13 de octubre de 1930 se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: "Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima".
También los papas, de Pío XII a Juan Pablo II, estimaron mucho a Fátima y su mensaje. Movido por una carta de sor Lucía, Pío XII consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María el 31 de octubre de 1942. Pablo VI hizo referencia explícita a Fátima con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II fue personalmente a Fátima el 12 de mayo de 1982: en su discurso agradeció a la Madre de Dios por su protección justamente un año antes, cuando se atentó contra su vida en la plaza de San Pedro.
Con el tiempo, se han construido en Fátima una grandiosa basílica, un hospital y una casa para ejercicios espirituales. Junto a Lourdes, Fátima es uno de los santuarios marianos más importantes y visitados del mundo.
jueves, 11 de mayo de 2017
ESTE ES EL MILAGRO DE LA CANONIZACIÓN DE FRANCISCO Y JACINTA, LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA
Este es el milagro de la canonización de Francisco y Jacinta, los pastorcitos de Fátima
Por Álvaro de Juana
FÁTIMA, 11 May. 17 / 10:11 am (ACI).- Los padres de Lucas, el niño brasileño sanado milagrosamente por intercesión de Jacinta y Francisco, los dos pastorcitos de Fátima que serán canonizados por el Papa Francisco el próximo sábado 13 de mayo, no pudieron evitar las lágrimas al recordar cómo Dios salvó a su hijo de la muerte.
“El 3 de marzo de 2013, antes de las 20:00 horas, nuestro hijo Lucas, que estaba jugando con su hermanita Eduarda, se cayó de una ventana desde una altura de 6,50 metros. Tenía 5 años de edad”, relató João Batista, padre del niño, quien junto a su esposa Lucila Yurie contaron, en conferencia de prensa en el Santuario de Fátima, lo acontecido en su familia.
Aquel día “se golpeó la cabeza en el suelo y se hizo una herida muy grave que le produjo una pérdida del tejido cerebral”, por lo que comenzó a debatirse entre la vida y la muerte.
El padre de Lucas explicó que “fue asistido en nuestra ciudad, Juranda, y dada la gravedad de su estado, fue trasladado al hospital de Campo Mourao, Paraná” durante un trayecto que “duró casi una hora”.
“Cuando llegamos, Lucas se encontraba en estado de coma muy grave. Tuvo dos paros cardíacos y fue operado de urgencia”. Ante esta situación, “los médicos indicaron que tenía pocas posibilidades de sobrevivir”, añadió emocionado João Batista.
Fue en ese momento cuando “empezamos a orar a Jesús y a Nuestra Señora de Fátima, a la cual tenemos gran devoción”.
“Al día siguiente llamamos al convento del Carmelo de Campo Mourao para pedir a las hermanas que oraran por el niño. La hermana que respondió la llamada no pasó el recado a la comunidad” puesto que “estaban en la hora de silencio y pensó: ‘El niño va a morir. Voy a orar por la familia’”.
“Los días pasaban y Lucas empeoraba. El 6 de marzo los médicos pensaron en trasladarlo a otro hospital, ya que donde estaba no tenía los cuidados necesarios para su edad”.
“Nos dijeron que las posibilidades de que el niño sobreviviera eran bajas y que si lo hacía tendría una recuperación muy lenta” y también tendría que hacer frente “a discapacidades cognitivas graves o que incluso podría quedar en estado vegetal”.
João Batista relató que el séptimo día “volvimos a llamar al convento”. “Ese día la hermana transmitió el mensaje a la comunidad. Una de ellas corrió hacia las reliquias del Beato Francisco y Jacinta, que estaban delante del tabernáculo, y sintió el impulso de rezar la siguiente oración: ‘Pastores, salvad a este niño, que es un niño como vosotros’”, y “se las arregló para convencer a toda la comunidad de orar para que los pastores intercediesen por él”.
“Así lo hicieron”, continuó el padre del niño curado milagrosamente. “De la misma manera, todos nosotros, la familia, comenzamos a rezar a los Pastorcitos, y dos días después, el 9 de marzo, Lucas despertó y comenzó a hablar, preguntando incluso por su hermana pequeña”.
“El día 11 desde que tuviera el accidente salió de la UCI y fue dado de alta del hospital en 15 días”, aseguró el padre.
Desde entonces, “está completamente bien y no tiene ningún síntoma o secuela”. “Lo que Lucas era antes del accidente lo es también ahora: tiene la misma inteligencia, el mismo carácter, es todo lo mismo”, afirmó.
“Los médicos, entre ellos algunos no creyentes, dijeron que su recuperación no tenía ninguna explicación”.
Tanto él como la madre del pequeño Lucas se sienten agradecidos a los doctores que lo atendieron, y también al postulador de la causa de canonización de los pastorcitos, “por toda la atención prestada a lo largo de este proceso”.
Pero sobre todo se sienten agradecidos a Dios y así lo manifiestan: “Agradecemos a Dios por la curación de Lucas y sabemos con toda la fe que tenemos en nuestros corazones, que este milagro se obtuvo por la intercesión de los pastores Francisco y Jacinta”.
“Sentimos una gran alegría, porque este es el milagro que lleva a su canonización, pero sobre todo sentimos la bendición de la amistad de estos dos niños que ayudaron al nuestro y que ahora ayudan a nuestra familia”, terminó con una sonrisa y acompañado de su esposa, João Batista.
ESTOS MELLIZOS SOBREVIVIERON GRACIAS A LA VIRGEN, AHORA ÉL ES SACERDOTE Y ELLA RELIGIOSA
Estos mellizos sobrevivieron gracias a la Virgen: Ahora él es sacerdote y ella religiosa
Por Bárbara Bustamante
Crédito: Sandra Valenzuela
SANTIAGO, 10 May. 17 / 08:31 pm (ACI).- Un cuadro de neumonía mantuvo al borde de la muerte a dos hermanos mellizos, Mónica y Cristian Moya, pero luego de que su madre los consagrara a la Virgen María pudieron sobrevivir. Ahora él es sacerdote y ella acaba de hacer su profesión perpetua como religiosa.
Los mellizos nacieron el 15 de enero de 1974 en la provincia de San Antonio, Región de Valparaíso, en Chile.
En entrevista concedida a ACI Prensa, la hermana Mónica recordó que “cuando con mi hermano cumplimos 40 años, mi mamá nos reveló que cuando teníamos meses de vida estuvimos muy graves en el hospital”.
Un severo cuadro de neumonía los afectó cuando tenían alrededor de 3 meses y los médicos informaron a sus padres, Eliseo Moya y Teodora Huerta, “que una transfusión de sangre sería lo último que harían por nosotros”.
La madre, quien ya había sufrido la pérdida de su primer hijo de 1 año por una afección cardiaca, decidió consagrar a sus hijos a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora Purísima de lo Vásquez, muy conocida y querida en Chile.
“Mi mamá dice que lo único que le vino a la mente fue ofrecernos a la Virgen y dejarnos en sus manos. Después de eso ocurrió nuestra recuperación”, dijo la hermana.
Este hecho impactó en el corazón de la religiosa, quien afirmó que “a lo mejor uno lo puede mirar como una simple casualidad, pero ahora uno de sus hijos es sacerdote y otra religiosa, es como que la Virgen le cobró la palabra”.
Un detalle no menor, agregó la hermana, es que su hermano sacerdote “se preparó en el seminario que se encuentra al costado del Santuario” de Nuestra Señora Purísima de Lo Vásquez, el mismo templo al cual llegó su madre para suplicar por la recuperación de sus hijos.
La hermana Mónica Moya ingresó a los 30 años a la Congregación Hijas de Santa María de la Providencia, fundada por San Luis Guanella.
Para la religiosa, el ofrecimiento de su madre “me marcó mucho y me ha hecho pensar que el Señor se encargó de llevarme por este camino, en el que sin querer mis papás también contribuyeron a través de la oración, de la formación cristiana, de ellos mismos como matrimonio”.
Además de la Virgen María, la vocación de la religiosa también está fuertemente ligada a la figura de San José, patrono de su congregación y cuya solemnidad coincide con el día en que ingresó al postulantado, luego al noviciado y también cuando hizo sus primeros votos.
Por esta razón, la religiosa quiso pronunciar sus votos perpetuos el 19 de marzo, fiesta de San José, en una celebración que se hizo aún más especial al ser presidida por su hermano mellizo, el P. Cristian Moya.
LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA PENSABAN QUE RUSIA ERA UNA MUJER DE MALA VIDA
Los pastorcitos de Fátima pensaban que Rusia "era una mujer de mala vida"
Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)
ROMA, 10 May. 17 / 04:34 pm (ACI).- Mons. Liberio Andreatta, Administrador delegado de la Obra Romana de Peregrinaciones, compartió algunos recuerdos de sus diálogos con Sor Lucía, una de las videntes de la Virgen de Fátima.
El 9 de mayo, durante un encuentro con la prensa en Roma, Mons. Andreatta relató que “me he encontrado al menos tres o cuatro veces con Sor Lucía y cada vez le hice algunas preguntas sencillas. Por ejemplo: ‘cuando la Virgen les pedía rezar por la conversión de Rusia, ¿qué cosa pensaban?’ Y ella (respondía): ‘Pensábamos que era una mujer de mala vida y rezábamos por ella. No sabíamos que existía una nación con ese nombre’”.
Al momento de las apariciones de la Madre de Dios en Fátima en 1917, Lucía tenía 10 años, mientras que Jacinta y Francisco tenían 6 y 9 años respectivamente. Los pequeños eran pastores de ovejas.
“De los encuentros con Sor Lucía, lo más fascinante era que a pesar de su edad, ella tenía un ánimo de niña, un candor y una simplicidad increíble”, prosigue el sacerdote.
Sor Lucía, que falleció en el año 2005 a los 97 años, también le contaba al presbítero italiano cosas como “el miedo que tuvieron con la visión del infierno –estaban aterrados– y cuando el alcalde los amenazó con lanzarlos al aceite hirviendo”.
“Ellos con estas apariciones sentían una fuerza y un aliento con el que habrían afrontado cualquier cosa. Tenían dentro una fuerza explosiva… pero nunca quiso hablar conmigo de los secretos”.
Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en ACI Stampa
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