Virgen de Guadalupe enseña a no buscar soluciones mágicas para América, dice el Papa
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)
El Papa Francisco destacó el papel de la Virgen María como “pedagoga”, como maestra del pueblo de Dios, y en especial, subrayó la importancia de las enseñanzas que se transmiten en la historia de la Virgen de Guadalupe para el pueblo que peregrina en América Latina.
Durante la Misa celebrada este miércoles 12 de diciembre en la Basílica de San Pedro del Vaticano con motivo de la fiesta de la Virgen de Guadalupe, el Santo Padre empleó la imagen de la “escuela” para referirse a María e invitó a los latinoamericanos a verla como la “pedagoga del Evangelio”:
“Hijo y hermano latinoamericano, sin miedo, canta y camina como lo hizo tu Madre”.
En su homilía, el Pontífice insistió en que la “Guadalupana no es solamente recordada como indígena, española, hispana o afroamericana. Simplemente es latinoamericana”.
Es “madre de una tierra fecunda y generosa en la que todos, de una u otra manera, nos podemos encontrar desempeñando un papel protagónico en la construcción del Templo santo de la familia de Dios”.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre dos palabras con que el Evangelio narra la reacción de la Virgen María después de la anunciación: caminó y cantó.
Caminó
El Papa llamó la atención sobre el hecho de que el Evangelio, tras el anuncio del Ángel, presenta a la Virgen “presurosa, pero no ansiosa”, de camino a la casa de su prima Isabel. También “presurosa caminó hacia Jesús cuando faltó vino en la boda; y ya con los cabellos grises por el pasar de los años, caminó hasta el Gólgota para estar al pie de la cruz: en ese umbral de oscuridad y dolor, no se borró ni se fue, caminó para estar allí”.
Del mismo modo, “caminó al Tepeyac para acompañar a Juan Diego y sigue caminando el Continente cuando, por medio de una imagen o estampita, de una vela o de una medalla, de un rosario o Ave María, entra en una casa, en la celda de una cárcel, en la sala de un hospital, en un asilo de ancianos, en una escuela, en una clínica de rehabilitación ... para decir: ‘¿No estoy aquí yo, que soy tu madre?’”.
La Virgen, “más que nadie sabía de cercanías. Es mujer que camina con delicadeza y ternura de madre, se hace hospedar en la vida familiar, desata uno que otro nudo de los tantos entuertos que logramos generar, y nos enseña a permanecer de pie en medio de las tormentas”.
Francisco explicó que “en la escuela de María aprendemos a estar en camino para llegar allí donde tenemos que estar: al pie y de pie ante tantas vidas que han perdido o le han robado la esperanza”.
También “en la escuela de María aprendemos a caminar el barrio y la ciudad no con zapatillas de soluciones mágicas, respuestas instantáneas y efectos inmediatos; no a fuerza de promesas fantásticas de un seudo-progreso que, poco a poco, lo único que logra es usurpar identidades culturales y familiares, y vaciar de ese tejido vital que ha sostenido a nuestros pueblos, y esto con la intención pretenciosa de establecer un pensamiento único y uniforme”.
Asimismo, “en la escuela de María aprendemos a caminar la ciudad y nos nutrimos el corazón con la riqueza multicultural que habita el Continente”.
Cantó
El Papa señaló que “María camina llevando la alegría de quien canta las maravillas que Dios ha hecho con la pequeñez de su servidora. A su paso, como buena Madre, suscita el canto dando voz a tantos que de una u otra forma sentían que no podían cantar”.
Al final de su homilía, Francisco continuó con la imagen de la escuela de María, donde “aprendemos que su vida está marcada no por el protagonismo sino por la capacidad de hacer que los otros sean protagonistas. Brinda coraje, enseña a hablar y sobre todo anima a vivir la audacia de la fe y la esperanza. De esta manera ella se vuelve transparencia del rostro del Señor que muestra su poder invitando a participar y convoca en la construcción de su templo vivo”.
“Así lo hizo con el indiecito Juan Diego y con tantos otros a quienes, sacando del anonimato, les dio voz, hizo conocer su rostro e historia y los hizo protagonistas de esta, nuestra historia de salvación. El Señor no busca el aplauso egoísta o la admiración mundana. Su gloria está en hacer a sus hijos protagonistas de la creación. Con corazón de madre, ella busca levantar y dignificar a todos aquellos que, por distintas razones y circunstancias, fueron inmersos en el abandono y el olvido”.
En la escuela de María también se aprende que “el protagonismo que no necesita humillar, maltratar, desprestigiar o burlarse de los otros para sentirse valioso o importante; que no recurre a la violencia física o psicológica para sentirse seguro o protegido”.
“Es el protagonismo que no le tiene miedo a la ternura y la caricia, y que sabe que su mejor rostro es el servicio. En su escuela aprendemos auténtico protagonismo, dignificar a todo el que está caído y hacerlo con la fuerza omnipotente del amor divino, que es la fuerza irresistible de su promesa de misericordia”, afirmó.
Antes de finalizar la homilía, el Papa subrayó que “con María, el Señor custodia a los creyentes para que no se les endurezca el corazón y puedan conocer constantemente la renovada y renovadora fuerza de la solidaridad, capaz de escuchar el latir de Dios en el corazón de los hombres y mujeres de nuestros pueblos”.