Hoy es la fiesta de la Presentación del Señor
Redacción ACI Prensa
Cada 2 de febrero la Iglesia Universal celebra la Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, donde se realiza el encuentro con Simeón y Ana, que se entiende como el encuentro del Señor con su pueblo, y además se realiza la purificación ritual de la Virgen María.
En esa época cuando nacía el primogénito era llevado a los cuarenta días al Templo para su presentación, así como lo describe la Ley de Moisés, por eso desde el 25 de diciembre que se celebra el nacimiento del Verbo encarnado al 2 de febrero, José y María cumplieron con llevarlo a consagrar.
Al llegar al Templo, se encuentran con Simeón, a quien el Espíritu Santo prometió que no moriría sin antes ver al Salvador del mundo, y fue el mismo Espíritu quien le dijo al profeta que ese pequeño niño era el Redentor y Salvador de la humanidad.
También en este día se encontraba en el Templo la hija de Fanuel de la Tribu de Aser, de nombre Ana, de edad muy avanzada; Ana enviudó a los 7 años de haberse casado y permaneció así hasta los 84 años, y paraba día y noche en el Templo sirviendo a Dios y ofrecía ayunos y oraciones. Ana al ver al niño alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
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La presentación del Señor
Aunque esta fiesta del 2 de febrero cae fuera del tiempo de navidad, es una parte integrante del relato de navidad. Es una chispa de fuego de navidad, es una epifanía del día cuadragésimo. Navidad, epifanía, presentación del Señor son tres paneles de un tríptico litúrgico.
Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el siglo IV. Se celebraba allí a los cuarenta días de la fiesta de la epifanía, el 14 de febrero. La peregrina Eteria, que cuenta esto en su famoso diario, añade el interesante comentario de que se "celebraba con el mayor gozo, como si fuera la pascua misma"'. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras iglesias de Oriente y de Occidente. En el siglo VII, si no antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión de las candelas. La Iglesia romana celebraba la fiesta cuarenta días después de navidad.
Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como "La fiesta del Encuentro" (en griego, Hypapante), nombre muy significativo y expresivo, que destaca un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Ungido de Dios con su pueblo. San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Obedeciendo a la ley mosaica, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él 1.
Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el siglo X, con el nombre de Purificación de la bienaventurada virgen María. Fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Pero esto no era del todo correcto, ya que la Iglesia celebra en este día, esencialmente, un misterio de nuestro Señor. En el calendario romano, revisado en 1969, se cambió el nombre por el de "La Presentación del Señor". Esta es una indicación más verdadera de la naturaleza y del objeto de la fiesta. Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su madre están estrechamente ligados, de manera que nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo y de María.
La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos chocantes de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como "luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo, Israel".