domingo, 7 de febrero de 2021

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 7 DE FEBRERO DEL 2021

  



Lecturas de hoy Domingo 5º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Hoy, domingo, 7 de febrero de 2021



Primera lectura

Lectura del libro de Job (7,1-4.6-7):

Habló Job, diciendo: «El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero; Como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba.

Mis días corren más que la lanzadera, y se consumen sin esperanza. Recuerda que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha.»


Palabra de Dios




Salmo

Sal 146,1-2.3-4.5-6


R/. Alabad al Señor,

que sana los corazones destrozados


Alabad al Señor, que la música es buena;

nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

El Señor reconstruye Jerusalén,

reúne a los deportados de Israel. R/.


Él sana los corazones destrozados,

venda sus heridas.

Cuenta el número de las estrellas,

a cada una la llama por su nombre. R/.


Nuestro Señor es grande y poderoso,

su sabiduría no tiene medida.

El Señor sostiene a los humildes,

humilla hasta el polvo a los malvados. R/.


Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,16-19.22-23):


El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.


Palabra de Dios



Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.

Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»

Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.


Palabra del Señor






«Todos te buscan»


Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu

(Sabadell, Barcelona, España)

Hoy, contemplamos a Jesús en Cafarnaúm, el centro de su ministerio, y más en concreto en casa de Simón Pedro: «Cuando salió de la sinagoga se fue (...) a casa de Simón y Andrés» (Mc 1,29). Allí encuentra a su familia, la de aquellos que escuchan la Palabra y la cumplen (cf. Lc 8,21). La suegra de Pedro está enferma en cama y Él, con un gesto que va más allá de la anécdota, le da la mano, la levanta de su postración y la devuelve al servicio.

Se acerca a los pobres-sufrientes que le llevan y los cura solamente alargando la mano; sólo con un breve contacto con Él, que es fuente de vida, quedan liberados-salvados.

Todos buscan a Cristo, algunos de una manera expresa y esforzada, otros quizá sin ser conscientes de ello, ya que «nuestro corazón está inquieto y no encuentra descanso hasta reposar en Él» (San Agustín).

Pero, así como nosotros le buscamos porque necesitamos que nos libere del mal y del Maligno, Él se nos acerca para hacer posible aquello que nunca podríamos conseguir nosotros solos. Él se ha hecho débil para ganarnos a nosotros débiles, «se ha hecho todo para todos para ganar al menos algunos» (1Cor 9,22).

Hay una mano alargada hacia nosotros que yacemos agobiados por tantos males; basta con abrir la nuestra y nos encontraremos en pie y renovados para el servicio. Podemos “abrir” la mano mediante la oración, tomando ejemplo del Señor: «De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración» (Mc 1,35).

Además, la Eucaristía de cada domingo es el encuentro con el Señor que viene a levantarnos del pecado de la rutina y del desánimo para hacer de nosotros testigos vivos de un encuentro que nos renueva constantemente, y que nos hace libres de verdad con Jesucristo.

FELIZ DOMINGO

 





 

sábado, 6 de febrero de 2021

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 6 DE FEBRERO DEL 2021



 Lecturas de hoy Sábado de la 4ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, sábado, 6 de febrero de 2021




Primera lectura

Lectura de la carta Hebreos (13,15-17.20-21):

HERMANOS:

Por medio de Jesús, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre.

No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios.

Obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse, cosa que no os aprovecharía.

Que el Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, Jesús Señor nuestro, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad, realizando en nosotros lo que es de su agrado por medio de Jesucristo.

A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 22


R/. El Señor es mi pastor, nada me falta


R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.


V/. El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas. R/.


V/. Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.


V/. Preparas una mesa ante mi,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa. R/.


V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término. R/.


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,30-34):

EN aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

Él les dijo:

«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».

Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.

Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.

Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.


Palabra del Señor




«‘Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco’. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo»


Rev. D. David COMPTE i Verdaguer

(Manlleu, Barcelona, España)



Hoy, el Evangelio nos plantea una situación, una necesidad y una paradoja que son muy actuales.

Una situación. Los Apóstoles están “estresados”: «Los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer» (Mc 6,30). Frecuentemente nosotros nos vemos abocados al mismo trasiego. El trabajo exige buena parte de nuestras energías; la familia, donde cada miembro quiere palpar nuestro amor; las otras actividades en las que nos hemos comprometido, que nos hacen bien y, a la vez, benefician a terceros... ¿Querer es poder? Quizá sea más razonable reconocer que no podemos todo lo que quisiéramos.

Una necesidad. El cuerpo, la cabeza y el corazón reclaman un derecho: descanso. En estos versículos tenemos un manual, frecuentemente ignorado, sobre el descanso. Ahí destaca la comunicación. Los Apóstoles «le contaron todo lo que habían hecho» (Mc 6,30). Comunicación con Dios, siguiendo el hilo de lo más profundo de nuestro corazón. Y —¡qué sorpresa!— encontramos a Dios que nos espera. Y espera encontrarnos con nuestros cansancios.

Jesús les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6,31). ¡En el plan de Dios hay un lugar para el descanso! Es más, nuestra existencia, con todo su peso, debe descansar en Dios. Lo descubrió el inquieto Agustín: «Nos has creado para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti». El reposo de Dios es creativo; no “anestésico”: toparse con su amor centra nuestro corazón y nuestros pensamientos.

Una paradoja. La escena del Evangelio acaba “mal”: los discípulos no pueden reposar. El plan de Jesús fracasa: son abordados por la gente. No han podido “desconectar”. Nosotros, con frecuencia, no podemos liberarnos de nuestras obligaciones (hijos, cónyuge, trabajo...): ¡sería como traicionarnos! Se impone encontrar a Dios en estas realidades. Si hay comunicación con Dios, si nuestro corazón descansa en Él, relativizaremos tensiones inútiles... y la realidad —desnuda de quimeras— mostrará mejor la impronta de Dios. En Él, allí, hemos de reposar.

FELIZ SEMANA!!!





 

viernes, 5 de febrero de 2021

AÑO DE SAN JOSÉ - MEDITACIÓN 5 DE FEBRERO

 

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 5 DE FEBRERO DEL 2021

 


 

Lecturas de hoy Viernes de la 4ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, viernes, 5 de febrero de 2021



Primera lectura

Lectura de la Carta a los Hebreos (13,1-8):

HERMANOS:

Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, “hospedaron” a ángeles.

Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados como si estuvierais en su carne.

Que todos respeten el matrimonio; el lecho nupcial, que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará.

Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo:

«Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos valor para decir:

«El Señor es mi auxilio: nada temo;

¿qué podrá hacerme el hombre?».

Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe.

Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 26


R/. El Señor es mi luz y mi salvación


V/. El Señor es mí luz y mi salvación,

¿a quién temeré?

El Señor es la defensa de mi vida,

¿quién me hará temblar? R/.


V/. Si un ejército acampa contra mí,

mi corazón no tiembla;

si me declaran la guerra,

me siento tranquilo. R/.


V/. Él me protegerá en su tienda

el día del peligro;

me esconderá en lo escondido de su morada,

me alzará sobre la roca. R/.


V/. Tu rostro buscaré, Señor,

no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,

que tú eres mi auxilio;

no me deseches. R/.


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,14-29):

EN aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían:

«Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».

Otros decían:

«Es Elías».

Otros:

«Es un profeta como los antiguos».

Herodes, al oírlo, decía:

«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».

Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.

El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano.

Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto.

La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:

«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».

Y le juró:

«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».

Ella salió a preguntarle a su madre:

«¿Qué le pido?».

La madre le contestó:

«La cabeza de Juan el Bautista».

Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:

«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».

El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.

Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.


Palabra del Señor




«Se había hecho notorio el nombre de Jesús y llegó esto a noticia del rey Herodes»


Rev. D. Ferran BLASI i Birbe

(Barcelona, España)

Hoy, en este pasaje de Marcos, se nos habla de la fama de Jesús —conocido por sus milagros y enseñanzas—. Era tal esta fama que para algunos se trataba del pariente y precursor de Jesús, Juan el Bautista, que habría resucitado de entre los muertos. Y así lo quería imaginar Herodes, el que le había hecho matar. Pero este Jesús era mucho más que los otros hombres de Dios: más que aquel Juan; más que cualquiera de los profetas que hablaban en nombre del Altísimo: Él era el Hijo de Dios hecho Hombre, Perfecto Dios y perfecto Hombre. Este Jesús —presente entre nosotros—, como hombre, nos puede comprender y, como Dios, nos puede conceder todo lo que necesitamos.

Juan, el precursor, que había sido enviado por Dios antes que Jesús, con su martirio le precede también en su pasión y muerte. Ha sido también una muerte injustamente infligida a un hombre santo, por parte del tetrarca Herodes, seguramente a contrapelo, porque éste le tenía aprecio y le escuchaba con respeto. Pero, en fin, Juan era claro y firme con el rey cuando le reprochaba su conducta merecedora de censura, ya que no le era lícito haber tomado a Herodías como esposa, la mujer de su hermano.

Herodes había accedido a la petición que le había hecho la hija de Herodías, instigada por su madre, cuando, en un banquete —después de la danza que había complacido al rey— ante los invitados juró a la bailarina darle aquello que le pidiera. «¿Qué voy a pedir?», pregunta a la madre, que le responde: «La cabeza de Juan el Bautista» (Mc 6,24). Y el reyezuelo hace ejecutar al Bautista. Era un juramento que de ninguna manera le obligaba, ya que era cosa mala, contra la justicia y contra la conciencia.

Una vez más, la experiencia enseña que una virtud ha de ir unida a todas las otras, y todas han de crecer orgánicamente, como los dedos de una mano. Y también que cuando se incurre en un vicio, viene después la procesión de los otros.

LAS 12 PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 



Las 12 promesas del Sagrado Corazón de Jesús
Jesús promete derramar abundantes bendiciones y con una generosidad verdadera a quien honre a Su Divino Corazón


Por: Rev. Irenaeus Schoenherr, O.F.M. | Fuente: PildorasDeFe.net // Catholicharboroffaithandmorals.com




Santa María Margarita de Alacoque, en sus escritos, insiste una y otra vez en el deseo ardiente que tiene Jesús en derramar bendiciones con una generosidad verdadera a quien honre a Su Divino Corazón

Estas promesas están dirigidas a todo tipo de personas: a las fervorosas, a las tibias y sobre todo a los pecadores. Abraza a todas las condiciones de vida: sacerdotes, religiosos y seglares. Prometen alivio a los afligidos, resistencia a la tentación, consuelo a los afligidos, paz a las familias, bendiciones en el hogar, el éxito en nuestras empresas, la misericordia al pecador, alta santidad a las almas fervorosas, valor para los corazones fríos. También prometen gran poder a los sacerdotes y consagrados para ablandar los corazones más endurecidos. Prometen fuerza y valor en nuestro lecho de muerte, y nos hablan del don inestimable de la perseverancia final y de un refugio en el Corazón de Jesús en el último momento de vida.

En las palabras brillantes de Santa Margarita María las promesas encierran el misterio del amor de Dios:

"Jesús me mostró cómo esta devoción es, por así decirlo, el esfuerzo final de su amor, el último invento de su caridad ilimitada"

A continuación, explicaremos una por una el significado de las 12 promesas que nuestro Señor dejó a los devotos de su Sagrado Corazón




1.- "Daré a las almas devotas, todas las gracias necesarias para su estado de vida".
Los deberes de nuestra vida diaria son numerosas y a menudo bastante difíciles. Dios nos concede, en respuesta a la oracióny la recepción frecuente de los sacramentos, todas las gracias necesarias para nuestro estado de vida. Hay también gracias extraordinarias que se encuentran fuera de la acción normal de la Providencia de Dios, gracias que Él da a sus amigos especiales. Estas son las gracias más eficaces, las más abundantemente dadas a los devotos del Sagrado Corazón.



2.- "Voy a establecer la paz en sus hogares".
"La paz es la tranquilidad del orden, la serenidad de la mente, con sencillez de corazón, es el vínculo de la caridad". (San Agustín) Fue la primera cosa que los ángeles desearon a los hombres en el nacimiento de Jesús. Nuestro Señor mismo ordenó a sus discípulos que dieran la paz: "En cualquier casa donde entréis, decid primero: ¡Paz a esta casa" (Lucas 10,5)

En el Corazón de Jesús se encuentra la verdadera paz, que hace que la casa sea su reflejo y el anticipo de nuestro hogar celestial



3.- "Voy a consolarlos en todas sus aflicciones"
El deseo de consolar a los tristes es la marca de un corazón noble y amable. El Sagrado Corazón es el más noble y generoso de los corazones, tanto humano como divino. ¿Cómo nos consuela? No necesariamente liberándonos de la tristeza y aflicción. Él conoce, el valor inmensurable de la cruz y por medio de ella, tenemos que expiar nuestros pecados. Por su gracia, Él hace lo que lo doloroso sea tolerable.

"Yo siempre les hablo con toda franqueza y tengo sobrados motivos para gloriarme de ustedes. Esto me llena de consuelo y me da una inmensa alegría en medio de todas las tribulaciones" (2 Cor. 7,4)



4.- "Voy a ser su refugio seguro en la vida, y sobre todo en la hora de la muerte".
"Uno de los soldados abrió el costado de Jesús con una lanza, y al instante salió sangre y agua." (Juan 19,34)

El costado de Cristo se abrió para demostrar que la Divina Providencia quiso que todos los hombres encontrasen en su Corazón Divino un refugio seguro contra los enemigos de nuestra salvación. En su Corazón podemos encontrar protección, fuerza en nuestra fragilidad, la perseverancia en nuestra inconstancia, refugio seguro en los peligros, fatigas de la vida y en la hora de la muerte.



5.- "Voy a conceder abundantes bendiciones sobre todo a sus empresas temporales y espirituales".
Dios es amor. Él está dispuesto a dar a sus hijos abundantes bendiciones temporales, siempre que no pongan en peligro nuestros intereses eternos. Su especial Providencia protege y vela por los devotos al Sagrado Corazón con gran amor y ternura. Sin embargo, no debemos desanimarnos si nuestras oraciones, pidiendo favores temporales, no son contestadas siempre, porque Dios siempre pone nuestro bien eterno antes de nuestro bien temporal.



6.- "Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia"
La redención es el drama inmortal de la misericordia de Dios; y nuestro Divino Redentor es, por así decirlo, la Misericordia de Dios Encarnado. "…porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia" (Sal. 129,7)

En la tierra, el Corazón de Jesús estaba lleno de misericordia hacia todos. Ahora en su humanidad glorificada en el cielo, Jesús sigue mostrando Su misericordia sin límites, "viviendo siempre para interceder por nosotros." (Heb. 7,25)


7.- "Las almas tibias se harán fervorosas"
La tibieza es un estado moribundo y lánguido del alma que ha perdido su interés en la religión. El Espíritu Santo expresa disgusto profundo para un alma así:

"Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca." (Ap 3,15-16)

El único remedio para la tibieza es la devoción al Sagrado Corazón, que vino "a traer fuego sobre la tierra", es decir, para inspirar a los corazones fríos y tibios con un nuevo temor y el amor de Dios.



8.- "Las almas fervorosas alcanzarán mayor perfección".
La mayor perfección es la recompensa que Jesús otorga a los devotos fervientes de su Divino Corazón; esta devoción tiene, como su fruto especial, transformarnos en gran semejanza a Nuestro Señor. Esto enciende en nuestros corazones el fuego del amor divino, que, como dice San Pablo: "es el vínculo de la perfección." (Col 3,14)

A través de la devoción al amor del Sagrado Corazón, se dará paso a un celo ardiente por igualar nuestros intereses a los de Jesús

9.- "Bendeciré a cada lugar en el que se exponga y se venere una imagen de mi sagrado corazón".
Las imágenes religiosas son una poderosa y atractiva fuente de inspiración. El Sagrado Corazón es un libro abierto en el que podemos leer el infinito amor de Jesús hacia nosotros en su pasión y muerte. Nos muestra su Corazón, cortado y abierto por la lanza, todo resplandeciente como un horno ardiente de amor, cuyas llamas aparecerán brotando desde la parte superior. Está rodeado de espinas, el angustiante golpe de amor ignorado. Quizás esto siempre nos impulse a los actos de amor y de generosidad.


10.- "Daré a los sacerdotes y a todos aquellos que se ocupan de la salvación de las almas, el don de tocar los corazones más endurecidos".
La conversión de un pecador ocurre a veces por gracias extraordinarias. Dios nunca va a forzar a la libre voluntad de un ser humano. Pero Él puede otorgar gracias con las cuales impulsa al pecador a vencer la actitud rebelde que tienen las almas pecadoras más obstinadas. Esto, entonces, es lo que ocurre en el caso de los sacerdotes que están animados con gran devoción al Sagrado Corazón.



11.- "Los que propaguen esta devoción tendrán sus nombres escritos en Mi Corazón, y nunca serán borrados".
Esta promesa otorga a los promotores de la devoción al Sagrado Corazón una recompensa maravillosa: "tendrán sus nombres escritos en mi Corazón". Estas palabras implican una amistad fuerte y fiel de Cristo mismo, y nos presenta el "Libro de la Vida" de San Juan: "No voy a borrar su nombre del libro de la vida." (Ap 3,5)



12.- "A los que comulguen el primer viernes de cada mes, durante nueve meses consecutivos, le concederé la gracia de la perseverancia final".
Esta promesa contiene una gran recompensa, que es nada más y nada menos que el cielo eterno. "La perseverancia final es un don gratuito de la bondad de Dios, y no puede ser merecido como un derecho adquirido por cualquier acto individual que hagamos" (Concilio de Trento) Se da como la recompensa por una serie de actos continuos hasta el final: "El que persevere hasta el final se salvará" (Mat. 10,22).

FELIZ VIERNES!!!

  




jueves, 4 de febrero de 2021

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES Y RELIGIOSAS


 Oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas

Señor Nuestro Jesucristo, Tú dijiste a tus Apóstoles: "la mies es mucha pero los obreros pocos; rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su campo". Humildemente te suplicamos que envíes a tu Iglesia numerosas y santas vocaciones sacerdotales y religiosas. Te lo pedimos por la intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, y por la de nuestros Santos Patronos y Protectores, que con su vida y merecimientos santificaron nuestro suelo. Amén.

ME HAN DIAGNOSTICADO CÁNCER - TESTIMONIO



Me han diagnosticado cáncer

Postrada en la cama he pensado mucho en ti. No te entiendo. Pero voy entendiendo que lo que vale realmente es la vida, y ésta no termina con mi enfermedad y muerte física.


Por: P. Felipe Santos 



Hola Jesús,

Señor, buenas noches. No sé si son buenas. Me han diagnosticado esta mañana un cáncer. Mi familia está hundida. No se lo quiere creer. Esta noche, sin poder conciliar el sueño, me dirijo a ti como el salmista: "Estoy agotada de gemir, de noche lloro sobre el lecho, riego mi cama con lágrimas".

Me rebelo contra ti. ¿Por qué has permitido que me entre esta enfermedad tan temible? ¿No eres tú el Dios de la vida y del amor? ¿Cómo es posible que me toque a mí, tan joven y con el mundo abierto a la ilusión? ¿Por qué mis padres lloran tanto y no encuentran consuelo? Esta vez, Señor, me la has jugado bien.

Mi conciencia se ha oscurecido ante la sombra maldita de este mal que corroe mi salud poco a poco. Me cuesta mucho salir de esta situación. Me abruma la pena, el desconcierto. Ni siquiera mis padres aceptan las palabras del doctor.

¿Qué hacer?, me pregunto en estas duras horas de soledad. Tan sólo me han dado unos meses de vida. No me lo puedo creer. Y así me tienes, postrada en la cama. He pensado mucho en ti. Demasiado. No te entiendo. Pero al dirigirme a ti con las palabras de tu salmo, voy entendiendo y aceptando que lo que vale realmente es la vida. Y ésta no termina con mi enfermedad y muerte física.

Ahora más que nunca, Señor, entiendo tu muerte en la cruz. Desde ella contemplo mi cuerpo agotado y unido al tuyo en la cruz. Desde ella percibo en mi cuerpo débil que estoy llamada a estar contigo, tras mis pocos años pasados aquí con mis padres, mi familia y mis muchas amistades. Ahora, cuando la luz del sol ha abierto sus puertas a la naturaleza, me doy cuenta de que si no acepto esta realidad de mi futura muerte, todo será inútil. Y, sin embargo, sé que mis sufrimientos unidos a los tuyos, servirán para la purificación de otros seres humanos que, con el mismo mal, se debaten y se quedan obnubilados ante la desgracia que azota sus propias carnes.

Yo, no obstante, Señor, tras esta noche pasada en blanco, me siento, en este bello amanecer, más tranquila. Me he preguntado durante estas horas el camino que debía elegir. ¿Desesperarme? ¿Caer en depresión?... He leído despacio algunos salmos. El 7 me ha impactado de tal manera que he encontrado en él un consuelo y una paz que no esperaba. “Señor, mi refugio y mi escudo”.

En tus palabras he visto, no su significado externo, sino el interno. Ahora que me encuentro sumida en una dificultad real y grave, anhelo con toda mi alma que me des fuerzas para afrontarla. No quiero otra cosa que ponerme en tus manos. Mi idea sería que me curaras, pero en tus manos anhelo que sea tu voluntad la que se cumpla y no la mía. Ya sabes que me gustaría ver mis cosas a mi modo. Sin embargo, deseo aprender en este tiempo a verlas como tú las ves.

Pero ten en cuenta, Señor, que voy a luchar con todas mis fuerzas y la ayuda de la ciencia para que mi mal, si es tu voluntad, desaparezca de mi cuerpo joven, atenazado por el aguijón de la muerte futura próxima.

Quiero agradecerte los años que me has concedido de vida en este mundo. A ti, el primero, y después a todos cuantos han hecho de mí una persona creyente. Esta fe me lanza a ver en mi cáncer una manifestación del dolor que sufre el mundo. Un dolor que, unido al tuyo y al de la toda la humanidad, hará que mi alma y mi persona entera se purifiquen como el oro en el crisol.

No permitas, Señor, que mis seres queridos se entristezcan. Mi vida , como la de todos los seres humanos, es un lento morir a las realidades de este mundo físico para entrar en el celestial. Ahora me doy cuenta de que todo afán y todo cuanto hacemos en esta vida material debe tener como norte y fin el encuentro contigo, cuando tú lo digas, cuando llegue tu hora.

Quisiera que mi último suspiro fuera decirte “qué admirable es tu nombre en toda la tierra”.

Con esta fe, esperanza y amor, manténme alegre, incluso en el dolor y con mi “hermano el cáncer.”

Gracias, Señor por leer esta carta desde mi cruz del sufrimiento que me une a ti y a todos los sufrientes de esta humanidad.


Te quiere mucho, María del Mar, 20 años 

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 4 DE FEBRERO DEL 2021



 Lecturas de hoy Jueves de la 4ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, jueves, 4 de febrero de 2021




Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (12,18-19.21-24):

Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando. Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó: «Estoy temblando de miedo.» Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 47


R/. Oh Dios, meditamos tu misericordia

en medio de tu templo


Grande es el Señor y muy digno de alabanza

en la ciudad de nuestro Dios,

su monte santo, altura hermosa,

alegría de toda la tierra. R/.


El monte Sión, vértice del cielo,

ciudad del gran rey;

entre sus palacios,

Dios descuella como un alcázar. R/.


Lo que habíamos oído lo hemos visto

en la ciudad del Señor de los ejércitos,

en la ciudad de nuestro Dios:

que Dios la ha fundado para siempre. R/.


Oh Dios, meditamos tu misericordia

en medio de tu templo:

como tu renombre, oh Dios, tu alabanza

llega al confín de la tierra;

tu diestra está llena de justicia. R/.



Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,7-13):

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.

Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.


Palabra del Señor




«Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos (...) Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran»


+ Rev. D. Josep VALL i Mundó

(Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio relata la primera de las misiones apostólicas. Cristo envía a los Doce a predicar, a curar todo tipo de enfermos y a preparar los caminos de la salvación definitiva. Ésta es la misión de la Iglesia, y también la de cada cristiano. El Concilio Vaticano II afirmó que «la vocación cristiana implica como tal la vocación al apostolado. Ningún miembro tiene una función pasiva. Por tanto, quien no se esforzara por el crecimiento del cuerpo sería, por ello mismo, inútil para toda la Iglesia como también para sí mismo»

El mundo actual necesita —como decía Gustave Thibon— un “suplemento de alma” para poderlo regenerar. Sólo Cristo con su doctrina es medicina para las enfermedades de todo el mundo. Éste tiene sus crisis. No se trata solamente de una parcial crisis moral, o de valores humanos: es una crisis de todo el conjunto. Y el término más preciso para definirla es el de una “crisis de alma”.

Los cristianos con la gracia y la doctrina de Jesús, nos encontramos en medio de las estructuras temporales para vivificarlas y ordenarlas hacia el Creador: «Que el mundo, por la predicación de la Iglesia, escuchando pueda creer, creyendo pueda esperar, y esperando pueda amar» (san Agustín). El cristiano no puede huir de este mundo. Tal como escribía Bernanos: «Nos has lanzado en medio de la masa, en medio de la multitud como levadura; reconquistaremos, palmo a palmo, el universo que el pecado nos ha arrebatado; Señor, te lo devolveremos tal como lo recibimos aquella primera mañana de los días, en todo su orden y en toda su santidad».

Uno de los secretos está en amar al mundo con toda el alma y vivir con amor la misión encomendada por Cristo a los Apóstoles y a todos nosotros. Con palabras de san Josemaría, «el apostolado es amor de Dios, que se desborda, con entrega de uno mismo a los otros (...). Y el afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior». Éste ha de ser nuestro testimonio cotidiano en medio de los hombres y a lo largo de todas las épocas.

AÑO DE SAN JOSÉ - 4 DE FEBRERO

 

AÑO DE SAN JOSÉ, MEDITACIÓN 3 DE FEBRERO

 

BIENVENIDOS





 

miércoles, 3 de febrero de 2021

JOSÉ ERA EL PADRE DE JESÚS

 



José era el padre de Jesús.

Un hombre a quien Dios llamó padre

Un hombre sencillo, como todos; y sin embargo era un hombre como ninguno.


Por: Javier Castellanos | Fuente: http://lcblog.catholic.net



Lo llamaban el carpintero. Y, ciertamente, era un hombre trabajador. Mantenía a su familia con el sudor de su frente. Un hombre sencillo, como todos; y sin embargo era un hombre como ninguno. José era el padre de Jesús.

Cristo, siendo Dios, sabía desde siempre de quién era Hijo. Pero también era plenamente hombre y seguramente tuvo que aprender sobre su Padre con el ejemplo de un papá de carne y hueso. Más aún: el Hijo de Dios era bien consciente de la persona que escogía para su infancia en la tierra: y habrá elegido la imagen más cercana a la paternidad divina.

Años más tarde, todo Israel escucharía el mensaje de ese Jesús de Nazaret. Hablaba a la gente de un Padre en los cielos. Nutría a los pobres con la esperanza en el Padre providente: poderoso y tierno a la vez, grande pero atento a los pequeños, justo y misericordioso… ¿De dónde le venían estas palabras? ¿Quién le había enseñado así? ¿No era acaso el hijo de José? (Cf. Lc 4, 22)

San José era un hombre de autoridad: la sangre de tantos reyes corría por sus venas. Pero el poder que ejercía no era como el de quien gobierna para sí mismo. Incluso antes de casarse, José tiene su centro de atención en los demás: decide repudiar en secreto a María, para no llevarla al escándalo ni a un castigo según la ley de Moisés. Su autoridad es un servicio, es darse sin reservas, es hacer un regalo de lo que le pertenece. Lo podemos imaginar trabajando horas extra para comprarle un vestido nuevo a María. Y al volver, cansado de una jornada larga y pesada, después de desgastarse bajo el sol, no niega sus preciosas horas de descanso. Ahí lo vemos al caer la tarde explicando a Jesús algún texto de Moisés o de los Profetas… Y más que su sueldo o su tiempo, todo su proyecto de vida se había convertido en su esposa y su hijo, pues no pasó a la historia como un rico mercader, o un líder de masas; simple y sencillamente lo conocemos como el esposo de María y el padre “adoptivo” de Jesús. Nada menos que Jesús y María; su grandeza era su familia.

El poder del servicio se convirtió en poder de defensa cuando fue necesario. Jesús nació en un establo no lejos del campo; alguien tenía que estar vigilando para que no se acercaran bestias salvajes. Si el rey David fue valiente para matar un león mientras cuidaba las ovejas en esos mismos campos de Belén, ¡qué no haría José, descendiente de David, por custodiar a su familia! Después, inesperadamente, tuvo que partir con María y Jesús lejos de Judea y de Herodes. ¡Cuánta atención y esfuerzo para no dejar rastros de la huida! ¡Cuántas noches sin dormir en medio del desierto para asegurarse que no había ladrones o que no los seguían los soldados para matar al Niño! Precisamente ese Niño que sería el Salvador de Israel… ¡Qué gran responsabilidad era asegurarse de que Jesús creciera sano y fuerte!


 ¿Cómo ejerce José esta custodia?

Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús. (Papa Francisco, 19 de marzo 2013)

San José, además, era un hombre con un gran liderazgo. Curiosamente, era el más “pequeño” en la casa, pues Jesús era Dios y María no tenía ninguna mancha de pecado… ¿Qué había en él, que había cautivado a María desde el primer momento? ¿Qué tenía él, un pobre pecador, que el Rey de reyes le obedecía con tanta mansedumbre?

Tal vez él no se daba cuenta, pero María y Jesús se fijaban en algo que relucía en cada gesto de José: era un hombre justo, que vivía en constante unión con Dios. María se habrá impresionado ante la respuesta de José después de los sueños: la recibió en su casa inmediatamente, y en Belén lo dejó todo en un día para huir a Egipto. Y después, cuando ya tenían una vida tranquila en aquel país, de repente venderlo todo y regresar a Nazaret. José era todo un patriarca, y sin embargo no había podido instalarse en una ciudad por mucho tiempo. Siguiendo la voz de Dios lo había abandonado todo en pos de una promesa, como Abraham. Hacía allá guiaba a su familia. Y no una, sino tres veces: vender la casa, dejar el trabajo, comenzar una vida de nuevo. Siempre atento a la voz del Señor, siempre dispuesto a cumplir su Voluntad… Muchos años después, Jesús dirá a la multitud: “el que escucha la palabra de Dios y la cumple, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12, 50) No mencionó la palabra “padre”; esa estaba reservada para su verdadero Padre, pero también esa palabra la había ganado ya San José después de una vida de docilidad al Padre del cielo.


¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia?

Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio… José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. (Papa Francisco, 19 de marzo 2013)

Jesús en su misión se convirtió también en padre. Al paralítico que bajan del techo lo llama “hijo” (Mt 9,2), y lo mismo a la mujer que tocó su manto: “Hija, tu fe te ha salvado.” (Mc 5, 34) No fueron hijos según la carne, como tampoco lo fue Cristo respecto a José, pero ambos hicieron brillar la faceta más bella de la paternidad. Pues ser padre es dar lo mejor de sí y dar la propia vida todos los días. 

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...