LA ESPERANZA DE MARÍA EN ADVIENTO
"Bienaventurado el que espera en Yahveh" (Sal 33,9).
"Bienaventurado aquel cuya esperanza es Yahveh, su Dios" (Sal 146,5).
La esperanza es una virtud teologal nacida de la fe; la espera es una actitud vital nacida de la esperanza y del amor. "Esperar en"... es tener esperanza; "esperar o aguardar a".. es anhelar al que es objeto de nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.
Por esto es que nadie espera si no cree: "Aguardando la bienaventurada esperanza" (Tito 2,13)
La esperanza se funda en un atributo de Dios; su bondad y su fidelidad a las promesas; la espera se refiere a un encuentro personal con el amado.
María esperó, en primer lugar, que, con la gracia de Dios, podía ser esposa virgen. Estaba ya desposada con San José y se mantenía firme en su propósito de no conocer varón. El Espíritu Santo, que la iluminó para mostrarle el camino de la vida consagrada a Dios, la fortaleció para confiar que pudrían unirse en su vida el ser verdadera esposa y el mantenerse siempre virgen. Y no fue defraudada en su esperanza: el mismo espíritu que a ella la guía por el camino de pureza inmaculada sembró en el corazón de San José, el varón justo, un amor tan casto que hizo posible un matrimonio virginal.
Cuando el ángel le revela los designios de Dios acerca de su maternidad por obra del ES, y no efecto de unión con ningún varón, María espera también, contra toda esperanza natural, que sin intervención humana se depositase en su seno la semilla de la vida, la encarnación del Verbo.
María advierte la angustia y la duda de su esposo San José al conocer de su embarazo. Ella pudo sencillamente manifestar a José el misterio que a Ella se le había revelado, con lo cual sus angustias hubieran desaparecido; pero ella prefería esperar en el plan perfecto de Dios y repetir como en el salmo 74: "Alzate, Oh Dios, y defiende tu causa". Por eso María callaba, oraba y esperaba en Dios. Y por su espera, un ángel se le aparece en sueños a José y le revela que María concibió por obra del ES y que el fruto de sus entrañas virginales seria el Salvador del mundo, el Emmanuel, el Mesías.
Esperando a Dios
Ya antes de que el arcángel la visitara en Nazaret, María esperaba como fiel israelita, con fe mesiánica, la venida del Redentor. Si las Escrituras nos dicen que Simeón "esperaba la consolación de Israel" y que José de Arimatea "esperaba el reino de Dios", podemos imaginarnos como María (la inmaculada) esperaba tan ardientemente al Mesías. Lo esperaba con tanta fuerza y anhelo que mereció ser la escogida para tenerle en su seno, siendo así la mas "bendita entre las mujeres".
Desde el momento que María dio su consentimiento al anuncio del ángel, Ella espera ver con sus propios ojos la plenitud de la promesa hecha por el ángel. Lleva en su corazón la expectación de tener a Dios hecho hombre en sus entrañas, su hijo ya presente dentro de ella. Es este precisamente el misterio del Adviento...esperar con alegría y añoranza la revelación del hijo de Dios. Es María quien inicia el Adviento, y es de Ella de quien la Iglesia aprende a esperar, a permanecer en ese estado de expectación. La Iglesia aprende de María Santísima a vivir el adviento.
A partir de aquel momento de la anunciación empezó en María una nueva espera. Ya estaba llena de Dios por dentro; pero quería estarlo también por fuera. Ya tenía al Verbo encarnado en su seno, pero quería tenerlo también en sus brazos y en su regazo. Ya le notaba en sus entrañas, pero ansiaba verle con sus ojos, oírle con sus oídos, besarle con sus labios, abrazarle con sus brazos, amamantarle con sus pechos.
Por eso María le esperaba con tan firme esperanza. Y a medida que se acercaba el día y la hora, aumentaba en María, el ansia y el deseo de la llegada del Mesías. Ni los mas arrebatadores anhelos de los místicos, cuando en su noche oscura esperan que el Señor se les revele, se puede comparar al anhelo de la espera de María en la noche de Belén.
Con un ardor inmensamente mas encendido, con una esperanza sin comparación mas firme, con un anhelo infinitamente mas vehemente, con un ansia indeciblemente mas sosegada, espero María la hora del alumbramiento.
"Los fieles, considerando el amor inefable con que la Virgen madre espero a su Hijo, están invitados a tomarla como modelo y a prepararse a salir al encuentro del Salvador que viene, velando en oración y
cantando su alabanza" (misal romano prefacio de Adviento)