lunes, 13 de enero de 2014

ORACIÓN A SANTA BERNARDITA, VIDENTE DE LA VIRGEN DE LOURDES


ES EL GRAN TIEMPO DE LA MISERICORDIA

Autor: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va
¡Este es el gran tiempo de la misericordia!
Seguir a Cristo en la vía de la fe y de la caridad, la vía trazada por nuestro Bautismo
 
¡Este es el gran tiempo de la misericordia!
¡Este es el gran tiempo de la misericordia!
Queridos hermanos y hermanas,

hoy es la fiesta del Bautismo del Señor, y esta mañana he bautizado a treinta y dos recién nacidos. Agradezco con ustedes al Señor por estas criaturas y por cada nueva vida. Cada niño que nace es un don de alegría y esperanza, y cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta para la familia de Dios.

La página del Evangelio de hoy subraya que cuando Jesús recibió el bautismo de Juan en el río Jordán, "se abrieron para Él los cielos" (Mt 3,16). Esto realiza las profecías. De hecho, hay un invocación que la liturgia nos hace repetir en el tiempo de Adviento: "¡Si tú abrieras el cielo y descendieras!" (Is 63,19). Si los cielos quedan cerrados, nuestro horizonte en esta vida terrena es oscuro, sin esperanza. En cambio, celebrando la Navidad, la fe, una vez más, nos ha dado la certeza de que los cielos se han abierto con la venida de Jesús. Y en el día del Bautismo de Cristo todavía contemplamos los cielos abiertos.

La manifestación del Hijo de Dios en la tierra marca el comienzo del gran tiempo de la misericordia, después que el pecado había cerrado los cielos, elevando como una barrera entre el ser humano y su Creador. ¡Con el nacimiento de Jesús los cielos se abren! Dios nos dá en Cristo la garantía de un amor indestructible. Desde cuando el Verbo es hizo carne es pues posible ver los cielos abiertos. Ha sido posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para el Bautista, para los Apóstoles de Jesús, para San Esteban, el primer mártir, que exclamó: "¡Contemplo los cielos abiertos!" (At 7,56). Y es posible también para cada uno de nosotros, si nos dejamos invadir por el amor de Dios, que nos es donado la primera vez en el Bautismo, por medio del Espíritu Santo.

¡Dejémonos invadir por el amor de Dios! ¡Este el gran tiempo de la misericordia! ¡No nos olvidemos!

Cuando Jesús recibió el Bautismo de penitencia de Juan el Bautista, solidarizando con el pueblo penitente – Él sin pecado y sin necesidad de conversión - Dios Padre hizo sentir su voz en el cielo: "¡Éste es mi Hijo amado en quien me complazco!" (v 17). Jesús recibe la aprobación del Padre celeste, que ha lo enviado justamente para que acepte compartir nuestra condición, nuestra pobreza. Compartir es el verdadero modo de amar. Jesús no se separa de nosotros, nos considera hermanos y comparte con nosotros. Y así nos hace hijos, junto con Él, de Dios Padre. Ésta es la revelación y la fuente del verdadero amor. Y este es el gran tiempo de la misericordia.

¿No les parece que en nuestro tiempo haya necesidad de un suplemento de comunión fraterna y de amor? ¿No les parece que todos tenemos necesidad de un suplemento de caridad? No aquella que se conforma de la ayuda improvisada que no involucra, no pone en juego, sino de aquella caridad que comparte, que se hace cargo del malestar y del sufrimiento del hermano. ¡Cuál sabor adquiere la vida, cuando se deja inundar por el amor de Dios!

Pidamos a la Virgen Santa que nos sostenga con su intercesión en nuestro compromiso de seguir a Cristo en la vía de la fe y de la caridad, la vía trazada por nuestro Bautismo. 

domingo, 12 de enero de 2014

VERSE EN EL ESPEJO


Verse en el espejo

Un hombre que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron los lentes en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no lo detuvo de ventilar sus fuertes opiniones.

Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo: "El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto".

El hombre siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud y lo apartó discretamente para decirle en voz baja: "Querido, estás mirando un espejo".

Muchas veces nuestras propias faltas, las cuales tardamos en reconocer  y admitir, parecen muy grandes cuando las vemos en los demás. Debemos mirarnos en el espejo más a menudo, observar bien para detectarlas, y tener el valor moral de corregirlas es más fácil negarlas que reconocerlas, por eso es necesario hacer a un lado el orgullo pues solo con humildad podremos ver nuestros defectos y corregirlos.

El que encubre sus faltas no prosperará, más el que las admite y se 
aparta alcanzará misericordia. Proverbios 28:13

SUFRIR SONRIENDO



Autor: Antonio Aldrette | Fuente: Buenas Noticias
Sufrir sonriendo
Afrontar el dolor con alegría


Hace unos días salieron a la luz pública algunos textos del diario de Madre Teresa de Calcuta. Todos los medios se hicieron eco de la noticia: Madre Teresa vivió en el ansia y la dolor los últimos 50 años de su vida. Una noche oscura de su alma, en la que ya no percibía sensiblemente la presencia de Dios.

¡Es impresionante!, cuando lo leí no podía creerlo, lo tuve que leer dos veces: ¡50 años son más de la mitad de su vida! −murió a los 87−. Es decir, Madre Teresa ya vivía en un intenso sufrimiento interior cuando fundó su congregación de las Misioneras de la Caridad. Todavía más impresionante es el hecho de que nunca se le vio en el rostro ni una sola pizca de dolor, ni una sola queja. Por el contrario: siempre una sonrisa en los labios, una mirada sosegada y serena para todos. Sólo verla transmitía, como por irradiación, una inmensa paz.

Este ejemplo de Madre Teresa me hizo pensar en aquello que Franco Richo quiso expresar cuando escribió «Sufrir llorando es humano; sufrir callando es heroico; pero sufrir sonriendo es glorioso». He de confesar que por mucho tiempo yo había pensado que llorar, dejar escapar una queja, desesperarse o ¡hacer lo que sea!, con tal de no callar, era la única manera de afrontar los sufrimientos de la vida.

Siempre me había parecido que callar ante el dolor era una especie de cobardía, camuflada de resignación. Esa resignación a la que siempre le tuve “alergia”, precisamente porque me parecía indigna de alguien que se precie de ser humano. Una resignación que no es auténtica, que no habla de virtud sino que, más bien, se disfraza de virtud siendo en realidad mero temor. Ya lo decía Martín Descalzo: «Yo puedo aceptar esa resignación, que es aceptación serena del dolor y de los hechos, pero me repugna cualquier resignación que amortigüe las ansias de vivir y de mejorar» y añadiría yo que, este segundo tipo de “resignación” –entre comillas–, ni siquiera se puede llamar resignación.

Pero quizás el heroísmo se sitúe más allá del simple “no-quedarse-callado” ante el dolor. Acaso esté justamente en aquellos niveles en los que se alcanza tal grado de dominio que los sufrimientos no logran afectarnos en lo más íntimo de nuestro ser. Sufrimos sin que se note que sufrimos. Un “sufrir-callando” o mejor todavía un “sufrir- sonriendo”. No hablo de masoquismo, hablo de amor heroico.

Acontecimientos come este de Madre Teresa y el rumiar la frase de Richo me hicieron caer en la cuenta de que tenía que existir esta forma más elevada de hacer frente las congojas cotidianas. Ese nivel en el cual el callar o el sonreír ante las dificultades dejan de ser cobardía para transformarse en auténticas piezas de heroísmo. Callar no es fruto del miedo sino del amor. Sonreír no es fruto del nerviosismo o la angustia, sino muestra de felicidad interior. Esto es lo que hace que los 50 años de sufrimiento íntimo en Madre Teresa, llevados con alegría y dignidad, revelen todavía más hermosa y valiente su entrega a los demás −a los más pobres de los pobres−.

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS


PENSAMIENTO MARIANO 26



PENSAMIENTO MARIANO


Mamá María quiero regalarte una flor para darte gracias...
Por acompañarnos y guiarnos en cada decisión que hemos tomado.
Por acudir a lado de tus hijos que claman por ti y por tu hijo amado Jesús!!

Bendita eres princesa celestial, bendita eres por siempre!!!!

PENSAMIENTO MARIANO 25


ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO


ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Asístenos Señor con el don de la fortaleza del Espíritu Santo, que purifique benignamente nuestros corazones, y los preserve de toda maldad. Por nuestro Señor Jesucristo. Así sea

P. Florentín Brusa cmf

sábado, 11 de enero de 2014

PENSAMIENTO MARIANO 24



PENSAMIENTO MARIANO

Honra, reverencia y respeta con especial amor a la sagrada y gloriosa Virgen María, porque es Madre de nuestro Padre soberano y, por consiguiente, nuestra gran Madre. Recurramos, pues, a ella, y como hijuelos suyos echémonos en su regazo en todo tiempo y ocurrencia, con firmisima confianza; invoquemos a esta dulce Madre, imploremos su amor maternal, procuremos imitar sus virtudes y tengamos un afecto verdaderamente filial con esta Señora.

San Francisco de Sales
Introd. a la vida devota, II, 16

BENDITA SEA TU PUREZA



BENDITA SEA TU PUREZA

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Amén.

VIRGEN MARÍA, DULZURA DE LOS ÁNGELES



VIRGEN MARÍA, DULZURA DE LOS ÁNGELES
(de la liturgia bizantina)

Dulzura de los ángeles, alegría de los afligidos, 
abogada de los cristianos, Virgen madre del Señor, protégeme y sálvame de los sufrimientos eternos.

María, purísimo incensario de oro, que ha contenido a la Trinidad excelsa; en ti se ha complacido el Padre, ha habitado el Hijo, y el Espíritu Santo, que cubriéndote con su sombra, Virgen, te ha hecho madre de Dios.

Nosotros nos alegramos en ti, Theotókos; tú eres nuestra defensa ante Dios. Extiende tu mano invencible y aplasta a nuestros enemigos. Manda a tus siervos el socorro del cielo.

SEIS CLAVES DE LA SERENIDAD



Seis claves de la serenidad
Autor: Gonzalo Gallo González


Oprimido por múltiples presiones te preguntas: ¿Cómo hago para dejar la tensión y hallar la calma?

No pretendas encontrar una fórmula mágica, pero practica lo que hacen los seres serenos:

1- Vive en paz con tu conciencia y tus valores. Una vida inmoral te hunde y te destroza.

2- Pon tu vida en las manos de Dios. Camina en su presencia y su amor te llenará de luz y de paz.

3- Cuida tu vida de familia con afecto, detalles y tolerancia. Haz de tu familia un oasis con el amor.

4- Sé buen amigo de tus amigos ya que en la amistad hallas esa paz y ese apoyo que no compra el dinero.

5- No seas esclavo del dinero ni del poder. Sólo los seres desapegados son libres y viven en paz.

6- Asume compromisos de servicio social. Ayudando a otros que están peor sabrás valorar y agradecer lo que tienes.

¡Animo! Elige ser feliz hoy y aquí.

¿SABES LO QUE ES SER UN BUEN AMIGO?


Sabes lo que es ser un buen amigo


El buen amigo es aquel que te hace enfrentar la verdad.
Es aquel que se acerca a ti, tanto en las buenas como en las malas.
Es aquel que te ayudará en un momento de una enfermedad.
Es aquel que te prestará dinero sin acumular intereses.
Es aquel que te defenderá cuándo otros hablen mal de ti.
Es aquel que creerá en tu inocencia hasta que admitas tu culpabilidad.
Es aquel que hará todo por ti, sin esperar nada a cambio.
Un buen amigo es aquel que llega cuando todos se han ido.
Si tienes alguien así, entonces es un buen amigo..
Por lo tanto tienes un tesoro...
Por lo tanto : Cuídalo!

CON MI MADRE



Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Con mi Madre
En tus manos de Madre dejo mis propósitos, para que los conviertas en realidades.

Con mi Madre
Vengo de estar con María.

Sencilla y cordialmente le he dicho:

En tus manos de Madre dejo mis propósitos,
para que los conviertas en realidades.
Dame el amor a Jesús,
la alegría de vivir,
el deseo de ayudar a mis hermanos.

Quítame la seriedad de esa cara ceñuda,
y alégrame con la paz y confianza en Dios.
También pongo en tus manos mi trabajo,
mi vida y mi muerte.

Vivir contigo es dulcísimo consuelo,
morir en tus brazos la más dulce muerte.
Quiero vivir junto a ti.
Quiero morir en tus brazos.

viernes, 10 de enero de 2014

LA JOVEN MARÍA LIBRADA DEL DEMONIO


La joven María librada del demonio


Refiere el P. Rho en su libro de los Sábados, y el P. Lireo en su Trisagio Mariano, que hacia el año 1465, vivía en Güeldres una joven llamada María. Un día la mandó un tío suyo a la ciudad de Nimega a hacer unas compras, diciéndole que pasara la noche en casa de otra tía que allí vivía. Obedeció la joven, pero al ir por la tarde a casa de la tía, ésta la despidió groseramente. La joven desconsolada, emprendió el camino de vuelta. Cayó la noche por el camino, y ella, encolerizada, llamó al demonio en su ayuda. He aquí que se le aparece en forma de hombre, y le promete ayudarla con cierta condición. “Todo lo haré”, respondió la desgraciada. “No te pido otra cosa –le dijo el enemigo– sino que de hoy en adelante no vuelvas a hacer la señal de la cruz y que cambies de nombre”. “En cuanto a lo primero, no haré más la señal de la cruz –le respondió–, pero mi nombre de María, no lo cambiaré. Lo quiero demasiado”. “Y yo no te ayudaré”, le replicó el demonio. Por fin, después de mucho discutir, convinieron en que se llamase con la primera letra del nombre de María, es decir: Eme. Con este pacto se fueron a Amberes; allí vivió seis años con tan perversa compañía, llevando una vida rota, con escándalo de todos.

Un día le dijo al demonio que deseaba volver a su tierra; al demonio le repugnaba la idea, pero al fin hubo de consentir. Al entrar los dos en la ciudad de Nimega, se encontraron con que se representaba en la plaza la vida de Santa María. Al ver semejante representación, la pobre Eme, por aquel poco de devoción hacia la Madre de Dios que había conservado, rompió a llorar. “¿Qué hacemos aquí? –le dijo el compañero–. ¿Quieres que representemos otra comedia?” La agarró para sacarla de aquel lugar, pero ella se resistía, por lo que él, viendo que la perdía, enfurecido la levantó en el aire y la lanzó al medio del teatro. Entonces la desdichada contó su triste historia. Fue a confesarse con el párroco que la remitió al obispo y éste al Papa. Éste, una vez oída su confesión, le impuso de penitencia llevar siempre tres argollas de hierro, una al cuello, y una en cada brazo. Obedeció la penitente y se retiró a Maestricht donde se encerró en un monasterio para penitentes. Allí vivió catorce años haciendo ásperas penitencias. Una mañana, al levantarse vio que se habían roto las tres argollas. Dos años después murió con fama de santidad; y pidió ser enterrada con aquellas tres argollas que, de esclava del infierno, la habían cambiado en feliz esclava de su libertadora.

Fuente: Las Glorias de María. San Alfonso María de Ligorio

LA APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A UN DEVOTO SUYO



La Aparición de la Virgen María a un devoto suyo


Refiere el P. Silvano Razzi que un devoto clérigo, muy amante de nuestra reina María, habiendo oído alabar tanto su belleza, deseaba ardientemente contemplar, siquiera una vez, a su señora, y humildemente le pedía esta gracia. La piadosa Madre le mandó a decir por un ángel que quería complacerlo dejándose ver de él, pero haciendo el pacto de que en cuanto la viera se quedaría ciego. El devoto clérigo aceptó la condición. Un día, de pronto, se le apareció la Virgen; y él, para no quedar ciego del todo, quiso mirarla tan sólo con un ojo; pero enseguida, embriagado de la belleza de María, deseó contemplarla con los dos, mas antes de que lo hiciera desapareció la visión.

Sin la presencia de su reina estaba afligido y no cesaba de llorar, no por la vista perdida de un ojo, sino por no haberla contemplado con los dos. Por lo que la suplicaba que se le volviera a aparecer aunque se quedara ciego del todo. Y le decía: Feliz y contento perderé la vista, oh señora mía, por tan hermosa causa, pues quedaré más enamorado de ti y de tu hermosura. De nuevo quiso complacerle María y consolarlo con su presencia; pero como esta reina tan amable no es capaz de hacerle mal a nadie, al aparecerse la segunda vez no sólo no le quitó la vista del todo, sino que le devolvió la que le faltaba.

Fuente: Las Glorias de María. San Alfonso María de Ligorio

AMOR A MARÍA


Amor a María...
Cardenal Suenes


Nuestro amor por maría puede revestir distintos grados, desde el recuerdo en los momentos difíciles para solicitar su socorro, hasta la imitación de su vida. Esta devoción arranca de su maternidad: primero Madre de Jesús y en El y con El Madre de todos los hombres y, más en concreto, de la Iglesia. 

Ella es quien nos invita a participar de su misión maternal y a prolongar su obra. Quiere que penetremos en sus intenciones a fin de amar mejor a su Hijo en el prójimo. Nos pide que le sirvamos con un respeto infinito bajo las apariencias del prójimo, y que veamos siempre, como ella, a Jesús en cada hombre, aproximándonos a él no como un superior o un igual, sino como un inferior que se acerca al maestro. Quiere que amemos al prójimo con su misma delicadeza y tacto, con aquella perseverancia propia de una madre que no abandona jamás a su hijo. 


ORACIÓN PARA PEDIR LA SALUD DE LOS ENFERMOS A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES


ORACIÓN PARA PEDIR 
LA SALUD DE LOS ENFERMOS A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

¡Oh amabilísima Virgen de Lourdes, Madre de Dios y Madre nuestra! Llenos de aflicción y con lágrimas fluyendo de los ojos, acudimos en las horas amargas de la enfermedad a vuestro maternal corazón, para pediros que derraméis a manos llenas el tesoro de vuestras misericordias sobre nosotros.

Indignos somos por nuestros pecados de que nos escuchéis: pero acordaos, os diré con vuestro siervo San Bernardo, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos haya sido abandonado de Vos.¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima! Ya que Dios obra por vuestra mano curaciones sin cuento en la Gruta prodigiosa de Lourdes, sanando tantas víctimas del dolor, guardad también una mirada de bendición para nuestro pobre enfermo… Alcanzadle de vuestro Divino Hijo Jesucristo la deseada salud, si ha de ser para mayor gloria de Dios. Pero  mucho más alcanzadnos a todos el perdón de nuestros pecados, paciencia y resignación en los sufrimientos y sobre todo un amor grande y eterno a nuestro Dios prisionero por nosotros en los Sagrarios. Amén.

Virgen de Lourdes, rogad por nosotros.
Consuelo de los afligidos, rogad por nosotros.
Salud de los enfermos, rogad por nosotros.

Rezar tres Avemarías.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES


ORACIÓN A NTRA. DE LOURDES

Dóciles a la invitación de tu voz maternal, oh Virgen Inmaculada de Lourdes, acudimos a tus pies en la humilde gruta donde aparecisteis para indicar a los extraviados el camino de la oración y penitencia, dispensando a los que sufren las gracias y prodigios de tu soberana bondad.

Recibid, oh reina compasiva, las alabanzas y súplicas que pueblos y naciones, unidos en la angustia y la amargura, elevan confiados a Ti.

¡Oh blanca visión del paraíso, aparta de los espíritus las tinieblas del error con la luz de la fe! ¡Oh mística rosa, socorre las almas abatidas, con el celeste perfume de la esperanza! ¡Oh fuente inagotable de aguas saludables, reanima los corazones endurecidos, con la ola de la divina caridad!

Haz que nosotros tus hijos, confortados por Ti en las penas, protegidos en los peligros, apoyados en las luchas, amemos y sirvamos a tu dulce Jesús, y merezcamos los goces eternos junto a Ti. Amén.

Oración compuesta por Pío XII

jueves, 9 de enero de 2014

NOVENA DE LA CONFIANZA A MARÍA AUXILIADORA


NOVENA DE LA CONFIANZA A MARÍA AUXILIADORA 


Madre mía de mi vida,
auxilio de los cristianos, 
la pena que me atormenta, 
pongo en tus benditas manos. 
(Ave María)

Tú que sabes mis secretos, 
pues todos te los confío, 
da la paz a los turbados 
y alivio al corazón mío. 
(Ave María)

Y aunque tu amor no merezco, 
nadie recurre a Ti en vano, 
pues eres Madre de Dios 
y Auxilio de los cristianos. 
(Ave María)
Finalmente, se reza la oración de San Bernardo:


Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.
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