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sábado, 25 de enero de 2014
PREGÚNTAME
PREGÚNTAME
Señor, si un día estuviera sofocado, agobiado, harto de la vida, con deseos de desaparecer, de morir, insatisfecho conmigo mismo y con el mundo a mi alrededor...
Pregúntame si quiero cambiar la mesa puesta por los restos que tantos buscan en la basura;
Pregúntame si quiero cambiar mis pies por una silla de ruedas;
Pregúntame si quiero cambiar mi voz, por las señas;
Pregúntame si quiero cambiar el mundo de los sonidos por el silencio de los que no oyen nada;
Pregúntame si quiero cambiar el diario que leo y después echo a la basura, por la miseria de los que van a buscarlo para hacerse con él una manta;
Pregúntame si quiero cambiar mi salud, por las enfermedades de tanta gente;
Pregúntame si quiero cambiar la luz por las tinieblas;
Pregúntame hasta cuándo no reconoceré tus bendiciones, para hacer de mi vida un himno de alabanza y gratitud y decir, todos los días, desde el fondo de mi corazón:
¡Gracias Señor por este nuevo día!
viernes, 24 de enero de 2014
HOY SEMBRARÉ
HOY SEMBRARÉ:
Hoy sembraré una sonrisa…para que haya más alegría.
Hoy sembraré una palabra consoladora…para cosechar serenidad.
Hoy sembraré un gesto de caridad…para que haya más caridad.
Hoy sembraré una oración…para que el hombre esté más cerca de Dios.
Hoy sembraré palabras y gestos de verdad…para que no crezca la mentira.
Hoy sembraré serenidad de acciones…para colaborar con la paz.
Hoy sembraré un gesto pacífico… para que haya menos nervios.
Hoy sembraré en mi mente una buena lectura…para el gozo de mi espíritu.
Hoy sembraré justicia en mis gestos y palabras…para que reine la verdad.
Hoy sembraré un gesto de delicadeza…para que haya más bondad.
Hoy sembraré amor... para que Jesús me guarde siempre en su Sagrado Corazón y pueda ser la mano abierta y tendida a mi prójimo para ayudarlo en cuanto pueda necesitar.
ORACIÓN POR LA CARIDAD
Oración por la Caridad
Oh, amado Jesús. Ayúdame a esparcir Tu fragancia por donde quiera que vaya.
Inunda mi alma con Tu Espíritu y Vida. Penetra y posee todo mi ser tan completamente, que mi vida entera sea un resplandor de la Tuya.
Brilla a través de mi y permanece tan dentro de mi, que cada alma con que me encuentre pueda sentir Tu presencia en la mía.
¡Permite que no me vean a mi sino solamente a Jesús! Quédate conmigo y empezaré a resplandecer como Tú, a brillar tanto que pueda ser una luz para los demás. La luz oh, Jesús, vendrá toda de Ti, nada de ella será mía; serás Tú quien resplandezca sobre los demás a través de mi. Brillando sobre quienes me rodean, permíteme alabarte como mas te gusta. Permíteme predicarte sin predicar, no con palabras sino a través de mi ejemplo, a través de la fuerza atractiva, de la influencia armoniosa de todo lo que haga, de la inefable plenitud del amor que existe en mi corazón por Ti.
Amen.
Madre Teresa de Calcuta
jueves, 23 de enero de 2014
APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A LOS PASTORES
Aparición a los pastores
Rainer María Rilke
Alzad la vista, vosotros, los que estáis en torno al fuego;
vosotros, que conocéis la inmensidad del cielo;
astrólogo, acércate aquí. Mira, yo soy una nueva
estrella que asciende. Toda mi esencia arde
y refulge con tal fuerza y está tan prodigiosamente
llena de luz que el profundo firmamento
ya no es bastante para mí. Dejad que mi brillo
penetre en vuestra existencia. Oh, las miradas oscuras,
los oscuros corazones, destinos bajo la noche
que en vosotros se colman. Pastores, qué solo
estoy en vosotros. De pronto se hace para mí espacio.
No os maravilléis: el árbol frondoso del pan arroja una sombra.
En esta fuerte luz sucederá mucho. Os lo revelo confidencialmente,
pues vosotros sois callados; a vosotros rectos creyentes,
habla aquí todo. Habla la lluvia y el ardiente estío,
el vuelo de los pájaros, el viento y lo que seáis,
nada de todo eso degenera en vanidad, haciendo
alarde de peso y crecimiento. Vosotros no retenéis
las cosas en la comisura de vuestros pechos
para atormentarlas. Al igual que la alegría fluye
a través de un ángel, así se propaga por vosotros
lo terrenal. Y cuando una mata de zarzas
empezó de pronto a arder, aún le era dado
al Eterno llamaros desde allí, y los Querubines,
cuando se dignaban encaminar sus pasos
al lado de vuestros rebaños, no os sorprendían:
os dejabais caer sobre vuestro rostro,
adorabais y llamabais a esto la tierra.
Pero eso fue. Ahora debe ser un Nuevo,
por el que el orbe con más esfuerzo se ensanche.
¿Qué son para vosotros unas zarzas?: Dios se identifica
en el regazo de una virgen. Yo soy el resplandor
de su intimidad, la estrella que os guía.
EUCARISTÍA Y CARIDAD
Autor: P. Antonio Rivero | Fuente: Catholic.net Eucaristía y caridad | |
¡El amor es entrega y donación! Y en la Eucaristía, Dios se entrega y se dona completamente a nosotros. | |
¿Qué le movió a quedarse con nosotros? ¿Qué le movió a darnos su cuerpo? ¿Qué le movió a hacerse pan tan sencillo? ¿A encerrarse en esa cárcel, que es cada Sagrario? ¿A dejar el Cielo, tranquilo y limpio, y bajar a la Tierra, que es un valle de lágrimas y sufrimientos sin fin? ¿A dejar el calor de su Padre Celestial y venir a esta tierra tibia, a veces gélida, y experimentar la soledad en tantos Sagrarios? ¿A despojarse de sus privilegios divinos y dejarlos a un lado para revestirse de ropaje humilde, sencillo, pobre, como es el ropaje del pan y vino? ¿Qué modelos humanos nos sirven para explicar el misterio de la eucaristía como gesto de amor? Veamos el ejemplo de una madre. Primero, alimenta a su hijo en su seno, con su sangre, durante esos nueve meses de embarazo. Luego, ya nacido, le da el pecho. ¿Han visto ustedes algo más conmovedor, más lindo, más tierno, más amoroso que una madre amamantando a su propio hijo de sus mismos pechos, dándole su misma vida, su mismo ser? Así como una madre alimenta a su propio hijo con su misma vida, de su mismo cuerpo y con su misma sangre, así también Dios nos alimenta con el cuerpo y la sangre de su mismo Hijo Jesucristo, para que tengamos vida de Dios, y la tengamos en abundancia. Y al igual que esa madre no se ahorra nada al amamantar a su hijo “no sea que me quede sin nada”, así también Dios no se ahorra nada y nos da todo: cuerpo, alma, sangre y divinidad de su Hijo en la eucaristía. ¡El amor es entrega y donación! Y en la Eucaristía, Dios se entrega y se dona completamente a nosotros. ¡Cuántos gestos de amor nos demuestra Cristo en la eucaristía! Fuimos invitados al banquete: “Vengan, está todo preparado. El Rey ha mandado matar el mejor cordero que tenía. Vengan y entren”. Cuando a uno lo invitan a una boda, a una fiesta, a un banquete, es por un gesto de amor. Ya en el banquete, formamos una comunidad, una familia, donde reina un clima de cordialidad, de acogida. No estamos aislados, ni en compartimentos estancos. Nos vemos, nos saludamos, nos deseamos la paz. ¡Es el gesto del amor fraterno! El gesto de limpiarnos y purificarnos antes de comenzar el banquete, con el acto penitencial: “Yo confieso”, pone de manifiesto que el Señor lava nuestra alma y nuestro corazón, como a los suyos les lavó los pies. ¡Qué amor delicado! Después, en la liturgia de la Palabra, Dios nos explica su Palabra. Se da su tiempo de charla amena, seria, provechosa y enriquecedora. ¡Qué amor atento! Más tarde, en el momento de la presentación de las ofrendas, Dios nos acepta lo poco que nosotros hemos traído al banquete: ese trozo de pan y esas gotitas de vino y ese poco de agua. El resto lo pone Él. ¡Que amor generoso! Nos introduce a la intimidad de la consagración, donde se realiza la suprema locura de amor: manda su Espíritu para transformar ese pan y ese vino en el Cuerpo y Sangre de su Hijo. Y se queda ahí para nosotros real y sacramentalmente, bajo las especies del pan y del vino. ¡Pero es Él! ¡Qué amor omnipotente, qué amor humilde! No tiene reparos en quedarse reducido a esas simples dimensiones. Y baja para todos, en todos los lugares y continentes, en todas las estaciones. Independientemente de que se le espere o no, que se le anhele o no, que se le vaya a corresponder o no. El amor no se mide, no calcula. El amor se da, se ofrece. Y, finalmente, en el momento de la Comunión se hospeda en nuestra alma y se hace uno con nosotros. No es Él quien se transforma en nosotros; sino nosotros en Él. ¡Qué misterio de amor! ¡Qué diálogos de amor podemos entablar con Él! Amor con amor se paga. |
ORACIONES DE NIÑO A LA VIRGEN MARÍA
Oraciones de niño a la Virgen María
Rafael Ángel Marañón
Virgencita de mi vida,
Haz que en esta tierna infancia
Yo te rece con constancia,
En mi inocencia rendida.
En la noches y en los días,
De mis venideros años,
Te ofrezca, libre de engaños,
Mi amor y mis alegrías.
Y al confirmar que te quiero,
Te ofrezco en esta oración
Todito mi corazón,
Pleno de amor placentero.
Nunca me dejes señora
Que yo con amor me entrego
A ti con cariño ciego
En esta presente hora.
Haz de mi vida un altar
Donde ofrecerte mi vida
Como una ofrenda mecida
Cerca de mi corazón.
Y cuando a Jesús me llegue
Pletórico de alegría
Ven tú en mi compañía
Y a los dos juntos nos lleve.
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
De San Ildefonso de Toledo
(del Libro de la perpetua virginidad de Santa María)
A ti acudo, única Virgen y Madre de Dios. Ante la única que ha obrado la Encarnación de mi Dios me postro.
Me humillo ante la única que es madre de mi Señor. Te ruego que por ser la Esclava de tu Hijo me permitas consagrarme a ti y a Dios, ser tu esclavo y esclavo de tu Hijo, servirte a ti y a tu Señor.
A Él, sin embargo, como a mi Creador y a ti como madre de nuestro Creador; a Él como Señor de las virtudes y a ti como esclava del Señor de todas las cosas; a Él como a Dios y a ti como a Madre de de Dios.
Yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Tú eres mi Señora, porque eres esclava de mi Señor.
Concédeme, por tanto, esto, ¡oh Jesús Dios, Hijo del hombre!: creer del parto de la Virgen aquello que complete mi fe en tu Encarnaciòn; hablar de la maternidad virginal aquello que llene mis labios de tus alabanzas; amar en tu Madre aquello que tu llenes en mi con tu amor; servir a tu Madre de tal modo que reconozcas que te he servido a ti; vivir bajo su gobierno en tal manera que sepa que te estoy agradando y ser en este mundo de tal modo gobernado por Ella que ese dominio me conduzca a que Tú seas mi Señor en la eternidad.
¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil en las manos del sumo Dios, consiga con mis ruegos ser ligado a la Virgen Madre por un vínculo de devota esclavitud y vivir sirviéndola continuamente!
Pues los que no aceptáis que María sea siempre Virgen; los que no queréis reconocer a mi Creador por Hijo suyo, y a Ella por Madre de mi Creador; si no glorificáis a este Dios como Hijo de Ella, tampoco glorificáis como Dios a mi Señor. No glorificáis como Dios a mi Señor los que no proclamáis bienaventurada a la que el Espíritu Santo ha mandado llamar así por todas las naciones; los que no rendís honor a la Madre del Señor
con la excusa de honrar a Dios su Hijo.
Sin embargo yo, precisamente por ser siervo de su Hijo, deseo que Ella sea mi Señora; para estar bajo el imperio de su Hijo, quiero servirle a Ella; para probar que soy siervo de Dios, busco el testimonio del dominio sobre mi de su Madre; para ser servidor de Aquel que engendra eternamente al Hijo, deseo servir fielmente a la que lo ha engendrado como hombre.
Pues el servicio a la Esclava está orientado al servicio del Señor; lo que se da a la Madre redunda en el Hijo;
lo que recibe la que nutre termina en el que es nutrido,
y el honor que el servidor rinde a la Reina viene a recaer sobre el Rey.
Por eso me gozo en mi Señora,
canto mi alegría a la Madre del Señor,
exulto con la Sierva de su Hijo, que ha sido hecha Madre de mi Creador y disfruto con Aquélla en la que el Verbo se ha hecho carne.
Porque gracias a la Virgen yo confio en la muerte de este Hijo de Dios y espero que mi salvación y mi alegría venga de Dios siempre y sin mengua, ahora, desde ahora y en todo tiempo y en toda edad por los siglos de los siglos.
Amén.
martes, 21 de enero de 2014
ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA
Oraciónes a la Virgen de Altagracia
!Oh, Madre de la divina sabiduría y por eso Madre de Dios de Altagracia! Postrado/a a tus pies vengo a pedirte dos gracias con esta oración.
La primera es una alta gracia de grande honra y gloria para la tierra, pues es la exaltación de la santa fe católica, la extirpación de las herejías, la paz y concordia entre los cristianos, las victorias contra los infieles y la rendición de los cristianos cautivos.
La segunda es la gracia justificante para este/a arrepentido/a pecador/a, que ya aborrece los viles deleites de la culpa, y propone no ofender más a la bondad infinita.
Por tu mano, Señora, espero esta misericordia, para que después de servirte en esta vida, llegue a gozar en la otra de la Divina Gracia.
Para que más bien pueda contar las misericordias de Dios, os pido atendáis a mi necesidad y me concedáis la gracia que os voy a pedir.
(Aquí parándose un poco en silencio, pedirá cada uno lo que necesite), y después dirá:
Así Madre mía lo espero de vuestra piadosa liberalidad; más si acaso no conviniere mi petición, me resigno en tu santísima voluntad; dadme paciencia para tolerar los trabajos y pasiones de la vida, hasta el fin dichoso de verte con tu hijo Jesús en la gloría. Amén.
Oración de Consagración de la familia a la Virgen María de la Altagracia.
¡Oh Madre de La Altagracia!
Queremos consagrarnos a Ti.
Y por eso te reconocemos a partir de este día
como Reina de nuestra familia.
Virgen María de La Altagracia,
hoy consagramos nuestras vidas a Ti.
Sentimos necesidad constante de tu presencia
para que nos protejas, nos guíes y nos consueles.
Sabemos que en Ti encontramos el amor de una madre
y todos los ejemplos de la primera discípula de Jesús.
Tú nos dices con mucha sabiduría:
Hagan todo lo que Él diga.
Dios nos conceda la Alta Gracia de vivir para Ti,
de amarte, escucharte e imitarte hoy y siempre;
ayúdanos a ser padres ejemplares para nuestros hijos.
Amadísima Madre de La Altagracia,
enséñanos y a nuestros hijos a amar a Jesús.
Haznos dignos de Jesús y de Ti, Madre,
y que la Consagración de este día,
nos una más a Ti y a tu Hijo.
Santa María Virgen de La Altagracia, Reina de nuestra
familia, ¡Ruega por nosotros! ¡Ruega por nuestros
jóvenes! ¡Ruega por nuestras familias! Amén.
NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA, ADVOCACIÓN MARIANA, 21 DE ENERO
Autor: . | Fuente: Corazones.org
Nuestra Señora de la Altagracia
Advocación Mariana, 21 de enero
Patrona de República Dominicana
Tiene la República Dominicana dos advocaciones marianas:
Nuestra Señora de la Merced, proclamada en 1616, durante la época de la colonia, y la Virgen de la Altagracia, Protectora y Reina del corazón de los dominicanos. Su nombre: "de la Altagracia" nos recuerda que por ella recibimos la mayor gracia que es tener a Jesucristo Nuestro Señor. Ella, como Madre, continua su misión de mediadora unida inseparablemente a su Hijo. Los hijos de Quisqueya la llaman cariñosamente "Tatica, la de Higüey".
Existen documentos históricos que prueban que en el año de 1502, en la Isla de Santo Domingo, ya se daba culto a la Virgen Santísima bajo la advocación de Nuestra Señora de la Altagracia, cuyo cuadro pintado al óleo fue traído de España por los hermanos Alfonso y Antonio Trejo, que eran del grupo de los primeros pobladores europeos de la isla. Al mudarse estos hermanos a la ciudad de Higüey llevaron consigo esta imagen y más tarde la ofrecieron a la parroquia para que todos pudieran venerarla. En el 1572 se terminó el primer santuario altagraciano y en el 1971 se consagró la actual basílica.
La piedad del pueblo cuenta que la devota hija de un rico mercader pidió a este que le trajese de Santo Domingo un cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia. El padre trató inútilmente de conseguirlo por todas partes; ni clérigos ni negociantes, nadie había oído hablar de esa advocación mariana. Ya de vuelta a Higüey, el comerciante decidió pasar la noche en una casa amiga. En la sobremesa, apenado por la frustración que seguramente sentiría su hija cuando le viera llegar con las manos vacías, compartió su tristeza con los presentes relatándoles su infructuosa búsqueda.
Mientras hablaba, un hombre de edad avanzada y largas barbas, que también iba de paso, sacó de su alforja un pequeño lienzo enrollado y se lo entregó al mercader diciéndole: "Esto es lo que usted busca". Era la Virgen de la Altagracia. Al amanecer el anciano había desaparecido envuelto en el misterio. El cuadro de Ntra. Sra. de la Altagracia tiene 33 centímetros de ancho por 45 de alto y según la opinión de los expertos es una obra primitiva de la escuela española pintada a finales del siglo XV o muy al principio del XVI. El lienzo, que muestra una escena de la Natividad, fue exitosamente restaurado en España en 1978, pudiéndose apreciar ahora toda su belleza y su colorido original, pues el tiempo, con sus inclemencias, el humo de las velas y el roce de las manos de los devotos, habían alterado notablemente la superficie del cuadro hasta hacerlo casi irreconocible.
Sobre una delgada tela aparece pintada la escena del nacimiento de Jesús; la Virgen, hermosa y serena ocupa el centro del cuadro y su mirada llena de dulzura se dirige al niño casi desnudo que descansa sobre las pajas del pesebre. La cubre un manto azul salpicado de estrellas y un blanco escapulario cierra por delante sus vestidos.
María de la Altagracia lleva los colores de la bandera Dominicana anticipando así la identidad nacional. Su cabeza, enmarcada por un resplandor y por doce estrellas, sostiene una corona dorada colocada delicadamente, añadida a la pintura original. Un poco retirado hacia atrás, San José observa humildemente, mirando por encima del hombro derecho de su esposa; y al otro lado la estrella de Belén brilla tímida y discretamente.
El marco que sostiene el cuadro es posiblemente la expresión más refinada de la orfebrería dominicana. Un desconocido artista del siglo XVIII construyó esta maravilla de oro, piedras preciosas y esmaltes, probablemente empleando para ello algunas de las joyas que los devotos han ofrecido a la Virgen como testimonio de gratitud.
La imagen de Nuestra Señora de la Altagracia tuvo el privilegio especial de haber sido coronada dos veces; el 15 de agosto de 1922, en el pontificado de Pío XI y por el Papa Juan Pablo II, quien durante su visita a la isla de Santo Domingo el 25 de enero de 1979, coronó personalmente a la imagen con una diadema de plata sobredorada, regalo personal suyo a la Virgen, primera evangelizadora de las Américas. Juan Pablo II también visitó a la Virgen en su basílica en Higüey
lunes, 20 de enero de 2014
LO QUE VALE LA PENA RECORDAR
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net Lo que vale la pena recordar | |
El mundo nos ha llenado de prisas, de reacciones ante lo inmediato y nos hacen dejar de lado recuerdos importantes, decisivos. | |
Olvidamos muchas cosas. Nombres, calles, lugares, hechos, datos. Hay, ciertamente, olvidos que se agradecen. A nadie le gusta recordar cómo nos falló aquel amigo, qué nos hizo un compañero de trabajo, cómo sufrimos ante un fracaso. Pero otros olvidos nos dañan en lo más profundo del alma. Porque no es sano olvidar que no hemos pedido perdón a quien hemos ofendido, o que no hemos dado gracias a quien nos tendió la mano en el momento en el que más lo necesitamos. El mundo nos ha llenado de prisas, de reacciones ante lo inmediato. Los mensajes del teléfono móvil, o los que transmitidos y recibimos en las redes sociales (Facebook, Twitter y compañía) nos encadenan al presente, y nos hacen dejar de lado recuerdos importantes, decisivos. Frente a tantas prisas, y ante el desgaste continuo de una memoria frágil, hay que aprender a recordar lo que vale la pena. Porque vale la pena recordar que tenemos unos familiares, cercanos o lejanos, a los que debemos mucho y que esperan un poco de cariño. Porque vale la pena recordar a esos hombres y mujeres que de manera oculta permiten que funcionen la electricidad, el agua y las ambulancias. Porque vale la pena recordar que son muchos los corazones buenos que dejaron su tiempo e incluso su salud para enseñarnos, para curarnos, para tendernos una mano cuando más lo necesitábamos. Porque vale la pena recordar que el mundo no viene de la nada, sino que surge desde un Amor inmenso, desde un Dios que recuerda, eternamente, a cada uno de sus hijos. Hay cosas que vale la pena recordar. Más allá de lo inmediato, una memoria abierta y un corazón sensible harán posible recuerdos valiosos, desde los que cada uno podrá dar gracias o pedir perdón. Con una buena memoria, también el presente se hará más llevadero y el futuro será afrontado con humildad, alegría y esperanza, porque sabremos vivir cada día recordando el inmenso Amor que Dios nos ofrece cada día. |
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA NIÑA
ORACIÓN A LA VIRGEN NIÑA
Pequeña y dulce Maria, princesa mia, sin pecado concebida, estrella de mis dias y desde niña la mas perfecta profecia. Ilumina esta vida mia, a veces enceguecida, sin ansias ni dicha y totalmente empobrecida. Hazme, pequeña Maria, luz en estos dias y resplandor en la oscuridad del alma mia. Hazme niño, pequeñito y dulcisimo para que el Buen Dios escriba lo que ha querido de esta vida, para su gloria y como verdad que ilumina.
Amen
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO (San Agustín)
Respira en mí, oh Espíritu Santo,
Para que sea santo mi pensar.
Impéleme, oh Espíritu Santo,
Para que sea santa mi actitud.
Atráeme, oh Espíritu Santo,
Para que yo ame lo que es santo.
Fortaléceme, oh Espíritu Santo.
Protégeme, oh Espíritu Santo,
Para que jamás pierda lo que es santo.
Amén.
domingo, 19 de enero de 2014
ORACIÓN FRANCISCA POR LA PAZ
ORACIÓN FRANCISCA POR LA PAZ
¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.
SALUDO A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA
Saludo a la Bienaventurada Virgen María
(S. Francisco)
Salve, Señora, santa Reina,
santa Madre de Dios, María,
que eres virgen hecha iglesia
y elegida por el santísimo Padre del cielo,
a la cual consagró Él
con su santísimo amado Hijo
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la cual estuvo y está
toda la plenitud de la gracia y todo bien.
Salve, palacio suyo;
salve, tabernáculo suyo;
salve, casa suya.
Salve, vestidura suya;
salve, esclava suya;
salve, Madre suya
y todas vosotras, santas virtudes,
que sois infundidas por la gracia
e iluminación del Espíritu Santo
en los corazones de los fieles,
para que de infieles hagáis fieles a Dios.
AQUÍ TRAIGO LA CURA PARA CURAR CUALQUIER ENFERMEDAD
Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net ¡Aquí traigo la cura para curar cualquier enfermedad! | |
El hombre no sólo es un cuerpo sano o enfermo. El hombre también es alma, espíritu. | |
- ¡Ya llegó! ¡Aquí traigo la cura para curar cualquier enfermedad! Para todo tengo remedio: para ardor de estómago, dolor de rodillas, malestar de cabeza... ¡Vengan por el remedio que han estado esperando! Gritaba el brujo del Imperio, subido sobre un amplio tronco, poblado de retoños verdes, desde donde la multitud podía verle con facilidad. Una horda de aldeanos se apiñaba a su alrededor. El vasallo, que paseaba por allí, permaneció observando la escena, por un breve espacio de tiempo. - ¡Pidan lo que necesiten! ¿Qué enfermedad les achaca? ¡Pidan, pidan! Una mujer alzó la voz: - Tengo dos años con un dolor de huesos espantoso. No hay día que no me duelan. Nada me ha podido curar... - ¡Señora! –exclamó el brujo- Aquí traigo lo que usted necesita. Tome. Hierva estas hojas y tómese dos tazas cada hora. Verá: en tres días, adiós dolores... La gente permanecía sorprendida. Otra voz sonó: - Llevo treinta días sin dormir. Cuando trato de cerrar los ojos, un ardor de estómago me hace pasar la noche en vela. Tengo hijos que mantener y en el trabajo no rindo, porque llego muy cansado... - Pero, caballero... ¡Por qué no acudió conmigo antes! Lo que usted necesita es un masaje diario con este aceite de flor silvestre. Únteselo antes de acostarse y verá que en cinco escasos días dormirá más profundo que una piedra. Parecía que el brujo tenía cura para todo y para todos, pues cientos de manos se alzaban y, en cuestión de minutos quedaban saciadas. El vasallo sintió deseos de acercarse también, para pedirle a aquel hombrecillo feo y encorvado algún remedio para su dolor de pies. Y así, de entre la gente aglutinada alrededor del brujo, cuando éste seguía con sus entregas de mercancía, un joven apuesto alzó la mano. Elevando la voz, dijo: - Si eres capaz de curarlo todo, dame algo para este mal que traigo... El brujo fijó sus ojos en el joven y los aldeanos guardaron silencio. - ¿Qué cosa te duele? – preguntó el brujo y el joven contestó: - El alma. - ¿El alma? Pero, jovencito, si yo no puedo curar esas cosas... - Entonces – agregó el joven -, ¿por qué pregonas que eres capaz de curarlo todo cuando no tienes remedio para sanar lo más importante? Y tan grande fue el enfado de aquel joven, que a punto estuvo de derribar de un puñetazo el cajón y los frascos que el viejo brujo exhibía. Una mano se lo impidió. Una mano suave que se posó sobre su hombro. - ¿Te duele el alma? Una chica de mirada pura y apacible posó su mano sobre el joven, que, al verla, respondió ruborizado: - Sí. Llevo muchos años así y no he podido encontrar quién me cure. Los aldeanos se quedaron sin habla y sin respirar. El brujo fruncía el ceño, en signo de disconformidad. Aquel chico le había dejado muy mal delante de la gente. La chica le miró a los ojos. - ¿Sufres soledad, no es así? Y como el joven asintiera con la cabeza, ella afirmó: - Lo que necesitas es orar. El brujo se burló. - Y ¿qué es orar? –preguntó el joven. - Es saber que Alguien te escucha y te comprende. Es dialogar con Alguien a quien le interesas más que cualquier otra cosa. Es sentirte querido. Y el joven, con el rostro iluminado y una leve sonrisa trazada sobre los labios, exclamaba: - ¡Eso es justamente lo que anduve buscando durante años: que alguien me hiciese caso y se preocupara por mi! El joven se alejó pegando brincos sobre su propia sombra, mientras que el brujo, delante de la atenta mirada de la multitud, recogía su tinglado para desaparecer de allí. El hombre no sólo es un cuerpo sano o enfermo. El hombre también es alma, espíritu. Hay dolores que ni la medicina ni las terapias, ni los exhaustos tratamientos pueden aniquilar. Dolores del alma, que conocemos con el nombre de soledad o tristeza. Orar, orar mucho. No hay cura más fiable que la oración. |
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