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sábado, 19 de diciembre de 2015
viernes, 18 de diciembre de 2015
SANTA MARÍA DE LA "O", LA VIRGEN DE LA ESPERA, 18 DICIEMBRE
Santa María de la “O”, la Virgen de la espera
18 diciembre
18 diciembre
Por Abel Camasca
(ACI).- Según la tradición, desde muy antiguo en las vísperas del 17 de diciembre hasta las vísperas del 23, la Iglesia reza en la Liturgia de las Horas, antes del Magníficat, unas antífonas que comienzan con la palabra “Oh”.
“Oh Sabiduría… Oh Adonai… Oh renuevo del tronco de Jesé… Oh llave de David”, son algunas invocaciones con que empiezan estas invocaciones y que expresan la actitud de maravilla, expectativa y esperanza que tuvo la Virgen ante la llegada del Mesías y que la Iglesia renueva con alegría cerca de la Navidad.
De esta manera surgió la advocación mariana de Santa María de la “O” que se celebra cada 18 de este mes.
Por otro lado, se dice que ya en los primeros siglos del cristianismo los fieles querían celebrar la dulce espera de la Virgen María. Es así que en el 656, durante el décimo concilio de Toledo en España, se instituyó la fiesta mariana de la “espera o expectación del parto” y que fue fijada para el 18 de diciembre.
Es así que en esta fecha se festeja a la Madre de Dios como Santa María de la O, la Virgen de la expectación del parto y Virgen de la esperanza.
jueves, 17 de diciembre de 2015
ORACIÓN A DIOS POR EL CUMPLEAÑOS 79 DEL PAPA FRANCISCO , 17 DE DICIEMBRE
ORACIÓN EN TU CUMPLEAÑOS
Vela por tu hijo, ¡Oh Señor!
conforme aumentan sus días.
Bendícele y guíale doquiera se halle,
guardándole sin mancha de este mundo.
Fortalécele cuando permanezca en pie,
consuélale cuando se sienta desanimado o triste,
levántale si cae y que pueda permanecer en su corazón
todos los días de su vida la paz que excede a todo entendimiento
mediante Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
miércoles, 16 de diciembre de 2015
ORACIÓN DE LAS EMBARAZADAS A LA VIRGEN MARÍA
Oración de las embarazadas
a la Virgen María
María, madre del amor hermoso,
dulce muchacha de Nazareth,
Tú que proclamaste la grandeza del Señor
y diciendo que “sí”, te hiciste madre de nuestro Salvador
y madre nuestra: atiende hoy las súplicas que te hago.
En mi interior, una nueva vida está creciendo:
un pequeño que traerá alegría y gozo,
inquietudes y temores,
esperanzas y felicidad a mi hogar.
¡Cuídalo y protégelo mientras yo lo llevo en mi seno!
Y que, en el feliz momento del nacimiento,
cuando escuche sus primeros sonidos
y vea sus manos chiquitas,
pueda dar gracias al Creador
por la maravilla de este don, que Él me regala.
Que, siguiendo tu ejemplo y modelo,
pueda acompañar y ver crecer a mi hijo.
Ayúdame e inspírame para que él
encuentre en mí un refugio donde cobijarse
y, a la vez, un punto de partida
para tomar sus propios caminos.
Además, dulce Madre mía,
fíjate especialmente en aquellas mujeres
que enfrentan este momento solas, sin apoyo o sin cariño.
Que puedan sentir el amor del Padre
y que descubran que cada niño
que viene al mundo es una bendición.
Que sepan que la decisión heroica
de acoger y nutrir al hijo les es tenida en cuenta.
¡Nuestra Señora de la Dulce Espera,
danos tu consuelo y valor! ¡Amén!
CON MARÍA, HACIA MI PROPIA NAVIDAD
Con María, hacia mi propia Navidad
¡Ya pronto es Navidad! María me invita a caminar hacia Belén, no la dejes sola, esperando, en un recodo del camino...
Por: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
Faltan pocos días para la Navidad aquí en mi ciudad. Ya has salido, junto a José, camino de Belén, Señora mía...
Preparaste amorosamente la ropita del pequeño, llevas todo lo que imaginas podrás necesitar. José organizó la logística del viaje, por donde ir, cuando parar, cuando llegar… cada uno en lo suyo, pero juntos. En el aire se respira “aroma de parto”.
¡Cómo quisiera acompañarte, Señora mía, en ésta, la más hermosa y decisiva peregrinación de la historia! ¡Cómo quisiera haber sido tan sólo uno de los perros que seguían al asno en su camino!...
Si tanto lo deseas, hija querida ¿Por qué entonces, no vienes con nosotros? …Vamos ... sin tanto preámbulo ¿Vienes?
Tu voz clara, tu mirada serena, tu perfume indescriptible, le preguntan a mi pobre alma aturdida por las cosas del mundo. Tantas veces te he olvidado, Señora, tantas veces te he dejado esperando y, aún así, tu amor de madre me invita a caminar hacia Belén.
- ¡Claro que sí, Madre querida!- te contesta mi voz en un hilo… quisiera llorar, reír... no sé… opto por seguirte.
Anochece. Nazaret ha quedado atrás. Se han detenido a descansar un poco. José junta un poco de leña para hacer fuego. Tú estás sentada tratando de cocinar algo… justo se cruza un animal del campo, José lo atrapa.
El Señor nos mandó una buena cena, hermosa mía te dice el esposo cuando llega con su trofeo de caza.
Él nos provee siempre, esposo mío, sabe nuestras necesidades, pero por sobre todo, nos provee el alma con fuerza de su amor.
Te recuestas un rato, estás cansada. Yo te observo a pocos pasos… José va por más leña... Miras el cielo... Le hablas a tu bebé:
“Mira amor, desde aquella estrella grande, que brilla, Papá nos mira... ¿La ves?... bueno, bueno, tranquilo, no saltes así.- te ríes, una lágrima te acaricia la mejilla y se pierde en el viento de la noche - Amor, falta poco para llegar. ¿Qué haremos cuando sea tu tiempo? ¿Dónde nacerás? Seguro Papá ya tiene todo preparado, yo no pregunto, soy su esclava, voy donde me mande. ¿Sabes amor? Ser su esclava no es como las esclavitudes del mundo, que ahogan y atan, ser su esclava es como tener alas... como... soñar sin límites. Ser su esclava es llenarse de paz, no temer, caminar confiada, saber que todo camino es trazado por sus manos, que toda circunstancia es Camino hacia el Padre. Duerme ahora, hijo mío querido ¿Sabes? Estoy impaciente por verte, por besarte, por abrazarte… pero ya habrá tiempo, ahora, hijo, ahora es tiempo de caminar...
José vuelve con más leña, prepara la cena, y te sirve una abundante y rica porción. El olor de la carne asada trepa el aire... comen alegres, riendo con recuerdos del pasado, soñando con el día del nacimiento…
De pronto, les sobresalta un ruido…
Quédate aquí quieta, veré lo que es...
Teme José a los asaltantes que podían haberse escondido entre las sombras ¿Qué podrían llevarles? Nada, pues nada tienen. El mayor de los tesoros estaba escondido en el seno purísimo de María.
No temas, querida, es sólo un animal vagabundo. Duerme, duerme ahora, hermosa mía, que el viaje aún no termina, y el día de mañana será largo.
Te recuestas, Señora mía, cerca del fuego, José te cubre delicadamente con una manta. Te quedas dormida. Él te mira con ternura infinita. ¿Qué pensamientos estarán cruzando por su mente y su corazón en estos momentos? No quiero yo moverme, pues temo me vea José.
¿Te piensas quedar toda la noche tras una piedra? – el esposo voltea hacia mí y me mira con una mirada llena de paz, aunque no exenta de cierta preocupación.
- Yo… lo siento, no quería molestar… es que…
Lo sé ¿Olvidas que me cuenta todo? Ella te invitó a venir con nosotros en este viaje del 2009.
- ¿Qué dices José? ¿Cómo del 2009? ¿No es éste una especie de sueño donde yo los acompaño en un viaje realizado hace más de 2000 años?
Pues no, querida mía. Cada año, María y yo volvemos a viajar a Belén. Cada año es como si Cristo volviera a nacer. Sólo que su nacimiento no es físico… Jesús quiere nacer en el corazón de cada uno.
- Pero… no entiendo… hay mucha gente buena en el mundo, religiosos, sacerdotes, laicos, que también quisieran acompañarlos… ¿Cómo, entonces, viajan tan solos?
Porque éste, mi querida, es TU viaje hacia Belén, nadie puede hacerlo por ti. Éste es tu camino para dejar que Jesús nazca en tu alma. Éste es el viaje que debes hacer, a través de las montañas de tu corazón, debes cruzar los ríos de tu orgullo, que, aunque torrentosos, pueden cruzarse si te acompañamos. Debes soportar los vientos de la soledad y la tristeza. Debes enfrentarlos y vencerlos por amor a Jesús. ¿Comprendes ahora? .
Me quedo sin palabras. José es un hombre sabio, me explica lo que sucede con la sencillez de los grandes hombres. Estoy en el desierto de mi corazón, cuando amanezca… ¡Oh Dios! Cuando amanezca se mostrarán todos los valles, quebradas y torrentosos ríos de mi alma… ¡Qué vergüenza!. Mi corazón está tan lleno de pecados, que… no sé… quisiera salir corriendo pero ¿Adónde?. Ni siquiera hallaré un lugar donde esconder mi rostro...
¿Por qué quieres esconderte? preguntas, María querida, despertando de tu reparador descanso.
- Es que José me ha explicado… y temo que, al amanecer, no te guste lo que veas, Señora…
¿Y que se supone que veré?
- Mi corazón, que no es como yo quisiera, que hace el mal que no quiere y no hace el bien que desea, mi torpe corazón, tan lleno de culpas y olvidos para contigo.
Creo, hija mía, que no comprendes la verdadera dimensión del amor que Jesús tiene por ti- y colocas tu pequeña mano sobre el vientre abultado -Jesús estaba esperando a que tú desearas realizar este viaje, Jesús está esperando que tú te arrepientas de tus errores, pues Él es manantial de misericordia, Jesús espera que tú quieras recibirlo en tu alma. Para ello, busca el sacramento de la Reconciliación. Allí, verás cómo el paisaje de tu corazón se transforma, como los ríos se vuelven calmos, las quebradas se transforman en fértiles valles y el desierto de tu corazón se llena del perfume de su Amor. Jesús te llama, hija, te llama siempre. Desde su lastimado corazón, parte su pedido hasta el tuyo. El llamado es de Él, la decisión, tuya… indefectiblemente tuya… Ahora descansa, el día de mañana será largo.
Me recuesto cerca del fuego. No puedo dormir, mas bien no puedo dejar de llorar. Tanto me amas Jesús mío, que haces todo esto por mí, por cada ser humano, por todos, por todos. José me cubre con una manta… por fin me duermo.
Amanece. Tu esposo ha preparado un poco de pan para comer antes de reiniciar el viaje. Pan… me tiemblan las manos, lo recibo agradecida. Tiene el sabor del pan de la mesa de mi casa, el sabor conocido de las pequeñas cosas de mi vida.
Nos ponemos en camino, hay viento, cuesta avanzar, José y yo caminamos, María viaja sobre el animal que parece muy feliz de transportar tan preciado equipaje. Hay demasiado viento, la arena casi nos ciega, apenas si podemos conservar el rumbo.
- ¡Debemos detenernos!- le grito a José.
¡Aquí no, avanzaremos hasta esas rocas y buscaremos refugio!
- ¡No lo lograremos, casi no se ve nada!
Déjate guiar, conozco el terreno, no temas, llegaremos ¿Ves? Igual actúas en las tormentas de tu alma, en lugar de dejarte guiar por Jesús, acampas en cualquier parte de tu dolor y te tapa la arena de la desesperación.
Llegamos por fin a las rocas, que ofrecían buen refugio. La tormenta pasó. José propone seguir el viaje. María está realmente agotada pero calla, sabe que no puede quedarse a la mitad del camino, ahora debe seguir, no hay regreso.
Anochece. Se pone frío. A lo lejos se divisa una fogata, José nos deja en buen resguardo y se acerca a ver si son confiables. Regresa emocionado.
¡Es Pablo, mi primo y unas familias más! Ellos también deben registrarse en Belén. Dicen que la ciudad esta atestada de gente. Eso me preocupa, pero ya veremos al llegar, ahora vamos, nos invitaron a compartir la cena.
José avanza con el animal. María prefiere caminar un poco. Le ofrezco mi brazo, y se apoya.
¿Ves hija? Muchas veces Dios nos pone buenos amigos, buenos consejeros en el camino, la decisión es nuestra, o quedarnos en la oscuridad de nuestra propia noche o arriesgarnos a avanzar un poco hacia aquellos que nos pueden ayudar.
La familia de José se muestra amable. María tiene una sonrisa encantadora y una voz tan exquisita que todos quedan muy admirados de ella y no dejan de felicitar a José por tan bella esposa.
Al amanecer seguimos caminando, José se despide de su familia, ya que ellos se quedarán en el campamento por unos días esperando a otros parientes.
Belén se dibuja nítido en el horizonte. La gente va y viene a causa del censo. Vamos llegando, cuando María le dice a José.
Esposo mío, ya es tiempo… el niño nacerá pronto…
Ayúdame a encontrar un sitio para el nacimiento me pide José- recuerda que debe ser digno de Él, no por el lujo sino por la sencillez, el amor, la generosidad y la predisposición para recibirlo
- Pero ¿Dónde encuentro ese sitio, José?
No lo sé, recuerda que estamos en tu corazón, tú lo conoces, al menos, deberías. Busca en tu corazón un lugar donde María pueda dar a luz.
El lugar que José me solicitaba debía estar libre de las espinas de mi egoísmo, protegido y al reparo de los vientos de mi ira, sin grietas, para que no le inundase la lluvia fría de mi falta de fe.
José me pide ese lugar... antes de ponerme a buscar haré caso del consejo de María, buscaré el sacramento de la Reconciliación.
María me despide…
Aquí estaremos esperando, hija querida, ve y encuentra ese lugar para Jesús. Dale esa alegría a mi Corazón Inmaculado, busca, hija, busca… estoy segura que ese lugar existe, pero debes encontrarlo por ti misma Recuerda, nadie puede hacer esa búsqueda por ti. Vamos, que Jesús espera…
Abrazo a mi Madre querida con todas mis fuerzas, beso sus hermosas manos. Abrazo a José, quien besa mi frente y murmura…
Confío en ti, sé que volverás, sé que no nos dejarás en espera. No te distraigas en el camino, no te distraigas, por fuerte que sea la tentación. Busca, hija, que el que busca encuentra.
- Gracias, gracias- y mi voz es un susurro ahogado por el llanto.
Los dejo, cada tanto giro el rostro para verlos, aún están donde les dejé, en un recodo del camino… debo encontrar el mejor lugar dentro de mi corazón. Queda poco tiempo. Debo encontrar ese lugar y venir por ellos para guiarlos...
Sé que lo hallaré, no será fácil, deberé limpiarlo, asearlo y acondicionarlo. Llenarlo de amor y de fe. Pediré al Padre incremente mi fe… haré oración, seguiré los caminos del Adviento…
Dios jamás defrauda a los que en él depositan sus mejores sueños. Recuerdo que desde setiembre vengo pensando cómo hacer de ésta una Navidad especial... Dios me escuchó, María me escuchó, me invitó a caminar hacia Belén, nos invita a todos, no la dejemos sola, esperando, en un recodo del camino...
____________________
NOTA de la autora:Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.
martes, 15 de diciembre de 2015
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA EN ADVIENTO
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA EN ADVIENTO
Virgen del Adviento,
esperanza nuestra,
de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.
Madre de los hombres,
de la mar estrella,
llévanos a Cristo,
dános sus promesas.
Eres Virgen Madre,
la de gracia llena,
del Señor la esclava,
del mundo la reina.
Alza nuestros ojos
hacia tu belleza,
guía nuestros pasos
a la vida eterna.
Amén.
FOTOGRAFÍAS DE MISA CELEBRADA POR EL PAPA FRANCISCO CON MOTIVO DE LA VIRGEN DE GUADALUPE
FOTOGRAFÍAS DE LA SANTA MISA CELEBRADA
POR EL PAPA FRANCISCO CON MOTIVO DE LA
FESTIVIDAD DE LA VIRGEN DE GUADALUPE
Queridos amigos, compartimos con ustedes unas imágenes de la Santa Misa celebrada por el Papa Francisco este sábado por la tarde, con motivo de la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe. Durante la homilía, el Papa anunció que visitará el santuario de la Virgen el próximo 13 de febrero.
lunes, 14 de diciembre de 2015
sábado, 12 de diciembre de 2015
BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE!
¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
Solemnidades y fiestas
Lucas 1, 39-48. Solemnidad de la Virgen de Guadalupe. María nos espera a todos, como a hijos. Estaremos muy cerca de Dios si sabemos conservar, el amor a la Virgen del Tepeyac.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-48
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor. "Entonces dijo María: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava".
Oración introductoria
Gracias, Señor, por el don de la fe que me permite conocerte y amarte. Sin embargo, mi fe es débil, quiero aprender a creer y a amar más, como María, que supo entregarte toda su vida para hacer tu voluntad.
Petición
María, ayúdame a prepararme para recibir a tu Hijo en la próxima Navidad.
Meditación del Papa Francisco
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor. "Entonces dijo María: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava".
Oración introductoria
Gracias, Señor, por el don de la fe que me permite conocerte y amarte. Sin embargo, mi fe es débil, quiero aprender a creer y a amar más, como María, que supo entregarte toda su vida para hacer tu voluntad.
Petición
María, ayúdame a prepararme para recibir a tu Hijo en la próxima Navidad.
Meditación del Papa Francisco
Fray junípero confió su empeño misionero a la Santísima Virgen María. Sabemos que antes de partir hacia California, quiso ir a entregar su vida a Nuestra Señora de Guadalupe y a pedirle para la misión que estaba emprendiendo, la gracia de abrir el corazón de los colonizadores y de los indígenas. En este implorar podemos aún ver a este humilde fraile arrodillado delante de la 'Madre del mismo Dios', la 'Morenita' que llevó a su hijo hacia el nuevo mundo.
La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe estaba presente -o al menos lo estuvo- en las veintiuna misiones que fray Junípero fundó a lo largo de la costa californiana. Desde entonces, Nuestra Señora se volvió, de hecho, la patrona de todo el continente americano. No es posible separarla del corazón del pueblo americano. Ella de hecho constituye la raíz común de este continente.
Más aún, la actual misión continental se confía a Ella que es la primera discípula-misionera, presencia y manantial de confort y esperanza. A Ella que está siempre escuchando para cuidar a sus hijos americanos. (Homilía de S.S. Francisco, 2 de mayo de 2015).
Reflexión
En el cruce de un camino, en lo alto de una iglesia, en la puerta de la casa, dentro de un coche, en un cuarto, en la pantalla de una computadora, se encuentra la imagen de la Virgen.
De modo especial, encontramos su retrato guadalupano. El milagro de las apariciones en el Tepeyac nos recuerda lo que la Iglesia ha meditado durante siglos: que María está al lado de todos los creyentes, que no nos deja solos, que somos sus hijos, aunque a veces no nos portemos de verdad como cristianos.
María, la Madre de Jesús, nos acompaña, nos sonríe, nos alienta en todos los lugares, en cualquier tiempo del año. En el momento del dolor y de la prueba, allí está Ella. En las alegrías y las esperanzas, allí está Ella. En un encuentro de familia, en la reunión de los amigos, en el trabajo o en la escuela, no puede faltar Ella. En el momento de la agonía, cuando llega la hora de recoger el equipaje para presentarnos ante Dios, María nos asiste y nos da fuerzas como la mejor de las madres.
María es Madre: no puede olvidar a ninguno de sus hijos. Podremos ser malos, podremos vivir como vagabundos, podremos tal vez olvidar o renegar de nuestro nombre de cristianos. Ella continúa con su amor: espera que el rebelde, tarde o temprano, cansado o herido, vuelva a casa. Nos prepara la acogida de la esperanza y del amor: no quiere que le demos explicaciones. Le basta el vernos allí, de nuevo, en familia.
La Iglesia en México, en América, en el mundo entero, tendrá siempre presente un cerro en el que la Virgen nos alentó con su cariño: “¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?” Son palabras que nos unen directamente al Calvario, cuando Cristo, el crucificado, le dijo a María: “He ahí a tu hijo”. Son palabras que nos alivian en las mil aventuras de la vida, en los peligros, en las pruebas, en los fracasos.
María nos espera a todos, como a hijos. México estará muy cerca de Dios si sabe conservar, en la fe de cada mexicano, su amor a la Virgen, Nuestra Señora del Tepeyac. Cuando rompamos las fronteras de la muerte y encontremos al Dios de la justicia y del perdón, sentiremos en lo más profundo del corazón el cariño de María de Guadalupe. Un amor fiel, un amor fresco, un amor de Madre, en el tiempo y en la eternidad.
Propósito
Renovar el amor a María al asistir, preferentemente en familia, a la celebración de la Eucaristía.
Diálogo con Cristo
Que tengo yo Señor, que a pesar de mi traición, me sigues buscando. Además me has dejado a María como Madre y gran maestra, te prometo amarla con ternura y seguir todos sus ejemplos, con la esperanza de poder ser un auténtico discípulo y misionero que ya no traicione tu amor.
Preguntas o comentarios al autor P. Fernando Pascual LC
En el cruce de un camino, en lo alto de una iglesia, en la puerta de la casa, dentro de un coche, en un cuarto, en la pantalla de una computadora, se encuentra la imagen de la Virgen.
De modo especial, encontramos su retrato guadalupano. El milagro de las apariciones en el Tepeyac nos recuerda lo que la Iglesia ha meditado durante siglos: que María está al lado de todos los creyentes, que no nos deja solos, que somos sus hijos, aunque a veces no nos portemos de verdad como cristianos.
María, la Madre de Jesús, nos acompaña, nos sonríe, nos alienta en todos los lugares, en cualquier tiempo del año. En el momento del dolor y de la prueba, allí está Ella. En las alegrías y las esperanzas, allí está Ella. En un encuentro de familia, en la reunión de los amigos, en el trabajo o en la escuela, no puede faltar Ella. En el momento de la agonía, cuando llega la hora de recoger el equipaje para presentarnos ante Dios, María nos asiste y nos da fuerzas como la mejor de las madres.
María es Madre: no puede olvidar a ninguno de sus hijos. Podremos ser malos, podremos vivir como vagabundos, podremos tal vez olvidar o renegar de nuestro nombre de cristianos. Ella continúa con su amor: espera que el rebelde, tarde o temprano, cansado o herido, vuelva a casa. Nos prepara la acogida de la esperanza y del amor: no quiere que le demos explicaciones. Le basta el vernos allí, de nuevo, en familia.
La Iglesia en México, en América, en el mundo entero, tendrá siempre presente un cerro en el que la Virgen nos alentó con su cariño: “¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?” Son palabras que nos unen directamente al Calvario, cuando Cristo, el crucificado, le dijo a María: “He ahí a tu hijo”. Son palabras que nos alivian en las mil aventuras de la vida, en los peligros, en las pruebas, en los fracasos.
María nos espera a todos, como a hijos. México estará muy cerca de Dios si sabe conservar, en la fe de cada mexicano, su amor a la Virgen, Nuestra Señora del Tepeyac. Cuando rompamos las fronteras de la muerte y encontremos al Dios de la justicia y del perdón, sentiremos en lo más profundo del corazón el cariño de María de Guadalupe. Un amor fiel, un amor fresco, un amor de Madre, en el tiempo y en la eternidad.
Propósito
Renovar el amor a María al asistir, preferentemente en familia, a la celebración de la Eucaristía.
Diálogo con Cristo
Que tengo yo Señor, que a pesar de mi traición, me sigues buscando. Además me has dejado a María como Madre y gran maestra, te prometo amarla con ternura y seguir todos sus ejemplos, con la esperanza de poder ser un auténtico discípulo y misionero que ya no traicione tu amor.
Preguntas o comentarios al autor P. Fernando Pascual LC
NO TEMAS, ¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?
No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?
Tenemos miedo de tantas cosas, la enfermedad, falta de dinero, robos, al futuro. Pero Ella nos dice: No temas
Por: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
El nombre más repetido en las mujeres mexicanas es el de GUADALUPE. Por eso muchas celebran su santo el 12 de Diciembre, fecha en que una mujer vestida de princesa, se le apareció a un natural de esta tierra, a Juan Diego, en la Colina del Tepeyac.
Santa María de Guadalupe es el nombre de la celestial Señora. Ella pidió que se construyera un templo, y el templo se construyó. Más aún, hace algunos años se construyó un nuevo santuario más grande y moderno para dar cabida a un número mayor de peregrinos.
Hoy se encuentran muchísimos templos en todo México dedicados a la Virgen de Guadalupe. Casi todas las ciudades tienen el suyo.
¿Para qué pidió un templo? Para que todos nos sintiéramos en su casa cuando fuéramos allí a rezar, para poder decir a cada habitante de nuestro país las mismas palabras que dirigió a Juan Diego: “No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?”
Hermosas palabras que nos quiere decir a cada uno todos los días, pero sobre todo en esos días amargos, días de dolor y desesperanza.
“No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?...” Tenemos miedo de tantas cosas, miedo de perder la salud, el dinero, a que nos roben, miedo al futuro. Existe mucho miedo en el ambiente. “No temas...”, nos dice Ella.
El 12 de Diciembre hasta los más duros se ablandan, van de rodillas ante la Guadalupana.
Santos y pecadores, borrachos y mujeriegos, quizá hasta le juren a la Virgencita que van a cambiar para siempre, y al día siguiente vuelven a ser los mismos. Pero hicieron el intento, y cualquier intento es bueno. Ella se los toma en cuenta. Después de tantos intentos fallidos, basta que uno de esos esfuerzos de resultado.
Yo me pregunto si México sería el mismo si no hubiera intervenido en su historia la Reina del Cielo.
Me impresiona que los mismos inicios de México como nación, interviniera tan amorosamente esa Persona a quién con santo orgullo se le llama “Reina de México”.
En aquel momento era necesaria la ayuda y protección de la Madre de Dios. Hoy es mucho más necesaria. Los males de México son tantos y tan duros que se necesita la ayuda del cielo para remediarlos. Creo que no bastan los buenos políticos y los buenos economistas.
¡Reza, México, a tu Reina!, para que puedas ser liberado de este naufragio. Esa Reina no ha devaluado su amor a México ni a los mexicanos, hoy los quiere como entonces, pero se necesitan millones de manos alzadas al cielo, millones de rodillas que toquen la tierra rezando, millones de lenguas y corazones que unan su voz y su amor en una oración gigantesca y sonora a la Reina de México, para que venga a auxiliarnos en esta hora difícil.
Para los que tienen fe, hay un faro de esperanza en la Colina del Tepeyac que se llama Santa María de Guadalupe.
El tesoro más rico que México y el mundo entero tiene es una tilma sencilla donde la Madre de Dios se pintó a sí misma para que al contemplarla oyéramos todos su dulce mensaje: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”
ROSAS EN EL TEPEYAC
Las veo en la ladera del bosque;
son grandes, muy variadas:
Todas llevan en su cáliz
perlas del rocío de la noche.
Las ha plantado una mano celestial.
La Madre de Dios tiene preferencia
por las rosas de Castilla, le gustan las rosas.
En su jardín del cielo
debe haber plantado rosas a granel,
y deben muchos ángeles cuidarlas con primor.
Son las rosas de la Madre del Señor.
“Rosas en mi jardín no hay ya,
todas han muerto”, diría un día el poeta.
¡Qué tragedia! Mustios pétalos por el suelo
es todo lo que queda de la gloria de las rosas.
Habrá que pedirle a la dueña del Tepeyac
algunos retoños de rosal
de los que plantó en la colina
para plantarlos en el jardín.
Esos rosales siempre ostentan rosas,
son frescas y hermosas;
nunca se marchitan porque son de Ella.
La imagen de Guadalupe
está pintada con pétalos de rosa,
con rocío de la noche, con amor materno.
No importa que el lienzo sea lo más pobre,
porque esa tilma recoge la obra maestra
que un pincel grabó en ella.
¿Un serafín? ¿Sabía pintura la Virgen?
Los de brocha de aquí abajo
no aciertan a descifrar
con qué arte de dibujo
fue impresa tan magnífica pintura
en una tela tan pobre.
HOY CELEBRAMOS LA FIESTA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE, 12 DE DICIEMBRE
¡Feliz Fiesta de la Virgen de Guadalupe!
Por Abel Camasca
(ACI).- “No se entristezca tu corazón… ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”, le dijo la Virgen de Guadalupe al afligido Juan Diego un 12 de diciembre de 1531. Ella, la Emperatriz de América y Patrona de México, quiso dejar su imagen desde ese día en una sencilla “tilma” como señal del Amor de Dios para creyentes y no creyentes.
Con motivo de esta gran celebración, las puertas de Basílica de San Pedro se abrirán hoy para que el Papa Francisco junto a miles de fieles latinoamericanos y 750 sacerdotes concelebrantes festejen una gran Misa criolla en castellano.
La historia de la Virgen del Tepeyac
Solo diez años después de la conquista de México, los misioneros tenían poco éxito en la evangelización y conversión de los nuevos pueblos, en gran parte por el mal ejemplo de los que llamándose cristianos, abusaban de los nativos.
El 9 de diciembre de 1531 la Virgen se le apareció a un humilde indio, convertido al cristianismo, llamado Juan Diego, en un lugar denominado Tepeyac. María se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”.
La Reina del Cielo le encomendó que en su nombre le pidiese al Obispo Capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una Iglesia en el lugar de la aparición.
El Obispo no aceptó la idea y la Virgen le pidió que insistiera. Al día siguiente, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas del prodigio.
El martes 12 de diciembre, la Virgen se le presentó y consoló a Juan Diego diciéndole “No temas…” porque su tío ya estaba curado. Luego lo invitó a subir a la cima de la colina del Tepeyac para que recogiera flores y se las trajera.
A pesar de la estación invernal y la aridez del lugar, San Juan Diego encontró flores muy hermosas y la colocó en su “tilma”. La Virgen entonces le mandó que se las presentara al Obispo.
Estando frente al Prelado, el Santo abrió su “tilma” y dejó caer las flores. En el tejido apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe y el Obispo y demás presentes cayeron de rodillas con gran asombro. Luego el Obispo pidió perdón.
Al día siguiente fueron al monte del Tepeyac, donde de inmediato la gente se ofreció para elevar el templo. Juan Diego pidió permiso y fue presurosamente a ver a su tío Juan Bernardino, que había estado muy grave de salud, y al llegar vio que su pariente estaba recuperado.
Allí Juan Diego le contó lo sucedido y el tío respondió diciendo que la Virgen también se le había aparecido y que Ella le había pedido que contara lo de su curación al Obispo.
Con el manto, la Virgen trajo reconciliación entre nativos y españoles porque con los símbolos que allí aparecen, las dos culturas podían entender perfectamente el mensaje del Cielo. De igual modo, les ayudó a comprender que la fe cristiana no es propiedad de nadie, sino un don de amor para todos.
En los 7 años después de las apariciones, hubo una conversión de 8 millones de nativos. Lo que es un promedio de 3 mil hombres diarios y que hace recordar a la predicación de San Pedro en el día de Pentecostés, en el que también se convirtieron 3 mil hombres aquella fecha.
Cada año se acercan a la venerada imagen alrededor de 20 millones de fieles y en el día de su fiesta, se calcula que casi tres millones acuden al santuario.
“Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito, para allí mostrárselo a ustedes, engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación”, dijo la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego.
“Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos ustedes, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno, y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión. Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores”, añadió la Madre de las Américas.
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