domingo, 6 de noviembre de 2016

AHORA CRISTO ES MÁS MÍO


Ahora Cristo es más mío
Porque no viniste a buscar a los justos, sino a los pecadores. Ahora es cuando más necesito el bálsamo de tu misericordia y la dulzura de tu Amor. 


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




El corazón nos reprocha el egoísmo, la avaricia, la pereza, los grandes y pequeños pecados de cada día.

Sentimos pena por tanta miseria, sentimos dolor por haber negado a Dios, sentimos amargura por haber abandonado al hermano.

Pero sabemos que Dios es mucho más grande que nuestros corazones. No quiere acusarnos, porque no vino para juzgar, sino para salvar (cf. Jn 12,47).

Desea, casi suplica, que escuche sus palabras, que guarde sus mandamientos, que confíe en su Amor, que acoja su misericordia en mi vida y en la vida de cada ser humano. Me pide que invoque, humildemente, perdón.

No es Dios quien acusa, pues vino para buscar a quienes vivíamos lejos por culpa del pecado. “¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros?” (Rm 8,34).

Necesito recordarlo, para aprender a vivir en el mundo de la bondad divina. “Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y lleno de amor; no se querella eternamente, ni para siempre guarda su rencor; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas” (Sal 103,8-10).
Si alguna vez vuelvo a ser herido por el pecado, si alguna vez el mal muerde mi corazón, es el momento para mirar a Jesús y decirle, desde lo más profundo de mi alma:

“Ahora eres más mío. Porque no viniste a buscar a los justos, sino a los pecadores. Ahora es cuando más necesito el bálsamo de tu misericordia y la dulzura de tu Amor. Ahora es cuando puedo dejarte tomarme entre tus brazos y llevarme al redil, a la fiesta que inicia cada vez que regresa a casa un hijo pobre, débil, herido, muy necesitado de la medicina de tu perdón”.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 6 DE NOVIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Noviembre 6



"Felices los hombres... felices los mansos... felices los que sufren... felices los pacíficos... felices los que tienen hambre y sed de justicia..."

Así fue desarrollando su magistral lección el Maestro de Nazaret. Si algún día los hombres nos decidiéramos a aceptar en serio esas enseñanzas del sermón del monte, la tierra se convertiría en un remanso de felicidad y de paz.

Nunca los poetas ni los filósofos o sociólogos trazaron un plan de acción tan humano como ése; nunca oyeron afirmaciones tan extrañas; pero tan consoladoras, y nunca se trazó un programa de acción y vida como éste programa del Evangelio.

Allí aprendieron los hombres que hay ciertos valores en la vida que están sobre el valor del dinero; que hay ciertas cosas que no son materiales y que pueden llenar el corazón humano.

Allí se convencieron los hombres de que deben preocuparse los unos por los otros.

“Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos (Lc 4,18), para buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19,10); así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador; pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo” (LG 8).



* P. Alfonso Milagro

FELIZ DOMINGO!!!!


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 5 DE NOVIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Noviembre 5



La gran preocupación del hombre es cómo hacer para sacarse la cruz de los hombros.
Son inmensos los esfuerzos que está haciendo el hombre para evitar la carga de la cruz, del sufrimiento; se quiere tener una vida sin ninguna sombra de sufrimientos, sin dolores, sin problemas; pero en ese afán desmedido el hombre encuentra su penitencia.
Es que el hombre de hoy desconoce que al sufrimiento puede dotárselo de verdadero valor, lo desconoce y lo rechaza. En su esfuerzo por hallar una vida sin sufrimiento, halla sufrimientos sin vida, es decir, sin sentido, sin proyección, y eso es precisamente lo que lo amarga; que no pueda escaparse de sufrir y que no le vea ningún sentido a su sufrimiento.
Hablando en cristiano, diríamos que el que pretende encontrar un Cristo sin cruz, encontrará una cruz sin Cristo; y una cruz sin Cristo resulta abrumadora, amarga, insoportable de llevar sobre los hombros, imposible de llevar en el corazón.
“Caminando la Iglesia en medio de tentaciones y tribulaciones, se ve confortada con el poder de la gracia de Dios, que le ha sido prometida para que no desfallezca de la fidelidad perfecta por la debilidad de la carne; antes, al contrario, persevere como Esposa digna de su Señor y bajo la acción del espíritu Santo no cese de renovarse hasta que por la cruz llegue a aquella luz que no conoce el ocaso” (LG 9)


* P. Alfonso Milagro

sábado, 5 de noviembre de 2016

BIENAVENTURANZAS PARA SER SANTOS


Bienaventuranzas para ser Santos


Bienaventurado si, en aquello que haces, no eres negativo: verás que hay muchas cosas positivas en ti.

Bienaventurado si, en lo que realizas, eres inconformista: porque experimentarás que la mano de Dios te empuja a superarte a ti mismo.

Bienaventurado si, en tu camino, no vives de espaldas a los demás: comprobarás que Dios te rodea con gente que te quiere.

Bienaventurado si, en lo que piensas, no buscas solamente tu beneficio personal: alcanzarás felicidad promoviendo el bienestar de los demás.

Bienaventurado si, allá donde trabajas, vas al fondo de las cosas: porque contribuirás a perfeccionar la creación del mismo Dios.

Bienaventurado si, en las pequeñas cosas de cada día, te mejoras y potencias a los demás: descubrirás que la santidad se talla con pequeños golpes.

Bienaventurado si, aún mirando al cielo, eres consciente de que tú puedes hacer algo por la tierra: te dará satisfacción el sembrar el amor de Dios en medio de los hombres.

Bienaventurado si, observando el mundo que te rodea, no te conformas con ser un mero autómata y pides ayuda de las alturas: tus fuerzas lejos de disminuir, serán inagotables por la presencia divina.

Bienaventurado si, ante tantas situaciones de miseria, tu corazón no se endurece: Dios recordará las veces en que fuiste sensible.

Bienaventurado si, en la soledad que te acecha, descubres la comunión con Dios y con tantos hombres y mujeres que te han precedido, sentirás en propia carne el secreto de aquellos que murieron con esperanza: Jesucristo.

Bienaventurado si, a pesar de los tropiezos, te mantienes en pie: te darás cuenta que la fidelidad es más auténtica cuando se prueba con las dificultades.

Bienaventurado si, contemplando los santos de madera, no te confundes con lo auténticamente importante: hay que tener buena madera para ser un buen santo.

Bienaventurado si, contemplando a los santos, no te desanimas: ellos también –en muchos sentidos- fueron como tú, de carne y hueso.

Bienaventurado si, rezando ante los santos, no miras demasiado arriba: ellos vivieron comprometidos en la cruda realidad de aquí abajo.

Bienaventurado si, pensando en los santos, no los ves demasiado lejos: porque forman parte de nuestra gran familia. La familia de los hijos de Dios.

Bienaventurado si, les das movimiento a los santos: porque lejos de estar muertos son motor para nuestra vida, ejemplo para nuestras obras, aliento para nuestras palabras.

Bienaventurado si, lejos de parecerte un imposible, descubres que la santidad puede cambiar tu vida: el Espíritu encontrará contigo un aliado perfecto para construir el reino de Dios en la tierra.

Bienaventurado si, lejos de sentirte un bicho raro, te ves original: Dios te hará ser luz en la oscuridad y punto de referencia en una sociedad donde se confunde todo.

Bienaventurado si, en la Eucaristía, encuentras una fuente para tu sed y alimento para tu hambre, porque edificarás tu vida en los mismos cimientos que los santos levantaron su propia existencia: el amor de Cristo.



Javier Leoz

CONFIANZA


Confianza


Cierta vez un niño visitó una pequeña pero hermosa casa en un tranquilo barrio. La casa era de dos pisos, con alfombras en los cuartos, paredes blancas y una gran ventana con vista al jardín. Le
encantó aquel lugar y en su corazón pidió a Dios tener una casa así al crecer, para poder ver crecer a sus hijos. El tiempo pasó y aquel niño creció y como es costumbre, olvidó esa y muchas otras
peticiones que se hacen a Dios cuando se es niño. Estudió, se graduó como profesional y se casó.


Una noche clara de verano mientras su esposa dormía tranquilamente en su primer mes de embarazo, tomó la Biblia y leyó el Salmo 37:4 que dice: "Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos más profundos de tu corazón". Por un momento se detuvo a pensar y meditaba mientras caminaba por la alfombra del cuarto, entonces bajó al primer piso de su casa. Al llegar abajo cayó de rodillas, y rodeado de paredes blancas, en medio de la quietud de aquel barrio, mientras miraba por la ventana grande que daba al jardín... agradeció en medio de lágrimas a Dios diciendo: "Gracias Señor, pues eres fiel en todo y cumples aún aquello que yo mismo había olvidado...".

Todos tenemos sueños, deseos y anhelos y muchas veces nos frustramos por no alcanzarlos dejando de lado la confianza en Dios y la fe de creer en sus palabras, y olvidamos aquella frase de la Biblia que dice: "Poderoso es Dios para cumplir lo que promete". Si tienes un corazón puro, deseoso de servir a Dios cada día, no te debe quedar ninguna duda de que Dios cumplirá, pues su fidelidad es eterna.

MARÍA, SIEMPRE HUMILDE Y OBEDIENTE


María, siempre humilde y obediente
Ella, en la humildad de su faena diaria, de su trabajo y silencio hecho oración, era tan apóstol como el que más.


Por: El Paraíso de Nazaret | Fuente: Catholic.net 




Humildad en Belén

El nacimiento del Mesías no pudo haber sido más sencillo y humilde. Una cueva. Un pesebre con pajas. Un buey y una mula. Simplicidad y ocultamiento envueltos en silencio.

Pero no muy lejos de allí, un ángel del Señor se presentaba a unos pastores y les anunciaba con júbilo: “os ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor”. Luego, una multitud del ejército celestial que se puso a armar un jaleo imponente en el cielo, cantando a grandes voces...

Los pastores, al llegar al lugar del nacimiento, contaron emocionados todo eso a María. Todos se maravillaban de lo que decían aquellas simples personas, mientras Ella, “por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón...” No es esa la reacción normal de una mujer o de un hombre ante tales acontecimientos... Cualquiera de nosotros se hubiera puesto a presumir (¿discretamente?) comentando a los que ya empezaban a juntarse: “fíjaos, todo esto por mi hijo; si será importante...” María no procedió así.

Unos días después. Los chiquillos del pueblo pasaron por las calles de Belén anunciando a voz en grito: “¡que llega gente importante! ¡con camellos y caballos y cofres...!”

Y así era. Llegaban a la aldea unos Reyes Magos de Oriente. Fueron guiados por una estrella. Iban derechitos a la casa donde estaban la pareja de extranjeros recién llegados a Belén, a los que les acaba de nacer un hijo. Entraron en la casa. Se postraron adorando al Niño. Le entregaron oro, incienso y mirra (homenaje ofrecido a los Reyes...).

Eso era como para llenar de ínfulas a cualquiera de nosotros. El montón de curiosos que ya tapaba la puerta, estarían boquiabiertos... Pero a María no se le subió el incienso a la cabeza; ni la mirra, ni el oro. Además, ni tiempo tuvo. Tras atender debidamente a sus ilustres huéspedes, debieron salir con premura a Egipto. Porque a los pocos días se les avisó de que Herodes buscaba al Niño para matarlo...

¡Qué lástima! -podríamos pensar nosotros-. Justo ahora que se había corrido su fama por Belén y por toda la región. Justo ahora que empezaban a ser gente importante para todos aquellos aldeanos...

Nosotros seguramente habríamos obrado muy diversamente. Nosotros quizá habríamos aprovechado la lograda situación social y económica para hacernos proteger y esconder por los muchos admiradores que ya tendríamos en Belén. Nosotros quizá, dado que había oro abundante, habríamos pagado a un buen puñado de guardaespaldas y de soldados para velar y defender al Niño contra la guardia de Herodes. Nosotros, sintiendonos famosos, ricos, fuertes e inteligentes, quizá habríamos desafiado así la prepotencia del tirano. Nosotros quizá habríamos hecho todo eso quedándonos cómodamente en Belén, pero desatendiendo temerariamente la voluntad de Dios.

María, no. Ella con José y el Niño, tomando lo necesario y dejando lo demás a los necesitados, huyeron a Egipto. ¡Eso es aceptar y vivir con humildad y sencillez la voluntad de Dios! Aunque cueste. Y costó lo suyo.

Humildad en Egipto.

Llegaron a Egipto. Allí ya no eran nadie. Inmigrantes. Tuvieron que empezar de cero. Casa, trabajo, amistades... todo. A ganarse la vida. Porque del oro de los reyes ya no les quedaría nada. No debían estar muy acostumbrados a tener tanto y en pocos días habrían ya repartido casi todo a los pobres e indigentes de los barrios vecinos. Y quién sabe si calcularon bien para el viaje... Total, que lo más seguro es que no les debía quedar apenas nada.

Parece increíble, pero así fue. El Hijo de Dios, la Madre de Dios y el bueno de José, de inmigrantes. Ganándose la vida en Egipto, como podían. Salieron adelante confiados en la providencia y gracias a su trabajo y a no pocos sacrificios y privaciones, sobrellevados con una sencillez admirable y conmovedora. Dios no pudo dejar de bendecir un amor y un esfuerzo tan impregnados de humildad.

Humildad durante la presentación de Jesús en el tempo de Jerusalén.

Recuerda el evangelista que “cuando se cumplieron los días de la purificación...” Pero, purificación... ¿de qué? ¿de quién? Si nunca ha existido ni existirá mujer más pura que aquella María de Nazaret...

Y prosigue el relato sagrado: “para presentarlo al Señor...” Pero, si el Señor era precisamente aquel bebé que María llevaba en brazos y acariciaba con ternura...

Sí. Al recordar la purificación de María y la presentación del Niño en el templo, asombra cómo se dan la mano la humildad de María y el amor a la misión del mismo Cristo. Ni María necesitaba purificarse, pues es la Inmaculada, ni Jesús niño necesitaba ofrecerse al Padre, pues toda su vida no tenía otro sentido, otra finalidad distinta de la de hacer la voluntad de Dios.

Pues, nada. Ahí van, humildemente, a cumplir lo prescrito por la ley, a obedecer. Como Dios manda.

En esto, apareció el anciano Simeón, que se prodigó en alabanzas al Niño: “porque han visto mis ojos tu salvación... luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel”. Y por si no era suficiente, se presentó también la profetisa Ana, que no paraba de alabar a Dios y hablaba del Niño a todo el mundo...

Y José y María, la Madre de ese gran Salvador, no podían permitirse ni siquiera un cordero de un año... No tenían más que para un par de tórtolas... Sí, eso; lo de la gente pobre y humilde. Sus ahorros no les daban para más... Paciencia, claro; pero sobre todo, humildad.

Nosotros, sin duda, hubiéramos organizado otra entrada “como Dios manda”. Una entrada triunfal, como se merece el Mesías y su Madre. Con trompetas, carrozas, presentes valiosísimos para el Templo, con alfombra roja y transmitiéndolo todo en directo al mundo entero vía satélite. Porque nosotros tenemos en mucho eso de ser alcanzados por la fama y eso de tener importancia y una “posición” considerable y de cierta categoría. Nosotros somos bastante soberbios y orgullosos. Y aquí la Virgen con su humildad y sencillez, nos está recordando que todo eso que nos parece tan importante, a los ojos de Dios no vale absolutamente nada, si está al margen de su voluntad.

Humildad en Nazaret.

¡Cuánto tiempo en la más pura simplicidad y ocultamiento! Treinta años de vecindad en Nazaret. Ni un sólo gesto o actitud en María que indicara a los vecinos y vecinas su verdadero rango, su fenomenal categoría de Madre de Dios, de Reina del cielo y de todo el universo.

¡Que diversos, a veces, hemos salido sus hijos! Nosotros, disimulando nuestros defectos. María, disimulando sus grandezas.

Ella, durante treinta años, tratando de ocultar que es Madre del Mesías, del Salvador, Reina del universo. Ella, con el vestidito usado y remendado de los días de labor. La mujer del carpintero. Una vecina más de Nazaret.

Treinta años siendo Reina, y aparentando ser una vecina más. Treinta años siendo Madre de Dios y apareciendo como la mujer del carpintero del pueblo. Ella, que era la única persona en el mundo que ha podido decirle a Dios: “Hijo mío...” La única que pudo mandar a Dios a la fuente con el cántaro; o al huerto, con el borriquillo...

Treinta años sin darse importancia. La humildad de María en Nazaret parece haberse adentrado de lleno en los confines de lo heroico. Y aún más si consideramos que, en aquel pueblecito, la Virgen tuvo que añadir a lo anterior el peso humillante de la murmuración y la calumnia.

Sí. Cuando por la aldea se corría la voz de la locura de Cristo... Cuando murmurando se le consideraba endemoniado, amigo de publicanos y pecadores, borracho y glotón... O cuando, aquel día, después de su intervención en la sinagoga, estuvieron a punto de despeñarlo en su misma tierra...

Después de todo eso, María no desapareció de Nazaret. No se volvió a marchar a Egipto... No. Soporto con humildad y silencio lo que por ahí se comenzaba a decir, lógicamente, también de Ella: “ahí va la madre del loco, la madre del endemoniado, la madre del tal por cual...”

Cuánto necesitamos nosotros estar, como María Santísima, Virgen de humilde y obediente, listos ante la calumnia, el desprecio, la incomprensión y la indiferencia. Listos en la humildad, que es olvido de sí mismo, que es aceptación sumisa y confiada de lo que Dios mande y permita...

Humildad en Pentecostés.

Aquella mañana de Pentecostés, por las plazas de Jerusalén, los Apóstoles comenzaron a organizar un lío de mucho cuidado.

Mientras tanto, por una calle cualquiera, pasaba María desapercibida, quizá con la cesta de la compra...

Ella, la persona más excelsa de la Iglesia, venga a merecer gracias de Dios para que allá, en la plaza, miles y más miles de gentes comenzaran a convertirse al Cristianismo, al oír a San Pedro hablando en Griego, en Hebreo, en Latín, en Inglés y en todo...

Ella, en la humildad de su faena diaria, de su trabajo y silencio hecho oración, era tan apóstol como el que más. A decir verdad, más que cualquiera de ellos. Ninguno lo hubiera sido, ni lo será nunca, sin la intercesión callada y humilde de María.

María, Virgen humilde y obediente, ¡qué Madre tenemos en Ti!

SANTOS ZACARÍAS E ISABEL, PADRES DE SAN JUAN BAUTISTA, 5 DE NOVIEMBRE


Hoy 5 de noviembre  es fiesta de San Zacarías y Santa Isabel, padres de Juan Bautista


 (ACI).- “Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor”, afirma San Lucas en su evangelio (Lc. 1,6) sobre San Zacarías y Santa Isabel -padres de San Juan Bautista y tíos de Jesús-, cuya fiesta litúrgica es cada 5 de noviembre.

Tal como describe el Evangelista San Lucas en su primer capítulo, Zacarías pertenecía a la clase sacerdotal de Abdías e Isabel era descendiente de Aarón. Ambos eran de edad avanzada y no tenían hijos porque Isabel era estéril.

Cierto día le tocó a Zacarías ingresar al “Santuario del Señor” para quemar el incienso. Un ángel del Señor se le apareció y le dijo que su esposa le daría un hijo al que llamaría Juan.

“Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto”, le dijo el ángel a Zacarías.

Zacarías le preguntó cómo podía estar seguro de esto porque él y su esposa eran ancianos. A lo que el ángel contestó que él era Gabriel, el que está delante de Dios, y que había sido enviado para hablarle y anunciarle esta buena noticia. Luego le dijo que se quedaría mudo por no haber creído.

Cuando Zacarías retornó a su casa, su esposa Isabel concibió un hijo y ella pensaba: “Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres”.


Después que el ángel Gabriel se le apareció a la Virgen María, la Madre de Dios fue a ayudar a Isabel, quien al verla, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.

Cuando Juan nació todos se alegraban de la misericordia de Dios. En el día de la circuncisión, todos querían llamarlo como su padre. Sin embargo, Isabel comunicó que se llamaría Juan, Zacarías lo confirmó escribiendo ese nombre en una pizarra y al instante recuperó el habla.

Finalmente el papá de San Juan Bautista, alabando a Dios, pronunció el famoso “Cántico de Zacarías”, una de las oraciones que los sacerdotes y religiosos rezan cada mañana en sus oraciones llamadas “Laudes”.

FELIZ SÁBADO!!!


viernes, 4 de noviembre de 2016

SABER COMPROMETERSE



Saber comprometerse


Los niños y jóvenes Exploradores se comprometen a hacer al menos una buena acción cada día. A todos conviene entrenarse en este ejercicio cotidiano. Cada servicio solidario es como ladrillo de una maravillosa construcción que levantas para alegría de Dios. Él goza al ver que sus hijos desarrollan sus dones con generosidad. 

Hay quienes no tienen miedo de asumir compromisos en su entorno social. Pero hay otros que adoptan como norma el "no te metas", egoísta y estéril. Una cosa es meterse y otra muy distinta "entrometerse". Está muy bien que no te entrometas en la vida de los demás. Pero métete con ellos en el sentido de comprometerte, de preocuparte por su bien, por sus problemas, por sus necesidades. No te aísles dentro de ti mismo, no límites tu preocupación solamente a ti o a los tuyos. Convéncete que, de una o de otra forma, todos los seres humanos son tuyos. Despreocuparse del hermano es despreocuparse de Dios, que es Padre de todos.

El mal ha entrado en el mundo por la puerta del egoísmo, que es negación del amor y búsqueda desenfrenada del propio bienestar. Cada día puedes empezar a ser generoso en gestos pequeños. Con la práctica descubrirás la alegría de dar y comprobarás, maravillado, que recibes mucho más de lo que das.


* Enviado por el P. Natalio 

EL ARTE DE CALLARSE


El arte de saber callarse



La reciente encíclica del papa Francisco, Amoris Laetitia (la alegría del amor), quizás sujeta a controversia, ha dejado huella, muy en especial una sección del “Capítulo cuarto: El amor en el matrimonio”, que ofrece una exégesis edificante sobre la Primera Carta de Pablo a los Corintios, un texto que, precisamente, se lee a menudo durante las misas de la celebración del matrimonio.

“El amor todo lo disculpa”
Pero en el texto, la reflexión sobrepasa el contexto del matrimonio. Es ante todo un tema de misericordia. El amor que celebra san Pablo como una virtud suprema y perdurable es un amor destinado a ser un patrón aplicable a todas las relaciones humanas. Por este motivo me impactó tanto la reflexión del papa en relación a la frase “el amor todo lo disculpa” (Amoris Laetitia, párrafos 112-113): “En primer lugar se dice que todo lo disculpa. Se diferencia de «no tiene en cuenta el mal», porque este término tiene que ver con el uso de la lengua; puede significar «guardar silencio» sobre lo malo que puede haber en otra persona. (…) En la defensa de la ley divina nunca debemos olvidarnos de esta exigencia del amor”.

No avivar el fuego
La sugerencia en este Año Jubileo de morderse la lengua como muestra de misericordia no es una simple opción, sino más bien una “exigencia del amor”. Muy a menudo, más de lo que me gustaría admitir, dar muestra de nuestro amor equivale a callarse. No es nada nuevo. En la carta de Santiago Apóstol, se habla sin ambages del poder destructor de un discurso irrespetuoso y pérfido, que reinaba por entonces en el seno de las primeras comunidades cristianas: “La lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas.  ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida” (Santiago 3: 5-6).

Hoy en día podríamos añadir a la lengua de la descripción de Santiago nuestros propios dedos que teclean o nuestros pulgares que golpetean para enviar mensajes. Son igualmente capaces de provocar o avivar un fuego y de destilar malicia en nuestras vidas.

En ciertas situaciones, mejor callarse…
Aquí hay varias situaciones en las que yo misma tengo que practicar mi misericordia y aprender a morderme la lengua (y otras situaciones en las que me arrepiento no haberme callado):

- Cuando tengo que decir la última palabra. Bien sea una pequeña riña familiar sobre a quién le toca hacer una tarea o bien un debate político en Internet, lo cierto es que rara vez sé cuándo parar. Pero en esto del amor y la misericordia no hay un marcador donde se vayan contando puntos (si no, ¿hasta dónde llegaríamos los pecadores?). Nadie (y nadie es nadie) tiene siempre el 100 por cien de la razón, y las cosas sobre las que debatimos rara vez son realmente significativas. No existe el calificativo de ‘buen perdedor’ por accidente; el que pierde y mantiene la compostura hace gala de gracia y bondad.

- Cuando me entero de un cotilleo jugoso. El papa Francisco califica el entusiasmo por el chismorreo como una “alegría oscura”, sobre todo cuando concierne a alguien que no nos gusta demasiado. Tengo que confesar que hablar sobre chismes me tienta tanto como el chocolate negro. Pero efectivamente, hablar mal de las personas o divulgar falsos rumores es como arrojar una cerilla encendida sobre campo seco. Una célebre anécdota relata que san Felipe Neri, aconsejando a un hombre que gustaba mucho del alcahueteo, le presentó la analogía de rajar una almohada de plumón en pleno vendaval y luego intentar recuperar todas las plumas esparcidas por doquier. Es tan imposible como imposible es medir las consecuencias de nuestros cotilleos. Morderse la lengua chismosa supone también no escuchar ni leer los chismorreos que me rodean.

- Cuando me siento más lista que los demás. Me crie en ese tipo de familia irlandesa donde el amor se expresa a través del sarcasmo. Con cada provocación maliciosa nos endurecíamos como el hierro se endurece en acero. Mi ingenio tiene un toque ácido, aunque sin maldad, pero que me ha pasado factura en mis relaciones con los demás. En la comedia shakespiriana “Mucho ruido y pocas nueces”, los amantes pendencieros se consumen mutuamente a golpe de burla. “¡Oh Dios!”, exclama Benedicto (muy versado siempre en el arte del sarcasmo) en relación a Beatriz: “He aquí, señor, un plato que no es de mi gusto: no puedo tragar a esta señora Lengua”. Puede que sea demasiado tarde para mí como para no comer de ese plato, pero sí puedo tratar de negarme a probar el sarcasmo diariamente con todas las salsas que encuentre.

- Cuando lo que intento es ayudar a los demás, ¡caray! Es una trampa en la que muchos de nosotros caemos: nos precipitamos a responder al silencio o la tristeza o la necesidad de los demás con una riada de consejos que nadie nos ha pedido. Sin embargo, en la mayor parte de las situaciones de este tipo, la verdadera ayuda consiste en callarse y escuchar, ser una presencia receptiva, silenciosa y misericordiosa. En vez de esto, a menudo respondo en Internet con hipervínculos a webs de medicina, sugiero un psicoanalista aficionado o (aún peor), cuento anécdotas sobre mi vida para explicar que mi experiencia es mucho peor. Todas estas respuestas son una falta de respeto hacia la persona que a la que intentaba ayudar. Tal vez no me vendría mal tener una notita en mi despacho que me recordara callarme y rezar. Sí, yo, ahora mismo.

Durante este año de la misericordia, y espero que también después, voy a intentar estar más atenta y morderme la lengua cuando sea necesario, por el amor misericordioso. ¿Rezaríais conmigo por este propósito? Sí, ahora mismo.


© Joanne Mc Portland (Aleteia)   

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 4 DE NOVIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Noviembre 4


La alegría es la señal patente de que Dios está en el alma.
Paul Claudel pone en boca de uno de sus personajes: "Dios mío, tú me habías dado la posibilidad de hacer que todo aquél que me mirara tuviera deseos de cantar, como si yo le diera el tono en voz baja"

Muchos esperan ser felices para reírse; por eso quizá mueren sin haber reído nunca, pues no han sido felices por no haber encontrado nunca a Dios, que es la verdadera fuente de toda alegría.

Haz de procurar que tu vida no sea una risa; pero también haz de esforzarte para que tu risa sea vida: algo que vivifique a cuantos te rodean.

Muchas veces se te presentarán oportunidades de ofrecer esa limosna a un prójimo necesitado de tu ayuda: todos necesitan la ayuda de tu sonrisa.

“El necio se ríe a carcajadas, pero el hombre sagaz sonríe apenas y sin estrépito” (Eclo 21,20). Quiere esto decir que la alegría del hombre sensato, del hombre que posee a Dios, es una alegría, por lo profunda, serena y permanente, que no se disuelve con el estruendo de una carcajada sino que penetra el fondo del corazón, lo invade y tranquiliza.


* P. Alfonso Milagro

CRISTO ES EXIGENTE


Cristo es exigente
No se conforma con una entrega a medias, quiere nuestro corazón totalmente para Él, pide todo.


Por: P. José Luis Richard | Fuente: Catholic.net 




Suele suceder que al escuchar hablar de la santidad, nos sentimos poco aludidos, poco comprometidos. Más bien solemos dejar este tema para otros, para los especialistas, para "los que sí pueden". Quizá para los religiosos y consagrados, pero no para un cristiano de la calle, con sus cotidianos obstáculos y ocupaciones. Por supuesto que el problema fundamental está en que nunca nos planteamos seriamente la pregunta sobre la santidad. Nos parece un edificio demasiado alto, posible sí, pero... para otro.

Al leer el Evangelio, podemos percibir la llamada alentadora de Cristo: "Siéntate y haz cuentas, ya verás que tienes recursos suficientes para construir una torre más alta de lo que tú crees".

Jesucristo es exigente, no se conforma con una entrega a medias, quiere nuestro corazón totalmente para Él; pide todo. Nos dice: Si alguno viene y no aborrece a su padre, a su madre,... y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo. Más aún, incluso cuando ya lo hemos dejado todo nos pide una cosa más: El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Es preciso dar la vida por Él, como Él mismo la dio por nosotros. En definitiva, vemos que Cristo nos pide ser santos, quiere que todos los que asuman su doctrina como norma de vida, sean verdaderos hombres de Dios, desprendidos de todo, dedicados a Él.

Y lógicamente nos parece demasiado arduo. Incluso es posible que hayamos dejado de considerarlo como una posibilidad. Cristo en este pasaje nos invita a hacer cuentas para ver si tenemos o no para terminar la obra de la santidad. Pero su idea no es para que nos retiremos decaídos y desanimados: "No, no soy capaz de construirla". Jamás ha pretendido Cristo que hagamos las paces con el enemigo de nuestras almas. Por tanto, si nos invita a deliberar si podemos hacerle frente, es para que nos convenzamos de que realmente somos capaces de vencer, de que somos más fuertes de lo que nos imaginamos. Podemos atrevernos a atacar con la plena seguridad de que saldremos victoriosos.

Tenemos el material suficiente para levantar ese gran edificio de nuestra santidad. Contamos con las tropas necesarias para vencer al enemigo de Cristo en nosotros. Basta que hagamos cuentas, conscientes de que nunca seremos tentados más allá de nuestras fuerzas.

Cuando Dios llama a alguien, lo toma y lo coloca en estado excepcional de avanzada, de exigencia de perfección y de responsabilidad, ante el cual el elegido se encuentra ahí, solo, inerme, vulnerable por todas partes, débil y pecador. Ante ello, sólo queda una alternativa: o la de huir aterrorizado o la de creer en la fidelidad de Dios.

HOY ES PRIMER VIERNES DEL MES, DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


PRIMER VIERNES DEL MES DE NOVIEMBRE
DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS





Breve Consideración

Jesús a su hija Margarita María de Alacoque: "Así herido como me ves, me han puesto varias almas, que me acaban de maltratar por una Comunión indigna: han hecho revivir todos los dolores de mi Pasión. !Y son almas escogidas! !Mira la herida que me infieren los de mi casa y de mi pueblo! Los otros, los extraños, se conforman con flagelarme, pero éstos !ay!, lastiman mi Corazón que no ha cesado de amarles un instante".



ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS POR MEDIO DE LA VIRGEN SANTÍSIMA

!Santísima Virgen, Madre de Dios y querida Madre y abogada nuestra! Tus hijos, unidos en un mismo sentimiento de cariño, nos arrojamos a tus plantas deseosos de renovar el propósito de servirte con la mayor fidelidad. Te suplicamos que nos consagres, como esclavos tuyos, al adorable Corazón de Jesús, con todo lo que somos, sin reservarnos cosa alguna, pues no queremos tener otra libertad que la de amarle, ni otra gloria que la de pertenecerle en calidad de siervos y víctimas de su amor.

!Oh María, esperanza nuestra! Haz que sintamos cuán poderosa eres con el Corazón de Jesús, y acredita tu valimiento cobijándonos en él, como en mansión perpetua. Ruégale que ejercite su dominio supremo en nuestras almas, reinando por amor a nuestros corazones, a fin de que nos consuma y transforme totalmente en sí. Sea Él nuestro tesoro, nuestra delicia, nuestro amor y nuestro Todo en todas las cosas, destruyendo y anonadando en nosotros todo lo que sea nuestro, y poniendo en su lugar todo lo que es suyo. Sea Él el sostén de nuestra incapacidad, la fuerza de nuestra flaqueza y la alegría de todas nuestras tristezas.

!Oh Sagrados Corazones de Jesús y de María! Remediad todas las miserias de los nuestros, suplid por todo lo que nos falta y consumid nuestras frialdades y tibiezas, ya que ciframos nuestra felicidad en vivir y morir como esclavos del adorable Corazón de Jesús y como siervos de la dulcísima Madre. Así sea.

(De Santa Margarita María de Alacoque)



UNDECIMA PROMESA QUE SE CUMPLE EN EL MES DE NOVIEMBRE:

Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre grabado en mi Corazón y jamás será borrado de el.


Agradezcamos al Salvador tan consoladora promesa, y pidámosle que nos haga acreedores a semejante predestinación, recitando las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús:



V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, ten piedad de nosotros.
R: Cristo, ten piedad de nosotros.
V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, óyenos.
R: Cristo, óyenos.
V: Cristo, escúchanos.
R: Cristo, escúchanos.

V: Dios, Padre celestial,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Hijo, Redentor del mundo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Espíritu Santo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Trinidad Santa, un solo Dios,

R: ten piedad de nosotros.

V: Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre.
R: Ten piedad de nosotros.
V: Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el
seno de la Virgen María, R/.
Corazón de Jesús, unido substancialmente al
Verbo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, R/.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, R/.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor, R/.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, R/.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, R/.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, R/.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, R/.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, R/.
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros
de la sabiduría y la ciencia, R/.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud
de la divinidad, R/.
Corazón de Jesús, en quién el Padre halló sus
complacencias, R/.
Corazón de Jesús, en cuya plenitud todos hemos recibido, R/.
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, R/.
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, R/.
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan, R/.
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, R/.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, R/.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, R/.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, R/.
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, R/.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, R/.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, R/.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, R/.
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, R/.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren
y esperan, R/.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, R/.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: perdónanos, Señor.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: óyenos, Señor.
V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: ten piedad y misericordia de nosotros.
V: Jesús, manso y humilde de corazón,
R: haz nuestro corazón semejante al Tuyo.
V: Sagrado Corazón de Jesús,
R: en Vos confío.

V: Sagrado Corazón de María,
R: salvad el alma mía.

V: Jesús y María os quiero con toda mi alma,
R: salvad almas y salvad el alma mía.



UNA PALABRA DE MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE A SUS HERMANOS LOS ASOCIADOS:

"No os arredren las contradicciones en la obra de amor y sacrificio por el  Corazón de Jesús...  El mismo Salvador me ha asegurado que reinará a pesar de las oposiciones, y no obstante sus enemigos. !Oh, sí!, el infierno no podrá nada en contra de este último esfuerzo de Jesús. !Ánimo, pues, y apresuremos la victoria de su Sagrado Corazón!

Un Padrenuestro y Avemaría por los agonizantes y pecadores.



ACTO DE CONSAGRACIÓN
SE SOR MARÍA DEL DIVINO CORAZÓN

Amabilísimo Jesús, yo me consagro de nuevo y sin reserva a tu Divino Corazón. Te consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, mi alma con todas sus potencias y mi ser todo entero. Te consagro mis pensamientos, palabras, obras, todos mis sufrimientos y trabajos, todas mis esperanzas, consuelos y alegrías. Especialmente te consagro mi pobre corazón para que no ame sino a Ti y se consuma como víctima en las llamas de tu amor. Acepta, !oh Corazón divino!, el deseo que tengo de consolarte y de pertenecerte para simpre. Toma de tal manera posesión de mí, que yo no tenga otra libertad que la de amarte, ni otra vida que sufrir y morir por Ti. Pongo en Ti toda mi confianza, una confianza sin límites, y espero de tu misericordia infinita perdón de todos mis pecados. Deposito en tus manos todos mis intereses, principalmente el de mi salvación eterna.

Prometo amarte y honrarte hasta el último momento de mi vida, y ayudado de tu divina gracia, prometo propagar con celo ardiente el culto de tu Sacratísimo Corazón. !Oh divino Corazón de Jesús!, dispón de mí como te agrade, no quiero más recompensa que tu mayor gloria y tu santo amor. Concédeme la gracia de hacer mi morada en tu Sacratísimo Corazón; allí es donde quiero pasar los días de mi vida y exhalar mi último suspiro.

Haz también de mi  corazón tu morada y el lugar de tu reposo, para quedarnos así íntimamente unidos, hasta que un día pueda yo alabarte, amarte y poseerte por toda la eternidad y cantar para siempre las misericordias de tu dulcísimo Corazón. Amén


Corazón Divino de Jesús, ten misericordia de nosotros (Tres veces)

Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros.

San José, Ruega por nosotros.

Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.


FELIZ VIERNES!!!


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