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martes, 14 de agosto de 2018
domingo, 12 de agosto de 2018
EL PAN DE VIDA
El Pan de Vida
Tu alma no puede nutrirse y saciarse de otra cosa que de Dios.
Por: Salvador Canals | Fuente: Ascética meditada
No os acostumbréis nunca a celebrar o a asistir al Santo Sacrificio: hacedlo, por el contrario, con tanta devoción como si se tratase de la única Misa de vuestra vida: sabiendo que allí está siempre presente Cristo, Dios y Hombre, Cabeza y Cuerpo, y, por tanto, junto con Nuestro Señor, toda su Iglesia. San Josemaría Escrivá, 28-III-1955.
Un sentido agradecimiento de partida
Tú sabes de sobra, amigo mío, que Eucaristía: quiere decir acción de gracias. Y éste es precisamente el primer impulso espontáneo del alma que se detiene a considerar, a meditar este misterio de fe que es el Sacramento del Amor. Las palabras que brotan del corazón, ante la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, son palabras de gratitud: Gracias, Señor, por haber querido quedarte en el tabernáculo. Gracias, Señor, por haber pensado en mí y en todos los hombres ˆaun en aquellos que habrían de entregarte y que te traicionanˆ en la hora de la persecución y del abandono, en la vigilia de la Pasión. Gracias, Señor, porque has querido ser médico para mis achaques, fuerza para mis debilidades y blanco pan para mi alma hambrienta, pan que da la vida.
Un santo contagio
Tú y yo sabemos por experiencia cuánto bien puede hacer a una persona una buena amistad: le ayuda a comportarse mejor, le acerca a Dios, le mantiene lejos del mal. Y si una buena amistad nos liga, no ya a una persona buena, sino a un santo, los buenos efectos de ese género de vida se multiplican: el trato mutuo y el intercambio de elevados sentimientos con un santo dejarán en nuestro propio fondo algo de su santidad: cum sanctis, sanctus eris!, si tratas con los santos, serás santo.
Es una intimidad con Jesucristo
¡Pues piensa ahora, amigo mío, lo que podrá ser la amistad y la confianza con Jesucristo en la Eucaristía, y qué huella dejará en nuestra alma! Tendrás a Jesús como Amigo, Jesús será tu Amigo. ¡El ˆperfecto Dios y Hombre perfectoˆ, que nació, que trabajó y que lloró, que se ha quedado en la Eucaristía, que padeció y que murió por nosotros! Y... ¡qué amistad, qué intimidad! Nos nutre con su cuerpo, nos quita la sed con su sangre: Caro mea vere est cibus, sanguis meus vere est potus. Mi carne es verdadero alimento, mi sangre es verdadera bebida. Jesucristo se ofrece a nosotros en el misterio de la Eucaristía, completamente, totalmente, en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Y el alma, en aquel momento de donación y de abandono, siente que le puede repetir las palabras de la parábola evangélica: Omnia mea tua sunt, todo lo que es mío es tuyo.
Para que viva en nosotros
El camino de la Comunión ˆy de la Comunión frecuenteˆ es verdaderamente el camino más fácil y breve para llegar a la transformación en Cristo, al vivit vero in me Christus, verdaderamente Cristo vive en mí, de San Pablo. Tu alma tiene necesidad de Jesús, porque sin E1 no puedes ˆno podemosˆ hacer nada: Sine Me nihil potestis facere, sin Mí no podéis hacer nada. El desea venir todos los días a tu alma: te lo dijo y te lo dice con la parábola del gran banquete ˆvocavit multos, llamó a muchosˆ y te lo repitió y te lo repite en el momento solemne de instituir la Eucaristía: Desiderio desideravi haec pascha manducare vobiscum, he deseado con toda el alma comer esta Pascua con vosotros.
Para crecer
Tu alma y la mía tienen necesidad del Pan de la Eucaristía, porque tienen necesidad de nutrirse, como el cuerpo, para perseverar con fidelidad y buen espíritu en el trabajo cotidiano, en su esfuerzo para santificarse y para adelantar, cada día más, en el conocimiento de Dios y en la práctica generosa de las virtudes.
Lo que el alma merece
Deja que te diga, en confianza, que tu alma no puede nutrirse y saciarse de otra cosa que de Dios. ¡Tanta es la grandeza y la noleza del alma en gracia! Si pudiéramos hacernos una idea de ella, no tendríamos ojos para ninguna otra cosa en el mundo. Piensa que la Fe ˆnuestra fe cristiana, que da luz a la inteligencia y serenidad al corazónˆ enseña que el alma ha sido creada a imagen y semejanza de Dios, que ha sido redimida por la sangre de Jesucristo, y que debemos alimentarla de su cuerpo y sangre redentores.
Una necesidad y un deseo
No te dejes seducir por falsas ideas y por falsas humildades: estado de gracia, rectitud de intención... y, después de haber escuchado el consejo prudente del sacerdote, acércate, incluso todos los días, a la Santísima Eucaristía.
Me agrada repetirte, a propósito de la Eucaristía, aquellas palabras de Marta a María, cuando Jesús ˆdespués de la muerte de Lázaroˆ se acerca a la casa amiga de Betania: Magister adest et vocat te!, ¡el Maestro ha llegado y te llama! Escucha su llamada, y aproxímate: acércate a este misterio de fe con una fe muy grande, acércate con la fe de la madre cananea y de la hemorroísa, o, por lo menos, con el deseo humilde de los apóstoles: Adauge nobis fidem!, auméntanos la fe!
Con esperanza y contrición
Acércate con la esperanza firme del leproso, y repite a Jesús sus palabras, humildes y confiadas: "Señor si quieres puedes volverme puro" Y si en ese momento te entristece el recuerdo de tus miserias, puedes volverte a Jesús con las palabras del centurión: Domine, non sum dignus... Señor, yo no soy digno -pero añade en seguida lo que supo añadir aquel hombre sencillo y saborea la confiada esperanza que se esconde en la continuación de su discurso: pero di una sola palabra y mi alma será sana.
¡Que nos gocemos con razón!
Acércate con la caridad de Magdalena, en la casa de Simón el leproso. Sepárate, como ella; de todo lo que está a tu alrededor, y quédate solo con Jesús y rodéalo con tus cuidados y ofrécele el fuego de tu alma y el fervor de tu voluntad. Y no te cuides de respetos humanos, ni de falsas humildades. El está contigo, y te ama. Aprovecha bien los momentos de tu acción de gracias: que tu acción de gracias sea como el himno que entonaron los apóstoles, en el cenáculo, después de la institución de la Eucaristía, mientras iban saliendo al aire libre. Y sal de la iglesia con el corazón rebosante de alegría y el alma llena de optimismo. Y renueva muchas veces durante la jornada tu respuesta al desiderio desideravi de Cristo, tu deseo de recibirlo. La comunión espiritual es alimento fuerte y letificante para las almas eucarísticas.
Nuestra Madre
La Virgen es madre del Amor hermoso y de la Fe y de la santa Esperanza: pídele a Ella progresar en estas virtudes para acercarte con disposiciones interiores cada vez mejores al Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 12 AGOSTO
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
12 agosto
Jesús ha de cumplir su misión pese a la dureza y a la oposición de los hombres; es que el misterio del origen y de la naturaleza de Jesús se revele sólo a la fe, al hombre que tiene fe y que con fe mira todas las cosas.
Hay ciertas cosas que se captan por los sentidos: son las cosas materiales; otras se conocen por la razón: son las cosas racionales; pero las cosas del Espíritu solamente se alcanzan por la fe y con la fe.
P. Alfonso Milagro
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 12 AGOSTO 2018
Hoy, domingo, 12 de agosto de 2018
Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (19,4-8):
En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte: «¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!»
Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come!»
Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo: «¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas.»
Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.
Salmo
Sal 33,2-3.4-5.6-7.8-9
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno, es el Señor,
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,30–5,2):
No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que él os ha marcado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,41-51):
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios."
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy domingo, 12 de agosto de 2018
Fernando Torres cmf
La sorpresa de Dios
Jesús no sólo ofrece a los judíos el pan para alimentarse físicamente. Les habla del pan que da la verdadera vida. Jesús les está ofreciendo la resurrección. Les dice que el antiguo anhelo de toda persona de vivir y vivir para siempre y en plenitud no es sólo un sueño. Es una promesa real para los que creen en Él y le aceptan como enviado de Dios.
Pero Jesús se tropieza con un muro difícil de franquear: la incredulidad de los judíos. Ellos ya le conocen. Saben perfectamente que es el hijo de José, el carpintero. Conocen su pueblo y su familia. No hay nada que hacer. Ellos ya saben cómo va a ser el Mesías que Dios envíe. Sus largos ratos de estudio sobre las Escrituras Santas han dado su fruto. No hay sorpresas posibles. Dios tiene sus caminos marcados y ellos ya los conocen. Por eso son incapaces de aceptar la novedad que está presente en Jesús. Jesús no se adapta al modelo que ellos conocen. Jesús no cumple todos los requisitos necesarios para ser el Mesías.
En el fondo, los judíos a los que Jesús se dirige en este Evangelio no dejan resquicio para la suprema libertad de Dios. Las Escrituras no eran para ellos un camino que les abriese a la inmensidad del misterio sino un manual que Dios mismo se veía obligado a obedecer.
Pero resulta que Dios es inmensamente libre. Y su voluntad de salvar a los hombres se manifiesta de muchos modos y maneras. Casi siempre de modos diferentes a los que nosotros esperamos o deseamos. Pero en todo caso testimoniando su amor infinito por cada uno de nosotros.
La fe la podríamos imaginar como un rostro con los ojos abiertos y llenos de sorpresa. Con la mirada lanzada hacia el horizonte, más allá de lo que es visible físicamente. La persona que vive en la fe se parece al vigía que otea continuamente el horizonte en la espera de la novedad que viene. A nuestro Dios no lo encontramos en el pasado, sino que se acerca a nosotros en el futuro, en nuestro futuro. Ahí se nos hace el encontradizo. Pero hay que estar con los ojos bien abiertos porque quizá no le reconozcamos a la primera. Y existe el peligro de que su presencia nos pase desapercibida. La vida que nos ofrece Jesús está más allá de nuestras posibilidades. Como los judíos, podríamos rechazarla por imposible pero, para el que, desde la fe, vive en la esperanza, la salvación de Dios se hace experiencia diaria y cotidiana.
Para la reflexión
¿Dónde tenemos puesta la mirada? ¿Nos quedamos en la pequeñez de nuestros problemas y de nuestra vida ordinaria? ¿O somos capaces de abrir los ojos y dejarnos sorprender por la presencia salvadora de Dios en tantos momentos y en tantas personas con que nos encontramos?
sábado, 11 de agosto de 2018
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 11 AGOSTO
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
11 agosto
Jesús ha venido al mundo para que tengamos vida: Yo he venido para que tenga Vida (Jn 10,10); la vida de Dios en nosotros, la vida eterna que ya comienza en el tiempo con la vida de la gracia.
Jesús da la Vida como la da el Padre. Nosotros no podemos comunicar la Vida a las almas, pero podemos ser instrumentos de Dios para comunicarla.
Con nuestras buenas obras, hechas en estado de gracia, podemos merecer la gracia para otras personas; con nuestro apostolado podemos prepararlas para que reciban la vida sobrenatural de la gracia.
Acércate, pues, a Jesús para tener vida y no te alejes nunca de él, para permanecer en la Vida.
P. Alfonso Milagro
EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 11 AGOSTO 2018
Lecturas de hoy Sábado de la 18ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, sábado, 11 de agosto de 2018
Primera lectura
Lectura de la profecía de Habacuc (1,12–2,4):
¿No eres tú, Señor, desde antiguo mi santo Dios que no muere? ¿Has destinado al pueblo de los caldeos para castigo; oh Roca, le encomendaste la sentencia? Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal, no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué contemplas en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente? Tú hiciste a los hombres como peces del mar, como reptiles sin jefe: los saca a todos con el anzuelo, los apresa en la red, los reúne en la nasa, y después ríe de gozo; ofrece sacrificios al anzuelo, incienso a la red, porque con ellos cogió rica presa, comida abundante. ¿Seguirá vaciando sus redes, matando pueblos sin compasión? Me pondré de centinela, en pie vigilaré, velaré para escuchar lo que me dice, qué responde a mis quejas. El Señor me respondió así: «Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acercará su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 9,8-9.10-11.12-13
R/. No abandonas, Señor, a los que te buscan
Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud. R/.
Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan. R/.
Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda
y no olvida los gritos de los humildes. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,14-20):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: «Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.»
Jesús contestó: «¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.»
Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño.
Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Les contestó: «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy sábado, 11 de agosto de 2018
CR
Queridos amigos:
Reaparece el grano de mostaza, esta vez como patrón para medir el tamaño de nuestra fe y de su eficacia. En el combate contra el mal, en el diario afán por expulsar demonios que sojuzgan o merman la vida de las personas o la propia vida, ¿qué confianza tenemos en Dios, cómo nos apoyamos en Él?
Los discípulos habían recibido el poder de arrojar demonios, como también el de curar a los enfermos. Podían sentirse perfectamente legitimados para la tarea de exorcistas, no los podía acusar Jesús, ni nadie, de que pretendían grandezas que superaran su capacidad. De hecho, fueron enviados en misión con ese poder y ese objetivo. Pero en esta ocasión fracasan. ¿Por qué? Jesús no les había retirado la confianza ni los había destituido de su función. Pero fallan, lo que significa que una vez más van a comprobar el estado de su fe, estado que con tanta frecuencia denuncia el evangelista: era pequeña, raquítica; se dejaba afectar por la duda; necesitaba madurar, crecer, consolidarse.
En nuestro camino de discípulos, ¿en qué momentos flaquea la fe? ¿Ponemos la confianza en Dios? ¿Nos trabaja más bien o acaso nos habita secretamente el sentimiento de que nada puede cambiar, de que todo va a seguir igual, de que no vale la pena creer, amar y servir, de que no tiene sentido vivir y transmitir el evangelio, de que “la cultura dominante” es la verdadera fuerza de la historia que es sensato acoger y acatar?
En el relato que ofrece Marcos de este mismo episodio, el padre suplica a Jesús: «¡Creo, pero ayúdame a tener más fe!». Esta misma puede ser nuestra oración, en particular si se da en nosotros cierta tendencia a ese fatalismo que no deja resquicio a Dios ni acepta la acción de su Espíritu en los hombres.
viernes, 10 de agosto de 2018
POR QUÉ TENEMOS MIEDO A LA CONFESIÓN?
¿Por qué tenemos miedo a la Confesión?
Un sentimiento que es más común de lo que crees y que además, a pesar de lo que solemos pensar, no es malo
Por: P. Juan García Inza | Fuente: Religión en Libertad
SOMOS PECADORES, ¿POR QUÉ NO PEDIMOS PERDÓN?
El Papa Francisco explicó que confesar los pecados no es una sesión de psiquiatría ni "una sala de tortura. Es decir al Señor: ‘Señor soy pecador’, pero decirlo a través del hermano, para que este decir sea también concreto. ‘Y soy pecador por esto, por esto y por esto’".
El Pontífice comentó luego que "algunos dicen: ‘ah, yo me confieso con Dios’. Pero es fácil, es como confesarte por e-mail, ¿no? Dios está allá, lejos, yo digo las cosas y no hay un cara a cara, no hay un a cuatro ojos. (San) Pablo confiesa su debilidad a los hermanos cara a cara. Otros: ‘No, yo voy a confesarme’, pero se confiesan cosas tan etéreas, tan en el aire, que no tienen ninguna concreción. Y eso es lo mismo que no hacerlo".
"Los pequeños tienen esa sabiduría: cuando un niño viene a confesarse, jamás dice una cosa general. "Pero, padre he hecho esto y he hecho esto a mi tía, al otro le he dicho esta palabra" y dicen la palabra. Son concretos, ¡eh! Tienen esa sencillez de la verdad. Y nosotros tenemos siempre la tendencia a esconder la realidad de nuestras miserias".
"Y esta es la lucha de los cristianos. Es nuestra lucha de todos los días. .. Si ser pecador es una palabra, un modo de decir, una manera de decir, no tenemos necesidad del perdón de Dios. Pero si es una realidad, que nos hace esclavos,tenemos necesidad de esta liberación interior del Señor, de esa fuerza. Pero más importante aquí es que para encontrar el camino de salida, Pablo confiesa a la comunidad su pecado, su tendencia al pecado. No la esconde".
La confesión de los pecados hecha con humildad es "lo que la Iglesia pide a todos nosotros… Hace falta: "Concreción, honradez y también una sincera capacidad de avergonzarse de las propias equivocaciones: no hay sendas en sombra alternativas al camino que lleva al perdón de Dios, a percibir en lo profundo del corazón tu pecado y su amor".
Recordamos aquí, a propósito de lo que nos dice el Papa, la doctrina sobre el Sacramento de la Penitencia:
Los pasos de la confesión
Las cinco cosas necesarias para hacer una buena y fructífera confesión.
Para explicar las cinco cosas necesarias para hacer una buena y fructífera confesión, lo haremos desde la parábola del hijo pródigo, narrada por San Lucas en el capítulo 15 de su Evangelio.
Cinco pasos son necesarios:
1° El hijo pródigo examina su conciencia.
2° Se arrepiente.
3° Hace propósito de volver al padre.
4° Vuelve y pide perdón.
5° Paga con buenas obras sus pecados
Es decir, reflexiona, se arrepiente, se corrige, se acusa y expía.
1° EXAMEN DE CONCIENCIA
La confesión no tendrá efecto y fruto si entramos en la Iglesia y rápido nos confesamos, sin haber hecho primero un buen examen de conciencia sereno, tranquilo, pausado, y si es por escrito mejor, para que así, no nos olvidemos ni un pecado.
¿Cómo hacer este examen de conciencia?
El examen de conciencia consiste en recordar los pecados que hemos cometido y las causas o razones por las cuales estamos cometiendo esas faltas.
Deberíamos, como buenos cristianos, hacer examen de conciencia todos los días en la noche, antes de acostarnos.
Así iríamos formando bien nuestra conciencia, haciéndola más sensible y recta, más pura y delicada. Los grandes Santos nos han recomendado este medio del examen de conciencia diario
¿Cómo se hace?
1° Pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos recuerde cuáles son los pecados nuestros que más le están disgustando a Dios.
2° Vamos repasando:
- Los diez mandamientos.
- Los cinco mandamientos de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica.
- Los siete pecados capitales.
- Las obras de misericordia.
- Las bienaventuranzas.
- El mandamiento de la caridad.
- Los pecados de omisión: el bien que dejamos de hacer: no ayudar, no hacer apostolado, no compartir los bienes, no hacer visitas a Cristo Eucaristía, no dar un buen consejo.
También es bueno confesarse de la siguiente manera:
- Deberes para con Dios: mi relación con la voluntad de Dios.
- Deberes para con el prójimo: caridad, respeto.
- Deberes para conmigo: estudios, trabajo, honestidad, pureza, veracidad.
- Deberes para con ese Movimiento o Institución eclesial a la que pertenezco: fidelidad a los compromisos, apostolado.
2º DOLOR DE LOS PECADOS Y LA CONTRICIÓN DEL CORAZÓN
No basta sólo hacer un buen examen de conciencia para una buena confesión: es necesario un segundo paso: dolerme interiormente por haber cometido esos pecados, porque ofendí a Dios, mi Padre. Es lo que llamamos dolor de los pecados o contrición del corazón
Contrición de corazón o arrepentimiento es sentir tristeza y pesar de haber ofendido a Dios con nuestros pecados.
No es tanto “me siento mal… no me ha gustado lo que he hecho… siento un peso encima…” ¡No! Este dolor de contrición es otra cosa: “Estoy muy apenado porque ofendí a Dios, que es mi Padre, le puse triste”.
El Salmo 50 dice: “Un corazón arrepentido, Dios nunca lo desprecia”.
3º CONFESAR TODOS LOS PECADOS
El sacramento de la penitencia o confesión está en crisis en algunas partes porque, como dijo el Papa Juan Pablo II, “al hombre contemporáneo parece que le cuesta más que nunca reconocer los propios errores… parece muy reacio a decir ‘me arrepiento’ o ‘lo siento’; parece rechazar instintivamente y con frecuencia irresistiblemente, todo lo que es penitencia, en el sentido del sacrificio aceptado y practicado para la corrección del pecado” (Reconciliación y Penitencia n. 26).
Pío XII manifestó en un radiomensaje del Congreso Catequístico Nacional de los Estados Unidos, en Boston (26 de octubre de 1946): “El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado”.
El tercer paso para hacer una buena confesión es confesar todos los pecados mortales y graves al confesor.
¿Qué es la confesión de boca? Es manifestar al confesor sin engaño, ni mentira los pecados cometidos, con intención de recibir la absolución. Dice la Biblia: “No te avergüences de confesar tus pecados” (Eclesiástico 4,26)
Para que Dios perdone, por medio del confesor, es necesario decir los pecados. Así lo dispuso el mismo Cristo al instituir el sacramento del la Penitencia. “A quienes se los perdonéis, quedarán perdonados; a quienes se los retuviereis les quedarán retenidos” (Jn. 20, 23).
Los apóstoles, y sus sucesores, los obispos y los colaboradores, los sacerdotes, para poder absolver, necesitan conocer lo que perdonan, es decir, necesitan escuchar los pecados del penitente.
¿Cuáles son las cualidades para una buena confesión de boca?
- Sinceridad: no debo ocultar lo que en conciencia es grave.
- Verdadera: sin ocultar o disimular lo que debo manifestar, ni dar vueltas, tratando de justificarme.
- Completa: todos los pecados graves, según su especie, número y circunstancias que cambian la especie.
- Sencilla y humilde: con pocas palabras y sin rodeos.
Omitir voluntariamente la confesión de pecados graves o circunstancias que cambian la especie o callar voluntariamente algún pecado grave hace que la confesión sea inválida y sacrílega.
4º PROPÓSITO DE ENMIENDA
Antes de explicar el cuarto paso, quisiera resumir, de la Institución Pastoral del Episcopado español del 15 de abril de 1989, los síntomas y raíces de la disminución de la práctica de la confesión en algunas partes:
- Por el ateísmo e indiferencia religiosa de nuestros tiempos.
- La pérdida del sentido del pecado.
- Las interpretaciones inadecuadas del pecado. Hoy se nos quiere hacer creer que el pecado es algo superado, es un vago sentimiento de culpabilidad, es como una fuerza oscura del inconsciente, es como expresión y reflejo de las condicionantes ambientales, se les identifican con el pecado social y estructural. Algunos ya no ven pecado en casi nada, salvo en lo social, estructural.
- Crisis generalizada de la conciencia moral y su oscurecimiento en algunos hombres. Esto debido a la amoralidad sistemática, cuando no inmoralidad.
- Otra causa que ven los obispos españoles es ésta: indecisión de predicadores y confesores en materia moral, económica y sexual. Algunos fieles se desconciertan al oír diversas opiniones de confesores sobre el mismo tema moral. Y claro, muchos optan por hacer caso al más laxo y fácil. Y al final optan por dejar sus conciencias al juicio de Dios y abandonan la confesión.
Expliquemos ahora sí el propósito de enmienda, que brota espontáneamente del dolor.
¿Qué es el propósito de enmienda?
Es una firme resolución de nunca más ofender a Dios. Y hay que hacerlo ya antes de confesarse. Jesús a la pecadora le dijo: “Vete y no peques más” (Jn. 8,11). Esto es lo que se propone el pecador al hacer el propósito de enmienda: “no quiero pecar más, con la ayuda de Dios”. Si no hay verdadero propósito, la confesión es inválida.
No significa que el pecador ya no volverá a pecar, pero sí quiere decir que está resuelto a hacer lo que le sea posible para evitar sus pecados que tanto ofenden a Dios. No se trata de la certeza absoluta de no volver a cometer pecado, sino de la voluntad de no volver a caer, con la gracia de Dios. Basta estar ciertos de que ahora no quiere volver a caer. Lo mismo que al salir de casa no sabes si tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar.
5º CUMPLIR LA PENITENCIA
Expliquemos el último paso para hacer una buena confesión: cumplir la penitencia.
Pero antes recuerda esto:
- La confesión es el medio ordinario que ha puesto Dios para perdonar los pecados cometidos después del bautismo en el día a día. Es un medio maravilloso que renueva, santifica, forma conciencia y, sobre todo, da mucha paz al alma.
- Cuesta, o puede costar, porque a la confesión no vamos a decir hazañas, sino pecados y miserias. Y esto nos cuesta a todos. Es curioso que algunos que ponen dificultades en decir los pecados al sacerdote confesor los propagan entre sus amigos con risotadas y chascarrillos, y con frecuencia exagerando fanfarronamente. Lo que pasa es que esas cosas ante sus amigos son hazañas, pero ante el confesor son pecados, y esto es humillante. Y lo que no tienen tus amigos, secreto, lo tiene el confesor: él no puede contar ni un pecado tuyo a nadie. A esto se le llama el sigilo sacramental; ha habido sacerdotes que han dado su vida antes que faltar a este secreto de la confesión.
- Para confesarse hay que ser muy sincero. Los que no son sinceros, no se confiesan bien. El que calla voluntariamente en la confesión un pecado grave, hace una mala confesión, no se le perdona ningún pecado, y, además, añade otro pecado terrible que se llama sacrilegio.
- Si tienes un pecado que te da vergüenza confesarlo, te aconsejo que lo digas el primero. Este acto de vencimiento te ayudará a hacer una buena confesión.
- El confesor será siempre tu mejor amigo. A él puedes acudir siempre que lo necesites, que con toda seguridad encontrarás cariño y aprecio y much comprensión. Además de perdonarte los pecados, el confesor puede consolarte, orientarte, aconsejarte. Pregúntale las dudas morales que tengas. Pídele los consejos que necesites. Él guardará el secreto más riguroso.
¿Qué es cumplir la penitencia?
Es rezar o hacer lo que el confesor me diga. Esta penitencia, ya sea una oración, una obra de caridad, un sacrificio, un servicio, la aceptación de la cruz, una lectura bíblica, es para expiar, reparar el daño que hemos hecho a Dios al pecar. Es expresión de nuestra voluntad de conversión cristiana.
El pecado, sobre todo si es grave, es ofensa grave a Dios. Mereceríamos las penas eternas del infierno. Esta penitencia que me da el sacerdote en parte desagravia la ofensa a Dios y expía las penas merecidas.
La confesión perdona las penas eternas, pero no perdona la pena temporal. Esta penitencia que hago va satisfaciendo, en parte, o disminuyendo la pena temporal debida por los pecados.
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 10 AGOSTO
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
10 agosto
Al Evangelio no se le pueden subrayar páginas o frases; es todo el Evangelio el que ha de ser subrayado, porque todo él ha de ser vivido en su plenitud, en toda su dimensión, en todas sus variadas vertientes y aplicaciones vitales.
Si nos ponemos a vivirlo en toda su plenitud, el Evangelio es molesto, por la sencilla razón de que, para cumplirlo debemos esforzarnos, negarnos y siempre resulta molesto negarse a sí mismo, a los propios gustos y conveniencias.
El Evangelio no pasó "en aquel tiempo", sino que debe pasar "en ese tiempo"; no se predicó "para aquellas gentes", sino que se predica "para nosotros".
El Evangelio no se nos puede caer de las manos; hay que hacer de él "una constante revisión de vida", hasta llegar a "ver, juzgar y actuar" según sus normas y su espíritu.
P. Alfonso Milagro
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