Sacerdotes se consagran a María ante imagen peregrina de la Virgen de Fátima
POR WALTER SÁNCHEZ SILVA | ACI Prensa
Un grupo de 60 sacerdotes de la Diócesis de Chiclayo se consagró al Inmaculado Corazón de María ante la imagen peregrina oficial de la Virgen de Fátima que visitó esa ciudad en el marco de la gira que realiza en el Perú.
La consagración se dio al final de la Misa celebrada en la Catedral de Chiclayo el 8 de enero, en la despedida de la imagen que prosigue su gira en la localidad de Manchay, una zona pobre de Lima, para luego dirigirse a la ciudad andina de Tarma.
La imagen, procedente de Portugal, hizo una gira primero en Colombia para después pasar a Perú en donde estará hasta el 20 de enero.
En declaraciones a ACI Prensa, el P. Jorge Millán Cotrina, párroco de la Catedral de Chiclayo, explicó que se recitó la oración de consagración que Benedicto XVI elevó con los sacerdotes del mundo cuando visitó el Santuario de la Virgen de Fátima en Portugal en mayo de 2010.
“Es una oración bonita y larga donde uno se pone a los pies de la Virgen para cumplir su compromiso sacerdotal”, dijo el P. Millán. Aseguró que la visita de la imagen peregrina ha servido para “acompañar al pueblo, renovar la devoción y alegrar a las personas”.
“Esta consagración –continuó– nos ayuda a todos los sacerdotes a renovarnos en nuestro compromiso de seguir edificando Iglesia, de saber que somos necesitados siempre de su gracia para llevar a cabo esta gran tarea de acercar a las almas a Dios”.
Sobre la crisis actual que vive la Iglesia debido a los escándalos de abusos sexuales, el P. Millán dijo a ACI Prensa que “es verdad que hay muchos momentos de la historia de la Iglesia que son duros y difíciles A ellos hay que responder con una santidad de vida, con la gracia de Dios”.
Ante esta situación, precisó, “toca estar dispuestos a dar todo de nosotros para avanzar en esta tarea de evangelizar, que la gente se acerque más a él”.
El sacerdote indicó también que la Virgen de Fátima, cuyas apariciones ocurrieron en 1917, es ejemplo para los sacerdotes.
“La imagen de nuestra Madre Santísima nos recuerda su humildad, su sencillez, el espíritu de servicio, la entrega total, el sacrificio. Son características que finalmente son las de Nuestro Señor Jesús, que todo sacerdote debe comprometerse a vivir para hacer las cosas como Dios quiere”, concluyó.
Esta es la oración de consagración que rezaron los sacerdotes de Chiclayo el 8 de enero:
Madre Inmaculada,
en este lugar de gracia,
convocados por el amor de tu Hijo Jesús,
Sumo y Eterno Sacerdote, nosotros,
hijos en el Hijo y sacerdotes suyos,
nos consagramos a tu Corazón materno,
para cumplir fielmente la voluntad del Padre.
Somos conscientes de que, sin Jesús,
no podemos hacer nada (cfr. Jn 15,5)
y de que, sólo por Él, con Él y en Él,
seremos instrumentos de salvación para el mundo.
Esposa del Espíritu Santo,
alcánzanos el don inestimable
de la transformación en Cristo.
Por la misma potencia del Espíritu que,
extendiendo su sombra sobre Ti,
te hizo Madre del Salvador,
ayúdanos para que Cristo, tu Hijo,
nazca también en nosotros.
Y, de este modo, la Iglesia pueda
ser renovada por santos sacerdotes,
transfigurados por la gracia de Aquel
que hace nuevas todas las cosas.
Madre de Misericordia,
ha sido tu Hijo Jesús quien nos ha llamado
a ser como Él:
luz del mundo y sal de la tierra
(cfr. Mt 5,13-14).
Ayúdanos,
con tu poderosa intercesión,
a no desmerecer esta vocación sublime,
a no ceder a nuestros egoísmos,
ni a las lisonjas del mundo,
ni a las tentaciones del Maligno.
Presérvanos con tu pureza,
custódianos con tu humildad
y rodéanos con tu amor maternal,
que se refleja en tantas almas
consagradas a ti
y que son para nosotros
auténticas madres espirituales.
Madre de la Iglesia,
nosotros, sacerdotes,
queremos ser pastores
que no se apacientan a sí mismos,
sino que se entregan a Dios por los hermanos,
encontrando la felicidad en esto.
Queremos cada día repetir humildemente
no sólo de palabra sino con la vida,
nuestro “aquí estoy”.
Guiados por ti,
queremos ser Apóstoles
de la Divina Misericordia,
llenos de gozo por poder celebrar diariamente
el Santo Sacrificio del Altar
y ofrecer a todos los que nos lo pidan
el sacramento de la Reconciliación.
Abogada y Mediadora de la gracia,
tu que estas unida
a la única mediación universal de Cristo,
pide a Dios, para nosotros,
un corazón completamente renovado,
que ame a Dios con todas sus fuerzas
y sirva a la humanidad como tú lo hiciste.
Repite al Señor
esa eficaz palabra tuya:“no les queda vino” (Jn 2,3),
para que el Padre y el Hijo derramen sobre nosotros,
como una nueva efusión,
el Espíritu Santo.
Lleno de admiración y de gratitud
por tu presencia continua entre nosotros,
en nombre de todos los sacerdotes,
también yo quiero exclamar:
“¿quién soy yo para que me visite
la Madre de mi Señor? (Lc 1,43)
Madre nuestra desde siempre,
no te canses de “visitarnos”,
consolarnos, sostenernos.
Ven en nuestra ayuda
y líbranos de todos los peligros
que nos acechan.
Con este acto de ofrecimiento y consagración,
queremos acogerte de un modo
más profundo y radical,
para siempre y totalmente,
en nuestra existencia humana y sacerdotal.
Que tu presencia haga reverdecer el desierto
de nuestras soledades y brillar el sol
en nuestras tinieblas,
haga que torne la calma después de la tempestad,
para que todo hombre vea la salvación
del Señor,
que tiene el nombre y el rostro de Jesús,
reflejado en nuestros corazones,
unidos para siempre al tuyo.
Así sea.