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miércoles, 12 de agosto de 2020
PAPA FRANCISCO:QUE LA MADRE DE DIOS AYUDE A LA HUMANIDAD A VENCER EL CORONAVIRUS
Papa Francisco: Que la Madre de Dios ayude a la humanidad a vencer el coronavirus
Redacción ACI Prensa
Foto: ACI Prensa / Wikipedia
En la Audiencia General de este miércoles 12 de agosto, el Papa Francisco rezó para que la Virgen María, Madre de Dios, “ayude a la humanidad a vencer el coronavirus”.
Así lo indicó el Santo Padre en su saludo a los fieles polacos, y en particular dijo que acompaña espiritualmente a los cientos de peregrinos que caminan desde Varsovia, Cracovia y otras ciudades hasta el Santuario de la Virgen de Czestochowa.
“Que esta peregrinación, hecha con cautela a causa de la pandemia, sea un tiempo de reflexión, oración y fraternidad en la fe y el amor para todos”, destacó el Papa.
Además, el Santo Padre recordó que el próximo 15 de agosto celebrarán los cien años del “Milagro en el Vístula” que fue una “histórica victoria del ejército polaco” que atribuyen “a la intercesión de María”.
Por ello, el Papa añadió que “hoy la Madre de Dios ayude a la humanidad a vencer el coronavirus, y a ustedes, a sus familias y al pueblo polaco, les aseguro abundantes gracias” y les impartió la bendición.
El Papa Francisco visitó en julio de 2016 el Santuario de de Jasna Góra, donde tuvo un momento de oración frente a la Virgen de Cezstochowa, Patrona de Polonia, a quien le regaló una “rosa de oro”.
Nuestra Señora de Cezstochowa también es conocida como la Virgen Negra. Según la leyenda, la imagen fue pintada por San Lucas Evangelista sobre las tablas de la mesa que usaba la Sagrada Familia.
Jasna Gora es el santuario más conocido de Polonia y el destino de numerosas peregrinaciones.
Su importancia en la vida del país fue destacada en 1997 por San Juan Pablo II. “Jasna Góra es el santuario de la nación, su confesionario y su altar. Es el lugar de la transformación espiritual, de la conversión y de la renovación de la vida de los polacos”, dijo entonces San Juan Pablo II.
ORACIÓN Y NOVENA A NUESTRA SEÑORA DESATANUDOS
ORACION y NOVENA
A NUESTRA SEÑORA DESATANUDOS
Santa María desatadora de nudos
Santa María, llena de la presencia de Dios,
durante los días de tu vida aceptaste con
toda humildad la voluntad del Padre,
y el Maligno nunca fue capaz de enredarte con
sus confusiones.
Ya junto a tu Hijo
intercediste por nuestras dificultades y,
con toda sencillez y paciencia,
nos diste ejemplo de cómo desenredar
la madeja de nuestras vidas.
Y al quedarte para siempre como
Madre Nuestra, pones en orden y haces mas
claros los lazos que nos unen al Señor.
Santa María, Madre de Dios y Madre Nuestra,
Tú que con corazón materno desatas los
nudos que entorpecen nuestra vida,
te pedimos que nos recibas en tus manos
y que nos libres de las ataduras y confusiones
con que nos hostiga el que es nuestro enemigo.
Por tu gracia, por tu intercesión, con tu ejemplo,
líbranos de todo mal, Señora Nuestra
y desata los nudos, que impiden nos unamos a Dios,
para que libres de toda confusión y error,
los hallemos en todas las cosas,
tengamos en El puestos nuestros
corazones y podamos servirle
siempre en nuestros hermanos. Amén
EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 12 DE AGOSTO DE 2020
Lecturas de hoy Miércoles de la 19ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, miércoles, 12 de agosto de 2020
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (9,1-7;10,18-22):
Oí al Señor llamar en voz alta: «Acercaos, verdugos de la ciudad, empuñando cada uno su arma mortal.»
Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte, empuñando mazas. En medio de ellos, un hombre vestido de lino, con los avios de escribano a la cintura. Al llegar, se detuvieron junto al altar de bronce. La gloria del Dios de Israel se había levantado del querubín en que se apoyaba, yendo a ponerse en el umbral del templo.
Llamó al hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura, y le dijo el Señor: «Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén y marca en la frente a los que se lamentan afligidos por las abominaciones que en ella se cometen.»
A los otros les dijo en mi presencia: «Recorred la ciudad detrás de él, hiriendo sin compasión y sin piedad. A viejos, mozos y muchachas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con ellos; pero a ninguno de los marcados lo toquéis. Empezad por mi santuario.» Y empezaron por los ancianos que estaban frente al templo.
Luego les dijo: «Profanad el templo, llenando sus atrios de cadáveres, y salid a matar por la ciudad.»
Luego la gloria del Señor salió, levantándose del umbral del templo, y se colocó sobre los querubines. Vi a los querubines levantar las alas, remontarse del suelo, sin separarse de las ruedas, y salir. Y se detuvieron junto a la puerta oriental de la casa del Señor; mientras tanto, la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos. Eran los seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel a orillas del río Quebar, y me di cuenta de que eran querubines. Tenían cuatro rostros y cuatro alas cada uno, y una especie de brazos humanos debajo de las alas, y su fisonomía era la de los rostros que yo había contemplado a orillas del río Quebar. Caminaban de frente.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 112,1-2.3-4.5-6
R/. La gloria del Señor se eleva sobre el cielo
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R/.
De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre el cielo. R/.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar al cielo y a la tierra? R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,15-20):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 12 de agosto de 2020
Eguione Nogueira, cmf
Queridos hermanos:
Vivimos en una sociedad muy polarizada. La lógica del mundo —acusar, condenar, torturar, matar— puede penetrar venenosamente en la comunidad cristiana. La Iglesia necesita desvestirse de la toga de los tribunales y vestirse con el manto del respeto, de la atención, de la escucha, de la caridad y del perdón. Por eso, en el Evangelio de hoy predominan las actitudes del diálogo y del encuentro: “Si tu hermano cometió un error, repréndelo”. Da el primer paso, no te calles en un silencio hostil, busca el diálogo. Alguien puede hacer la siguiente objeción: ¿Y qué me autoriza a intervenir en la vida del otro? ¿La búsqueda de la verdad es suficiente? ¿Eso no me hace sentir superior al otro? ¿Qué criterios tengo para juzgar? La respuesta a todas estas preguntas se encuentra únicamente en esta palabra: “hermano”. Lo que nos permite y nos lleva a dialogar e ir al encuentro del que se equivocó es la fraternidad, no sentirnos poseedores de la verdad o jueces del bien y del mal, sino del deseo de construir la fraternidad.
El diálogo empieza con la menor comunidad: tú y yo, lejos de las instituciones, pero sí en la sinceridad de la vida, del corazón que desea el bien común: “si te hace caso, has ganado a tu hermano”. Es un verbo muy bonito: “ganar al hermano”. Todos ganan cuando la fraternidad se sobrepone a los intereses personales, cuando la corrección fraterna es un modo de vivir con los límites de las relaciones interpersonales.
El Evangelio va más allá: lo que conquistamos en fraternidad aquí en la tierra, llega al cielo: “todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos”. El poder de atar y desatar es para todos los creyentes: todos tenemos el poder de crear comunión o separación. Por eso, el poder de perdonar no es solo de Dios o del sacerdote en el sacramento de la confesión, sino de todos los que son capaces de responder con una presencia transformadora y reconciliadora a los conflictos humanos.
La capacidad de perdonar a los enemigos, acoger al prójimo en su necesidad, son cosas divinas, capaces de hacer de nuestra vida una presencia de transfiguración en la vida de los demás. Hacen falta cristianos capaces de transfigurar relaciones rotas por la discordia, la envidia, el egoísmo…
Es muy bonito pensar que todo lo que unimos —personas, afectos, esperanzas— no se perderá. Lo que atamos en esta vida tendrá comunión para siempre. Lo que desatamos también tendrá un eco en la eternidad. Por eso, es mejor que desatemos la sonrisa y la alegría atadas por las preocupaciones de la vida; que desatemos la propia vida de lo que le aprisiona en las situaciones de muerte, pues tendrá resonancia en la eternidad.
El Evangelio termina con una promesa divina: “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Esta presencia no solamente se da en la oración, sino también en el amor de dos personas, en la complicidad festiva de los amigos, en aquellos que luchan por justicia, en la reconciliación… No importa donde se encuentren, sino que estén reunidos en el nombre de Dios. Así toda la vida puede tener un toque de la presencia divina. Llevemos esta certeza a lo largo de nuestra jornada: si estamos reunidos en el nombre del Señor, Él mismo se hace presencia amorosa en nuestras vidas.
Vuestro hermano en la fe,
Eguione Nogueira, cmf
eguionecmf@gmail.com
lunes, 10 de agosto de 2020
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 10 DE AGOSTO DE 2020
Decimonovena Semana del Tiempo Ordinario
Hoy es: San Lorenzo (10 de Agosto)
Lunes 10 de agosto de 2020
“ Si muere, da mucho fruto ”
Primera lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol
san Pablo a los Corintios 9, 6-10
Hermanos:
El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé como le dicte su corazón: no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama “al que da con alegría”.
Y Dios tiene poder para colmaros de toda clase de dones, de modo que, teniendo lo suficiente siempre y en todo, os sobre para toda clase de obras buenas.
Como está escrito:
«Repartió abundantemente a los pobres,
su justicia permanece eternamente».
El que proporciona “semilla al que siembra y pan para comer” proporcionará y multiplicará vuestra semilla y aumentará los frutos de vuestra justicia.
Salmo
Sal 111, 1-2. 5-6. 7-8. 9 R/. Dichoso el que se apiada y presta
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R/.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos,
porque jamás vacilará,
El recuerdo del justo será perpetuo. R/.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos. R/.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad dura por siempre,
y alzará la frente con dignidad. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 24-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.
El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará».
Reflexión del Evangelio de hoy
El que siembra abundantemente, abundantemente cosechará
En la fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir, la Iglesia nos ofrece unos textos de la Palabra divina que nos hablan de la importancia de LA SEMILLA. Vamos a reflexionar sobre ella desde la energía y potencia que, depositada por Dios, posee en sí misma para crecer y desarrollarse. ¡Y tan pequeñas y frágiles que parecen en nuestra mano!
En la segunda Carta de Pablo a los Corintios, el Apóstol los invita a colaborar en la colecta que se realiza entre las distintas comunidades para ayudar a los cristianos de Jerusalén. A colaborar sin egoísmos ni mezquindad alguna, sino a ¡sembrar con abundancia esa ayuda!
Al prestar un servicio, como en este caso, debemos hacerlo con ganas, con generosidad, como lo hizo Jesús, el Señor. Más que “dar” una cosa, “darnos” junto con ella. “Darnos” con alegría, con entusiasmo, porque nos damos unidos a Dios. Jesús no se midió, no calculó su entrega, se “dio por entero”, con todas las consecuencias.
Nuestra ayuda, nuestro servicio entregado, desplegará por sí solo la enorme energía que pone Dios en él, porque Dios actúa en el Amor.
Si muere, da mucho fruto
En el Evangelio de San Juan, Jesús el Señor, se refiere también a la potente energía vital que posee la semilla.
Ese poder, esa vida, sólo se desarrolla a partir de la siembra, cuando la semilla es cubierta por la tierra, muere y comienza a desplegar su potencia. Germina. Nace una plantita.
Si la semilla no hubiera sido sembrada (es decir, si no hubiera aceptado morir), su existencia no hubiera dado fruto alguno.
Los autores espirituales coinciden en la interpretación de estas palabras de Jesús: “…pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna.” Esto es “morir a nosotros mismos”. Que no actúe, que no me mueva por otra voluntad que no sea la del Padre. De ese modo, la propia idea, el propio plan se pierde, pero surge algo nuevo, otra vida, la que despliega el Padre en nuestra persona.
Será la “metanoia”,la conversión, la transformación por obra del Espíritu. Surgirá el hombre nuevo, la mujer nueva.
Al postrarnos en venia (totalmente postrados en el suelo), durante la ceremonia de nuestra profesión dominicana, somos “enterrados, sembrados” simbólicamente. Nos queda el resto de la vida nueva para dar fruto. Nuestra voluntad, nuestra inteligencia, nuestra sensibilidad, los gustos, los planes, nuestra mentalidad, todo es entregado a Dios.
Pero, confía en Dios y Él actuará (Salmo 36).
Querido San Lorenzo, ¡ayúdanos a sembrarnos como Él quiera!
Amén.
Sor María Nora Klew O.P.
Monasterio Santo Domingo - Zaragoza
EL ESCAPULARIO VERDE DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, UN DON PARA LOS ENFERMOS
El Escapulario Verde del Inmaculado Corazón de María, un don para los enfermos
Las gracias particulares de este Sacramental son para inducir y ahondar en la devoción al Inmaculado Corazón de María, y para la conversión de corazones y almas
Por: Corazones.org | Fuente: www.corazones.org
El escapulario verde es un sacramental que la Santísima Virgen nos entregó por medio de Sor Justina Bisqueyburu, contemporánea de Santa Catalina Labouré (a quien la Virgen le entregó la Medalla Milagrosa). Ambas son Hijas de la Caridad. Sor Justina fue muy favorecida por la Santísima Virgen con varias apariciones y murió en olor de santidad en el año 1903.
El 28 de enero de 1840, Sor Justina estaba en su retiro de noviciado y se encontraba orando en la Capilla del convento, cuando de pronto tuvo una aparición de la Santísima Virgen.
La Virgen Santísima se le apareció con un vestido largo de seda blanca dejando al descubierto sus pies. Sobre su vestido un manto azul claro. Su cabello caía sobre sus hombros y no estaba cubierto por un velo. Sor Justina notó que las manos de la Virgen estaban cerca de su pecho y sostenían su Inmaculado Corazón, del cual salían llamas resplandecientes. La Virgen no trasmitió ningún mensaje.
Esta misma visión se repitió al final del retiro y en otras cinco ocasiones durante el curso de su noviciado. En ninguna ocasión la Virgen Santísima pronunció palabra alguna, sin embargo los detalles en cada una de las visiones fueron iguales.
Después de que Sor Justina hizo su profesión religiosa, la congregación la envió a un pueblo llamado Blangy, allí trabajaría con las Hermanas de su Orden. Al poco tiempo de haber llegado, la comunidad estaba reunida para celebrar la fiesta del Nacimiento de la Santísima Virgen María. Sor Justina se encontraba en oración meditando sobre la grandeza de esta celebración. De pronto tuvo una nueva visión, esta vez diferente a la de ocasiones anteriores.
La Santísima Virgen se le aparece vestida igual que en las otras ocasiones: con un vestido de seda blanca cubierto por el manto azul pálido, y en sus manos sosteniendo el Inmaculado Corazón, resplandeciente con las más intensas y deslumbrantes llamas que salían de él. Pero, tenía algo diferente: en su mano izquierda sostenía lo que parecía ser un Escapulario o insignia de alguna clase. A diferencia de otros Escapularios (como el carmelita, por ejemplo), éste tenía un sólo cuadrado de tela en lugar de dos. El cuadrado de tela estaba atado con cordones verdes. En él estaba una imagen de la Virgen de la misma forma en que se la había aparecido a Sor Justina en sus anteriores visiones, sosteniendo en su mano derecha su Inmaculado Corazón. Al voltear la imagen, la religiosa vio "un Corazón ardiendo con rayos más deslumbrantes que el sol y tan transparente como el cristal."
Durante esta visión se le dio a conocer por una revelación interior el significado de esta aparición. Esta visión representaba un nuevo medio para alcanzar gracias: el Escapulario del Inmaculado Corazón. Este escapulario sería un poderoso instrumento para la conversión de almas, particularmente aquellas que no tienen Fe, y que por medio de él, la Santísima Virgen obtendría para ellos, mediante su Hijo, la gracia de una muerte en gracia de Dios. Se le hizo también saber, a la religiosa, el deseo de la Madre de Dios de que el escapulario fuese propagado por todas partes para que estas gracias particulares, lleguen a todas las almas que abracen esta devoción.
En apariciones subsiguientes la Virgen se apareció de la misma forma, insistiendo en que se propagara la devoción a este escapulario. Finalmente, los Escapularios se empezaron a fabricar y a ser distribuidos por las Hermanas en París, luego por toda Francia y fuera de ella. Con este fin, las Hermanas habían recibido la aprobación formal y el impulso necesario de Su Santidad, Papa Pío IX, en 1870.
La forma de este escapulario
Consiste en un trozo de tela verde, con una doble representación gráfica:
En el anverso lleva la imagen de María, mostrando su corazón virginal, en el centro de su pecho, sosteniéndolo con sus manos inmaculadas. Su Corazón aparece traspasado por una espada y coronado de llamas. Este mismo Corazón, en gran tamaño, aparece en el reverso, rodeado por el óvalo que forma esta inscripción:
“Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte”
Presidiendo el óvalo de la inscripción figura una cruz de oro. El fin específico de este escapulario es la invitación a orar, a recurrir al Inmaculado Corazón de María con confianza y pedir, sobre todo, por los pecadores. Hay que recitar, nos dijo Sor Justina, por lo menos una vez al día la jaculatoria del reverso.
Don para los enfermos
Este escapulario ha sido dado por Nuestra Señora, particularmente como un don para los enfermos. Se le puede poner en sus ropas, en su cama o en su habitación. Si la persona a quien se le aplica no dijera la jaculatoria, el que le haya proporcionado el escapulario, puede decirla por el enfermo.
Los prodigios que ha producido este escapulario atestiguan la bendición y el cumplimiento de la promesa de la Virgen a todos los que lo lleven y digan la jaculatoria: “Hará grandes conversiones, particularmente para alcanzar la buena muerte a los pecadores y a los que no tienen fe”.
El Escapulario Verde no requiere ninguna fórmula particular de investidura sino solo la bendición de algún sacerdote católico. A diferencia de otros Escapularios que hacen necesario llevarlos puestos, el Escapulario Verde puede llevarse puesto o estar con uno, e incluso tenerlo entre las pertenencias de uno. La jaculatoria encontrada en el Escapulario debe orarse al menos diariamente: “Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte”.
Si la persona para quien estas gracias se buscan no dice la oración, entonces debe ser orada por la persona que esté dando el Escapulario.
Las gracias particulares de este Sacramental son para inducir y ahondar en la devoción al Inmaculado Corazón de María, y para la conversión de corazones y almas. Y a través del uso devoto de este Escapulario, muchas gracias se han obtenido y pasado a muchos y en muchas ocasiones, como será testificado por una gran diversidad de almas.
domingo, 9 de agosto de 2020
SANTO DOMINGO DE GUZMÁN Y LOS DEMONIOS QUE EXPULSÓ CON EL ROSARIO DE LA VIRGEN
Santo Domingo de Guzmán y los demonios que expulsó con el Rosario de la Virgen
Redacción ACI Prensa
Cuenta San Luis María Grignion de Montfort, en su libro “El Secreto Admirable del Santísimo Rosario”, que en una ocasión estaba Santo Domingo de Guzmán predicando el Rosario y le llevaron un hereje albigense poseso por demonios, a quien exorcizó en presencia de una gran muchedumbre.
El santo les hizo a los malignos varias preguntas y ellos, por obligación, le dijeron que eran 15 mil los que estaban en el cuerpo de ese hombre porque este había atacado los quince misterios del Rosario (Los misterios luminosos, con los que aumentan a 20, fueron introducidos recién en 2002 por San Juan Pablo II).
Durante el exorcismo, los demonios le dijeron al santo que con el Rosario que predicaba, llevaba el terror y el espanto a todo el infierno, y que él era el hombre que más odiaban en el mundo a causa de las almas que les quitaba con esta devoción.
Santo Domingo arrojó su Rosario al cuello del poseso y les preguntó a cuál de los santos del cielo temían más y cuál debía ser más amado y honrado por los hombres. Los enemigos, ante estas interrogantes, dieron gritos tan espantosos que muchos de los que estaban allí presentes cayeron en tierra por el susto.
Los malignos, para no responder, lloraban, se lamentaban y pedían por boca del poseso a Santo Domingo que tuviera piedad de ellos. El santo, sin inmutarse, les contestó que no cesaría de atormentarlos hasta que respondieran lo que les había preguntado. Entonces ellos dijeron que lo dirían, pero en secreto, al oído y no delante de todo el mundo. El santo, en cambio, les ordenó que hablaran alto, pero los diablos no quisieron decir palabra alguna.
Entonces el P. Domingo, puesto de rodillas, hizo la siguiente oración: “Oh excelentísima Virgen María, por la virtud de tu salterio y Rosario, ordena a estos enemigos del género humano que contesten mi pregunta”.
De pronto, una llama ardiente salió de las orejas, la nariz y la boca del poseso. Los demonios seguidamente le rogaron a Santo Domingo que, por la pasión de Jesucristo y por los méritos de su Santa Madre y los de todos los santos, les permitiera salir de ese cuerpo sin decir nada porque los ángeles en cualquier momento que él quisiera se lo revelarían.
Más adelante, el santo volvió a arrodillarse y elevó otra plegaria: “Oh dignísima Madre de la Sabiduría, acerca de cuya salutación, de qué forma debe rezarse, ya queda instruido este pueblo, te ruego para la salud de los fieles aquí presentes que obligues a estos tus enemigos a que abiertamente confiesen aquí la verdad completa y sincera”.
Apenas terminó de pronunciar estas palabras, el santo vio cerca de él una multitud de ángeles y a la Virgen María que golpeaba al demonio con una varilla de oro, mientras le decía: “Contesta a la pregunta de mi servidor Domingo”. Aquí hay que tener en cuenta que el pueblo no veía, ni oía a la Virgen, sino solamente a Santo Domingo.
Los demonios comenzaron a gritar: “¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra! ¿Por qué viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso que por ti, ¡oh abogada de los pecadores, a quienes sacas del infierno; oh camino seguro del cielo!, seamos obligados –a pesar nuestro– a confesar delante de todos lo que es causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición a nuestros príncipes de las tinieblas!”.
“¡Oíd, pues, cristianos! Esta Madre de Cristo es omnipotente y puede impedir que sus siervos caigan en el infierno. Ella, como un sol, disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones. Descubre nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inutilidad todas nuestras tentaciones. Nos vemos obligados a confesar que ninguno que persevere en su servicio se condena con nosotros”.
“Un solo suspiro que ella presente a la Santísima Trinidad vale más que todas las oraciones, votos y deseos de todos los santos. La tememos más que a todos los bienaventurados juntos y nada podemos contra sus fieles servidores”.
De igual manera los malignos confesaron que muchos cristianos que la invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan gracias a su intercesión. “¡Ah! Si esta Marieta –así la llamaban en su furia– no se hubiera opuesto a nuestros designios y esfuerzos, ¡hace tiempo habríamos derribado y destruido a la Iglesia y precipitado en el error y la infidelidad a todas sus jerarquías!”.
Luego añadieron que “nadie que persevere en el rezo del Rosario se condenará. Porque ella obtiene para sus fieles devotos la verdadera contrición de los pecados, para que los confiesen y alcancen el perdón e indulgencia de ellos”.
Es así que Santo Domingo hizo rezar el Rosario a todo el pueblo muy lenta y devotamente, y en cada Avemaría que rezaban, salían del cuerpo del poseso una gran multitud de demonios en forma de carbones encendidos.
Cuando todos los enemigos salieron y el hereje quedó libre, la Virgen María, de manera invisible, dio su bendición a todo el pueblo, que experimentó gran alegría. “Este milagro fue causa de la conversión de gran número de herejes, que incluso se inscribieron en la Cofradía del Santo Rosario”, concluyó San Luis María Grignion de Montfort.
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 9 DE AGOSTO DE 2020
Lecturas de hoy Domingo 19º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
Hoy, domingo, 9 de agosto de 2020
Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (19,9a.11-13a):
En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va pasar!»
Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hizo trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (9,1-5):
Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,22-33):
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»
Palabra del Señor
«Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?»
Los discípulos son de nuevo presa de oleadas y tormentas semejantes a la primeras (Mt 8,24) que se desataron contra ellos; pero entonces tenían a Jesús con ellos, mientras que esta vez se encuentran solos y entregados a sí mismos... Pienso, que el Salvador quería así reavivar su corazón dormido; haciéndolos vivir en la angustia, les causaba un vivo deseo de su presencia y hacía su recuerdo constantemente presente en su pensamiento. Por ello no acudió inmediatamente en su socorro, pero «Al final de la noche, fue hacia ellos caminando sobre el mar"...
Pedro, siempre tan enérgico, adelantándose a los demás discípulos, le dice: "Señor, si eres tú, dame la orden de ir hacia ti sobre las aguas "... No le dice: "dame la orden de caminar sobre las aguas" sino "de venir a ti", porque nadie amaba a Jesús como él. Hizo lo mismo después de la resurrección: no pudiendo soportar ir tan lentamente como los demás en la barca, se ha arrojado al agua para adelantarse y satisfacer su amor por Cristo... Descendiendo, por tanto de la barca, Pedro fue hacia Jesús, más feliz de ir hacia Él, que de caminar sobre las aguas. Pero después de superar un peligro tan grande, como el del mar, sucumbió a uno menor, el del viento. Así es la naturaleza humana: con frecuencia, después de haber superado peligros graves, sucumbimos en los menos importantes... Pedro, no estaba exento de cualquier temor...a pesar de la presencia de Cristo cerca de él. No sirve de nada estar junto a Cristo, si no se está próximo a Él por la fe. Esto es lo que marca la distancia entre el maestro y el discípulo...
«Hombres de poco de fe, ¿por qué dudáis?» Por consiguiente, si la fe de Pedro no hubiera disminuido, habría resistido el viento sin dificultad. Y la prueba de ello es que Jesús agarra a Pedro, cuando el viento deja de soplar... Al igual que la madre sostiene las alas de sus pequeños pajarillos cuando salen del nido antes del tiempo, cuándo van a caer en tierra, y los conduce de nuevo al nido, así ha hecho Cristo con respecto a Pedro.
viernes, 7 de agosto de 2020
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