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lunes, 16 de noviembre de 2020
¿POR QUÉ SE LES DICE BENDITAS A LAS ALMAS DEL PURGATORIO?
¿Por qué se les dice “benditas” a las almas del purgatorio?
Redacción ACI Prensa
En un artículo del National Catholic Register, el autor católico Kevin Di Camillo describe cómo Santa Gertrudis la Grande, enamorada del Sagrado Corazón de Jesús y siempre pendiente de las benditas almas del Purgatorio, da luces sobre la situación de estas almas.
Santa Gertrudis la Grande (1256-1302) es mejor conocida por su oración por las almas del Purgatorio, la cual rezamos este mes, cerca de su fiesta (16 de noviembre), por nuestros queridos difuntos.
“Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión con las Misas celebradas hoy día a través del mundo por todas las benditas ánimas del Purgatorio, por todos los pecadores del mundo. Por los pecadores en la Iglesia universal, por aquellos en propia casa y dentro de mi familia”.
Pero, ¿por qué usamos el adjetivo “benditas” cuando se refiere a las almas del Purgatorio?,
Si estas almas son “benditas”, ¿no deberían estar en el Cielo? Y a la inversa: ¿Esas almas en el Purgatorio no son de alguna manera no benditas?, son las preguntas que llevó a Kevin a investigar sobre el Purgatorio.
El profesor del departamento de estudios religiosos de la Universidad de Niágara, P. Joseph G. Hubbert, recordó en la entrevista dada a NCRegister los tiempos difíciles en que vivió Santa Gertrudis y comentó que para “los pobres que quedaron aquí en este Valle de las Lágrimas, consignados a una vida de trabajo duro, trabajo pesado, enfermedades y el estallido ocasional de la guerra, el Purgatorio fue, de hecho, un lugar ‘sagrado’. Fue visto como un respiro del sufrimiento aquí en la tierra, un sufrimiento que era diferente del sufrimiento del Purgatorio”.
El P. Hubbert también señaló que después de la vida en esta tierra, que inevitablemente termina en la muerte, el Purgatorio es un lugar que tiene una sola dirección: “al Cielo”.
Lo que no quiere decir que el viaje a través del Purgatorio sea fácil o sin dolor. De hecho, aunque los doctores de la Iglesia desde San Agustín hasta San Gregorio Magno hablaron sobre el fuego purificador del Purgatorio, Tomás de Aquino nos recuerda que el dolor más pequeño en el Purgatorio es peor que el mayor sufrimiento en la tierra. Sin embargo, esta agonía se compensa con la “certeza de la salvación”.
Estas tres palabras, “certeza de salvación”, señala Kevin, son las que hacen que las almas del Purgatorio sean “benditas” (aunque ciertamente también son almas “pobres”, frente a las almas del Cielo que están experimentando la visión beatífica). Mientras están en lo que el Catecismo llama un “fuego de limpieza”, un concepto difícil, pero que Kevin clarifica con el recuerdo de su padre, cuando esterilizó una aguja bajo una llama antes de quitar una astilla del pie cuando era niño.
Santa Gertrudis, quien es una de las pocas santas con el título “la Grande”, era ciertamente una mujer adelantada a su tiempo. Sus visiones y devoción al Sagrado Corazón de Jesús fueron anteriores a la difusión más popular y extendida de Santa Margarita María Alacoque en Francia por más de 300 años.
Además, su concepto de las almas del Purgatorio no es solo una exposición de caricaturas dantescas que sufren todos los medios y modos de castigo, sino de almas santas, almas santificadas. Llevando a ver a una mujer cuya perspicacia en la espiritualidad mística es relevante para nosotros incluso hoy en día.
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 16 DE NOVIEMBRE DEL 2020
Lecturas de hoy Lunes de la 33ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, lunes, 16 de noviembre de 2020
Primera lectura
Comienzo del libro del Apocalipsis (1,1-4;2,1-5a):
Revelación de Jesucristo, que Dios le encargó mostrar a sus siervos acerca de lo que tiene que suceder pronto. La dio a conocer enviando su ángel a su siervo Juan, el cual fue testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo de todo cuanto vio. Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y guardan lo que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca.
Juan a las siete iglesias de Asia:
«Gracia y paz a vosotros
de parte del que es, el que era y ha de venir;
de parte de los siete Espíritus que están ante su Trono».
Escuché al Señor que me decía:
Escribe al ángel de la Iglesia en Éfeso:
«Esto dice el que tiene las siete estrellas en su derecha, el que camina en medio de los siete candelabros de oro. Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no lo son, y has descubierto que son mentirosos. Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero. Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y haz las obras primeras».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 1,1-2.3.4.6
R/. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida.
V/. Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
V/. Será como un árbol,
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
V/. No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,35-43):
Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron:
«Pasa Jesús el Nazareno».
Entonces empezó a gritar:
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«Hijo de David, ten compasión de mí!».
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?».
Él dijo:
«Señor, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Recobra la vista, tu fe te ha salvado».
Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy lunes, 16 de noviembre de 2020
Juan Carlos Martos, cmf
Queridos amigos y amigas:
El relato que recoge el evangelio de hoy tuvo gran importancia para la primera comunidad cristiana. De hecho, lo repiten los sinópticos, lo cual es claro indicio de su significación y alcance. Los hechos discurren en Jericó a unos 20 kms. de Jerusalén, la ciudad santa hacia donde se encamina Jesús para culminar su vida terrenal. ¿Qué resalta el relato? ¿En qué centra nuestra atención?
En la ceguera, que es una enfermedad que los humanos no somos capaces de curar. Afecta no solo a los ojos de la cara, sino al fondo del corazón, a su capacidad de ver claro y entender el sentido más profundo de la realidad y de la vida. Y, lo peor, un ciego es alguien que ha perdido la luz de visión, de orientación y de esperanza.
En el camino, que es lugar de paso, de avances y de encuentros. También de baches, pérdidas y retrocesos. Representa la misma vida como espacio insustituible por el que transcurre nuestra historia en constante movimiento… Ahí, y no en otro lugar, es donde en ocasiones Jesús se hace el encontradizo.
De una pregunta, absurda en apariencias: “¿Qué quieres que haga por ti?” -le dice Jesús. Pero que no es desatinada en absoluto. Al formularla, además de entablar una conversación personal y directa, el Hijo de David le despierta el deseo de cambiar. Le da un motivo de esperanza. Le abre las puertas del futuro.
De sanación. Es posible la sanación. Para el Señor nada hay imposible, cuando nos dejamos afectar por su amor. El mal tiene arreglo. Hay alguien que lo supera y lo vence.
¡Cómo envidiamos a este ciego! Se atrevió a hacer lo que está también al alcance de cualquiera de nosotros: Gritar y pedir. Y eso solo se hace cuando se está necesitado y uno escucha el paso del Nazareno por su camino.
Vuestro hermano en la fe
Juan Carlos Martos cmf
domingo, 15 de noviembre de 2020
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 15 DE NOVIEMBRE DEL 2020
Lecturas de hoy Domingo 33º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
Hoy, domingo, 15 de noviembre de 2020
Primera lectura
Lectura del libro de los Proverbios (31,10-13.19-20.30-31):
Una mujer hacendosa, ¿Quién la hallará? Vale mucho más que las perlas. Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 127,1-2.3.4-5
R/. Dichoso el que teme al Señor
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa; tus hijos,
como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (5,1-6):
En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba. Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar. Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas, Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."»
Palabra del Señor
«A todo el que tiene, se le dará y le sobrará»
P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat
(Montserrat, Barcelona, España)
Hoy, Jesús nos narra otra parábola del juicio. Nos acercamos a la fiesta del Adviento y, por tanto, el final del año litúrgico está cerca.
Dios, dándonos la vida, nos ha entregado también unas posibilidades -más pequeñas o más grandes- de desarrollo personal, ético y religioso. No importa si uno tiene mucho o poco, lo importante es que se ha de hacer rendir lo que hemos recibido. El hombre de nuestra parábola, que esconde su talento por miedo al amo, no ha sabido arriesgarse: «El que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor» (Mt 25,18). Quizá el núcleo de la parábola pueda ser éste: hemos de tener la concepción de un Dios que nos empuja a salir de nosotros mismos, que nos anima a vivir la libertad por el Reino de Dios.
La palabra "talento" de esta parábola -que no es nada más que un peso que denota la cantidad de 30 Kg de plata- ha hecho tanta fortuna, que incluso ya se la emplea en el lenguaje popular para designar las cualidades de una persona. Pero la parábola no excluye que los talentos que Dios nos ha dado no sean sólo nuestras posibilidades, sino también nuestras limitaciones. Lo que somos y lo que tenemos, eso es el material con el que Dios quiere hacer de nosotros una nueva realidad.
La frase «a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mt 25,29), no es, naturalmente, una máxima para animar al consumo, sino que sólo se puede entender a nivel de amor y de generosidad. Efectivamente, si correspondemos a los dones de Dios confiando en su ayuda, entonces experimentaremos que es Él quien da el incremento: «Las historias de tantas personas sencillas, bondadosas, a las que la fe ha hecho buenas, demuestran que la fe produce efectos muy positivos (…). Y, al revés: también hemos de constatar que la sociedad, con la evaporación de la fe, se ha vuelto más dura…» (Benedicto XVI).
HOY 15 DE NOVIEMBRE DEL 2020 SE CELEBRA LA JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES - HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO
Hoy se celebra la Jornada Mundial de los Pobres
Redacción ACI Prensa
Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Hoy la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el Papa Francisco el 21 de noviembre de 2016, al concluir el Jubileo Extraordinario de la Misericordia.
En esa ocasión, a través de su Carta Apostólica “Misericordia et misera”, el Santo Padre señaló que “a la luz del ‘Jubileo de las personas socialmente excluidas’, mientras en todas las catedrales y santuarios del mundo se cerraban las Puertas de la Misericordia, intuí que, como otro signo concreto de este Año Santo extraordinario, se debe celebrar en toda la Iglesia, en el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada mundial de los pobres”.
“Será una Jornada que ayudará a las comunidades y a cada bautizado a reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa, no podrá haber justicia ni paz social”, añadió.
En su mensaje para esta jornada, publicado por el Vaticano en junio, el Papa Francisco resaltó que “la opción por dedicarse a los pobres y atender sus muchas y variadas necesidades no puede estar condicionada por el tiempo a disposición o por intereses privados, ni por proyectos pastorales o sociales desencarnados. El poder de la gracia de Dios no puede ser sofocado por la tendencia narcisista a ponerse siempre uno mismo en primer lugar”.
“Mantener la mirada hacia el pobre es difícil, pero muy necesario para dar a nuestra vida personal y social la dirección correcta. No se trata de emplear muchas palabras, sino de comprometer concretamente la vida, movidos por la caridad divina”, destacó.
El Papa Francisco indicó luego que la pandemia del coronavirus “llegó de repente y nos tomó desprevenidos, dejando una gran sensación de desorientación e impotencia. Sin embargo, la mano tendida hacia el pobre no llegó de repente. Ella, más bien, ofrece el testimonio de cómo nos preparamos a reconocer al pobre para sostenerlo en el tiempo de la necesidad”.
“Uno no improvisa instrumentos de misericordia. Es necesario un entrenamiento cotidiano, que proceda de la conciencia de lo mucho que necesitamos, nosotros los primeros, de una mano tendida hacia nosotros”, continuó.
El Santo Padre resaltó que “en este camino de encuentro cotidiano con los pobres, nos acompaña la Madre de Dios que, de modo particular, es la Madre de los pobres. La Virgen María conoce de cerca las dificultades y sufrimientos de quienes están marginados, porque ella misma se encontró dando a luz al Hijo de Dios en un establo”.
“Que la oración a la Madre de los pobres pueda reunir a sus hijos predilectos y a cuantos les sirven en el nombre de Cristo. Y que esta misma oración transforme la mano tendida en un abrazo de comunión y de renovada fraternidad”, concluyó.
Homilía del Papa Francisco en la Misa por la Jornada Mundial de los Pobres
Redacción ACI Prensa
El Papa Francisco presidió este domingo 15 de noviembre la Misa dominical en el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro del Vaticano con motivo de la IV Jornada Mundial de los pobres.
El Pontífice estuvo acompañado de una pequeña representación de personas pobres y sin hogar junto con los voluntarios que los acompañan y representantes de las organizaciones caritativas que les ofrecen asistencia de forma diaria.
A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco:
La parábola que hemos escuchado tiene un comienzo, un desarrollo y un desenlace, que iluminan el principio, el núcleo y el final de nuestras vidas.
El comienzo. Todo inicia con un gran bien: el dueño no se guarda sus riquezas para sí mismo, sino que las da a los siervos; a uno cinco, a otro dos, a otro un talento, «a cada cual según su capacidad» (Mt 25,15). Se ha calculado que un único talento correspondía al salario de unos veinte años de trabajo: era un bien superabundante, que entonces era suficiente para toda una vida.
Aquí está el comienzo: también para nosotros todo empezó con la gracia de Dios, que es Padre y ha puesto tanto bien en nuestras manos, confiando a cada uno talentos diferentes. Somos portadores de una gran riqueza, que no depende de cuánto poseamos, sino de lo que somos: de la vida que hemos recibido, del bien que hay en nosotros, de la belleza irreemplazable que Dios nos ha dado, porque somos hechos a su imagen, cada uno de nosotros es precioso a sus ojos, único e insustituible en la historia. Así nos mira Dios, así nos siente Dios.
Qué importante es recordar esto: En demasiadas ocasiones, cuando miramos nuestra vida, vemos sólo lo que nos falta. Nos lamentamos de lo que nos falta. Entonces cedemos a la tentación del “¡ojalá!”: ¡ojalá tuviera ese trabajo, ojalá tuviera esa casa, ojalá tuviera dinero y éxito, ojalá no tuviera ese problema, ojalá tuviera mejores personas a mi alrededor!... La ilusión del “ojalá” nos impide ver lo bueno y nos hace olvidar los talentos que tenemos. Sí, tú no tienes eso, pero tienes esto. El “ojalá” hace que nos olvidemos de ello.
Pero Dios nos los ha confiado porque nos conoce a cada uno y sabe de lo que somos capaces; confía en nosotros, a pesar de nuestras fragilidades. También confió en aquel siervo que ocultó el talento: esperaba que, a pesar de sus temores, también él utilizara bien lo que había recibido. En concreto, el Señor nos pide que nos comprometamos con el presente sin añoranza del pasado, sino en la espera diligente de su regreso.
Esa fea nostalgia que es como un humor amarillo, un humor negro que envenena el alma y la hace mirar siempre hacia atrás, siempre hacia los demás, pero nunca a las propias manos, a la posibilidad de trabajo que el Señor nos ha dado, a nuestras condiciones y también a nuestras pobrezas.
Así llegamos al centro de la parábola: es el trabajo de los sirvientes, es decir, el servicio. El servicio es también obra nuestra, el esfuerzo que hace fructificar nuestros talentos y da sentido a la vida: de hecho, no sirve para vivir el que no vive para servir. Debemos repetir esto, repetirlo con frecuencia: “No sirve para vivir el que no vive para servir”. Debemos meditar esto: “No sirve para vivir el que no vive para servir”. ¿Pero cuál es el estilo de servicio? En el Evangelio, los siervos buenos son los que arriesgan.
No son cautelosos y precavidos, no guardan lo que han recibido, sino que lo emplean. Porque el bien, si no se invierte, se pierde; porque la grandeza de nuestra vida no depende de cuánto acaparamos, sino de cuánto fruto damos. Cuánta gente pasa su vida acumulando, pensando en estar bien en vez de hacer el bien. ¡Pero qué vacía es una vida que persigue las necesidades, sin mirar a los necesitados! Si tenemos dones, es para ser nosotros dones para los demás.
Aquí, hermanos y hermanas, hagámonos una pregunta: ¿Soy capaz de mirar a quien tiene necesidad, a quien está en la necesidad?
Cabe destacar que los siervos que invierten, que arriesgan, son llamados «fieles» cuatro veces (vv. 21.23). Para el Evangelio no hay fidelidad sin riesgo. Pero Padre, ser cristiano, ¿significa arriesgar? Sí, arriesgar. Si tu no arriesgas acabarás enterrando tus capacidades, tus riquezas espirituales, materiales, todo. No hay fidelidad sin riesgo.
Ser fiel a Dios es gastar la vida, es dejar que los planes se trastoquen por el servicio. Pero yo, para este plan, ¿sirvo? Tú deja que se desarrolle el plan y sirve. Es triste cuando un cristiano juega a la defensiva, apegándose sólo a la observancia de las reglas y al respeto de los mandamientos.
Esos cristianos comedidos, que nunca dan un paso fuera de las reglas, nunca. Tienen miedo del riesgo. Permitidme la imagen: estos que se preocupan así de sí mismos, de no arriesgarse nunca, estos comienzan en la vida un proceso de momificación del alma, y terminan como momias.
No es suficiente con observar las reglas. La fidelidad a Jesús no se limita simplemente a no equivocarse. Eso es negativo. Así pensaba el sirviente holgazán de la parábola: falto de iniciativa y creatividad, se escondió detrás de un miedo estéril y enterró el talento recibido.
El dueño incluso lo calificó como «malo» (v. 26). A pesar de no haber hecho nada malo, pero tampoco nada bueno. Prefirió pecar por omisión antes de correr el riesgo de equivocarse. No fue fiel a Dios, que ama entregase totalmente; y le hizo la peor ofensa: devolverle el don recibido.
En cambio, el Señor nos invita a jugárnosla generosamente, a vencer el miedo con la valentía del amor, a superar la pasividad que se convierte en complicidad. Hoy, en estos tiempos de incertidumbre y fragilidad, no desperdiciemos nuestras vidas pensando sólo en nosotros mismos. Con esa actitud de la indiferencia. No nos engañemos diciendo: «Hay paz y seguridad» (1 Ts 5,3). San Pablo nos invita a enfrentar la realidad, a no dejarnos contagiar por la indiferencia.
Entonces, ¿cómo podemos servir siguiendo la voluntad de Dios? El dueño le explica esto al sirviente infiel: «Debías haber llevado mi dinero a los prestamistas, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses» (v. 27). ¿Quiénes son los “prestamistas” para nosotros, capaces de conseguir un interés duradero?
Son los pobres. No lo olvidéis. Los pobres están en el centro del Evangelio. El Evangelio no se entiende sin los pobres. Los pobres están en la misma personalidad de Jesús que, siendo rico, se humilló a sí mismo haciéndose pobre. Se hizo pecado, la peor pobreza.
Los pobres nos garantizan un rédito eterno y ya desde ahora nos permiten enriquecernos en el amor. Porque la mayor pobreza que hay que combatir es nuestra carencia de amor.
El Libro de los Proverbios alaba a una mujer laboriosa en el amor, cuyo valor es mayor que el de las perlas: debemos imitar a esta mujer que, según el texto, «tiende sus brazos al pobre» (Pr 31,20). Esta es la gran riqueza de esta mujer. Extiende tu mano a los necesitados, en lugar de exigir lo que te falta: de este modo multiplicarás los talentos que has recibido.
Se acerca el tiempo de la Navidad, el tiempo de las fiestas. Cuántas veces surge esta pregunta que se hace la gente: ¿Qué puedo comprar? ¿Qué más puedo tener? Tengo que ir a las tiendas a comprar para tener. Digamos en cambio otra palabra: ¿Qué puedo dar a los demás para ser como Jesús que se entregó a sí mismo precisamente en aquel pesebre.
Llegamos así al final de la parábola: habrá quien tenga abundancia y quien haya desperdiciado su vida y permanecerá siendo pobre (cf. v. 29). Al final de la vida, en definitiva, se revelará la realidad: la apariencia del mundo se desvanecerá, según la cual el éxito, el poder y el dinero dan sentido a la existencia, mientras que el amor, lo que hemos dado, se revelará como la verdadera riqueza. Eso caerá, en cambio, el amor, emergerá.
Un gran Padre de la Iglesia escribió: «Así es como sucede en la vida: después de que la muerte ha llegado y el espectáculo ha terminado, todos se quitan la máscara de la riqueza y la pobreza y se van de este mundo. Y se los juzga sólo por sus obras, unos verdaderamente ricos, otros pobres» (S. Juan Crisóstomo, Discursos sobre el pobre Lázaro, II, 3). Si no queremos vivir pobremente, pidamos la gracia de ver a Jesús en los pobres, de servir a Jesús en los pobres.
Me gustaría agradecer a tantos fieles siervos de Dios, que no dan de qué hablar sobre ellos mismos, sino que viven así. Pienso, por ejemplo, en D. Roberto Malgesini. Este sacerdote no hizo teorías; simplemente, vio a Jesús en los pobres y el sentido de la vida en el servicio. Enjugó las lágrimas con mansedumbre, en el nombre de Dios que consuela.
En el comienzo de su día estaba la oración, para acoger el don de Dios; en el centro del día estaba la caridad, para hacer fructificar el amor recibido; en el final, un claro testimonio del Evangelio. Comprendió que tenía que tender su mano a los muchos pobres que encontraba diariamente porque veía a Jesús en cada uno de ellos. Pidamos la gracia de no ser cristianos de palabras, sino en los hechos. Para dar fruto, como Jesús desea.
El Papa en la Jornada Mundial de los Pobres: “No sirve para vivir el que no vive para servir”
Redacción ACI Prensa
Ante unas 100 personas, entre personas sin hogar, pobres, voluntarios y representantes de asociaciones caritativas, el Papa Francisco presidió este domingo 15 de noviembre la Misa en el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro del Vaticano con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres.
En su homilía el Pontífice pidió valorar los dones que Dios entregó a cada uno, sin lamentarse por lo que se carece, y no desperdiciar la vida “pensando sólo en nosotros mismos”.
En ese sentido insistió en que “no sirve para vivir el que no vive para servir”, un lema que invito a repetir y a meditar.
El Santo Padre destacó la generosidad de Dios, “que es Padre y ha puesto tanto bien en nuestras manos, confiando a cada uno talentos diferentes”.
Recordó que “somos portadores de una gran riqueza, que no depende de cuánto poseamos, sino de lo que somos: de la vida que hemos recibido, del bien que hay en nosotros, de la belleza irreemplazable que Dios nos ha dado, porque somos hechos a su imagen, cada uno de nosotros es precioso a sus ojos, único e insustituible en la historia”.
Lamentó que “en demasiadas ocasiones, cuando miramos nuestra vida, vemos sólo lo que nos falta. Entonces cedemos a la tentación del ‘¡ojalá!’: ¡ojalá tuviera ese trabajo, ojalá tuviera esa casa, ojalá tuviera dinero y éxito, ojalá no tuviera ese problema, ojalá tuviera mejores personas a mi alrededor!... La ilusión del ‘ojalá’ nos impide ver lo bueno y nos hace olvidar los talentos que tenemos”.
Frente a esa tentación del “ojalá”, insistió que “el Señor nos pide que nos comprometamos con el presente sin añoranza del pasado, sino en la espera diligente de su venida”.
Ese compromiso exige un esfuerzo, “el esfuerzo que hace fructificar nuestros talentos y da sentido a la vida: de hecho, no sirve para vivir el que no vive para servir”.
Porque “el bien, si no se invierte, se pierde; porque la grandeza de nuestra vida no depende de cuánto acaparamos, sino de cuánto fruto damos. Cuánta gente pasa su vida acumulando, pensando en estar bien en vez de hacer el bien. ¡Pero qué vacía es una vida que persigue las necesidades, sin mirar a los necesitados! Si tenemos dones, es para ser dones”.
“Ser fiel a Dios es gastar la vida, es dejar que los planes se trastoquen por el servicio. Es triste cuando un cristiano juega a la defensiva, apegándose sólo a la observancia de las reglas y al respeto de los mandamientos”.
Explicó que “el Señor nos invita a jugárnosla generosamente, a vencer el miedo con la valentía del amor, a superar la pasividad que se convierte en complicidad. Hoy, en estos tiempos de incertidumbre y fragilidad, no desperdiciemos nuestras vidas pensando sólo en nosotros mismos”.
En ese sentido, los pobres juegan un papel profético: “Ellos nos garantizan un rédito eterno y ya desde ahora nos permiten enriquecernos en el amor. Porque la mayor pobreza que hay que combatir es nuestra carencia de amor”.
En la Jornada Mundial de los Pobres, el Papa recuerda a sacerdote italiano asesinado
Redacción ACI Prensa
El Papa Francisco recordó al sacerdote italiano de la Diócesis de Como, Roberto Malgesini, asesinado el pasado 15 de septiembre cuando ayudaba a una persona sin hogar.
Durante la homilía de la Misa celebrada este domingo 15 de noviembre en la Basílica de San Pedro del Vaticano, con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres, el Santo Padre puso de ejemplo a Roberto Malgesini de vida entregada al servicio de los pobres, en los que veía a Jesús.
“Pienso en D. Roberto Malgesini. Este sacerdote no hizo teorías; simplemente, vio a Jesús en los pobres y el sentido de la vida en el servicio. Enjugó las lágrimas con mansedumbre, en el nombre de Dios que consuela”.
“En el comienzo de su día estaba la oración, para acoger el don de Dios; en el centro del día estaba la caridad, para hacer fructificar el amor recibido; en el final, un claro testimonio del Evangelio. Comprendió que tenía que tender su mano a los muchos pobres que encontraba diariamente porque veía a Jesús en cada uno de ellos. Pidamos la gracia de no ser cristianos de palabras, sino en los hechos. Para dar fruto, como Jesús desea”, fueron las palabras del Pontífice.
De 51 años, don Roberto Malgesini falleció apuñalado cerca de su parroquia, la Iglesia de San Rocco. Su atacante, una persona sin hogar a la que ayudaba, padecía problemas mentales.
Jornada Mundial de los Pobres:
El Papa pide tender la mano a los pobres
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media
El Papa Francisco recordó a los cristianos los muchos dones que han recibido de Dios –la vida, la fe, el Evangelio, el Espíritu Santo, los sacramentos– e invitó a ponerlos al servicio de Dios y de la salvación de los hermanos tendiendo la mano a los pobres.
El Santo Padre habló así durante el rezo del Ángelus que presidió este domingo 15 de noviembre desde el Palacio Apostólico del Vaticano.
En su comentario de la lectura del día, el Papa explicó la parábola de los talentos en la que un propietario encomienda a sus siervos la custodia y administración de sus bienes ante una inminente larga ausencia.
Al primero le encomienda cinco talentos, al segundo dos y al tercero uno. En el Evangelio se especifica que Jesús realiza esa distribución no de forma aleatoria, sino “según la capacidad de cada uno”.
El Pontífice señaló que esa es la forma de actuar de Dios: “Así hace el Señor con todos nosotros: nos conoce bien, sabe que no somos iguales y no quiere privilegiar a nadie en detrimento de otros, sino que encomienda a cada uno un capital de acuerdo con sus capacidades”.
De ese modo, en ausencia del amo, los dos primeros siervos se arriesgaron y decidieron invertir los talentos que se les había encomendado, y consiguieron duplicar la suma. El tercero, sin embargo, tuvo miedo a perder lo que se le había pedido que custodiara y decide enterrarlo “para evitar peligros”.
“Lo deja allí, a salvo de los ladrones, pero sin hacerlo fructífero”. Finalmente, el propietario regresa y “pide cuentas a sus siervos. Los dos primeros presentan el buen fruto de sus esfuerzos, y el maestro los elogia, los recompensa y los invita a compartir su alegría”.
Sin embargo, el tercero, “al darse cuenta de que está en falta, inmediatamente empieza a justificarse diciendo: ‘Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste, por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo’”.
“Se defiende de su pereza acusando a su amo de ser ‘duro’. Entonces el amo le recrimina: le llama siervo ‘malo y perezoso’; hace que le quiten su talento y lo echen de su casa”.
Francisco lamentó que “este es un hábito que también nosotros tenemos. Muchas veces nos defendemos acusando a los demás. Pero ellos no tienen la culpa, la culpa es nuestra, el defecto es nuestro. Y este siervo acusa al otro, al padrón, para justificarse. También nosotros muchas veces hacemos lo mismo”.
El Papa Francisco subrayó que “esta parábola vale para todos, pero, como siempre, especialmente para los cristianos. También hoy tiene mucha actualidad, hoy que es la Jornada del Pobre, donde la Iglesia nos dice a los cristianos: ‘Tiende la mano al pobre. Tiende tu mano al pobre. No estás solo en la vida. Hay gente que te necesita. No seas egoísta. Tiende la mano al pobre”.
“Todos hemos recibido de Dios un ‘patrimonio’ como seres humanos: en primer lugar, la vida misma, luego las diferentes facultades físicas y espirituales. Como discípulos de Cristo hemos recibido la fe, el Evangelio, el Espíritu Santo, los sacramentos...”.
Señaló que “estos dones hay que emplearlos para hacer el bien en esta vida, como servicio a Dios y a nuestros hermanos. Y hoy la Iglesia nos dice: ‘Usa eso que te ha dado Dios y mira a los pobres. Hay muchos. También en nuestras ciudades, en el centro de nuestras ciudades. Hay muchos. Haced el bien”.
“A veces pensamos que ser cristianos es no hacer el mal, y no hacer el mal es bueno. Pero no hacer el bien no es bueno. Debemos hacer el bien, salir de nosotros mismos y mirar, mirar a aquellos que tienen necesidad. Hay mucha hambre, también en el corazón de nuestra ciudad. Y muchas veces entramos en esa lógica de la indiferencia. Si el pobre está ahí, miramos a otra parte. Tiende tu mano al pobre. Es Cristo”.
Además, rechazó las críticas que señalan que la Iglesia se centra demasiado en sus mensajes sobre los pobres. “Algunos dicen: ‘Estos sacerdotes, estos obispos que hablan de los pobres… Nosotros queremos que nos hablen de la vida eterna’. Mira hermano y hermana: Los pobres están en el centro del Evangelio y Jesús nos ha enseñado a hablar a los pobres. Es Jesús quien vino por los pobres. Tiende tu mano al pobre”.
“Has recibido muchas cosas, ¿y dejas que tu hermano o hermana muera de hambre? Queridos hermanos y hermanas, que cada uno diga en su corazón esto que Jesús nos dice hoy: ‘Tiende tu mano al pobre’. Y nos dice otra cosa Jesús: ‘¿Sabes? El pobre soy yo’. Jesús nos dice esto: ‘El pobre soy yo’”.
El Papa Francisco concluyó poniendo de ejemplo a “la Virgen María, que recibió un gran regalo, a Dios mismo, pero no se lo guardó para sí misma, se lo dio al mundo, a su pueblo. Aprendamos de ella a tender la mano a los pobres”.