domingo, 8 de septiembre de 2013

IMÁGENES VIRGEN MARÍA NIÑA












Nacimiento de María. Un regalo de cumpleaños


Autor: Don Ángel Moreno de Buenafuente | Fuente: www.la-oracion.com
Nacimiento de María. Un regalo de cumpleaños
Sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños.

Nacimiento de María. Un regalo de cumpleaños

Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen María, Estrella de la mañana, como la invoca San Bernardo, quiero poner nombres a la constelación celeste que corona a la Mujer vestida de sol y que tiene a la luna por pedestal, la dispuesta por Dios para ser madre suya. 

María es la Inmaculada, la concebida sin pecado. Dios podía liberar a quien iba a ser madre de su Hijo de toda mancha de pecado, lo quiso y lo realizó. Ella es la sin-pecado. 

María es la colmada de gracia, la amada de Dios; así la llama el ángel Gabriel como nombre propio, y esa identidad configura esencialmente la vida de la Nazarena. 

María es la mujer creyente, la que se fía de Dios; así la saluda su prima Isabel: "Dichosa tu, que has creído". Ella es nuestra madre en la fe. 

María es , que abandona su propio proyecto por el que le revela el Ángel de Dios: "Hágase en mí según tu Palabra". 

María es la madre del Verbo encarnado: "Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo", el Hijo de Dios. Es la madre de Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, es también verdadera Madre de Dios. 

María es la contemplativa por excelencia, ella "guardaba todas estas cosas en su corazón". Maestra en acoger la Palabra, meditarla y alumbrarla. 

María es la mujer servicial: "Subió deprisa a la montaña a servir a su prima". Ella se tiene por esclava, servidora del Señor, y de cuantos tengan necesidad de su ayuda. 

María es la mujer agradecida, sensible a los dones recibidos. No se cree con derechos y reconoce a quien es la causa de su privilegio: "Proclama mi alma la grandeza del Señor". 

María es mujer solidaria, sensible, social. La vemos actuar en el marco de una boda de manera comprometida cuando le dice a su Hijo: "No tienen vino". 

María es la mujer fuerte, no se arredra frente a la dificultad. "Junto a la Cruz estaba María, su madre". 

María es la mujer orante; dialogó con el Ángel, acudió al templo con angustia buscando a su Hijo, se reunió con los discípulos a la esperan del don del Espíritu Santo. 

María es la mujer ensalzada, gloriosa, colocada junto a su Hijo en el cielo. 

Por todos estos motivos, a la vez que sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños. 

Por el nacimiento de María se enciende nuestra esperanza, el sentido de nuestra peregrinación. Ella, Medianera de todas las gracias, permanece en el desierto como mujer entrañable. 

sábado, 7 de septiembre de 2013

FIESTA DE LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA - 8 DE SETIEMBRE

Autor: Jesús Martí Ballester
Fiesta de la Natividad de la Virgen María
Según la Tradición, la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a la piscina de Bezatha
 
Fiesta de la Natividad de la Virgen María
Fiesta de la Natividad de la Virgen María
Según la Tradición, la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a la piscina de Bezatha. La Liturgia Oriental celebra su nacimiento cantando poéticamente que este día es el preludio de la alegría universal, en el que han comenzado a soplar los vientos que anuncian la salvación. Por eso nuestra liturgia nos invita a celebrar con alegría el nacimiento de María, pues de ella nació el sol de justicia, Cristo Nuestro Señor.

Hoy nace una clara estrella,

tan divina y celestial,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

En la plenitud de los tiempos, María se convirtió en el vehículo de la eterna fidelidad de Dios. Hoy celebramos el aniversario de su nacimiento como una nueva manifestación de esa fidelidad de Dios con los hombres.

NADA EN LA ESCRITURA

Nada nos dice el Nuevo Testamento sobre el nacimiento de María. Ni siquiera nos da la fecha o el nombre de sus padres, aunque según la leyenda se llamaban Joaquín y Ana. Éste nacimiento es superior a Creación, porque es la condición de la Redención. Y, sin embargo, la Iglesia celebra su nacimiento. Con él celebramos la fidelidad de Dios. “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” Romanos 8,28. Y es motivo de alegría gozosa y permanente de todos y cada uno de los llamados. No sabemos cómo se cumplirá, pero tampoco sabemos como nace el trigo, y cómo se forja la perla en la ostra. Pero nacen y crecen y se forjan. La inteligencia humana, por aguda que sea, tiene su límite y ya no puede alcanzar más. Cerrar los ojos ante el misterio, sabiéndonos llamados por Dios, y “desbordar de gozo en el Señor, confiando en su misericordia” Salmo 12, 6. Son las palabras inspiradas del salmo de la misa.

Todo lo que sabemos del nacimiento de María es legendario y se encuentra en el evangelio apócrifo de Santiago, según el cual Ana, su madre, se casó con un propietario rural llamado Joaquín, galileo de Nazaret. Su nombre significa "el hombre a quien Dios levanta", y, según san Epifanio, "preparación del Señor". Descendía de la familia real de David. Llevaban ya veinte años de matrimonio y el hijo tan ansiado no llegaba. Los hebreos consideraban la esterilidad como un oprobio y un castigo del cielo. Eran los tales menospreciados y en la calle se les negaba el saludo. En el templo, Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos de entrar en la casa de Dios. Esta conducta se ve celebrada en Mallorca, en una montaña que se llama Randa, donde existe una iglesia con una capilla dedicada a la Virgen. En los azulejos que cubren las paredes, antiquísimos, el Sumo Sacerdote riñe con el gesto a San Joaquín, esposo de Santa Ana, quien, sumiso y resignado, parece decir: No puede ser, no he podido tener hijos.

Sabemos que su esterilidad dará paso a María. Joaquín, muy dolorido, se retira al desierto, para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad. Ana intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de un hijo. Recordó a la otra Ana de las Escrituras, de que habla el libro de los Reyes: habiendo orado tanto al Señor, fue escuchada, y así llegó su hijo Samuel, quien más tarde sería un gran profeta. Y así también Joaquín y Ana vieron premiada su constante oración con el nacimiento de una hija singular, María, concebida sin pecado original, y predestinada a ser la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.

De Ana y de Joaquín, oriente

de aquella estrella divina,

sale su luz clara y digna

de ser pura eternamente:

el alba más clara y bella

no le puede ser igual,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna

de cuantas bordan el cielo,

porque es el humilde suelo

de sus pies la blanca luna:

nace en el suelo tan bella

y con luz tan celestial,

que, con ser estrella, es tal,

que el mismo Sol nace de ella.

UNA NIÑA SANTA

Nace María. Nace una niña santa. Nada se nota en ella hasta que crece y comienza a hablar, a expresar sus sentimientos, a manifestar su vida interior. A través de sus palabras se conoce el espíritu que la anima. Se dan cuenta sus padres: esta niña es una criatura excepcional. Se dan cuenta sus compañeras: que se sienten atraídas por el candor de la niña y, a la vez, sienten ante ella recelo, respeto reverencial. Sus padres no saben si alegrarse o entristecerse. Para conocer lo sobrenatural hace falta tiempo y distancia. No ha habido nunca ningún genio contemporáneo; al contrario, siempre es considerado como un loco, un ambicioso o un soberbio.

Los niños hacen lo que ven hacer a los mayores. La niña santa no imita los defectos de los mayores y obra según sus convicciones. Cuando nació Juan Bautista, la gente se preguntaba "¿qué va a ser este niño?" (Lc 1,79). De María se preguntarían lo mismo. Ella comprende que, aunque quisiera hablar de lo mucho que lleva dentro, debe callar. Y tiene que vivir en completa soledad, de la que es un reflejo, el aislamiento del niño que crece entre gente mayor.

María, llena de gracia, vivía como perfectísima hija de Dios, entre hombres que habían perdido la filiación divina, habían pecado, y sentían la tentación y sus inclinaciones al pecado. El hombre conoce la diferencia que hay entre lo bueno y lo malo, y cuando obra el mal, percibe la voz de la conciencia. Antes de pecar, la percibe y la desatiende, durante el pecado, la acalla con el gozo del pecado, después de pecar, la oye y quisiera no oírla. Este es el conocimiento del mal, que no procede de Dios, sino de haberse separado de El. María no conoce el mal por experiencia, sino por infusión de Dios. No había pecado nunca. Por eso no entendía a la gente y se sentía sola. Experimentaba que sólo ella era así. Si hubiera vivido en un desierto, no hubiera padecido tanto, pero en Nazaret, aldea pequeña, con fama de pendenciera y poca caritativa, es tenida por orgullosa, la que era la más humilde. Como los niños viven su mundo aparte de los mayores, así tiene que vivir María entre su gente.

Y una mujer así, ¿nos puede comprender?, ¿puede ser nuestra madre? Sí porque María es una mujer comprometida con todo el género humano. María fue la pobre de Yahvé. Los pobres de Dios nunca preguntan, nunca protestan. Se abandonan en silencio y depositan su confianza en las manos del Señor y Padre.

Con el Concilio Vaticano II hemos recuperado la Biblia, libro prohibido en mis años de juventud. También la Liturgia en castellano. También la Iglesia, no como una pirámide, sino como pueblo de Dios. De la misma manera hemos de recuperar a María, como Hermana en la fe, Madre en la fe. María peregrinó en la fe como todos los cristianos. Se abandonó a Dios. Pudo ser lapidada, al quedarse encinta, pudo ser repudiada... Es la pobre de Yahvé.

Querríamos saber más cosas de María. El evangelio nos dice muy poco de Ella. Pero, si bien lo miramos, implícitamente nos dice mucho, todo. Porque Jesús predicó el Evangelio que, desde que abrió los ojos, vio cumplido por su Madre. Los hijos se parecen a sus padres. Jesús sólo a su Madre. Era su puro retrato, no sólo en lo físico, en lo biológico, sino también en lo psíquico y en lo espiritual.

LA HERENCIA 

Cada hombre, según las leyes mendelianas de los cromosomas y los genes, hereda de su padre y de su madre. Decía un sacerdote que su padre decía: "mi hijo es treballaor com yo y listo com sa mare". Cuando Jesús pronuncia el sermón de las Bienaventuranzas, está pintando a su Madre: Pobres de espíritu, Mansos, Pacientes, Humildes, Misericordiosos, Trabajadores de la Paz. Nos ha dado su Retrato. Sus actitudes vitales son idénticas las de la Madre y el Hijo: en el momento decisivo de su vida María le dice al Ángel: "Hágase en mi"... En el momento de comenzar su Hora, Jesús dice lo mismo "Hágase". Cuando nos enseña su carné de identidad, María nos dice que es "la esclava del Señor" Cuando Jesús nos presenta el suyo, nos dice que es "manso y humilde de corazón". Jesús predicó las bienaventuranzas porque las había vivido. Y las vivió porque las había visto vivir a su Madre. Por eso la quiso y la hizo Inmaculada, porque tenía que ser su madre y su educadora en la fe. 

¡FELIZ CUMPLEAÑOS VIRGEN MARÍA¡ 8 DE SETIEMBRE

Autor: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net
¡Feliz cumpleaños María!
8 de septiembre. Natividad de la Santísima Virgen.
 
¡Feliz cumpleaños María!
¡Feliz cumpleaños María!

LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
8 DE SEPTIEMBRE


La Virgen María fue la Madre de Jesús y, con este hecho, se cumplieron las Escrituras y todo lo dicho por los profetas. Dios escogió a esta mujer para ser la Madre de su Hijo. Con ella se aproximó la hora de la salvación. Por esta razón la Iglesia celebra esta fiesta con alabanzas y acciones de gracias.

Un poco de historia

El nacimiento de la Virgen María tuvo privilegios únicos. Ella vino al mundo sin pecado original. María, la elegida para ser Madre de Dios, era pura, santa, con todas las gracias más preciosas. Tenía la gracia santificante, desde su concepción.

Después del pecado original de Adán y Eva, Dios había prometido enviar al mundo a otra mujer cuya descendencia aplastaría la cabeza de la serpiente. Al nacer la Virgen María comenzó a cumplirse la promesa.

La vida de la Virgen María nos enseña a alabar a Dios por las gracias que le otorgó y por las bendiciones que por Ella derramó sobre el mundo. Podemos encomendar nuestras necesidades a Ella.

La fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María se comenzó a celebrar oficialmente con el Papa San Sergio (687-701 d.C.) al establecer que se celebraran en Roma cuaro fiestas en honor de Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la Purificación.

Se desconoce el lugar donde nació la Virgen María. Algunos dicen que nació en Nazaret, pero otros opinan que nació en Jerusalén, en el barrio vecino a la piscina de Betesda. Ahí, ahora, hay una cripta en la iglesia de Santa Ana que se venera como el lugar en el que nació la Madre de Dios.

Algo que no debes olvidar

María vino al mundo sin pecado original y con la gracia santificante.
La Virgen María fue escogida para ser la Madre de Dios.
La Virgen María fue pura y santa.
Al nacer la Virgen María se cumplió la promesa de Dios de que mandaría al mundo a una mujer de la que nacería el Salvador para liberarnos del pecado.

Cómo vivir la fiesta en familia 

Llevar flores a la Virgen en alguna capilla, en señal de que la amamos y dando gracias a Dios por haberla creado y escogido para esa gran misión.

Pedir a la Santísima Virgen María, para que nos consiga la gracia que más necesitemos en este momento de nuestra vida, como familia.

Oración

María, en este día que festejamos tu nacimiento, te pido que me ayudes a estar siempre cerca de ti y de tu Hijo Jesús.

NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA - 8 DE SETIEMBRE

Autor: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Natividad de la Santísima Virgen
Fiesta, 8 de septiembre
 
Natividad de la  Santísima Virgen
Natividad de la Santísima Virgen

Fiesta de la Natividad de la bienaventurada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado.

Un anticipo y anuncio inmediato de la redención obrada por Jesucristo es el nacimiento de su Madre la Virgen María, concebida sin mancha de pecado, llena de gracia y bendita entre todas las mujeres.

En Jerusalén, en la Iglesia de Santa Ana. La primera fuente de la narración del nacimiento de la Virgen es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, que coloca el nacimiento de la Virgen en Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios entre los años 400 y 600. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado la tradición.

La fiesta de la Natividad de la santísima Virgen surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el s. v. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.

jueves, 5 de septiembre de 2013

EL AVE MARÍA



 AVE MARIA

Dios te salve María, 
llena eres de gracia 
El Señor es contigo, 
bendita tu eres entre todas las mujeres, 
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
-Santa María Madre de Dios, 
ruega por nosotros pecadores, 
ahora y en la hora de nuestra muerte, 
Amén.

El Ave María es el saludo del Ángel (primera parte) y también el saludo de la Iglesia (segunda parte) a la Virgen Santísima. Es una oración de amor, confianza y petición a la Madre de Dios y Madre Nuestra.

UN CORAZÓN LLENO DE LA VOLUNTAD DE DIOS


Un Corazón lleno de la Voluntad de Dios
Padre Luciano Alimandi


“No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22, 42) En la hora de la gran prueba, en el huerto de los Olivos, Jesús repite al Padre estas palabras que habían sido alimento de su vida durante todos los años que vivió en la tierra, esto es, hacer no su voluntad sino la voluntad divina. En el combate contra el espíritu infernal, en el desierto, después de cuarenta días de absoluto ayuno, Cristo vence a Santanás precisamente haciéndose escudo de la voluntad de Dios. El tentador le presentó, en efecto, una voluntad que no era la del Padre y Jesús lo desenmascaró. 

En nuestra vida de cristianos también nosotros somos tentados y probados sobre el mismo punto: hacer o no la voluntad de Dios. Cada vez que seguimos nuestros gustos, caemos inexorablemente en los lazos del enemigo, mientras que cuando nos orientamos hacia la divina voluntad esos lazos se rompen y nosotros estamos libres de ejercer nuestra libertad uniéndola a la única gran libertad, que es la de Dios. 

Dios nos ha creado libres precisamente para hacer su voluntad; si hubiéramos sido creados sin libertad no podríamos hacer libremente la voluntad de Dios. La libertad es - como se ha escrito - al mismo tiempo nuestra fuerza y nuestra debilidad. Depende del empleo que hagamos de ella: se convierte en fuerza cuando la orientamos hacia Jesús, para imitarlo, para cumplir su deseo; se convierte en debilidad cuando la orientamos hacia nosotros, hacia nuestros deseos, instintos, ambiciones… Quizá nos ilusionamos pensando hacer la voluntad de Dios porque estamos haciendo grandes cosas por los otros, o soñamos con hacerlas; pero las grandes cosas podrían estar oscureciendo las pequeñas cosas que Dios nos está pidiendo y que no queremos hacer porque nos humillan. Sólo la voluntad de Dios nos santifica, no las obras que hagamos, por muy meritorias que están sean. Nuestra santificación depende únicamente de la unión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios, día tras día, momento tras momento, como nos enseñan los santos. 

El Santo Padre Benedicto XVI, en el reciente encuentro que ha tenido en el Seminario Romano Mayor, respondiendo a una pregunta de un seminarista sobre la tentación de hacer carrera,, citó un bello ejemplo: “me viene a la mente en este momento la pequeña historia de Santa Bakhita, esta Santa africana, esclava en Sudán, y luego en Italia encontró la fe, fue religiosa y cuando ya era anciana el Obispo realizaba una visita en su monasterio, en su casa religiosa y no la conocía; vio a esta pequeña, ya encorvada, religiosa africana y dijo a Bakhita: 'Pero qué hace Usted, hermana? '; Bakhita contestó: 'Yo lo hago lo mismo que Usted, Excelencia'. El Obispo asombrado preguntó: '¿Qué cosa? y Bakhita respondió: 'Excelencia, nosotros dos queremos hacer la misma cosa, hacer la voluntad de Dios.' Me parece una respuesta bellísima, el Obispo y la pequeña religiosa, que ya no podía casi trabajar, hacían, en lugares distintos, la misma cosa, tratar de hacer la voluntad de Dios y así estaban en el lugar justo." (Benedicto XVI) al Seminario Romano con ocasión de la Fiesta de la Virgen de la Confianza, el 17 de febrero 2007. 

Por desgracia el diablo consigue no poco veces distraernos precisamente de la única cosa que cuenta: "¡Maria ha elegido la parte mejor, que no le será quitada" (Lc 10, 42). ¡Esta parte mejor es precisamente la divina voluntad, que no puede ser vencida y mucho menos anulada por ningún otra voluntad! Lo que Dios quiere se realiza en nosotros si también nosotros lo queremos. Deseo lo que Él quiere, he aquí el secreto de la Virgen; Ella, más que cualquier otro santo, ha impreso en su Corazón este Verbo: la Voluntad de Dios. 

Maria junto al Hijo repite continuamente: "He aquí, que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad" (Heb 10, 7) y nos enseña a repetirlo también nosotros, sobre todo en los momentos de prueba y tentación. La Sierva del Dios sabe bien que la voluntad humana no santifica a nadie, que sólo la voluntad de Dios le eleva por encima de si mismo e introduce en el Cielo, en el Paraíso del divino deseo. Cuando rezamos a nuestro Padre y pedimos "que se haga tu voluntad así en el Cielo como en la tierra", no estamos pidiendo algo utópico, irrealizable, sino que estamos pronunciando la palabra decisiva de nuestra vida, la más bonita, la más verdadera y la más fuerte. ¡De qué serviría ganar la estima de todos y no conseguir estimar la voluntad de Dios! El discernimiento, la dirección espiritual, la oración, el apostolado… todo tiene un sentido, únicamente si está dirigido hacia el deseo de Dios, de otro modo se pierde en los laberintos de los deseos humanos, tan frágiles y vanos.

 A la Virgen María, en la anunciación, sólo le importaba conocer la voluntad de Dios. Cuando el ángel se la manifestó, entonces Ella se fió y confió totalmente al querer de Aquel que todo lo puede. En este período cuaresmal, invocando a la Virgen y a los santos Ángeles, intensifiquemos el deseo de la voluntad de Dios, porque "sólo en su voluntad está nuestra paz"

Fuente: fides.org

Un collar de perlas para la Virgen María


Un collar de perlas para la Virgen María 
Paul Debesse


Sin sombra de exageración podemos decir que América Latina es tierra de María, el continente de María y como un inmenso santuario mariano. Tradiciones, cantos, danzas, poemas, imaginería. Templos, ermitas, altares y fiestas, expresan la devoción sencilla, espontánea, entrañable, confiada de todo un continente. Hay muchas advocaciones que coinciden entre sí, pero las hay también originales, típicas del “genio” religioso y cultural de las múltiples etnias que pueblan el continente.

En la Argentina – un inmenso y complejo crisol de razas y culturas – se registran más de doscientas advocaciones e innumerables “santuarios” que recuerdan el amor a María de la gente, y su presencia maternal en puntuales efemérides religiosas y civiles. 

Este “Mes de María 2003”, queremos abrirlo con un collar de perlas escogidas de las “libretas de vida” de un gran enamorado de la Virgen María, el empresario argentino Enrique Shaw (1921-1962). Después de haber sido un brillante alumno y marino ejemplar, descubre su vocación social: quiere ser empresario para humanizar el mundo del trabajo, aplicando en él la doctrina social de la Iglesia. Sus éxitos hicieron que fuese muy consultado tanto por instituciones civiles como eclesiales. De su matrimonio nacieron nueve hijos y su hogar fue un testimonio de vida cristiana y de apostolado. Militó activamente en la Acción Católica y para prolongar la eficacia de su obra, fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), vigente e imitada también en otras naciones. El secreto de su breve e intensa existencia hay que buscarlo en la honda y robusta espiritualidad con que la alimentada. La podemos resumir en un lema muy significativo: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” 

La devoción filial a la Virgen María fue uno de los ejes en que se movió su vida cristiana. La suya fue una espiritualidad seria que lo llevaba a contemplar, a invocar y a imitar a María como contacto y molde para llegar a ser otro Cristo. Van aquí algunas perlas:

“¡Oh María! Forma a Cristo en mí! Me doy cuenta de que no tengo esa relación personal con Jesús. Como eso no se consigue con libros, creo que lo mejor es pedirle a la Virgen que me haga de "contacto". Más aún, y si me echo a sus pies, no hay duda de que ella, como "molde" de Dios, hará que Jesús se forme en mí y yo en Él. Más que fiarme de mi propia industria”

Sentía a la Virgen como el “compendio” de toda la vida cristiana.

“María puede considerarse el compendio, la síntesis viviente del Cristianismo. Ella tuvo coraje; por eso estuvo al pie de la cruz. La Virgen nos enseña a despojarnos de nuestro querer recibir afecto; eso es lo que ofreció en el Calvario. Los valores de la Virgen son los de Cristo: Humildad, Verdad, Amor. María es modelo de audacia (para enfrentar grandes cosas). Hace falta gente que se anime a hacer grandes cosas sin perder humildad. María es modelo de humildad, de disponibilidad: He aquí la esclava del Señor". 

Como empresario y responsable de mucha gente en la empresa, miraba a María como modelo de servicio y responsabilidad:

“María nos enseña a asumir la propia responsabilidad. María es modelo de servicio y también de autoridad y dominio de sí mismo. María es Madre porque piensa en cada uno. María nos enseña a ser más comunitarios porque es Madre de todos. Cuando uno esta enojado, debe pensar que María es Madre mía y del otro, y ojalá que ella nos sugiera la palabra cordial que debemos pronunciar”. 

Y no se le escapaba la dimensión social de esta devoción:

“La Virgen poseía las cualidades de energía y firmeza, que son también las condiciones del dirigente de empresa”. 

“María, Reina y Madre de Cristo, Madre nuestra y de aquellos por cuyas almas trabajamos. Reina de las realidades terrestres. A ella le pido: luz, fuerza, fidelidad a la Iglesia, sin la cual no podemos cumplir nuestra auténtica función social”. 

Enrique conoció tempranamente el sufrimiento moral y físico, de María aprendió a aceptar el dolor que redime:

“¡María! Hazme sentir algo de lo que sentiste al pie de la Cruz para que, participando en la Pasión de Cristo, pueda también participar en su Gloria”.

La sentía como modelo de sabiduría:

“¡María, Sede de la Sabiduría, ruega por nosotros! Un apóstol tiene una gran necesidad de ser sabiamente guiado, enseñado, conducido interiormente”. 

Y no olvidaba que María es la madre del amor hermoso, y la suplica:

“María, Madre del Amor, ¡enséñame a amar!”

Y no acabaríamos de citar, pero, como broche de oro de este collar, va la “oración del sí”, por los que se preparan decir el sí definitivo en su vida - esposos, sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados en el mundo - una oración profética si pensamos en los años en que fue escrita. En nuestro tiempo de pavor a decir el “sí definitivo”, cobra actualidad y urgencia y puede se inspiradora para mucha gente:

“Nuestra Señora, que por tu sí has cambiado la faz del mundo, ten misericordia de aquellos que quieren decirte sí para siempre. 

Tú que sabes a qué precio esa palabra se adquiere y se mantiene, obtén para nosotros que nunca rechacemos lo que se exige de nosotros. 

Enséñanos a decirla, como tú, en la humildad, la pureza, la simplicidad y el abandono a la Voluntad de Dios. 

Haz que, a lo largo de toda nuestra vida, los “sí”que digamos después de aquel no sean otra cosa que un medio de adherirnos aún más perfectamente a la Voluntad de Dios para nuestra salvación y la del mundo entero”.

Enrique Shaw tomó en serio su vocación de empresario cristiano y la Iglesia ha reconocido su testimonio de vida, dando inicio a la causa de canonización, el 25 de septiembre de 2001. 


Fuente: San Pablo, Revista On line 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

“Madre enséñanos a trabajar por la Justicia”

Autor: AICA | Fuente: AICA
“Madre enséñanos a trabajar por la Justicia”
Para ser personas justas hay que mirar la vida desde Dios, es mirar la vida con Dios, que es El justo, el gran Justo.
 
“Madre enséñanos a trabajar por la Justicia”
“Madre enséñanos a trabajar por la Justicia”

Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires, con motivo de la 38ª Peregrinación Juvenil a Luján.

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»
Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. (San Juan 19, 25-27)

Hoy terminamos esta peregrinación a la Casa de la Virgen y como hacemos en cada visita, nos quedamos en silencio ante su Imagen. La tenemos cerca, nos recibe en la entrada de su Casa este año, ésta Casa que están terminando de poner linda. Por eso estamos tan agradecidos a todos aquellos que han puesto su esfuerzo para esto. Pero lo más importante es que tenemos esta necesidad de rezar y contarle a nuestra Madre todo lo que compartimos en nuestra vida, y lo que compartimos con tantos peregrinos en el camino. Ahora, al escuchar el Evangelio que nos cuenta ese momento sagrado en el que Jesús nos deja a su Madre para que nos proteja, miramos la cruz y nos aferramos a su compañía, la compañía de la Virgen y la de Jesús. Nuestros caminos están protegidos por ellos dos. Nuestra fe está en ellos, nuestra fe está aquí, esta es la Casa de la fe de nuestra Patria! Por eso ahora rezamos y sentimos como late nuestro corazón porque estamos en la Casa de nuestra Madre, en la Casa de la fe de nuestra Patria.

Y hoy, en la Casa de nuestra Madre le venimos a hacer un pedido: que nos enseñe a trabajar por la justicia. ¿Saben ustedes a quién se le ocurrió hacer este pedido? A ustedes mismos. Sí, porque en las oraciones que escriben cuando visitan Luján fue apareciendo esta oración que hoy es el lema: “Madre, enseñanos a trabajar por la justicia”. Es un lema que late en el corazón de los peregrinos de la Virgen y que se ha hecho oración. Peregrinos que somos los hijos de esta querida patria nuestra. Luján es la Casa de todos los hijos de la Virgen y por eso estamos haciéndole este pedido: que nos enseñe a trabajar por la justicia, y que nos enseñe a trabajar por ser personas justas en la vida.

Posiblemente este pedido, hecho aquí en Luján, haya surgido del corazón de tantos peregrinos después de haber sido recibidos y escuchados. Porque aquí en Luján, a cada peregrino se lo recibe y se lo escucha. Y ser recibidos y escuchados es un gran acto de justicia; y gracias a esto estamos en paz, rezando y nos brotan cosas muy sinceras en el corazón, en la oración con la Virgen. Y por eso surge esta necesidad de ser más hermanos, ocuparnos más y mejor unos de otros. Esto ya es ser justos. Aquí en Luján aprendemos a ser personas justas, porque con el corazón sereno y perdonado, nos llenamos del amor de Dios, por eso la mirada es mucho más profunda. Es mirar la vida desde Dios, es mirar la vida con Dios, que es El justo, el gran Justo.

Cuánto bien nos hace venir a Luján para aprender a ser buenos hijos, buenos hermanos, que se ocupan por el bien de los otros. Por eso aquí hacemos este pedido para todos nosotros, para toda nuestra Patria. Es el mejor lugar para hacerlo. Que aprendamos todos a trabajar por la justicia y para esto, que siempre tengamos el corazón abierto, el corazón grande que nos anime a hacer este pedido.

Que a nadie le falte esa actitud del corazón, la de tener que aprender cada día a ser más justos en la vida. Que se nos enseñe dónde habrá que poner una mirada más abierta y disponible, menos egoísta o interesada, que se nos enseñe a que no hagamos la nuestra, a que no se diga de cada uno de nosotros: “Este hace la suya”, sino hacer una mirada, una gran mirada que nos haga hermanos, que nos preocupemos siempre por los demás.

¿Y cómo puede ayudar la Virgen a trabajar por la justicia? Lo vamos a pensar juntos durante esta Misa y mirándola a Ella, en la puerta de la Basílica o mirando la Basílica. Ustedes vinieron en peregrinación ofreciendo sus vidas por los otros, rezando por tantas necesidades, las de ustedes o esas que les pidieron que “trajeran” en el corazón hasta aquí los amigos, los vecinos, los familiares… Ya que vas a Lujan, llevá una intención mía, pedile a la Virgen por esto… Al llegar al Santuario vivimos esto tan lindo de ser recibidos, y esto es lo que nos llena el corazón, nos da esperanza y así es como podemos continuar la vida: con la bendición de Jesús y de su Madre.

Y de esta manera, con Jesús y con su Madre, es como podemos trabajar por la justicia. Porque cuando nos reconocemos hijos y hermanos, es cuando en nuestro corazón nace esa actitud generosa por la vida y es cuando buscamos lo mejor y más grande para los otros. Jesús en la Cruz nos entrega su vida y le pide a la Virgen que nos cuide. Jesús llegó a la Cruz para que ese gesto fuera reconciliador, hablara de justicia a todos. ¡El nos hizo justos, El nos justificó con su vida, con su muerte y su resurrección…! ¡Y si hoy podemos tener la frente alta, la frente de ser bautizados, la frente de decir “somos hijos de Dios” es porque El nos justificó, El nos hizo justos, El no se miró así mismo sino que nos miró a nosotros!. Hagamos lo mismo: miremos a los demás y ayudémonos a crecer por la justicia.

A la Virgen le pedimos fuerza para trabajar por la justicia. Le pedimos serenidad cuando haya dificultades. Le pedimos que seamos hermanos para poder compartir el camino. Y le pedimos a ella, que es Madre, que no nos falte el silencio de la oración: no vamos a poder ser justos si no lo rezamos, que no vamos a poder ser justos si no lo pedimos. Por eso le pedimos que no nos falte el silencio de la oración y las ganas de peregrinar para ofrecer la vida por los otros. Que ella nos conceda ésta gracia.

Que así sea.

Card. Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires
Luján, 7 de octubre de 2012

martes, 3 de septiembre de 2013

PENAMIENTO MARIANO 17


PENSAMIENTO MARIANO

María fue elegida entre todas las mujeres para ser la Madre del Redentor y adornada con todas las gracias y privilegios que corresponden a la divina maternidad, como porque María, la esclava del Señor, prestó oído atento a la Palabra del Señor y ordenó su vida en conformidad con aquella divina Palabra. 

Alfonso Milagro

EL AMOR DE MARÍA LLENA NUESTRO CORAZÓN

Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
El amor de María llena nuestro corazón
Si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado?
 
El amor de María llena nuestro corazón
El amor de María llena nuestro corazón

Dios es amor.

María Santísima es también amor.

Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios.
"Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque, afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención".

Este amor tuyo que, por un lado, sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre, toda la pureza de una virgen; por otro lado, se dirige a nosotros, hacia la tierra, hacia tus hijos.

Cómo me impresionó -y aparte al principio no lo creí- leer aquellas palabras de San Alfonso María de Ligorio: "Si juntáramos el amor de todos los hijos a sus madres, el de todas las madres a sus hijos, el de todas las mujeres a sus maridos, el de los santos y los ángeles a sus protegidos: todo ese amor no igualaría al amor que María tiene a una sola de nuestras almas". Primero, no lo creí porque era demasiado grande para ser cierto. Hoy, lo creo, y posiblemente estas palabras de San Alfonso se quedaron cortas.

Yo me pregunto: si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado? ¿Podrá vivir una vida sin alegría, sin fuerza, sin motivación? ¿Podrá alguna vez, en su apostolado, llegar a decir "no puedo, me doy"? ¿Podrá algún día decir : "renuncio al sacerdocio y lo dejo"? Si Cristo, por nosotros, dio su sangre, su vida, ¿qué no dará la Santísima Virgen por salvarnos? Ella ha muerto crucificada, espiritualmente, por nosotros. A Cristo le atravesaron manos y pies por nosotros; a ella una espada le atravesó el alma, por nosotros. Si Él dijo: "He ahí a tus hijos" ¿cómo obedece la Santísima Virgen a Dios? Entonces, cuánto nos tiene que amar. Y si somos los predilectos de su hijo: "vosotros sois mis amigos", somos también los predilectos de Ella.

El amor de María llena nuestro corazón, debe llenarlo. El amor de una esposa no es el único que puede llenar el corazón de un hombre como yo. El amor de María Santísima es muchísimo más fuerte, rico, tierno, confortante, que el de todas las esposas de la tierra. El amor de mi madre celestial llena, totalmente, mi corazón. Una mirada, una sonrisa de María Santísima, me ofrecen más que todo lo que pueden darme todas la mujeres de la tierra juntas.

¿Cuál debe ser mi respuesta a tan grande y tierno amor?

Como Juan Pablo II debemos decir cada uno de nosotros, también, "totus tuus": todo tuyo y para siempre. Aquella expresión que el Papa nos decía: "Luchando como María y muy juntos a María", que le repitan siempre: "totus tuus".

¿Por qué no llevarme a todas partes a la Santísima Virgen? En el pensamiento, en el corazón, y también, en una imagen, en un cuadro: su presencia es benéfica. Yo tengo en mi despacho y en mi cuarto una imagen de la Santísima Virgen. Con mucha frecuencia la miro, con mucha frecuencia le hablo y, también, la escucho. Siento su presencia y su amor a través de esa imagen.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Mariano de Blas LC

    lunes, 2 de septiembre de 2013

    ORACIÓN DE REPARACIÓN POR LOS ABORTOS


    Oración de reparación por los abortos

    Señor, Dios Todopoderoso y Creador nuestro, nos reunimos hoy en torno tuyo para celebrar nuestra existencia y alegrarnos por el don de la vida.

    Oración inicial

    Señor, Dios Todopoderoso y Creador nuestro, nos reunimos hoy en torno tuyo para celebrar nuestra existencia y alegrarnos por el don de la vida. Enséñanos a comprender cada vez mas profundamente, que toda vida humana es sagrada, tanto la del pequeño en el vientre de su madre, como la del enfermo desahuciado ; la del niño lisiado o anormal, como la del adulto incapacitado; la del vecino, como la del hombre distante y lejano. Recuérdanos, Padre Celestial, que independientemente de la edad, raza, color o credo, cada persona ha sido creada a tu imagen y semejanza, y ha sido redimida por Cristo. Esto los hace inapreciables ante tu mirada. Enséñanos a ver a los demás a través de tus ojos para poder venerar, preservar y sostener el don de la vida en ellos, y emplear con mayor fidelidad la nuestra en tu servicio. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.

    Amén.


    Oración por la vida

    Padre, tú eres la fuente de toda vida. Por Jesucristo, tu Hijo, ofreces la vida eterna a todo el que la desea. Nosotros creemos en esa vida, Padre. Te damos gracias por ella y esperamos con gozo el día en que podamos compartirla contigo.

    Pero hoy te pedimos por la vida humana creada a tu imagen; la vida de todas las personas del mundo entero. Por tu amor y tu misericordia, santifica y fortalece nuestros esfuerzos por lograr que se respete y dignifique el fundamento de toda vida humana, especialmente por los jóvenes de nuestro mundo. Que tu rostro brille sobre nosotros y que en ti, la humanidad entera encuentre la felicidad y el valor de vivir en ayuda mutua, haciendo de esta vida un anticipo de la vida futura que gozaremos eternamente. Amén.

    ¡Hijos, he aquí a su Madre!


    ¡Hijos, he aquí a su Madre!
    Padre Fintan Kelly, L.C.


    María tiene la misión de darnos a Cristo. Debemos mostrar nuestro aprecio y amor hacia ella imitándola en sus virtudes. 

    1. “Jamás hizo esto con otra nación”. Todavía están descubriendo muchos detalles desconocidos en el cuadro de Nuestra Señora de Guadalupe, como por ejemplo, las figuras que están registradas en los ojos de la Virgen. Pero por encima de todas esas maravillas, hay otra todavía mayor: el hecho de que Dios escogió a México para revelar la imagen de su Madre.

    Es un amor de predilección. Nos hace pensar en aquel episodio del Calvario cuando Cristo crucificado dijo a su Madre: “¡Mujer, he aquí a tu hijo!”, señalando a san Juan Evangelista, el discípulo fiel que estaba ahí. Al revelar la imagen de su Madre, Dios dice a todos los mexicanos: “¡He aquí a tu Madre!”.


    2. La Virgen de Guadalupe quiere que los mexicanos la visiten. Para ese fin pidió que se hiciera la Basílica y nos dejó su cuadro. Ella quiso estar con nosotros de una manera más concreta, más palpable y más cercana. Es bueno tener una imagen de nuestra Madre del cielo en nuestra casa. Nos ayuda a pensar en ella y a dirigirnos a ella con más fervor. 


    3. La Virgen de Guadalupe está encinta y camina en nuestra dirección. Ella viene hacia nosotros trayendo a su Hijo Jesucristo. En los íconos de los primeros siglos de la Iglesia, pintaban a María sentada con el Niño sobre su regazo. Simbolizaba su misión: dar a Cristo al mundo.

    Tengamos fe en esta misión divina de María y no nos dejemos engañar por tantos sectarios que quieren dejarnos huérfanos de Madre. Debemos amar a nuestra Madre celestial.

    Toda la información que quieras conocer sobre la Patrona de las Américas, puedes encontrarla en la página oficial de Nuestra Señora de Guadalupe, "sitio dedicado a los millones de habitantes de la tierra que Ella visitará, los hombres, mujeres y niños que cada año visitan su Basílica y son vistos aproximándose a su Imagen con la mayor devoción, muchos de ellos vistiendo humildes ropas como las que vistiera Juan Diego y caminando sobre sus rodillas. La mayoría quizás nunca verá esta página, pero estarán siempre en-línea con ella a través de la más firme de las conexiones: Amor".

    ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? 
    Carta Pastoral de Mons. Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de México y custodio oficial de la imagen de Guadalupe.

    JESÚS Y MARÍA SE DAN LA MANO


    Jesús y María se dan la mano
    Padre Tomás Rodríguez Carbajo



    ¡Qué equivocación querer separar la devoción a María de la de Jesús y viceversa!.
    Jesús ha optado por hacerse hombre para salvarnos y no le quedó más remedio que nacer de una mujer y escogió a María.
    Jesús ha estado íntimamente ligado a su Madre antes de su nacimiento, cuando durante nueve meses estuvo en su vientre.

    a.- En la vida oculta de Jesús. 
    Cuando los Evangelios nos hablan de Jesús durante su vida oculta, siempre nos lo presentan junto a su madre:
    . Cuando los pastores van a adorarlo: "Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre" (Lc. 2, 16)

    . Cuando los magos le encuentran: "Vieron al Niño con su Madre María" (Mt. 2, 11).

    . Después de que le encontraron en el templo: "Bajó con ellos (María y José) y vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos" (Lc. 2, 51).

    b.- En la vida pública de Jesús. 
    Las pocas veces que el Evangelio habla de María en la vida pública de Jesús, siempre es en relación con su Hijo.

    En las bodas de Caná Ella nos muestra a Jesús y nos lleva a El: "Haced lo que El os diga" (Jn. 2, 5). Esta misma labor la sigue haciendo en los Santuarios marianos en donde los verdaderos peregrinos se acercan al confesionario para poder presentarse más dignamente delante de la Madre y así agradecerle dones recibidos por su mediación o pedirle gracias.

    María siempre se ha considerado una criatura cuya misión es la de relacionar a Dios con los hombres, siendo su Madre; y la de orientar a los hombres hacia Dios, como nos recomendó en Caná, además es la omnipotencia suplicante de todas las gracias, como cuando le dice a Jesús: "No tienen vino" (Jn. 2, 3). Jesús se estrena en hacer milagros, no se puede negar a su Madre y máxime, cuando pide en favor de los hombres.

    c.- Íntima unión querida por Dios. 
    Dios ha querido esta íntima unión entre el Hijo y la Madre, no sólo durante la existencia terrena, sino que quiere que la siga teniendo en el Cielo, pues, Ella es la Medianera de todas las gracias, es la encargada de presentar a su Hijo lo que necesitamos los hijos de aquí abajo, que estamos bregando en este mundo en medio de dificultades.

    El creyente de manera repetitiva se dirige con confianza a María diciéndole constantemente: "Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte". Le confía a Ella todo lo que le preocupa sea más o menos importante y sobre todo el momento trascendental de llegar a la casa del Padre, ?nada mejor que ir de la mano de la Madre!.

    Hay jaculatorias que expresan esta íntima unión del amor que tenemos que tener a Jesús y a María, sin miedo de que al dirigirnos a uno de los dos mengüe el amor al otro: "Todo a Jesús por María. Todo a María para Jesús".

    De la mano de María llegamos siempre a Jesús, es la manera segura de hacerlo, ya que María nunca es el fin, sino el medio. 

    sábado, 31 de agosto de 2013

    PENSAMIENTO MARIANO 16


    PENSAMIENTO MARIANO

    Acuérdate, acuérdate, dulce, escogida Reina, que tienes de nosotros, los hombres pecadores, toda tu dignidad. ¿Cómo te llamarías Madre de la gracia y la misericordia a no ser por nuestra miseria que necesita de gracia y de misericordia. 

     Miguel de Unamuno

    MARÍA, INDICA EL CAMINO HACIA LA UNIÓN PLENA CON DIOS

    Autor: SS Juan Pablo II | Fuente: Catholic.net
    María, indica el camino hacia la unión plena con Dios
    Juan Pablo II profundizó en la fuerza que puede infundir en un corazón azorado la figura de la Virgen.
     
    María, indica el camino hacia la unión plena con Dios
    En medio de las dificultades de la vida, el cristiano cuenta con una ayuda única: la figura de la Madre de Dios «que indica el camino, es decir, Cristo, único mediador que lleva en plenitud al Padre».

    Juan Pablo II profundizó en la fuerza que puede infundir en un corazón azorado la figura de la Virgen.

    Al levantar la mirada hacia su imagen, explicó el Santo Padre, «podemos afirmar que María, junto a su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos».



    Queridos hermanos

    Recordemos una de las páginas más conocidas del Apocalipsis de Juan. En la mujer encinta, que da a luz un hijo, ante un dragón rojo como la sangre enfurecido con ella y con el que ha engendrado, la tradición cristiana, litúrgica y artística, ha visto la imagen de María, la madre de Cristo. Sin embargo, según la intención original del autor sagrado, si el nacimiento del niño representa la venida del Mesías, la mujer personifica evidentemente al pueblo de Dios, es decir, el Israel bíblico, o sea, la Iglesia. La interpretación mariana no está en contraste con el sentido eclesial del texto, ya que María es «figura de la Iglesia» (Lumen Gentium, 63; cf. San Ambrosio, «Expos. Lc», II, 7).

    En lo profundo de la comunidad fiel aparece por tanto el perfil de la Madre del Mesías. Contra María y la Iglesia se levanta el dragón, que evoca a Satanás y el mal, como lo indica la simbología del Antiguo Testamento: el color rojo es signo de guerra, de masacre, de sangre derramada; las «siete cabezas» coronadas indican un poder inmenso; mientras que los «diez cuernos» evocan la fuerza impresionante de la bestia, descrita por el profeta Daniel (cf. 7,7), imagen también del poder prevaricador que amenaza a la historia.

    El bien y el mal, por tanto, se enfrentan. María, su Hijo y la Iglesia representan la aparente debilidad y pequeñez del amor, de la verdad, de la justicia. Contra ellos se desencadena la monstruosa energía devastadora de la violencia, de la mentira, de la injusticia. Pero el canto que sella el pasaje nos recuerda que el veredicto definitivo es confiado a «la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo» (Apocalipsis 12, 10).

    Ciertamente en el tiempo de la historia, la Iglesia puede verse obligada a refugiarse en el desierto, como el antiguo Israel en marcha hacia la tierra prometida. El desierto, entre otras cosas, es el refugio tradicional de los perseguidos, es el ámbito secreto y sereno donde se ofrece la protección divina (cf. Génesis 21, 14-19; 1Reyes 19,4-7). Ahora bien, en este refugio la mujer permanece sólo durante un período de tiempo limitado, como subraya el Apocalipsis (cf. 12,6.14). El tiempo de la angustia, de la persecución, de la prueba no es, por tanto, definitivo: al final, vendrá la liberación y será la hora de la gloria.

    Contemplando este misterio desde una perspectiva mariana, podemos afirmar que «María, junto a su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La Iglesia deber mirar hacia ella, que es su madre y modelo, para comprender el sentido de su propia misión en plenitud» (Congregación para la Doctrina de la Fe, «Libertatis conscientia», 22-3-1986, n. 97; cf. «Redemptoris Mater», 37).

    Fijemos, entonces, nuestra mirada en María, imagen de la Iglesia peregrina en el desierto de la historia, que se dirige a la meta gloriosa de la Jerusalén celeste, donde resplandecerá como Esposa del Cordero, Cristo Señor. La Iglesia de Oriente honra a la Madre de Dios como la «Odiguitria», la que «indica el camino», es decir, Cristo, único mediador que lleva en plenitud al Padre. Un poeta francés ve en ella «la criatura en su estado original y en su lozanía final, como surgió de Dios en la mañana de su esplendor original» (Paul Claudel, «La Vierge à midi», editorial Pléiade, página 540).

    En su inmaculada concepción, María es el modelo perfecto de la criatura humana, llena desde el inicio de esa gracia divina que sostiene y transfigura a la criatura (cf. Lucas 1, 28), que escoge siempre, en su libertad, el camino de Dios. De este modo, en su gloriosa asunción al cielo, María, es la imagen de la criatura llamada por Cristo resucitado a alcanzar, al final de la historia, la plenitud de la comunión con Dios en la resurrección a una eternidad bienaventurada. Para la Iglesia, que experimenta con frecuencia el peso de la historia y el asedio del mal, la Madre de Cristo es el emblema luminoso de la humanidad redimida y abrazada por la gracia que salva.

    La meta última de la vicisitud humana llegará cuando «Dios sea todo en todo» (1 Corintios 15, 28) y, como anuncia el Apocalipsis, cuando «el mar deje de existir» (21, 1), para explicar que el signo del caos destructor y del mal será finalmente eliminado. Entonces la Iglesia se presentará ante Cristo como «como una novia ataviada para su esposo» (Apocalipsis 21, 2). Esa será la hora de la intimidad y del amor sin fisuras. Pero ya desde ahora, al mirar a la Virgen elevada al cielo, la Iglesia comienza a experimentar la alegría que le será ofrecida en plenitud al final de los tiempos.

    En la peregrinación de fe a través de la historia, María acompaña a la Iglesia como «modelo de la comunión eclesial en la fe, en la caridad y en la unión con Cristo. Eternamente presente en el misterio de Cristo, ella está, en medio de los apóstoles, en el corazón mismo de la Iglesia naciente y de la Iglesia de todos los tiempos. Efectivamente, "la Iglesia fue congregada en el cenáculo con María, que era la Madre de Jesús, y con sus hermanos. No se puede, por tanto, hablar de Iglesia si no está presente María, la Madre del Señor, con sus hermanos» (Congregación para la Doctrina de la Fe, «Communionis notio», 28-5-1992, n. 19; cf. San Cromacio de Aquileya, «Sermo» 30, 1).

    Cantemos, entonces, nuestro himno de alabanza a María, imagen de la humanidad redimida, signo de la Iglesia que vive en la fe y en el amor, anticipando la plenitud de la Jerusalén celeste. «El genio poético de san Efrén el Sirio, llamado "la cítara del Espíritu Santo", ha cantado incansablemente a María, dejando una impronta todavía presente en toda la tradición de la Iglesia siríaca» («Redemptoris Mater», 31). Es él quien presenta a María como imagen de belleza: «Ella es santa en su cuerpo, bella en su espíritu, pura en sus pensamientos, sincera en su inteligencia, perfecta en sus sentimientos, casta, firme en sus propósitos, inmaculada en su corazón, eminente, llena de todas las virtudes» («Himnos a la Virgen María» 1,4; editorial Th. J. Lamy, «Hymni de B. Maria», Malines 1886, t. 2, col. 520). Que esta imagen resplandezca en el corazón de toda comunidad eclesial como reflejo perfecto de Cristo y que sea como un signo que se alza por encima de los pueblos, como «ciudad colocada en la cumbre de una montaña», y «lámpara sobre el candelero para que alumbre a todos» (cf. Mateo 5, 14-15). 

    viernes, 30 de agosto de 2013

    PENSAMIENTO MARIANO 15


    PENSAMIENTO MARIANO

    La Iglesia camina en el tiempo hacia la consumación de los siglos recorriendo el itinerario realizado por la Virgen María. 

    SS. Juan Pablo II


    INVOCACIONES A LA VIRGEN MARÍA


    Invocaciones a la Virgen María

    Ave, Tú por quien resplandecerá la dicha.

    Ave, Tú por quien se renueva la creación.

    Ave, iniciada en los misterios de una inefable voluntad.

    Ave, fe de acontecimientos que requieren silencio.

    Ave, oh puente que de la tierra hace pasar al cielo.

    Ave, Tú que inefablemente generaste la luz.

    Ave, terreno que germina abundancia de misericordia.

    Ave, porque haces reflorecer el jardín de delicias.

    Ave, incienso que haces escuchar las súplicas.

    Ave, propiciadora del mundo entero.

    Ave, benevolencia de Dios por los hombres.

    Ave, confianza de los hombres en Dios.

    Ave, de los Apóstoles vez perenne.

    Ave, de los mártires invencible valor.

    Ave, luminoso signo de la gracia.

    Ave, Tú por quien fuimos revestidos de gloria.

    Ave, rayo de místico día.

    Ave, Tú que iluminas los iniciados en los misterios de la Santísima Trinidad.

    Ave, alegría de todas las generaciones.

    Ave, flor de pureza.

    Ave, corona de fortaleza.

    Ave, que en Ti resplandece el tipo de la resurrección.

    Ave, morada del Dios infinito.

    Ave, columna de la virginidad.

    Ave, iniciadora de espiritual plenitud.

    Ave, Tú que revistes corno esposas a las almas santas.

    Ave, fulgor que ilumina las almas.

    Ave, de la Iglesia irremovible torre.

    Ave, arca revestida de oro por el Espíritu Santo.
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