lunes, 29 de diciembre de 2014

12 PROPÓSITOS PARA EL AÑO NUEVO 2015


Propósitos para el Año Nuevo
Ofrecemos una lista de 12 propuestas que pueden ayudarte a definir tus propósitos para el año que comienza.


Por: Mauricio I. Pérez | Fuente: www.semillasparalavida.com



Es costumbre al fenecer el año, revisar nuestra vida y plantearnos metas y propósitos para el Año Nuevo. Muchos se esfuerzan por realmente cumplir y vivir según los propósitos trazados. Otros tantos -los más- suelen quedarse en el camino. Sus buenos propósitos se quedaron tan solo en buenas intenciones. Pero alguien dice por ahí -y quizás diga bien- que de buenas intenciones, está empedrado el camino del infierno.

Los hijos de Dios debemos ser hombres y mujeres de palabra. Jesús nos enseñó a decir “Sí” cuando sea sí, y a decir “No” cuando sea no. En esta línea, es preciso al definir nuestros propósitos para el año que comienza, tomárnoslos en serio. Y hacer de ellos un verdadero compromiso.

Hay quienes optan por plantearse propósitos materiales: nuevo auto, el viaje jamás realizado, una casa más grande, un mayor sueldo. Esto está bien si es que estos objetivos no se definen como una mera meta -lo cual sería simplemente materialista- sino más bien como medios para algo más importante, como dar un mayor bienestar a la familia.

Unos más, prefieren definir propósitos que les ayuden a ser mejores personas. En esta línea, lectora, lector querido, quisiera compartir contigo una lista de 12 propósitos que pueden ayudarnos a ser sobre todo, mejores cristianos. Se trata de hacer ciertas cosas y dejar de hacer otras. También de asumir ciertas actitudes y dejar de lado otras tantas.

1. Acercarnos más a Dios. Es innegable que de esto se desprende todo lo demás. Incluso el éxito al lograr cumplir con el resto de nuestros objetivos depende en gran medida de la cercanía a Dios. Pues sin Cristo, nada podemos hacer. Es importante aumentar nuestro tiempo de oración y participar de manera más consciente en los sacramentos. También bendecir siempre nuestros alimentos sea quien sea nuestro comensal. Además, en el 2012 iniciará el “Año de la Fe” proclamado por el Papa Benedicto XVI, de tal suerte que resulta imprescindible acercarnos más a Dios a fin de aumentar nuestra fe y vivir en plenitud este año santo.

2. Confiar más en Dios. Muchos se frustran porque Dios no les habla. ¿Quieres escuchar a Dios? Abre tu empolvada Biblia y léela. Te garantizo que si lo haces con la frecuencia debida -es decir, diario- escucharas de Dios las palabras que necesitas. No le exijas ni demandes favores, pídele todo pidiendo siempre que se haga su voluntad, pues Él sabe cuándo, cómo y en qué medida. Y al tener frente a ti las oportunidades que necesitas, acéptalas. Deja de cuestionar cada oportunidad, quedarte inmóvil y dejar de actuar. Dios te ayuda, pero necesita de tu parte. Dios te inspira, pero necesita de tu inteligencia. Dios te cuida, pero necesita tu confianza. Este año confía más en Dios, acepta lo que te envía y actúa en consecuencia.

3. Dejar de Murmurar y de ver la Paja en Ojo Ajeno. Es increíble lo rápida que es nuestra lengua para desatarse y correr cual caballo desbocado en contra de alguien más. Y lo peor es que muchas veces murmuramos en contra de alguien según nosotros en aras de la justicia divina: porque éste peca mucho, porque ésta gasta mucho dinero, porque este otro es muy sucio y descuidado, porque esta otra es una chismosa, porque este va a misa pero se pelea con todos al salir y entrar en su automóvil, porque esta otra también va a misa pero se queda dormida… La lista es inacabable. ¿Qué tal como propósito de este año dejar de murmurar y mejor mirar a nuestro interior cada vez que algo nos parece mal? Porque es un hecho irrefutable que casi siempre que nos disgusta algo que vemos que otro hace, ¡es porque en el fondo nos disguta que nosotros hacemos lo mismo! Por eso advertía Jesús que es fácil ver paja en el ojo ajeno y no la viga que se lleva en el propio. Hagámonos el propósito de que al sentir la tentación de murmurar, cerrar la boca, ver a nuestro interior y en justicia decidir qué actitud debemos nosotros mismos cambiar, qué debemos dejar de hacer o que debemos comenzar a hacer.

4. Ser Portadores de Ayuda y Generadores de Cambio. Es fácil criticar lo que no nos gusta. Pero eso rara vez sirve de algo. A lo largo de este año, hagámonos el firme propósito de que cada vez que algo nos parezca malo, pensemos cómo ayudar para corregirlo o cambiarlo y actuemos en consecuencia. Si nada podemos hacer, mejor no estorbemos. Igualmente, seamos solícitos para ayudar a todo aquél que lo necesita.

5. Dejar de Ofendernos por Todo y de Pelear contra Todos. Jesús declaró bienaventurados a los mansos, porque heredarán la tierra. La mansedumbre es una virtud que nos ayuda a dejar de lado la violencia. Cuántas personas se ofenden por la forma en que los saluda el empleado de una tienda. Cuántos más se indignan porque el mesero no los vio al pasar frente a ellos. Cuántos estallan porque el conductor de adelante no va más de prisa. Cuántos se encolerizan porque su hija no guardó el cepillo y el espejo. Y en consecuencia agreden, gritan, insultan, ofenden, se vengan, toman represalias y lo peor, ¡se amargan la vida y se la amargan a los demás! “¡¿Y cómo no me voy a enojar?!” es su típica justificación. Pero esa actitud no es digna de un hijo de Dios. Este año hagámonos el propósito de evitar pleitos y riñas. Desarrollemos mejor la virtud de la mansedumbre. Además de vivir en paz con los demás, seremos bienaventurados y heredaremos la tierra que el Señor nos tiene prometida.

6. Desarrollar la Pulcritud. Esto a muchos les cuesta trabajo. Pero es necesario reconocer que no podemos comprender el concepto de un “alma limpia” si no somos capaces de vestir una camisa limpia. El desaliño no es virtud, es por el contrario, un vicio terrible. No hay que confundir no ser vanidosos con ser sucios y desaliñados. Ir despeinados, con la ropa sucia y arrugada no es propio de un hijo de Dios. Porque nuestro cuerpo es un templo vivo del Espíritu Santo. Y ese templo debe siempre ser digno, tanto en su interior como en su exterior.

7. Ser más Laboriosos. Sobre todo a los laicos, Dios nos ha confiado el orden de la creación. Debemos trabajar para hacer del mundo que Dios nos ha regalado, uno mejor. Debemos también trabajar para crecer como personas, en talento y dignidad. Para el hijo de Dios, es inaceptable el trabajo a medias, entregado tarde o mal hecho. El hijo de Dios debe poner su sello en todas sus obras. Este año propongámonos hacer nuestro trabajo con pasión y calidad, recordando siempre cuando Dios puso en manos de Adán el Paraíso que había creado.

8. Ser Limpios de Corazón. Jesús prometió que los limpios de corazón verán a Dios. Sin embargo, los programas de TV cada vez más vulgares, las conversaciones con amigos y compañeros de trabajo cargados de palabras soeces, los chistes en doble sentido son fuertes barreras para mantener limpio el corazón. Este año que comienza, comprometámonos a mantener una diversión sana, conversaciones en la línea del respeto y un humor blanco que siempre divierte sin ofender ni contrariar a nadie más.

9. Dar Más Tiempo a Nuestra Familia. Bien que lo sabemos. Pero bien que fingimos excusas para no cumplirlo. Necesitamos trabajar mil horas extras para pagar más horas de guardería y más maestros privados y más cursos de qué se yo para que nuestros hijos estén en un lugar seguro para poder trabajar más para tener más dinero para pagar más guarderías, maestros privados y cursos mientras trabajamos más… El ridículo torbellino que termina por destruir las familias mientras alguien escala peldaños y amasa fortunas. Basta ya. Este año fijemos bien nuestras prioridades: Dios, familia y trabajo. En ese orden. El resto, Dios nos lo dará por añadidura.

10. Disfrutar más la Vida que Dios nos Da. Ya basta de quejarnos de todo. Es suficiente de encontrarle peros a todo. Es hora de dejar de encontrarle a todo su lado malo. Acepta por el contrario con gozo todo lo que Dios te da, agradécelo y alaba al Señor por su bondad.
Encuentra la mano de Dios en todo lo que tienes. Mira a cuántos más les hace falta. Alaba a Dios por cada mañana, por la frescura del agua que corre en la ducha, por el desayuno que te da energía, por el sol que te calienta. Alábalo por la taza de café que te devuelve el buen ánimo, por la galleta dulce que lo acompaña, por quien te hace compañía mientras la bebes. Disfruta al “perder el tiempo” con tus hijos, pues son una de las mayores bendiciones que Dios te ha dado. Disfruta tus ratos de enfermedad, pues te dan tiempo para leer aquél libro pendiente y hasta para acercarte más a Dios. Que este sea uno de nuestros propósitos más firmes para este año. Pues así viviremos en paz, llenos de gozo y siendo infinitamente agradecidos a nuestro Dios.

11. Bajar de Peso. ¿Y por qué no? Este casi siempre es un propósito de Año Nuevo de casi todas las personas adultas. Y curiosamente, es el propósito menos cumplido. Sin embargo, para los hijos de Dios resulta importante porque bajar de peso va más allá que una cuestión de vanidad corporal. El exceso de peso en gran parte se debe al pecado capital de la gula. Y bajo esa óptica es que los cristianos debemos afrontar esta situación. Los pecados capitales se llaman así porque de ellos se desprenden muchos más hasta poner fuertemente en riesgo la integridad de la persona. Quien come demás, desarrolla usualmente otro pecado: la pereza, manifestada en la falta de ejercicio. El exceso al comer suele acompañarse en excesos al beber. Y tras las comidas, al fumar. La cadena puede no tener fin y los riesgos para la salud corporal e innegablemente para la salud del espíritu son muchos. Hagámonos pues el propósito para este año, de declara la guerra a la gula que nos ha esclavizado. Dejar atrás este pecado y mejorar la salud del cuerpo que Dios nos ha dado.

12. Ser Portadores de la Bendición de Dios. Las personas que necesitan de la bendición de Dios no precisan de un momento de éxtasis en que Jesús o la Virgen se les manifiesten y con su mano en la frente los bendigan. Necesitan más bien de cariño, de alguien que los escuche, de alguien que los ayude, de alguien que les dé trabajo, de alguien que les dé pan. Siendo hijos de Dios, hagámonos el propósito este año de ser portadores de las bendiciones de Dios para los demás: con nuestro tiempo, con nuestra ayuda, con nuestras manos, con nuestros labios y con nuestros bienes materiales.

Deseo que esta lista te ayude a definir tus propósitos para el año que comienza. Que Dios te bendiga y sostenga con su mano providente, bendiga todos tus sueños y te ayude a alcanzar cada una de tus metas.

¡Apasiónate por Nuestra Fe!

domingo, 28 de diciembre de 2014

LOS SANTOS INOCENTES

Inocentes
Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv


El Amor te ha dejado encadenado
a una historia de cruz y sufrimiento
resuena en el desierto su lamento
es Raquel que llora al pueblo amado.

Bebe sangre el jordán y se enlutece
bebe amor derramado en un instante
corre un grito inocente y palpitante
y sus aguas de vida se enmudecen.

Llora el cielo de horror, no se consuela
sus hijos ya no existen y la espada
de la mentira cruel que ensangrentada
se clava en la virtud que la revela.

Martirio de inocencia silenciosa
un coro que del cielo ya es el eco
el pozo de Jacob se encuentra seco
y la unción del Amor en ti rebosa.

Un coro de inocencia te proclama
escrita en sangre y miel su partitura
ofrece su canción y te asegura
la adoración del pueblo que te ama.

CON FLORES A LA VIRGEN MARÍA


Con flores a María
Rafael Ángel Marañón


Eres María la que llenas 
Mi espíritu de alegría,
Perfumando el alma mía 
Cual ramito de verbenas. 

Ni las blancas azucenas 
Compiten con tu blancura, 
Pues de Cristo la llenura
Te fue dada a manos llenas. 

Flores no crían los prados 
Que no adornen a María,
Con su humilde teología 
Pues de Jesús son formados. 

¿Y su piedad y dulzor
Para con todo el humano 
Que se acerca como hermano, 
Ante el Cristo del amor?

Cantemos firmes y osados 
Con júbilo y alboroto,
Amor y estruendo devoto,
De alegría arrebatados. 

Que aunque de celo excedemos, 
Es tan bella nuestra fe, 
Que no tememos traspié,
Por que a María alabemos. 

Por que es a Cristo y a ella 
Que damos acatamiento,
Y humilde agradecimiento
Que es nuestra fe firme y bella. 

CALMA DE MARÍA


Calma de María
Rafael Ángel Marañón


En su rostro de tersa luz serena
No hay turbación; tan solo hay esperanza 
Que a su fúlgida frente da alegranza 
Con que Cristo a su santa madre llena 

De los Cielos el ámbito resuena 
Y toda la creación es una danza 
De júbilo, en María que es enseñanza 
Por madre, hermana, y por su gracia plena. 

No quedan ya tinieblas que sufrir 
Ni el leviatán con su bramido truena 
Que ya no hay maldición que proferir. 

Aplasta la cabeza del dragón 
Que al mundo remordía y engañaba, 
Y solo queda paz y comunión. 

En ella con unción 
Puso el Señor completa confianza 
Haciéndonos parte de esa alianza. 

UNA FAMILIA FELIZ PORQUE AHÍ ESTABA DIOS


Una familia feliz porque ahí estaba Dios.
Una familia muy pobre, tenía lo elemental para vivir. Sin embargo, ha sido la familia más feliz.
Por: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net



Hoy se celebra la fiesta de la Sagrada Familia. Una familia formada por José, María y el Niño Jesús. Era una familia muy pobre, tenía lo elemental para vivir. Sin embargo, ha sido la familia más feliz.

Feliz porque ahí estaba Dios. Una familia feliz porque ahí se rezaba todos los días. Feliz porque ahí se trabajaba con paz y con amor. Allí se amaba la vida, allí se amaban entre ellos con un grandísimo corazón.

¡Cuánto necesitamos nosotros que esa Sagrada Familia nos ayude a recuperar muchos valores familiares que se ha llevado el viento!

¡Oh Familia de Nazareth, qué pocos elementos te bastaron para ser una familia feliz y hermosa! ¡Cómo necesitamos que vuelvas a injertar en nuestros hogares, en nuestros corazones, esa maravillosa gama de virtudes que tiene la familia!

Todos los que quieran saber cuál es la familia más maravillosa deben visitar Nazareth, y preguntar a José a Jesús y a María cómo se puede ser feliz en familia.

¡FELIZ SOLEMNIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA!


¡Feliz Solemnidad de la Sagrada Familia!




ROMA, 28 Dic. 14 / 05:37 am (ACI).- Hoy se celebra la Solemnidad de la Sagrada Familia y la Iglesia nos invita a mirar a José, María y al Niño Jesús, quienes desde un principio tuvieron que enfrentar peligros y el exilio a Egipto, pero demostrando que siempre el amor puede más que la muerte. Ellos son reflejo de la Trinidad y modelo de toda familia.

"El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría"

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: ‘Todo primogénito varón será consagrado al Señor’, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: ‘un par de tórtolas o dos pichones’. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: ‘Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel’. Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: ‘Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma’. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

La Solemnidad de la Sagrada Familia, que se celebra en el Domingo de la Octava de Navidad, es una fiesta que motiva a profundizar en el amor familiar, examinar la propia situación del hogar y buscar soluciones que ayuden al papá, la mamá y los hijos a ser cada vez más como la Familia de Nazaret.

La vida familiar no puede reducirse a los problemas de pareja, dejando de lado los valores trascendentes, ya que la familia es signo del diálogo Dios – hombre. Padres e hijos deben estar abiertos a la Palabra y a la escucha, sin olvidar la importancia de la oración familiar que une con fuerza a los integrantes de la familia.

San Juan Pablo II recomienda el rezo del Rosario dentro de las familias, al afirmar que “la familia que reza unida, permanece unida”.

LOS SANTOS INOCENTES - 28 DE DICIEMBRE


Los Santos Inocentes
Fiesta, 28 de diciembre, es buena ocasión de hacer agradable la vida a los demás
Fuente: Archidiócesis de Madrid



La consulta bien intencionada de aquellos Magos que llegaron de Oriente al rey fue el detonante del espectáculo dantesco que organizó la crueldad aberrante de Herodes a raíz del nacimiento de Jesús.

Habían perdido el brillo celeste que les guiaba, llegó la desorientación, no sabían por donde andaban, temieron no llegar a la meta del arduo viaje emprendido tiempo atrás y decidieron quemar el último cartucho antes de dar la vuelta a su patria entre el ridículo y el fracaso.

Al rey le produjo extrañeza la visita y terror la ansiosa pregunta sobre el lugar del nacimiento del Mesías; rápidamente ha hecho sus cálculos y llegado a la conclusión de que está en peligro su status porque lo que las profecías antiguas presentaban en futuro parece que ya es presente realidad. Se armó un buen revuelo en palacio, convocaron a reunión a los más sabios con la esperanza de que se pronunciaran y dieran dictamen sobre el escondrijo del niño "libertador". El plan será utilizar a los visitantes extranjeros como señuelo para encontrarle. Menos mal que volvieron a su tierra por otro camino, después que adoraron al Salvador. Impaciente contó Herodes los días; se irritó consigo mismo por su estupidez; los emisarios que repartió por el país no dan noticia de aquellos personajes que parecen esfumados, y se confirma su ausencia. Vienen los cálculos del tiempo, y contando con un margen de seguridad, le salen dos años con el redondeo.

Los niños que no sobrepasen dos años en toda la comarca morirán. Hay que durar en el poder. El baño de sangre es un simple asunto administrativo, aunque cuando pase un tiempo falten hombres para la siembra, sean escasos los brazos para segar y no haya novios para las muchachas casaderas; hoy sólo será un dolor pasajero para las familias sin nombre, sin fuerza, sin armas y sin voz. Unas víctimas ya habían iniciado sus correteos, y balbuceaban las primeras palabras; otras colgaban todavía del pecho de sus madres. Pero para Herodes era el precio de su tranquilidad.

Son los Santos Inocentes. Están creciendo para Dios en su madurez eterna. Ni siquiera tuvieron tiempo de ser tentados para exhibir méritos, pero no tocan a menos. Están agarrados a la mano que abre la gloria. Aplicados los méritos de Cristo sin que fuera preciso crecer para pedir el bautismo de sangre, como tantos laudablemente hoy son bautizados en la fe de la Iglesia con agua sin cubrir expediente personal. El Bautismo es gracia.

Entraron en el ámbito de Cristo inconscientes, sin saberlo ni pretenderlo; como cada vez que por odio a Dios, a la fe, hay revueltas, matanzas y guerras; en esas circunstancias surgen mártires involuntarios, que aún sin saberlo, mueren revestidos y purificados por la sangre de Cristo, haciéndose compañeros suyos en el martirio; y no se les negará el premio sólo porque ellos mismo, uno a uno, no pudieran pedirlo. En este caso es el sagrado azar providente de caer por causa de Cristo, porque la mejor gloria que el hombre puede dar a Dios es muriendo.

Ya el mismo Jeremías dejó dicho y escrito que "de la boca de los que no saben hablar sacaste alabanza".

Hoy los mayores también hacen bromas en recuerdo del modo de ser juguetón y alegre de aquellos bebés que no tuvieron tiempo de hacerlas; es buena ocasión de hacer agradable la vida a los demás, con admiración y sorpresa, en desagravio del mal que provocó el egoísmo de aquel que tanto se fijó en lo suyo que aplastó a los demás.

viernes, 26 de diciembre de 2014

NAVIDAD EN TU INTERIOR


Navidad en tu interior



Navidad significa nacimiento, y el símbolo de la Navidad es una estrella, una luz en la obscuridad que sirvió de guía para encontrar al salvador. No veamos más esta estrella fuera de nosotros, sino brillando en nuestro cielo interno y aceptémosla como símbolo de que ha llegado el tiempo del Cristo; el tiempo de reconocer nuestra verdadera identidad.

Dentro de cada uno de nosotros existe un Salvador que conoce nuestra totalidad, nuestra esencia. Es una sabiduría innata que, si la utilizamos como una guía, nos conducirá siempre a experiencias de paz, armonía y amor. Es algo muy especial que está en todos y es para todos. Si no sacamos el mayor provecho de ella es sólo porque no la podemos entender y mucho menos aceptar.

Esta esencia en nosotros es la que conoce nuestra totalidad o nuestra santidad. 

Pero como un amigo fiel, no llegará a donde no se ha le ha invitado. Por lo tanto, vamos a comenzar nuestras fiestas navideñas abriéndole la puerta a este invitado tan especial. 

No temamos abrirle la puerta y recibámosle sin expectativas. El sabrá orientarnos, sin equivocarse y nos traerá regalos que no podremos encontrar en ningún lugar del mundo.

Tan pronto recibamos ese invitado tan especial, estaremos listos para preparar la gran fiesta. Pero, ¿cómo va a ser esta fiesta de Navidad?

Nuestro amigo no pide nada. No exige sacrificios de ningún tipo. Por lo tanto, en esta Navidad, cerremos las puertas a todo sacrificio estéril, a la culpa, al miedo a la escasez y demos paso a lo único que tiene sentido en nuestras vidas, a ese regalo del cual derivan su existencia todas las cosas: el amor.

Para muchas personas, las estampas de la Navidad traen sentimientos de gozo y alegría. Para otras, esta época puede ser difícil, solitaria, aumentando los sentimientos de culpa y depresión. Continuamente leemos artículos sobre cómo disfrutar las fiestas, sin embargo muchos no podemos imaginar cómo salir de ese estado de inmensa soledad en que algunos nos sumergimos. A veces podemos sentirnos atrapados entre lo que queremos hacer y lo que debemos hacer. Nos sentimos culpables porque deseamos quedarnos en casa en vez de salir a visitar familiares por compromiso.

También podemos sentirnos perdidos porque no tenemos la familia que quisiéramos tener. Muchos de nosotros, año tras año esperamos que la mágica Navidad nos regale una persona que pueda llenar el vacío del solitario corazón, causando honda desesperación cuando no sucede. Recuerda que no estás solo(a). Que hay muchas personas compartiendo tus mismos sentimientos.

BALANCE DE FIN DE AÑO 2014

ESTAMPAS DE FELIZ NAVIDAD










jueves, 25 de diciembre de 2014

LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
Manifestación del Verbo de Dios a los hombres, 25 de diciembre
Por: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net




Con la solemnidad de la Navidad, la Iglesia celebra la manifestación del Verbo de Dios a los hombres.  En efecto, éste es el sentido espiritual más importante y sugerido por la misma liturgia, que en las tres misas celebradas por todo sacerdote ofrece a nuestra meditación “el nacimiento eterno del Verbo en el seno de los esplendores del Padre (primera misa); la aparición temporal en la humildad de la carne (segunda misa); el regreso final en el último juicio (tercera misa)  (Liber Sacramentorum).

Un antiguo documento del año 354 llamado el Cronógrafo confirma la existencia en Roma de esta fiesta el 25 de diciembre, que corresponde a la celebración pagana del solsticio de invierno "Natalis solis invicti", esto es, el nacimiento del nuevo sol que, después de la noche más large del año, readquiría nuevo vigor.

Al celebrar en este día el nacimiento de quien es el verdadero Sol, la luz del mundo, que surge de la noche del paganismo, se quiso dar un significado totalmente nuevo a una tradición pagana muy sentída por el pueblo, porque coincidía con las ferias de Saturno, durante las cuales los esclavos recibían dones de sus patrones y se los invitaba a sentarse a su mesa, como libres ciudadanos. Sin embargo, con la tradición cristiana, los regalos de Navidad hacen referencia a los dones de los pastores y de los reyes magos al Niño Jesús.

En oriente se celebraba la fiesta del nacimiento de Cristo el 6 de enero, con el nombre de Epifanía, que quiere decir "manifestación", después la Iglesia oriental acogió la fecha del 25 de diciembre, práctica ya en uso en Antioquía hacia el 376, en tiempo de San Juan Crisóstomo, y en el 380 en Constantinopla. En occidente se introdujo la fiesta de la Epifanía, última del ciclo navideño, para conmemorar la revelación de la divinidad de Cristo al mundo pagano.

Los textos de la liturgia navideña, formulados en una época de reacción contra la herejía trinitaria de Arrio, subrayan con profundidad espiritual y al mismo tiempo con rigor teológico la divinidad y realeza del Niño nacido en el pesebre de Belén, para invitarnos a la adoración del insondable misterio de Dios revestido de carne humana, hijo de la purísima Virgen María.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

BENDICIÓN DE LA MESA EN NOCHE BUENA


Bendición de la mesa en Noche Buena


_Bendice, Señor, nuestra mesa. 
Por una noche al menos, 
quisiéramos que el mundo fuera una gran familia: 
sin guerras, sin miseria, sin hambre, sin dolor...; 
y con algo más de música y de justicia. 
Que este hogar, Jesús, 
acoja tu palabra de amor y de perdón 
y siempre estés tú presente.
Consérvanos unidos. 
Danos durante todo el año paz y trabajo. 
Danos fuerzas para ser personas justas, 
comprensivas, entrañables, comprometidas 
por un mundo mejor. 
Así habrá muchas “noches-buenas” 
y “días-buenos”.
Eres bienvenido, Señor, siempre a esta casa.
Y confiamos que Tú nos reúnas también 
un día en tu Casa para celebrar la eterna Navidad. 
Amén.

BIENAVENTURANZAS DE LA NAVIDAD


Bienaventuranzas de la Navidad


Bienaventurada sea la Navidad,
porque nos trae la paz que el mundo no nos da
Bienaventurada sea la Navidad,
porque la fe es camino para llegar a Dios
Bienaventurada sea la Navidad,
porque lo grande lo convierte en pequeño
Bienaventurada sea la Navidad,
porque una estrella ilumina el firmamento
Bienaventurada sea la Navidad,
porque Dios toma la forma de humano
Bienaventurada sea la Navidad,
porque las distancias se acortan
Bienaventurada sea la Navidad,
porque el corazón del hombre se ennoblece
Bienaventurada sea la Navidad,
porque los adversarios se dan la mano
Bienaventurada sea la Navidad,
porque el amor desciende a la tierra
Bienaventurada sea la Navidad,
porque los sencillos ven a Dios
Bienaventurada sea la Navidad,
porque los pobres son ricos
Bienaventurada sea la Navidad,
porque el silencio habla del Misterio de Dios
Bienaventurada sea la Navidad,
porque la tensa calma, nos trae un acontecimiento: Jesús
Bienaventurada sea la Navidad,
porque un Niño nos enseña el camino para ser felices: Dios
Bienaventurada sea la Navidad,
porque, al nacer Jesús, es la Noche Buena más importante del año
Bienaventurada sea la Navidad,
porque unos pastores nos enseñan su riqueza: la bondad
Bienaventurada sea la Navidad,
porque unos reyes nos indican su realeza: sólo Dios es rey

LA NAVIDAD ES...


LA NAVIDAD ES...


La Navidad es cercanía: rompe con lo que te separa de los demás.

La Navidad es amor: ¡bríndate generosamente!

La Navidad es oración: si estás frío con Dios, háblale.

La Navidad es canto: si estás desafinado, entónate.

La Navidad es perdón: si estás enojado, reconcíliate.

La Navidad es adoración: si eres soberbio, arrodíllate.

La Navidad es dulzura: si estás amargado, dulcifica tu persona.

La Navidad es cielo: si vives en un infierno, coge la escalera de Jesús.

La Navidad es paz: si eres violento, busca las armas de la fraternidad.

La Navidad es compartir: si eres tacaño, despréndete de algo.

La Navidad es confiar: si eres desconfiado, da otra oportunidad.

La Navidad es alegría: si estás triste, busca razones para la sonrisa.

La Navidad es esperanza:  si estás derrotado, levántate: Dios te quiere.

La Navidad es regalos: si no los tienes, aprende a conquistarlos.

La Navidad es silencio: si estás afónico, serénate un poco.

La Navidad es Dios: si vives lejos de El, aún estás a tiempo para volver.

La Navidad es Jesús: si no lo ves, búscalo dentro de ti.

La Navidad es María: si te parece pobre, enriquécela con tu cariño.

La Navidad es José: si no eres responsable, mírale de cerca.

La Navidad es Angel: si no tienes alas, supérate a ti mismo.

La Navidad es anuncio: si estás sordo, abre tus oídos a la Buena Noticia.

La Navidad es verdad: si vives en la falsedad, recupera la transparencia.

LA SERIEDAD DE LA NAVIDAD


La seriedad de la Navidad
¿Castañuelas, panderetas? ¡Bien! Pero no olvidemos que Dios, cuando comience a hablar nos va a pedir: Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme.

Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net




En general, la Navidad toma la encarnación del Verbo de Dios en la parte más descomprometida e infantil. Es un niño quien ha nacido. Y un niño no dice cosas serias. Este Niño Dios no ha dicho todavía “Sed perfectos”, ni “sepulcros blanqueados”, ni “vende tus bienes y sígueme” ni “Yo soy la Verdad y la Luz”. Todavía está callado este niño. Y nos aprovechamos de su silencio para comprarle el Amor barato, a precio de villancicos y panderetas.

En esa Nochebuena no intuimos el tremendo compromiso que adquirimos los humanos. Como es un Niño el que nos ha nacido, no percibimos la Ley y el Compromiso serio, que nos trae debajo de su débil brazo. En torno a un niño todo parece ser cosa de juego y de algarabía. ¿También con el Niño Dios?

A qué nos compromete la Encarnación del Hijo de Dios? ¿Qué nos quiere decir a nosotros hoy la Encarnación?

A Belén se acercarán este año:

- El Papa, llevándole a Jesús todas las luces y sombras, las alegrías y las tristezas de la Iglesia.
- Los obispos y sacerdotes de todo el mundo, llevando a sus espaldas sus diócesis y parroquias, sus movimientos y grupos, para regalárselos a Jesús.
- Religiosos y religiosas, con sus corazones consagrados y sus ansias de seguirle en pobreza, castidad y obediencia.
- Misioneros y misioneras, dispuestas a aprender las lecciones de esa cátedra de Belén.
- Laicos, admirados o indiferentes, despiertos y somnolientos, santos y pecadores, sanos y enfermos, jóvenes y adultos, niños y ancianos.

¿Entenderemos todos lo que allí, en Belén, se juega? ¿Nacerá en cada uno de nosotros, ese Niño Dios?

Navidad no son las luces de colores, ni las guirnaldas que adornan las puertas y ventanas de las casas, ni las avenidas engalanadas, ni los árboles decorados con cintas y bolas brillantes, ni la pólvora que ilumina y truena.

Navidad no son los almacenes en oferta. Navidad no son los regalos que demos y recibimos, ni las tarjetas que enviamos a los amigos, ni las fiestas que celebramos. Navidad no son Papá Noel, ni santa Claus, ni los Reyes Magos que traen regalos. Navidad no son las comidas especiales. Navidad no es ni siquiera el pesebre que construimos, ni la novena que rezamos, ni los villancicos que cantamos alegres.

Navidad es Dios que se hace hombre como nosotros porque nos ama y nos pide un rincón de nuestro corazón para nacer. Por eso, ser hombre es tremendamente importante, pues Dios quiso hacerse hombre. Y hay que llevar nuestra dignidad humana como la llevó el Hijo de Dios Encarnado. Por eso, Navidad es tremendamente exigente porque Dios pide a gritos un hueco limpio en nuestra alma para nacer un año más. ¿Se lo daremos?

Navidad es una joven virgen que da a luz al Hijo de Dios. Por eso, dar a luz es tremendamente importante a la luz de la Encarnación, porque Dios quiso que una mujer del género humano le diese a luz en una gruta de Belén. Tener un hijo es tremendamente comprometedor, pues Jesús fue dado a luz por María. No es lo mismo tener o tener un hijo; no es lo mismo querer tenerlo o no tenerlo. Navidad invita al don de la vida, no a impedir la vida.

Navidad es un niño pequeño recostado en un pesebre. Por eso es tan tremendamente importante ser niño, y niño inocente, al que debemos educar, cuidar, tener cariño, darle buen ejemplo, alimentarle en el cuerpo y en el alma…como hizo María. Y no explotar al niño, y no escandalizar a los niños, y no abofetear a los niños, y no insultar a los niños.

Navidad son ángeles que cantan y traen la paz de los cielos a la tierra. Por eso, es tremendamente importante hacer caso a los ángeles, no jugar con ellos a supersticiones y malabarismos mágicos, sino encomendarles nuestra vida para que nos ayuden en el camino hacia el cielo y hacerles caso a sus inspiraciones. Por eso es tremendamente importante ser constructores de paz y no fautores de guerras.

Navidad son pastores que se acercan desde su humildad, limpieza y sencillez. Por eso, es tremendamente importante que no hagamos discriminaciones a nadie, y que si tenemos que dar preferencia a alguien que sean a los pobres, humildes, ignorantes. Quien se toma en serio la Encarnación del Hijo de Dios tiene que dar cabida en su corazón a los más desvalidos de la sociedad, pues de ellos es el Reino de los cielos.

Navidad es esa estrella en mi camino que luce y me invita a seguirla, aunque tenga que caminar por desiertos polvorientos, por caminos de dudas cuando desaparece esa estrella. La Encarnación me compromete tremendamente a hacer caso a todos esos signos que Dios me envía para que me encamine hacia Belén, siguiendo el claroscuro de la fe.

Navidad es anticipo de la Eucaristía, porque allí, en Belén, hay sacrificio y ¡cuán costoso!, y banquete de luz y virtudes, y ¡cuán surtidas las virtudes de Jesús que nos sirve desde el pesebre: humildad, obediencia, pureza, silencio, pobreza…; y las de María: pureza, fe, generosidad…y las de José: fe, confianza y silencio!, y Belén es, finalmente, presencia que consuela, que anima y que sonríe. Belén es Eucaristía anticipada y en germen. Belén es tierra del pan…y ese pan tierno de Jesús necesitaba cocerse durante esos años de vida oculta y pública, hasta llegar al horno del Cenáculo y Calvario. Y hasta nosotros llega ese pan de Belén en cada misa. Y lo estamos celebrando en este año dedicado a la Eucaristía.

Navidad es ternura, bondad, sencillez, humildad. Por eso, meterse en Belén es tremendamente comprometedor, pues Dios Encarnado sólo bendice y sonríe al humilde y sencillo de corazón.

Navidad es una luz en medio de la oscuridad. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos ciega por tanta luz y disipa toda nuestras zonas oscuras. Meterse en el portal de Belén es comprometerse a dejarse iluminar por esa luz tremenda y purificadora.

Navidad es esperanza para los que no tienen esperanza. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos lanza a la esperanza en ese Dios Encarnado que nos viene a dar el sentido último de nuestra vida humana.

Navidad es entrega, don, generosidad. Dios Padre nos da a su Hijo. María nos ofrece a su Hijo. Por eso, quien medita en la Encarnación no puede tener actitudes tacañas.

Navidad es alegría para los tristes, es fe para los que tienen miedo de creer, es solidaridad con los pobres y débiles, es reconciliación, es misericordia y perdón, es amor para todos. ¿Entendemos el tremendo compromiso, si entramos en Belén?

Ya desde el pesebre pende la cruz. Es más, el pesebre de Belén y la cruz del Calvario están íntimamente relacionados, profundamente unidos entre sí. El pesebre anuncia la cruz y la cruz es resultado y producto, fruto y consecuencia del pesebre. Jesús nace en el pesebre de Belén para morir en la cruz del Calvario. El niño débil e indefenso del pesebre de Belén, es el hombre débil e indefenso que muere clavado en la cruz.

El niño que nace en el pesebre de Belén, en medio de la más absoluta pobreza, en el silencio y la soledad del campo, en la humildad de un sitio destinado para los animales, es el hombre que muere crucificado como un blasfemo, como un criminal, en la cruz destinada para los esclavos, acompañado por dos malhechores.

En su nacimiento, Jesús acepta de una vez y para siempre la voluntad de Dios, y en el Calvario consuma y realiza plenamente ese proyecto del Padre.

¡Qué unidos están Belén y Calvario!

El pesebre es humildad; la cruz es humillación. El pesebre es pobreza; la cruz es desprendimiento de todo, vaciamiento de sí mismo. El pesebre es aceptación de la voluntad del Padre; la cruz es abandono en las manos del Padre. El pesebre es silencio y soledad; la cruz es silencio de Dios, soledad interior, abandono de los amigos. El pesebre es fragilidad, pequeñez, desamparo; la cruz es sacrificio, don de sí mismo, entrega, dolor y sufrimiento.

Ahora sí hemos vislumbrado un poco más el misterio de Belén, el misterio de la Navidad, el misterio de este Dios Encarnado.

¿Castañuelas, panderetas y zambombas? ¡Bien! Pero no olvidemos el compromiso serio de este Dios Encarnado…pues en cuanto comience a hablar nos va a pedir: “Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme”. Entonces nos darán ganas de tirar a una esquina la pandereta, las castañuelas y comenzar a escuchar a ese Dios Encarnado que por amor a nosotros toma la iniciativa de venir a este mundo, para enseñarnos el camino del bien, del amor, de la paz y de la verdadera justicia.

Y SE HIZO HOMBRE...


Y se hizo hombre
Navidad es el nacimiento más conmovedor de un niño sobre el que gravita el abisal misterio
Por: Roberto Esteban Duque 




Mis recuerdos de navidad más persistentes (los más humanos y profundos) son relativos a las raíces, al lugar de nacimiento, donde el pueblo sustenta con esperanza y sabiduría bellas tradiciones religiosas, preparando así el auténtico porvenir, manteniendo al hombre al servicio de una causa mayor y vinculando la vida a su verdadero origen y destino, haciendo el tiempo permeable a lo eterno, renovando la alianza de lo humano y lo divino, de la historia y de Dios presente en ella.

Cuando llega la Nochebuena, en Mira -una delicia de pueblo enclavado en la Sierra baja de Cuenca, vertiginoso en sus calles empinadas y sereno en su dilatada vega- irrumpe con gozo, finalizada “la Misa del Gallo”, la costumbre de cantar la “albá” a la Virgen, unos sencillos y dignos versos donde los más jóvenes (los extinguidos “quintos”) reconocen y adoran con sus voces, acompañadas de guitarras y bandurrias, el misterio celebrado ante el asombro y la alegría de todos.

Si le preguntamos a cualquier hombre sensato sobre el motivo por el que en navidad se imponen desde el interior los sentimientos enterrados durante largo tiempo, experimentando una poderosa atracción hacia el bien en una ternura que se quiere eterna; si le decimos al hombre cabal cuál es la causa por la que ahora se abren las puertas que permanecían selladas con obstinación de espanto y brota como un fuego místico antes apagado; si solicitamos su humana respuesta para encontrar una razón por la que se busca a la familia, como si lo externo apenas importase al descubrir el valor de lo interior, como si el cielo fuese lo más parecido a un hogar, ese hombre exclamaría con la espontaneidad propia de la infancia que se trata de un tiempo de fraternidad fundado en la filiación, de alegría por tener entre nosotros a Aquel que, en expresión de San Atanasio, “se hizo hombre para que nosotros llegáramos a ser Dios”.

Navidad es el nacimiento más conmovedor de un niño sobre el que gravita el abisal misterio y donde confluyen la omnipotencia y la indefensión, la fuerza de un Dios que nace en la debilidad y la dependencia de su madre. Navidad es la creciente vigilancia del amor de un hombre y una mujer cuyo gozo, circundado por la pobreza y las dificultades, descansa en la presencia de un niño donde cristaliza el cumplimiento de las promesas de Dios para todos los hombres. Navidad es una cueva utilizada como establo por los montañeros de Belén; un lugar oscuro, apenas reconocible; el santuario de Dios donde la Sagrada Familia se hace acreedora del carácter sagrado de la vida al poner su morada un Dios cercano entre nosotros. Navidad es el gesto del don tan absoluto como escandaloso: “Tanto amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo” (Jn 3, 16), la celebración de la infinita dignidad del hombre, llamado a la alianza y comunión divinas, en permanente éxodo y acogida de todo hombre.

Tras el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva, Dios no abandonó al hombre, sino que les prometió un Salvador (Gn 3,15), cuyo nacimiento tendría lugar en Belén (Mi 5,1), de la estirpe de David (Is 11,1), que se le pondría por nombre “Emmanuel”, que significa Dios con nosotros (Is 7,14).

Descendiente de David, su misión será redentora. Toda la vida de Cristo es redentora, cualquier acto de Jesús posee un valor trascendente de salvación, porque son actos del Verbo encarnado. Su vida cotidiana en familia, su trabajo en Nazaret, su entera vida oculta, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revelan, como afirma San Josemaría, que la existencia humana, el quehacer corriente y ordinario, tiene un sentido divino.

La encarnación hace que todas las cosas asuman un carácter sagrado. Dios se hace hombre, entra en la historia y la “deifica”; el hombre deviene así signo sacramental del Dios encarnado. Para Chesterton, desde la encarnación, cada cosa material es un signo sagrado. La representación del Belén, el árbol de Navidad, la cena de Nochebuena en familia, los regalos de Navidad…tienen un sentido profundo que nace de la realidad misma de la encarnación: “La idea de corporizar el afecto, esto es, de ponerlo en un cuerpo, es la enorme y primigenia idea de la encarnación”.

La misma paz entre los hombres sólo es posible desde la encarnación. Nos lo recuerda Benedicto XVI en su Mensaje con motivo de la celebración de la XLVI Jornada Mundial de la Paz: “Dios mismo, mediante la encarnación del Hijo, y la redención que él llevó a cabo, ha entrado en la historia, haciendo surgir una nueva creación y una alianza nueva entre Dios y el hombre (cfr. Jr 31, 31-34), y dándonos la posibilidad de tener “un corazón nuevo” y “un espíritu nuevo” (Ez 36, 26).

A esta exaltación de la naturaleza humana, sacralizada porque el Verbo se hizo carne, se unirá como consecuencia de la encarnación la adopción de hijos (Gá 4, 4-5): somos hijos en el Hijo; el alimento para el alma: “echado en un pesebre” (Lc 2, 12) para saciarnos con el trigo de su carne; así como alcanzar una mayor bienaventuranza: “quien por mí entrare será salvo, y entrará y saldrá, y hallará pastos” (Jn 10,9).

El tiempo de navidad nos revela una verdad esencial, incomprensible para un hombre empeñado en asirse a honores y poderosos medios, cautivo y enemigo de sí mismo: lo grande sucede en lo pequeño. La historia es el formidable drama de una alegría que, en medio de dificultades, concibe fraternidad. Dios desciende y se acerca a los hombres por el camino de hacerse pequeño. Desprovisto de todo, en la soledad y el abandono de los hombres, revestido de la fragilidad y humildad de la carne humana de un niño, desapercibido y carente de dignidades humanas, el escándalo de la Palabra hecha carne será el de un Dios que nos da al Hijo, para que éste a su vez, amante del cuidado y del amor por lo débil, dando fruto a través de una vida entregada, dé la vida a quienes creen en él.

Esta verdad debe aplicarse al cristiano de nuestros días, envuelto también en debilidad, pero portador de una promesa de vida y esperanza para el mundo en la persona de un niño esperado con amor. El cristiano, convencido de ser una minoría, será capaz de crecer y transformarlo todo, sin renunciar a su fe y a la fidelidad del don recibido. Atento siempre a lo pequeño y pobre, al amor por los pequeños, construirá algo nuevo por medio de una entrega generosa, de un camino de amor concreto en el que transmitir un cuidado humano y divino.

Con motivo de la encarnación, en ninguna persona como en la Virgen –nos recuerda Santo Tomás de Aquino-, las tres divinas personas encuentran alegría en vivir en su alma llena de gracia. A ella, la “albá” de mi pueblo, y también a San José el olvidado, el hombre justo, con una justicia más parecida a la divina que a la humana. Y todas las “albás” del alma en honor al Dios que se hizo hombre -como afirma el Credo- “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”, para salvarnos reconciliándonos con Dios y para que conociésemos así el amor de Dios, para ser nuestro modelo de santidad y hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (2 P 1,6).
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