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domingo, 14 de agosto de 2022
domingo, 7 de agosto de 2022
PAPA FRANCISCO EN EL ÁNGELUS: NO TEMAN, NUESTRA HISTORIA ESTÁ FIRMENMENTE EN MANOS DE DIOS
Papa Francisco en el Ángelus: No teman, nuestra historia está firmemente en manos de Dios
POR DIEGO LÓPEZ MARINA | ACI Prensa
Crédito: Vatican Media
El Papa Francisco recordó durante el rezo del Ángelus que Jesús alienta a no tener miedo ni a desesperarse, porque “nuestra historia está firmemente en las manos de Dios”, que siempre se preocupa por sus hijos con un “cuidado amoroso y providente”.
“Jesús anima a los discípulos y les habla del cuidado amoroso y providente del Padre, que se preocupa de los lirios del campo y de los pájaros del cielo y, por tanto, mucho más de sus hijos. Por eso no hay que afanarse y agitarse: nuestra historia está firmemente en las manos de Dios. Nos alienta esta invitación de Jesús a no temer”, dijo el Papa Francisco el 7 de agosto a los peregrinos y fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
En su reflexión del pasaje de Lucas 12,32 reconoció que “a veces, en efecto, nos sentimos presos de un sentimiento de desconfianza y de angustia: es el miedo a no lograrlo, a no ser reconocidos y amados, el miedo a no conseguir realizar nuestros proyectos, a no ser nunca felices, etc.”.
“Y entonces nos afanamos buscando soluciones, para encontrar algún espacio en el que emerger, para acumular bienes y riquezas, para obtener seguridades; ¿y cómo terminamos? Terminamos viviendo en la ansiedad y en la preocupación constante”, lamentó el Papa Francisco.
Sin embargo, recordó que “Jesús nos tranquiliza” y dice: “¡no teman! Fíense del Padre, que desea darles todo lo que realmente necesitan”.
Dios Padre “ya ha donado a su Hijo, su Reino, y siempre los acompaña con su providencia, cuidando de cada uno de ustedes cada día”, agregó.
Por otro lado, el Papa Francisco que tener la certeza de que Dios “nos cuida con amor no nos autoriza a dormir, a dejarnos llevar por la pereza”.
“Al contrario, debemos estar despiertos, vigilantes. En efecto, amar significa estar atentos a los demás, darse cuenta de sus necesidades, estar disponibles para escuchar y acoger, estar preparados”, explicó.
En el Evangelio, continuó el Santo Padre, Jesús refuerza la idea de que “es necesario estar despiertos, no dormirse, es decir no estar distraídos, no ceder a la pereza interior, porque, también en las situaciones en las que no lo esperamos, el Señor viene”.
“Al final de nuestra vida nos pedirá cuentas de los bienes que nos ha encomendado; por esto, vigilar significa también ser responsables, es decir custodiar y administrar esos bienes con fidelidad”, explicó.
Finalmente, el Papa Francisco hizo una invitación a que “caminemos sin miedo, en la certeza de que el Señor nos acompaña siempre”.
“Y estemos despiertos, para que no nos durmamos mientras el Señor pasa. San Agustín decía: ‘Tengo miedo de que el Señor pase y no me dé cuenta’; de estar dormido y no darme cuenta de que el Señor pasa. ¡Estén despiertos! Que nos ayude la Virgen María, que ha acogido la visita del Señor”, concluyó.
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 7 DE AGOSTO DE 2022
Domingo XIX (C) del tiempo ordinario
Domingo 7 de agosto de 2022
Ver 1ª Lectura y Salmo
1ª Lectura (Sab 18,6-9): La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados, para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo. Tu pueblo esperaba la salvación de los justos y la perdición de los enemigos, pues con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti. Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina: que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados.
Salmo responsorial: 32
R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
2ª Lectura (Heb 11,1-2.8-19): Hermanos: La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve. Por ella son recordados los antiguos. Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía. Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.
Versículo antes del Evangelio (Mt 24,42.44): Aleluya. Estad preparados, porque no sabéis a qué hora va a venir el Hijo del hombre. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 12,32-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».
Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?». Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».
«También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre»
Rev. D. Melcior QUEROL i Solà
(Ribes de Freser, Girona, España)
Hoy, el Evangelio nos recuerda y nos exige que estemos en actitud de vigilia «porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Lc 12,40). Hay que vigilar siempre, debemos vivir en tensión, “desinstalados”, somos peregrinos en un mundo que pasa, nuestra verdadera patria la tenemos en el cielo. Hacia allí se dirige nuestra vida; queramos o no, nuestra existencia terrenal es proyecto de cara al encuentro definitivo con el Señor, y en este encuentro «a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más» (Lc 12,48). ¿No es, acaso, éste el momento culminante de nuestra vida? ¡Vivamos la vida de manera inteligente, démonos cuenta de cuál es el verdadero tesoro! No vayamos tras los tesoros de este mundo, como tanta gente hace. ¡No tengamos su mentalidad!
Según la mentalidad del mundo: ¡tanto tienes, tanto vales! Las personas son valoradas por el dinero que poseen, por su clase y categoría social, por su prestigio, por su poder. ¡Todo eso, a los ojos de Dios, no vale nada! Supón que hoy te descubren una enfermedad incurable, y que te dan como máximo un mes de vida,... ¿qué harás con tu dinero?, ¿de qué te servirán tu poder, tu prestigio, tu clase social? ¡No te servirá para nada! ¿Te das cuenta de que todo eso que el mundo tanto valora, en el momento de la verdad, no vale nada? Y, entonces, echas una mirada hacia atrás, a tu entorno, y los valores cambian totalmente: la relación con las personas que te rodean, el amor, aquella mirada de paz y de comprensión, pasan a ser verdaderos valores, auténticos tesoros que tú —tras los dioses de este mundo— siempre habías menospreciado.
¡Ten la inteligencia evangélica para discernir cuál es el verdadero tesoro! Que las riquezas de tu corazón no sean los dioses de este mundo, sino el amor, la verdadera paz, la sabiduría y todos los dones que Dios concede a sus hijos predilectos.
sábado, 6 de agosto de 2022
EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 6 DE AGOSTO DE 2022 - LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
6 de Agosto: La Transfiguración del Señor (C)
Sábado 6 de agosto de 2022
1ª Lectura (Dan 7,9-10.13-14): Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Salmo responsorial: 96
R/. El Señor reina altísimo sobre toda la tierra.
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono.
Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.
Porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses.
2ª Lectura (2Pe 1,16-19): Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto». Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.
Versículo antes del Evangelio (Mt 17,5): Aleluya. Este es mi Hijo muy amado, dice el Señor, en quien tengo puestas todas mis complacencias; escuchadlo. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 9,28-36): En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle». Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
«Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas (…)»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, meditando la Transfiguración, intuimos la situación del hombre en el Cielo. Lo que más nos interesa es contemplar la espontánea reacción de los “interlocutores terrenales” de esa escena. Una vez más, es Simón Pedro quien toma la palabra: «Maestro, bueno es estarnos aquí» (Lc 9,33). Es maravilloso comprobar que, sólo con ver el Cuerpo de Cristo en estado glorioso, Pedro se siente plenamente feliz: no echa en falta nada más.
«Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». La reacción de Pedro muestra el dinamismo más auténtico del amor: él ya no piensa en su propia comodidad; él quiere retener aquella situación de profunda felicidad, procurando el bien de los otros (en este caso, interpretado de una manera muy humana: ¡unas tiendas!). Es la manifestación más clara del verdadero amor: soy feliz porque te hago feliz; soy feliz entregándome a tu felicidad.
Además, es muy revelador el hecho de que Simón reconozca intuitivamente a Moisés y Elías. Pedro, lógicamente, tenía noticia de ellos, pero nunca los había visto (¡habían vivido siglos antes!) y, en cambio, los reconoce inmediatamente (como si los hubiese conocido desde siempre). He ahí una muestra del elevado grado de conocimiento del hombre en el Cielo: al contemplar a Dios “cara a cara”, experimentará una inimaginable ampliación de su saber (una participación mucho más profunda en la Verdad). En fin, «la “divinización” en el otro mundo aportará al espíritu humano una tal “gama de experiencias” de la verdad y del amor, que el hombre nunca habría podido alcanzar en la vida terrena» (San Juan Pablo II).
Finalmente, Simón, sólo con ver a Moisés y a Elías, no solamente los conoce al instante, sino que también los ama inmediatamente (piensa en hacer una tienda para cada uno de ellos). San Pedro, Papa (el primero de la Iglesia), pero pescador, expresa este amor de una manera sencilla; santa Teresa, monja, pero Doctora (de la Iglesia) expresó la lógica del amor de manera profunda: «El contento de contentar al otro excede a mi contento».