martes, 18 de julio de 2017

UN ERROR PELIGROSO


Un error peligroso



1)  Para saber
Se presentan con tal frecuencia los errores que no es necesario demostrar que somos falibles, que fallamos. Y un error muy peligroso es el que tengamos sobre nosotros mismos.
En el mensaje que el Papa Francisco dijo hace unos días, señaló que no importa si, como toda persona humana, uno tiene sus límites y también sus errores, sino que lo importante es tener la humildad para reconocerlos, tener un corazón sencillo, que sea honesto con sí mismo y con los demás.
El peligro de no reconocer humildemente nuestros errores, es que nunca haremos nada por salir de ellos al no detectarlos o no querer darnos cuenta, pues muchas veces somos cómplices de nosotros mismos. ¿Por qué no los reconocemos? Aunque pueden ser diversas causas, podemos ver que todas se dirigen a la soberbia. Pensamos que si reconocemos tener tal o cual defecto, entonces seremos menos y eso no lo aceptamos.

2) Para pensar
Para conocer la realidad, se requiere una buena dosis de humildad, pues la soberbia ciega. Una famosa fábula muestra cómo la soberbia termina por volverse contra ella misma.
Un día el león se despertó y se sentía tan lleno de vida, tan fuerte, que pensó que no habría en el mundo nada que lo pudiese vencer. Con este sentimiento de grandeza, se encaminó a la selva. Se encontró con una víbora a la que preguntó: "Dime, ¿quién es el rey de la selva?” Le respondió la víbora: “Tú, por supuesto”, y se alejó a toda prisa.
El siguiente animal que se encontró fue un cocodrilo a quien le preguntó: “Cocodrilo, dime ¿quién es el rey de la selva?” El cocodrilo le respondió: “Si sabes que eres tú el rey de la selva, ¿por qué me lo preguntas?”
Así continuó toda la mañana, y a cuanto animal le preguntaba, todos le respondían que el rey de la selva era él. Hasta que le salió al paso un elefante.
“Dime elefante”, le preguntó el león ensoberbecido “¿sabes quién es el rey de la selva?”
Como única respuesta, el elefante enroscó al león con su trompa levantándolo como si fuera una pelota, lo arrojaba al aire, lo volvía a recoger... hasta que lo tiró al suelo poniendo sobre el magullado león su inmensa pata.
Entonces el dolorido león le dijo: “Muy bien, basta ya, pero no hay necesidad de que te enfurezcas tanto, porque no sepas la respuesta”.

La falta de humildad lleva a no conocerse a sí mismos, sino de una manera deformada poniéndose por encima de todos. La descubrimos en una conducta, prepotente, despectiva, arrogante, engreída, presuntuosa, vanidosa… Pensemos si tenemos algunas de sus manifestaciones en nuestra conducta.

3) Para vivir
¿Hay algún antídoto contra la soberbia? Sí, la humildad. Una virtud que nos lleva a ser realistas, a sabernos con virtudes, con defectos, y aceptarlos. Se manifiesta en la templanza, honestidad y serenidad y sinceridad. Cuando hay madurez, se sabe relativizar la propia importancia, y no se hunde en los defectos ni se exalta en los logros. Además, sabe observar lo positivo en los que le rodean.
El Papa Francisco afirma que un cristiano ha de ser humilde, para asemejarse a Jesús. Sólo así podremos mostrarlo y ser sus “embajadores” ante los demás.


© Pbro. José Martínez Colín

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